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Por eso yo regreso a mi ciudad (1969)
Ayer, por ejemplo, pasa un señor de camisa azul con una mujer gorda, y casi me agarran mirando desde la ventana. Conversaban entre ellos cuando, no sé por qué, porque yo no hice nada para delatarme, voltearon a mirar hacia la ventana y yo sólo tuve tiempo de lanzarme contra el suelo, de cabeza, temblando de miedo.
Pero no fue esa la única ocasión en la que algo ha fallado, no. Hace quince días era una muchacha de pelo largo, muy bonita. Venía con libros en la mano y cantando algo. Caminaba mirando el suelo y sonreía, y yo me acerqué un poco más al papelillo que cubre esta malla, para mirar más de cerca a la muchacha sonriente, entonces fue cuando el papelillo crujió de un modo horrible, y la muchacha saltó su vista hacia acá. Yo no sé que tendrá mi cara, o si algo le ha pasado a ella desde que no la veo en un espejo, el hecho es que la muchacha miró y abrió mucho los ojos y tal vez hasta allá alcanzado a gritar algo cuando yo me escurrí más allá del papelillo, sudando frío, calculando el tiempo máximo en el cual la muchacha hubiera reemprendido su camino. Conté hasta cien, y cuando levanté la cabeza para mirar a través del papelillo y la reja, pensé que había contado muy poco, que la muchacha todavía no se había alejado. Temeroso como un animal apresado, subí los ojos más arriba del marco, pero ella ya no estaba.
He tenido contratiempos de otra clase, claro, por eso es que digo que debo tener más cuidado con el asunto. Esta ventana mía tiene forma de iglesia. Iglesias como las que salen pintadas en las enciclopedias, como agujas. Claro que muchas veces han venido personas a tocar a mi puerta, de vez en cuando alguien conocido, en otras ocasiones un vendedor, el cartero que echó por debajo la secciones de dibujo por correspondencia que yo había empezado, al regresar a mi ciudad. Mi ventana se sostiene por seis barrotes en forma de lanza, y lo chistoso es que eso no concuerda con lo religioso, con la forma de iglesia de enciclopedia que tiene. He tratado de dibujar los barrotes, pero nunca puedo quedar satisfecho. Unas veces salen demasiado gruesos, cuando su grosor es totalmente equilibrado y hermoso. Son de un color gris pálido, desteñido no, pálido, y las puntas jalan hacia el cielo, tal vez eso sea lo que sí concuerda con la forma de la ventana, que es de iglesia de enciclopedia.
La ciudad en la que vivo crece más allá de mi ángulo de visión, no sé desde hace cuánto tiempo. Las noticias dejaron de llegar a mí, ahora sólo queda la gente que pasan más allá de mi ventana, esas cabezas rosadas que aparecen entre los árboles de mango, eso que daña el paisaje y hace que mi ventana se ponga triste, que sea una iglesia lloriqueante. Lo malo es que este lugar es demasiado transitado. Qué le vamos hacer. Es lo más transitado que tiene esta ciudad, sobre todo en sábado, cuando los jóvenes se pasean por aquí adelante y sonríen y hacen burlas y mucho escándalo, entonces yo aprovecho un segundo en el cual no pase nadie por delante, y jalo del lazo que mueve la ventana, y ahora sólo queda de visión la vista del papelillo rojo encima del alambre entrelazado. Esa es para mí la visión del sábado. Eso hermoso e infinitamente alegre que me trae la vista del papelillo hirviendo en una lava profunda, reptando sobre la reja de alambre que lo sostiene, y recuerdo entonces la tarde en la que salía comprar el papelillo y el alambre, y la ciudad vivía en un sábado, pero yo no podía esperar más y salí hacia ella, escondiéndome de todo encuentro con la gente, pero cualquiera que haya vivido aquí podrá saber que no encontrarse y saludar a la gente conocida es imposible.
Sobre todo si es un sábado. Y claro, la gente me reconoció y todo eso, y qué te has hecho y esto y lo otro, hermano, que para la noche podemos hacer algo, mompa, no es sino que se deje ver. Yo compré diez yardas de papelillo rojo y después fui por el alambre para pegarlo al lado de acá de mi ventana. La gente pululaba por las calles. —Eran las seis y media de la tarde— yo caminé mirando al suelo cinco cuadras, me faltaba una para llegar a mi habitación, cuando me encontré con ella. Venía con un tipo alto, me miró y se sonrió y alzó la mano para decir adiós. Venía en carro, verdad.
Este añejo o alambre o reja que permite que yo pongan en él las manos mientras veo a la calle vacía, que me permite tirarme de nariz sobre él para ver a los mangos cargados de frutas, para calcular en el tiempo en que estos se pudrirán o caerán al suelo, cuando no pienso en las ocasiones en las que los niños ataquen en manada, mirando golosos a las frutas y subiéndose a los árboles después de comprobar que en esta casa como que no vive nadie. Porque ellos no me ven. Como ya dije, las únicas veces han sido las del tipo que andaba con la mujer gorda, y la de la muchacha que cantaba, sonriente. Pero cuando no hay peligro, cuando no hay gente alrededor, todo es hermoso y diferente, y me siento orgulloso de poder mirar la calle, y los árboles de la casa del frente, poder mirar a mis anchas sus flores rojas, o si no, medio escondido, adivinar el color de los carros que pasarán por turnos, con gente montada en ellos. Porque hay días en los que todo parece cooperar para que yo no sufra, y soy feliz teniendo delante de mí a esas maripositas amarillas que juegan en la hiedra. ¡Ah! pero es que todavía no he hablado de la hiedra, cierto. Los tejados sucios que se amontonan más allá, al otro lado de la calle, y el cielo claro de esta ciudad, que también se deja ver de mí porque sabe que yo soy un habitante de aquí, que aquí es la única parte en donde yo puedo subsistir y ser feliz y mirar a través de esta ventana con forma de iglesia.
Diré ahora que la hiedra apareció sobre los barrotes grises en forma de lanza, de un día para otro. Así como suena. Un día de tantos en que yo me colocaba delante de la ventana, la vi allí, encerrada en el marco que alcanza a abarcar mi vista. Y allí continúa, creciendo más cada día, y yo pienso que cuando la hiedra no me deje ver los floridos árboles de enfrente, o el limpio cielo de esta ciudad, o las maripositas amarillas, cuando la hiedra haya oscurecido el gris de los barrotes, yo me contentaré con poderla ver nada más a ella, levantarme y ver todo verde, no importa que la gente esté haciendo escándalo afuera, para eso tendré yo mi hiedra que ha crecido al otro lado del papelillo y de la reja y que se ha trepado contra los barrotes y que ya no deja ver nada de lo que sucede con la calle de afuera, pero eso no importa, porque así yo puedo contar las hojas y pronosticar el día en las cuales caerán unas y nacerán otras.
Todos los cuentos, Andres Caicedo, 2021
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Me da miedo atroz pensar en que se está debilitando mi interés por todo. No resisto esta soledad, busco compañía y no resisto la compañía.
Andres Caicedo. (Escritor Colombiano).
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Hoy hace frio
Me despiertan mis padres pidiéndome ayuda en casa, no puedo dormir bien.
Mi hermana menor tiene insomnio a las doce, a media noche cuánto una niña debería estar profunda ella se sienta en su cama, se queja y pide consuelo
Esta madrugada hablamos, me pidió en medio de sus desvelos que no la dejara sola, me agarró del brazo y descanso.
La veía, tan pequeña e inteligente se que no ignora la situación, a ella le duele pero se pierde entre sus videos graciosos y estar pendiente de sus peces
Yo no duermo, pienso tantas cosas pero siento que sueño mucho: unas tres veces por noche
Soñaba como nos tomábamos bodegas y repartíamos el supuesto desabastecimiento en otro barrios. Lo que pasa es que todo está caro, incluso ayudar, ya nos han amenazado con marchas del silencio, ¿Silencio? ¿Pero como?si la verdad nos llega a las rodillas en forma de sangre.
Ayer incendiaron el palacio de Justia en Tuluá, que queda a dos horas de Cali, así como incendiaron en el 1933 el edificio Reichstag, su única intención era culpar a los comunistas para que así, con esa estrategia de miedo subiera la Alemania nazi, funcionó.
Cómo funcionará el castigo y vigía del narco estado neonazi dónde hábito, pronto no podré salir a sentir el viento en la cara, me llamarán comunista así no tenga idea de las ideas de Marx, me llamarán comunista así mi sangre sea negra y no me abandere de ideas que priorizan la lucha de clases antes que la re-existencia de la mujer, pero si, por ser mujer rebelde me llamarán comunista y vendrán por mi, culparán a mis padres por mis ideas y me harán sentir culpa por no seguir sus órdenes
Debería sentir asco de utilizar esa palabra en este escrito, así como el agente de la Goes escondido detrás de un árbol le apunto a un ciclista por no dejarse joder en el puente de la quinta, y lo insulto con tanto asco "Comunista Hijueputa".
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Calicalabozo / Andrés Caicedo
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Amar es desear todo, luchar por todo, y aún así, seguir con el heroísmo de continuar amando
Calicalabozo, Andrés Caicedo, Todos los cuentos.
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Maldito seas, Pepito Metralla 📇 #pepitometralla #aguzate #richieray#calicalabozo #calibalismo#richierayybobbycruz #cervezapoker#ojoalcine #quevivalamusica#elatravesado #destinitosfatales#angelitosempantanados #rollingstones#carlosmayolo #cineclubdecali#losdientesdecaperucita #colcultura#albertofuguet#elprimerenemigodemacondo#micuerpoesunacelda #nochesinfortuna#besacalles #hectorlavoe #cinefilo#andrescaicedo #luisospina#unospocosbuenosamigos@cervezapoker @wordsandbooks_ed#caicedo
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40 años sin vos y el conteo no acaba. #CaliCalabozo #AndrésCaicedo #Galery #Monocromático #ElAtravesado #QueVivaLaMúsica #Caliwood #DeCaliSeHablaBien (en Uniandinos Suroccidente)
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La odio a ella por no haber podido vencer a su conciencia y a sus falsas libertades. La odio porque me demostró demasiado rápido que me quería y me deseaba, pero después no supo responder a estas demostraciones. La odio porque no las supo demostrar , pero ese día se fue cargando con ellas para su cama. Yo la quiero, muchacha estúpida, ¿no se da cuenta? Pero apartándonos de eso la odio porque me originó un problema el berraco y porque siempre se iba con mis palabras, mis gestos y mis caricias, con todo... otra vez para su cama. Pero, tal vez, para nosotros exista otra gloria al final del camino, si es que todavía nos queda un camino... quién sabe...
Calicalabozo.
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obras de andrés caicedo: Calicalabozo
La historia de Andrés Caicedo y su leyenda en la literatura colombiana es breve y dramática.
Una producción a una velocidad vertiginosa y suicida a los 25 años, ya que cualquier período posterior a la infancia no vale la pena vivirlo sicher b2 herunterladen. Antojos por la lectura, la música y el cine, los tres que se encuentran en las historias de esta colección de varios momentos en el tiempo, comenzando en 1969, donde un escritor maduro extraordinario presentó un estilo narrativo aplomo y habilidad para transmitir herunterladen.
En algunos casos, limitados a textos ubicados en un ambiente un tanto tradicionalista, como si fueran progresando textos vecinos de escritores como Junot Díaz, no hubo intertextualidad schöne einhorn bilder zum downloaden.
Porque aquí se crea antagonismo, al menos que el sentido da el todo. Y en este escenario, hay historias escritas desde los 18 años, en las que se levanta el boom de una ciudad vibrante, extrema, bulliciosa, llena de sensualidad sin la evidente violencia o patrón carnal meistertask downloaden.
andres-caicedo-calicalabozo
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CALICIFLORA CALICITURUS
! Calicalentura, Calidoscopio, Calidiosa, Calinfierno, Calisterdam, Calidamiedo, Caligula, Calibre, Calimasacre, Calicanto, Calicata, Calima, Calidez, Calicillo, Calicalabozo, Caliculo, Calidonio, Califórnico, Caligrama, Calimaco, Calillanto, Califato, Caligráfica, Calimocho, Calimote, Calinguero, Caliatípica, Calipso, Calimba, Calina, Calignominia, Calizo, Caliche, Calivo, Caliáspera, Calicólico, Calipedia, Calinoso, Calistenia, Calitipia, Calicómico, Caliginoso, Calidigna, Calibestia, Calitipia, Calilibre !
David José Márquez Bolaños
Mayo 4 -2021
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Caicedo
"La odio a ella por no haber podido vencer a su propia conciencia y a sus falsas libertades. La odio porque me demostró demasiado rápido que me quería y me deseaba, pero después no supo responder a estas demostraciones. La odio porque no las supo demostrar, pero ese día se fue cargando con ellas para su cama. Yo la quiero muchacha estúpida, ¿no se da cuenta? Pero apartándonos de eso la odio porque me originó un problema el berraco y porque siempre se iban con mis palabras, con mis gestos y mis caricias, con todo… otra vez para su cama. Pero, tal vez, para nosotros exista otra gloria al final del camino, si es que todavía nos queda un camino… ¡quién sabe!
Andrés Caicedo - infección (Calicalabozo) 1951— 1977
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Calicalabozo-Calicalidad
Escribo desde el insomnio de no poder dormir porque mañana parto de Cali. Como si el no dormí garantizara un no retorno con prontitud a Bogotá. Cali, La tierra de la salsa, el viento y la negritud. El abrazo fraterno de las montañas, sus soplos al viento y la calidez de los aires del Pacífico anclan en mi memoria nuevos y viejos recuerdos que parecen instalarse plenamente y con seguridad en mi memoria. El sentimiento que me genera la recordación de estos días es de tanta tranquilidad, que pareciera que el viento me aguzó, como dice la canción. La tierra de Andresito Caicedo, del Piper y Los Tesos. De la época hippie y salsera a la que siempre quise pertenecer y a la que le debo muchas de las utopías que perseguí en mi adolescencia, etapa de la que hace muy poco soy ausente. Ay, Cali de los mil colores. De las y los caleños tan bonitos como sus flores. Piper no se equivocaba cuando haciendo esa analogía, comparaba la belleza de las mujeres con las flores. Me voy con la paz que me dejó querer volver. Quiero volver y bailarme cada tristeza en todas estas calles. Volver y conocer las historias de sus gentes, de la gente del común, de las gentes negras, la gente que para estar épocas le apostó a un cambio, políticamente hablando. La farra me faltó. Comí champús, lulada, aborrajado y chontaduro. Hablé con su gente. Recorrí sus calles. Pero faltó tanto que dentro de mis deseos está volver y cubrirme de los aires del Pacífico para dejar de ser la turista a la que muchas le hablan por interés y estrategia. Sus calles, sus gentes, sus historias me susurran al oido que me aguze, que sí, que en Bogotá me están velando. Porque no sé trata de "sufrir me tocó a mí en esta vida" sino de "agúzate que te están velando" Ay, Andresito cuánta falta le haces a estas calles. Y sin embargo, lo mejor que te pudo pasar, fue morir a tus 25 años. Porque sí, agúzate, que vivir más de 25 es tremenda insensatez. Qué calidad la de Calicalidad.
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A donde vamos, dijo. Vamos a dar una vuelta por allí, le respondí. Caminamos sin conversar hasta que llegamos a la orilla del rió Cali, y allí fue donde me besó por primera vez, y yo tuve que atajarlo para que no fuera tan rápido porque podía venir gente, ¿no? Como que rápido, si antes es que nos estamos demorando mucho, y diciendo eso me besaba en la nuca y este era el momento que había esperado y comencé a acariciarle el estómago como yo únicamente lo sé hacer. No sé cómo hizo, pero allí mismo me metió una zancadilla del tamaño de Cali, y fui a dar al suelo de lo mas feo y ya lo tenía encima, y todo eso sin ver si venia gente. Pero yo no quise pensar en nada, pues todo iba muy bien y muy rico hasta que el metió la mano debajo de mi falda sin que yo pudiera evitarlo. Entonces quedó paralizado. Pero antes de que yo reaccionara me levantó agarrándome de los hombros y me arrancó la blusa y sacó los papeles y los algodones gritando que su vida era la mas puta de todas las vidas, y dándome patadas en los testículos y en la cabeza hasta que se cansó. Cuando se fue, no se si estaba riendo a carcajadas. Andrés Caicedo, Calicalabozo, « Besacalles »
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Este viernes en el Teatro del Presagio se vibrará con ‘CaliCalabozo’
Durante la hora y 10 minutos que dura la obra, ´CaliCalabozo’ sumergirá a los asistentes en la Cali de los años 60 y 70; se transportarán a lugares de la ciudad, algunos que aún existen y otros de los que solo quedan los recuerdos, escucharán algunos textos como ‘hay varias maneras de comerse a una persona. Empezando porque debe ser diferente comerse a una mujer que comerse a un hombre’.
También sentirán una frase que retumbará en los corazones, especialmente de los caleños, cuando escuchen a los personajes gritar, en repetidas ocasiones, la frase “Odio a Cali”, de la obra “Infección”; o aquella de El Besacalles: “Hay días en que todo me sale a las mil maravillas: puedo llevar hasta cinco muchachos al rio”, que despertarán la curiosidad de los asistentes.
Esta pieza artística hace parte del proyecto CaliCalabozo que busca explorar y presentar desde diferentes disciplinas las temáticas contenidas en varios de los relatos de Andrés Caicedo y está bajo la dirección de Camilo Villamarín, artista local y actor del Teatro del Presagio
Si eres de Cali te sentirás en casa con cada relato, si no lo eres conocerás ciertos secretos de nuestra historia.
Día: viernes 2 de junio de 2017
Hora: 7:30 p.m.
Lugar: Teatro del Presagio
Dirección: Av. 9A Norte # 10N-50, barrio Granada
Mayor Información: 4876432 – 3056362 - 3014858228
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