Tumgik
#DURABA TRES HORAS EL PARTIDO
gustingirl · 1 year
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volvi a ver el partido de argentina vs paises bajos
chabon que puta manera de sufrir al re mil pedo
porque con francia bueno al menos el contrincante era bueno y sabíamos que era peleado
pero lpm ese arbitro madridista del orto que agregó 10 minutos y las mil tarjetas amarillas y la patada de paredes que produjo la tercera guerra mundial con conos naranjas y el i fucked you twice y el topo gigio y molina gritando despues de meter el gol y mac allister ahorcado mientras se cagaba de risa y aimar calmando a scaloni y hasta amonestaron al que limpiaba los pisos del pasillo y que mira bobo? anda pa’ alla bobo
por dios que partido
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pablistone25 · 4 years
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Un viaje
Tuve la suerte de que, desde hacía pocos meses, el 143 negro había cambiado su recorrido y ahora paraba en la esquina de mi casa, en Granadero Baigorria. Una vez arriba del colectivo, mi destino era una cancha de fútbol. Ya conozco estadios de primera división y hasta pude jugar en tantos otros un poco más feos, donde el verde ya no brillaba, en aquella remota época cuando todavía pensaba que mis pies servirían para algo. Pero ese primer largo viaje en el 143 no me invitaba a cualquier cancha, me llevaba a una del Ascenso. O mejor dicho: al Ascenso en su estado más puro, jamás antes percibido por un inexperto periodista que todavía no tenía claro si quería cargar con esa etiqueta para siempre.
Aquel Mercedes Benz amarillo, hoy pintado de azul por orden municipal, me supo llevar hasta la escuela y hasta la puerta del club en el que jugaba: recorridos cortos y casi imperceptibles gracias a la compañía que me regalaban mis auriculares. Primer error: no haberlos traído a una excursión en la que se debía atravesar casi en su totalidad la ciudad de Rosario. Granadero Baigorria es la pequeña vecina norteña de Rosario. Si yo caminaba diez cuadras, ya estaba en el territorio que hace que la Franja de Gaza se parezca al Jardín del Edén cuando de fútbol se trata. Este colectivo, que por ahora está vacío, me iba a dejar en su extremo sur.
Barrio Tablada. La estación de trenes Central Córdoba me dará la bienvenida a las inmediaciones del club homónimo que juega en la Primera C del fútbol argentino. Según mi viejo, sus amigos y muchas otras personas, el más querido de la ciudad. Si no es así, pido las disculpas pertinentes. Pero hasta ahora creo que lo es. Suele llevarse muchas miradas de cariño. 
Estoy sentado. Ya dije que me olvidé los auriculares y del viaje voy a contar solamente que me encontré con dos tías que no veía desde hacía mucho tiempo, con las que compartí cinco minutos de charla y casi veinte de silencio. Me empezó a doler la cabeza por tenerla apoyada en la ventanilla y martillarla con el parietal derecho no sé cuántas veces. Hurgaba en mi mochila y no encontraba demasiado: un anotador vacío, un lápiz y mi celular, con el que iba a establecer la conexión de mi primer móvil radial y que había guardado ahí para evitar cualquier posibilidad de que se cayera de mi pantalón Adidas, que tenía dañados los cierres de ambos bolsillos.
Hasta ese entonces sólo había pisado el estudio de radio, ese de la luz roja, para contar lo que otros ya habían visto y escrito en la maravillosa Internet. No me hacía falta ni una impresora. Abría el teléfono y ahí estaba todo, listo para ser leído y aparentar ser un erudito de la actualidad futbolística de Central Córdoba. Por cuestiones como estas me alejé del periodismo deportivo. Pero de eso hablaré otro día.
Una hora y quince minutos después de partir desde suelo baigorriense, suena el timbre de la puerta trasera del 143. Voy a ser el único que se va a bajar de este colectivo a media cuadra de la cancha. Ya puedo ver de cerca los tablones del Gabino Sosa. Hubo un cruce de miradas con el chofer a través del espejo. Duró extrañamente varios segundos. Corrí la vista. De pronto volví a apuntar para ese lado y sus ojos me seguían buscando, como quien espera la seña del ancho de espadas cuando su compañero no tiene ni 24 para el envido. En algo me estoy equivocando, pienso, pero no logro entender en qué. De pronto me doy cuenta de que debía haberme bajado media cuadra antes, y que la próxima parada será dentro de cuatro esquinas. Segundo error.
La primera buena señal del día me la dio el mismo chofer intimidante: se apiadó de mi aspecto de ingenuo y en un semáforo me ahorró el hecho de seguir pasando vergüenza parado ahí, ante los presentes. Me abrió la puerta y ahora estoy sólo a tres cuadras de la primera cobertura periodística oficial de mi vida. Ya había hecho algunas, pero sólo con ánimo de aprobar una materia.
Si el Ascenso tiene un color, debía ser el de aquella puerta. Rojiza, despintada, oxidada. Venida a menos y maltratada. Como el fútbol del Ascenso. Tenía un agujero mal hecho para espiar quién estaba del otro lado y el picaporte al revés: había que empujar para arriba para que ese pedazo de chapa me abriera paso a ese mundo, que no era en definitiva tan desconocido. Tampoco esperaba encontrarme con el Palacio de Versalles.
Ya estoy ansioso. Sé que mi timidez me jugará, en algún momento de la tarde, una mala pasada. Y no me falta razón. El utilero, visiblemente fastidioso y con tono inquietante, largó un: “¿Qué necesitás, pibe?”. Si el Ascenso pudiera comunicarse con un periodista deportivo por primera vez, creo que usaría esa frase.
—     Soy de una radio. Vengo a cubrir el entrenamiento. ¿Puedo pasar?
—     Esperame afuera un rato. Todavía no hay nadie. Llegaste temprano
Accedo y me quedo sentado, de espaldas a la pared y con una mochila de Los Piojos, de esas que cuando yo era chico valían 15 pesos, entre las piernas. No fue dulce la espera a las tres y cuarto de la tarde frente a una plaza desierta.
Tercer error: haber confiado en aquel utilero. Nunca se acordó de que yo estaba ahí hasta que los primeros autos de los jugadores aparecieron, ya casi pisando las cuatro de la tarde. Algunos me saludaban, obviamente sin conocerme, y otros no. Para mi sorpresa, estos últimos fueron los menos. Una parte de mí se imaginó siendo amigo del plantel, compartiendo las concentraciones y viajando por las canchas del país. La otra, la que triunfó en mi cabeza, solamente quería hacer bien su trabajo. Primer acierto.
El entrenamiento duraba dos horas y yo tenía claro cuáles eran mis dos objetivos. El primero era prestar atención y sacarle el jugo a todo el fútbol que alguna vez había entrado por mis ojos; anotar todo en mi libreta y hacer una salida magistral por la radio. El segundo, hacer una recorrida digna del hijo de alguno de los futbolistas, pasando uno por uno molestándolos y recolectando la mayor cantidad de números posible para engrosar mi triste agenda telefónica.
“Entrada en calor. Pases largos. Táctica. Marca en zona. Dos equipos. FÚTBOLLLLL”. Anotando una cosa debajo de otra, emulando una lista de verdulería, escribo esas palabras. Estaba contento e ilusionado, quizás por eso las mayúsculas en el último concepto, tal vez el más importante y que el que más sentido le daba a esa libreta. Si el Ascenso tuviera sensaciones y fuera capaz de tener un estado de ánimo, debería ser este.
“Poropat no llega al partido del sábado. Ataja Giroldi”. Mi primer título periodístico que digo al aire, con pájaros y gritos de jugadores de fútbol de fondo. Todo sale bien. Hago mi trabajo, lo primordial, y luego pido permiso para entrar al césped gastado del Gabino Sosa. El utilero me deja pasar, con más ganas de bajarme el pulgar que de levantármelo. Seguramente fue empujado por su conciencia tras haberme arrojado a los leones de la siesta rosarina.
Saco mi teléfono, prendo el grabador de voz y arranco la recorrida. Ya lo venía estudiando en el colectivo: no puedo hacerle perder a un jugador de fútbol 30 segundos parado al lado mío, mientras yo anoto su número, por supuesto con la presión de no equivocarme para que ese medio minuto no siga corriendo en el reloj de la impaciencia y la molestia. Los voy a grabar todos y después en casa, tranquilo, los transcribo a mi, a partir de ahora, maravillosa agenda.
Camino. Subo escaleras. Sigo caminando. Me siento y abro la ventanilla. Ya estoy otra vez en el colectivo rumbo a Granadero Baigorria. Escucho, rebobino y vuelvo a oír las voces de los jugadores, cantando sus números de teléfono. Esa melodía en aquel momento era mi trofeo. Tenía en mis oídos la condecoración por mi trabajo, al que considerada haber cumplido con creces.
Ese recorrido lo seguiré haciendo durante varios meses y entablaré relaciones con los jugadores, sacándolos al aire desde el estudio de la luz roja y sintiéndome cómodo con ellos. Aunque ya, por suerte, hace rato dejé de ir para siempre al Gabino Sosa. Creo que ya conté que me alejé del periodismo deportivo. A decir verdad, muchas veces lo detesto. Sin embargo, creo que nunca podré enojarme con ese viaje, ni con aquella puerta, ni con ese utilero de voz fastidiosa. Creo que nunca podré enojarme con el Ascenso.
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big-takeshi · 3 years
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Mientras los generales, nerviosos, hablaban de sacar al Führer pero no actuaban, un desconocido ebanista con inclinaciones comunistas sí lo hizo. Durante las semanas previas a la celebración anual del Putsch de la Cervecería del 8 al 9 de noviembre, Georg Elser logró fabricar una bomba y colocarla en un pilar de soporte de madera justo detrás del podio de los oradores en la gran sala de la Bürgerbräukeller. En este evento anual, Hitler siempre se dirigía a una sala llena de líderes del partido, y su discurso duraba, como la mayoría de sus alocuciones, entre dos y tres horas. El discurso estaba programado para comenzar a las 8 de la tarde, y Elser puso el detonador de la bomba para que se encendiera a las 9:30. Pero, en esta ocasión, Hitler, para sorpresa de todos, habló durante apenas una hora y luego partió abruptamente hacia Berlín. Ya estaba a bordo del tren cuando la bomba explotó. Devastó gran parte de la espaciosa sala, mató a siete personas e hirió a docenas de las tres mil que estaban allí. Thomas Children.
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ernestosanmiguel · 3 years
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Pintor Goya
Ernesto San Miguel
Pamela había viajado hacía un año a la ciudad de Arica, la más nortina de las ciudades chilenas, la eterna primavera como le llamaban, me atraía. Además en esas tierras había vivido mi madre antes de tenerme, incluso en la ciudad de Tacna cuando esta pertenecía a Chile, que fue la tierra donde nació mi hermana Amelia.
Era la primera vez que me iba a separar del resto de mis hijos Miguel y Xenia eran muy pequeños, pero contaba con la ayuda de mis hijas que estaban conmigo: María, Rosa, Mona  y Luisa y si tienen algún problema mayor  lo solucionarán Ernesto o Doris. Darío mi marido tendrá que seguir trabajando. Es una suerte que viajo con la señora Blanca, la otra abuela de Marcos y de Willy.
La población Los Pinos, era una población de obreros, la construcción de los edificios fue financiada por el Seguro Obrero, organismo creado para recibir los fondos descontados a los trabajadores y a los patrones.
Recuerdo que supe a través del periódico que llamaban a los trabajadores interesados para optar al subsidio habitacional y que debían cumplir ciertos requisitos. Requisitos que nosotros cumplíamos. Tuve que enojarme con Darío para que iniciara los trámites necesarios.
Pero al final conseguimos la casa propia.
La otra abuela vivía en un departamento en el edificio del frente de manera que salimos para tomar el pullman que nos conduciría a Arica. El viaje duraba aproximadamente 18 horas y viajábamos con los dos hijos de Pamela. Ellos eran pequeños y los llevábamos en nuestros brazos para ahorrar el dinero de sus pasajes.
Al salir de Santiago nos fuimos conversando y entretenidas mirando el paisaje, mientras los niños dormían tranquilamente. Ella no era una persona muy conversadora, y después de una hora de hacer el esfuerzo de sacarle palabras me aburrí y me dediqué a mirar el paisaje. Al lado derecho la cordillera de Los Andes y al izquerdo la de La Costa y así viajábamos entre cerros encajonados, el paisaje se abría de repente para mirar los últimos valles centrales en todo su verdor. A las tres horas de recorrido sólo se veían dunas de un lado y cerros áridos del otro; de pronto pequeños pueblos se asomaban a nuestras miradas y se desvanecían con la misma premura.
Mis ojos comenzaron a cansarse y se abrió una ventana por donde comencé a mirar mi vida. Jamás se me pasó por la mente tener tantos hijos. Tener 14 hijos no ha sido fácil, lástima que el primer Miguel Angel hubiera partido tan bebé. De todas maneras me quedan trece. He estado tan ocupada durante todo este tiempo. Me casé en 1944 y quedé embarazada inmediatamente y han pasado 26 años de aquel entonces.
Recuerdo que fué un día de fiesta que vi a Darío por primera vez, le llamaban el argentino, porque peinaba a la gomina, era mucho mayor que yo o por lo menos me lo parecía; el se veía un hombre y yo sólo una niña, apenas tenîa 15 años y lo miraba desde una ventana escondida mientras mi corazón saltaba de emoción; era delgado y unos finos bigotitos adornaban su cara de niño bueno.
Era muy bueno para el fútbol y sus amigos siempre lo venían a buscar, tenía varios hermanos mayores y uno más pequeñito que él siempre cuidaba con esmero y cariño, su familia le llamaba Mingo al igual que sus amigos y el niño se llamaba Fermin.
La única forma de conocerlo era jugando con su hermano pequeño y así lo hice. Cada vez que lo veía con el niño en la calle yo corría desaforada para conversar con él.
En mi casa no lo querían, mi hermana siempre me hizo la guerra ya que yo quedaba al cuidado de ella, mientras mi mamá trabajaba para el sustento nuestro.
Yo era la más pequeña de los cuatro hermanos, el primero era Segua y ya trabajaba, Amelia era la dueña de casa y Paulo el que la seguía era de carácter arisco y un poco solitario lo fue siempre hasta su partida.
Mi padre había muerto cuando yo tenía dos años. Mi hermana estaba casada con Amadeo, un español quien había llegado niño a nuestras tierras y se conocieron en los lugares que generalmente frequentaban.
Mi abuela española como ellos, participaba junto a la tropa de recién llegados y también sus familias aunque hubieran nacido criollas, immigrantes con gustos comunes que se reencontraban para sentirse menos solos.
Pienso que ellos preferían alguien de la colonia, pero yo tenía ojos solamente para él.
- ¡El es muy viejo para tí!
- Búscate un jóven de tu edad, además tienes que estudiar.
Viejo a la edad de 20 años, hoy me resulta cómico; éramos tan niños jugando a ser adultos y han pasado 26 años de aquel entonces.
Tantos días llenos de amor, de paz y de alegría; pero también tantos años de miserias, donde la mesa estuvo llena de niños alrededor con las miradas lánguidas esperando el escuálido plato que teníamos a compartir.
-¡Qué hubiera hecho, sin la ayuda del resto de mi familia!
Aún hoy las cosas son difíciles pero tengo más ayuda de mis hijos mayores aunque Darío está tan depresivo y cae en el trago más a menudo.  No debe ser fácil, trabajar y trabajar y no poder ganar el sustento necesario para una familia tan numerosa. A veces una botella nos hace olvidar nuestra incapacidad para poder vivir los sueños que tejimos en nuestra juventud.
Lamentablemente el destino nos lleva por caminos pedregosos que nos van secando el alma, al ver la distancia cada vez mayor entre el sueño y la realidad angustiante del cada día.
En el año 1943 la segunda guerra mundial estaba en todo su apogeo, las condiciones de vida eran difíciles, sobretodo para las familias numerosas. El padre de Darío, don Luis había muerto hace pocos años y su madre, la señora Ana tenía una salud frágil y partió cuando Ernesto, mi hijo mayor tenía dos años y Doris un añito.
No teníamos donde vivir y la señora Ana me rogó que viviera con ellos, su casa tenía muchas habitaciones y nos cedieron una a nosotros; jamás pensé que viviría 14 años en la misma pieza, al comienzo cuando éramos él y yo era fantástico, fue una luna de miel dichosa, pero comenzaron a llegar los hijos, año tras años y la pieza no podía crecer y comenzaron a casarse mis cuñados y a tomar las otras piezas y a crecer otros niños y el patio no podía crecer y los niños peleaban entre ellos y los disgustos eran grandes.
Que alivio cuando tuvimos nuestra propia casa después de catorce años comprimidos, tan comprimidos que los dos mayores tuvieron que vivir con mi hermana aunque veía en sus ojitos que ellos no estaban contentos, no tenía otra posibilidad.
Amadeo y Amelia me ayudaban mucho, a pesar del carácter de mi hermana, ellos pudieron estudiar y vivir mejor económicamente que el resto de sus hermanos.
Ya llevamos 12 años en Los Pinos, algunos hijos se han ido casando y han salido del hogar, pero aún así, nos falta espacio. A pesar de ello el día domingo es un día de fiesta ya que todos se reúnen en la casa, más los maridos y las señoras y los nietos. A veces siento que mi cabeza me estallará, pero cuando parten y mis otros hijos se acuestan, la casa se queda silenciosa y vuelvo al tiempo de mi juventud y ¡no puedo creer cómo ha pasado el tiempo! En realidad todavía no tengo muchos nietos, pero con la cantidad de hijos que tengo, no puedo esperar tener una vida solitaria.
Han pasado 6 horas y media y ya hemos llegado a La Serena, el mar al amanecer se ve calmo y las olas juegan repetidamente deslizándose en la arena.
¡Tanto tiempo que no vengo a la playa!
La Serena está al norte de Santiago a unos 600 kilometros más o menos.
Con-Con era mi playa favorita, veníamos con mis primas y andábamos a caballo, pasaba todas mis vacaciones allí, me sentía libre y feliz.
Después del matrimonio los hijos no me han dejado tiempo para nada, lavarlos, alimentarlos, hacer las tareas con ellos, tenerlos en harmonía cuando cada cual tiene su propio carácter.
Parecer fuerte, cuando el hambre nos gritaba desde lo más profundo de nuestro vientre, sabiendo que el mañana no sería diferente.
Las dunas que siguen a la ciudad, no son distintas a las anteriores, ni siquiera se divisan ni los barcos ni las lanchitas que pululaban en la bahía de Coquimbo. Si no fuera por Willie que sigue durmiendo en mis brazos diría que la soledad corroe y erosiona como las dunas al paisaje.
¿Qué puedo decirle a Darío? Si desde que lo echaron de la fábrica porque era dirigente sindical, encontrar un buen trabajo ha sido imposible; tiene que estar trabajando en pequeñas industrias que tienen trabajo uno o dos días a la semana y los niños quieren comer todos los días pero eso los patrones no lo comprenden; me imagino que sus corazones deben estar llenos de dunas.
El sol comienza a calentar y entra a raudales por las ventanas, sirven el desayuno y se cambia el turno de los choferes; nuestros niños también se despiertan y están alegres.
Los sandwichs están ricos y la leche tibia les da color a sus mejillas. Para nosotros el cafecito que acompaña el sandwich nos llena de nuevas energías.
La señora Blanca sonríe, habla con Marcos unos monosílabos y continúa mirando el paisaje como si siempre estuviera tan lejos; incluso cuando sonríe está triste; seguramente está en el pasado al igual que yo, solo que el de ella me parece más triste.
- ¡Abuelita, mira las olas como saltan en las rocas! grita Willy con sus ojitos maravillados y ¿El mar no termina nunca abuelita?
- Todo empieza y todo termina hijo, como el día, como las estaciones y como los pájaros que nacen, viven, procrean y mueren.
Preguntas y respuestas se siguieron durante horas, Marquito me ayudaba a veces a responderle a su hermano menor, pero terriblemente inquieto frente a las cosas de la vida.
- ¿Abuelita, porqué mi papá y mi mamá no están juntos?
- Sabes mi niño que esa pregunta deben responderla ellos.
Yo te puedo contar que en general cuando dos personas se aman, se casan y tienen hijos que se le parecerán.
Pero el amor es como una plantita que hay que regarla todos los días. A veces tenemos mala memoria y se nos olvida echarle el aguita milagrosa de la vida.
- ¿Y de dónde se saca ésa aguita?  
- Todos tenemos una fuente inagotable que está cerca del corazón, pero no se puede tocar ni se puede ver, pero existe y es como una hermosa flor que nos hace felices porque nos hace ver la vida con ojos diferentes, nos hace comprender a todo el mundo y sobretodo a quienes amamos.
- ¡Yo debo tener poca aguita, porque estoy muy flaco!
- ¿Entonces mi papá y mi mamá tienen mala memoria? Eso no me gusta porque nosotros tenemos que estar con las abuelitas, pero no con ellos. Yo tengo amigos, que van con sus papás a ver a sus abuelitos. Yo voy con mis abuelitas para visitar a mi mamá.
Es raro ¿Verdad abuelita?
Antofagasta se divisaba a lo lejos, y una roca inmensa, habitación de miles de pájaros murmuraba con sonido de olas, la ciudad entretanto comenzaba a crecer y uno que otro barco danzaba con su acompasado vaiven, los niños nuevamente están durmiendo y la señora Blanca con ellos.
Antofagasta está a 1300 kilometros de Santiago, nos hemos demorado más de 18 horas, desde que salimos de la capital; dicen que cerca de aquí está Chuquicamata la mina más grande a tajo abierto del mundo. ¿Será tan grande como dicen?
Nuevamente la ventana del pasado se abre y comienzo a mirar con ojos de asombro el camino recorrido, veo los mayores dando sus primeros pasitos tan dependientes, tan débiles tan pequeñitos y hoy son hombres y mujeres caminando por la vida, pero mucho más seguros y con mejores armas para la vida de las que yo tenía.
Me han hecho pasar tantos sustos estos niños, me acuerdo cuando a Ernesto  se le quedó atascada la cabecita entre los barrotes de la cuna de fierro y no había caso de poder sacársela y el pobre muy asustado lloraba y los barrotes que le apretaban sus sienes, tuvimos que conseguirnos una sierra para poder cortarlas y las marcas quedaron en su cabeza durante mucho tiempo. Yo tenía 19 años en aquel entonces y lloraba junto con él, era la primera vez que nos pasaba algo así.
Cuando la casa vecina a la de Amelia se vino abajo justo cuando pasaban Doris, Ernesto y Juanita. Doris y Ernesto se salvaron, pero Juanita la hija de nuestra amiga quedó sepultada por los escombros.
¡Cuando sentimos el ruido estruendoso!  Salimos corriendo porque sabíamos que los niños habían ido a comprar chocolates a la esquina. Los escombros dejaban ver un chaleco como el de Doris debajo de la mole de cemento; sentía que mi vida se partía y gritaba...  no podía llorar, las manos me sangraban tratando de quitar los restos que estaban sobre mi niñita. Cuando llegamos a ella, vimos que era Juanita con su rostro destrozado, su corazón ya no latía.
Amelia y yo seguimos quitando las moles pero mis hijos no estaban; el llanto y el polvo no me dejaban ver; alguién gritó que ellos estaban al frente escondidos detrás de una puerta. Estaban pálidos y sus corazoncitos saltaban ellos tenían 5 años él y 4 ella, yo apenas tenía 23 años, pero me sentía tan vieja como si un peso enorme hubiera caído sobre mi juventud.
Amadeo y Amelia lloraban abrazados junto al cuerpo de Juanita, repitiendo ¡Qué le vamos a decir a sus papás!
No hacía más de una hora que ellos habían dejado a Juanita en la casa de mi hermana porque ellos iban al cementerio para enterrar a su otro hijo que había muerto a los 14 días de nacido.
Si bien es cierto que mis hijos estaban sanos y salvos, tenía tanta tristeza por nuestra amiga y la reacción que tendría de encontrar a su hija mayor muerta como la pequeñita.
¡Ella enloqueció, pobre Amalia!
Ellos eran felices, José y Amalia eran una pareja hermosa, él era alto y buenmozo fisicamente muy atractivo y además un caballero y ella una hermosísima mujer con un cuerpo a envidiar y tenían una hija que tenía todos los talentos, la mejor de su curso, querida en todos lados y además se amaban; el amor en ellos resplandecía.
Pero el destino les tenía reservado un final trágico, el más preciado fruto del amor, sus hijos, fallecieron casi conjuntamente; la mayor de 9 años y el bebé de días.
Cuando miro hacia al lado, y veo las penas que otros sufren no puedo menos que sentirme feliz, porque mis hijos han ido creciendo y saliendo de las dificultades económicas que vivieron en su niñez; a pesar de lo difícil hemos hecho un gran trabajo, largo y penoso a veces pero las más, llenos de la dicha que los niños traen a esta tierra y en especial a sus padres; de solo verlos me lleno de felicidad; además soy una abuela jóven, con solamente 42 años y me siento a veces tan vieja.
Cuando llegamos a Arica, tenía las piernas agarrotadas; mi hija y su nuevo marido nos estaban esperando.
Los niños no querían despegarse de su mamá; lloraban de felicidad, yo también lloré con ellos.
El encuentro fue emocionante. La brisa del mar llegaba con olor salino y el sol ya calentaba a esa hora del día. Las maletas fueron embarcadas en un viejo taxi y recorrimos la ciudad antes de llegar al lugar donde habitaban.
El Morro miraba el mar, mientras docenas de palmeras saludaban nuestro paso. Encontrar un lugar verde después de tanta aridez es como para maravillarse y si le agregamos el azul del mar nos parece paradisiaco.
Creo que han elegido un hermoso lugar para comenzar el amor, espero que no termine como
el otro. En estos tiempos romper un matrimonio es tan fácil. En nuestros tiempos eso no correspondía, era impensable. Claro que esto permite enmendar los errores que a veces cometemos y no cargar la cruz eternamente.
Pasamos unos meses deliciosos, caminabamos todas las tardes por la orilla de la playa.
Incluso en el mes de Agosto, cuando en Santiago, la lluvia y el frio son de la partida, en Arica el sol se levantaba cada mañana y entibiaba la vida y le daba alas a los sueños.
Alli nos sentabamos a conversar con mi hija, mientras mis nietos corrian sin parar. ¡Como me hubiera gustado detener el tiempo!
Pero cada cual viene a este mundo a vivir su destino ya trazado. Adquirimos responsabilidades y no tenemos otra elección que cumplirlas con lo mejor de nosotros mismos. Darìo y yo casi no conocimos la juventud, en plena adolescencia jugamos a ser adultos y la juventud se nos fue sin haberla vivido.
Cuando veo que mis hijos se sienten seguros en los brazos y con el amor de Darío, vuelvo a mi infancia y no recuerdo haber estado en los brazos de mi progenitor. Siento que es un cariño que me faltó, y creo que Darío es tan paternal, que me dió en los primeros años todo aquello que yo no había conocido en mi niñez.
Mamá siempre me contaba lo bueno de mi padre y era lo que yo guardaba en mi memoria. Pero cuando el tiempo pasa, y tenemos capacidad de raciocinio, los cuentos de hadas dejan paso a la razon y ahí comprendí que tuve un padre que tuvo dos familias al mismo tiempo y mi mami lo supo despuès que volvieron a Santiago. Los primeros cinco años los vivieron en Tacna y él viajaba cada cierto tiempo a la capital por razones de trabajo, pero en realidad, era para visitar a su primera familia, solo que siempre lo ocultò.
A su deceso contó con dos señoras y varios hijos, ni la una ni la otra, habian sabido nada de su historia. Pero su muerte repentina a la salida del Hipódromo Chile, producto de un asesinato, dejo al descubierto sus vidas paralelas.
Juzgarlo no me hace más feliz; pero a la niña siempre le faltó ese amor que no tuvo, pienso que a mis hermanos también. No debe haber sido distinto para mis medios hermanos, con los cuales nunca tuvimos alguna relación, a pesar de que el azar nos cruzó muchas veces en el mismo camino.
Cerca de Arica, hacia el interior se encuentra el valle de Azapa. Fuimos varias veces para visitarlo, sus olivares crecen a orillas de los caminos con sus inmensas aceitunas que no faltaban en cada comida; allí aspiraba a todo pulmón el olor a campo y a lo lejos se ven lo empinados volcanes con sus cimas nevadas. A pesar de la belleza del paisaje, me faltaban mis hijos y me faltaba Darío.
El descanso había sido bastante largo, y debíamos reencontrarnos con nuestro propio destino. La empresa en la cual debíamos viajar estaba en huelga y tuvimos que hacerlo en una de la competencia, con tan mala suerte que me tocó venirme sentada a Santiago en un asiento al lado del chofer, asiento que generalmente ocupan los copilotos.
Los nietos tuvieron que venirse con la Blanquita, ya que yo no tenía espacio, lo que fue mejor para ellos. El viaje fue tranquilo, el mar me miraba desde la derecha hacia el lado izquierdo los cerros y dunas nos recordaban la inmensidad del desierto.
El copiloto que había perdido su asiento, hablaba con el chofer desde la pisadera interior y comentaban la fiesta que habían tenido la noche anterior. Con los ojos cerrados me dejaba mecer por el vaiven.
Debo haberme dormido, al despertarme ví como conductor al que era el copiloto al inicio del viaje, y lo que me había despertado fue un movimiento brusco del autobus, íbamos en lo alto de la cuesta, antes de llegar a Vallenar (supe despuès), había una neblina espesa y la visión muy mala, el chofer se veía preocupado, o bien tenía dificultades para mantenerse despierto, de repente sentí que el bus comenzaba a caer, mi cabeza se golpeó violentamente con el parabrisas y sentí que un sopor me impedía abrir los ojos.
Cuando me desperté, sentí un dolor intenso en mi cabeza y en mi rostro, no me podía mover, alguien me hablaba y no era capaz de comprender sus palabras. Volví a perder conciencia durante varias horas, según me explicaron màs tarde.
-       ¡ Mis nietos!
-       No se procupe señora, me dijo una enfermera con mucha dulzura, sus nietos
-están con la otra abuela, ella tiene una herida leve y los niños no tienen nada, la persona más grave de este accidente es usted, pero en poco tiempo comenzará a sentirse mejor, tiene que dar gracias a dios, porque pensamos que se nos iba.
El cambio.
Nosotros vivimos siempre en Santiago de Chile. La primera casa que conocí fue la de Sierra Bella.
Cuando mis papás se cambiaron, yo tenía 18 años, mi papá me pidió que le acompañara a la calle Franklin, lugar donde vendían muebles usados y nuevos pero a un valor más bajo que en otros lugares. Y a pesar de todo, nos costó encontrar un comedor que se ajustara al presupuesto módico que tenía mi viejo.
El contaba en la época unos 43 años, veía la preocupación en su rostro tratando inutilmente de encontrar aquello que nos sirviera y además que incluyera el flete hasta la población donde recién se habían cambiado. Yo no contaba con la madurez que me permitiera comprender las razones de nuestra pobreza.
Odiaba la situación de tener que vivir en dos formas tan diferentes; por una parte la casa de mis tíos donde todo sobraba y por otra la de mis padres en que todo faltaba.
Allí se fueron gestando en mi, los anhelos por una sociedad más justa.
Era la primera vez que ellos como familia tenían una verdadera casa, debería decir que nosotros como familia, sin embargo el hecho de vivir separados de ellos la mayor parte del tiempo, me hacía sentir un extraño y no como parte de la familia. Sentimiento que me acompañó durante muchos años y pienso que mis hermanos tambien lo han sentido así.
Viví por las circunstancias de la vida separado de ellos en la infancia y adolescencia; me casé tempranamente y después el golpe de estado del año 1973 me obligó a vivir fuera de Chile.
He vivido esporadicamente con ellos en algunos pasajes de mi vida y teniendo los mismos padres y los mismos genes, siento que vivimos en mundos tan distintos.
Las percepciones de la vida, los intereses y por lo tanto nuestro accionar, están en dimensiones diferentes.
Aquí no hay mejores ni peores, tampoco culpables, solo constatación de hechos y lo peor es que los sentimientos se fueron durmiendo, como si la lejanía hubiese sido una barrera imposible de pasar.
Talvez porque en mi niñez los viejos me faltaron tanto, tuve que inventar una coraza de hielo para seguir viviendo y de alguna manera ese hielo se me fue quedando y transformando en olvido.
Hoy los viejos ya no están y durante muchos años arrastré heridas y sentimientos encontrados respecto de su amor. Después el tiempo las fue borrando y se abrió la luz por donde pasó la comprensión, el niño herido dejó el paso al hombre que entendió las razones de la vida pero no fue capaz de restaurar los lazos que se van tejiendo con el tiempo de vida común.
Cuando empezé a trabajar, volví a la casa y estuve viviendo dos años hasta que me case, eso me permitió aportar con mi salario a mejorar los ingresos familiares.
Mi último hermano nació cuando ya tenía 20 años y a los más pequeños solo los veía en las visitas dominicales que hacía a la familia, no teníamos ninguna vida en comun. Aunque jamás dejé de ayudarlos economicamente, y sintiéndome siempre responsable de todos ellos, pero sólo como un proveedor.
Acompañé a mi papa al hospital, para conocer a Mario el último de mis hermanos era el número 14, pero de los vivos solamente el número 13, a veces pienso que ése número le fué fatal.
- ¿Papá, no has pensado que ya somos demasiado en un departamento tan pequeño para tantos?
- En verdad siempre compro un numerito de la lotería, pensando que me voy a sacar de nuevo el gordo, para poder solucionar muchos problemas y entre ellos el de una casa más grande.
- Pienso que deberían comenzar por cerrar la fábrica, porque de sueños no se puede vivir eternamente.
- Siempre sonriéndose me dijo entre bromas un poema clásico “Sueña el rey siendo un rey“ que queda para un pobre ser como nosotros; así que no me pidas que no sueñe.
Mario era un niño hermoso, rebosante de salud y su piel blanca contrastaba con su pelo negro, mi madre estaba feliz.
-¿Te gusta tu hermano?  me preguntó,
- Si mami es un niño hermoso, respondí con la mejor de mis sonrisas; pero mi cabeza estaba en la solución de los problemas económicos que vivíamos.
Había llegado hace poco una carta en la que nos decían que si no pagábamos las cuotas de la casa seríamos desalojados.
Mi sentido de responsabilidad me impedía sustraerme de los problemas que teníamos por delante, en cambio ellos acostumbrados a vivir con las dificultades propias de la pobreza constante, no se amilanaban y vivían felices esos pequeños momentos de felicidad que les daba la vida.
Mirado con las perspectiva que da el tiempo y la sabiduría de la experiencia, pienso que ellos siempre tuvieron razon de vivir como lo hicieron.
La racionalidad inhibe vivir las emociones en toda su plenitud y no escuchamos al corazón cuando nos muestra su camino y conducimos nuestras vidas como con el freno de mano y del pie antes que el acelerador.
Mis padres esperaban mucho de su hijo más pequeño, el que les acompañaría por más tempo en el inicio de su vejez; aquel en el que verterían todas las experiencias vividas con los primeros, que no fueron pocos.
Cada uno uno de nosotros teje sueños desde la más tierna infancia, pero la vida nos lleva por caminos que jamás soñamos.
Nuestros caminos están trazados de tal manera que lo que algunos llaman los imponderables o los inesperados o los impensables, nos llegan para conducirnos por la ruta que jamás esperabamos conocer o vivir.
Gloria era de origen italiano, sus ojos verdes tenían una profunda intensidad en su mirada, sus manos se tomaban de las mías, mientras Paul Anka cantaba “You are my destiny”, (tu eres mi destino).
Su mejilla descansaba en la mía y ella entonaba la canción en un murmuro junto a mi oído, sus senos se apretaban en mi pecho y el latido de su corazón hacía un duo junto al mío, los dos minutos cuarenta segundos de la canción, tenían la virtud de llevarme al más allá y de traerme cuando el sonido se callaba, la sala se quedaba vacía y nosotros mirándonos aún, sin que pudiera articular palabra alguna. Ella todo ojos, ella todo sonrisa y yo sonrojado sin poder moverme y sin poder hablar. El calor de aquel verano, tenía el calor de su cuerpo en mis manos y yo perdido en su mirada.
Alguien la viene a buscar, y me grita:
- No te vayas vuelvo en seguida
Mi padre y mi abuelo aquella noche estuvieron prendidos de su escote. Y ambos de diferente manera, vinieron para empujarme a seguir en sus brazos. Pero a los 17 años, las brazas a veces estrangulan la voz, te mojan las manos y te comen las ideas.
El único capaz de hablar era mi cuerpo, que seguía su ritmo, cuando ella me cantaba “Put your head on my shoulder” (Pone tu cabeza, sobre mi hombro) y sus manos eran como una plegaria que me robaba toda mi energía y en el ritmo suave nuestras piernas se abrazaban, el muslo de ella entraba entre mis piernas mientras mi mano derecha se bajaba de la cadera tocando el inicio de sus glúteos convexos y altivos, mientras mi mano izquierda entrelazada a
la suya acariciaba el nacimiento de su seno. No hubo en la noche sino miradas, y nuestros cuerpos cimbreandose al compás de alguna música de los años 60.
Así se murió el año1961, apegándome a Gloria, cuando Paul Anka nos cantaba desde el tocadiscos para discos 33-1/3. Pero el tocadiscos cesó de girar y cada cual partió como en un hoyo negro donde no se puede encontrar siquiera la huella.
Lo que no pudimos vivir, quedará como un recuerdo sublime entre dos seres que se despertaban y dos cuerpos que se desearon tanto que se quemaron antes de entrar al horno.
La encontré muchas veces en mis sueños y como en aquél año nos volvíamos a perder en mi despertar. Algún día en algún lugar, podré articular palabra. Para contarle que siempre fue una visita bienvenida en mis sueños más eroticamente sublimes.
Pero la juventud es despertarse cada día con ansias nuevas, es un descubrir constante, es explorar caminos, callejuelas y avenidas y en cada uno de ellos te cruzas con miles de personas que van dejando huellas algunas y otras que pasan como una lluvia pasajera, te mojan, te refrescan, te ensucian y solo a veces te resfrían.
El futbol es el pasatiempo, es el deporte más practicado en Latino América, y yo no fui la excepción. En la población había muchos equipos y talvez los más conocidos eran los oriundos de La Legua. Donde se juntaban la calidad futbolística y el mal nombre del que estaban premunidos en cada equipo más de la mitad eran pelados al cero. Todos aquellos que pasaban por recintos carcelarios salían pelados.
En la época en que no era la moda, sino el claro resplandor de una vida al margen de la sociedad.
Mi viejo era el estrenador del club de Los Pinos, y aunque en general no jugaba en la población, aquel año lo hice.
Generalmente ocupaba la plaza de volante izquierdo, aunque golpeaba el balón con ambos pies y dribleaba también con ambos, puesto que era diestro y no zurdo.
El partido era intenso y ambos equipos habían hecho meritos para llevarse el triunfo, pero la esquiva pelota no quiso entrar en los porticos, golpeó los maderos o la salvó el arquero. Como a los 30 minutos del segundo tiempo recibí un balón a la entrada del área contraria, eliminé a un adversario dribleando hacia la izquierda y lanzé mi pié con toda mi fuerza cuando ví que el arquero había dejado un hueco hacia su izquierda, cual no sería mi sorpresa al sentir un pié entre mis dedos o punta de pié y mi tobillo y miraba como se levantaba el tipo, sentí que hasta los pelos de la nuca se me erizaban de dolor.
Actualmente el que hace una plancha a un adversario es expulsado y tiene un castigo de varios partidos, ya que las posibilidades de quebrar un pié son muy grandes. Aunque la pelota siguió su curso y se incrustó en la valla contraria, me fué muy difícil celebrar con mis compañeros y debí salir de la cancha por algunos minutos.
Nosotros no teníamos nada conque sanar algún herido, todo lo hacía el tiempo y algunos masajes de buena persona y un vaso de agua, cuando había.
Seguí jugando con bastante dolor, y al término del partido cuando fui a tomar la ducha me dí cuenta que mi pié estaba negro e hinchado. A los minutos ya no podía pisar y me costó más de dos semanas recuperar una marcha normal y un mes para poder jugar nuevamente. Quien me vió la pierna, dictaminó que tuve mucha suerte de no habermela quebrado.
Solo jugué en la población de mis padres aquel año, nunca fui un fanático, como lo fueron mis hermanos menores. Pero pienso que ellos además tenían más condiciones para el futbol que yo y no tenían los otros intereses en la vida que yo tenía. Había quienes solo vivían para los partidos de los días domingos y se repetían los tres partidos. En general cada club debía tener tres equipos de diferentes niveles de peor a mejor: la tercera, la segunda y la primera que era la de mejor calidad.
Uno de nuestros mejores partidos, lo hicimos camino al Volcan. Era el equipo de la familia, primos, tios y hermanos más uno que otro amigo de los viejos quienes eran los artifices de este encuentro y de dirigir el equipo.
Aquel domingo partimos muy temprano para tomar el tren de trocha angosta que nos llevaría hasta el pueblo de Lo Rojas. Era un tren muy lento e incluso había tramos donde alguien corriendo le ganaba al tren. El viaje era hermoso, de un lado los muros de los cerros y del otro los campos sembrados o llenos de animales separados por el río Maipo que corría 200 0 300 metros más abajo. El tren tenía vida, la gente que visitaba a sus parientes, muchas familias, y por ende muchos niños. Pero la bulla venía de las canciones que entonaba nuestro equipo, no faltaba el que se incorporaba si conocía las canciones de la época.
Estabamos invitados a jugar y después a un asado campestre, bien regado por supuesto.
El Negro, nuestro tío, hizo el equipo y nombró inmediatamente los cambios. Causa de los cambios, primero aquel que se canse, pide cambio inmediatamente, es decir se automargina, en el caso de error reiterativo de algun jugador sera cambiado inmediatamente sin derecho a zapateo o a reclamo. De mi experiencia como futbolista, seguía hablando el Negro, ganará el que haga más goles. Y solo hará goles el equipo que chutée al arco y para tener la posibilidad de hacer goles, tenemos que tener el balón. Los pases deben ser con intención acercádonos siempre a la valla contraria, los pases siempre deben ir al vacío a la espalda del adversario, para que nuestros delanteros entren con mayores posibilidades de convertir. Cualquier otra forma es jugar erradamente y nos lleva a perder.
Al arco jugó mi Viejo, como defensas centrales el Negro y mi primo Lucho como defensas laterales el Nono hermano de Lucho y el Mingo un amigo, en el medio campo Feña, nuestro tío y el Chuleta un mastodonte de 1,90 mts. Adelante ibamos Coté hijo del Negro, Pipo mi hermano, el Chocolate Nemo por la derecha y yo por la izquierda. Los más viejos de nuestro equipo propusieron jugar dos tiempo de 30 minutos, cosa que los dueños de casa no aceptaron y quedamos en 40 minutos por lado. Lo normal es 45 minutos por lado.
Terminamos el primer tiempo ganando 4 a 0, pero con varios lesionados o molidos de nuestro lado.
Los adversarios más fuertes fisicamente se nos vinieron encima a partir de los 20 minutos del segundo tiempo y a pesar de que le hicimos un nuevo gol aprovechando que adelantaron sus lineas, no fuimos capaces de mantener nuestra valla invicta y nos hicieron dos goles muy rápidos que les dió más alas a sus delanteros. A pesar de los cambios constantes en nuestro equipo los tres reservas estaban echados, es decir agotadísimos y no querían entrar nuevamente. Al finalizar el partido nos hicieron el tercer gol.  Si hubieramos jugado un partido normal nos hubieran ganado por fisico.
La ducha siempre ha servido, para hacer los comentarios y las criticas tanto las constructivas como la de los errores. Puta que la cagué en el último gol te hice el pase, pero ya no veía de cansado y se la pasé al huaso en bandeja, decía el Mingo y usted don Domingo tampoco la vio? Pienso que si me tiro la habría alcanzado, pero el partido se estaba acabando y un gol más para ellos va ayudar a que nos den más comida, así que deben agradecerme por el sacrificio que hice en bien de nuestros estomagos. Buena la chiva, gritaron varios.
Nuestros adversarios felicitaron, principalmente a los viejos de nuestro equipo. No, ellos juegan mucho si hubieran venido jovenes a jugar nos llenan la canasta de goles y no habríamos hecho ninguno, pudimos hacer los goles porque se cansaron y los delanteros tuvieron que bajar para defender y son muy jovencitos y muy débiles en el cuerpo a cuerpo. Ellos tenían razón.
Pero la fraternidad llenó nuestros corazones, la carne nuestros estomagos y el vino la ponchera. Más de alguno se vino durmiendo la borrachera, en el anochecer de aquel domingo.
El futbol lo vivíamos intensamente y aunque la vida no siempre era fácil para muchos de nosotros, los jóvenes soñabamos con un mundo mejor y el futuro estaba tan presente que la tranquilidad nos hacía vivir felices los momentos de confraternizar corriendo tras de una pelota y de un objetivo simple ya que un triunfo nos daba razones para vivir una semana feliz y de tristeza si perdíamos. Pero para los viejos, todo era diferente ya no tenían sueños que cumplir y a veces una copa era el elixir para olvidar las amarguras del diario vivir.
Esa fué la única vez que recuerdo haber jugado en un equipo familiar y la cuento con la nostalgia de los años pasados.
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culturizando · 7 years
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#UnDíaComoHoy: 27 de octubre en la historia
El 27 de octubre es el día 299º día del año. Quedan 65 días para finalizar el año. Te presentamos una lista de eventos importantes que ocurrieron un día como hoy 27 octubre.
-Hoy se conmemora el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual. Los documentos audiovisuales, como películas, programas de radio y televisión, grabaciones de audio y video, contienen los registros primarios de los siglos XX y XXI. Trascendiendo el idioma y las fronteras culturales, apelando de inmediato a la vista y el oído, al alfabetizado y al analfabeta, los documentos audiovisuales han transformado a la sociedad al pasar a ser un complemento permanente de la constancia escrita tradicional. Todo el patrimonio audiovisual mundial está en peligro; no puede decirse que se haya preservado en ninguna parte. Sin embargo, gracias a iniciativas como el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual y el Programa Memoria del Mundo, se impulsa la valiosa labor de los profesionales de la preservación para gestionar los aspectos técnicos, políticos, sociales y financieros, entre otros, que amenazan la salvaguardia del patrimonio.
-312: Constantino afirma tener una visión de la Santa Cruz.
-1275: fecha tradicional de fundación de la ciudad de Ámsterdam en Holanda. En realidad, se sabe que con anterioridad ya existía un pequeño asentamiento de pacíficos pescadores. En 1300 se le concedieron los derechos oficiales de ciudad y, a partir de ahí, esta población comenzó a crecer como centro comercial y de intercambio con las ciudades vecinas e incluso con Alemania, iniciando así su auge que tendrá su punto álgido en el siglo XVII, al que se le considerará como “el Siglo de Oro de Ámsterdam”.
-1492: Cristóbal Colón ‘descubre’ la isla de Cuba, bautizada con el nombre de Juana.
-1561: en la actual Venezuela, Lope De Aguirre fue asesinado por dos de sus soldados. Apodado El Loco o el El Tirano incluso por sus propios hombres, también El Peregrino como se denominaba a sí mismo, fue un explorador español y conquistador de Sudamérica que protagonizó un episodio de cruentos asesinatos selectivos para erigirse en líder de una expedición en la búsqueda de El Dorado y, a su vez, se erigió en caudillo contra la monarquía española, episodio por el que fue ejecutado en Barquisimeto en la actual Venezuela.
-1682: en Pensilvania, Estados Unidos, se funda Filadelfia.
-1782: nace Niccolò Paganini, violinista y compositor italiano, considerado el primer ‘Rock Star’ de la historia ” Su rutina de práctica duraba 15 horas al día y su técnica en el violín se hizo tan increíble que comenzó a componer su propia música para demostrarla. Su pieza 24 Caprices, es hasta la fecha una de las más complejas y difíciles piezas de violín compuestas. Sin embargo lo que diferenció a Paganini de sus contemporáneos era su personalidad e imagen extravagante y su evidente amor a presentarse en vivo. Estaba tan adelantado técnicamente que comenzó a circular el rumor de que había hecho un pacto con el diablo, lo que Paganini aprovechó y alimentó al usar siempre ropas negras y muy pegadas al cuerpo, tocar el violín haciendo piruetas y dejando sus conciertos siempre en un carruaje negro jalado por 2 caballos del mismo color. En 1828, el virtuoso comenzó un tour de casi 6 años por Europa que lo convirtió en millonario, sin embargo derrochó esa fortuna en bebidas y apuestas, inclusive intentó abrir infructuosamente su propio casino en Paris en 1838, lo que lo dejó en la bancarrota.
-1807: se firma el Tratado hispano-francés de Fontainebleau. Napoleón introduce sus tropas en España para invadir Portugal. En este tratado se estipulaba la invasión militar conjunta franco-española de Portugal —la cual se había unido a Inglaterra— y se permitía para ello el paso de las tropas francesas por territorio español, siendo así el antecedente de la posterior invasión francesa de la península ibérica y de la Guerra de la Independencia Española.
-1858: nace Theodore Roosevelt, coronel, político y presidente de los Estados Unidos. Premio Nobel de la Paz 1906 (m. 1919) | «Haz lo que puedas, con lo que tengas, estés donde estés» Theodore Roosevelt
-1914: nace el escritor y poeta galés, Dylan Thomas,
-1922: nace Carlos Andrés Pérez, político venezolano, presidente entre 1974 y 1979 y entre 1989 y 1993. Durante su primer mandato, el país fue conocido con el apodo de «Venezuela Saudita» debido al flujo de dólares que ingresaron por la exportación del petróleo venezolano (que fue nacionalizado durante este periodo). Su segundo mandato, a diferencia del anterior, estuvo marcado por escándalos de corrupción que culminarían con su separación del cargo, ante la declaración de procedencia de antejuicio de mérito por parte de la Corte Suprema de Justicia acusado de malversación de fondos públicos y fraude a la nación, y la crisis social manifiesta en el llamado Caracazo. Tanto los escándalos de corrupción como el Caracazo fueron utilizados como argumento por Hugo Chávez y Hernán Grüber Odremán para dos intentos de golpe de Estado el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, respectivamente. Al ser separado de sus funciones por el Congreso Nacional el 21 de mayo de 1993 por el delito de malversación de fondos públicos, se convirtió en el único presidente en ejercicio en la historia en ser destituido por una acción judicial.
-1932: nace Sylvia Plath, poetisa y novelista estadounidense. Junto con Anne Sexton, Plath es reconocida como uno de los principales cultivadoras del género de la poesía confesional iniciado por Robert Lowell y W. D. Snodgrass. Estuvo casada con el escritor Ted Hughes, quien tras su muerte se encargó de la edición de su poesía completa.
-1945: nace Luiz Inácio Lula da Silva, presidente brasileño entre 2003 y 2011. Comenzó siendo obrero metalúrgico, luego fue sindicalista y a mediados de la década de los 70 ocupó la presidencia del sindicato de los obreros de la metalurgia. Fue el máximo partícipe de las mayores huelgas durante la dictadura, que dejaron en jaque al régimen y aceleraron la caída del mismo. Candidato por la presidencia de Brasil en varias ocasiones (1989, 1994 y 1998) pero no fue hasta el 2003 que resultó vencedor. Durante sus ocho años como Jefe de Estado de Brasil, hizo reformas y radicales cambios. Es ampliamente reconocido como una figura de su tiempo.
-1952: nace Roberto Benigni, actor y director italiano. En 1977 debutó como actor en Berlinguer, ti voglio bene, dirigida por su amigo Giuseppe Bertolucci. El reconocimiento le llegó en 1997, con su versión sobre el holocausto nazi en La vida es bella (1997) dirigida y protagonizada por él. Con ella ganó tres Oscar y el Gran premio del Jurado en el Festival de Cannes.
-1984: nace Kelly Osbourne, productora y presentadora de televisión inglesa. Kelly conoció la fama en el reality show de MTV The Osbournes, un programa basado en su famosa familia y en su padre, Ozzy Osbourne.
-1986: en Asís (Italia) se reúnen representantes de las principales religiones del mundo para rezar por la paz mundial.
-2003: en Málaga (España) se inaugura oficialmente el Museo Picasso.
-2010: muere en El Calafate, Santa Cruz (Argentina), Néstor Kirchner, abogado y político que gobernó Argentina desde 2003 a 2007 y en el momento de su muerte era presidente del Partido Justicialista.
-2013: muere Lou Reed, músico estadounidense. Cantante y compositor de rock, considerado el padre del rock alternativo, primero como líder del grupo The Velvet Underground y luego en solitario. Nacido en Brooklyn, residió habitualmente en Nueva York; ciudad cuya faceta menos amable plasmó en muchas de sus letras. Hizo colaboraciones y contactos con creadores como Andy Warhol y David Bowie. Su original estilo e influencia la generó gran fama entre las vanguardias musicales posteriores, fama a la que no fue ajena su ajetreada vida personal durante sus años de mayor éxito. Sin embargo, Reed fue considerado habitualmente como un músico «de culto», ajeno en parte a las listas de éxitos y el marketing de las multinacionales discográficas.
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aurapenelope · 7 years
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19S: Tu casa es una nube de polvo
J. y yo somos freelancers, por lo general trabajamos en casa, cada quien en su estudio, con nuestras dos perras haciendo rondines entre la sala, la recámara y los estudios. J. recuerda bien el sismo de 1985, y es algo que, de cierto modo, nunca superó. Vivimos en la colonia Roma. Hace 32 años, él estaba en el mismo departamento donde ahora vivimos los dos. Cada vez que pasa un camión pesado por avenida Medellín, se levanta de un salto y corre a mi estudio a preguntarme si está temblando. No, sólo se está cimbrando, le digo yo la mayoría de las veces. Y yo, que no recuerdo el 85 porque era demasiado pequeña, no tenía registrado ese tipo de terror. Recuerdo temblores que me tocaron hace bastantes años, uno oscilatorio cuando estaba en secundaria, otro trepidatorio en Guerrero años después, pero ninguno, ninguno como este.
Soy de las personas que tratan de conservar la calma en situaciones de desastre. Soy de las personas que tranquilizan a quienes pierden los nervios. Soy de las personas que piensan que, al final, vamos a estar bien.
El 7 de septiembre sentí terror por primera vez. El cerebro no alcanza a comprender inmediatamente lo que ocurre en ese momento, lo único que quieres es correr. La alarma sísmica sonó con tiempo suficiente para ponerle la correa a las perras y bajar corriendo. Porque lo primero en lo que pensamos es en ellas, en las perras. Estábamos en la calle cuando vimos las famosas luces azules, después supimos que era la energía de las placas tectónicas al impactar entre sí. Voy a hacer la maleta de temblores, lo prometo, le dije a J. No la hice, por el trabajo, por olvido o por cualquier otra cosa. Después de todo, pensé, septiembre es un mes fatídico para nosotros, cualquier mexicano lo sabe, aquel temblor de la secundaria también fue en septiembre, y con el del 7, este año, ya teníamos cubierta la cuota. ¿Cuáles eran las probabilidades de que tuviéramos otro sismo importante en el mismo mes? Luego hago la maleta. Lo más seguro es que no la necesitemos pronto.
El martes 19, J. me recordó en la mañana que habría un simulacro. Ah, lo hacen cada 19 de septiembre, ¿no? La alarma sísmica sonó, pero se oía lejos de nuestro departamento. En el momento no recordé que era un simulacro, entonces fui yo quien saltó y corrió a su estudio para preguntarle si estaba temblando. Me miró con los ojos que pone cuando cree que no lo escucho. Ah, el simulacro, le dije. ¿Tenemos que bajar?, le pregunté. No creo. No, más bien no.
Y dos horas después, ya todos sabemos qué pasó.
Quienes vivimos cerca de avenidas grandes como Medellín, estamos habituados a pensar, quizá como defensa, que un ligero temblor no es más que el camión que pasa. Eso pensé al principio. Pero ya duraba demasiado para ser sólo eso, así que me levanté, otra vez, y le grité a J. que, ahora sí, estaba temblando. Dijeron que la alarma sonó durante el sismo, pero nosotros no la escuchamos. Así que hicimos lo de siempre, agarramos a las perras y bajamos las escaleras. Pero bajar las escaleras era como estar caminando sobre un columpio, no sabíamos si se iban a caer o si debíamos intentar bajar. Las perras se adelantaron y al final alcanzamos la planta baja. Escuchamos los gritos de la vecina del primer piso, y lo que gritaba era: ¡Jack! ¡Jack!, el nombre de su perro. Nuestro edificio tiene tres puertas: una reja de metal, una puerta de vidrio a la que hay que darle doble vuelta, y la de la cochera. J. llevaba las llaves, yo olvidé agarrar las mías, pero no logró dar las dos vueltas a la puerta, así que golpeó el cristal con los pies enfundados en sus crocs. El vidrio se rompió pero era obvio que no podíamos salir por ahí. Era obvio pero lo obvio no es lo primero en lo que uno piensa. Pudo haberse rebanado el pie pero no le pasó nada. Nos refugiamos en la cochera. No sabíamos qué más hacer. Nos pegamos al coche del vecino, nos abrazamos, J. abrazó a la border collie con una mano y con la otra se agarró a mis piernas. Yo estaba temblando, apenas podía mantenerme de pie; con una mano lo abrazaba a él y con la otra sostenía a Alubia, la perra mestiza amarilla.
Llegó la vecina con su perro en brazos. Esperamos a que terminara el sismo y ella abrió la puerta de la cochera. Sólo entonces pudimos salir a la calle.
Esta vez no vimos luces en el cielo, esta vez escuchamos los derrumbes a unas cuadras de nosotros, el estruendo de las edificaciones, una explosión tres calles adelante. Las nubes de polvo pasando el viaducto. El sonido es lo que nunca olvidaremos, la sorda vibración del concreto derrumbándose, de las vidas de la gente golpeando el pavimento.
Nuestro edificio, igual que en 1985, aguantó con unos cuantos rasguños. Desgraciadamente, hubo muchos otros que no. Mi madre y mi hermana viven en la Condesa. Traté de comunicarme con ellas pero no había señal. En una hora recibí un mensaje cuando el servicio tuvo un minuto de recepción. Estaban bien, la casa estaba bien, pero la colonia estaba hecha mierda. J. fue a Viaducto y Torreón a levantar escombros, yo fui a revisar los edificios de la zona y avisarle a gente de Twitter si había daños y dónde. También a ver si encontraba algún perro perdido, encontré uno. Entre los vecinos lo entregamos a la dueña, que había estado preguntando con toda la gente que andaba por ahí.
Cuando mi madre me contaba del 85, siempre hacía hincapié, como todos, en la solidaridad de la sociedad civil mexicana, en cómo estuvieron trabajando sin descanso, día y noche, durante semanas, para sacar a gente con vida, o sólo gente, animales. El sismo de 1985 es para México un referente generacional. Nunca me he sentido particularmente orgullosa de ser mexicana porque me parece como alardear de que tengo el pelo rizado o de que mis ojos son grandes. Sólo estos días, la reacción de los mexicanos me ha hecho sentir que esta gente es especial, y que, en medio de la desgracia, soy inmerecidamente afortunada de atestiguar y participar en una sociedad que lucha por todos los medios, con palas y cubetas, con lámparas y martillos, con topos y perros, con ropa, botas, cobijas, dinero, sándwiches, agua, latas de atún, de frijoles, paquetes de lentejas, de arroz, con vallas humanas y hashtags, albergues y lonas, con camiones, coches, bicicletas y motocicletas, contra la muerte, por encontrar a alguien con vida.
Mi hermana, diez años menor que yo, y que pertenece a la tan vapuleada generación millennial, de quien se dijo que no tenía un objetivo específico en la vida o que muchos llamaron la generación perdida, estaba a la mitad de una endodoncia cuando la sorprendió el sismo. Se salió con la muela pelada y así, con dolor y todo, se puso a juntar víveres para Morelos, a ordenarlos, se fue a Tlalpan a sacar escombros y a reunir alimentos y agua en el Parque España, a buscar y cuidar perros heridos o extraviados (ella estudió veterinaria y es, de hecho, cuidadora de perros).
Y las dos sentimos que nuestras vidas son poco útiles. Yo, porque dejé la carrera de arquitectura para cambiarme a letras, algo que de muy poco sirve para ayudar a alguien a lo que sea; si hubiera terminado, al menos podría dictaminar edificios. Y ella lamenta haber abandonar veterinaria por idiomas. Tengo dos perras y ninguna puede rescatar a nadie porque no las entrenamos para nada. ¿Cómo podemos dormir tranquilas sabiendo que hay gente que perdió su hogar en menos de un minuto?
Se hizo mucho énfasis, durante los primeros días, en la colaboración entre civiles y ejército. J. me contó que, mientras recogían escombros en Viaducto, no hubo una verdadera organización hasta que llegaron los militares y, con la voz firme y segura de quien está acostumbrado a emitir y a seguir órdenes, les dijeron dónde colocarse y qué hacer para poder agilizar el trabajo. En estos momentos, creo, lo que menos importa es quién lleve la ayuda a quienes resultaron afectados, a quienes perdieron su casa, a su familia: lo único que importa es que llegue, pero que llegue a tiempo, y esto es vital. Tampoco importa que quien salve una vida sea un militar, un policía, un brigadista, un rescatista o un perro. El problema, claramente, es cuando la ayuda no es un objetivo, sino un medio para ganar poder, votos, credibilidad, rating o cualquier otra cosa que no sea una vida. Esa es, en pocas palabras, la diferencia entre los esfuerzos de la sociedad civil y el lamentable trabajo del gobierno, la televisora que todos ustedes saben, y de los partidos políticos, que sólo actúan bajo la presión mediática para hacer lo que, de oficio, tendrían que hacer sin que el ciudadano se los demandara. Y tardaron, los partidos, tardaron dos o tres días en decir que nos harían el favor de ayudar con un poco del dinerito que les damos con nuestros impuestos. Luego está lo que hizo el gobierno de Michoacán, lo que hizo el de Morelos, lo que han estado haciendo los saqueadores, los delincuentes inmobiliarios que engordan sus cuentas bancarias a costa de la vida de la gente, las condiciones de construcción de la escuela Rébsamen, las irregularidades del rescate en la fábrica de textiles de Chimalpopoca y las condiciones de trabajo de las empleadas, están los militares con armas, el enaltecimiento innecesario del ejército mediante el himno nacional tras un rescate, en fin.
Existe una fractura incurable entre la sociedad civil y las instituciones. En esta fecha aciaga, sabemos cuáles son nuestras prioridades y las prioridades de los que dicen que son nuestros servidores públicos. Las dos Fridas que aparecieron en días pasados representan a estos dos sectores: la Frida Sofía que es un personaje de telenovela apoyado por quienes aprovechan y exprimen el desastre, y la Frida de cuatro patas que, aunque es una perra del equipo de la Marina, encarna las esperanzas y el trabajo de los civiles, la hemos convertido en nuestro símbolo.
No volveremos a pasar por alto un 19 de septiembre en lo que nos resta de vida. Y tendremos que recordar, cada día, desde ahora, el poder que tenemos (y que creo, sospechábamos que teníamos desde antes) como ciudadanos y como seres humanos para generar un cambio, para reconstruir un país tan herido por quienes se supone que deben cuidarlo. Si el 19S no nos ha hecho aunque sea un poco menos egoístas, no sé qué lo hará.
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rohirrimuniverse · 7 years
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El padre de Javi (desenlace)
El padre de Javi (desenlace)
- ¿Quién será? – dijo Javier.
Nos quedamos los dos paralizados, más que nada por el susto, ya que aquel pitido retumbó en toda la casa como si se tratase de una sirena.
- Espera; voy a mirar, que tenemos la videocámara del portal conectada a la tele.
Javier cogió el mando a distancia, culpable de aquella voluptuosa situación, y pulsó una clave, con lo cual, al cabo de un par de segundos, vimos la cara y el cogote de mi amigo Javi en cada uno de los cuatro cuadrantes en que se había partido la pantalla.
- Hostias, es Javi… - dijo su padre, al mismo tiempo que se incorporaba rápidamente, pues todo esto lo había hecho mientras permanecía a cuatro patas sobre la alfombra del salón. Vístete rápido, Álex, que voy a abrirle la puerta.
Javier salió en estampida hacia la cocina, donde estaba el telefonillo y escuché cómo fingía sorpresa y abría la cancela del portal. Según se alejaba, pude ver su polla penduleante y sus huevos peludos oscilar rápidamente de un lado a otro a causa de la agitación. En cuanto a mí, el susto debería haberme bajado la calentura ipso facto, pero aquella mierda que había inhalado me mantuvo el rabo bien duro a pesar de los inesperados acontecimientos. Me di prisa en colocar la mesa de centro y en rescatar mis gayumbos, mis pantalones, las zapas y la camiseta. Me puse todo encima como alma que lleva el diablo y sólo cuando estuve completamente vestido, caí en la cuenta de que no me había quitado el condón. Javier regresó corriendo por el pasillo. A él sí que se le había bajado la erección y lucía un pene de tamaño ordinario, acompañado, eso sí, por dos buenos huevos que, a decir verdad, desentonaban un poco con el tamaño de su polla flácida. Rápidamente, rescató su ropa de deporte y se vistió en un abrir y cerrar de ojos, al tiempo que escondía el bote de Popper en una caja de madera que había sobre una mesa auxiliar al lado de uno de los sofás. Mi primera impresión fue de desconcierto total. Todo lo que había acontecido hasta hacía un minuto escaso pasaba por mi mente como una película de la que yo, ni siquiera, formaba parte. Es posible que estuviera un poco aturdido por culpa de las dos cervezas que me había bebido, así que mi primera idea fue espabilarme y estar lo más coherente posible, ya que tendría que explicar a Javi qué hacía sentado en su salón con su padre.  Evidentemente, Javier tenía preocupaciones similares en mente. De entrada, recibir a su hijo vestido y buscar una explicación lógica. Me sorprendió lo poco que tardó en subir desde el portal. Supongo que transcurrieron un par de minutos, desde que Javier le abrió la puerta, pero a mí me parecieron décimas de segundo. Eso o que el puto Popper estaba alterando, aparte de mis sentidos, mi percepción temporal. Sonó el timbre de la puerta y Javier se dirigió hacia ella, no sin antes recomponerse lo mejor que pudo. Yo me quedé sentado en el sofá en el que me senté nada más llegar a la casa, cuando me puse a juguetear con el desafortunado mando a distancia.
- Hola, papá. Joder, menos mal que estás en casa… Te hacía en el parque, haciendo bici. Me he olvidado las putas llaves; por eso he llamado al timbre. Es un alivio que estés en casa. Si no, me habría tocado esperarte en la calle.
- Sí, bueno, acabo de llegar, por eso estoy con estas pintas –respondió Javier con una voz que nada tenía que ver con la que emitía gemidos atronadores cinco minutos atrás.
- Estoy hasta los huevos de mi puto jefe. Me ha hecho quedarme otro sábado hasta las nueve. Te juro que en cuanto pueda, los mando a todos a la puta mierda.
Escuchaba esta conversación mientras padre e hijo caminaban por el pasillo desde la puerta de entrada hasta el salón, donde yo esperaba sin saber muy bien lo que iba  a hacer y decir. Cuando Javi cruzó el umbral de la puerta, no pareció sorprenderse de que estuviera allí.
- Hey colega, ¿qué pasa? ¿Qué haces aquí, tío? Te hacía jugando el partidito en el campo… - dijo esbozando la misma sonrisa jovial que esgrimiera su padre un par de horas antes, en el mismo lugar y me atrevería a decir que en la misma posición.
- Sí, bueno… Es que…
- Álex vino a buscarte – interrumpió su padre. Y, como vi que no te habías llevado llaves y yo tenía que hacer mi ruta en bici, le pedí que se quedase aquí esperándote. Ha sido muy generoso por su parte perderse el partido y quedarse aquí.
- Sí, bueno… En realidad, da igual… Estaba un poco cansado esta tarde – acerté a improvisar, sorprendido ante la capacidad de Javier para esbozar excusas en tan poco tiempo.
- ¡Qué cabrón! En lugar de quemar barriga en el campo, te has dedicado a echar barriga saqueándonos la nevera, ¿no? –dijo Javi divertido, mientras señalaba las cuatro latas de cerveza vacías que había sobre la mesa de centro.
- Buah, tío. Es que con este calor…
- Una es mía - acertó a interrumpir de nuevo Javier, cuya facilidad para fingir excusas empezaba a maravillarme.
- Una birra es justo lo que necesito para mejorar este puto día de mierda que he tenido hoy – dijo Javi, al tiempo que abría la quinta lata del pack, que ya debía de haberse quedado como el caldo, a juzgar por el calor de la tarde y por las tórridas escenas que acababa de presenciar. Al tiempo, se dejó caer pesadamente sobre el sofá en el que su padre y yo habíamos estado pajeándonos unos minutos antes y me volvió a mirar con gesto divertido: ¿No recibiste mis whatsapp? Te dije que, al final, no podría ir al partidito.
- Sí, tío. Los vi cuando ya estaba aquí. Tu padre me dijo también que te atrasarías, que tenías una reunión que duraría hasta las nueve – miré el reloj y vi que eran las nueve y cuarto pasadas, con lo cual, debía haber salido un poco antes de tiempo de la oficina.
- ¡Buah, macho! Este puto curro de mierda. Que tenemos que entregar un proyecto a los argentinos en veinte días y mi jefe está inaguantable. Como me siga tocando los cojones, le mando a la puta mierda – siempre me había  sorprendido lo malhablado que era Javi, incluso delante de sus padres. La verdad es que no se cortaba un pelo y hablaba como un carretero, independientemente de quién estuviera delante.
Yo sonreía con el gesto bobalicón que había utilizado toda la tarde y que ya empezaba a formar parte de mi cara, mirando intermitentemente a Javier y a su padre, con mirada inocentona, como si fuera un crío de diez años y estuviera escuchando la conversación de unos adultos.
- Chicos, perdonadme   un momento; voy a quitarme esto, que estoy empapado en sudor y apesto – dijo Javier, al tiempo que se deslizaba al cuarto de baño y cerraba la puerta tras de sí.
- Buah, macho. Estoy reventao…  Casi mejor que no haya ido al partido, porque  me habrían colado todos los goles - Javi jugaba habitualmente como portero en nuestro equipo amateur.
- Sí, bueno… Yo igual, tío. Hoy estoy hecho polvo con el calor. Por eso, casi preferí quedarme aquí a esperarte, en lugar de ir con toda la solanera al campo.
- ¿Y qué has estado haciendo aquí, tío? Te habrás aburrido como una ostra - dijo mientras se quitaba los mocasines con los pies, al igual que hiciera un rato antes su padre con las trekkings (¡dichosa genética!).
- Pues… Poca cosa… Estuve mirando la tele…  
Por un instante, fui consiente de mi error. Si a Javi le daba por encender la tele, saltaría automáticamente el canal del dvd y se encontraría con la peli porno de los dos machotes y la morena.  A ver cómo le explicaba que había estado viendo eso.  Afortunadamente, pareció no escuchar mi respuesta. Estaba concentrado en degustar su cerveza y relajarse, tras un intenso día de reuniones y preocupaciones en el trabajo.
- Me ha llamado Maika mientras venía en el coche, tío. – Maika era la última medio novieta de Javi, aunque éste era un picaflor y nunca duraba demasiado con ninguna tía. Quiere que me baje a tomar algo con ella al ‘Ibiza’.
El ‘Ibiza’ era un bar de barrio bastante cutre que no tenía nada que ver con el glamour de la isla que le daba nombre. Habitualmente, nos juntábamos allí para tomar cañas y, alguna vez, también veíamos en ese bar los partidos, porque el dueño era muy enrollado y nos invitaba siempre a alguna ronda gratis.
- Si te quieres venir, tío... Ya que has perdido la tarde aquí, esperándome, es lo menos que puedo hacer, invitarte a una caña.
- Bueno; la verdad es que ya llevo tres birras y, como decías, si sigo así, voy a acabar con más barriga que Papá Noel – acerté a responder, para excusarme de tener que sustituir el plan morboso que había empezado aquella tarde por una conversación con Maika, cuyo único tema de era la tienda de ropa en la que trabajaba. Si quieres, te acompaño, pero me voy para casa, que estoy machacao con el calor, tío.
- Genial, tronco, porque he quedado con ésta a y media en el bar. Espera, que aviso a mi padre y nos bajamos.
Javi apuró la cerveza que se había empezado, se volvió a calzar y se encaminó al pasillo, desde donde oí que le hablaba a su padre.
- Papá, el Álex y yo nos piramos, ¿vale? He quedado con Maika, así que volveré tarde.
- Vale, Javi –escuché difusamente, junto al ruido de un grifo dentro del cuarto de baño.
En esto aproveché para levantarme y pillar mi mochila, que estaba apoyada junto al marco de la puerta del salón. Al incorporarme, sentí la presión del condón sobre mi polla, pero decidí ignorarlo, no fuera que me empalmase de nuevo y las cosas se complicasen. Salimos por el pasillo y bajamos en el ascensor mientras Javi hacía las bromas típicas a las que ya me tenía acostumbrado:
- ¡Qué cabrón! Para no haber jugado esta tarde, estás todo despeinado. A saber qué habrás hecho, jajaja –dijo mientras me pegaba una colleja y fingía ser un boxeador y darme unos ganchos en la tripa.
- Ya ves, tío… jajaja –respondí con gesto inocente.
Caminamos un poco hasta el ‘Ibiza’, que estaba a un par de manzanas de la casa de Javi. Pensé que debía haberme puesto los vaqueros, porque a esas horas, que ya empezaba a anochecer, resultaba un poco ridículo ir vestido de futbolista, cuando la gente salía toda maqueada para irse de fiesta. Maika estaba en la puerta del bar y le di un par de besos, antes de que mi amigo Javi le metiera la lengua hasta las amígdalas (volví a acordarme de su padre y de la genética). Inventé una excusa tonta (el calor, el cansancio) para justificarme delante de aquella chica y me piré a casa, dejando a esos dos hablar de sus cosas o, mejor dicho, dejando a Maika hablar de sus movidas, mientras el otro ponía el piloto automático. Empecé a desandar el camino andado y, casi de forma instintiva, me dirigí hacia la casa de Javi. Tenía que pasar por allí de camino a mi casa, pero también es verdad que sentía un influjo casi magnético que me obligaba a volver a ese piso. Me quedé en el portal un par de minutos, me armé de valor y llamé al telefonillo. Sé que lo que estaba haciendo era irracional, pero aquella tarde estaba descubriendo un lado oculto que tenía y deseaba, anhelaba seguir explorándolo. Javier me respondió con su voz divertida:
- ¿Quién?
- Sooooooooooy… Soy Álex –respondí – por un instante, tuve el pálpito de que me estaba viendo en la pantalla de la tele, todo ridículo, con esas videocámaras que te sacaban en plano picado, como si fueras un cabezón.
- Sube, anda – respondió rápidamente. Y abrió la cancela.
En esta ocasión, Javier no tardó tanto en abrir la puerta como la primera vez. De hecho, casi no me dio tiempo a tocar el timbre. La primera visión que tuve fue la de aquel hombre peludo, barbado y medio calvo en la penumbra. Llevaba puestos sólo los calzoncillos de la raya de sudor y en su cara se volvía a adivinar el gesto vicioso y pervertido que tan bien había camuflado tras la llegada de su hijo.
- Anda, pasa…
Observé que tomó la precaución de echar el cerrojo y dejar la llave puesta para que, si volvía Javi (que esta vez sí llevó llaves) no pudiera abrir la puerta desde fuera. Con todo, era probable que, después de las cañas, Javi se fuera a casa de Maika y estuvieran follando allí hasta altas horas de la madrugada. De hecho, él mismo había dicho que llegaría tarde.
- Ha sido un milagro que Javi no nos pillara ‘in fraganti’ –puntualizó mientras caminábamos en penumbra por el pasillo, de camino al salón. Si llega a tener llaves, nos habría pillado en plena faena…
Sonreí y seguí caminando. Debían ser ya las nueve y media y estábamos casi a oscuras. De hecho, el salón estaba alumbrado sólo por el resplandor de la luz del cuarto de baño, cuya puerta permanecía abierta de par en par.  
- Ven para aquí, Álex .
Javier me condujo hasta el cuarto de baño y me invitó a que me quitase la mochila y la dejase allí, en un rincón. Observé que la ropa deportiva estaba esparcida por el suelo, así como las zapatillas de deporte.  Aquel  hombre me  acorraló contra la pared y empezó a besarme de forma bastante ruda, restregando su barba contra mi barbilla y mordiendo de forma intermitentemente mi labio superior. Volví a sentir una electricidad recorriendo mi espina dorsal y supe que me volvía a abandonar al placer prohibido que me daba aquel macho. En un abrir y cerrar de ojos, me sacó la camiseta, el pantalón, las zapas y las medias, y volvimos a quedarnos los dos en calzoncillos, cuerpo frente a cuerpo, boca contra boca, pecho frente a pecho. Volví a sentir mi polla palpitando y cobrando vida bajo el calzoncillo y noté que la suya estaba experimentando un proceso similar. En menos de un minuto, nuestros rabos estaban enfrentados, como si se tratase de lanzas contenidas bajo su funda. Javier siguió besándome la boca, pero continuó con el cuello y los lóbulos de las orejas, dándome una enorme sensación de placer, al tiempo que empujaba con sus poderosos brazos mi cabeza hacia la suya.  Volví a notar el olor a sudor de sus axilas. A diferencia de lo que pensé en un principio, no se había pegado una ducha, sino que había fingido hacerlo, encendiendo el grifo del baño. Supongo que en su fuero interno, deseaba que volviese para concluir lo que habíamos empezado y aguardó unos minutos hasta que oyó el telefonillo y sus esperanzas se hicieron realidad. Volví a sentirme embriagado por aquel olor a macho en estado puro, pero esta vez, sintiéndome más libre que la primera, fui yo quien lancé mi cara a ese sobaco y disfruté relajadamente de su olor penetrante, al tiempo que pasaba mi lengua por aquel bosque de pelo y notaba el sabor salado y áspero de aquellos sobacos. Entretanto, él humedeció uno de sus dedos con saliva y empezó a buscar mi agujero, metiendo la mano por debajo del elástico del calzoncillo. No tardó en dar con él y, suavemente, empezó a masajearlo, describiendo círculos a su alrededor. Cuando me quise dar cuenta, había metido un dedo en mi ojete. Tal era la excitación que me producía el olor de sus poblados sobacos, que esta vez mi esfínter no ofreció resistencia alguna y, rápidamente, su dedo estuvo dentro de mí, describiendo los mismos círculos, pero masajeando mis entrañas y descubriendo sensaciones que eran nuevas para mí. Así estuvimos un buen rato, yo comiéndole los sobacos, la barba, el pecho, los pezones, y él trabajando mi ojete, poco a poco, con decisión y mano diestra. Cuando me quise dar cuenta, eran tres los dedos que había metido dentro de mí. Es increíble lo que estaba consiguiendo. La zorra pasiva que me había estado follando media hora antes había dado paso a un macho alfa que era consciente de su superioridad y que me estaba utilizando a su antojo, como si fuese una marioneta:
- Ponte de rodillas – me dijo con voz bronca y no dudé en obedecerle.
- Sí; ya mismo….
Lo siguiente que experimenté acabó de turbarme por completo. Pude observar que su polla no estaba completamente dura, sino semimorcillona, señal inequívoca de que mi comida de sobaco no era lo que más le excitaba. Eso es lo que pensé de entrada, hasta que él se encargó de aclarar este punto:
- Tengo un problema y es que cuando tengo ganas de mear, no me empalmo, así que voy a soltar una meada para arreglarlo.
Y, dicho esto, empezó a mearse con el calzoncillo puesto. Si no me hubiera pillado tan de sorpresa, es posible que el gesto de mi cara le hubiera hecho desistir, pero estaba tan aturdido por todo lo experimentado aquella tarde, que me dejé llevar, olvidando la repulsión que, de entrada, algo así podía provocarme. Aquel macho estaba soltando una meada tibia y amarillenta que se escurría por sus muslos y llegaba hasta el suelo, mojando mis pies, mis rodillas… Y lo más curioso es que yo no podía dejar de mirar ese espectáculo: una polla medio empalmada  marcada bajo una tela empapada y amarillenta. En un acto rapidísimo, casi invisible, se bajó el elástico del calzoncillo y se lo puso por debajo de los testículos y continuó meando, pero esta vez disparó hacia mi cara. Noté aquel fluido chocar contra mi barbilla y caer por mi torso hasta juntarse con el charco que ya había bajo mis pies. Aquel tío me estaba meando encima…
- ¡Eso es, chavalote! ¡Disfruta del meo de tu macho!
A la par que decía esto, me estaba marcando, como si fuera un animal definiendo su territorio. Cuando terminó con aquella meada, abundante merced a las dos cervezas que nos habíamos tomado aquella tarde, cogió mi cabeza y la encaminó hacia su rabo todavía caliente y húmedo:
- Ahora me la vas a poner bien dura, chaval.
Y diciendo esto, me metió el rabo mojado en la boca. Pude percibir el sabor ácido de las últimas gotas de orina, que se entremezclaron con mi saliva y generaron una abundante y viscosa humedad en mi boca que sirvió para endurecer aquella polla en cuestión de segundos. Él se encargó de colaborar lanzando algún que otro lapo, que rebotaba en su tronco y acababa en mi boca, incrementando la sensación de humedad. Mi polla estaba a cien de nuevo y eso que apenas la había tocado.  Cuando tuvo el cipote duro de nuevo, me volvió de espaldas a él y, teniendo cuidado de no resbalar por el charco que había provocado bajo nuestros pies, acercó una de las zapatillas, que tenía el calcetín blanco dentro. La colocó en el suelo y me invitó a que metiera la nariz dentro, al tiempo que empujaba suavemente mi cabeza hacia abajo. ¿Cómo explicar eso? Estaba oliendo sus zapatillas sudadas, estaba empapado por su meo y tenía el sabor agrio de su rabo en mi boca. Para completar esa tormenta de sensaciones, volvió a meter un par de dedos en mi culo, que estaba ya preparado para recibir guerra.
- Te voy a meter una follada como la que me has metido tú antes, cabroncete  -acerté a escuchar mientras el resto de mis sentidos (olfato, gusto, tacto...) estaban aturdidos por la cantidad de estímulos recibidos.
Creo que escuché un pequeño golpe como elástico, señal de que se estaba enfundando un condón, y lo siguiente fue una sensación fría en mi trasero. No obstante, esa frialdad duró muy poco, porque dio paso a una sensación de dolor agudo y profundo. De todas formas, aquel tío me estaba oprimiendo la cabeza contra su zapatilla pestilente, así que tampoco podía hacer ni decir nada al respecto. Mantuvo su polla erecta dentro de mi ano durante unos segundos, que a mí me parecieron una eternidad, y milagrosamente el dolor se esfumó, dando paso primero a una sensación de pesadez anal y después a una extraña sensación de placer, acompañada por una humedad a lo largo de toda mi uretra que no había experimentado hasta entonces.  Mi polla se volvió a poner rígida y él empezó a bombear. Notaba la humedad de su slip empapado chocar contra mis nalgas y eso incrementaba la sensación de placer. Lo más curioso es que mi rabo estaba más duro que nunca sin que me lo hubieran comido, acariciado y, sin siquiera, tocarlo.  Javier estuvo culeándome durante un buen rato hasta que, por la intensidad de sus embestidas y los resoplidos que emitía, deduje que se acercaba el final. Aflojó la presión sobre mi cabeza y me invitó a incorporarme. Apenas tuve tiempo de ponerme de rodillas y darme la vuelta, cuando soltó un abundante disparo de semen sobre mi pecho. Era ya lo único que me faltaba, la única fragancia que me quedaba por disfrutar: la leche de aquel tipo. Exhausto, sudoroso y empapado en meo, se dejó caer de rodillas y me estampó un beso en los morros:
- Buen chico, Álex, buen chico… Yo todavía tenía los calzoncillos puestos, llenos de restos de meada y salpicados de semen de Javier, pero aproveché para bajar un poco el elástico de mi gayumbo y cuál fue mi sorpresa al ver  que tenía todavía el condón de la follada de la tarde puesto con el depósito repleto de semen. Me había corrido sin haberme tocado el rabo. Javier miró maliciosamente y pareció entender lo que había pasado.
- Vamos a hacer una cosa -dijo.
Inmediatamente, desenfundó el condón preservando el contenido y lo llevó hacia mi boca. Me invitó a abrirla con la mirada y yo, que había perdido definitivamente la voluntad, lo hice sin dudarlo, cerrando los ojos y disfrutando de aquella experiencia tan morbosa. Vertió el contenido del condón sobre mi lengua y, antes de que cerrase la boca, aproximó su lengua, de tal forma  que ambos compartimos la esencia de mi virilidad en el beso más morboso que he dado en toda mi vida. Estuvimos sentados, frente a frente,  sobre aquellos charcos de fluidos, durante un tiempo indeterminado que lo mismo pudieron ser segundos, horas o minutos. Yo había perdido la noción del tiempo. No recuerdo muy bien lo que sucedió el resto de aquella tarde de verano. Sólo sé que Javier me prestó unos calzoncillos de su hijo, me invitó a que me duchase y me vistiese (esta vez con la ropa de calle y no la de futbolista) y me despidió en la puerta de su casa con un beso largo y apasionado. Nunca más volvimos a hablar de ese tema, y eso que volvimos a coincidir cientos de veces. Fue nuestro secreto, nuestra experiencia prohibida y nunca lo olvidaré. Sin lugar a dudas, fue el polvo más intenso, morboso y guarro que me he pegado en toda mi vida. Eso sí, aprendí que no hay que tocar los mandos a distancia en casas ajenas.
[FIN]
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¿Gay?
La verdad no recuerdo cuando fue la primera vez que escuché esa palabra, pues aquí en Barranquilla las personas suelen decir "Marica", de una forma tan despectiva que te hace sentir avergonzado y menos preciado.
Recuerdo que la primera vez que me lo dijeron lo hizo alguien que para mí es supremamente importante, alguien que puedo decir hoy en día es mí ejemplo a seguir, ese alguien que es capaz de dar la vida por mí, pero que para ese entonces, podía estar más asustado y confundido que yo, mí Padre.
Esa persona que quería verme en partidos de fútbol, jugando a baseball, con carros o en alguna actividad masculina como la solemos etiquetar, pero por el contrario yo me divertía mucho más jugando la cuerda, los yases y hasta con las muñecas de mí hermana, creo que le sacaba muchísimo más provecho del que ella solía hacerle, pues si la muñeca patinaba ella solo la ponía a patinar, pero yo no, yo era capaz de convertir una muñeca patinadora en cocinera, piloto, bailarina y hasta en astronauta, mí mente se fundía en mis juegos que hasta me olvidaba de atender la puerta para que no viniera nadie y me viera en esa situación que para ese entonces era vergonzosa para mí, pues ya me habían etiquetado sin preguntarme si me gustaba esa etiqueta, ya habían elegido por mí sin saber si realmente eso era lo que yo quería, ya habían decidido quien era, que tenia que hacer, cómo debería comportarme, cómo hablar, cómo bailar y hasta cómo mirar y a quien hacerlo, me sentía prisionero en una vida que no me correspondía.
Al transcurrir el tiempo y luego de varios enfrentamientos perdidos me resigné, acepté de cierta manera como me habían etiquetado y decidí no peliar más una guerra que para mí estaba pérdida, estaba tan ignorante que me sentía solo y pensé que eso solo me pasaba a mí, pues los demás niños estaban conforme con su etiqueta y no les veía ningún tipo de inconformidad con la misma.
fue hasta que conocí a mí mejor amigo de infancia que empecé a sentirme atraído por hombres, pues antes de eso solo solía hacer cosas "Femeninas", pero nunca había pensado en que me gustará otra persona, aunque no tuvimos nada ni siquiera un beso o morbo y nada de eso, puedo decir que conocí un bonito sentimiento llamado amor pero no ese amor que se profesan en parejas, ni ese amor que dura un ratico, yo sentía que ese amor era el de para toda la vida, ese amor de hermanos, de mejores amigos y de saber que podía contar con el siempre que lo necesitara.
para ese entonces la situación económica en mí casa no estaba del todo bien, pues digamos que de las tres comidas solo alcanzaban para dos, mí mamá trataba siempre de tenerme algo para cuando yo llegará del colegio pues la cena podía estar a eso de las 10 u 11 de la noche hora en la que llegará mí papá y llevara dinero para cocinar algo, no se como, no sé cuándo y mucho menos sé porque empecé a ir más a la casa de él ya que vivíamos cerca me imagino que era a hacer tareas, trabajos o algo referente al colegio, pero fue ahí cuando un día fui y no deje de ir hasta que me mudé, fueron al rededor de 2 años, en los que podía decir que iba de domingo a domingo y dónde duraba casi todo el día allá, prácticamente llegaba del colegio a su casa y ya en la noche llegaba a la mía, su abuela se convirtio en mí abuela, su hermana en mí hermana, su mamá en mí tercera mamá y prácticamente su familia en la mía, estaba en todas no me perdía ni una, almorzaba allá y hasta cenaba y creo que solo discutimos una vez y a los dos minutos estábamos hablando nuevamente.
No sé porque suelo desviarme de los temas principales de mis memorias, creo que hacen que se conviertan en largas historias, pero bueno retomaré, después de conocer ese amor tan bonito que siempre recordaré toda la vida fui creciendo y llegando a la pubertad donde realmente empecé a descubrirme, eso sí en silencio, o bueno un silencio bullicioso, pues como solemos decir en Barranquilla se me notaba la vaina, tenía caídas, o algunas fallas, las cuales yo trataba de disimular a toda costa, recuerdo que cuando entré a un nuevo colegio a eso de octavo grado habían personas que dudaban de mí sexualidad, incluso me tocó parar a más de uno por hacer malos comentarios acerca de eso, trataba de averiguar cómo ocultarlo de una mejor manera para que no quedara duda y fue ahí cuando decidí convertirme en verdugo, pues es más fácil señalar y juzgar a los demás, a que lo hagan contigo, además así desviaría el foco de atención y yo estaría cubierto bajo las sombras de las víctimas, solía meterme con gays, lesbianas, evangelicos, tontos, nerds, y todo tipo de persona que no cuadrara con la personalidad que para ese entonces tenía, prácticamente así transcurrió todo mí bachillerato hasta llegar a 11 y graduarme.
No fue hasta que cumplí 20 años entre a bailar y conocí un poco más del mundo LGTBIQ, que empecé a analizar y cuestionarme si realmente valía la pena vivir una vida que no me correspondía, una vida que no era mía y en la cual no era Feliz, recuerdo las vacaciones de semana santa de ese año, pues fueron decisivas para salir del famoso "clóset".
Viajé con un par de amigas a un pueblo un poco retirado, o bueno bastante retirado para ser honestos, ese pueblo fue la medicina para decir basta y decidirme a vivir la vida que realmente quería vivir, la vida de la cual me había cohibido por miedo, por temor al qué dirán, por temor a la reacción de mis padres y demás familiares, pero ya estaba grande, por lo menos así lo veía yo, ya había perdido 20 años de mí vida viviendo una mentira, no quería perder el resto y fue al finalizar las vacaciones y durante una clase que decidí visitar a mí mamá y conversar con ella y decirle que era gay o para que ella me entendiera bien "Marica", tenía un nudo en la garganta que las lágrimas salían solas y recorrían mis mejillas, pero estaba tan feliz de decirlo que sentí un gran alivio y fue así que poco a poco se fueron enterando algunas personas.
Hoy en día no tengo ningún problema con aceptarlo públicamente, pues siento que ha sido la mejor decisión que he tomado y que no hay nada de que avergonzarse pues el amor es realmente puro y se brinda en todos los sentidos y personas, hombre con hombre, mujer con mujer, hombre con mujer y mujer hombre, como quieran lo importante es brindar amor y tener paz en el corazón, no olvidemos que antes de dar amor debemos amarnos a nosotros mismos, pues este es el amor más importante, <<El amor Propio>>.
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