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Todas las relaciones merecen consumirse
Rescatado de elotro-cielo
Todas las relaciones merecen consumirse. Contrario a las ambiciones capitalistas, el consumo en las relaciones significa alcanzar los espacios limítrofes.
Salvando las distancias, son como los aparatos: llevarlas hasta su fin natural. Podría decirse, también: hasta el fin de su vida útil. Pero nunca me gustó hablar de las relaciones en términos de utilidad.
Terminar la partida de ajedrez
Cuando las relaciones no se consumen, no por completo, digamos, siento una injusticia. La injusticia del término de la partida antes de toda la resolución. Vivo mi vida buscando preguntas e intentando respuestas, pero cuando una respuesta queda a medias, es como un muro a la mitad. No le sirve a nadie.
No se trata tampoco de forzar las relaciones. Se trata, en realidad, de acompañarse hasta el fin. Hasta que ambas partes entienden que deben partir, pero cuando lo hacen, lo hacen como dos compañeros, no como dos enemigos, no como dos corazones rotos.
No todas las relaciones se consumen por completo, pero sería lindo que sí.
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Olvido
Aunque me olvide rápido de algunas cosas (no que no las sienta, solo que no las recuerde), en realidad el olvido es uno de mis mayores temores. Pero no solo un olvido casual, sino más bien el olvido como sistema: el borrado del "yo". Hay grandes preguntas: si "yo" soy, ¿qué soy? ¿El cúmulo de cosas que escojo ser o el cúmulo de cosas que recuerdo? Y si recuerdo, ¿para qué?
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con los ojos cerrados
Tengo la (mala y peligrosa) costumbre de, a veces, quedarme en cama unos minutos (a veces una media hora) más de lo que necesito. Si fuera para dormir, creo que sería más razonable. En realidad en ese momento ya estoy despierto y no puedo volverme a dormir por más que quiera: ya rompí el estado del sueño y no puedo volver. En esos minutos (media hora) simplemente me quedo echado con los ojos cerrados, pero despierto. Hace muchos años solía sentir que vivía con los ojos cerrados, sentía que vivía en una gran ilusión y desconexión general, y solo quería romper ese estado. Y lo rompí. A veces el temor no es hacia la vida misma sino hacia lo que vemos en lugar de ella, las ilusiones. Ya nunca vivo soñando, pero a veces cuando en mi costumbre me quedo unos momentos con los ojos cerrados puedo pensar y sentir que temporalmente estoy en mi ilusión: veo imágenes, veo rostros, pienso en palabras, pienso en fotos bastante específicas, siento, siento distintas cosas. En realidad le temo a eso, a nuevamente vivir con los ojos cerrados. Pero a veces necesito hacerlo un segundo solo para poder ver a qué le temo en ese momento para luego simplemente abrir los ojos y seguir.
No sé si existen las buenas ilusiones. Existen ilusiones que parecen bonitas, mundos ideales e idealizados, sueños idealizados. Pero en la medida en que no son la realidad son, inherentemente, malos porque son falsos. Aún así a veces me gusta mirar brevemente alguna buena ilusión para luego, como debe ser, abandonarla y salir a la vida de verdad.
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Kyle Scheurmann - Gold River, 2024 - Oil on linen
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Marcas de contacto
Cuando pasamos un tiempo razonable con una persona, cuando hay suficiente contacto, mentalizamos a esa persona: creamos una versión personal de esa persona en nuestras mentes a la que podamos acudir cuando queramos o cuando necesitemos. ¿Qué pensaría María en esta situación, qué me diría César? A veces no podemos estar frente a frente con esas personas, entonces hablamos con sus versiones mentales. Pero esas versiones son ilusiones; a diferencia de sus contrapartes reales, no son capaces de generar las mismas respuestas porque no están compuestas de toda la vida necesaria. Son ilusiones eternamente limitadas, pero es lo que hay. Especialmente cuando se rompe el contacto con la contraparte real, ¿qué nos queda si no una versión probablemente romantizada, ilusoria y profundamente falsa de aquella persona con quien ya no nos tenemos? Es una idea romántica, aunque las relaciones no se pueden ver, parecería que el contacto deja sus marcas, sus impresiones mentales entre una persona y otra.
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Ohara Koson - Dancing Fox with Lotus-leaf Hat (ca. 1910)
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Un amor inalienable
Hay cosas que no sirven, pero que tampoco son completamente inútiles. Es precisamente en su no-servilidad que encuentran su utilidad. La idea del amor como posesión del otro es una de esas ideas. Durante un tiempo, y todavía hasta hoy, algunos ejercen el amor como una posesión sobre un otro: eres mía, soy tuyo, somos del otro. Eso, en positivo, es inservible. Pero en negativo, al contrario, toma un camino interesante. La negación del amor como posesión te lleva a la posibilidad de entender el amor como elección: no eres mía, no soy tuyo, sino que estamos aquí porque nos elegimos. También es necesario el tiempo: nos elegimos en un momento que dura hasta hoy. Debería ser un asunto de renovación, como la renovación de votos: nos elegimos en un momento que dura hasta hoy... y luego no lo sabemos. Depende, en realidad. De lo que pasará, de las elecciones conjuntas e individuales. Entonces la pregunta sobre volverse a elegir deja de ser una pregunta tal cual y se vuelve más bien una práctica. Ese parece ser un mejor camino, el de un amor inalienable.
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