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¡Odio la metrosexualidad!
Cosas que se perdieron con la metrosexualidad: -Eso de “tengo los pelos como escarpias”. -El hombre como el oso, cuanto más peludo más hermoso.
DI NO A LA 24, y de paso a la metrosexualidad.
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He aquí el macarra que cantaba como los ángeles y el rasta-man que tocaba la guitarra. Si es que son adorables :’3
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Sin título**
Me miro en el espejo y veo la imagen que desde hace meses me acosa. Un hombre escuálido al que se le marcan todos y cada uno de los huesos me observa con unos ojos verdes bañados en rojo. Se toca el pelo largo y negro, ¿cuánto hace que no se lo peina? Lleva puesto un chaleco de cuero negro lleno de tachuelas. Le queda enorme, no lo usaba desde tiempos mejores, cuando era joven. Unos pantalones negros, también de cuero, le ocultan las ancianas piernas. Antes aquellos pantalones le quedaban apretados, ahora los sujeta con un cinturón. Lleva unas botas de punta, negras, altas. En la muñeca derecha luce una pulsera de pinchos y en la izquierda una bandana roja, la misma que se puso la última vez. No puedo creerme que el hombre del espejo sea yo. Hago movimientos bruscos y repentinos, él los imita a la perfección. Me pellizco para ver si estoy soñando pero el dolor llega con una punzada de nervios.
- Cinco minutos.
El aviso se va tan rápido como llega, ni me doy cuenta de quién me lo ha dado. Suspiro por última vez a la imagen del espejo y me giro. Deslizo los dedos largos y callosos en las yemas por la tapa de las guitarras: una Yamaha con degradado naranja y acabado en negro, una Washburn azul eléctrico, una Gibson de madera clara y ¡aquí está! Una Fender roja con acabados en blanco, las cuerdas a punto de romperse pero todavía aguantarán una noche más, mi primera guitarra, la guitarra de mi primer concierto.
- ¡Treinta segundos!
¿Quién sería ese chico? La descuelgo y la sensación de sentir de nuevo su peso y su consistencia me embargan. Le coloco una cinta negra y me la cuelgo. Salgo del camerino y atravieso un pasillo. Me pongo en la plataforma.
- Suerte.
Le sonrío a mi interlocutor aunque sigo sin reconocerlo. La plataforma empieza a ascender. Ya estoy aquí, fuera. Por un momento observo a todas esas personas que hasta hace un segundo gritaban y que ahora guardan silencio. Estiro los dedos. Hace mucho que no hago esto, estoy nervioso. Miro de nuevo al público y toco la primera nota: la. A medida que el sonido penetra en sus oídos los gritos van naciendo en sus gargantas, reconocen la canción. Sonrío. Toco mi'. La gente enloquece. Toco re'. Yo enloquezco.
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