Photo

Erechtheion, Acropolis, Athens, c. 5th century BC
90K notes
·
View notes
Photo

En 10 años pueden cambiar muchas cosas, no sólo estéticas, en esa época me sentí muy agobiada por salir, por aprender a maquillarme, por ser popular, por gustar, por caer bien… por hacer “todo lo que las chicas se supone que hacen a esa edad” y ahora no analizo las diferencias estéticas, sino lo que ahí detrás.
Cuando tenía 15 años no me replanteaba que iban a pasar en los siguientes 10 años de mi vida, ahora, que soy más consciente, intento hacerlo.
2009 fue uno de esos años en los que convulsionas.
Jugaba a ser una chica normal, lo denomino jugar, porque al fin y al cabo era una niña aún; y sinceramente, ¿quién era normal? estábamos todas fingiendo para sentirnos parte de algo, sentirnos integradas en una sociedad que nos quería esculpir a mazazos, con sólo quince años ya sentí eso, esa “idealización” tan peligrosa y nociva.
A esa edad sentí una presión que realmente tardé en comprender que quizás todas lo sentíamos un poco así y realmente ese es el leitmotiv de este blog, con este post empezó todo.
En 2009 vivía en un continuo análisis de mi imagen, como si no pudiese fallar y ojalá pudiese la Alessandra del 2019 decirle a la Alessandra de 15 años que TODO ESTARÁ BIEN y que TODO ESTÁ BIEN.
Pesaba menos de 45 kilos, el número 4 me acompañó hasta los 19 años, siempre ahí; recuerdo la báscula blanca, y recuerdo cuando llegué un verano a los 39 y realmente me asusté; si te lo preguntas, nunca tuve una enfermedad alimenticia como tal, achaco mi falta de peso al constante estrés que sufría en esa época por que era como un nudo apretado de esos que no puedes desatar.
Ese estrés se debía a que en el instituto dónde iba siempre fui una (lo que ahora se dice como si fuese cool) outsider o también rara\freak (que se decía en esa otra a modo de insulto); un instituto incontrolado dónde se castigaban las reacciones sin analizar los motivos que las causaban, y es así como los “raritos” como yo siempre éramos penalizados por contestar a una conducta que para las monjas eran “cosas de niños”.
Alessandra, diez años después aún no has asumido que la gente puede tener solo oscuridad en su interior; sigues en búsqueda de la luz hasta en tus peores enemigos; y eso en realidad espero que no nos abandone nunca.
Pero volvamos a ese verano, cuando llegué a los 38 kilos yo ya salía con “gente del centro” de Madrid y me sentía, al menos fuera del instituto, menos sola.
Digo menos sola porque realmente era una situación rara dónde nos necesitábamos todos y jugábamos a ser amigos; porque no lo éramos.
Muchas chicas fueron malas conmigo, y fui mala con otras chicas; llegó el número cinco a la vida de muchas, y a otras ya les llegó hace tiempo; ya no nos considerábamos niñas sino mujeres; ahí empezaron los problemas como muchas os podréis imaginar e incluso habéis vivido.
Alessandra, diez años después aún te sentirás culpable de caer en lo que realmente esta sociedad forja: la competitividad entre nosotras como si fuese una necesidad más; ojalá haber descubierto antes la sororidad.
En esa época, de tuenti, también me hablaban y conocía chicos (y cuando digo me hablaban no hablo de amistad como podrás comprender), “es propio de la edad”, y una vez más, me sentí presionada.
Los medios, los chicos, las revistas, las series, las películas, otras mujeres e incluso tristemente en lo que más me refugiaba, los libros… Todo eso ejercían una presión única: “ser esa chica que se supone que tienes que ser” y abandonar el “tú” para disfrazarte de “ella” maquillada, con extensiones, con ropa distinta y conocer chicos ¿con qué motivación? alcanzar ese amor romántico perfecto y bello, que no existe.
Y los conocí, como muchas los conocimos, sí que lo hice. Recuerdo que conocí un chico, de 19 años, que me coaccionó para tener sexo, me sentí culpable cuando le rechacé, sucia, pequeña e inferior, como si no estuviese a la altura de algo que supuestamente debía estar.
Como si no estuviese a la altura de él.
Fue uno de mis primeros contactos con el abuso, ese chico se lo contó a mucha gente, me ridiculizó, se rieron de mí por no querer tener sexo e incongruentemente me llamaron guarra. Aquel chico llegó más adelante a pegar a otro chico que estaba conociendo y a romperme el móvil contra el suelo al discutir con él por haberlo hecho, y eso amigas, es abuso de poder.
Alessandra, ningún chico te debe intimidar, ahora lo sabes, pero ojalá hubieras sabido que no te debes sentir responsable o vulnerable por algo por lo que no estabas preparada y que con 19 años encontraremos el amor no te preocupes, no te ibas a quedar sola, el amor romántico como tal es un mito.
“The young girl feels that her body is getting away from her… on the street men follow her with their eyes and comment on her anatomy. She would like to be invisible; it frightens her to become flesh and to show flesh” - Simone de Beauvoir.
Y finalmente, queda lo que para mí fue una imposición; crecer implica muchas cosas, pero a veces subimos árboles sin pensar en que quizás necesitemos bajar. Me sentía avergonzada de mí misma por no gustarme “lo que a todas las demás chicas les gustaba” (y sí, eso era otro mito absurdo).
En aquel momento de mi vida, podía pasarme días enteros jugando al tekken o leyendo a Werther o viendo Harry Potter… E incluso escondí los libros de Camus que me regaló mi padre (aunque los dejé de leer por infumables), pero también leí Jane Austen, y sobretodo leí “Crónicas de la torre” de Laura Gallego; pero ojalá hubiera leído a Simone de Beauvoir porque sus palabras, desde que las descubrí, me han ayudado a comprender todos esos nudos en el estomago que no podía desatar, y por fin, desatarlos y ser libre.
Cosas que no encajaban con el mundo que con 15 años, pensabas que era real, eso era ser adulto, eso era ser mujer.
No encajar. A eso tenía miedo, a no ser adulta, a no ser mujer; a aferrarme demasiado en ser niña, me aferraba de la misma manera en la que me aferraba a mi oso de peluche de color azul todas las noches.
Y ojalá gritar, un grito que viaje en el tiempo y que llegue a la Alessandra de 15 años que dormía con ese oso, que usaba sujetador con relleno, que se sentía insuficiente para los chicos, que se maquillaba mal, que lloraba y lloraba mucho:
TODO ESTÁ BIEN CONTIGO.
Solo sé un poco más niña. No juegues a ser adulta, avanza por tu propio camino, no te fuerces.
Tú no eres así y te ha costado mucho aceptarlo, ahora, 10 años después, aún te cuesta tener en tu interior un alma de niña que convive con tu alma de mujer; Y ESTÁ BIEN.
Y sí, definitivamente, seguirás durmiendo abrazada a un peluche, harás una maratón de 24h de Harry Potter, coleccionarás funkos, libros, y hasta el propio castillo, ganarás torneos del tekken y querrás ver “Anastasia” y cantar todas las canciones; quizás hayamos recuperado ahora lo que perdiste, y darse cuenta también está bien.
Todo estará bien, aunque esto esté escrito entre lágrimas.
“One is not born, but rather becomes, a woman” - Simone de Beauvoir
Alessandra Zacci
7 notes
·
View notes
Text
Being a decent human means holding your trash until you can locate a goddamn trashcan u littering swine
245K notes
·
View notes
Text
friendly reminder that struggling with mental health doesn’t make you weak or broken
31K notes
·
View notes