Tumgik
#El viento te recordará mi nombre
marcetabares · 2 years
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Mirando por tu ventana
Ámame solo cinco minutos, ya que la vida nos robó el tiempo y solo quedan esos días que no existirán.
Ámame cuando yo te necesite y tus brazos sean el único consuelo para esos momentos que no han de llegar.
Ámame todas las noches desde tus pensamientos, desde tus silencios que dicen más que las inertes miradas que alimentan la soledad.
Abrázame cuando el frío se instale en las paredes y necesite tu fuego para continuar deambulando por esta vida que te recordará.
Ámame para no perderme en la tristeza de no conocerte y sentirte tan lejos, aunque hagas parecer que aquí estarás.
Ámame para no querer quererte en todo momento y desear con fervor tu cuerpo que deja a mi alma loca cuando se va.
Ámame cuando mi melancolía se escurra por tu ventana, por tu amanecer.
Solo abrázame fuerte en las mañanas en las que te imagino a mi lado, en las que cada vez que pienso tu nombre, tu voz se mezcla en el viento, mientras tu acostumbrada ausencia retorna y se revuelca en el vacío, en la inmensidad.
Ámame como si siempre quisieras besarme y no dejar que las lágrimas se alimenten del tiempo que no llegará.
Ámame hoy, porque quiero tenerte cerca para escribirte las palabras que no escucharás.
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77jose-ricardo77 · 2 years
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JUEVES DE LA III SEMANA DE ADVIENTO, feria
Leccionario
Primera lectura
Is 54, 1-10
“Como a mujer abandonada te llama el Señor”
Lectura del libro de Isaías.
Exulta, estéril, que no dabas a luz; rompe a cantar, alégrate, tú que no tenías dolores de parto: porque la abandonada tendrá más hijos que la casada —dice el Señor—. Ensancha el espacio de tu tienda, despliega los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, afianza tus estacas, porque te extenderás de derecha a izquierda. Tu estirpe heredará las naciones y poblará ciudades desiertas. No temas, no tendrás que avergonzarte, no te sientas ultrajada, porque no deberás sonrojarte. Olvidarás la vergüenza de tu soltería, no recordarás la afrenta de tu viudez. Quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso. Tu libertador es el Santo de Israel: se llama «Dios de toda la tierra». Como a mujer abandonada y abatida te llama el Señor; como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–. Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré. En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero –dice el Señor, tu libertador–. Me sucede como en los días de Noé: juré que las aguas de Noé no volverían a cubrir la tierra; así juro no irritarme contra ti ni amenazarte. Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz —dice el Señor que te quiere—.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b (R.: 2a)
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
V. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
V. Tañed para el Señor, fieles suyos, celebrad el recuerdo de su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
V. Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Aleluya
Lc 3, 4cd. 6
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Toda carne verá la salvación de Dios.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Evangelio
Lc 7, 24-30
“Juan es el mensajero que prepara el camino del Señor”
+Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
Cuando se marcharon los mensajeros de Juan, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Pues ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios reales. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”. Porque os digo, entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él». Al oír a Juan, todo el pueblo, incluso los publicanos, recibiendo el bautismo de Juan, proclamaron que Dios es justo. Pero los fariseos y los maestros de la ley, que no habían aceptado su bautismo, frustraron el designio de Dios para con ellos.
Palabra del Señor.
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conchitaherves · 5 years
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Teresa: el poema completo de Graciano García Cuántas estrellas y espigas habrán nacido esta noche, de qué habrán hablado entretanto los sabios y más viejos robles de nuestros bosques; cuántos padres habrán llorado al oír el llanto nuevo de un niño mientras alumbraba para ti estos versos y la luna jugaba con las nubes, las olas y las sombras. Déjame decirte algo de mi, de lo que pienso y en lo que creo, con el corazón abierto, querida Teresa. Tengo razones para afirmar que, como tantos otros de mi generación, soy un náufrago que ha llegado a la orilla. Tú vives en una época muy distinta de la mía a la misma edad. Nací en un tiempo oscuro, aún no apagadas las llamas de una guerra sin perdón. Viví años de silencio, luto y pena, en la España secuestrada por la errante sombra de Caín, donde hasta el escaso pan que había se comía con temor. No te sorprendas por ello. Es el río de la historia y de la vida que no deja de cambiar, a veces muy deprisa, tantas veces de forma impredecible. Llegué a los días de la alegría, los de la soñada y siempre ardua libertad, con las manos curtidas por la intemperie y la tarea, como las de tantos y tantos de aquel tiempo. Porque has de saber, querida Teresa, que la libertad no se regala, siempre está amenazada; la libertad se defiende o se conquista. He braceado mucho, hasta el agotamiento, en el agitado mar de la vida y la suerte nunca me ha abandonado, aunque a veces estuvo huidiza y esquiva, como a ella tanto le gusta. He llegado a la edad de los recuerdos sin perder la memoria. Otros de mi tiempo se quedaron en el camino. Nunca los olvidaré. Porque quiero lo mejor para todos, porque sé lo mucho que una sola persona puede hacer por un mundo mejor, te entrego estos versos, como se entrega la antorcha encendida del relevo. Deseo que te defiendan o te inspiren, que te ayuden y que ayudes para que haya en ti y cerca de ti concordia, amor y esperanza. Me ilusiona pensar que los guardarás como la nieve guarda en lo alto de la montaña el agua del verano. Vivir es el mayor regalo, querida Teresa, pero hay que llegar a merecerlo, con voluntad, talento y sacrificio. Acabas de cumplir dieciocho años. La naturaleza no ha sido tacaña contigo. Sumas inteligencia, sensibilidad y belleza serena. Pronto te darás cuenta de que estás en una nueva etapa de tu vida, de que dejas atrás los días de paso lento y que entras en un tiempo más veloz, en el que las horas se acortan y se aceleran. La vida te abre sus puertas. Es muy bella y fugaz, como el arco iris. Pero merece la pena vivirla. No quieras demasiado equipaje: llena tu corazón de amor, ten compasión, valentía, luz en la mente, y líbrate del rencor, la discordia y la envidia. No elegimos la persona que somos pero podemos hacerla. Da la bienvenida a la noche tras hacer el bien durante el día. Cada mañana, al despertar, mira al cielo y agradece el regalo de la vida, y defiéndela en todas sus formas. Reza a la luz que hace crecer bosques, raíces, frutos, que es brújula de aves errantes, mensaje de lo sublime. Haz de cada día un verso que emocione y que te guíe. Admira a la pequeña e indefensa rosa y al cielo, piensa en el misterio de la Creación, en la inmensidad del Universo, en su indiferencia ante nuestros pasos, en nuestro desamparo y pequeñez ante su grandeza. Busca la autenticidad, no quieras amapolas falsas: las verdaderas puedes encontrarlas tú. Están al lado del trigo que amarillea en el campo, cerca de donde cantan al amor alondras, codornices y grillos. Procura que no haya tristeza, ni injusticia, ni soledad a tu lado. Lucha sin descanso por ello. Busca la belleza, el arte, la poesía. Te unirán a la alegría, una fuerza suave, pero muy poderosa. Sé humilde. Aléjate de la banalidad. Huye de los excesos, donde se esconden todos los peligros, y nunca olvides que puedes ser víctima o beneficiaria de lo inverosímil. Huye del dogmatismo, de creer que tu verdad es la única verdad. No hay mayor ni más indigencia de pensamiento, no hay mayor peligro. Atiende más a la esperanza que al dolor. En las horas difíciles, piensa en la noche y recuerda que en su hora más profunda camina hacia la luz. Y que, además de estrellas, tiene rosas invisibles. Si vives cerca del mar, escucha y guarda las canciones del acantilado, como hacen las jóvenes sirenas. Son sabias lecciones que traen las olas desde mares lejanos. El mundo es despiadado no pocas veces. Defiende a sus víctimas. No te rindas nunca ante la adversidad ni ante la mentira, y sí ante la bondad, la generosidad y la belleza. No seas pluma en el viento, boya sin rumbo, madera de naufragio. Piensa lo que dices y guarda y defiende la palabra dada. Es un gran patrimonio. Fíjate en las mariposas: parece que las lleva hasta la brisa más suave, pero saben a donde van y llegan. Piensa que nunca es la última vez que florecen las pequeñas y humildes flores que nacen en el borde del camino. Revivirán aunque hayan sido pisadas y destruidas por la rueda impasible del carro. La vida siempre acaba venciendo a la muerte. Que no te guíen la frivolidad ni las modas fugitivas, sino el pensamiento sólido, el ansia de saber, la sed por conocer, el cultivo del alma. Engrandece lo que pienses, piensa a lo grande, con humildad. Arriesga. No juzgues ni a mujeres ni a hombres. No murmures nunca contra nadie. Haz de ello una seña de tu carácter. Todos somos sufridos caminantes bajo las mismas estrellas. Ten comprensión y piedad para con todos. Haz amigos. Procura acertar en la elección, pero no olvides que a veces la soledad también puede ser una hermosa y leal compañía. Y porque hay días en que el sol y la luna salen a la vez, llegará un amanecer en que tu corazón no quiera estar ya más tiempo solo, y sentirás que el fuego de una mirada, el sonido de una palabra, son para ti todas las vidas de tu vida. Donde estés, todo te recordará a esa persona. Y le darás el mundo. Y no habrá en tus días otro día igual y ya no dormirás sin su nombre en tu boca. Construid una vida plena, sin cauces para la generosidad, coherente y serena. Haced de ella una obra de arte que sepa hacer frente al dolor, comprometida con la bondad, la honradez y el bien. Nunca olvidéis a los que sufren, cerca o lejos, incluso muy lejos de vosotros. Y haz de esa aventura un refugio, una muralla, un acantilado de lealtad donde rompan tormentas y oleajes, el ruido y el silencio. Guarda ese amor como guarda la brasa el calor contra el frío. Guárdalo como el mayor tesoro, el único tesoro que pueden tener los pobres, cualquier pobre de cualquier trozo del mundo. Guarda ese amor. Sin él, no harás nada grande. Aléjate de lo negativo, sonríe, vive con la alegría y la esperanza con la que el mirlo enamorado despide a la tarde. Recuerda que el vivir no da tregua, que cruza valles diferentes, que es una continua encrucijada que te obligará a decidir, a asumir riesgos que marcarán todos tus días, los que pasan y los que llegan. No hay otro triunfo verdadero que el del esfuerzo y el del sacrificio. No cambies como la hoja en el viento Sé siempre tú misma. El pasado nunca muere. Al final, tal vez seguirás viendo un mundo injusto, y te preguntarás para qué ha valido tu lucha, la lucha de tantos. Piensa que no habrá sido inútil: tampoco se ven las raíces crecer bajo la tierra. Piensa que las caracolas, en silencio, escuchan y guardan las canciones del mar. El mundo es siempre mejor cuando alguien, aunque sea una sola persona, hace el bien o realiza uno de sus sueños. Porque llegará un día en que, fieles a la esperanza, la imprescindible esperanza, ya no os despierte el canto temprano de las golondrinas sino el inconfundible, más bello que ningún otro, de una nueva vida. Guarda ese momento del alba y cada momento que hayas sido feliz. No olvides ninguno, ni siquiera el que sentiste al admirar el temblor azul del corazón de la llama de una vela. Todos hacen falta para hacer frente a la caminata de la vida, a ir al encuentro con lo inesperado, al frágil e incierto tiempo. Sigue ese camino, así tus ayeres no te traerán tristeza. Te abrazarán como el sol abraza al mar de espigas. Y siendo así, no temas a la noche, duerme sin miedo
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Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva. (1 Pedro 1:3)
La fe es un elemento esencial de la vida espiritual, porque es el medio por el cual somos salvos. Sin embargo, eso es solo el comienzo. De allí en adelante, nuestra fe —o la falta de ella— moldea nuestras vidas y determina lo que nos sucede cuando soplan los vientos de la adversidad. Para entender la razón, debemos examinar la fuente de nuestra fe.
Fe heredada. Si usted creció en un hogar cristiano, es probable que haya adoptado algunas de las creencias de sus padres. Esta clase de fundamento espiritual es un maravilloso regalo del Señor; sin embargo, cada persona debe asumir la responsabilidad por sus propias creencias tarde o temprano.
La fe de los libros. La Biblia es la guía absoluta para afirmar nuestras creencias. Pero no es la única fuente de influencia. Los libros, pastores, maestros y amigos impactan nuestras convicciones. Nuestra teología puede ser sólida, pero la fe es solo aceptación intelectual hasta que se pone a prueba.
Fe probada. Solo cuando confiamos en el Señor a través de las llamas de la adversidad, tendremos una fe indestructible. Entonces, ya no se basa más en lo que otros nos han dicho o en lo que hemos aceptado como verdadero, sino en nuestra experiencia personal de la fidelidad del Señor.
Para evaluar su fe, considere cómo reacciona a las dificultades. ¿Se aferra al Señor o se enoja con Él? ¿Su actitud es de acción de gracias por estarle moldeando a imagen de su Hijo, o es de frustración? Nadie puede escapar de la adversidad, pero aquellos con una fe probada se beneficiarán de ella.
Palabra diaria: Señor, Ayúdame a confiar en la guía de Tu espíritu, sabiendo que las pruebas fortalecen mi fe. Solo en esa verdad podré encontrar las respuestas que me mantengan en tu amor, misericordia y bondad.
Más Palabra Edificada / Fortaleza en tiempos de prueba:
“Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.” Deuteronomio 31:6.
“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Filipenses 1:6.
“… he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mateo 28:20.
“Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” 1 Pedro 5:10.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” 1 Corintios 10:13.
“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará.” Salmos 37:5.
“He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?” Jeremías 32:27.
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” Juan 14:26-27.
“Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo.” Salmos 55:22.
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.” Salmos 46:1-3.
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.” Efesios 6:10.
“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.” Salmos 18:2.
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ohxdios · 5 years
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El Espíritu Santo :
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Ayer me quedé con “esa sensación” que, por lo menos a mí Persona le sucede desde que estudio los textos bíblicos, y pues aquí me tienes, hermana, hermano.
Resulta que en la lectura de ayer, Juan 14, 26 para ser precisos, dice: “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, se lo enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he enseñado”.
Pues bien, la palabra Paráclito, viene del griego parakleton, y su significado, más o menos acertado es asistente o consejero, es decir “alguien que es llamado para ayudar, consolar y fortalecer”, y lo comento así, porque su traducción literal es abogado, y con el debido respeto, actualmente muchos distan de esta descripción.
De manera que el Espíritu Santo crea una acción en paralelo, entre nosotros y nuestro Señor Jesucristo.
Como sabes y comenté ayer, recibimos al Espíritu Santo en el momento mismo de nuestro bautizo “Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con Espíritu Santo (Hechos 1:4-5) y nos sucede de manera completa y no en partes, es decir o está o no está en nosotros: “Porque todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo a fin de formar un solo cuerpo” (1 Corintios 12:13).
El Espíritu Santo nos guía y aunque los pasajes de la Biblia tienen una única interpretación, es el Espíritu Santo quien guía nuestro entendimiento para que nuestra mente perciba las palabras precisas (Juan 14:25 y 16:12-15).
Es decir, Él intercede por nosotros cuando no podemos expresar nuestros sentimientos con palabras (Romanos 8:26).
Ahora bien, Jesús promete a sus discípulos el Espíritu Santo en cinco ocasiones, o cinco anuncios : en Juan 14,15-17 “y yo rogaré al Padre y les dará otro Consolador, para que esté siempre con ustedes”; luego en Juan 14,25-26 que és el que ya mencioné; en Juan 15,26-27 “ Cuando venga el Consolador el Espíritu de la verdad que yo les enviaré y que procede del Padre el dará testimonio de mí”; después en Juan 16,7-8 “ les conviene que yo me vaya porque sino me voy el espíritu consolador no vendrá ustedes pero si me voy lo enviaré” y finalmente en Juan 16,13-15 “ cuando venga el espíritu de la verdad los iluminará para que puedan entender la verdad completa”
Ahí en en el cuarto se aclara que “ cuando él venga pondrá de manifiesto el error del mundo en relación con el pecado con la justicia y con la condena”
(Juan 16:8-11).
De esa manera, por medio del Espíritu Santo recibimos el regalo de la salvación, referido en la Biblia como el Nuevo Nacimiento, lo encuentras en el diálogo con Nicodemo (Juan 3:1-16) “ yo te aseguro que nadie puede entrar en el reino de Dios y no nace del agua y del espíritu lo que nace del hombre es humano lo engendrado por el espíritu es espíritual. Y en (Hechos 2:38) que por cierto lo veremos éste próximo domingo que es el día de Pentecostés “Conviértanse y hágase bautizar cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para que queden perdonado sus pecados entonces recibirán el don del Espíritu Santo”.
Aquí nuestro gran Señor Jesucristo nos dá una gran cátedra de lo que significa ser católico:
1. Reconocer el inmenso amor de Dios por las personas y saltar a Jesús como su enviado para salvarnos y tener vida eterna por medio de él.
2. Renacer para la vida eterna por el bautismo y por nuestra apertura al Espíritu Santo. Y
3. Recibir la salvación que nos re Jesús creyendo en él y dando testimonio de él con nuestra conducta.
Por cierto cuando conocemos a alguien con una personalidad radiante y atractiva solemos decir que esa persona tiene carisma. En tiempos de Pablo el término carismas se usada para describir los dones gratuitos que Dios da para solucionar necesidades concretas de la comunidad y fomentar su unión (1 Corintios 12, 1-11). Los carismas son la fuerza de Dios en una persona qué pasa a los demás y a la comunidad a través del servicio. Por eso quien tiene un carisma debe usarlo con responsabilidad alegría y paz para el bien de todos y no sentirse más que otros o superior a quienes tienen dones más sencillos.
Así que el Espíritu Santo existe en la vida del católico para ser una ayuda siempre presente, también conocido como el “Espíritu de la verdad.” (Juan 16:13), para que sea nuestra brújula de la verdad: orientándonos ante las tentaciones de nuestra vida diaria.
Él también es una fuente de poder. Hechos 1:8 cita las palabras de Jesús antes de que ascendiera al cielo, “pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.”
Así como Cristo dijo que los discípulos recibieron poder el día del Pentecostés cuando el Espíritu Santo vino como un “viento violento” y los llenó con Su presencia. De forma instantánea les permitió hablar en lenguas desconocidas. Esta eventualidad fue necesaria para llevar el evangelio de Jesucristo.
Gracias a Dios, el Espíritu Santo aún obra en la vida diaria de los católico, como un ayudante y consejero “El Espíritu de la Verdad” y una fuente de poder. Así que si vamos a tener vidas impactantes en esta tierra debemos conocerlo a Él y los beneficios que Él trae a la vida de cada creyente.
Espero que haya sido de tu agrado.
¡Que Dios te bendiga siempre!
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poemassemanales · 6 years
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SEVILLA EN LA LITERATURA
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LÁPIDA SITUADA EN LA PUERTA JEREZ
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EL CANCIONERO DE BAENA
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BLANCO WHITE
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TORRENTE BALLESTER Y BORGES EN LOS AÑOS 80
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LOS LIMONEROS DE MACHADO
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RUBÉN DARÍO
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JRJ EN SEVILLA
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LA GENERACIÓN DEL 27 EN EL ATENEO DE SEVILLA
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CHAVES
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OLIVERIO GIRONDO
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ANTONIO NUÑEZ DE HERRERA, arriba a la derecha junto a otros HERMANOS MENORES DEL 27 como MURUBE, PORLÁN, COLLANTES DE TERÁN, SIERRA Y PABLO SEBASTIÁN.
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 (Conciso comentario introductorio: este pequeño trabajo lo he realizado con un componente de investigación personal y otro componente de recopilación de textos anteriores, especialmente he atendido las referencias de 3 libros: a) Sevilla en los textos clásicos greco-latinos, de Alberto Diaz Tejera; b) Sevilla sin mapa, de Fernando Iwasaki y c) Sevilla, ciudad de las palabras, de aquella gran mujer cordobesa y sevillana de adopción desaparecida prematuramente, Concha Caballero. Gracias a todos ellos.)
   Nadie duda que Sevilla fue (es) una ciudad universal, ora centro turístico y otrora una de las principales ciudades del mundo occidental. Lógicamente esa situación debía tener una correspondencia adecuada en las artes: en algunos otros capítulos ya hemos señalado cómo y cuando aparece Sevilla en la ópera, en el cine o en la pintura. No podía abstraerse de esa inclinación la literatura, desde las apreciaciones más intelectuales y artísticas como las de Juan Ramón Jiménez (En la Primavera universal, suele el Paraíso descender hasta Sevilla) o Rubén Darío (Aunque es invierno, he hallado rosas en Sevilla), hasta las estrofas más populares y anónimas (Qué bonita está Triana cuando le ponen al puente banderas republicanas). Asombra la presencia de Sevilla en la literatura mundial a lo largo de la historia (ya dijo JULIÁN MARÍAS que “en Sevilla los siglos se escapan con huidiza elegancia”) desde Julio César, desde los poetas andalusíes o los escritores del Siglo de Oro hasta los viajeros románticos o los poetas de la generación del 27. Esa presencia la comparte con ciudades como Venecia, Oxford, Salzburgo o Nueva York. No podemos olvidar, por otra parte, que Sevilla ha dado origen a dos grandes mitos de la literatura universal: Don Juan y Carmen (aunque tenemos que recordar que la cigarrera no era sevillana sino de origen vasco-navarro). Pero no todo es un panegírico, veremos en las próximas líneas cómo también existen visiones sumamente negativas de la ciudad y sus habitantes por el excesivo uso de tópicos y la degradación del folclore.
Dice Luis García Montero “que las ciudades no solo se ven, sino que se leen, se interpretan, se intuyen, se conservan dentro de una mirada. Gracias a la literatura conocemos muchas ciudades en las que nunca hemos estado. Gracias a la literatura, la mirada sobre las ciudades que mejor conocemos se carga de historia, de profundidad, de sentido”. En las próximas líneas esa mirada la vamos a lanzar sobre Sevilla, porque por encima de los tópicos, Sevilla es una ciudad de literatura y de literatos.
Para el profesor Alberto Diaz en la antigüedad clásica las ciudades aparecían en los textos bien por razones de descripción geográfica o bien porque en ellas se hubieran realizado acciones de tipo bélico o político. En el caso de Sevilla, las primeras referencias a la ciudad en los textos se deben a ESTRABÓN en su obra Geografía cuando describe la Turdetania y por JULIO CÉSAR quien la menciona por primera vez con su nombre en La guerra civil.
Varios siglos después ISIDORO DE SEVILLA en sus Etimologías propone, aunque no es aceptada por todos, una teoría en relación con la fundación de la ciudad:
“César fundó Hispalis que, de su propio nombre y el de la urbe de Roma, recibió la denominación de Julia Rómula, pero que, por su situación, fue sobrenombrada Hispalis en razón a que está asentada en suelo palustre sobre postes hincados en el subsuelo para que no cediera en su base arenosa e inestable”.
De igual forma varios siglos después un poemita anónimo nos ha dejado el posible origen, mitad mitológico, mitad real, de la ciudad:
“Hércules me edificó                                                                                                 Julio César me cercó                                                                                               de muros y torres altas                                                                                           y el rey santo me ganó                                                                                             con Garci Pérez de Vargas”.
 Es posible que una de las primeras referencias literarias no fuera expresamente a Sevilla sino a Isbiliya, la Hispalis musulmana. ALMUTAMID fue el último rey abadie de Isbiliya en el siglo XI y su vida inspiró la obra de BLAS INFANTE, Motamid, último rey de Sevilla. Durante su reinado la cultura floreció en la ciudad y fue centro de atracción de literatos como Ibn Hamdis o Ibn Zaydún. Creo que es bien conocida la leyenda que lo etiquetó como un rey poeta: caminaba un día junto al Guadalquivir en compañía de su amigo Avenamar (el que jugó la famosa partida de ajedrez con el rey Alfonso VI de León) enfrascados en el juego de completar poemas. En un momento el rey dijo: “El viento teje lorigas en las aguas”. Cuando esperaba la respuesta de su amigo se oyó la voz de una mujer: “¡Qué coraza si se helaran!” Se trataba de la bellísima Rumaykiya, una esclava de la que el rey quedó enamorado y la convirtió en su esposa con el nombre de Itimad. Pues esta historia de poesía y amor tuvo su correspondencia con la ciudad de la que también el rey estaba profundamente enamorado y eso se reflejó en sus poemas, especialmente en los postreros días del exilio norteafricano, allí Almutamid no dejó de recordar una y otra vez en sus obras su ciudad tan querida:
“Que esta separación sea como tu cintura: esbelta.                                                 Que sea como las flores de primavera: efímeras;                                                   No como la rosa de tu mejilla: perenne.                                                                 Mi paciencia dura como aquellas,                                                                           Tu ausencia como ésta.                                                                                            ¡Qué feliz me hiciste, aún sin cumplir                                                                       la promesa de amor!” 
 En alguna ocasión la melancolía con resonancias de la Buhaira, se hace dueña de sus pensamientos:
“Quisiera saber si pisaré otra noche aquel jardín, junto aquel estanque                  Entre olivares, herencia de grandeza, el gorjeo de las palomas y el trinar de los pájaros, en el palacio de Asir, bajo la lluvia de primavera
… “¡Ojalá Dios decida que muera en Sevilla                                                                   y que Él abra allí mi tumba el último día!”
Pero otros literatos árabes se sintieron atraídos por la ciudad, especialmente cuando se vieron obligados a abandonarla. ALÍ IBN HISN recordará a Sevilla:
“¡Me acuerdo de ti con tal pasión que sería capaz de hacer morir al celoso, preocupado sin descanso de atormentar a los enamorados!                                  Te pareces cuando el sol está en el ocaso, a una novia esculpida en la belleza.   El rio es tu collar, la montaña tu diadema que el cielo corona como un jacinto”
Tras el retorno a la jurisdicción castellana se suceden los autores que glosan a Sevilla incluyendo al rey ALFONSO X (llamado El Sabio), aunque se duda de la autenticidad de esta supuesta carta del rey:
“Non hallo en la mía tierra abrigo; ni hallo amparador ni valedor, non me lo mereciendo ellos, sino todo bien que yo les hice. Y pues que en la mía tierra me fallece quien me avía de servir e ayudar, forzoso me es que en la agena busque quien se duela de mí…ñ Si los mío hijos son mis enemigos, non será ende mal que yo tome a los mis enemigos por hijos… Hecha en la mía sola leal ciudad de Sevilla, a los treinta años de mi reinado y el primero de mis cuitas. -El Rey”.
Pero Sevilla se había convertido en una ciudad universal y en un texto como La divina comedia de DANTE ALIGHIERI, en su Canto XX se le cita:
“Pero ven ahora, que ya llega a los lindes                                                               de ambos hemisferios, y toca la onda                                                                      detrás de Sevilla, Caín con las zarzas.”
Tampoco es ajeno el ARCIPRESTE DE HITA a la fama de una ciudad pecaminosa:
“En la invernada visité a Sevilla,                                                                                toda el Andalusía, que non fincó y villa,                                                                  allí toda persona de grado se me homilla,                                                              andando mucho vicioso quanto fue maravilla.”
Para el MARQUÉS DE SANTILLANA, Sevilla no solo es ciudad de vicio:
“Roma en el mundo e vos en España                                                                       sois solas ciudades, ciertamente,                                                                           hermosa Hispalis, sola, por hazaña                                                                         corona de Bética excelente.”
Ya en el siglo XIV un castellano, ALFONSO ALVAREZ DE VILLASANDINO autor del Cancionero de Baena (es muy recomendable una visita al Museo Arqueológico de Baena, donde, entre otras piezas, se puede ver un ejemplar del Cancionero), evoca a la ciudad, ya con el topónimo cristiano Sevilla, en algunos de sus poemas en castellano viejo:
 “Lynda syn comparaçion,                                                                                         claridat é luz de España”
En el siglo XVI un veneciano, ANDREA NAVAGIERO, embajador en la corte del Emperador Carlos I narra en su Historia de Venecia alguna de las características de la Sevilla de esa época:
 “A este lugar acuden a pasearse todo el día, muchos hidalgos y mercaderes, y es el sitio más bello de Sevilla, a que llaman las Gradas”.
(…)
“Sevilla (…) se parece más que ninguna otra de las de España, a las ciudades de Italia”.
En ese mismo siglo XVI, otro italiano, LUCIO MARINEO SÍCULO, profesor de la Universidad de Salamanca, dedica algunas reflexiones a nuestra ciudad:
 “Tiene la Imperial ciudad Sevilla un templo dedicado a la Virgen María, el qual es tan grande, que no se yo si entre todos los templos de los cristianos otro mayor que él se pueda hallar”.
(…)
“Digo que es Sevilla cibdad mui grande, mui noble, mui abundante de todas cosas, y si no me engaño la más apacible para quien tiene en ella de comer, que ninguna otra de toda España”.
El portugués GIL VICENTE, padre del teatro en la península Ibérica hizo también referencia a Sevilla en pleno siglo XVI:
“Ay, mis primeros amores                                                                                         en Sevilla quedan presos.                                                                                       Malhaya quien los envuelva”
En ese siglo el anonimato de las canciones populares también aporta referencias a la ciudad:
“Soy hermosa y agraciada,                                                                                       tengo gracias más de mill,                                                                                       llámanme Gira Giralda,                                                                                           hija de Giraldo Gil”
En el mismo siglo, pero ya de origen español, BARTOLOMÉ TORRES NAHARRO, cita a Sevilla como un premonitorio Cervantes:
“Pues poetas y otros mil,                                                                                         como vuestra fama es tanta                                                                                     Dexan a Roma la santa                                                                                           por Sevilla la gentil”.
(…)
“Salveos Dios, la gran Sevilla                                                                            mar de todos los placeres,                                                                                      refugio de mercaderes,                                                                                            joya del rey de Castilla…”
Otro dramaturgo español de los siglos XVI-XVII y que vivió en Sevilla, AGUSTÍN DE ROJAS, también se hace eco de la ciudad en El viaje entretenido:
 “Sevilla y el mundo, todo es uno, porque en ella sin duda está todo abreviado”
Pero hay también en ese siglo quien rechaza la ciudad y como ejemplo nadie mejor que TERESA DE JESÚS. Llegada desde Córdoba – ciudad que tampoco le hizo gracia alguna – para fundar un convento se encuentra con el calor sevillano y con una población sumida en el enorme tráfago que como Puerto de Indias debía tener. Para un carácter castellano seco como el de la monja de Ávila, Sevilla debió suponer un castigo y bien que lo expresa en algunos textos:
“¿Qué se le ha perdido a Dios en esta ciudad del demonio?”
(…)
“Aquí el demonio tiene las manos muy largas”
 Pero posiblemente sea el siglo de Oro español y más exactamente el XVII el que aporta más referencias a Sevilla realizadas por los más excelsos escritores de la época, desde los propios sevillanos como Fernando de Herrera, BALTASAR DEL ALCAZAR, MATEO ALEMÁN o GUTIERRE DE CETINA hasta los situados en la corte como Cervantes o Lope. Seguramente el más leído poema de CERVANTES es el dedicado a la muerte de Felipe II y al túmulo que se construyó en nuestra ciudad:
“¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza y que diera un doblón por describilla! Porque ¿a quién no sorprende y maravilla esta máquina insigne, esta riqueza?
       Por Jesucristo vivo, cada pieza vale más de un millón, y que es mancilla que esto no dure un siglo, ¡oh, gran Sevilla!, Roma triunfante en ánimo y nobleza.
       Apostaré que el ánima del muerto, por gozar de este sitio, hoy a dejado la gloria, donde vive eternamente.
       Esto oyó un valentón y dijo: “Es cierto cuanto dice voacé, seor soldado. Y el que dijere lo contrario, miente.
       Y luego, in continente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”.
  Durante cerca de dos siglos Sevilla fue el centro económico de Occidente y la capital comercial del Imperio español. Por aquí anduvo Cervantes como cobrador de impuestos de la Hacienda del Rey; aquí en plena calle de las Sierpes sufrió cárcel por deudas (“donde toda incomodidad tiene su asiento y donde triste ruido hace su habitación”) y durante su estancia en ella parece que pergeñó su obra cumbre. En el Quijote hay varias referencias a la ciudad: “[Sevilla] es lugar tan acomodado a hallar aventura, que en cada esquina se ofrecen más que en otro alguno”. Según Pedro Piñero y Rogelio Reyes en su libro La imagen de Sevilla en la obra de Cervantes, en el Quijote Sevilla no fue una referencia esencial pero si aparecen varias alusiones a la ciudad y su agitada vida cotidiana: “Por entonces no quería ni debía ir a Sevilla, hasta que hubiese despejado todas aquellas sierras de ladrones malandrines, de quien era fama que todas estaban llenas y más adelante, dos vecinos de la Heria [la calle de la Feria] de Sevilla, gente alegre, bienintencionada, maleante y juguetona”. En la segunda parte de la obra la referencia más clara es a la “giganta”:
“Una vez me mandó que fuese a desafiar a aquella famosa giganta de Sevilla llamada la Giralda, que es tan valiente y fuerte hecha de bronce, y sin mudarse de un lugar es la más movible y voltaria mujer del mundo. Llegué, vila y vencíle, y hícele estar queda y a raya, porque en más de una semana no soplaron sino vientos nortes”.
Pero será en las Novelas Ejemplares donde las referencias son más nítidas. Más de la mitad de esas novelas se desarrollan en el submundo del hampa sevillano y con unos personajes que forman ya parte del memorial de la mejor literatura española.  Así en El rufián dichoso por ejemplo:                                                                                                                                                  
 “Dulces días, dulces ratos                                                                                         los que en Sevilla se gozan”
 Pero como señalábamos anteriormente otros autores de esos años también se refieren a Sevilla en sus textos, como LOPE DE VEGA:
 “–Forastero: ¿Esto hay en el Arenal? ¡Oh, gran máquina, Sevilla!                         –Alvarado: ¿Esto solo os maravilla? Es a Babilonia igual”
“…la más bella y populosa ciudad, un infierno soñado                                            Ay, calles de Sevilla, y abril que canta en las acacias negras, con flores blancas…”                                  
“Para alabar a Sevilla,                                                                                               deja su Contratación                                                                                               y cuanto encierra, Girón,                                                                                          del Guadalquivir la orilla”
…                                                                                                                                                                  
“Otra Sevilla parece                                                                                                 que está fundada en el río”
“Bellísima, por su riqueza, grandeza, y majestad, trato, policía, puerto y puerta de las Indias, por donde todos los años se puede decir que entra dos veces en ella el sustento universal de España”.
 TIRSO DE MOLINA se refiere con claridad a la ciudad en El Burlador de Sevilla o Convidado de Piedra:
“—Don Juan: Sevilla es la única ciudad mejor que Nápoles.                                   —Duque Octavio: Si en Nápoles me lo hubieseis dicho, no me lo habría creído, pero estando aquí comprendo por qué lo decís”
Ya en clave localista VELEZ DE GUEVARA en El diablo cojuelo:
“Las calles de Sevilla, en la mayor parte, son hijas del laberinto de Creta”
o FERNANDO DE HERRERA:
“No ciudad, eres orbe. En ti se admira                                                                     junto cuanto en las otras se derrama;                                                                     parte de España, más mejor que el todo”
También los vates anónimos hacen loas, quizá con doble sentido, a la ciudad;
“Sacra y Real Majestad,                                                                                           ¿a qué venís?                                                                                                         ¿A ver la primera ciudad                                                                                          del mundo por mil razones?”
 Pero la época dorada de Sevilla acabará con el traslado a Cadiz de la Casa de la Contratación y la ciudad entrará en una larga época de decadencia y provincianismo. Sevilla es olvidada en gran parte del siglo XVIII y solo será rescatada del olvido a finales del siglo, a veces con un sentido crítico por algunos heterodoxos ilustrados. Una curiosidad prácticamente desconocida hasta hace pocos años fue la aportación novelística de PABLO DE OLAVIDE quien publicó, ya en el siglo XIX, una serie de 6 novelas en las que destaca algún título como Laura o el sol de Sevilla. Otro gran heterodoxo, nacido en la ciudad, BLANCO WHITE nos dejará en sus Cartas de España, un testimonio impagable de la vida cotidiana, la intolerancia y el fanatismo religioso que anidaba en el inconsciente colectivo de la ciudad:
“Del fanatismo y la ambición aborto                                                                         los que tenéis raíces en el cielo                                                                               nunca podéis dejar en paz el suelo”  
¿Cómo puede un país conciliar la libertad con un único credo?
También en el extranjero la llamada de Sevilla tiene efecto. Así, PIERRE-AUGUSTIN DE BEAUMARCHAIS escribe una comedia que luego sería llevada a la ópera con gran éxito: El barbero de Sevilla. Unos años después un enamorado de España, PROSPER MERIMÉ, escribe Cartas de España y una obra, Carmen, que Bizet llevará asimismo a la ópera
Pero también en pleno XIX una escritora madrileña, GERTRUDIS GOMEZ DE AVELLANEDA, habla de una Sevilla en la que, al menos en las clases pudientes a la que ella pertenecía, existía cierta libertad:
“Entre tradiciones, prejuicios y veladuras, hay en Sevilla un selecto ambiente cultural en el que algunas mujeres ejercen su libertad. Además de salones literarios, existen casas que acogen amores clandestinos”.
Pero esa gloria pasada de siglos anteriores se reinventa en el XIX en parte gracias a la fascinación de los viajeros románticos que ávidos de exotismo vinieron al sur desde los países europeos en busca de aventuras. Así TEOFILO GAUTIER escribió en1840:
 “(Sevilla…) Es una ciudad grande, difusa, moderna, alegre, riente, animada (...) El ayer no le preocupa, el mañana menos todavía, ella es sólo presente”.
“El ayer no le preocupa, el mañana menos todavía; ella es sólo presente. El recuerdo y la esperanza son la felicidad de los pueblos desgraciados, y Sevilla es feliz”.
Otros lo dejaron aún más claro:
RICHARD FORD:
“Sevilla es un museo de antigüedades moriscas”
“Sevilla es una de las ciudades más agradables de España para una residencia alargada”.
 LORD BYRON anduvo en 1810 por Andalucía y según sus cartas personales parece que alguna que otra sevillana se le insinuó con manifiesta claridad. La ciudad andaluza que más le gustó fue Cádiz, pero dejó escrita también su clara impresión de Sevilla:
“Sevilla, hermosísima ciudad; quien no ha visto a Sevilla no ha visto maravilla; y yo soy de la misma opinión”.
GEORGE BORROW:
“Frío, frío debe ser el corazón que se quede insensible ante las bellezas de este mágico escenario. He derramado lágrimas de embeleso de sólo mirarla”.
Otro viajero por España, en este caso en 1846, fue el ilustrador y novelista ALEJANDRO DUMAS, de ese viaje surgió un libro, De París a Cádiz. Impresiones e un viaje. En Sevilla se quedó impresionado en sentido opuesto por dos cosas: por una parte, una antipatía y fobia especial por las olivas sevillanas (ya sabemos que las aceitunas son motivo de filias y fobias muy acentuadas) y por algunas carencias que hoy nos parecen inverosímiles (“el aceite es imposible y el vinagre inexistente”). En el polo opuesto queda la impresión que le causó la Giralda:
“Hay pocas amantes de rey, e incluso pocas amantes de poeta, a quienes se haya dedicado tantos versos como a esta sultana de granito, esta hermana del álgebra, esta hija de Jabir llamada la Giralda”.
A veces Dumas es tan exagerado como los propios andaluces:
“… cada sevillano amante de la pintura se cree obligado a tener o decir que tiene cinco o seis Murillos… En este sentido, solamente en Sevilla, hay aproximadamente tres mil Murillos”.
“Si los sevillanos son para todo el mundo lo que han sido para mí desde mi llegada: en ese caso son los mejores hijos del mundo”.
EDMUNDO DE AMICIS estuvo en España en 1872 como corresponsal de La Nazione de Florencia. En España. Impresiones de un viaje hecho durante el reinado de Don Amadeo I, nos dejó muestras de su fervor por Sevilla:
“¡Sevilla! ¡Sevilla! ¡Allí está! ¡Allí está la reina de Andalucía, la Atenas española, la madre de Murillo, la ciudad de los petas y los amores, la famosa Sevilla, cuyo nombre pronuncio desde la infancia con un sentimiento de viva simpatía! ¡Quien me había de decir, hace algunos años, que yo la vería! Y sin embargo esto no es un sueño”.
“Cada balcón, cada fragmento, cada escultura solitaria recuerda la aventura nocturna de un rey, las aspiraciones de un poeta, la historia de una hermosa, un amor, un duelo, un rapto, una fábula, una fiesta”.
Un francés polifacético (filósofo, historiador y revolucionario), EDGAR QUINET, viajará, por España en 1843 y parece que constató la existencia de las dos Españas mucho antes que Machado. En su libro Mis vacaciones en España, dejó sus impresiones sobre los contrastes de Sevilla:
“El Escorial representa el genio de Felipe II; Burgos, la España cristiana; Toledo, la lucha de una y otra; y en Sevilla se reúne todo: el alma de África y el alma de Europa; la patria de la Inquisición y el jardín de las rosas, el ascetismo y la voluptuosidad, los amores de Pedro el Cruel y de Don Juan. Esta mezcla de austeridad y de gracia se encuentra en todas las casas. No hay ventana que no esté sellada con barrotes de cárcel. Pero estas jaulas de hierro, artísticamente cinceladas, son al tiempo balcones alegres a los que el espíritu de Don Juan tiende aún sus escalas de seda. Tras el negro cinturón de torres romanas, la blanca Sevilla aparece como Doña Ana tras los cerrojos del Comendador”.
 Uno de los más famoso viajeros del XIX fue HANS CHRISTIAN ANDERSEN, quien recalaría por Sevilla en 1862. Se alojó en el Hotel Inglaterra y en su libro Viaje por España dejó la visión de la ciudad hispalense, destacando especialmente su impresión ante los lienzos de Murillo que era, a la sazón, el más cotizado pintor de todo el orbe:
“La catedral, la más importante de todas las de España, el alcázar moro y, por último, las inigualables pinturas de Murillo, hacen de Sevilla una de las más interesantes ciudades de Europa. Aquí no falta más que el mar; si lo hubiese, Sevilla sería perfecta; la reina de las ciudades”.
 Será otro sevillano, el gran poeta que introdujo la poesía moderna en España, GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER el que hará también la reinvención romántica de la ciudad en obras como Maese Pérez el organista, La Promesa o La venta de los Gatos:
“Sus calles morunas, tortuosas y estrechas, en las que aún se cree escuchar el extraño crujido en los pasos del muy justiciero”.
Entre el XIX y el XX una sevillana, MERCEDES DE VELILLA, una gran y desconocida poeta glosará a su ciudad en el poema A Sevilla:
“¡Sevilla! suelo fecundo  lleno de luz y grandeza,  ¿qué diré de tu belleza,  que ya no haya dicho el mundo?  Nunca mi afecto profundo  pudo elevarte canciones;  más hoy que, en otras regiones,  de verte la dicha pierdo,  es para mí tu recuerdo  manantial de inspiraciones”. 
 No se escapará PÉREZ GALDÓS de la huella de la ciudad hispalense: “¡Sevilla! ¡De qué manera tan grata hería mi imaginación este nombre!”
Hijos de un intelectual (Demófilo), ANTONIO y MANUEL MACHADO conformaron lo mejor de la poesía española del naciente siglo XX, aunque con un sentimiento en apariencia diferente, con respecto a la ciudad. Antonio evoca la felicidad de la infancia en su tierra vivida en el Palacio de las Dueñas y lo mantiene hasta sus últimos momentos, como en su postrer verso encontrado tras su muerte: “Este cielo azul y este sol de la infancia” o en el conocidísimo “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero”. Pero también denuesta a los señoritos sevillanos como en el poema:                                                                                            
 “¡Oh, maravilla,                                                                                                        Sevilla sin sevillanos,                                                                                               la gran Sevilla!
Dadme una Sevilla vieja                                                                                          donde se dormía el tiempo                                                                                      con palacios con jardines,                                                                                        bajo un azul de convento.
Salud, oh sonrisa clara                                                                                            del sol en el limonero                                                                                              de mi rincón de Sevilla,                                                                                            ¡oh alegre como un pandero,                                                                                   luna redonda y beata                                                                                               sobre el tapial de mi huerto!
Sevilla y su verde orilla,                                                                                          sin toreros ni gitanos,
Sevilla sin sevillanos,                                                                                              ¡oh maravilla!”
 El tono de su hermano Manuel es muy diferente con respecto a su ciudad como vemos en su famosos poema Andalucía:
“Cádiz, salada claridad; Granada,  agua oculta que llora.  Romana y mora, Córdoba callada.  Málaga cantaora.  Almería dorada.  Plateado Jaén. Huelva, la orilla de las Tres Carabelas...  y Sevilla”. 
 No es muy conocida la relación de afecto que toda su vida mantuvo el mayor poeta de la España moderna, JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, con Sevilla. Desde su época de estudiante residiendo en la calle Gerona hasta el resto de su vida, no dejó de repetir que Sevilla era la ciudad donde le hubiera gustado vivir. En su poemario Diario de un poeta recién casado, el poema Tú y Sevilla expresa claramente el sentimiento hacía la ciudad hispalense:
 “A Sevilla le echo los requiebros que te echo a ti. Se ríen, mirándola, estos ojos que se ríen cuando te miran.
Me parece que, como tú, llena ella el mundo, tan pequeño y tan mágico con ella, digo, contigo, ¡tan inmenso, tan vacío sin ti, digo, sin ella!
¡Sevilla, ciudad tuya, ciudad mía!”
Pero son innumerables las ocasiones en que JR habla de su admiración por la ciudad:
 “Desde la azotea de Triana se ve Sevilla, larga tendida, llana, abierta, malva toda y oro, como una mujer rubia, que sueña despierta en su alma, que es su cuerpo”
 …
“Como soy de Moguer y de Sevilla,                                                                         canto mis ilusiones por seguidillas”
“Sobre las calles que huelen a cera, sobre las azoteas con macetas, se va viendo una luz de plata, y en el fresco y puro azul matutino, aún negro, se oyen volar palomas que no se ven”
 “En la primavera universal, suele el paraíso descender hasta Sevilla”
Es en el poema en prosa La Giralda donde JRJ expone con mayor énfasis su querencia por el gran símbolo de la ciudad:
“Por la mañana, el aire puro sevillano, la Giralda ingrávida, transparente- menos aún o más que de cristal- está todavía desnuda como en la noche. Una mujer desnuda que sintiera, de pronto, su desnudez. ¡qué alegre y atropellada, cantando al sol primero, en su risueño despertar de primavera, sobre el panorama rubio de su visión!”
 Ya a finales del siglo XIX el iconoclasta ANDRÉ GIDE visitó por breve espacio de tiempo Sevilla y en su obra Los alimentos terrestres señaló varias impresiones sobre la ciudad:
“Nathanael, te hablaré de los más bellos jardines que he visto… hay en Sevilla, cerca de la Giralda, un antiguo patio de mezquita; los naranjos crecen a trechos, simétricamente… es un patio cuadrado, rodeado de muros; y de gran belleza, no sé explicarte por qué”.
Aunque menos conocida que Carmen y Don Juan, la sevillana Conchita Pérez es un mito de la literatura universal que ha fascinado a millones de personas desde la publicación de La femme y le pantin de PIERRE LOUYS. Louys representa junto a Bataille la literatura erótica enmarcada en la ciudad hispalense. Conchita Pérez competirá con la Lolita de Nabokov y su historia será adaptada en seis ocasiones para el cine. Louys describe la Fábrica de Tabacos como “un verdadero harén" y admira la belleza de las sevillanas: "admirable cuerpo femenino, de esos que en verdad no se encuentran fuera de España", mientras que su impresión por la clase alta sevillana es bastante negativa.
Pero el erotismo más provocador lo situó en Sevilla GEORGES BATAILLE en su Historia del ojo donde, en la Iglesia del Hospital de la Caridad, se suceden secuencias de sexo y pornografía.
En 1924 un escritor chileno publicó un curioso libro: Pasión y muerte del cura Deusto, la primera novela en nuestro idioma de temática homosexual. Su autor, AUGUSTO D´HALMAR, sitúa en este caso la historia de amor entre un cura vasco, nacionalista y gay con un gitano ex seise de la catedral en la Iglesia de San Juan de la Palma.
ENRIQUE GÓMEZ CARRILLO fue un escritor guatemalteco que logró cierta fama en Europa y que se convirtió en un arduo defensor de la imagen de Sevilla y de los sevillanos como muestra en su libro Vistas de Europa:
“Hay una Sevilla de la que no se tiene idea en el resto del mundo, ni siquiera en el resto de España. Decid en Madrid: =La existencia sevillana es tan laboriosa como la vuestra, tan europea como la vuestra, tan intelectual como la vuestra=, y se echará a reír la gente, porque la gente se figura, en cuanto oye decir Sevilla, que el cromo de una pandereta va a animarse en una atmósfera de fuego. Y, sin embargo, es verdad que, con una elegancia coqueta que se complace, lo mismo que la de los parisienses, en hacer creer que lo único importante es sonreír, soñar, admirar a las mujeres y decir bromas, los sevillanos trabajan con el cerebro y con los brazos, y son muy formales siendo muy galantes, y son muy activos siendo muy finos, y mientras el mundo les cree solo ocupados en cultivar la poesía de las coplas, se consagran a la prosa de los olivares, de las dehesas, de las fábricas, de los talleres, del puerto… y también a la del estudio”.
   RUBÉN DARÍO viajó a Andalucía en 1899 y en 1902. En su segundo viaje visita Málaga, Granada, Córdoba y Sevilla y escribe Tierras solares donde expone sus apreciaciones sobre estas ciudades andaluzas. Se debate entre la alabanza a la grandeza de lo pretérito (“El encanto íntimo de Sevilla está en lo que nos comunica de su pasado”) y la crítica al folclorismo y al incipiente turismo de masas que todo lo llena. A Málaga la define como La Bella (“de donde son las famosas pasas, las famosas mujeres y el vino preferido para la consagración”) pero también es cruel con ella en otros fragmentos; de Granada dice que es una de las ciudades preferidas por “los rebaños la agencia Cook”. La que más le impacta es Córdoba: “Yo, ni en Granada, ni en Sevilla, ni en Málaga he encontrado ese ambiente de antigüedad de esta capital esclarecida y en una época foco, puede decirse, de la sabiduría universal”.
 En Sevilla crítica el turismo de masas (¡en 1902!), pero destaca sus espacios íntimos y especialmente los jardines del Alcázar. Me parece muy esclarecedora su descripción de la ciudad por lo que la transcribo literalmente a pesar de su extensión:
 Sevilla
“Aunque es invierno, he hallado rosas en Sevilla. El cielo ha estado puro y francamente hospitalario pasadas las primeras horas de la mañana. La Giralda se ha destacado en espléndido campo de azur. Luego, las mujeres sevillanas, entrevistas por las rejas que hay a la entrada de los patios marmóreos y floridos, dan razón a la fama. He visto, pues, maravilla.
No sin razón es esta la ciudad de don Juan y la ciudad de don Pedro. Siempre la poesía, la leyenda, la tradición, os saldrán al encuentro. Estrella, el Burlador, el Monarca cruel, el Barbero... Por eso el grande y armonioso José Zorrilla se recomendaba aquí evocando el nombre de su Tenorio y de su Rey justiciero. El turismo viene, por moda, a la Semana Santa. Es decir, a pagar cuentas enormes de hospedaje, a dormir sobre una mesa de billar en veces, y a ver pasar las procesiones, entre católicos irreligiosos, santos macabros, cristos lívidos y sangrientos con cabelleras humanas. Al mismo tiempo, el viajero escuchará los gritos extraordinarios de las saetas y las carceleras. En el día aprovechará la buena ocasión para ir a ver a las cigarreras en la fábrica, con sus deshabillés sugerentes; si ha leído La femme et le pantin, de Pierre Louys, tanto mejor; y volverá a su país diciendo que ha conocido el encanto sevillano. No, ciertamente, indiscutiblemente, el encanto sevillano está en otra parte. La Semana Santa y la feria son notas singulares, y las cigarreras ayudan al color local que se ha conocido en las lecturas; pero el alma de Sevilla no tiene gran cosa que ver con todo ese pintoresco reglamentario. Ni con eso, ni con el industrialismo y la vida comercial que puebla de barcos las riberas del Guadalquivir; ni aun con el batallón trashumante de toreros calipigios que se entretiene en la estrecha y retorcida calle de las Sierpes. El encanto íntimo de Sevilla está en lo que nos comunica su pasado. Su alma habla en la soledad silenciosa; así el alma triste de toda la vieja España. Dicen sus secretos las antiguas callejuelas en las horas nocturnas. Y nada es comparable a la melancolía grave de sus jardines, esos jardines que ha interpretado pictórica y magistralmente en melodías de color el talento excepcional y hondo de Santiago Rusiñol -ese a «ruiseñor» de la fuerte Cataluña.
¡Sevilla! Las injusticias de la fama no tienen gran fundamento: abominad la célebre calle de las Sierpes en donde existió un célebre café flamenco que se llamaba el Burrero...; abominad la manzanilla misma, que es un brebaje aceitoso y poco amable; abominad, aunque os gusten los toros, a los toreros fuera del coso. Pero adorad, extasiaos, para vuestro reino interior, en los jardines del Alcázar sevillano, -como en Aranjuez, como en la mágica Granada. De todo lo que han contemplado mis ojos, una de las cosas que más han impresionado a mi espíritu son esos deleitosos y frescos retiros. Ni las vetustas murallas carcomidas de siglos, que aún atestiguan el viejo poderío de los conquistadores romanos, ni los restos visigodos, ni la esbelta Giralda mauritana, cuyo nombre alegra como una banderola, ni la Torre del Oro a la orilla del río, ni las magnificencias del Alcázar, que renuevan en mi memoria las sensaciones experimentadas en la Alhambra granadina, nada me ha hecho meditar y soñar como estos jardines que vieron tantas históricas grandezas, tantos misterios y tantas voluptuosidades. La culpa la tiene en gran parte ese don Pedro que tenía tanto de don Juan...
Cuando uno entra, a un lado de las galerías que llevan el nombre de aquel raro monarca que comprendía la belleza morisca, que tuvo mucho de oriental, mucho del Arum-al-Raschid de «Las mil y una noches», lo primero que conmueve es el más blando de los silencios, apenas turbado por el fino hilo líquido que cae de un surtidor en el ancho estanque de verdes aguas. El suave viento mueve el ramaje de dos grandes magnolias vecinas. Y entre rosales y arrayanes, se descienden dos graderías y se va a ver lo que se llama los baños de doña María de Padilla. Hay una grande y larga piscina, bajo bajas bóvedas góticas. Nada más. Pero, ¿qué importa? Pintores ha habido que han intentado resucitar el sensual capítulo de la bella novela de vida. Quedaos al amor de vuestras ideas. ¿No oís cantar los pájaros de la primavera? ¿No veis al monarca que se acerca entre las flores nuevas y lujuriantes? ¿No oís el ruido del agua transparente en donde el cuerpo sonrosado de la real querida forma a su rededor círculos de diamante? Ella ríe, el duro rey sonríe. Cerca hay palomas blancas y de plumajes que la luz tornasola; y un pavón de Oriente, vestido de orgullo, ostenta sus gemas, como un visir de fiesta. Ahí, tenéis el encanto sevillano.
Más allá iréis al jardín de la gruta, y allí los arrayanes forman un famoso y pueril laberinto; y en un rústico templete, bajo extraña bóveda, una blanca estatua de dos mujeres unidas por la espalda, arroja de sus cuatro pechos cuatro chorros de agua. Neptuno decorativo os saluda en el llamado jardín Grande, y en el del León hay señaladas huellas leoninas: hic sunt leones. Es en efecto aquí donde se conserva el cenador del césar Carlos V. Allí, entre los mármoles y los policromos azulejos y las maderas admirablemente talladas, las águilas imperiales guardan el orgullo de sus actitudes y recuerdan la presencia desvanecida de la soberbia y soberana persona.
Cuando salís, lleváis una sensación imborrable.
Como decía antes, por las calles os llamará siempre, con su callada voz, la tradición. En vano, en las vías estrechas, os hará pegaros a la pared el tranvía eléctrico. En vano los vendedores de antigüedades os querrán atraer con sus letreros en inglés. Por muy poco meditativos o poetas que seáis, tendréis que pensar en uno de los dos hombres-sombras zorrillescos, don Pedro o don Juan.
Allá en la iglesia del hospital de la Caridad, me he inclinado ante nombres ilustres, de mosaistas, pintores y tallistas; bastará el solo de Murillo multiplicado en obras excelentes, como un Dios Niño que se apoya en el mundo, todo gracia, y un Moisés en que Bartolomé Esteban demuestra que celeste suavidad y pincel dulce no le impiden el dar cuando le venía en voluntad una nota de fuerza. Y luego el realista y macabro Valdés Leal, cantado en las labradas rimas de Gautier, que renueva en más de un cuadro el triunfo de la muerte, y las visiones cadavéricas de los frescos del camposanto pisano.
Cuenta un cronista que al ver pintada tan a lo muerto la descomposición en el ataúd, dijo Murillo a su amigo el artista: «Compadre, esto es menester mirarlo con la mano en las narices». Mas, pasad a la sacristía. No os detengáis en visión de San Cayetano, de Céspedes, ni en el San Miguel, de Roela.
Ved ese retrato del tiempo viejo, ved ese caballero firmado por Valdés Leal y ved esa espada antigua, que en estos tiempos de ruines prosas no hay mano digna de tocar. Ese caballero orgulloso, cuya estatua se ha inaugurado recientemente, es un révenant, es un habitante del ensueño, es un vecino de la ciudad de la eterna ilusión, -es un héroe de la poesía, un fantasma de capa y espada. Ese hombre es el asesino del amor y el campeón de la voluptuosidad. Es el Señor Don Miguel de Mañara, celebrado en la inmortalidad del arte bajo el nombre de Don Juan. Y esa es su espada. Está en una sacristía, porque ya sabéis que el diablo cuando se hizo viejo se metió fraile.
En la catedral mucho hay que admirar y las guías lo detallan; pero allí también, como en todos lugares, es el pasado el que os detiene con su historia o con su página legendaria. Así, de ese púlpito que encontráis en un patio, en donde predicaron varones ilustres como el vigoroso Vicente Ferrer, pasáis a las maravillas de las naves, en donde gloriosas paletas dejaron telas de valor y de renombre. Y la anécdota tradicional os espera asimismo por toda capilla y rincón, desde el colosal San Cristóbal, junto al altar de la Gamba, hasta el pequeño Niño Jesús, al cual llaman el mudo, obra de Montáñez. Y aquí llega la nota curiosa.
Encontráis gentes de añeja devoción, a quienes dirigís la palabra, y que, por más que les habléis, no os dan contestación alguna. Esos son fanáticos que han hecho al niño rubio del altar la promesa del silencio por un tiempo determinado. En una de las capillas -y aquí la anécdota es moderna- está el famoso San Antonio, de Murillo, cuadro que fue mutilado por un visitante norteamericano, que creyó oportuno aislar el santo del resto de la composición para provecho propio. Sabido es que el cónsul español en Boston tuvo denuncia del paradero del fragmento pictórico y logró rescatarlo. Hoy, gracias al arte y habilidad de un pintor eminente, el cuadro aparece restaurado, y no se notan las señales de la amputación del robador yanqui.
No os detendré ante las muchas obras artísticas y renombradas que aquí se guardan, pues son tantas y tales que hay libros de eruditos, como Cean Bermúdes, que están dedicados a ellos. Pero no dejaré de deciros que veáis cierto fúnebre monumento que está cerca del Cristóforo de Pérez de Alesio, el cual monumento es obra moderna y muy celebrada, compuesta de cuatro figuras que soportan una urna, y que seguramente os es familiar por las ilustraciones. En esa urna -¡descubríos!-   están las cenizas, las discutidas cenizas de Cristóbal Colón, que antes estuvieron depositadas en la catedral de la Habana. Creo que el más impasible e indiferente de los americanos, no dejará de sentir así sea una vaga emoción delante de ese puñado de huesos. Hasta después podrá llegar la eterna Eironeia, y haceros comprender que no es muy grande el favor que nos hizo.
La tarde estaba alegre y dorada cuando pasé el puente de Triana para ir al barrio de ese nombre tan cantado en las coplas. ¿Diré que tuve más de una ilusión deshecha? Fuera de una que otra ventana llena de los tiestos usuales en toda Andalucía, y una que otra cara de cromo o de caja de cerillas, no pude satisfacer mi curiosidad de belleza sevillana. Vi mucho mozo de chaqueta y pantalón ajustado, haraganeando en las esquinas, no lejos de los muelles en que el sevillano trabajador suda en los afanes del tráfago moderno. Vi portales sin aseo y tiendas de salazones, y una diligencia a la antigua, que al lado del eléctrico tranvía iba cargada de gentes y maletas a alguna parte. Vi la Torre del Oro bañada del oro de la tarde, y el río de un color sucio amarillento; y a lo lejos las alturas que empezaba a borrar, a esfumar el crepúsculo. Y si no volví contento de Triana, puesto que quizás yo iba con la idea de un Triana fantástico, o imposible o demasiado a la francesa, tuve un desquite con la salida de una bella niña y una vieja dueña de una vieja iglesia. Doña Inés del alma mía y su inseparable guardadora”.
 Parece ser que dos escritores argentinos, uno el universal Jorge Luis Borges y otro, el menos conocido Oliverio Girondo escribieron sus primeros poemas en Sevilla. En los primeros años del siglo XX el ultraísmo, un movimiento literario de moda es apadrinado en Sevilla por Cansinos Assens, gracias a él se publica la revista Grecia y en ella publicará BORGES su primer poema, Himno del Mar como señala él mismo en sus memorias (Un ensayo autobiográfico), y en el último libro publicado por el argentino, Los conjurados, aparecerá el poema De la diversa Andalucía donde se sienten presentes Córdoba y Sevilla, amén de algún tradicional tópico negativo para nuestra tierra:
 “Cuántas cosas. Lucano que amoneda
el verso y aquel otro la sentencia.
La mezquita y el arco. La cadencia
del agua del Islam en la alameda.
Los toros de la tarde. La bravía
música que también es delicada.
La buena tradición de no hacer nada.
Los cabalistas de la judería.
Rafael de la noche y de las largas
mesas de la amistad. Góngora de oro.
De las Indias el ávido tesoro.
Las naves, los aceros, las adargas.
Cuántas voces y cuánta bizarría
y una sola palabra. Andalucía”.
 El otro argentino, OLIVERIO GIRONDO, fue un escritor, fotógrafo y dibujante de la vanguardia de los primeros años del siglo XX. En sus obras Veinte poemas para ser leídos en un tranvía y Calcomanías nos ofrece una imagen crítica de la Sevilla de aquellos años como en el poema Calle de las Sierpes:
“Cada doscientos cuarenta y siete hombres,                                                         trescientos doce curas                                                                                             y doscientos noventa y tres soldados,                                                                     pasa una mujer”
Provocador, iconoclasta, irreverente, Girondo nos deja una imagen bastante negativa al menos de la parte más secularizada de la ciudad (Bataille en su Historia del ojo compartirá con Girondo la negativa descripción del mundo religioso de Sevilla) como en el poema Croquis sevillano:
  “El sol pone una ojera violácea en el alero de las casas,                                       apergamina la epidermis de las camisas ahorcadas en                                         medio de la calle.
¡Ventanas con aliento y labios de mujer!                                                          Pasan perros con caderas de bailarín. Chulos con                                             los pantalones lustrados al betún. Jamelgos que el domingo                                se arrancarán las tripas en la plaza de toros.
¡Los patios fabrican azahares y noviazgos!                                                          Hay una capa prendida a una reja con crispaciones                                              de murciélago. Un cura de Zurbarán, que vende a un                                            anticuario una casulla robada en la sacristía. Unos ojos                                        excesivos, que sacan llagas al mirar.
Las mujeres tienen los poros abiertos como ventositas                                        y una temperatura siete décimas más elevada que la                                              normal”.
Los símbolos religiosos y especialmente sus representantes en la tierra serán objeto de sus provocadoras miradas, como en el poema Sevillano:
“Y mientras, frente al altar mayor, a las mujeres se les                                          licúa el sexo contemplando un crucifijo que sangra por                                          sus sesenta y seis costillas, el cura mastica una plegaria                              como un pedazo de «chewing gum»”.
 Su más extenso poema lo dedica a la Semana Santa sevillana:
“Los caballos -la boca enjabonada cual si se fueran a afeitar- tienen las ancas tan lustrosas, que las mujeres aprovechan para arreglarse la mantilla y averiguar, sin darse vuelta, quién unta una mirada en sus caderas”
“La cofradía del «Silencio», sobre todo, proyecta en las paredes blancas un «film» dislocado y absurdo, donde las sombras trepan a los tejados, violan los cuartos de las hembras, se sepultan en los patios dormidos”.
“Frente a todos los espejos de la ciudad, las mujeres ensayan su mirada «Smith Wesson»; pues, como las vírgenes, sólo salen de casa esta semana, y si no cazan nada, seguirán siéndolo…”.
“¡Cristos ensangrentados como caballos de picador! ¡Cirios que nunca terminan de llorar! ¡Concejales que han alquilado un frac que enternece a las Magdalenas! ¡Cristos estirados en una lona de bombero que acaban de arrojarse de un balcón! ¡La Verónica y el Gobernador... con su escolta de arcángeles! ¡Y las centurias romanas... de Marruecos, y las Sibilas, y los Santos Varones! ¡Todos los instrumentos de la Pasión! ... Y el instrumento máximo, ¡la Muerte!, entronizada sobre el mundo... que es un punto final”.
El homenaje al cordobés Góngora en el Ateneo de Sevilla es conocido como el acto fundacional de la Generación del 27. Pedro Salinas con el apoyo intelectual de Luis Cernuda y el económico del polifacético Ignacio Sánchez Mejías, entre otras cosas Presidente del Real Betis y torero eternamente glosado por García Lorca, organizaron unas jornadas que con el tiempo se convertirán, para las letras españolas, en las míticas que fundaron esa gran generación de escritores. Una pléyade de aborígenes y foráneos formaron parte de esa gran hornada de literatos. La llamada Edad de Plata de las letras españolas tuvo representantes sevillanos que glosaron su ciudad a través de una revista de capital importancia en esos años: Mediodía. Sevilla es referente literario e inspiración para un numeroso grupo de poetas y prosistas que nacen o viven en Sevilla. La mayoría de ellos quedaron ocultados por los líderes que acapararon toda la atención (Alberti, Lorca, Cernuda, etc.) pero se trata de grandes poetas que superaron el localismo y le dieron a Sevilla un tratamiento alejado del folclorismo. Son los hermanos menores de la Generación del 27. Señalemos a algunos de ellos:
JOAQUÍN ROMERO MURUBE, redactor del manifiesto fundacional de Mediodía, Conservador del Alcázar, un hombre que protegió a Miguel Hernández durante unos días en el Alcázar hasta que huyó a Portugal y autor de obras como Sevilla en los labios:
“Ser hoy sevillano es morir cruelmente y poco a poco, en cada calle, en cada esquina de la ciudad”
“No creemos que haya placer en el mundo comparable a esta embriaguez de los crepúsculos de Sevilla sobre los montes y el río; es morir un poco en la gloria”.
RAFAEL LAFÓN, ALEJANDRO COLLANTES DE TERÁN, JUAN SIERRA y especialmente FERNANDO VILLALÓN, el conde y ganadero poeta, con alguna obra de primera magnitud como Romances del 800 conforman un grupo de escritores de gran calidad, aunque no tan conocidos por el gran público.
Pero la gran figura sevillana del 27 será sin duda LUIS CERNUDA que escribirá el más hermoso libro, Ocnos, dedicado a su ciudad natal sin nombrarla:
“Sobre las tapias del jardín, brotaba cubriéndolo todo con sus ramas el inmenso magnolio. Entre las hojas brillantes y agudas se posaban en primavera, con ese sutil misterio de lo virgen, los copos nevados de sus flores. Aquel magnolio fue siempre para mí algo más que una hermosa realidad: en él se cifraba la imagen de la vida”.
“Blanco laberinto manchado aquí o allá de colores puros, y donde a veces una cuerda de ropa tendida flotaba henchida por el aire con una insinuación marina”.
“Hoy, distantes aquellos días y aquella tierra,                                                        creo que de todo fue causa un error de amor:                                                        el amor a la ciudad de espléndido pasado,                                                            cuyo espíritu acaso quiso él resucitar,                                                                    dando para ello lo mejor que tenía, sacrificando su nombre y su obra.                  Bécquer y Machado la dejaron tras sí.                                                                    José María Izquierdo nunca la abandonó.                                                             Después de todo, ¡quién sabe!                                                                              Durante sus horas de recogimiento silencioso,                                                      escuchando la música o en sus atardeceres junto al río,                                      mientras se perdía así entre el ruido de los otros bajo el cielo nativo,                tal vez gozó gloria mejor y más pura que ninguna”.
 PEDRO SALINAS fue el impulsor del homenaje a Góngora, vivió varios años en Sevilla y da testimonio del amor a la ciudad en Visperas del gozo:
“El sol sale huyendo del espejo fugitivo de la propia imagen […] y la ciudad lo era, tan dentro de ella, algo incierto e inaprehensible como una mujer amada, producto de datos reales, pero dispersos y nebulosos, y unificadora, lúcida fantasía que los coordina en superior encanto”.
Varios años vivió en el barrio de Nervión JORGE GUILLÉN; algunos de los poemas de Cántico los escribió en Sevilla y se inspiró en los jardines del Alcázar para crear especialmente Jardín que fue de don Pedro:
“Como es primavera y cabe todo aquí para que libre la majestad del sol, vibre celeste pero ya suave o para entrever la clave de una eternidad afín, el naranjo y el jazmín con el agua y con el muro funden lo vivo y lo puro: las salas de este jardín “.
Poco podemos añadir a estas alturas de FEDERICO GARCÍA LORCA. Su vinculación con Sevilla es patente en varias de sus creaciones, desde el Poema de la saeta, hasta el conocido Llanto por Ignacio Sánchez Mejías:
“Sevilla es una torre                                                                                                llena de arqueros finos. Sevilla para herir. Córdoba para morir. Una ciudad que acecha largos ritmos, y los enrosca como laberintos. Como tallos de parra encendidos. Sevilla para herir. Bajo el arco del cielo, sobre su llano limpio, dispara la constante                                                                                                saeta de su río. Córdoba para morir. Y loca de horizonte mezcla en su vino, lo amargo de don Juan y lo perfecto de Dionisio. Sevilla para herir. ¡Siempre Sevilla para herir!”
“No hubo príncipe en Sevilla                                                                                    que comparársele pueda,                                                                                        ni espada como su espada                                                                                     ni corazón tan de veras”
MANUEL CHAVES NOGALES, uno de los grandes periodistas españoles del siglo XX y republicano representante de la llamada Tercera España, nos dejó varias impresiones sobre su ciudad natal, bien en crónicas para la prensa madrileña o en su primer libro, La ciudad:
“Sevilla es bella, porque siempre es nueva”
“Sevilla es la cumbre de sí misma, la cima ideal, el baluarte supremo”
“Si supiéramos de alguna ciudad que tuviese esta sabia armonía, esta exquisita aristocracia, esta plenitud de espíritu de nuestra ciudad, no hubiésemos empezado a escribir”.
“Se ha llamado a Sevilla la ciudad misteriosa e indefinible, por eso los espíritus selectos se elevaron hacia la exaltación y las almas torpes cayeron en el panderetismo”.
Pero también en esos años de Lorca y Chaves hubo quien se convirtió en un justiciero que denunció todos los tópicos de Andalucía y especialmente los de Sevilla: EUGENIO NOEL se convirtió en esos años finales de la monarquía alfonsina y la II República en un beligerante contra el flamenco y las corridas de toros avant la lettre. Noel se llena de las contradicciones contenidas en una ciudad a la que quiere y a la que odia. Su libro Semana santa en Sevilla es imprescindible para conocer otra visión de la ciudad:
 “Sevilla es un nombre evocador; Sevilla, en los días litúrgicos de la Semana Santa, es la Meca de los peregrinos del asombro. ¿Quién no ha oído celebrar esos siete días sevillanos que empiezan por un funeral y terminan en una orgía? ¿Y quién no ha pensado cómo puede toda la ciudad, y una ciudad tan grande, interesarse en la comedia sagrada hasta vivir sólo para ella y sacrificarla lo que un andaluz no abandona ni declina jamás: su personalidad...? Lo que mueva su espíritu a intervenir en el drama de la Pasión de Jesús tiene que ser profundo sentimiento religioso, masculina exaltación de la justicia o cualquiera otra vigorosa réplica a su temperamento, pasivo por naturaleza y zumbón por gracia, poco dado, en su hábito de ironía y siesta, a intervenciones efectivas en los dominios del espíritu puro, de la redención abstracta”.
 Coetáneo de Noel, un anarquista prematuramente desaparecido y según parece el primero en llamar “Generación del 27” a los poetas que homenajearon a Góngora, escribirá el posiblemente mejor texto dedicado a la Semana Santa de Sevilla: ANTONIO NUÑEZ DE HERRERA publicará Teoría y realidad de la Semana Santa. Nuñez de Herrera señala en inteligente y sucinto análisis el tratamiento que la literatura le ha dado a Sevilla:
"Pero ya es oportunidad de que Sevilla sea tratada como fenómeno químico. Lo más honrado sería descenderla desde el poema al ensayo para conocer así la viva entraña y la contradictoria de estas reiteradas apariencias de la gentil ciudad. Y escribir sobre Sevilla sinceramente. Éste sería, sin duda, el más útil homenaje a esta gran ciudad, maltratada por las letras y los letreros y convertida por los altavoces de la Fama en una especie de sello internacional para quitar las penas".
 El caso de GILBERT KEITH CHESTERTON es curioso: en dos ocasiones visitó España, pero en ninguna de ellas estuvo en Sevilla. Sin embargo, dejó escrito algunos comentarios sobre la ciudad en El color de España y otros ensayos que nos muestra lo que ya era una imagen internacional y tópica:
 “Yo había oído hablar de Felipe II, del Escorial y de otros elementos que completaban al cuadro, pero concebía una imagen de España más bien parecida a lo que debía de ser una imagen de Sevilla”
La manera en que los misterios religiosos se mezclan con las diversiones resulta muy chocante para algunas personas, y especialmente, según he podido observar, para aquellas personas que no creen en los misterios religiosos”
El cántabro GERARDO DIEGO también quedó sorprendido por la ciudad hispalense; desde un punto de vista psicoanalítico (“Sevilla es la ciudad donde habita mi otro yo. Mi yo de enfrente”) hasta en un bello soneto dedicado a la Giralda:
“Giralda en prisma puro de Sevilla, nivelada del plomo y de la estrella, molde en engaste azul, torre sin mella, palma de arquitectura sin semilla. Si su espejo la brisa enfrente brilla, no te contemples —ay, Narcisa—, en ella, que no se mude esa tu piel doncella, toda naranja al sol que se te humilla. Al contraluz de luna limonera, tu arista es el bisel, hoja barbera que su más bella vertical depura. Resbala el tacto su caricia vana. Yo mudéjar te quiero y no cristiana. Volumen nada más: base y altura”.
Es bastante conocida la historia de ARTHUR KOESTLER, que fue condenado a muerte por Queipo de Llano y pasó 3 meses en la cárcel de Ranilla. Ese tiempo en Sevilla lo plasmó en su libro Spanish Testament. En él expuso sus impresiones sobre algunas costumbres y algunos personajes sevillanos como su compañero de celda Ángel Casal fundador de las tiendas de bolsos de ese nombre.
Un gran escritor alemán THOMAS MANN evoca en Relato de mi vida su estancia en Sevilla:
“Recordaré siempre el día de la Ascensión en Sevilla con la misa en la catedral, la magnífica música de órgano y la corrida de fiesta por la tarde”
 Varias años después CAMILO JOSÉ CELA publica Primer viaje andaluz. Describe numerosas ciudades y entre ellas, Sevilla:
“Querer entender Sevilla no es empresa de cuerdos. Querer explicar, sería ingenuo menester. No; Sevilla no es una ciudad polémica: en Sevilla se cree o no se cree, como en Dios. Sevilla, como Dios, está por encima de lo que de ella puedan pensar los hombres. Dios no discute, sino que premia o sanciona. Sevilla no argumenta: se muestra y se entrega o se oculta y se encierra en su concha hermética de la que no hay quien la saque”.
 Numerosos escritores hispanoamericanos han dado a nuestra ciudad en los últimos años un tratamiento muy brillante en sus textos. El cubano GUILLERMO CABRERA INFANTE, CAIN, uno de los más grandes escritores sobre cine del siglo XX, se refiere de esta forma a Sevilla en El libro de las ciudades:
“Sevilla, por fin, es como Roma: una ciudad eterna para visitantes contemporáneos, un hábito y un hábitat para todas las almas”                                                                            
 MANUEL MUJICA LAÍNEZ publicó El laberinto en 1974, una novela histórica ambientada en Sevilla:
“Y Sevilla se me apareció en la seducción de sus callejas blancas de cal, de sus azulejos, de sus macetas con flores. Se husmeaba la vecindad del océano, no solo en el aire sino en la traza de la gente. Sevilla era la puerta del Nuevo Mundo, la atalaya, el balcón que oteaba hacia las Indias, el próspero almacén donde fondeaban los veleros remontando las veinte leguas que la separan del abierto mar”.
  Cercano temporalmente a la realidad actual el mejicano CARLOS FUENTES, en su Pregón Taurino de hace varios años dedicó estas palabras a la ciudad:
“Llego a Sevilla y ando buscando las voces que se creen perdidas. Las busco en las floridas calles con su mezcla insólita de cera y de flores. Las busco en las voces de los balcones, que por muy altos que estén surgen de los pasillos secretos porque son hijas de la tierra. Las busco en el silencio mismo de las cofradías guiadas por el bastón de plata. Y de entre todo el silencio de los pies desnudos, índice erguido de la Giralda, y en palabras de Alfonso Reyes, tibieza de las Sierpes, azulejos de las espadañas, palomas heridas en el seno de cada Virgen, de entre todas vuelven a surgir las voces que creíamos perdidas, las inmortales voces de la Semana Santa sevillana, la voz de El Centeno como alma temblorosa y la voz del cantaor Cipriano, de quien Sevilla dirá siempre: ¡Qué pena tenía aquel hombre, cantando!
    “En la calle “e” la Amargura
    Cristo a su madre encontró:
    ¡no se pudieron “hablá”
    de sufrimiento y dolór!”
 Un gran poeta lucentino, ya desaparecido, ANTONIO ROLDÁN MANJÓN-CABEZA, dedicó un bello poema a Sevilla en su Canto a Andalucía:
“Cubierta con la mantilla,
negra cual la misma pena,
cuando ve a la Macarena
la Giralda se arrodilla.
y cuando mezcla Sevilla
la plegaria con la flor,
la saeta y el dolor,
con temblor de escalofrío
se queda suspenso el río
amansando su furor”.
 La ola de novela histórica y de misterio no ha vuelto la espalda a Sevilla. Amén de innumerables obras localistas sobre personajes y hechos relacionados con la ciudad como la Inquisición, Juan de Mesa, Colón, Murillo, etc., grandes (yo diría más bien, famosos) escritores han localizado sus historias en Sevilla, desde ARTURO PÉREZ REVERTE (“Todo aquí es ficticio, excepto el escenario. Nadie podría inventarse una ciudad como Sevilla”) hasta DAN BROWN quien sitúa uno de los escenarios de su novela Origen en Sevilla.
El castellano, pero cordobés de adopción, ANTONIO GALA, evoca Sevilla con una cierta retranca:
“Lo malo no es que los sevillanos piensen                                                              que tiene la ciudad más bonita del mundo…                                                          lo peor es que puede que tengan hasta razón”                                                                                                                                                             
Llega a su fin esta modesta revisión, pero no puedo cerrarla sin ofrecer una preciosa cita que me conmovió cuando la conocí, se trata del epitafio de un joven palestino, FATHI RAGA AHMAD, fallecido en 1981 y enterrado en el cementerio de San Fernando:  
“Cielo azul claro de Sevilla tantas veces te he mirado y tanto te he amado que en mi última postura y en mi último descanso mis ojos te seguirán mirando”.
 AMÉN
2/1/2019
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conchitaherves · 5 years
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TERESA Cuántas estrellas y espigas habrán nacido esta noche, de qué habrán hablado entretanto los sabios y más viejos robles de nuestros bosques; cuántos padres habrán llorado al oír el llanto nuevo de un niño mientras alumbraba para ti estos versos y la luna jugaba con las nubes, las olas y las sombras. Déjame decirte algo de mi, de lo que pienso y en lo que creo, con el corazón abierto, querida Teresa. Tengo razones para afirmar que, como tantos otros de mi generación, soy un náufrago que ha llegado a la orilla. Tú vives en una época muy distinta de la mía a la misma edad. Nací en un tiempo oscuro, aún no apagadas las llamas de una guerra sin perdón. Viví años de silencio, luto y pena, en la España secuestrada por la errante sombra de Caín, donde hasta el escaso pan que había se comía con temor. No te sorprendas por ello. Es el río de la historia y de la vida que no deja de cambiar, a veces muy deprisa, tantas veces de forma impredecible. Llegué a los días de la alegría, los de la soñada y siempre ardua libertad, con las manos curtidas por la intemperie y la tarea, como las de tantos y tantos de aquel tiempo. Porque has de saber, querida Teresa, que la libertad no se regala, siempre está amenazada; la libertad se defiende o se conquista. He braceado mucho, hasta el agotamiento, en el agitado mar de la vida y la suerte nunca me ha abandonado, aunque a veces estuvo huidiza y esquiva, como a ella tanto le gusta. He llegado a la edad de los recuerdos sin perder la memoria. Otros de mi tiempo se quedaron en el camino. Nunca los olvidaré. Porque quiero lo mejor para todos, porque sé lo mucho que una sola persona puede hacer por un mundo mejor, te entrego estos versos, como se entrega la antorcha encendida del relevo. Deseo que te defiendan o te inspiren, que te ayuden y que ayudes para que haya en ti y cerca de ti concordia, amor y esperanza. Me ilusiona pensar que los guardarás como la nieve guarda en lo alto de la montaña el agua del verano. Vivir es el mayor regalo, querida Teresa, pero hay que llegar a merecerlo, con voluntad, talento y sacrificio. Acabas de cumplir dieciocho años. La naturaleza no ha sido tacaña contigo. Sumas inteligencia, sensibilidad y belleza serena. Pronto te darás cuenta de que estás en una nueva etapa de tu vida, de que dejas atrás los días de paso lento y que entras en un tiempo más veloz, en el que las horas se acortan y se aceleran. La vida te abre sus puertas. Es muy bella y fugaz, como el arco iris. Pero merece la pena vivirla. No quieras demasiado equipaje: llena tu corazón de amor, ten compasión, valentía, luz en la mente, y líbrate del rencor, la discordia y la envidia. No elegimos la persona que somos pero podemos hacerla. Da la bienvenida a la noche tras hacer el bien durante el día. Cada mañana, al despertar, mira al cielo y agradece el regalo de la vida, y defiéndela en todas sus formas. Reza a la luz que hace crecer bosques, raíces, frutos, que es brújula de aves errantes, mensaje de lo sublime. Haz de cada día un verso que emocione y que te guíe. Admira a la pequeña e indefensa rosa y al cielo, piensa en el misterio de la Creación, en la inmensidad del Universo, en su indiferencia ante nuestros pasos, en nuestro desamparo y pequeñez ante su grandeza. Busca la autenticidad, no quieras amapolas falsas: las verdaderas puedes encontrarlas tú. Están al lado del trigo que amarillea en el campo, cerca de donde cantan al amor alondras, codornices y grillos. Procura que no haya tristeza, ni injusticia, ni soledad a tu lado. Lucha sin descanso por ello. Busca la belleza, el arte, la poesía. Te unirán a la alegría, una fuerza suave, pero muy poderosa. Sé humilde. Aléjate de la banalidad. Huye de los excesos, donde se esconden todos los peligros, y nunca olvides que puedes ser víctima o beneficiaria de lo inverosímil. Huye del dogmatismo, de creer que tu verdad es la única verdad. No hay mayor ni más indigencia de pensamiento, no hay mayor peligro. Atiende más a la esperanza que al dolor. En las horas difíciles, piensa en la noche y recuerda que en su hora más profunda camina hacia la luz. Y que, además de estrellas, tiene rosas invisibles. Si vives cerca del mar, escucha y guarda las canciones del acantilado, como hacen las jóvenes sirenas. Son sabias lecciones que traen las olas desde mares lejanos. El mundo es despiadado no pocas veces. Defiende a sus víctimas. No te rindas nunca ante la adversidad ni ante la mentira, y sí ante la bondad, la generosidad y la belleza. No seas pluma en el viento, boya sin rumbo, madera de naufragio. Piensa lo que dices y guarda y defiende la palabra dada. Es un gran patrimonio. Fíjate en las mariposas: parece que las lleva hasta la brisa más suave, pero saben a donde van y llegan. Piensa que nunca es la última vez que florecen las pequeñas y humildes flores que nacen en el borde del camino. Revivirán aunque hayan sido pisadas y destruidas por la rueda impasible del carro. La vida siempre acaba venciendo a la muerte. Que no te guíen la frivolidad ni las modas fugitivas, sino el pensamiento sólido, el ansia de saber, la sed por conocer, el cultivo del alma. Engrandece lo que pienses, piensa a lo grande, con humildad. Arriesga. No juzgues ni a mujeres ni a hombres. No murmures nunca contra nadie. Haz de ello una seña de tu carácter. Todos somos sufridos caminantes bajo las mismas estrellas. Ten comprensión y piedad para con todos. Haz amigos. Procura acertar en la elección, pero no olvides que a veces la soledad también puede ser una hermosa y leal compañía. Y porque hay días en que el sol y la luna salen a la vez, llegará un amanecer en que tu corazón no quiera estar ya más tiempo solo, y sentirás que el fuego de una mirada, el sonido de una palabra, son para ti todas las vidas de tu vida. Donde estés, todo te recordará a esa persona. Y le darás el mundo. Y no habrá en tus días otro día igual y ya no dormirás sin su nombre en tu boca. Construid una vida plena, sin cauces para la generosidad, coherente y serena. Haced de ella una obra de arte que sepa hacer frente al dolor, comprometida con la bondad, la honradez y el bien. Nunca olvidéis a los que sufren, cerca o lejos, incluso muy lejos de vosotros. Y haz de esa aventura un refugio, una muralla, un acantilado de lealtad donde rompan tormentas y oleajes, el ruido y el silencio. Guarda ese amor como guarda la brasa el calor contra el frío. Guárdalo como el mayor tesoro, el único tesoro que pueden tener los pobres, cualquier pobre de cualquier trozo del mundo. Guarda ese amor. Sin él, no harás nada grande. Aléjate de lo negativo, sonríe, vive con la alegría y la esperanza con la que el mirlo enamorado despide a la tarde. Recuerda que el vivir no da tregua, que cruza valles diferentes, que es una continua encrucijada que te obligará a decidir, a asumir riesgos que marcarán todos tus días, los que pasan y los que llegan. No hay otro triunfo verdadero que el del esfuerzo y el del sacrificio. No cambies como la hoja en el viento Sé siempre tú misma. El pasado nunca muere. Al final, tal vez seguirás viendo un mundo injusto, y te preguntarás para qué ha valido tu lucha, la lucha de tantos. Piensa que no habrá sido inútil: tampoco se ven las raíces crecer bajo la tierra. Piensa que las caracolas, en silencio, escuchan y guardan las canciones del mar. El mundo es siempre mejor cuando alguien, aunque sea una sola persona, hace el bien o realiza uno de sus sueños. Porque llegará un día en que, fieles a la esperanza, la imprescindible esperanza, ya no os despierte el canto temprano de las golondrinas sino el inconfundible, más bello que ningún otro, de una nueva vida. Guarda ese momento del alba y cada momento que hayas sido feliz. No olvides ninguno, ni siquiera el que sentiste al admirar el temblor azul del corazón de la llama de una vela. Todos hacen falta para hacer frente a la caminata de la vida, a ir al encuentro con lo inesperado, al frágil e incierto tiempo. Sigue ese camino, así tus ayeres no te traerán tristeza. Te abrazarán como el sol abraza al mar de espigas. Y siendo así, no temas a la noche, duerme sin miedo.
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santiagoliveira · 6 years
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El mundo de (Ana) Sofía
Siéntate. Pon música si así lo prefieres, pero no cualquiera, pon la que justo en este momento estoy escuchando: EUSA (álbum) de Yann Tiersen. Leelo con calma, porque tienes prisa. 
***
En cualquier lugar, siempre
Pequeña:
Un 25 de junio a las 4:16 p.m. una niña cambiaría mi ida. Lo supe desde el momento en que tu pecho latió por primera vez. Pesabas ocho libras y medías 55 cm, tus brazos aleteaban nadando en la nada mientras mamá te cargaba por toda la habitación. Tus piernas pataleaban; tu llanto era sinónimo de vida. Aún con tu pequeñez, el viento prometía en tu nombre: serías grande.
No habrá recuerdo más feliz en mi vida que verte crecer. Como tus primeros pasos dibujaron huellas por toda la casa con lodo del jardín; tus primeros trazos adornaron las paredes con crayones y lápices de colores; tus primeras palabras rompieron el silencio de las tardes. Llevarte de la mano a tu primer día de clases en el kínder fue un privilegio que mamá me concedió: vos tan linda con tus dos coletas hasta los hombros y tu afán de repetir los diálogos de tu película favorita camino a la escuela sin mucho éxito.
Sin quererlo ni planearlo, me convertí en tu héroe. Según vos, tenía superpoderes. Sin embargo, la heroína sos vos. Como volás entre columpios y trampolines, tu super fuerza ayudándole a mamá cargando las bolsas del mercado, tu telepatía para saber a dónde estaba la Bombón siempre. Sin quererlo ni planearlo, salvaste mi mundo muchas veces cuando en mis noches tristes tus pequeños chistes me hacían reír o cuando íbamos al parque a buscar zompopos de mayo porque necesitaba distraerme. Sin quererlo, te convertiste en la mujercita más poderosa de toda mi vida.
Te escribo esta carta conmovido por el amor que te tengo. Sé que escuchar las palabras del doctor es difícil y podría parecer una mentira, pero es cierto. Tengo una rara enfermedad para la cual los médicos ya no tienen medicina. Ellos ya no me pueden ayudar. Me voy; pero, aunque pueda sonar confuso, mientras guardes estas palabras en tu corazón siempre te acompañaré.
Ana Sofía: te quiero hacer un regalo, es el arma poderosa que tengo. Imagínate a la Bombón cavando hoyos por todo el jardín buscando su juguete favorito, su mejor pelota. En el camino se encuentra con huesos, ramas, semillas y hormigas. Parece que ella jamás sabrá a dónde está su juguete por lo que vuele a su casita un poco triste para encontraste con que estuvo ahí todo el tiempo. Pues eso es lo que te quiero dejar. No, no son pelotas. Es la magia del encuentro.
¿Te acuerdas cuando después de tu primer día de clases me dijiste “me encontré a una amiga”? Lo más probable es que no. Pero tu sonrisa al hablar de ella de ese día en adelante es tan grande por haber conocido a alguien más. Resulta que ella se convirtió en tu mejor amiga: Ale.  Ella te enseñó que se puede bailar al ritmo de casi cualquier tipo de música, también te enseñó que los amigos también pueden llorar. Porque es encontrándonos con los demás que ampliamos nuestro mundo. Piénsalo, son más amigos para jugar, más amigos para bailar.
Tampoco te acordarás cuando conociste a Pao, la niña rara del salón. Me dijiste que no te caía bien porque hablaba diferente, se veía diferente, venía de otra región del país. Fue aquella visita al Jardín Botánico que jugaron por primera vez. Me dijiste: “no puedo creer que encontré tantas cosas en común con ella”. Desde ese día, cada cinco de diciembre comparten la tarde juntas. Fue otra vez el encuentro que te hizo ver que, a pesar de las diferencias, siempre tendremos algo en común con la gente.
Santi tampoco es la excepción. El niño que te explicó las tablas de multiplicar te permitió aprender. “Mírame, hermano”, me dijiste, “ya puedo sola”. Y con tus pequeñas manos resolvías tus tareas encaprichada a que nadie te ayudara. Es encontrándote con las personas cuando verdaderamente aprendemos, es en ellos y sus ideas donde está el conocimiento del mundo.
Quizás de este si te acuerdes, el momento cuando Armando te empujó del tobogán. Y si no lo haces, no importa, la cicatriz en tu espalda te lo recordará. Fue con él que te encontraste con otra faceta de la vida: el dolor y la tristeza. Tu después le querías pegar, yo te recomendé que no lo hicieras, pues el dolor no se cura con más dolor. Como diría una de mis canciones favoritas: “al malo solo el cariño lo vuelve puro y sincero”.
En fin, nunca pares de encontrar. Ya sea con personas, con libros, con conocimientos, con lugares. Solo el encuentro nos hace personas y le da sentido a la vida. Pero hay un encuentro, es el encuentro. Ese que te marcará la vida para siempre. Te pido que te encuentres con la libertad.
Cuando lo hagas, sentirás el viento en tu cara y el agua fresca en tus mejillas. Cuando lo hagas, tu verdadera persona saldrá a la luz. Cuando lo hagas, verás porque todos los encuentros pasaron y que pasarán tienen sentido. Nunca lo olvides, porque detrás de ellos hay personas de carne y hueso como tú; con su propia historia.
También permítete encontrar. Ábrete a nuevas personas, a tu familia, a nuevas experiencias. Déjate llevar por la vida y maravíllate por las grandes cosas que tiene para ti. Si estás dispuesta, podrás convertir en realidad los castillos que construiste y visitaras los planetas que soñaste. Solo te hago una advertencia, la única regla que te pondré: hazte cargo de tus encuentros. Nunca los niegues y hazte cargo de ellos, la gente te tratará según lo que hayas vivido en ellos.
Por eso, este es mi regalo. “Encuéntrate en los demás como quieres que los demás se encuentre en ti”. Quizás ahorita no lo asimiles, pero cuando la noche te de miedo por su oscuridad, ocupa esa frase como antorcha. Virginia me la dijo una vez y desde ese día no hay momento en que no la tenga presente.
¿Te acuerdas del ejemplo que te puse de la Bombón? Tu te preguntarás que “¿Qué pasó con la pelota?”, porque hasta ahora todo se parece al pasto que se le metió en el camino. Es difícil explicártelo, pero existe algo en nuestro interior, una especie de llama de fuego viva que nos mantiene a flote. Es eso lo que nos hace buscar, ese ese nuestro objetivo: el amor. Es algo que todos tenemos y podemos dar. Que se alimenta de la libertad de la que te hablé y nos empuja a ir más allá. Ama y haz lo que quieras. Ama y encuéntrate con el mundo. Te aseguro que esa es la clave de la felicidad.
Ale, Pao, Silvia, Santi, Adri, Gilda, Kari, Andrés, Alfonso… la lista es y será eterna. Son tus encuentros de amor, mantenlos. Encuéntrate con tu país. Busca mejores formas de vivir. Apasiónate. Enamórate. Crea. Perdona. Llora. Levántate. Eso hace la diferencia entre una persona cualquiera y aquellas que vale la pena.
Vivirás muchas cosas. Sé buena, aunque hacer travesuras no está mal de vez en cuando. Recuerda: pórtate mal, cuídate bien. Si algún día me necesitas, estaré aquí y en todos los cuadernos que te escribí. Si algún día te rompen el corazón, tranquila, todo pasa. Cuando sientas que en los estudios ya no puedas, calma, hasta a Einstein le dijeron burro alguna vez. Si alguna vez se te presenta la oportunidad de perjudicar a alguien, recuerda: encuéntrate, ama y haz lo que quieras. Verás que es fácil ser bueno así.
Perderé el aliento, la vista, el oído y la respiración; pero no perderé el corazón que aquí lo dejo por si algún día lo necesitas. Cuando sientas que el tuyo se detiene, este latirá por vos; cuando este destruido en mil pedazos, tendrás este de repuesto; cuando la alegría no quepa en el tuyo, tendrás un lugar a donde ponerla; y cuando lo entregues, lo compartas así como yo lo estoy haciendo.
No tengas miedo estos días, yo no lo tengo. Sé que me esperan Mario, las abuelas, Jorge y hasta la Bombón. No me voy con ningún arrepentimiento porque tuve la dicha encontrarme con mi vida. Eso me ayudó a tratar de ser la mejor versión de mí. Me espera un último encuentro, cara a cara con Dios. Él me mirará a los ojos y verá cuanto he amado y me seguirá amando.
Prometeme que seguirás estos consejos y que, pase lo que pase, nunca dejarás de bailar y dibujar. Verás que se disfruta más así aún cuando parece no haber salida. Se buena; y no porque haya que serlo sino porque te nace. No se puede actuar sin sentir. No se puede amar sin encontrar.
Te amo, chele. De aquí al fin del mundo.
Siempre te amaré.
Miguel
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EL MOZOTE 2015: LA CUEVA DEL RATÓN
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QUINTA PARTE
Luego de tomar aire pude observar a mi alrededor, di un giro de 360 grados para poder ver todo y era precioso, me quedé sin habla por unos minutos de lo impresionada que estaba, cuando reaccioné escuché a mi mamá que me decía que le tomará una foto con Fabio.  Saqué mi cámara de su estuche y me dispuse a tomar las fotos solicitadas..
Alrededor había unas hermosas cabañas de dos pisos hechas de adobe, yo solo había visto esas acogedoras casitas en las películas y no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Estuvimos ahí observando y tomándonos fotos aproximadamente 10 minutos hasta que mi papá nos llamó para que fuéramos a comer.
Caminamos hacia la cocina, que se encontraba en el centro del camino, junto a la casa de Don Wil, el dueño de aquel hermoso lugar y tío de Lourdes. Cuando llegamos a la cocina la esposa de Don Wil nos comentó que no tenía comida hecha pero que si queríamos podía prepararnos algo: aceptamos y esperamos a que estuviera la comida, mientras tanto yo decidí explorar y tomar fotografías por todo aquel hermoso lugar.
Anduve de arriba hacia abajo, fotografiado cabañas, árboles, plantas y animales, todo lo que encontraba en mi camino era un objetivo diferente para el lente de mi cámara. 
Luego de aproximadamente 15 minutos de dar vueltas regresé hasta donde estaban mis papás, mi padrino y Fabio. Cuando llegué mi mamá me dijo que fuera a lavarme las manos, ya que íbamos a comer; fui hasta la pila para lavar mis manos y volví a la cocina para almorzar.
El plato de comida que nos había preparado la esposa de Don Wil, estaba compuesto por una porción de frijoles, una de huevo con vegetales, un rectángulo de queso fresco y un par de tortillas tostadas. Muy agradecidos por aquel platillo nos dispusimos a comer mientras conversábamos sobre lo preciosa que nos parecía La Cueva del Ratón.
Cuando terminamos de comer la esposa de Don Wil nos ofreció tomar una taza de café, lo aceptamos y seguimos conversando. Al terminar mi mami me pidió que le llamara a Lourdes para que supiera que ya estamos en la Cueva:
-Rocío ¿ya le avisaste a Lourdes que ya vinimos?
-No, aún no. Es que tengo el teléfono descargado
-Ay Dios, el mío también se descargo
-Pero allá en el comedor, por aquellas gradas hay un tomacorriente, si andas el cargador ahí podés ponerlo a cargar un rato. *Dijo mi padrino
-Iré a ver, talvez logra cargar un poco
-Si anda y avísale a Lourdes que ya vinimos
-Vaya
Tomé el cargador que había guardado en la mochila de mi papá y me dirigí hacia el comedor, que se encontraba junto a la cocina, frente a la casa de Don Wil. Al llegar en efecto encontré el tomacorriente que había mencionado mi padrino, conecté mi celular y esperé un poco para que encendiera.
Luego de un lapso razonable de tiempo mi celular tenía la carga suficiente para realizar una llamada. Busqué en mis contactos el número de Lourdes y le llamé:
-Hola Lourdes
-Hola ¿qué ondas? ¿ya llegaron?
-Sí, hace ratito vinimos
-Vaya que bueno. Mira decile a mi papi que le diga a mi tío que les preparé la cabaña de arriba y se pasan para allá en lo que llegamos con mi tío Juan.
-Vaya yo le digo, gracias
-Cualquier cosa me avisan
-Chivo
Regresé hasta donde estaban los demás y le dije a mi padrino lo que Lourdes me había dicho. Mi padrino fue a buscar a Don Wil para pedir la cabaña y nosotros comenzamos a caminar hacia donde esta se encontraba. Pocos minutos después nos alcanzó mi padrino, quien traía la llave de la cabaña, nos abrió la puerta y dejamos nuestras cosas dentro.
La cabaña era pequeña, tenía una especia de galera en la parte delantera, donde estaban dos bancas de madera; dentro de ella se encontraba una cama individual y un tomacorriente. 
Al entrar Fabio se apoderó de la cama; ya que dijo que estaba cansado y necesitaba dormir un poco, yo por mi parte conecté mi teléfono para que siguiera cargando y salí a explorar los alrededores.
Nuevamente caminé de arriba hacia abajo de izquierda a derecha, todo lo que veía me parecía maravilloso y no podía creer que ya hubiera estado antes ahí y no recordará casi nada. Todo era nuevo para mí, estaba descubriendo aquel lugar tan hermoso en toda la extensión de la palabra, respiraba el aire puro y sentía el frío viento que llegaba hasta mis brazos.
En mi pequeña expedición me encontré a mi mami que andaba en busca de leña para hacer una pequeña fogata para ahuyentar a los mosquitos:
-¿Qué andas haciendo mami?
-Acá buscando palitos secos para hacer el fuego ¿y vos?
-Explorando y tomando fotos
-¿Ya viste la Cueva del Ratón?
-No, aún no la veo
-Venite vamos
Mi mami me llevo hasta donde estaba la famosa Cueva del Ratón. Caminamos en medio de un pequeño bosque, entre árboles y ramas. Un par de minutos después llegamos a la cueva. Me detuve para apreciar aquella hermosa unión de rocas; era tan impresionante que no podría encontrar las palabras exactas para describirla.
La Cueva estaba formada por una enorme roca que al unirse con los árboles hace una especie de arco, de tal modo que convierte la parte inferior de la roca en un refugio donde no entra la lluvia ni el sol.
La parte superior de la roca estaba cubierta por pequeñas plantas; creo que la conexión que tenía con los árboles y la posible humedad había dado lugar a que estas plantitas se desarrollaran.
Regresé por el bosquesito a buscar a Fabio quien se había quedado en la cabaña para que fuera a ver la cueva y apreciara la hermosa naturaleza que teníamos a nuestro alrededor. Cuando llegué él seguía acostado y algo deprimido, sin prestar atención a su estado le dije muy emocionada:
-Fabio, Fabio. Levantate, vení vamos a ver la cueva, es una cosa tan hermosa.
-No, no tengo ganas anda
.-Apúrate vamos
-No, quiero no estoy de ánimos.
-¿Por qué?
-Me llamó Allison y me dijo que ya no quiere nada conmigo porque no me cree que estoy aquí con ustedes. Yo sabía que esto iba a pasar, pero soy necio y quise creer que no
-Con más razón aún vamos a explorar
-Ya te dije que no; aquí me voy a quedar
-Ash tan aguado que sos. Seguí llorando pues vos te lo perdes
Dejé a Fabio en la cabaña y regresé a la cueva, tomé algunas fotografías y volví a donde estaban mis papás. Mi mamá me pidió ayuda para juntar leña y fui con ella a buscar ramas secas que ayudarán a mantener el fuego.
Encontramos algunas que pensamos podrían servirnos; caminamos hacía la cabaña y las colocamos en el fuego y nos sentamos en las bancas que estaban en la galera de la cabaña.
De pronto vimos como comenzaba el atardecer, el sol se ocultaba lentamente tras aquellas enormes montañas que se veían a lo lejos y poco a poco nuestro alrededor se oscureció. El sol había terminado su jornada y se fue a dormir dejándonos en una leve oscuridad mientras la luna aparecía.
En ese mismo instante apareció Don Wil, quien nos dijo que mejor nos moviéramos a la cabaña que estaba abajo ya que era más grande. Tomamos nuestras cosas y nos dirigimos hacia la otra cabaña.
La nueva cabaña era tres veces más grande que la cabaña anterior, afuera también tenía una galera con 4 bancas y una mesa larga, en la pared estaba un tomacorriente y en el techo un foco blanco que iluminaba toda la galera.
Dentro de ella, a los extremos, había dos camas matrimoniales, una mesa media y una chimenea. La chimenea se robó mi atención desde el primer momento, no podía creer lo que estaba viendo, una chimenea, una verdadera chimenea, de esas que había visto solo en las películas y ahora tenía frente a mí.
Estaba tan impresionada con dicha chimenea que no tardé en hacer escándalo para que todos pudieran verla:
-Mami, mami. Vení ve; mira es una chimenea *Dije con euforia
-Sí, mira qué bonita
-Fabio mira, una chimenea
-Hey que chiva, nunca había visto una *Dijo Fabio sorprendido y desanimado
-Ya cambia esa cara y disfruta de todo lo que hay acá
-Sí, tenes razón. Vamos a ver que hay por acá
-Vamos pues
Eran aproximadamente las 6:30 pm; Fabio y yo fuimos a explorar los alrededores de la nueva cabaña; a pesar de la oscuridad logramos ver que la cabaña estaba rodeada de muchos árboles, en la parte de adelante, a pocos metros estaba una especie de corral, donde las vacas se reunían a comer, junto al corral estaban los baños y un cuartito con una pila, en el cuál uno podía bañarse. El agua que llegaba a esa pila provenía de un nacimiento que se encontraba por los alrededores, era cristalina y muy fría, tanto que uno lo pensaría dos veces antes de bañarse.
Mientras recorríamos el entorno escuchamos el motor de un carro, el cual poco a poco se hizo más fuerte; luego escuchamos el pito del carro. Muy ansiosos regresamos a la cabaña para ver de qué se trataba; al llegar nos dimos cuenta que era Lourdes quien anunciaba su llegada:
-Oí Rocío, ya viene Lourdes, anda ayúdale con las cosas
-Vamos Fabio
-Voy
Suspendimos nuestra expedición de exploradores y nos dirigimos hacia la cocina donde habíamos almorzado, en el camino pasamos junto al comedor y seguimos recto hasta llegar al lugar donde Lourdes estacionó su carro:
-Hola bichos ¿qué tal? Perdón por la tardanza pero es que pasé al súper
-No te preocupes ¿en qué te ayudamos?
-Llevate estas bolsas y yo me llevo las demás
-Nombre dámelas a mí *Dijo Fabio
-Ah, vaya toma. Por cierto decile a tu mami que sus mochilas las trae mi tío Juan es que acá no me cabían, él ya viene en camino.
-Chivo, yo le digo
Fabio y yo regresamos a la cabaña con las compras que había hecho Lourdes, le dijimos a mi mami que tío Juan traía las mochilas; en ese mismo instante apareció tío Juan en su carro, mis papás fueron a su encuentro para ayudarle. Tío Juan se estacionó junto a Lourdes, abrió el baúl para sacar nuestras mochilas y sus cosas, le entrego las mochilas a mis papás y caminaron juntos hacia la cabaña.
Al llegar tío Juan se instaló, colocó sus cosas en la mesa de adentro y las compras en la mesa de afuera. Luego apareció Lourdes acompañada por un hombre y una mujer;
-Hola, buenas noches, ellos son mis amigos
-Hola a todos
-Bienvenidos, mucho gusto *Dijo mi mamá
-Gracias
Los amigos de Lourdes se presentaron con cada uno de nosotros y conversamos un poco acerca de nuestras vidas. Por más que le he dado vueltas a mi cabeza no recuerdo sus nombres, pero si recuerdo que eran muy agradables y buena onda.
Aproximadamente a las 7:30 pm decidimos cenar; Lourdes había comprado pupusas y nos dio 2 a cada uno para que pudiéramos comer. Mientras cenábamos seguimos conversando sobre nosotros, qué hacíamos, qué queríamos hacer, lo que nos gusta y disgusta, etc. Al terminar de cenar comenzó lo bueno:
-Vaya ahora ya comimos ¿qué dicen si empezamos la fiesta? *Dijo Lourdes
-Pa´luego es tarde. Pásame el primer trago *Dijo papá
-Eso, así me gustan que no anden con cosas
-Jajajajajaja ¡qué barbaridad! Cuánta insidia *Dije con asombro
-Vos no digas nada que yo sé que queres
-¿Qué comes que adivinas? Dame uno pues
-Ya sabía yo. Tengo tequila, ron y vodka absolut ¿qué querés?
-Yo cususa quiero
-Jajajaja no jodas; me hubieras dicho hubiera traído
-Jajajaja pajas vos, dame ron
-Vaya toma
-Hey Fabio pone música, hay que poner ambiente
Fabio encendió la computadora de Lourdes, conectó el parlante y comenzó a sonar el reportorio aleatorio de canciones que iba desde los Héroes del Silencio hasta Joaquín Sabina.
Un trago tras otro, a la luz de la luna y al compás de la música se nos fueron pasando las horas; no faltó aquella canción que logró hacernos cantar a todos. Cuando el ron se acabó comenzaron las peticiones y dedicatorias de canciones especiales que nos hacían recordar cierta de etapa de nuestras vidas.
Mi papá pedía con mucha emoción las canciones de “Los Iracundos” y las entonaba al unísono junto a mi padrino; yo me deleitaba al verlo tan contento, me hacía recordar mis años de infancia, cuando al irme a dormir me cantaba las canciones; va cayendo una lágrima, y me quedé en el bar, Puerto Montt, entre otras. Crecí escuchando esas canciones, es por eso que cuando él las canta vuelvo a ser aquella niña pequeña que se acostaba en su cama y se quedaba dormida mientras imaginaba las historias de las canciones que papá le entonaba.
Las horas pasaron muy rápido, tanto que cuando nos dimos cuenta eran las 10:30 pm, mi madre muy asustada dijo que ya era hora de dormir porque el día siguiente debíamos regresar a San Salvador y teníamos que descansar. Lourdes muy amable dijo que pasaría para la cabaña que estaba en la parte de arriba, a pocos metros de donde nos encontrábamos, para que pudiéramos descansar.
Con la excusa de ayudarle a mover sus cosas Fabio y yo nos escapamos, pues nosotros aún queríamos seguir la fiesta; tomamos las cosas de Lourdes y nos movimos a la cabaña de arriba las colocamos dentro y ella nos dio otro trago:
-Vaya bichos a su salud
-Salud
-China veinte sentémonos por allá
Fabio y yo caminamos un poco para sentarnos en la grama justo en medio, entre la cabaña pequeña y la grande:
-Acá quedémonos
-Hacete para allá y teneme esto que capaz me lo hecho encima
-Vaya sentate
-Gracias
-Salud
-Salud
Mientras nos tomábamos nuestros respectivos tragos de vodka abosult, Fabio y yo respiramos profundo el aire puro que llegaba a nosotros en una pequeña ráfaga de viento. Estábamos como en trance, sin decir ninguna palabra, yo me perdí viendo la hermosa y brillante luna que estaba acompañada de centenares de estrellas; sin advertirlo primero y como pensando en voz alta dije:
-Mira que cielo tan estrellado, esto no lo ves en la ciudad
Fabio permaneció en silencio, le dio un sorbo a su trago, respiró profundo y dijo:
-En definitiva, tenemos que traer a los bichos
-El próximo año armemos el viaje. Dije con alegría -Mira ese cielo, esto no se ve en todos lados ¡Johan tenía razón! El cielo de Morazán en serio enamora
-Tenemos que compartir esto con los demás *Repitió Fabio
Seguimos apreciando el cielo por un par de minutos más, hasta que nuestro trance fue interrumpido por mamá:
-Rocío, Fabio; vengan a acostarse *Grito mamá desde la cabaña
-Duérmanse *Grito Fabio
-Nombre no les digas eso
-Que se duerman vos
-Ya vamos *Grité
-Nombre china ahí déjalos, nosotros quedémonos acá
-¿Y vos crees que nos van a dejar estar tranquilos acá? Levántate mejor y vámonos
-Puya, vámonos pues
-Regresamos a la cabaña pequeña para darles las buenas noches a tío Juan, Lourdes y sus amigos, Lourdes nos deseó buenas noches y al mismo tiempo nos dijo:
-La próxima vez que vengan, se vienen solos para que siga la fiesta
-Jajajajajaja verdad, así amanecemos
-Cabal
-Pasen buenas noches
-Buenas noches
Caminamos hacia abajo en dirección a nuestra cabaña; al llegar vimos que papá estaba tratando de descifrar como se armaba la tienda:
-¿Y esto cómo va?
-Ay Dios; yo ya los hacía acostados
-No es quiero armar la tienda para que durmamos ahí
-El chiste de la tienda es ponerla afuera
-Pero mucho frío
-Enseña te voy ayudar
Fabio ayudó a mi papá a armar la tienda, mientras yo me acosté en la cama que se encontraba en el extremo izquierdo, De pronto llegó mi mamá y me dio una cobija: “Arropate bien porque va a hacer frío” Me dijo mientras colocaba la cobija en mi cuerpo.
Cuando Fabio y mi papi terminaron de armar la tienda, papá tomó los sleepings y los extendió dentro de esta, como haciendo un pequeño colchón para poder acostarse; luego nos dijo:
-¿Y ustedes no se van a quedar en la tienda?
-No, nosotros nos vamos a quedar en la cama
-Para esa gracia no la hubiera armado
-Yo te dije
-Pero acá cabemos los cuatro
-Papi en estos viajes hemos dormido hasta en parques, créeme que una cama es un gran lujo así que yo si me quedo en la cama
-Quédate ahí con mi mami
-Sí, verdad
-Pues si
-Hey, ¿y mi padrino? *Pregunté
-No grites que ya está dormido
-¡Aquí estoy! *Dijo mi padrino emocionado –Y solo les quiero decir una cosa
-Ajam
-Que hermoso día nos tocó y el Río Sapo yo encontré
-Jaajajajaja
-Pasen buenas noches
-Buenas noches
Fabio se acostó junto a mí y se metió bajo la cobija para abrigarse; yo me di la vuelta y me coloqué boca abajo, cerré mis ojos y sin darme cuenta me quedé dormida.
Continuará
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conchitaherves · 5 years
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Luis del Olmo lee el poema 'Teresa' de Graciano García
Teresa: el poema completo de Graciano García
Cuántas estrellas y espigas habrán nacido esta noche, de qué habrán hablado entretanto los sabios y más viejos robles de nuestros bosques; cuántos padres habrán llorado al oír el llanto nuevo de un niño mientras alumbraba para ti estos versos y la luna jugaba con las nubes, las olas y las sombras.
Déjame decirte algo de mi, de lo que pienso y en lo que creo, con el corazón abierto, querida Teresa.
Tengo razones para afirmar que, como tantos otros de mi generación, soy un náufrago que ha llegado a la orilla.
Tú vives en una época muy distinta de la mía a la misma edad. Nací en un tiempo oscuro, aún no apagadas las llamas de una guerra sin perdón.
Viví años de silencio, luto y pena, en la España secuestrada por la errante sombra de Caín, donde hasta el escaso pan que había se comía con temor.
No te sorprendas por ello. Es el río de la historia y de la vida que no deja de cambiar, a veces muy deprisa, tantas veces de forma impredecible.
Llegué a los días de la alegría, los de la soñada y siempre ardua libertad, con las manos curtidas por la intemperie y la tarea, como las de tantos y tantos de aquel tiempo. Porque has de saber, querida Teresa, que la libertad no se regala, siempre está amenazada; la libertad se defiende o se conquista.
He braceado mucho, hasta el agotamiento, en el agitado mar de la vida y la suerte nunca me ha abandonado, aunque a veces estuvo huidiza y esquiva, como a ella tanto le gusta.
He llegado a la edad de los recuerdos sin perder la memoria. Otros de mi tiempo se quedaron en el camino. Nunca los olvidaré.
Porque quiero lo mejor para todos, porque sé lo mucho que una sola persona puede hacer por un mundo mejor, te entrego estos versos, como se entrega la antorcha encendida del relevo. Deseo que te defiendan o te inspiren, que te ayuden y que ayudes para que haya en ti y cerca de ti concordia, amor y esperanza. Me ilusiona pensar que los guardarás como la nieve guarda en lo alto de la montaña el agua del verano.
Vivir es el mayor regalo, querida Teresa, pero hay que llegar a merecerlo, con voluntad, talento y sacrificio.
Acabas de cumplir dieciocho años. La naturaleza no ha sido tacaña contigo. Sumas inteligencia, sensibilidad y belleza serena. Pronto te darás cuenta de que estás en una nueva etapa de tu vida, de que dejas atrás los días de paso lento y que entras en un tiempo más veloz, en el que las horas se acortan y se aceleran.
La vida te abre sus puertas. Es muy bella y fugaz, como el arco iris. Pero merece la pena vivirla.
No quieras demasiado equipaje: llena tu corazón de amor, ten compasión, valentía, luz en la mente, y líbrate del rencor, la discordia y la envidia. No elegimos la persona que somos pero podemos hacerla.
Da la bienvenida a la noche tras hacer el bien durante el día. Cada mañana, al despertar, mira al cielo y agradece el regalo de la vida, y defiéndela en todas sus formas. Reza a la luz que hace crecer bosques, raíces, frutos, que es brújula de aves errantes, mensaje de lo sublime. Haz de cada día un verso que emocione y que te guíe.
Admira a la pequeña e indefensa rosa y al cielo, piensa en el misterio de la Creación, en la inmensidad del Universo, en su indiferencia ante nuestros pasos, en nuestro desamparo y pequeñez ante su grandeza.
Busca la autenticidad, no quieras amapolas falsas: las verdaderas puedes encontrarlas tú. Están al lado del trigo que amarillea en el campo, cerca de donde cantan al amor alondras, codornices y grillos.
Procura que no haya tristeza, ni injusticia, ni soledad a tu lado. Lucha sin descanso por ello. Busca la belleza, el arte, la poesía. Te unirán a la alegría, una fuerza suave, pero muy poderosa.
Sé humilde. Aléjate de la banalidad. Huye de los excesos, donde se esconden todos los peligros, y nunca olvides que puedes ser víctima o beneficiaria de lo inverosímil. Huye del dogmatismo, de creer que tu verdad es la única verdad. No hay mayor ni más indigencia de pensamiento, no hay mayor peligro.
Atiende más a la esperanza que al dolor. En las horas difíciles, piensa en la noche y recuerda que en su hora más profunda camina hacia la luz. Y que, además de estrellas, tiene rosas invisibles.
Si vives cerca del mar, escucha y guarda las canciones del acantilado, como hacen las jóvenes sirenas. Son sabias lecciones que traen las olas desde mares lejanos.
El mundo es despiadado no pocas veces. Defiende a sus víctimas. No te rindas nunca ante la adversidad ni ante la mentira, y sí ante la bondad, la generosidad y la belleza.
No seas pluma en el viento, boya sin rumbo, madera de naufragio. Piensa lo que dices y guarda y defiende la palabra dada. Es un gran patrimonio.
Fíjate en las mariposas: parece que las lleva hasta la brisa más suave, pero saben a donde van y llegan.
Piensa que nunca es la última vez que florecen las pequeñas y humildes flores que nacen en el borde del camino. Revivirán aunque hayan sido pisadas y destruidas por la rueda impasible del carro. La vida siempre acaba venciendo a la muerte.
Que no te guíen la frivolidad ni las modas fugitivas, sino el pensamiento sólido, el ansia de saber, la sed por conocer, el cultivo del alma. Engrandece lo que pienses, piensa a lo grande, con humildad.
Arriesga. No juzgues ni a mujeres ni a hombres. No murmures nunca contra nadie. Haz de ello una seña de tu carácter. Todos somos sufridos caminantes bajo las mismas estrellas.
Ten comprensión y piedad para con todos. Haz amigos. Procura acertar en la elección, pero no olvides que a veces la soledad también puede ser una hermosa y leal compañía.
Y porque hay días en que el sol y la luna salen a la vez, llegará un amanecer en que tu corazón no quiera estar ya más tiempo solo, y sentirás que el fuego de una mirada, el sonido de una palabra, son para ti todas las vidas de tu vida. Donde estés, todo te recordará a esa persona. Y le darás el mundo. Y no habrá en tus días otro día igual y ya no dormirás sin su nombre en tu boca.
Construid una vida plena, sin cauces para la generosidad, coherente y serena. Haced de ella una obra de arte que sepa hacer frente al dolor, comprometida con la bondad, la honradez y el bien. Nunca olvidéis a los que sufren, cerca o lejos, incluso muy lejos de vosotros.
Y haz de esa aventura un refugio, una muralla, un acantilado de lealtad donde rompan tormentas y oleajes, el ruido y el silencio. Guarda ese amor como guarda la brasa el calor contra el frío. Guárdalo como el mayor tesoro, el único tesoro que pueden tener los pobres, cualquier pobre de cualquier trozo del mundo. Guarda ese amor. Sin él, no harás nada grande.
Aléjate de lo negativo, sonríe, vive con la alegría y la esperanza con la que el mirlo enamorado despide a la tarde.
Recuerda que el vivir no da tregua, que cruza valles diferentes, que es una continua encrucijada que te obligará a decidir, a asumir riesgos que marcarán todos tus días, los que pasan y los que llegan. No hay otro triunfo verdadero que el del esfuerzo y el del sacrificio. No cambies como la hoja en el viento Sé siempre tú misma. El pasado nunca muere.
Al final, tal vez seguirás viendo un mundo injusto, y te preguntarás para qué ha valido tu lucha, la lucha de tantos. Piensa que no habrá sido inútil: tampoco se ven las raíces crecer bajo la tierra. Piensa que las caracolas, en silencio, escuchan y guardan las canciones del mar. El mundo es siempre mejor cuando alguien, aunque sea una sola persona, hace el bien o realiza uno de sus sueños.
Porque llegará un día en que, fieles a la esperanza, la imprescindible esperanza, ya no os despierte el canto temprano de las golondrinas sino el inconfundible, más bello que ningún otro, de una nueva vida.
Guarda ese momento del alba y cada momento que hayas sido feliz. No olvides ninguno, ni siquiera el que sentiste al admirar el temblor azul del corazón de la llama de una vela. Todos hacen falta para hacer frente a la caminata de la vida, a ir al encuentro con lo inesperado, al frágil e incierto tiempo.
Sigue ese camino, así tus ayeres no te traerán tristeza. Te abrazarán como el sol abraza al mar de espigas.
Y siendo así, no temas a la noche, duerme sin miedo
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conchitaherves · 7 years
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poema
Cuántas estrellas y espigas habrán nacido esta noche, de qué habrán hablado entretanto los sabios y más viejos robles de nuestros bosques;
cuántos padres habrán llorado
al oír el llanto nuevo de un niño
mientras alumbraba para ti estos versos
y la luna jugaba con las nubes, las olas y las sombras.
Déjame decirte algo de mi, de lo que pienso y en lo que creo, con el corazón abierto, querida Teresa.
Tengo razones para afirmar que, como tantos otros de mi generación, soy un náufrago que ha llegado a la orilla.
Tú vives en una época muy distinta de la mía a la misma edad. Nací en un tiempo oscuro, aún no apagadas las llamas de una guerra sin perdón.
Viví años de silencio, luto y pena, en la España secuestrada por la errante sombra de Caín, donde hasta el escaso pan que había se comía con temor.
No te sorprendas por ello. Es el río de la historia y de la vida que no deja de cambiar, a veces muy deprisa, tantas veces de forma impredecible.
Llegué a los días de la alegría, los de la soñada y siempre ardua libertad, con las manos curtidas por la intemperie y la tarea, como las de tantos y tantos de aquel tiempo. Porque has de saber, querida Teresa, que la libertad no se regala, siempre está amenazada; la libertad se defiende o se conquista.
He braceado mucho, hasta el agotamiento, en el agitado mar de la vida y la suerte nunca me ha abandonado, aunque a veces estuvo huidiza y esquiva, como a ella tanto le gusta.
He llegado a la edad de los recuerdos sin perder la memoria. Otros de mi tiempo se quedaron en el camino. Nunca los olvidaré.
Porque quiero lo mejor para todos, porque sé lo mucho que una sola persona puede hacer por un mundo mejor, te entrego estos versos, como se entrega la antorcha encendida del relevo. Deseo que te defiendan o te inspiren, que te ayuden y que ayudes para que haya en ti y cerca de ti concordia, amor y esperanza. Me ilusiona pensar que los guardarás como la nieve guarda en lo alto de la montaña el agua del verano.
Vivir es el mayor regalo, querida Teresa, pero hay que llegar a merecerlo, con voluntad, talento y sacrificio.
Acabas de cumplir dieciocho años. La naturaleza no ha sido tacaña contigo. Sumas inteligencia, sensibilidad y belleza serena. Pronto te darás cuenta de que estás en una nueva etapa de tu vida, de que dejas atrás los días de paso lento y que entras en un tiempo más veloz, en el que las horas se acortan y se aceleran.
La vida te abre sus puertas. Es muy bella y fugaz, como el arco iris. Pero merece la pena vivirla.
No quieras demasiado equipaje: llena tu corazón de amor, ten compasión, valentía, luz en la mente, y líbrate del rencor, la discordia y la envidia. No elegimos la persona que somos pero podemos hacerla.
Da la bienvenida a la noche tras hacer el bien durante el día. Cada mañana, al despertar, mira al cielo y agradece el regalo de la vida, y defiéndela en todas sus formas. Reza a la luz que hace crecer bosques, raíces, frutos, que es brújula de aves errantes, mensaje de lo sublime. Haz de cada día un verso que emocione y que te guíe.
Admira a la pequeña e indefensa rosa y al cielo, piensa en el misterio de la Creación, en la inmensidad del Universo, en su indiferencia ante nuestros pasos, en nuestro desamparo y pequeñez ante su grandeza.
Busca la autenticidad, no quieras amapolas falsas: las verdaderas puedes encontrarlas tú. Están al lado del trigo que amarillea en el campo, cerca de donde cantan al amor alondras, codornices y grillos.
Procura que no haya tristeza, ni injusticia, ni soledad a tu lado. Lucha sin descanso por ello. Busca la belleza, el arte, la poesía. Te unirán a la alegría, una fuerza suave, pero muy poderosa.
Sé humilde. Aléjate de la banalidad. Huye de los excesos, donde se esconden todos los peligros, y nunca olvides que puedes ser víctima o beneficiaria de lo inverosímil. Huye del dogmatismo, de creer que tu verdad es la única verdad. No hay mayor ni más indigencia de pensamiento, no hay mayor peligro.
Atiende más a la esperanza que al dolor. En las horas difíciles, piensa en la noche y recuerda que en su hora más profunda camina hacia la luz. Y que, además de estrellas, tiene rosas invisibles.
Si vives cerca del mar, escucha y guarda las canciones del acantilado, como hacen las jóvenes sirenas. Son sabias lecciones que traen las olas desde mares lejanos.
El mundo es despiadado no pocas veces. Defiende a sus víctimas. No te rindas nunca ante la adversidad ni ante la mentira, y sí ante la bondad, la generosidad y la belleza.
No seas pluma en el viento, boya sin rumbo, madera de naufragio. Piensa lo que dices y guarda y defiende la palabra dada. Es un gran patrimonio.
Fíjate en las mariposas: parece que las lleva hasta la brisa más suave, pero saben a donde van y llegan.
Piensa que nunca es la última vez que florecen las pequeñas y humildes flores que nacen en el borde del camino. Revivirán aunque hayan sido pisadas y destruidas por la rueda impasible del carro. La vida siempre acaba venciendo a la muerte.
Que no te guíen la frivolidad ni las modas fugitivas, sino el pensamiento sólido, el ansia de saber, la sed por conocer, el cultivo del alma. Engrandece lo que pienses, piensa a lo grande, con humildad.
Arriesga. No juzgues ni a mujeres ni a hombres. No murmures nunca contra nadie. Haz de ello una seña de tu carácter. Todos somos sufridos caminantes bajo las mismas estrellas.
Ten comprensión y piedad para con todos. Haz amigos. Procura acertar en la elección, pero no olvides que a veces la soledad también puede ser una hermosa y leal compañía.
Y porque hay días en que el sol y la luna salen a la vez, llegará un amanecer en que tu corazón no quiera estar ya más tiempo solo, y sentirás que el fuego de una mirada, el sonido de una palabra, son para ti todas las vidas de tu vida. Donde estés, todo te recordará a esa persona. Y le darás el mundo. Y no habrá en tus días otro día igual y ya no dormirás sin su nombre en tu boca.
Construid una vida plena, sin cauces para la generosidad, coherente y serena. Haced de ella una obra de arte que sepa hacer frente al dolor, comprometida con la bondad, la honradez y el bien. Nunca olvidéis a los que sufren, cerca o lejos, incluso muy lejos de vosotros.
Y haz de esa aventura un refugio, una muralla, un acantilado de lealtad donde rompan tormentas y oleajes, el ruido y el silencio. Guarda ese amor como guarda la brasa el calor contra el frío. Guárdalo como el mayor tesoro, el único tesoro que pueden tener los pobres, cualquier pobre de cualquier trozo del mundo. Guarda ese amor. Sin él, no harás nada grande.
Aléjate de lo negativo, sonríe, vive con la alegría y la esperanza con la que el mirlo enamorado despide a la tarde.
Recuerda que el vivir no da tregua, que cruza valles diferentes, que es una continua encrucijada que te obligará a decidir, a asumir riesgos que marcarán todos tus días, los que pasan y los que llegan. No hay otro triunfo verdadero que el del esfuerzo y el del sacrificio. No cambies como la hoja en el viento Sé siempre tú misma. El pasado nunca muere.
Al final, tal vez seguirás viendo un mundo injusto, y te preguntarás para qué ha valido tu lucha, la lucha de tantos. Piensa que no habrá sido inútil: tampoco se ven las raíces crecer bajo la tierra. Piensa que las caracolas, en silencio, escuchan y guardan las canciones del mar. El mundo es siempre mejor cuando alguien, aunque sea una sola persona, hace el bien o realiza uno de sus sueños.
Porque llegará un día en que, fieles a la esperanza, la imprescindible esperanza, ya no os despierte el canto temprano de las golondrinas sino el inconfundible, más bello que ningún otro, de una nueva vida.
Guarda ese momento del alba y cada momento que hayas sido feliz. No olvides ninguno, ni siquiera el que sentiste al admirar el temblor azul del corazón de la llama de una vela. Todos hacen falta para hacer frente a la caminata de la vida, a ir al encuentro con lo inesperado, al frágil e incierto tiempo.
Sigue ese camino, así tus ayeres no te traerán tristeza. Te abrazarán como el sol abraza al mar de espigas.
Y siendo así, no temas a la noche, duerme sin miedo.
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