𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐘 𝐖𝐄 𝐓𝐄𝐋𝐋 𝐘𝐎𝐔 Mil historias que contar. Aquí te dejo mirar.No juzgues, no robes.RPG.
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⛧ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀ 𝐀 𝐧𝐞𝐰 𝐬𝐩𝐞𝐥𝐥 ⠀⠀⠀ ⠀⠀ 𝒊𝒏 𝒕𝒉𝒆 𝒃𝒐𝒐𝒌 𝒐𝒇 𝐀𝐮𝐫𝐚𝐥𝐢𝐧𝐞
⠀⠀⠀ ❛𝐏𝐀𝐑𝐀 𝐀𝐑𝐀❜
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La lluvia golpeaba con un ritmo constante sobre el techo de la cabaña. Era un golpeteo sordo, acompasado, que la mantenía despierta sin poder conciliar el sueño durante las primeras noches en aquel húmedo lugar.
Aranay se detuvo de golpe en la entrada, con las botas empapadas y el abrigo mojado pesado sobre los hombros. Llevaba horas caminando por el bosque, guiada por un presentimiento que no sabía explicar. El lugar no aparecía en los mapas convencionales y ni siquiera los cazadores conocían de la ruta. Ella lo había encontrado, guiándose de una serie de notas casi olvidadas y un par de comentarios entre los diarios viejos de otro cazador que había muerto en extrañas circunstancias.
El sonido de su corazón era una constante molestia, sentía el pulso en sus oídos y el nerviosismo no dejaba de detenerse desde que había pisado el lugar. Era la primera vez que se sentía tan cerca, a un paso de querer conocerlo todo y saber los motivos de su ausencia.
La cabaña a la que había llegado parecía abandonada hace años y las ventanas estaban cubiertas de mugre. Las bisagras chirriaron cuando la empujó. Adentro olía a humedad y la madera estaba envejecida. Al caminar al interior había polvo en suspensión, telarañas en los rincones y un silencio que le hizo contener la respiración. Aranay avanzó con cautela, aguantando la necesidad de huir de aquel rincón fantasmal a la que no estaba acostumbrada, pero mantuvo su linterna en mano. No buscaba nada en específico, pero necesitaba encontrar otra huella para seguir avanzando en su investigación.
Piso nuevamente y algo crujió bajo sus pies. Apartó una vieja alfombra y notó que una de las tablas estaba suelta. Se arrodilló, apoyando la linterna en el suelo y con esfuerzo levanto la madera. Debajo estaba escondido un compartimento oculto con una caja metálica cubierta de óxido. La hebilla se resistió por el tiempo, pero terminó cediendo. Había una pequeña navaja, algunos papeles desgastados y una cinta de casete que tenía una etiqueta manchada, pero alcanzó a leer “Ara”.
El corazón de Aranay se detuvo un segundo. Esa letra… no la había visto en persona, pero la conocía. Lo había visto en algunas cartas que su madre había guardado. Aquel hombre del que solo tenía fragmentos, memorias borrosas y un nombre que parecía más una historia fantasiosa que realidad.
Sacó con cuidado la cinta y rebuscó en su mochila hasta encontrar un viejo reproductor portátil. Lo llevaba consigo porque era una obsesiva con la tecnología antigua y siempre escuchaba sus casets grabados de su madre. Coloco la cinta con las manos temblorosas, con miedo y una sensación que sentía que se desmayaría.
La cinta soltó unos segundos de estática y después una voz.
"Si estás escuchando esto… supongo que lograste llegar a mi. No sé si me recuerdas, probablemente no. No estuve ahí cuando debí estarlo. No hay disculpa para eso".
Comenzó la grabación. Era una voz grave, áspera, pero tranquila. Humana, real. Su voz.
Aranay se quedó inmóvil y cerró los ojos. Su respiración se volvió lenta y pesada. Era él. Su padre.
"Me alejé porque creí que así te protegía. Había cosas siguiéndome… cosas que no entendía del todo. Aún no lo hago y nunca quise poner en riesgo a tu madre. Siempre supe que un día irías a buscar respuestas y que no te quedarías con el silencio"
Una pausa. Luego un leve sonido de papel moviéndose.
"Dentro de esta caja dejé algo más, es un símbolo. Cuando lo veas, sabrás qué es. En la parte trasera hay coordenadas. Si decides seguirlas… solo te pido que tengas cuidado. Dejé aliados en el camino. Algunos saben quién eres y oros no deben saberlo nunca".
El sonido se apagó con un clic seco. La cinta había terminado.
Aranay no supo cuánto tiempo se quedó ahí, en el suelo de aquella cabaña, escuchando el eco de esa voz en su cabeza. Había imaginado este momento tantas veces. Había crecido con la idea de un padre que simplemente no quiso estar. Que se había ido sin mirar atrás.
Revisó de nuevo la caja y encontró lo que él mencionaba. Un pequeño trozo de cuero con un símbolo grabado, un triángulo entrelazado con un círculo, rodeado de marcas que parecían runas. Lo giró. Al dorso, escritas con letra firme pero apurada, estaban las coordenadas. Las anotó en su libreta de viaje y luego se sentó en silencio, dejando que la tormenta que aún rugía se detuviera para atreverse a salir.
Durante años había perseguido rastros, interrogado a desconocidos, escuchado historias que terminaban en callejones sin salida. Siempre con la sensación de estar detrás de alguien que nunca quiso ser encontrado. Pero esto… esto era distinto. Él le había dejado algo, una señal, un intento de conexión. No era abandono lo que había detrás, sino una decisión dura y dolorosa; tal vez errada, pero no indiferencia.
La lluvia cesó lentamente y el viento aullaba entre los árboles, pero el mundo parecía haberse calmado. Aranay recogió todo y salió de la cabaña, mirando por última vez ese refugio oculto. A la mañana siguiente, con la mochila al hombro, tomó la ruta hacia las coordenadas indicadas. El destino la llevaba a un rincón perdido en las afueras de Dakota del Sur. Según el mapa, allí no había más que una antigua estación de tren abandonada, olvidada hace décadas.
Mientras viajaba, pensaba en la posibilidad de que no encontrara nada. Que fuese solo otra pista muerta. Aunque la voz de su padre seguía presente en su memoria. Esa serenidad cargada de culpa, ese intento torpe pero sincero de hacerle saber que nunca la había olvidado y eso, en su mundo, era más de lo que la mayoría recibía.
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⠀⠀⠀𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭… 𝐝𝐚𝐭𝐞: 10 de Diciembre, 2023. 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 1.064⠀⠀⠀ ⠀⠀
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⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀ 𝐀 𝐧𝐞𝐰 𝐬𝐩𝐞𝐥𝐥
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Katerina había aprendido a sobrevivir con los años. Ya no era la misma joven que había huido de su vida en Bulgaria, ni la mujer que había tenido una hija y la perdió por protegerla. A lo largo de los siglos había cambiado, pero lo que nunca había perdido era su esencia de su instinto de supervivencia.
Cada cierto tiempo vivía en una ciudad en común, como cualquier otra. Nueva Orleans había sido su hogar por más tiempo de lo que le gustaba recordar. Pasaba desapercibida la mayor parte del tiempo mientras el mundo giraba a su alrededor.
Usaba documentos falsos comprados a gente importante. Se mantenía en los márgenes de la sociedad, pero con el tiempo su belleza y su forma de ser llamaba la atención de cualquier persona importante. Aunque nadie sabía de su historia ni de lo que había perdido comenzó a tomar el control de su futuro, cumpliendo sus caprichos a su antojo y usaba a los humanos como carta para conseguir el poder que deseaba. Nada le importaba, los recuerdos de su pasado los escondía en el fondo, apagando su humanidad para que no doliese más de lo que ya sentía.
El día que perdió a toda su familia fue el último día que Katerina había tenido una vida real, una voda que mereciese la pena. El resto había sido una sucesión de huidas, de supervivencia y de esconderse de aquellos que querían controlarla y matarla por el poder que eso les convertía. Todo ese tiempo lo único que había quedado en su imagen era la memoria de su hija, de su familia muerta y el deseo de lo que jamás pudo tener.
Con los años se había acostumbrado a moverse con cautela, a dejar huellas sin que captaran su atención y a encontrar las señales cuando era el momento de irse. También sabía que no podía irse a ningún lado sin un propósito y el suyo era seguir viviendo.
Habían pasado muchos años desde su último encuentro con Klaus, el vampiro original que la cazaba desde que se había enterado de lo que podía conseguir; y aunque sentía su presencia de vez en cuando, había aprendido a vivir con esa sensación. Había aprendido a mantenerse a salvo de los vampiros, cazadores, brujas y de todo lo que pudiera ponerla en peligro. Nueva Orleans mientras era su lugar seguro porque hace años la familia la había abandonado. Era la distancia que le daba para poder respirar.
La vida en aquella ciudad era tranquila. A pesar del bullicio de las calles y los bares llenos de turistas, se había acostumbrado al constante sonido de la música en el aire. Se mantenía alejada de los problemas ya que usaba la persuasión para poder disfrutar de los hombres que la acortejaban con ningún interés de cumplir más allá de sus deseos de diversión. Llamaba la atención por ser una mujer hermosa y poderosa; pero nadie recordaba su historia ni que era buscada por el vampiro más poderoso.
En los días libres paseaba en compañía por el barrio, observando las casas antiguas y el río Mississippi, como si todo eso no tuviera nada que ver con su vida. Se sentaba en los barcos del parque para tomar aire y a veces se preguntaba si el destino era tan miserable para seguir escondiéndose. Dejar esta vida jamás había pasado por su cabeza ya que la humanidad se había perdido tanto en su interior que solo quería mantener la vida que se estaba permitiendo.
No se permitía muchos momentos de vulnerabilidad. Sabía que el dolor de lo perdido podía consumirla si se dejaba llevar. Lo mantenía a raya ya que había aprendido a ser una persona sobreviviente.
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⠀⠀⠀⠀𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭… 𝐝𝐚𝐭𝐞: 15 de Octubre, 1795. 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 616.
── ・ ・ ・ ・ 𝐝𝐢𝐬𝐜𝐥𝐚𝐢𝐦𝐞𝐫𝐬⠀⠀⠀ ⠀ ㅤ。・☆ 𝘁. 𝐀𝐮𝐫𝐚𝐥𝐢𝐧𝐞 ⠀ ⠀ 。 ・★ 𝗳. 𝐟𝐚𝐢𝐫𝐲𝐝𝐮𝐬𝐭.𝐩𝐬𝐝
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La muchacha se encontraba en el pasillo de la sala de emergencias después de que su adjunto no quiso compañía el día de hoy. Miró su teléfono mientras esperaba que llegaran los resultados de un análisis de un paciente de su lado derecho. No era la típica persona que se sentaba y miraba el reloj a cada rato descansando; su energía necesitaba moverse y, si no podía hacerlo físicamente, lo haría a través de la pantalla de su móvil leyendo algunos artículos.
Justo cuando terminaba de revisar un mensaje de Maxine, vio cómo un joven médico, no mucho mayor que ella, salía apresuradamente de la sala de operaciones. Tenía el pelo desordenado, una bata arrugada y una expresión de quien acaba de romper una regla importante.
— ¿Qué está pasando? — preguntó Jules, bajando el teléfono y levantando una ceja. Su voz salió autoritaria y ese era un recurso que siempre utilizaba para que le respondieran sin dudar. El joven se detuvo y la miró con una sonrisa desafiante.
— ¿De qué hablas? — respondió sin realmente mirarla, evitando el contacto visual.
— Vas en dirección equivocada me parece. — comentó Jules. Observó la manera en que caminaba con rapidez hacia la salida. El hospital no era tan grande y si no se daba prisa, podría alcanzarlo en dos minutos.
El joven se detuvo, suspiró y se giró lentamente hacia ella. Su cara mostraba algo de cansancio, pero también una especie de satisfacción, como si acabara de hacer algo que lo había puesto por encima de todos. Especialmente cuando notó la juventud de Jules.
— ¿Te molesta si paso por ahí? Es que... bueno, el tipo ya estaba anestesiado y todos sabemos que se podía hacer con menos tiempo. — Respondió, rascándose la cabeza como si estuviera diciendo algo casual en un día cualquiera.
Jules observó entre divertida y molesta. No era el tipo de actitud que toleraba y en su tiempo como interna había aprendido a reconocer la soberbia escondida detrás de la actitud desafiante de alguien que, como él, sentía que el sistema no necesitaba reglas.
— ¿De verdad crees que se puede hacer todo de forma rápida y fácil? No es un tipo, es nuestro paciente y debemos preocuparnos primero por su bienestar, después del tiempo que disponemos. — preguntó, cruzándose de brazos, sin hacer más movimientos para acercarse a él. El joven la miró y dejó escapar una risa seca.
— Lo que pasa es que tú no entiendes, ¿Verdad? No todo tiene que ser tan complicado. El paciente está bien y yo, básicamente, lo hice todo más rápido. ¿Para qué perder tiempo con procedimientos innecesarios? La cirugía salió bien y lo que importa es el resultado, ¿No? — Jules lo miró en silencio durante unos segundos. El hospital siempre estaba lleno de gente que pensaba que lo sabía todo. Muchos de ellos eran jóvenes como él y muchos otros tenían historias similares a la suya. Eso la ponía de mal humor y su semblante fácilmente se distorsionó. No lo conocía, no era una persona para estar en su hospital.
— La gente no se da cuenta de lo que significa "seguir las reglas". No siempre se trata de hacer las cosas rápido. A veces, cuando haces las cosas a la ligera, es cuando alguien acaba pagando por ello. —dijo Jules, tomando una postura firme y con sus expresiones complejas. Aunque no podía negar que, en el fondo, sentía una pequeña admiración por la manera en que él estaba dispuesto a saltarse todo. Ella misma había sido una rebelde en su juventud, pero no cuando se trataba de la vida de alguien.
El joven médico la miró un momento, luego soltó un suspiro, casi como si se estuviera cansando de la conversación.
— No sé, a veces siento que ustedes, los que siguen las reglas, están tan metidos en ellas que no se dan cuenta de lo que de verdad importa. Siempre dan vueltas a lo mismo, lo que tienes que hacer, lo que no puedes hacer, lo que es "correcto" y lo que no. Yo solo quiero ser práctico. ¿Realmente me estás diciendo que hacer las cosas por protocolo siempre es lo mejor? — La muchacha lo observó por un momento más. No era una conversación nueva. Todos los nuevos médicos, todos los internos que llegaban al hospital pasaban por el mismo proceso, la duda, el deseo de cambiar las cosas, de hacer todo de otra manera. Pero siempre había algo que les faltaba, algo que solo se adquiría con tiempo y con la experiencia.
— Mira, yo entiendo lo que dices. De verdad lo entiendo. — Jules hizo una pausa y se acomodó mejor contra la pared.
— Todos pensamos que las reglas son una carga, pero es por algo que están ahí. Cuando algo sale mal, no puedes culpar a las reglas. Si no sigues el protocolo, si no haces las cosas como deberían hacerse… no hay justificación que lo compense. Y si algo pasa... no siempre podrás arreglarlo solo con un "se hizo rápido", debes ver el paso a paso. — El joven la miró fijamente y por un momento, Jules se preguntó si estaba escuchando o simplemente esperando que terminara de hablar. Finalmente, suspiró y se pasó la mano por la cara.
— ¿Sabes qué? A veces no sé si me siento atrapado aquí cuando vengo de visita. No sé si vale la pena seguir el protocolo todo el tiempo si no cambia nada. Si los pacientes siguen siendo los mismos, si el hospital sigue siendo el mismo. — dijo, algo más bajo, como si la conversación hubiera tomado un giro diferente
Jules no respondió de inmediato. En parte, entendía lo que él sentía. Había estado allí, en su lugar años atrás, cuando las cosas no parecían cambiar y todo se sentía como una repetición interminable. Pero eso era parte del proceso, parte de lo que le daba sentido a todo lo que hacía y no iba a explicar eso ahora; ni iba a dar una lección. No era ese tipo de persona.
— Lo que sé, es que si no haces las cosas de forma correcta… tarde o temprano alguien va a notar que cometiste un error y no es algo que puedas arreglar con una excusa. — Jules lo miró un último momento sin sonreír, solo observaba su rostro que aún parecía molesta y con algo de tristeza. El joven lo pensó unos segundos y luego sin decir una palabra más, se dio la vuelta y se alejó rápidamente.
Jules no lo miró más. Sabía que no había terminado de convencerlo y probablemente nunca lo haría. Solo esperó que, con el tiempo, llegara a darse cuenta de lo que ella ya había aprendido, la medicina no se trataba solo de resultados rápidos, sino de hacer las cosas bien, incluso cuando no parecían ser lo más eficiente.
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⠀⠀⠀⠀𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭… 𝐝𝐚𝐭𝐞:18 de Mayo, 2025. 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 1.124.
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Dru estaba sentada en el alfeizar de la ventana del Instituto de Los Ángeles a medianoche. Las sombras de las palmeras se movían con lentitud bajo la luz pálida de la luna ya que el viento a esa hora era más pacífico que muchas noches en la costa. Afuera no había nada, solo el jardín tranquilo, las piedras del camino y la valla de hierro forjado que rodeaba la propiedad, pero ella seguía mirando.
— ¿Por qué sigues mirando por la ventana como si alguien viniera? — preguntó Tavvy, su hermano menor desde la puerta.
Ella no contestó de inmediato. Se quedó esperando como si una respuesta saldría de la nada de su boca, al menos la excusa perfecta para lo que estaba haciendo. Sabía que, si decía lo que pensaba, sonaría tonto porque no esperaba a nadie. Al menos no de verdad. Solo que algo en su interior no podía dejar de observar, como si esperara que algo se deslizara desde las sombras. No un enemigo sino más bien un familiar.
— No lo sé. Es una costumbre, supongo. — respondió al fin con el aire contenido en sus pulmones. No apartó los ojos del jardín.
Tavvy se sentó a su lado, con las piernas cruzadas, con sus ojos entrecerrados que nadie más podría ganarle. Su pijama estaba arrugado y el cabello revuelto. Había crecido más últimamente y su voz ya no era tan infantil. Eso le encogía su corazón.
— ¿Pensando en Julian? — preguntó. Drusilla negó con la cabeza.
— No. Él llegará tarde, pero está bien. Emma también. — La voz de Dru fue suave y tranquila. Tavvy se quedó callado un momento. Afuera, un gato callejero cruzó el sendero y se imaginó a Iglesia corriéndolo fuera de sus propiedades. Las luces del Instituto apenas iluminaban los bordes de las plantas.
— ¿Entonces en quién piensas? — preguntó nuevamente Tavy. Dru se encogió de hombros.
— No sé. A veces me pregunto si mamá miraba por esta misma ventana cuando nosotros éramos pequeños. Si alguna vez esperó que alguien apareciera o si simplemente le gustaba el silencio como a mi me gusta. — Tavvy no respondió. No hablaban mucho de su madre. Hacía tiempo que se había ido, como tantos otros. Él no tenía recuerdos como Dru.
— ¿Crees que los muertos pueden mirar hacia atrás? — preguntó de repente y Dru giró su cabeza hacia su hermano pequeño.
— ¿Desde dónde? — Su voz se elevó para que Tavvy volviera al tema.
— Desde donde sea que estén. — soltó como si nada. — No lo sé… — dijo Tavvy, encogiéndose.
El viento movió ligeramente las ramas del limonero en el jardín. Dru bajó la vista hacia sus propias manos. Las uñas cortas, los dedos tensos y las cicatrices blancas ocultas en su piel.
— No me molesta estar sola, pero a veces desearía que alguien tocara la puerta. Como en las películas. Aunque fuera sola una vez, que apareciera alguien inesperado y dijera: “Lo siento. Me equivoqué. Estoy aquí”. — Dru hizo las comillas y sonrío con tristeza en su rostro.
— ¿Quién? — Tavvy la miró.
— No lo sé. —respondió Dru sincera. Era la verdad. No sabía exactamente a quién esperaba porque todos los que se habían ido lo habían hecho por razones distintas. Algunos estaban muertos. Otros solo… muy lejos.
— ¿Quieres que te traiga algo de la cocina? Hay pastel de chocolate. —Tavvy se levantó, estirándose.
— Tal vez después. — dijo ella.
Él asintió en silencio y se fue. Las pisadas de sus pies descalzos se alejaron por el pasillo. Drusilla volvió a mirar por la ventana. En algún lugar más allá del Instituto, el océano debía estar quieto, con las olas golpeando con suavidad contra la costa. Las luces de la ciudad se veían como pequeños destellos a lo lejos. El mundo parecía dormido.
Dru pensó en Mark. En Cristina. En los días en que todos estaban en casa y el ruido le era inquietante para sus momentos tristes. Pensó en los libros que solía leer, en las historias que tanto le gustaban. Ya no las leía tanto. A veces abría uno, pero lo dejaba después de unas páginas. Como si no tuviera espacio en la cabeza para más historias.
Suspiró. Se levantó del alfeizar y fue a su escritorio. Sacó un cuaderno viejo allí, de tapas negras como solía escoger todo lo que le gustaba. Lo abrió y hojeó las páginas. Había dibujos, esquemas de runas, garabatos sin sentido. En la última página había escrito una frase hacía semanas "Si alguien viene, dejaré la ventana abierta."
No recordaba por qué lo había escrito, pero le gustaba cómo sonaba. Cerró el cuaderno. Se acercó a la ventana y la abrió, solo un poco. El aire fresco de la noche entró en la habitación, trayendo el olor del mar y la arena húmeda. Se quedó allí, respirando despacio y ese aire la volvió otra vez al planeta tierra.
No esperaba que nadie viniera. No de verdad. Si alguien aparecía, si alguna sombra cruzaba el umbral del jardín, quería poder decir que lo había presentido. Que había dejado la ventana abierta para que el aire trajera alguna señal.
Las ramas del árbol crujieron de nuevo. Algo, tal vez un pájaro nocturno cruzó el cielo brevemente. Luego otra vez, solo silencio.
Drusilla cerró los ojos por un momento. Luego se alejó de la ventana, dejando que el aire siguiera entrando por toda su habitación. No miró hacia atrás. No necesitaba hacerlo. Si alguien venía, sabría cómo encontrarla. Y si no… igual estaba bien.
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⠀⠀⠀𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭… 𝐝𝐚𝐭𝐞: 16 de Mayo, 2017. 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 904.⠀⠀
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Era un día de semana como cualquier otra e Isabelle se encontraba en el Instituto trabajando. Su hermano menor los había ido a visitar de sorpresa y siempre se encargaba de estar siempre detrás de su hermana para imitarle ya que Alec pasaba mucho tiempo en patrullas.
— Oye Izzie, ¿Desde cuando tienes esa cicatriz en la mano? — Isabelle bajó la mirada. Estaba sentada en la cocina del Instituto pelando una naranja para su hermano. La cicatriz, una línea delgada en el dorso de su mano derecha, se notaba más con la luz del sol que entraba por la ventana. Había estado ahí desde hacía años, pero rara vez alguien la notaba.
— ¿Esta? Hace tiempo ya. Fue en una patrulla. — preguntó, mostrando la mano con la fruta aún en los dedos.
Max, su hermano más pequeño se sentó frente a ella con una taza de té caliente. Había crecido bastante en los últimos meses, pero todavía conservaba ese tono curioso en la voz.
— ¿Te dolió? — La sonrisa de Izzie se volvió tierna y amistosa. Una sensación que muy pocas personas producían en ella y Max era su debilidad.
— No mucho. Fue rápido. Estábamos en Brooklyn cerca de un callejón. Había un demonio menor. Uno de esos feos que parecen ratas gigantes. Me rozó con la garra cuando lo esquivé. Solo fue eso. — Comentó la hermana haciendo un claro ejemplo en sus expresiones faciales de los feos que eran. El asco no se le iba a quitar nunca.
— ¿Y no usaste una iratze? — preguntó el chico haciendo que Izzie levantara la cabeza.
— Sí, claro. Pero no siempre desaparecen del todo. Algunas marcas se quedan. Como esta. — Max se quedó mirando su mano por un momento, como si esperara que la cicatriz dijera algo más que ella no decía. Isabelle siguió pelando la naranja, separando los gajos con calma y botaba la cáscara directo al basurero. A veces le gustaba tener las manos ocupadas, especialmente cuando las conversaciones eran lentas.
— No sabía que tenías cicatrices. — dijo Max.
— Tengo varias. Pero la mayoría no se notan o se fueron con el tiempo. Ya sabes, desde muy jóvenes empezamos. — resopló la morena.
— ¿Y te molesta tenerlas? — Los ojos de Max se agrandaron como sorpresa.
— No. Son parte de lo que hacemos. No son lindas, pero tampoco me importan. Son marcas de guerra, asó como las de Jace que te muestra en cada cena. — Max asintió y tomó un sorbo de té. En la cocina solo se escuchaba el sonido de la taza al posarse sobre la mesa y el leve zumbido del refrigerador. Era una tarde tranquila, una de esas pocas en que nadie tenía que salir corriendo a enfrentar algo o al menos no todavía.
— Una vez me caí en el patio de entrenamiento. Me raspé la rodilla y pensé que me iba a quedar una cicatriz gigante. Pero mamá usó una runa y se fue en un día. — dijo él.
— Sí, cuando son recientes desaparecen más fácil. Pero algunas se quedan. No porque no las curemos, sino porque… no sé. Supongo que el cuerpo se aferra a ciertas cosas. — Max pensó en lo que Izzie estaba diciendo. Luego apoyó el codo en la mesa.
— ¿Sabes cuál fue tu primera cicatriz? — exploró el pequeño con la curiosidad en su apogeo.
— Creo que sí. Fue entrenando con Alec. Yo era más chica y quise probar su espada. La levanté mal y me corté el antebrazo. Nada grave, pero dolió muchísmo. Me asusté y pensé que me había arruinado el brazo. — comentó sonriendo al recordar sus momentos con su otro hermano.
— ¿Y lo contaste? — Isabelle sonrió.
— No. Me cubrí la herida con la manga y esperé a estar sola para usar una runa de curación. Me dolió más esconderlo que el corte en sí. — soltó Izzie apuntando la zona que se había cortado.
— ¿Por qué lo escondiste? — Max miró el antebrazo y luego sus ojos. La taza se sacudía ante los movimientos del pequeño.
— Porque no quería que papá dijera que no estaba lista o que Alec se sintiera culpable. Ya sabes cómo era… es. — Max asintió. Lo sabía.
— ¿Y ahora qué piensas cuando las ves? — La curiosidad por saber radicaba en las expectativas que tenía de sí mismo a futuro, por eso Isabelle le respondía con el mismo ánimo o paciencia.
— Nada especial. A veces me acuerdo de cómo me las hice. Otras veces ni las noto. Son como marcas de tiempo. Me recuerdan que estuve ahí y que salí viva. — Max volvió a mirar su mano. Luego la extendió hacia ella.
— ¿Me la podrías mostrar? — Isabelle dejó la naranja a un lado y giró su mano para que la viera bien. La cicatriz no era larga, pero tenía forma de curva, como si el corte hubiera seguido el contorno del hueso.
— Parece un dibujo. — comentó él.
— Sí. Algunos demonios tienen estilo. — Él rió e Isabelle también. Era una risa corta y tranquila. De esas que no buscaban nada más que pasar un momento agradable.
— ¿Te da miedo seguir peleando? — preguntó él luego, de la nada. Ella lo pensó.
— No. A veces me cansa, pero no me da miedo. Me da miedo perder gente… eso sí. Pero pelear, no. A veces es lo más claro de todo porque sabes que hacer. A quién enfrentarte y que lado tomar. De eso nunca tienes que olvidarte. — Isabelle le tocó la mejilla con amor y un dolor en su pecho se clavó al darse cuenta que su hermanito crecía. Max se quedó en silencio un momento.
— Yo quiero ser como tú. — dijo, casi en voz baja. Isabelle alzó una ceja.
— ¿Con cicatrices? — murmuró con un orgullo vibrando en su sangre. No había pensado en Alec sino en ella.
— No. Con calma. Aunque duela. — soltó Max. Isabelle sonrió.
— Eso se aprende con el tiempo. No siempre estoy calmada. Solo trato de que no se note. — Max asintió e Izzie le guiñó el ojo.
La conversación se desvió luego a otra cosa. A un nuevo libro en la biblioteca. A un chico nuevo en el Instituto de Madrid. A una película que alguien había dejado en el televisor.
La naranja quedó pelada y abierta en la mesa. Compartieron los gajos sin apuro. La luz del sol bajó un poco más y la cicatriz en la mano de Isabelle siguió ahí, silenciosa, recordando como algunos momentos jamás podrían esconderse con facilidad.
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⠀⠀⠀𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭… 𝐝𝐚𝐭𝐞: 17 de Febrero, 2008 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 1.060.⠀
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Diana dejó el cuaderno en el borde de su escritorio justo al lado del Libro de Sombras. Lo había estado usando para dejar notas aparte, pensamientos sueltos que no podía colocar en un libro tan importantes o en las páginas antiguas del grimorio. No era un diario particular, pero tampoco era un simple cuaderno de apuntes. Era algo entre medio que solo era suyo y que deseaba transmitir para las futuras generaciones de los Meade.
Cuando bajó por las escaleras hacia la cocina esa mañana, Faye ya estaba ahí sirviéndose un café como si viviera desde siempre en su casa. Estaban solas. Cassie no había dado señales de vida y Adam había prometido pasar más tarde. Su prima levantó la cabeza y la saludó con ese tono que usaba cuando no tenía ganas de fingir.
— Dormiste tarde. — comentó con la taza en su mano.
— Si, necesitaba descansar. — soltó Diana con su mirada en la cafetera para servirse una taza para despertar.
— Tu cuarto estaba abierto, ¿Sabías? — dijo de forma desinteresada y Diana la miró por encima de la taza que recién se había servido.
— Espera, ¿Entraste? — Le dijo a su prima con el tono un poco más elevado de lo que normalmente lo hacía. Incluso con un poco de pánico por lo bajo.
— No, pero vi tu escritorio desde la puerta. Dejaste todo desordenado, hasta tu cuaderno “mágico”. — respondió Faye de forma cortante, luego mostró una sonrisa rápida.
— No es mágico. — Diana respondió de inmediato y dejó la taza sobre la mesa con un golpe suave en la madera.
— ¿Entonces por qué lo escondes tanto? — acusó Faye.
Diana abrió la boca para responder, pero luego se calló. Se movió sin apuro y subió a su habitación. La puerta seguía entreabierta como había dicho Faye. No recordaba haberlo dejado así. Miró en su escritorio y el cuaderno estaba en su lugar; cerrado, pero con la cubierta torcida, como si alguien lo hubiera abierto rápido y lo hubiera cerrado de la misma forma.
Lo tomó entre sus manos y lo hojeó. Todo parecía estar en orden, las frases estaban donde las dejó y releyó la última entrada que hablaba de su pesadilla. Allí había apuntes personales, ideas sin terminar, notas sobre la luna llena, símbolos que no salieron bien en la práctica del círculo. Luego al final de la hoja una frase suelta “A veces me siento como si ya no supiera de quién soy hija”.
Cerró el cuaderno y sólo pensó que Faye no lo había leído. Quiso pensar que no, pero Era Faye. La inseguridad ya estaba sembrada en su interior.
Cassie llegó en la tarde luego de estar con su abuela. Se sentó en la cama de Diana sin preguntar y estiró las piernas como si el cuarto fuera suyo también.
— Adam dice que encontró algo interesante en el grimorio de su padre. Un símbolo que coincide con el que tenemos nosotros. — Comenzó Cassie explicando.
Diana apenas asintió con su cabeza. Tenía su cuaderno sobre las piernas, pero no quería abrirlo. Cassie notó que algo estaba pasando.
— ¿Escribes ahí? — preguntó con suavidad y un poco de duda en su voz.
— Sí… — soltó Diana un poco vacilante.
— ¿Puedo ver? — preguntó Cassie con un poco más de seguridad. Incluso mostró una sonrisa amena.
— No. No quiero que nadie lea mi cuaderno. Hay cosas que no quiero que leas. Cassie no se ofendió, bajó la mirada y se quedó en silencio. Luego, preguntó en voz baja.
— ¿Es sobre tu padre? — Diana no respondió de inmediato. Sabía que Cassie no lo decía con maldad sino con culpa. Ambas compartían el mismo linaje y su historia en algún punto estaban unidas por el mismo destino.
—A veces, pero otras veces escribo porque no quiero hablar de eso. — dijo Diana después de un rato.
Cassie asintió y no insistió.
Esa noche, mientras Adam y Melissa discutían sobre la próxima reunión del Círculo, Diana se quedó sentada en su escritorio con un silencio que se había alargado durante varios minutos. Pasó las páginas con el pulgar. Había empezado a escribir ahí después de que supo la verdad, que su padre no era quien creía. Que la luz que pensaba que la definía tenía raíces más oscuras de lo que imaginaba y todo lo que había creído en ella, su personalidad y su sangre no era de quién creía.
Lo que escribía no era para el Libro de Sombras, no eran hechizos ni encantamientos para dejar para el futuro. Eran pensamientos que no podía decir en voz alta. Como aquel día que soñó que su madre volvía y le decía que todo era mentira o cuando pensó que quizás sería más fácil desaparecer antes que enfrentar lo que sentía por Adam. Lo que veía entre él y Cassie.
Al día siguiente, el cuaderno ya no estaba donde lo dejó. Revisó toda la habitación, las mochilas, el estante bajo la cama, incluso el interior del Libro de Sombras. Bajó a la cocina. Melissa hojeaba una revista. Faye estaba sentada en la encimera.
— ¿Vieron un cuaderno negro, con una cinta roja? — preguntó Diana. Faye se encogió de hombros y Melissa negó con la cabeza.
— ¿Lo perdiste? — dijo Faye, fingiendo inocencia. Esa mirada la conocía muy bien, pero hizo como que no lo había notado.
Diana no respondió para no generar caos sin saber demasiada información. Fue al patio y Cassie estaba sentada junto al pequeño altar que usaban para las prácticas. Tenía el cuaderno en las manos, cerrado. Diana se detuvo, congelada.
— No lo abrí. Estaba en el sillón, al lado de la ventana. No sé quién lo dejó ahí. — dijo Cassie de un salto antes de que ella pudiera hablar. Se lo devolvió en silencio. Diana lo tomó con ambas manos, sin mirarla.
— Gracias. — murmuró. Recordó porque había sentido una conexión tan grande con ella desde el primer día. Su nobleza.
Cassie dudó un momento y luego agregó:
— No voy a tocarlo. Nunca lo haría. — Diana solo asintió y regresó a su cuarto. Esta vez, lo guardó dentro del cajón del escritorio, junto al colgante que su madre le había dado de niña, antes de que todo cambiara. Cerró el cajón con llave. Se sentó en la cama, con la sensación de que aún no podía confiar del todo. Ni siquiera en el Círculo. Ni siquiera en Cassie.
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Se despertaba a veces antes del amanecer como instinto propio cada mañana. No por insomnio ni por alguna urgencia. Simplemente abría los ojos antes que el resto del mundo y se quedaba ahí disfrutando del silencio antes de una larga jornada; sentada en el borde de la cama, con los pies tocando el suelo frío y las manos descansando sobre las piernas. Esa calma disfrutaba. No el silencio incómodo, sino ese que parecía envolverlo todo como una manta pesada. Sin voces. Sin recuerdos que hablaran más alto de la cuenta. Solo ella, respirando y recordando que seguía viva después de todo.
En esos momentos pensaba en su apellido, Mikaelson. No lo hacía con intención porque sabía lo que significaba. Era más una costumbre que se colaba sin permiso, como la luz azul del amanecer entrando por las cortinas mal cerradas. La palabra siempre estaba ahí. A veces como un eco, otras como una carga y otras con el significado de pérdida.
No recordaba en qué momento dejó de sonar como un simple nombre. Quizás nunca lo fue y había olvidado todo lo de su infancia. Para los demás, ese apellido tenía un gran peso. Historia, poder, miedo, tal vez. Miedo sería la palabra más acorde para el resto del mundo. Para Ayleén era una marca invisible tatuada en su piel. No algo que eligiera, sino algo que se llevaba como una cicatriz vieja.
Conocía las historias perfectamente. Su padre Klaus Mikaelson, el híbrido original. El que amó, destruyó y temió durante siglos. El que fue más mito que hombre, más salvaje que humano. Su madre Hayley, con esa fuerza que parecía brotarle desde el pecho. Luchadora hasta el último aliento y los demás… tíos, abuelos, generaciones enteras que parecían arrastrar cadenas incluso cuando sonreían. Todos bajo la misma bandera, el apellido Mikaelson.
Y luego estaba ella. Ayleén. Criada en una casa que olía a madera antigua, rodeada de nombres susurrados con cuidado. Desde niña supo que la miraban con expectativas y siempre supo que el apellido traía sufrimiento porque lo vio durante toda su infancia y adolescencia. Su familia sacrificándose por ella y alejándose solo para darle la oportunidad de vivir. Como si fuera un destino y una advertencia de su poder. Era hija de un legado que no había pedido. Bruja, loba, híbrida. Todo a la vez. O tal vez nada.
Había días en los que no sabía quién era sin ese nombre. Todos la reconocían por eso.
Creció entre retratos que no hablaban, pero miraban. Libros que no contaban cuentos sino advertencias. Nombres que la perseguían incluso en sueños y recuerdos de antaño que le hacían sentir triste la mayor parte del tiempo, en especial por sus malas decisiones. A veces soñaba con pasillos largos, puertas cerradas y voces lejanas que no podía entender. Se despertaba con el corazón acelerado, sintiendo que había olvidado algo importante. Tal vez era solo su mente o era el apellido, trabajando incluso dormida. La pérdida de su madre era la más dolorosa de todas, porque era su culpa.
No siempre odiaba esa parte de su historia. Algunas veces los admiraba. A su manera, todos habían sido fuertes. Determinados. Incluso su padre con sus errores, había amado con una intensidad que dolía. Pero otras veces… Ayleén no podía evitar sentir rencor. Por las decisiones que otros tomaron. Por las heridas heredadas. Por el miedo que sentía al verse en el espejo y no saber si un día cruzaría la misma línea.
Tenía magia en las manos. Una herencia que a veces era don y a veces castigo. Había días en los que terminaba un hechizo y le temblaban los dedos. No por el esfuerzo sino por el miedo. “¿Y si no puedo parar?” Esa pregunta siempre estaba al borde de su conciencia.
Intentó llevar una vida normal. Fue a clases, aunque con diferentes enseñanzas se rió con amigos. Caminó por la ciudad como si fuera una más. Incluso en los momentos buenos, había una pequeña distancia con todos ellos. Como si su mundo fuera una versión ligeramente distorsionada del de los demás porque sentía que tenía que responder como una Mikaelson. Las palabras le llegaban con retraso y las emociones con peso.
Se preguntaba, en esos días grises cómo habría sido todo con otro nombre. Uno más común, sin mucha historia. Sin maldiciones escondidas en cada esquina o pérdidas a causa de la larga lista de enemigos que tenían. Tal vez habría sido feliz o más libre. Al menos sería menos consciente de cada paso que daba.
Había aprendido a perder a personas, lugares y a versiones de sí misma. Algunas despedidas habían sido inevitables y otras realmente necesarias. A veces era ella quien cerraba la puerta. No por falta de afecto sino por miedo a repetir los mismos errores. A veces amar también era una forma de destruir. Lo había visto y lo había vivido.
Sin embargo, seguía.
Había mañanas en las que el sol entraba sin pedir permiso y todo parecía estar bien. Risas sinceras y caminatas lentas por los alrededores del bosque del colegio. Canciones que se colaban por una ventana abierta. En esos días Ayleén se permitía olvidar. No del todo. Sino un poco. Lo justo para respirar sin culpa.
No tenía respuestas. No sabía si alguna vez iba a tenerlas. Pero cada día, abría los ojos antes del amanecer. Tocaba el suelo frío con los pies descalzos. Se quedaba en silencio, pensando, sintiendo.
Y seguía adelante.
Ayleén Mikaelson.
Solo eso.
Y a veces, solo eso… ya era suficiente.
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Aurora estaba sentada en el piso de su pequeño y cálido estudio en la buhardilla, rodeada por las paredes de libros y frascos de cristal que contenían ingredientes y brebajes de magia ancestral. Las luces de la ciudad se colaban por la ventana en la hora de la noche, creando formas triangulares de sombras sobre el suelo de madera. En el medio de la habitación, una veladora parpadeaba suavemente, y su débil luz iluminaba el rincón en tinieblas.
Ella había pasado horas preparando todo lo necesario para el hechizo, desde la mañana que releyó en su libro todas las indicaciones y durante la tarde que buscó cada ingrediente con mucha dedicación. Las hierbas secas cuidadosamente seleccionadas se alineaban en pequeños montones sobre una mesa cercana y un cuenco de cristal lleno de agua clara descansaba junto a ella. Aurora había estudiado las antiguas escrituras, había meditado en silencio sobre sus palabras y ahora estaba lista. Todo parecía encajar de alguna manera en ese pequeño espacio y sentía la conexión tan bien que era un momento en que la magia y su persona eran solo una.
Con los ojos cerrados respiró profundamente, dejando que la calma invadiera su cuerpo. El suave aroma a cera quemada y a hierbas frescas llenaba el aire y la vibración de la magia, aunque aún leve era palpable en la punta de sus dedos. Había aprendido a escuchar esos sutiles ecos de energía que parecían moverse a su alrededor desde muy pequeña y en su presente le era muy fácil acceder a ella. En ese instante, sentía que estaba a punto de conectar con algo mucho más intenso.
Sus dedos ligeramente temblorosos, se extendieron hacia la vela y abrió con su punto fijo en la llama. La luz danzaba con fuerza, como si respondiera a su presencia, como si reconociera la familiaridad de su magia. Tomó un profundo respiro y comenzó a murmurar las palabras en un tono bajo en latín. Cada sílaba parecía pesada, cargada con el peso de siglos de conocimiento adquiridos gracias a sus libros. Las palabras no se pronunciaban con rapidez, sino con la paciencia de alguien que sabe que la magia no se puede forzar. La conexión debía ser suave y fluida.
“Lux et vita, exsisto per me. Ignis et aqua, ab aquae in ignem. Per silentium, vocem voco. Fatum meum, meae manus, magicae potestas.”
A medida que su voz se alzaba en un hechizo, Aurora podía sentir cómo la energía comenzaba a moverse a través de ella. No era un rugido, ni una tormenta sino una corriente tranquila que se deslizaba por su piel, recorriendo sus venas con la certeza de lo conocido. La llama de la vela parecía alargarse, como si fuera atraída por el hechizo, sin que ella tuviera que hacer nada más que mantener su concentración.
Aurora sintió que el aire se volvía denso a su alrededor, como si el tiempo mismo se hubiera ralentizado. La sala comenzó a girar suavemente y ella, como siempre, se centró en mantener su mente fija. No pensó en nada más. Solo en la llama, en las palabras que salían de su boca, en la energía que se movía y que pedía ser guiada. Cada palabra parecía abrir una puerta en su mente y cada sílaba una llave.
La vela titilaba un poco más rápido, como si la magia tomara un ritmo propio que ya no podía detener. Aurora no necesitaba abrir los ojos para saber que el hechizo estaba tomando forma, que la energía comenzaba a unirse de la manera correcta y su corazón se aceleraba por la intensidad de su magia en cada poro de su piel. No había presión, no había prisa. Ella sabía que la magia, al igual que la naturaleza y debía ser respetada en todo momento.
El cuenco de agua a su lado comenzó a vibrar suavemente. Aurora lo observó de reojo sin interrumpir su concentración. La superficie del agua parecía brillar con una luz suave, como si reflejara la misma luz que la vela emitía. La magia estaba fluyendo, como un río oculto bajo la tierra y todo a su alrededor parecía alinearse con ello.
No había nada extraordinario en ese momento. Solo la paz, la quietud y el fluir de la energía. Estaba allí ahora con sus ojos cerrados, rodeada de libros antiguos, hierbas y frascos y de la única cosa que necesitaba la certeza de que podía hacerlo todo.
La vela de repente parpadeó una vez más y luego se estabilizó. Aurora sabía que el hechizo había terminado. La energía ya no se movía con la misma rapidez pero la habitación se sentía diferente, como si un cambio sutil hubiera ocurrido. Lentamente dejó de susurrar las palabras. El cuenco de agua ya no vibraba pero se había consumido y la llama de la vela, aunque aún viva, parecía en paz.
Abrió los ojos, no por necesidad. La habitación permanecía tal cual había estado, con las sombras jugando suavemente en las esquinas. El hechizo no había alterado el mundo a su alrededor, no había invocado a ningún ser, ni había forzado ningún cambio drástico. Sólo sentía que había conexión y control de su magia.
Se quedó allí un momento observando la vela. La luz ya no era tan brillante, pero aún mantenía una calidez reconfortante. Se permitió sonreír ligeramente y que su pecho se sintiera ese calor de comodidad y compañía. No siempre necesitaba resultados grandiosos o dramáticos. Había algo profundamente satisfactorio en la simplicidad de aquel momento. Un hechizo pequeño, hecho con una intención pura y tranquila.
Se levantó lentamente sintiendo la suavidad del suelo bajo sus pies. Recogió el cuenco con el agua, el cual estaba vacía. En la esquina de la mesa, las hierbas estaban intactas y la sala parecía haber regresado a su estado habitual de calma.
Dejó el cuenco en su lugar y sin decir palabra alguna, se acercó a la ventana. Afuera, la noche comenzaba, tiñendo el cielo con tonos oscuros al ver las nubes llenar todo el cielo, parecía que iba a llover. Aurora respiró profundamente, disfrutando de la quietud del momento. Sin rencor, sin arrepentimientos, sin expectativas. Solo la magia, simple y pura.
Y mientras el viento jugaba suavemente con los árboles en el exterior, Aurora sonrió conectada con la naturaleza y sus antepasados.
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Aysel no necesitaba mirar al espejo para saber quién era y cuánto había luchado para estar allí. Las cicatrices en su piel hablaban por sí solas, le susurraban historias de una vida que no había pedido, pero que había tenido que tomar. Cada marca era una huella y no tenía sentido negar lo que ya estaba inscrito en su cuerpo.
La más vieja de todas, justo sobre su muñeca izquierda, era un filo delgado, casi invisible con el paso del tiempo, pero Aysel lo recordaba con claridad. La primera vez que sintió el peso de la muerte a sus espaldas. Un trabajo sencillo en las afueras de Estambul, un tipo con secretos que valían más que su vida e incluso más que varias. No había sido complicado, pero el filo del cuchillo de la víctima le había rozado, lo suficiente para que el pequeño corte no desapareciera con el tiempo, lo suficiente para dejarle claro que la vida de una asesina es más frágil de lo que parecía y que son solo un puente con el verdadero asesino. Esa cicatriz le recordaba de que el destino tiene una forma extraña de darte una lección incluso cuando te crees invencible.
Otra cicatriz más grande, la que cruzaba su estómago desde el costado derecho hasta el omóplato izquierdo, era mucho más reciente. De esa no le gustaba hablar y muchos le preguntaban cuando su piel estaba a la vista de cualquiera. Había sido en un encargo en Londres. Una situación que había salido mal, como casi siempre ocurre cuando se confía demasiado en la información de segunda mano. La víctima era un político con un comitiva de guardaespaldas y todo se complicó cuando uno de ellos, un tipo grande y rápido, la sorprendió por la espalda. La daga que él empujó hacia su abdomen fue lo último que vio antes de ser derribada y noqueara a su atacante. Sin embargo, no fue antes de que ese filo dejara una marca que ahora la acompañaba siempre.
Aysel había aprendido a no depender de la gente ni de las apariencias, mucho menos en confiar de las palabras que salían de la boca de un hombre. En ese caso, la primera lección había sido clara, no te fíes de los detalles ni de las promesas, porque hasta los más insignificantes pueden hacerte pagar con sangre. Nadie le dijo que las cicatrices de una mujer como ella tienen un lenguaje propio, un idioma que los demás no podrían entender.
No sentía tristeza ni melancolía al observarlas. Había perdido esos sentimientos hace mucho tiempo. Se sentía adormecida, veía el precio de las decisiones que había tomado. A veces le gustaría creer que las cicatrices eran solo eso, una piel rota con una historia. Pero las historias no eran lo único que arrastraba consigo.
Había algo más en su rostro, que no siempre se veía a simple vista. Esa cicatriz, que cruzaba justo en la línea inferior de su mandíbula. Era la más profunda, la que ni siquiera las cremas más caras podían borrar. La había obtenido en una misión en el sur de Francia, cuando todo se complicó por un par de idiotas que no entendieron la importancia de no dejar rastros. Habían matado a un hombre equivocado, uno con contactos peligrosos que, en un principio, había parecido no ser nada más que una pieza en el tablero. El destino de Aysel estaba marcado por esas piezas y esta, como las demás, se desmoronó cuando el caos se desató.
Era tarde esa noche cuando el hombre del encargo anterior había aparecido para ajustarle cuentas. Había estado buscando a alguien con la misma maestría para manejar las sombras, para entender cómo moverse en la oscuridad sin que nadie pudiera rastrear sus pasos. Y cuando llegó hasta ella, su espada había cantado en su cuello. Aysel no recordaba mucho después de eso, solo el crujido de sus huesos al caer. Pero lo que sí recordaba era cómo el filo le desgarró la piel, dejando una marca que no desaparecería jamás. No fue la primera vez que se enfrentó a un ser más rápido que ella, pero esa noche estuvo cerca de ser la última.
Aysel se había prometido que nunca más volvería a dejarse atrapar de esa manera. Las cicatrices tenían su propio significado. Como si de alguna manera el mundo decidiera recordarle con cada marca que nunca podría escapar de su pasado y aunque intentara buscar esa felicidad que muchas personas lograban conseguir, no estaba en su camino. El pasado, siempre presente, como esas viejas sombras que acechaban en las esquinas de la ciudad. Las sombras que, aunque Aysel las conociera como nadie, siempre la perseguían.
El sol ya comenzaba a bajar y Aysel se encontraba en su apartamento, la luz de la mesa de noche encendida. Las sombras proyectaban formas extrañas en las paredes. Sin pensar, dejó caer su chaqueta sobre el sofá y caminó hacia la ventana. Desde allí, el ruido de la ciudad se escuchaba lejano. Aquella noche, al igual que todas las anteriores, la ciudad no ofrecía refugio ni consuelo. Nada la frenaba. Ni las cicatrices, ni las sombras, ni los recuerdos.
Le habían dicho una vez que lo que hacía no tenía vuelta atrás, que lo que había hecho no podía deshacerse y quizás era cierto. Quizás nunca podría deshacerse de las cicatrices, pero había algo peor que llevarlas y eso era vivir sin tener nada que te recuerde quién eres.
Cerró los ojos por un momento, como si eso la ayudara a encontrar algo de paz. El dolor, como siempre, se asomó en su cuerpo, pero no lo dejó ocupar su mente. Sabía que podía seguir adelante. Aysel no se detenía y tenía otro trabajo entre manos. Aquel informe se encontraba sobre la mesa, dispuesta a crearse otra identidad y dispuesta a sacar a la superficie cualquier talento que le sirviera llegar a su objetivo.
Se levantó de la silla, observando nuevamente las marcas en su piel. Ninguna de ellas la definiría. Porque al final, Aysel Sevincc tenía algo que era suyo y solo suyo, su capacidad para moverse entre esas sombras sin que nadie pudiera atraparla, sin importar cuántas marcas tuviera y en eso era malditamente buena.
Esas cicatrices eran su historia, sí. Pero nadie más que ella sabía qué significaban realmente.
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៹ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀໒ ❪ 업데이트 ❫ 𝗽𝗿𝗶𝘃𝗮𝘁𝗲 𝗿𝗼𝗹 : ! ⠀ ! 𝐇𝐄 𝐃𝐄𝐂𝐈𝐃𝐈𝐃𝐎 𝐃𝐄𝐒𝐀𝐓𝐀𝐑 𝐏𝐄𝐑𝐌𝐀𝐍𝐄𝐍𝐓𝐄𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐌𝐈 𝐏𝐄𝐑𝐑𝐀 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐑𝐈𝐎𝐑՚
⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀ 𝗱𝗲𝘁𝗮𝗶𝗹𝘀 𓈓 ⠀⠀⠀⠀ ৎ 𝗐𝗁𝖾𝗋𝖾: Mystic Falls, Virginia. ⠀⠀⠀⠀ ৎ 𝗐𝗁𝖾𝗇: 20 de Marzo, 2021. ⠀ ⠀ ㅤ❪ㅤㅤ𝐉𝐨𝐬𝐞𝐭𝐭𝐞ㅤ▹ㅤ𝐄𝐥𝐢𝐳𝐚𝐛𝐞𝐭𝐡ㅤㅤ❫
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La semana había sido extremadamente agotadora. Muchos exámenes, interrogaciones y prácticos en donde mi magia estaba totalmente descontrolada. Nadie se sorprendía, después de todo, era la gemela que funcionaba mal y tener una mitad completamente perfecta no ayudaba ante la imagen que tenían mis compañeros sobre mí. Por supuesto, compensaba mi falta de actitudes con una personalidad vibrante y porque no, incluso, abusiva. ¿Qué otra podía hacer? Si no podían amarme, por lo menos, me tendrían el respeto que siempre añoré por medio del miedo.
Amaba a Josie con toda mi alma, a pesar de que mi personalidad se quebraba cada día ante la absoluta convicción que poseía de que nunca sería ni la mitad de increíble que ella lo era. ¿Cómo no amarla? Por muy hiriente o pesada que fuese con ella, allí estaba conmigo, de mi mano, o tratando de suavizar un poco lo que yo era, quizás, incluso demasiado. Por fin sonó el timbre que anunciaba que la clase de Herbología había acabado y me sacó de mi ensoñación.
Me quedé pasmada mientras todo a mi alrededor se alborotaba: alumnos haciendo planes para la noche o fin de semana, por fin todos teníamos un poco de descanso. Quedaban pocas semanas para las vacaciones de verano y todos estábamos exhaustos, la Academia no era para nada una broma. Me puse de pie cuando los sonidos se fueron apagando y alejando. Cuando guardé todo salí al pasillo y busqué a mi gemela con la intención de como siempre, pedirle algo.
— Jo, me preguntaba si este fin de semana me podrías ayudar a armar mi plan de campaña para la presidencia del próximo año. Como están las cosas, tengo que asegurarme de que me vaya bien. Necesito recuperar mi popularidad que este año siento que se está desvaneciendo, es terrible, —dije de inmediato con un tono de voz demasiado exagerado, pero para mi era el fin del mundo. Ella me daba la espalda ya que estaba frente a su casillero, ordenando el resto de sus cosas. Cuando la clase acabó, Josie acabó en medio de una conversación poco importante con el profesor de Herbología en el pasillo. Debía asegurar que su horario no tuviera un choque con la clase avanzada de Brujería elemental en la que se había anotado hace unas horas atrás y no quería perderse el repaso que acababa de ofrecer, porque todos estaban tan perdidos para los exámenes orales finales que toda ayuda siempre servía. Le agradeció cuando dijo que buscaría otro horario y se puso a ordenar su casillero. A pesar de todos los intentos por hacer sentir mejor a su hermana gemela para que se diera cuenta que todos sus problemas eran más mentales que otra cosa, ya no se gastaba en hacerla entender, su cambio radicaba en mejorar cada plan que ideaba a uno mucho más sano y buscando las mejores palabras para recordarle lo mucho que valía como persona y como bruja. En su mundo, lo que eran era tan valioso como las cualidades humanas básicas. Escuchó sus planes, y sin perder esa sonrisa le respondió. — ¿Quieres tener la presidencia por ti y por las chicas? — Su pregunta fue muy directa. Tomó el montón de libros y caminó con su hermana al lado, era un automático los movimientos durante la semana. Siempre iban juntas cuando sus clases siempre eran las mismas. — Eres popular, te recuerdo que nunca estás sola más que unos… — Hizo un gesto con su mano y alargó la palabra para exagerar su oración. — cinco minutos en lo que tardan en llegar hasta ti. Si, los he contado cada vez que lo veo — No era así, pero debía ser muy pragmática. Dio un largo respiro y la miró de reojo con una sonrisa. Tuvo que esperar a que pasaran una gran cantidad de lobos que iban a las prácticas fuera de la Academia y prosiguió. — Si consideras que el otro año tendremos menos tiempo, que estaremos absorta en los dos últimos años antes de graduarnos… y aún quieres, obviamente te ayudaré. Siempre he estado en tu lado, en ayudarte a hacer las pancartas, será muy divertido para mi. — Dijo toda emocionada. No estaba nada mal para enfocarse en algo mucho más sociable y llamativo.
La rubia no pudo evitar hacer uno de sus típicos gestos malcriados ante su pregunta. ¿Es que acaso no la conocía lo suficiente? Tuvo el impulso de responder de manera despectiva y ser un poco cruel con su hermana, pero durante los últimos meses con la ayuda de su madre, había estado trabajando duro en mejorar su personalidad y no sólo por ella, sino también por su mitad, quién finalmente era la que peor parada salía de cada situación. Tomó un par de veces aire antes de hablar, relajando así, cada músculo de su cuerpo. — Por supuesto que lo hago por mí y por mi futuro. Quiero que mi diploma diga: —.Detuvo su caminata, sonriendo de oreja a oreja. Alzó ambas manos a la altura de su rostro y con las palmas abiertas hizo un gesto exagerado. —“La mejor bruja de la generación”—. Tras decir eso, continuó como si nada. — Lo cierto es que tengo claro que por calificaciones tú eres una gran contrincante, querida hermana. Por fortuna Ayleén no está incluida dentro de nuestro grupo, pero… quiero destacar por mi liderazgo. Como tú dices… tengo secuaces y debo mantener mi imagen. — Volvió a detenerse en una esquina, arrinconándola cuando el grupo de lobos finalmente abandonó el lugar. Miró a su alrededor confirmando que no hubiese nadie cerca y bajó un par de tonos a su voz antes de hablar. — Digamos que… esto de ser más buena me está jugando en contra. No puedo ser buena y ser popular, pareciera que sin el miedo… no soy nada. Es por eso que necesito una nueva estrategia y tú… a ti te aceptan siendo bondadosa y todo, eres mi mejor arma para conquistar y no recaer en… viejos vicios. —Susurró e hizo un puchero para enfatizar su problema. Como su hermana ya había accedido, sin esperar su respuesta, la abrazó y la estrechó entre sus brazos con gran cariño. No era mucho de ese tipo de reacciones cuando conseguía algo, pero saber que planeaba estar de su lado para aquel proceso, significaba todo. —Empezaré a armar todo y tendremos una reunión antes de que termine el año, quiero dejarlo listo antes de las vacaciones para así no ocuparnos en ello cuando estemos descansando, porque ni siquiera tenemos planes de qué haremos y no sería la primera vez que estemos separadas. — Se alejó encogiendo sus hombros y se movió para continuar el camino hacia los dormitorios. Josie mostró sus dientes con una gran sonrisa que no pudo evitar al ver la gran efusividad de sus palabras y gestos cuando se mencionaba así misma. Levantó ambas cejas y admitía que tenía un discurso bastante llamativo. Siempre su hermana sería su debilidad, pero era atrayente con esa personalidad que nunca se daría cuenta. — Has sido reina en cada año, si sumamos que eres capitana de Wickery y siempre eres la que das los discursos de bienvenida, eres la mejor de la generación — Le recordó bajando las escaleras que daba camino a las salas de práctica, aunque eran las clases teóricas debían estar allí. — Podemos armar una buena lista de las peticiones que mucha gente ha estado pidiendo en los últimos meses, ganarías muchos votos allí y yo iré hablando a los diferentes grupos porque me llevo muy bien con las personas, las puedo convencer que voten por ti. Eres su mejor opción, sin duda — Su voz era mucho más animosa a medida que se iba dando cuenta que sería la mejor manera también de poder pedir algunas cosas que siempre faltaban en la Academia y su hermana era la mejor. Lo hacía siempre con papá. Cuando le susurró asintió levemente. Así era, Lizzie había ganado ser la reina del lugar de esa manera y así siempre se mantendría como una pequeña tradición inquebrantable. Le tomó su hombro y le apretó suavemente. — Cuenta conmigo, podemos hacer que ganes y lideres de una manera que no te haga volver a… eso, por ti y tu salud. Y por nuestros padres. — Le dijo con suavidad y luego la arrastró de camino hacia el nuevo edificio que estaban unidos. No había mucha gente y les era más fácil hablar.
La abrazó con fuerza y abrió sus ojos al recordar las vacaciones. — Quiero ir con papá, el clima es excelente y hay mucho dónde pasear, además si sumamos que el Centro hay para practicar e investigar ya sabes qué, ¿Por qué no? ¿Dónde la quieres pasar tú? — Le preguntó, a veces pasaban las vacaciones separadas pero cada año era el cronómetro cada vez a la meta final y odiaba eso.
No se le hacía nada extraño que su hermana le diera una lista de todos sus logros, que, si bien eran bastante superficiales en su mayoría, eran logros, al fin y al cabo. No sabía cómo decirle que necesitaba que le asegurara que estaría allí para ella cuando las votaciones y la campaña ocurrieran. Su cerebro siempre le jugaba malas pasadas e imaginaba que llegaría un momento en el que se aburriría y cansaría de siempre estar tras ella asegurándose de sus victorias, pero que le prometiera que iba a estar le daba la tranquilidad de que sin importar que ocurriera, ya había hecho un compromiso. Tras escuchar todas sus palabras, su rostro se iluminó cuando le afirmó que así sería y relajó sus hombros que ella le había tomado de forma automática. Ya esa preocupación se había quedado atrás y verificaría su lista de prioridades más tarde. Aquella era la que más le importaba tras su baja en popularidad que, al parecer, solo ella era consciente. Se sorprendió cuando de la nada, Josie la abrazó, pero ella le correspondió a su abrazo. Siempre le era difícil pensar en las vacaciones y más cuando ambas tenían opiniones tan distintas con cada año que pasaba. En la última temporada habían sido fuertes cuando se separaron, pero eso no dejaba atrás que la sensación ahora regresara, más cuando su respuesta era totalmente distinta. — Estaba pensando en quedarme con mamá o planear algún viaje fuera de Mystic. Sé que el Centro de Los Ángeles es divertido y hay de todo, pero mamá me está ayudando con el tema de las terapias y tras este año caótico… no lo sé, temo derrumbarme. —Se hizo hacia atrás y la tomó de ambas manos mientras la miraba a los ojos. —Pero entiendo que quieras ir allí y como cada año nos decimos… tenemos que elegir lo que nos hace bien y tampoco deseo que te quedes solo por mí. Siempre te sacrificas, —le aseguró y luego se quedó quieta, pensando en lo que había dicho. — No, ¿sabes? Es mi turno de ceder. Vamos a ir al Centro, invitaremos a Ayleén e iré a ver cada cierto día a mamá o ella viene aquí. Seremos una familia. —sentenció segura. Cuando le abrazó de vuelta, se sorprendió ante su respuesta de irse con ella. Apenas fue capaz de sonreír porque no se lo creía y no porque fuera la peor hermana del mundo sino porque estaba dejando de lado su propia salud mental para no separarse. — Hermana, ¿Crees que es seguro? Tú misma has dicho estás en la cuerda floja y creo que, aunque esté muy agradecida por el sacrificio que estás haciendo por mí, por mis intereses netamente ociosos debo pensar en qué no estoy deseando que pasemos otras vacaciones separadas — Josie tomó el rostro de Lizzie y le sonrió de oreja a oreja. — Podemos quedarnos en Idris, con mamá para ayudarla. Tampoco hemos sido muy buenas hijas en el último tiempo y hemos ido seguido con papá.— Buscó un motivo realmente importante para que pudiera hacerle caso. Y tampoco es que mentía, si la habían dejado bastante dejada por las clases, por el trabajo y el tiempo libre que pasaban con sus compañeros. — Sé que precisamente la ciudad no es taaaan divertida como Los Ángeles, pero podemos escapar el fin de semana; así haces tus terapias, practicamos nuestra magia juntas, investigamos lo que tanto queremos negar y nos hacemos más fuerte juntas. ¿Por qué no? No debemos olvidar que juntas somos mil veces mejores — Le decía buscando una nueva idea. Josie era de esas personas que podrían averiguar mil veces para conseguir que le hicieran caso, pero de la manera más cordial y con puntos importantes que le eran difícil negarse. No le parecía nada llamativo que su hermana se sorprendiera por su respuesta. Lizzie no era de ceder y siempre buscaba liderar las decisiones que se tomaban en la familia.
—Estoy segura, como te dije, podría intercambiar mis visitas para la terapia, pero… tienes razón, con mamá no hemos sido muy conscientes y quizás estaría bien estar con ella una temporada. —Murmuró y sonrió con ternura al sentir las manos sobre su rostro. Josie era así, siempre muy de piel y aunque la rubia era todo lo contrario, su hermana siempre sería la excepción a cualquier regla. La escuchó con atención e hizo una mueca en sus labios mientras pensaba. —¿Qué te parece si estamos la mitad del tiempo en Los Ángeles y la otra en Idris? Suena justo con ambos padres que necesitas dosis de nuestra presencia gemelar. —bromeó y soltó una carcajada. Le parecía una buena idea, así era ambas aprovechaban compartir con ambos y disfrutar así unas buenas vacaciones. Y lo más importante, juntas. — Lo sé, sé que podrías hacerlo todo pero no está tan mal quedarse aquí — Hizo una mueca tratando de buscarle al menos algo divertido de Idris, pero la ciudad no se caracterizaba por ser la más entretenida ya que no había nada moderno allí. No es que se quejara porque amaba su lugar seguro pero para cualquier adolescente era una tortura en vacaciones. — Pero papá nos necesita, podemos dividirnos cómo bien dices y si ellos interceden los viajes de un lado a otro no serán un problema. Tenemos que pasar tiempo de calidad con los dos, ¿No? — Aunque pensar en la ciudad costera era la mejor forma para poder relajarse sin necesidad de salir de su zona de confort. No sabía muy bien cómo estaba el exterior y no deseaba averiguarlo tampoco. El Centro estaba bien para ellas, era grande, acomodado y tenía de todo para pasar unas buenas semanas allí. — Podemos invitar algunos fin de semana también a otras personas, el Centro de Los Ángeles es hermoso y seguro para cualquiera aquí. Tal vez celebrar nuestro cumpleaños tal vez — Sabía que eso la motivaría y cualquier preocupación pasaría a segundo nivel porque para su hermana era importante su cumpleaños. Aunque eso quitaría un año más a lo que debían pasar pero no pensaría en eso ahora. —¡Eres una genio! —exclamó tras escuchar acerca de su cumpleaños. Como cada año, Lizzie pensaba semanas con antelación la mejor forma de hacer la fiesta más inolvidable de todas, junto a sus compañeros y amigos, claramente este año no sería la excepción y tal como esperaba su hermana, todo de pronto pasó a segundo plano. — Como ya queda cada vez menos para las vacaciones, les presentaré el plan a nuestros padres para que luego no se echen para atrás. Yo creo que estarán de acuerdo considerando que no están pasando tiempo juntos y dividirnos no los obligará a verse las caras. —bromeó y se encogió de hombros. Sabía que sus padres tenían una buena relación y no era para nada incómodo cuando llegaban a encontrarse, pero le gustaba darle una chispa de suspenso a toda la situación, porque ya el sueño de verlos reunidos —y todas las cosas que había hecho para que eso sucediera— habían quedado en el pasado. Ahora tan solo quería verlos felices, aunque no estuviera de acuerdo en cómo. — Bueno, vamos, nos hemos atrasado un montón por mi culpa. —sentenció tomándola del gancho del brazo para ir finalmente hacia los dormitorios.
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───── ・ ・ ・ ・ ( ✧ ) ៹ 𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 2.667 𝐜𝐫𝐞𝐝𝐢𝐭𝐬 𝐭𝐞𝐱𝐭 ⦂ latibule.psd
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៹ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀໒ ❪ 업데이트 ❫ 𝗽𝗿𝗶𝘃𝗮𝘁𝗲 𝗿𝗼𝗹 : ! ⠀ ! 𝐔𝐍 𝐍𝐔𝐄𝐕𝐎 𝐌𝐔𝐍𝐃𝐎՚
⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀ 𝗱𝗲𝘁𝗮𝗶𝗹𝘀 𓈓 ⠀⠀⠀⠀ ৎ 𝗐𝗁𝖾𝗋𝖾: Mystic Falls, Virginia. ⠀⠀⠀⠀ ৎ 𝗐𝗁𝖾𝗇: 03 de Septiembre, 2018. ⠀⠀ ㅤ❪ㅤㅤ𝐉𝐨𝐬𝐞𝐭𝐭𝐞ㅤ▹ㅤ𝐄𝐥𝐢𝐳𝐚𝐛𝐞𝐭𝐡ㅤ▹ㅤ𝐁𝐮𝐟𝐟𝐲ㅤㅤ❫
⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ֶָ ֶָ ֶָ ֶָ ֶָ ⠀
Una de las grandes oportunidades que habían tenido las gemelas Saltzman era haber vivido, hasta cierto punto, una adolescencia normal. Gracias a los esfuerzos de sus padres Caroline Forbes y Alaric Saltzman, su infancia había sido una etapa feliz, llena de buenos recuerdos y momentos significativos, a pesar de las complicaciones inherentes a su linaje. Aunque los momentos en familia eran escasos debido a las responsabilidades y peligros constantes; Josie y Lizzie sabían que sus padres hacían todo lo posible por darles lo mejor y siempre le estarían agradecidas por ello.
La vida en Mystic Falls había sido tranquila, al menos en apariencia. Aunque las gemelas desconocían los alcances de su verdadera naturaleza, Josie recuerda algunos “accidentes” en la escuela primaria que comenzaron a despertar sospechas de su gran poder. Lizzie con otros pequeños detalles que explotaban cuando tenía sus ataques de ira.
No eran brujas comunes. Como siphoners, las gemelas tenían la capacidad única de absorber y manipular magia, pero su poder también las volvía vulnerables. Alaric y Caroline hicieron todo lo posible por mantenerlas protegidas, pero los incidentes se hicieron más frecuentes a medida que crecían, especialmente durante la adolescencia, cuando las emociones y las hormonas eran difíciles de controlar.
El punto de quiebre llegó un día, durante una excursión familiar, cuando un grupo de desconocidos intentó secuestrar a las niñas. Fue entonces cuando Alaric tomó una decisión, Josie y Lizzie estarían más seguras en un lugar creado específicamente para personas como ellas. Ese lugar era la Salvatore School for the Young and Gifted.
. [SALVATORE SCHOOL, 2018]
El día había sido brillante y cálido. El sol se reflejaba en los cristales del edificio principal de la escuela, mientras las hermanas miraban con curiosidad su nuevo hogar desde la ventana del coche. No sabían qué esperar, pero Josie, más tranquila y observadora, intentaba mantenerse optimista. Lizzie, en cambio, analizaba el lugar con un gesto crítico, buscando cualquier detalle que le pareciera inadecuado.
— Más vale que todo este cambio valga la pena. —murmuró Lizzie, cruzándose de brazos mientras bajaba del auto.
Alaric las acompañó al interior del edificio, donde fueron recibidas por algunos miembros del personal. Buffy que era la suplente de Alaric transmitía autoridad y confianza. Llevaba un cuaderno en la mano y las saludó con una sonrisa ligera.
— Bienvenidas oficialmente a la Salvatore School. — dijo Buffy con su tono característico, que combinaba amabilidad y firmeza.
Josie sonrió tímidamente, mientras Lizzie la miraba de arriba abajo, juzgando su atuendo y postura. No dijo nada, pero Josie conocía demasiado bien a su hermana como para no notar lo que pensaba. Era más exigente y aprobaba con su cabeza que el lugar era bastante digno para ella y que probablemente la comida también, solo con mirar los adornos y la limpieza del lugar.
— Hemos preparado una habitación para ambas, lo suficientemente espaciosa como para que tengan su propio espacio. Compartir cuarto parecía la mejor opción, al menos por ahora. El baño está incluido también así no llegan tarde a clases. No hay excusas. —continuó Buffy mientras las guiaba por los pasillos de la escuela.
El lugar era impresionante. Los ventanales dejaban entrar la luz natural, los pisos brillaban impecables y el ambiente tenía un aire acogedor que contrastaba con el lujo del edificio. Mientras caminaban, las gemelas notaron a otros estudiantes realizando diversas actividades, algunos practicaban hechizos en el patio, otros estudiaban en grupos, y unos pocos las miraban con curiosidad.
— Ustedes son las primeras siphoners que han pasado por aquí en mucho tiempo — comentó Buffy, deteniéndose para observarlas con detenimiento.
— Qué alentador. —ironizó Lizzie, rodando los ojos mientras fingía prestar atención a su entorno. Buffy ignoró el comentario y continuó.
— Ser siphoners no es algo fácil, y lo descubrirán con el tiempo. Aquí aprenderán no solo a controlar su magia, sino también a comprenderla y usarla de manera responsable.
— Eso esperamos. Estamos aquí porque queremos respuestas. Nuestra familia siempre ha tenido demasiadas preguntas sin resolve y si este lugar puede dárnoslas, entonces vale la pena. — intervino Josie, intentando suavizar la conversación.
Buffy sonrió ligeramente, impresionada por la madurez de Josie.
Cuando llegaron a la habitación que compartirían, Buffy abrió la puerta y las dejó pasar primero. El espacio era amplio y bien iluminado, con colores cálidos, camas cómodas, escritorios equipados y un armario para cada una. Desde la ventana podían ver los jardines de la escuela, que se extendían hasta el bosque cercano.
— No está mal. —admitió Lizzie, recorriendo el lugar con la mirada antes de decidir qué cama quería.
— Espero que encuentren esto cómodo. Sé que estar lejos de casa no es fácil, pero su padre siempre estará a solo una llamada de distancia al ser su Director. Aquí no se trata de alejarlas de sus seres queridos, sino de protegerlas mientras descubren su potencial. —explicó Buffy, dejando un par de mochilas en las camas.
— Gracias —murmuró Josie, mirando a Buffy con gratitud genuina.
Buffy asintió y antes de salir, se detuvo en la puerta para mirarlas por última vez.
— Este lugar fue creado para que todos podamos apoyarnos mutuamente. Si necesitan algo, no duden en buscarme o acudir a su padre. La Salvatore School será su hogar y estoy segura de que encontrarán más de lo que esperan aquí. — Josie sonrió mientras Lizzie se recostaba en su cama con un suspiro, fingiendo aburrimiento. Buffy salió de la habitación, dejando a las gemelas solas para que se instalaran y se prepararan para el siguiente capítulo de sus vidas.
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───── ・ ・ ・ ・ ( ✧ ) ៹ 𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 909. 𝐜𝐫𝐞𝐝𝐢𝐭𝐬 𝐭𝐞𝐱𝐭 ⦂ latibule.psd
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⠀⠀ ⠀ ⠀ ໒ ❪ 업데이트 ❫ 𝗽𝗿𝗶𝘃𝗮𝘁𝗲 𝗿𝗼𝗹 : !
⠀ ! ՙ𝐒𝐄𝐂𝐑𝐄𝐓𝐎𝐒 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐓𝐑𝐎𝐕𝐈𝐒𝐎𝐑՚
⠀⠀⠀ ⠀ ⠀⠀𝗱𝗲𝘁𝗮𝗶𝗹𝘀 𓈓 ⠀ ৎ 𝗐𝗁𝖾𝗋𝖾: Rosewood, Pensilvania. ⠀ ৎ 𝗐𝗁𝖾𝗇: 05 de Junio, 2010.
⠀⠀⠀⠀ ❪ㅤㅤ𝐀𝐥𝐢𝐬𝐨𝐧ㅤ▹ㅤ𝐀𝐫𝐢𝐚ㅤㅤ❫
⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀ ֶָ ֶָ ֶָ ֶָ ֶָ
La tarde tenía un ambiente fresco y el cielo estaba teñido de un azul claro con las nubes blancas que tanto se admiraba en la ciudad. Aria caminaba junto a Alison por las calles de Rosewood sin rumbo fijo, solo conversaban en dirección a la casa de ambas luego de una salida al centro comercial. El día libre les pertenecía o al menos eso creían. Alison iba hablando sin parar sobre alguna historia de la escuela, pero Aria apenas la escuchaba. Su mente estaba en otra parte, perdida en sus propios pensamientos.
Al cruzar la calle y mirar hacia su lado izquierdo algo captó su atención. No era un lugar en el que solieran detenerse, pero algo en la escena frente a ellas la hizo quedarse quieta. Entre los autos estacionados, uno en particular llamó su atención. Un sedán oscuro, familiar. Demasiado familiar.
Aria sintió un nudo en el estómago y . Su respiración se volvió superficial y su corazón empezó a latir con fuerza. Se obligó a creer que era una coincidencia, que se estaba imaginando cosas. Pero cuando sus ojos se enfocaron en la silueta dentro del vehículo al caminar a su dirección, todo se derrumbó. Su padre estaba sentado en el asiento del conductor y no estaba solo. Una mujer rubia estaba con él, inclinada hacia su rostro. Sus labios se encontraron en un beso. No fue un roce fugaz o algo nuevo, no fue un malentendido. Fue real. Fue demasiado intencional.
— Aria… — susurró Alison pe,ro su voz sonaba distante. Como si todo se hubiera vuelto un eco dentro de su cabeza,
El mundo pareció detenerse frente a sus ojos. Su padre Byron Montgomery, el hombre que siempre había visto como un pilar en su vida, estaba besando a otra mujer. No a su madre Ella. Era alguien más. Alguien joven, con el cabello largo y lacio. Alguien que Aria no reconoció de inmediato, pero que su instinto le decía que no era una desconocida.
Meredith.
Ese nombre flotó en su cabeza de repente. Había oído a su padre mencionarla antes casualmente, como una compañera de trabajo. Solo eso hasta ahora. Ahora, ella era algo más.
— Oh, Dios. — murmuró Aria y sintió cómo su estómago se revolvía. Quería apartar la mirada, fingir que no había visto nada. Fingir que su vida no acababa de romperse en mil pedazos pero sus ojos seguían clavados en la escena frente a ella.
Alison no dijo nada durante unos segundos, pero luego su expresión cambió. Una sonrisa apareció en sus labios, esa sonrisa que siempre llevaba cuando estaba a punto de decir algo cruel.
— Vaya, vaya… No esperaba esto. — susurró una de sus mejores amigas, con un tono que casi sonaba divertido.
Aria sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La mano de Alison se posó sobre su brazo con suavidad, pero su toque se sentía helado. Aria apartó la vista del auto y la miró.
— No le puedes decir a nadie Alison. — rogó Aria, con la voz apenas saliendo de su boca.
— ¿Y por qué no podría contarlo? — preguntó Alison, con una ceja levantada.
— Porque… — La voz de Aria tembló. Ni siquiera sabía qué decir. No podía procesar lo que acababa de ver, mucho menos pensar en lo que pasaría después. Su padre. Su madre. Su familia. Todo eso pendía de un hilo. Y ese hilo acababa de romperse para ella.
— Tal vez deberías decirle a tu mamá o… si no quieres hacerlo, yo podría hacerlo por ti. — sugirió Alison, con un brillo peligroso en los ojos.
Aria sintió el aire volverse pesado a su alrededor. No podía permitir que eso pasara. No ahora. No así. Su madre no podía enterarse. No de esa manera.
— Alison, por favor… — pidió en voz baja.
Alison la observó por un momento, evaluándola, disfrutando de su desesperación. Luego suspiró y se encogió de hombros.
— Está bien, Aria. Pero tú y yo sabemos que no podrás guardar esto para siempre. Cuando llegue el momento, tal vez necesites un empujón. — Aria no respondió. Sus ojos volvieron a fijarse en el auto. Su padre seguía ahí, ajeno a todo, a la mirada de su hija que lo había descubierto. A la traición que acababa de ser expuesta. Unas lágrimas amenazaron con escapar de sus ojos, pero Aria las contuvo. No lloraría. No ahí. No frente a Alison.
— Vamos. No podemos quedarnos aquí todo el día. — dijo Alison de repente, jalándola del brazo.
Aria asintió con dificultad. Sus piernas se sentían pesadas mientras se alejaban del estacionamiento, pero de alguna manera siguió caminando. Su mente seguía atrapada en esa imagen, en ese momento en el que su mundo dejó de ser el mismo. Sabía que nunca podría olvidarlo.
Los pasos de ambas resonaban en la acera mientras se alejaban. Aria apenas podía escuchar el sonido de su alrededor. Su corazón seguía latiendo rápido, su mente todavía atrapada en el instante en que vio a su padre con Meredith. Era como si el tiempo se hubiera congelado y ella estuviera atrapada en ese mismo segundo una y otra vez.
Alison la miró de reojo mientras caminaban en silencio. A pesar de su actitud despreocupada, Aria sintió que su amiga estaba disfrutando del drama. Siempre parecía estar un paso adelante de todos y ahora tenía información que podría usar en cualquier momento.
— ¿Qué vas a hacer? — preguntó Alison después de un rato. Hizo que le respondiera cuando le tocó su brazo un par de veces.
Aria no respondió de inmediato. Su garganta estaba cerrada y sentía que si hablaba su voz se quebraría. Finalmente después de un momento susurró:
— No lo sé. — Esa era la verdad. No tenía idea de qué hacer. ¿Confrontaría a su padre? ¿Guardarían el secreto? ¿Lo olvidaría? La última opción parecía imposible.
— Bueno, yo en tu lugar lo aprovecharía. Los secretos son poder, Aria. Y ahora tienes uno grande. — Alison sonrió de lado y se encogió de hombros.
Aria la miró sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. No quería poder. No quería secretos. Solo quería que nada de esto hubiera pasado pero ya era demasiado tarde.
Ali observó a Aria con una expresión que mostraba una mezcla de diversión y una ligera preocupación que se ocultaba bajo su fachada. Sabía que Aria estaba en shock, pero también veía una oportunidad en todo eso. Los secretos, para Alison, siempre habían sido algo poderoso, y Aria acababa de descubrir uno que, sin saberlo, podría cambiarlo todo.
— Vamos, Aria. —dijo con suavidad, pero con una chispa en su voz—, no tienes que hacer nada ahora mismo. Pero tarde o temprano, tendrás que enfrentarlo. Y créeme, las cosas no van a ser igual después de esto. Pero tienes el control. Ese es el poder.
Su tono era calmado, casi demasiado calmado, como si todo eso fuera una especie de juego del que Aria aún no había entendido las reglas.
— Yo… no quiero que esto sea un juego, Ali. —respondió Aria, su voz rota. Las palabras le costaban salir, pero no podía dejar de pensar en lo que había visto, en lo que eso significaba.
Ali se detuvo por un momento, mirándola fijamente.
— No estoy diciendo que lo sea, Aria. Pero el mundo sigue girando, y si vas a seguir siendo parte de él, vas a tener que tomar decisiones difíciles. Y créeme, esta es solo la primera de muchas.
Ali le dio un pequeño empujón, casi como si estuviera incitándola a actuar, pero sin presionarla realmente.
— Tú decides, Aria. Pero en algún punto, ese secreto será lo que te defina. Haz lo que creas que es lo correcto. Pero no olvides que siempre hay consecuencias.
Se giró para caminar nuevamente, mirando al frente mientras se adelantaba unos pasos. Pero antes de que Aria pudiera responder, Ali miró por encima del hombro y añadió con una sonrisa que estaba lejos de ser reconfortante:
— Y si necesitas ayuda para manejar esto… sabes dónde encontrarme. Siempre estaré aquí, en las sombras, esperando a que tomes el control.
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𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 1.323 𝐜𝐫𝐞𝐝𝐢𝐭𝐬 𝐭𝐞𝐱𝐭 ⦂ latibule.psd
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⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀ 𝐀 𝐧𝐞𝐰 𝐬𝐩𝐞𝐥𝐥
⠀⠀⠀ ⠀⠀ 𝒊𝒏 𝒕𝒉𝒆 𝒃𝒐𝒐𝒌 𝒐𝒇 𝐀𝐮𝐫𝐚𝐥𝐢𝐧𝐞
⠀⠀⠀⠀ ⠀ ❛𝐂𝐀𝐌𝐁𝐈𝐎𝐒❜
⠀⠀⠀ 𝘄𝗿𝗶𝘁𝘁𝗲𝗻 𝗯𝘆 #𝐜𝐡𝐨𝐬𝐞𝐧𝐨𝐧𝐞
⠀ ⠀
───── ・ ・ ・ ・ ( ✧ )
Había pasado mucho tiempo en que había vuelto de regreso a la vida. Un regreso que aún no tenía respuesta y mucho menos los motivos para haberla traído en ese mundo aún tan caótico. Nadie lo veía venir, ni siquiera sus amigos.
No recordaba mucho sobre el día en que habían conseguido matarla ni mucho menos los días oscuros en que se suponía que iría al infierno. Era lo que siempre imaginó la rubia. No intentaba recuperar esos momentos debido a que mientras más averiguaba, más preguntas se hacía y que posiblemente no serían buenas.
Su regreso había sido lo más casual. Nadie le había tomado importancia a los hechos que podría desencadenar otros efectos no deseados para ella porque para todos era importante que una de las personas que más conocía el mundo de las sombras siguiera viva. Su familia en cambio parecía agradecer los acontecimientos, aunque nunca se enfocaron como en Buffy se sentía ni mucho menos preguntarse cómo lo había pasado en el más allá… o si quería quedarse.
No le tenía miedo a que volviesen a atacar el lugar ya que en menos de dos meses tenía instalado un centro de control con sus amigos. Su gran error fue haberse descontrolado por aquello y no haberlo tomado con calma, como siempre hacía.
Había muchos días en que perdía la noción del tiempo, especialmente cuando despertaba en diferentes lugares, pero lo sumaba al gran estrés que los adultos habían estado teniendo para poder recuperar todo y poder comenzar lo más luego posible con las cacerías nocturnas. Todos apenas dormían no más de 5 horas al día por todas las responsabilidades que cada vez se sumaban a sus espaldas, nunca eran muchos. Siempre eran insuficientes para la gran actividad nocturna en Sunnydale.
El día en que todos tuvieron sus peores pesadillas Buffy se desvaneció en el patio donde guardaba los últimos elementos de combate que había utilizado ese día para los chicos, en ese momento no pudo pensar en nada más, sólo en la gran pesadilla que estaba por venir.
𑁍
───── ・ ・ ・ ・ ( ✧ )
⠀⠀⠀𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭… 𝐝𝐚𝐭𝐞: 07 de Enero, 2014. 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 342.⠀⠀ ⠀⠀
── ・ ・ ・ ・ 𝐝𝐢𝐬𝐜𝐥𝐚𝐢𝐦𝐞𝐫𝐬⠀⠀⠀
⠀ ㅤ。・☆ 𝘁. 𝐀𝐮𝐫𝐚𝐥𝐢𝐧𝐞 ⠀ ⠀ 。 ・★ 𝗳. 𝐟𝐚𝐢𝐫𝐲𝐝𝐮𝐬𝐭.𝐩𝐬𝐝
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⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀ 𝐀 𝐧𝐞𝐰 𝐬𝐩𝐞𝐥𝐥
⠀⠀⠀ ⠀⠀ 𝒊𝒏 𝒕𝒉𝒆 𝒃𝒐𝒐𝒌 𝒐𝒇 𝐀𝐮𝐫𝐚𝐥𝐢𝐧𝐞
⠀ ❛𝐀𝐋𝐆𝐔𝐈𝐄𝐍 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐎𝐋𝐈𝐀 𝐂𝐎𝐍𝐎𝐂𝐄𝐑❜
⠀ ⠀ ⠀ 𝘄𝗿𝗶𝘁𝘁𝗲𝗻 𝗯𝘆 #𝐩𝐫𝐞𝐭𝐭𝐲𝐠𝐢𝐫𝐥
⠀ ⠀
───── ・ ・ ・ ・ ( ✧ )
El sonido de la campana se escuchó por todo el campus en Tree Hill High, marcando el inicio de otro día de clases. Brooke con su mirada segura y su cabello perfectamente arreglado caminaba por los pasillos como si el mundo fuera suyo. Su vida era fácil desde afuera: amigos, popularidad y una sonrisa siempre en su rostro. Pero había algo más allá de esa fachada. Algo que pocos conocían, algo que solo ella entendía.
Era el primer día de clases, Brooke tenía la esperanza de que todo sería igual pero algo en el ambiente la hizo dudar. Estaba tan acostumbrada a ser la chica que lo tenía todo, que no sabía qué hacer cuando las cosas empezaron a cambiar y lidiar con los comentarios del resto. Los pasillos estaban llenos de voces, de estudiantes que reían y hablaban entre sí, pero sentía una extraña soledad en su interior. Siempre había estado rodeada de gente, pero en el fondo se sentía más sola que nunca. Tal vez ese sentimiento lo tenía de hace mucho tiempo.
— ¿Lista para el último año? — pregunta Peyton, su mejor amiga, con una sonrisa marcada en el rostro. Peyton era diferente a las demás chicas de la escuela, algo más tranquila, más pensativa. Pero siempre estaban juntas, como un equipo inseparable.
— Siempre lista, Peyton. Siempre lista. — Brooke le dio una sonrisa.
El día pasó como siempre, con los chicos del equipo de baloncesto haciendo su entrada triunfal en los pasillos. Nathan con su actitud que había cambiado con el paso de los años aún caminaba por ahí como si tuviera el mundo a sus pies.
Al final del día, Brooke se dirigió al estacionamiento, lista para irse a casa. No era su casa lo que le preocupaba, era todo lo que pasaba en su mente. El día había sido igual de aburrido que cualquier otro y luego del ensayo con las porristas quería hacer algo totalmente distinto.
Cuando llegó a su coche vio a Lucas Scott. Estaba de pie mirando hacia el horizonte, con una expresión pensativa en su rostro. Lucas era el chico que siempre había sido un dolor en su vida. No había sido popular, ni parte del equipo de baloncesto al comienzo, pero había algo en él que le llamó su atención. Bueno, a su mejor amiga también.
— ¿Estás bien? — preguntó Brooke al acercarse a él.
Lucas giró la cabeza y sus ojos se encontraron con los de ella. Había algo en su mirada que no podía descifrar. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían hablado de verdad, sin las interferencias de Peyton o sus propios sentimientos contradictorios.
— Solo pensando. — respondió Lucas, sin mucho entusiasmo. Su tono era tan bajo que hizo que Brooke se sintiera como una extraña, como si no supiera cómo llegar a él.
— ¿Pensando mucho Lucas? Eso no es bueno para ti. —dijo con una sonrisa graciosa. Nunca había sido una chica que se tomara la vida demasiado en serio. Había preferido mantener una fachada brillante, aunque por dentro las cosas estuvieran lejos de ser tan perfectas.
— ¿Y tú? ¿Todo bien? — Lucas la miró fijamente, como si la estuviera examinando. ¿Realmente se preocupaba por ella o era solo una pregunta para desviar la atención de sí mismo?
— Siempre, Lucas. — Brooke sonrió con la misma fachada de siempre, pero la verdad era que no sentía que todo estuviera bien. Sentía algo en su pecho, algo no se sentía en su lugar. Y Lucas lo sabía o al menos lo intuía. Había sido un constante en su vida, pero también la persona que la había hecho más vulnerable, especialmente cuando se metió en su relación con Peyton.
Lucas y Brooke habían tenido muchas idas y venidas, pero ninguna de ellas había sido tan complicada como la última vez que sus caminos se cruzaron. Había pasado un largo tiempo desde que él rompió su corazón por Peyton, la amiga que siempre había estado a su lado, la misma que a menudo le robaba a Lucas de su vida. Eso había sido una herida profunda para Brooke y aunque lo había aceptado en su momento, el dolor seguía allí, solo que ya no era tan visible para los demás.
— Brooke, ¿Te has dado cuenta de que las cosas no siempre son lo que parecen? — dijo Lucas de repente, como si hablara consigo mismo más que con ella.
— ¿A qué te refieres? — Lo miró confundida, no entendía a que venía ese comentario. A veces era tan impredecible y su forma de ver el mundo parecía siempre tan diferente de la suya.
— Lo que ves en los demás no siempre es lo que tienes frente a ti. A veces hay más por conocer, más de lo que está bajo la superficie. — Lucas la observó, luego hizo una despedida con la mano, se dio la vuelta y comenzó a alejarse.
Brooke se quedó allí quieta, mirando como se iba. Las palabras de Lucas quedaron en su cabeza, no sabía si quería escuchar o si realmente quería entender lo que quería decir. Había algo en su tono que la hacía pensar que tal vez las cosas no eran tan sencillas como las veía a través de sus propios ojos. Tal vez había algo en Lucas, algo en Peyton, algo en ella misma que aún no comprendía. Tal vez todo lo que creía saber sobre su vida estaba a punto de ser cuestionado.
El sonido del motor del coche arrancó y Brooke se subió al vehículo. El camino hacia su casa parecía más largo de lo habitual. ¿Qué había estado pasando realmente en su vida? ¿Por qué se sentía tan sola? Aunque tenía amigos, aunque estaba rodeada de gente que la admiraba, sentía que algo faltaba. Algo que ni el dinero, ni las fiestas, ni la popularidad podían llenar. A veces, se preguntaba si alguna vez encontraría lo que realmente buscaba o si seguiría simplemente actuando, como lo había hecho siempre.
Al llegar a su casa, Brooke se detuvo frente a su puerta. No quería entrar, no quería enfrentarse a la realidad de su vida vacía. Todo en su casa estaba en orden, impecable como siempre, pero dentro de ella había un vacío que no podía ignorar. Dejó su bolso en la mesa, se quitó los tacones y se dirigió hacia el balcón. Desde allí podía ver todo Tree Hill, la ciudad que había sido su hogar toda su vida. Y por primera vez se dio cuenta de que no quería estar atrapada en esa pequeña burbuja de perfección que había creado para sí misma.
Quizás al igual que Lucas necesitaba descubrir más allá de lo que siempre había creído saber. El problema era que no sabía como empezar. La única certeza que tenía era que las cosas no se quedarían igual y que algún día, el rostro de Lucas o la mirada de Peyton la llevarían a algo más profundo. Algo que ni ella misma estaba lista para enfrentar. No olvidaba el daño, solo que había madurado lo suficiente que vivir con las mentiras.
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⠀⠀⠀𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭… 𝐝𝐚𝐭𝐞: 15 de Noviembre, 2007. 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 1.171. ⠀⠀
── ・ ・ ・ ・ 𝐝𝐢𝐬𝐜𝐥𝐚𝐢𝐦𝐞𝐫𝐬⠀⠀⠀ ⠀ ㅤ。・☆ 𝘁; 𝐀𝐮𝐫𝐚𝐥𝐢𝐧𝐞 ⠀ ⠀ 。 ・★ 𝗳; 𝐟𝐚𝐢𝐫𝐲𝐝𝐮𝐬𝐭.𝐩𝐬𝐝
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❛𝐄𝐍 𝐀𝐋𝐆𝐔𝐍 𝐋𝐔𝐆𝐀𝐑 𝐀𝐋 𝐐𝐔𝐄 𝐏𝐄𝐑𝐓𝐄𝐍𝐄𝐂𝐄𝐑❜
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La lluvia golpeaba suave las ventanas de la Escuela Salvatore en Virginia, creando un ritmo constante que parecía calmar los nervios de Josie. La muchacha estaba sentada en la biblioteca, en su lugar favorito junto a las estanterías más altas. Esa tarde estaba leyendo un libro de magia ancestral que estaba abierto frente a ella. Aunque intentaba concentrarse, no podía evitar sonreír, perdida en sus propios pensamientos.
Había sido una semana interesante por decir lo menos. Ayleén Mikaelson había vuelto de uno de sus viajes heroicos, como lo llamaba Lizzie y todo el mundo estaba hablando de ello. La mayoría sabía sobre los detalles y los mounstruos a los que había enfrentado. Aunque Josie admiraba a Ayleén y su capacidad para enfrentarse a cualquier desafío, también sabía lo difícil que era para ella regresar a la normalidad de las clases . De alguna manera, siempre terminaban cruzando caminos, ya fuera en el aula de magia avanzada o durante las reuniones del consejo estudiantil.
Hoy sin embargo, Josie había decidido tomarse un tiempo para sí misma y era una de las pocas veces que había hecho algo por sí misma. Las cosas con Lizzie habían estado tranquilas, lo cual era una novedad y su padre Alaric, estaba ocupado con nuevos estudiantes que llegaban para el semestre y con todo lo que tenía que manejar en la escuela. Eso le dejaba algo de espacio para respirar, un lujo que Josie no solía tener porque siempre era el salvavidas de muchos por allí. Sin embargo, la paz nunca duraba mucho en la escuela.
Mientras giraba una página del libro, una sombra se movió a su lado y Josie levantó la vista para encontrarse con Kaleb. Él le dedicó una sonrisa amplia y despreocupada como siempre.
— ¿Estás estudiando? — preguntó, señalando el libro con la barbilla.
— Más o menos. Es sobre la teoría del equilibrio mágico. He tratado de concentrarme, pero ha sido un poco díficil. —respondió Josie, cerrando el libro suavemente. Kaleb tomó una silla y se sentó frente a ella, cruzando los brazos sobre la mesa.
— Suena como algo que solo tú entenderías. — Josie se rió entre dientes, agradeciendo la distracción. Kaleb siempre tenía esa habilidad de hacerla sentir más relajada y normal.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó Josie, arqueando una ceja con curiosidad.
— Solo paseando. La biblioteca es el mejor lugar para evitar las tareas de Dorian — respondió él, con una sonrisa traviesa.
Josie negó con la cabeza, pero no pudo evitar reírse. Era tan típico de Kaleb buscar cualquier excusa para escapar del trabajo. Antes de que pudiera responder, las puertas de la biblioteca se abrieron de golpe y la figura de Ayleén apareció en el umbral.
Ayleén llevaba su chaqueta habitual, con el cabello ligeramente despeinado por la lluvia. Sus ojos recorrieron la sala antes de fijarse en Josie y Kaleb.
— Ah, ahí estás. —dijo Ayleén, caminando hacia ellos con su expresión seria.
— ¿Sucedió algo? — preguntó Josie, enderezándose en su silla. Kaleb hizo lo mismo.
Ayleén hizo una pausa como si estuviera evaluando qué decir. Josie la conocía lo suficiente como para saber que no iba a compartir todo, al menos no de inmediato porque le gustaba jugar a arriesgarse primero.
— Alaric quiere que todos se reúnan en el salón principal. Algo sobre nuevos protocolos de seguridad. — dijo finalmente. Kaleb suspiró exageradamente, pero se levantó.
— ¿Otra charla aburrida? Genial. — Josie recogió su libro y lo guardó en su bolso antes de seguir a Ayleén y a Kaleb fuera de la biblioteca. El pasillo estaba lleno de estudiantes, todos moviéndose en la misma dirección. Josie notó a su hermana Lizzie más adelante, hablando animadamente con MG. Lizzie parecía estar en uno de sus mejores días, lo cual era un alivio.
Cuando llegaron al salón principal, Alaric ya estaba de pie en el estrado con Dorian y Emma a su lado. Los murmullos se apagaron cuando Alaric levantó una mano.
— Gracias a todos por venir. Sé que están ocupados, pero esto es importante. — comenzó con su tono habitual de seriedad. Josie notó cómo sus ojos se posaron brevemente en ella y Lizzie, como siempre hacía, asegurándose de que estaban bien.
El discurso fue sobre la reciente actividad mágica en la región y cómo los estudiantes debían ser más cuidadosos al usar sus poderes fuera de la escuela. Josie escuchaba atentamente, aunque no podía evitar sentir que algo más estaba pasando. Había una tensión en la voz de su padre que no era habitual. Cuando la reunión terminó, Josie se dirigió hacia él, dejando que la multitud se dispersara.
— Papá, ¿estás bien? — preguntó en voz baja. Alaric la miró con una pequeña sonrisa, pero sus ojos mostraban cansancio.
— Estoy bien, Josie. Solo quiero asegurarme de que todos estén a salvo. — Josie asintió, aunque no estaba completamente convencida. Sabía que su padre llevaba demasiadas responsabilidades sobre sus hombros y eso le preocupaba.
Más tarde ese día, Josie se encontraba en el invernadero, un lugar que siempre había considerado como su lugar seguro. Estaba cuidando algunas plantas mágicas que requerían atención constante cuando escuchó pasos detrás de ella.
— ¿Te molesto? — preguntó Ayleén, apareciendo en la entrada.
Josie negó con la cabeza y le hizo un gesto para que se acercara. Ayleén caminó hasta ella, mirando las plantas con curiosidad.
— Nunca entendí cómo logras que estas cosas crezcan. —comentó Ayleén, señalando una planta que brillaba débilmente con luz azul.
— Solo necesitas paciencia —respondió Josie con una sonrisa. Hope la miró por un momento, como si estuviera debatiendo algo. Finalmente, suspiró.
— Quería agradecerte por estar ahí. Siempre. — Josie parpadeó, sorprendida por la sinceridad de Ayleén. No era algo que se podía escuchar siempre.
— Eso no es algo que necesites agradecer. —respondió.
— Lo es. No siempre soy buena expresando lo que siento, pero tú… siempre estás ahí para todos. — Josie sintió un leve rubor en sus mejillas pero no dijo nada. En cambio, volvió su atención a las plantas, sintiendo una calidez en su interior que no podía explicar del todo.
La noche llegó rápidamente y Josie terminó el día en su habitación, con su diario en las manos. Escribió sobre todo lo que había ocurrido, desde la reunión con su padre hasta su conversación con Ayleén.
Antes de cerrar el diario, escribió una última línea "Tal vez no necesito todas las respuestas. Tal vez solo necesito seguir adelante, un día a la vez".
Apagó la luz y dejó que la lluvia la arrullara hacia el sueño.
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⠀⠀⠀𝐚𝐛𝐨𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐬𝐭… 𝐝𝐚𝐭𝐞: 08 de Marzo, 2024. 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐜𝐨𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫: 1.067.
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