Aw —hace un ademán con su mano, ligeramente halagada por su comentario—, detente.
Le doy la razón a tus chandales, Syd. Eres diosa.
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No estoy loca, es sólo que de ese modo puedo saber qué ponerme.
—El hecho de que escuches lo que tu ropa te dice empieza a preocuparme.
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Porque así puedo escoger los conjuntos más sabiamente.
¿Por qué tu ropa te habla?, y más importante, ¿Por qué la estás escuchando?.
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Mis atuendos deportivos me dicen que haga ejercicio, pero mis pantalones de chandales me dicen: "Nah, eres diosa".
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—Estaba caminando alrededor, en busca de alguna pequeña sin descubrir. No es que tuviera muchas ganas de hacer otra cosa de todos modos. Sin embargo, cuando se voltea, de la nada, una roca golpeó su cabeza, alzando sus hombros y encogiendo su cabeza. Alzó su mano a la voz femenina e hizo un gesto con la misma para que supiese que estaba bien; tan sólo fue un accidente, con una expresión de dolor en su rostro—. Espero que no haya sido a propósito, y no me quiero imaginar si fuera así de todas formas —ríe—.
Cassie había estado dando vueltas por la feria. Ya se había subido casi a todos los juegos, y visitado casi todos los lugares de allí, pero aún así no se aburría. Había un juego en donde tenían que pegarle a las latas con una honda y una piedra, y ella no dudó en ir allí. Le entregaron las cosas, pero aquel tiro no estuvo ni cerca de su destino, en cambio, cayó al lago de una persona que iba pasando, y Cassie no estaba segura de sí era del campamento o no — ¡Lo siento, lo siento! ¿Te golpeó?
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—Niega repetidas veces con la cabeza, como si se tratase de algún delito que estaba a punto de cometer—.
Je, como que nunca pisaré este lugar.
—¡Esto será muy divertido! —exclamó Grace, sonriendo, mientras avanzaba hacia la casa embrujada. Al ver a una rubia, que había visto antes en el campamento, allí parada, habló: —¿No entrarás?
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Fue a causa de ver Destino Final, no es mi culpa —frunce sus labios, luego alzando la mirada—. He notado que prefieres que me quede callada —alza una ceja, bromeando—.
Montaña rusa.
Miró a la chica frunciendo el ceño y con la cabeza ladeada—No, de verdad ¿eh?—Sacudió la cabeza lentamente—Nunca entiendo nada de lo que dices.
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¿Pero y si muero de un infarto?
Je, como que nunca pisaré este lugar.
—¿Por qué? son geniales.. ¡vamos! entra conmigo, vine ayer con Bridg, y no dan tanto mido..—explicó la rubia, animada.
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Si vas conmigo, puedo animarme, pero sola, jamás.
Je, como que nunca pisaré este lugar.
Qué pena, estaba justo por invitarte a que me acompañaras —hizo un puchero.
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No aquí, pero en otro lugar sí, no fue muy bonito.
Je, como que nunca pisaré este lugar.
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Ese es el problema —suspira—. No puedo pasar por esto otra vez.
Je, como que nunca pisaré este lugar.
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En lo absoluto —contesta, sin siquiera voltearse a mirarle—.
Je, como que nunca pisaré este lugar.
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Je, como que nunca pisaré este lugar.
—Ironizó al hablar frente a una de las casas embrujadas, con un ligero sentimiento de querer entrar, pero sus pies no se lo permitirían—.
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Desde el punto de vista de alguien que tampoco sabe manejar, créeme, no lo es —suelta unas cuantas carcajadas, antes de negar con la cabeza—. Estarás chocando aunque no quieras hacerlo; he pasado por eso. —Trata de seguirle el paso después de haber entregado el ticket que les permitía jugar, entonces escogiendo uno de los carritos; el rosado pálido, para ser precisos—.
Feria.
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Son como unos muñequitos extraños que parecen unos gatos de sobrepeso, con picos de pato y con mucho pelo en la cabeza, en el medio de sus orejas. Y hablan por las noches.
—¿Furbies?— una mueca se formó en su rostro, —¿Qué son esos?— preguntó algo apenada.
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¿Por qué? ¡Si es lo más delicioso que hay!
¡Oh, glorioso algodón de azucar!
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Va, ya somos dos, así que es un trato —sonríe, un poco entusiasmada por volver a probar aquello que adora—. ¡Pero me hiciste sentir como si de todas formas no quisieras andar conmigo! ¿Es que soy una vergüenza para ti? —adapta una expresión dolida, fingida por completo, que luego se rompe por una de las carcajadas que soltó. Sin embargo, al verle decirlo, decidió que no ganaba nada con pretender que no le gustaba; incluso quería animarse con otro trozo—. Bueno, tal vez no está taan mal después de todo.
Podemos ir ahora mismo, bueno después de probar el tocino. —Le propuso sonriente.— Hace tiempo que no como papas fritas con helado. —Comentó haciendo una pequeña mueca.— Pero tengo que admitir que me encantaría volver a hacerlo. —Soltó una carcajada cuando la chica le dio el codazo.— ¡Deberías agradecerme! Te estoy advirtiendo. —Observó atento a la rubia comer el tocino. Frunció el ceño la escuchar su reacción. ¿De verdad había sido tan malo? Tenía que probarlo por él mismo. Tomó un pedazo y se lo llevó a la boca.— ¿Cómo puede a ti no gustarte? —Preguntó, casi ofendido.— ¡Es delicioso!
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