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#Espero poder hacer amigos y llevarme bien con todos ustedes :3
jefecitouwu · 2 years
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enzopose-blog · 7 years
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Viaje interestelar.
— Sírvame otra. — Le dijo Marcos al chico de la barra.
— Con gusto. — Dijo este mientras le ponía hielo al vaso
La última vez que Marcos había tomado alcohol fue antes de su accidente varios años atrás. El mismo día que se había convertido en físico cuántico. Decidió salir a festejar con unos amigos a un bar. Entre copa y copa conoció a una mujer, parecía un poquito mayor que él, rubia y de curvas pronunciadas. Ésta lo convenció de que la llevara a su casa para tener más intimidad. Marcos no lo pensó dos veces y salió a conducir en un estado de ebriedad absoluto. Diez cuadras después estrelló su camioneta contra un árbol. Nunca estuvo en peligro de muerte, pero si inmovilizado. Durante un mes no pudo caminar, no sentía la mano derecha y su hombro derecho apenas reaccionaba. De la mujer que se había ido con él no supo más nada y sus amigos dijeron que lo vieron irse solo. No le dio mucho interés al hecho, estaba muy ebrio y pudo ser producto de su imaginación. A partir de ese momento había jurado no volver a tomar una gota de alcohol.
Pero todo cambió cuando fue despedido de su trabajo en el laboratorio de física.
Desde que comenzó con la construcción de una máquina que facilitaría el viaje interestelar a la velocidad de la luz, algo que la humanidad todavía no había podía hacer, se sintió observado en todo momento. Camionetas que lo seguían desde el trabajo a su casa, llamadas al teléfono donde nadie hablaba y lo peor de todo, las pesadillas por las noches.
Necesitaba el laboratorio de física para poder usar instrumentos que solo allí había. Pero su paranoia de que alguien supiera en lo que estaba trabajando le nublaba el pensamiento y lo hacía actuar de una manera no comprometedora.
Comenzó entrando al laboratorio fuera de su horario de trabajo, luego llevándose a su casa instrumentos laborales sin permiso, noches sin dormir y llegadas tardes al trabajo.
Su jefe, un tipo testarudo, no tardó en ver las actuaciones de Marcos y dio su primer aviso.
Sonó el intercomunicador.
— Marcos Vanucci, presentarse en mi oficina dentro de 10 minutos.
Dejó el pizarrón donde estaba escribiendo unas formulas y miró a su compañero.
— Algún día tenía que pasar.
— ¿Qué cagada te has mandado Marcos? — Preguntó Enrique
Enrique trabajaba en el laboratorio hace 6 años, un año más que Marcos. Sus investigaciones se basaban más en la teletransportación. Creó un aparato para mover objetos del punto A al punto B en solo unos minutos a una distancia considerable. Pero él quería más. Quería poder transportar un ser vivo, pero sus experimentos eran fallidos. Intento transportar unos ratones a una distancia de 3 metros, pero nunca llegaban vivos al otro extremo.
— Luego te cuento. — Le respondió
Marcos se dirigía hacia la oficina de su jefe esperando que la sanción no sea grave, esperaba una reducción de sueldo o algo parecido. Llegó a la oficina y su jefe estaba esperando sentado tomando un café.
— Siéntate Marcos — Le ordenó su jefe
Marcos se sentó sin dejar de mirar la cara de su jefe
— Bien Marcos, he observado algunas conductas que nunca he visto en tus 5 años en el laboratorio. Llegadas tardes, falta de entrega de informes y por mas esta decir que ya sabes que no se debe entrar en el laboratorio fuera del horario de trabajo. ¿Se puede saber que te está pasando?
— Lo siento señor, no he dormido en noches y he venido al laboratorio fuera del horario laboral a poder completar trabajos e informes, pero no lo he logrado.
—    ¿Has visitado algún doctor? Te pueden recetar algo para el insomnio.
—    No, aun no, pensaba en ir mañana si es que hoy no puedo dormir.
—  Entiendo, pero la política de la empresa no permite dejarte libre de castigo, la física dice que las leyes no pueden romperse. — Dijo irónicamente — No puedo suspenderte ni reducir su salario por un problema de salud, pero te voy a conceder una cita con el psicólogo de la empresa a la que tienes que presentarte obligatoriamente y voy a retirarte la tarjeta de acceso al laboratorio para que no ocurra más sus visitas fuera de horario.
— Sí señor. — Respondió Marcos secamente.
— Vuelva al trabajo.
Marcos se levantó de la silla y se acercó a la puerta.
—    Sr Vanucci.
—    ¿Sí?
—    Vaya a ver a un doctor.
—    Sí señor.
     Volviendo al laboratorio Marcos sabía que el interrogatorio no había terminado. Lo     esperaba la metralleta de preguntas de Enrique. Es su compañero desde que entró en la empresa y lo ayudaba en sus investigaciones, se sentía mal por no contarle su secreto, pero no era el momento.
— ¿Porque te ha llamado el jefe Marcos? Habla — Preguntó Enrique preocupado
—     Falta de informes y llegadas tardes, solo eso — Respondió a medias
—     Ya veo. Si necesitas algo, lo que sea, me llamas, ¿Sí?
—     Si. Gracias Enrique.
—     De nada.
Marcos dio la vuelta y siguió trabajando pensando en cuál iba a ser su próximo paso. Ya sin la tarjeta de acceso al laboratorio su investigación se iba a complicar.
Sin pensarlo dos veces guardó en su mochila un par de instrumentos de mediciones y varias partes de maquinaria delicada. Si no podía continuar su trabajo en el laboratorio lo iba a terminar en su casa.
Cuando termino la jornada laboral, Marcos saludó a Enrique y salió del laboratorio lo más normal posible para no despertar sospechas.
Ya fuera del edificio subió a su auto y apoyó su cabeza contra el volante y dio un suspiro.
        << Que locura >> Se dijo así mismo.
Solo estaba a 100 metros de distancia de su casa cuando vio que en la puerta había dos personas paradas. Su jefe y un policía.
Bajó del auto y se encaminó a ellos.
—     ¿A caso creías que no iba a dar cuenta? ¿Me viste cara de estúpido? — Ladró el jefe — ¿A caso no creías que te iba a estar observando después de tus malas actuaciones? Te creía más inteligente Marcos.
Marcos no respondió.
—     Sabes exactamente que los elementos que te llevaste del laboratorio no se consiguen en otra parte. Devuélvelos. — Ordenó el patrón
Marcos le entregó la mochila en silencio.
—     No sé qué es lo que te llevas en mano Marcos, pero esto nunca lo creí de ti. Señor oficial, puede irse, no levantaré cargos.
—     ¿Está usted seguro? — Preguntó el uniformado.
—     Si seguro, gracias oficial.
El policía se subió a su patrulla y se fue.
—     ¿No vas a decir nada? — Preguntó el jefe.
—     Lo siento señor y gracias por no levantar cargos.
—     No puedo encerrar en una celda un cerebro como el suyo, sería un desperdicio. Pero tampoco lo vas a usar en el laboratorio. Estas despedido Marcos. Cuídese.
Dio media vuelta y se fue.
Marcos vio cómo su ahora ex jefe se desvanecía a lo lejos y se quedó parado en silencio.
     Volvió a subir al auto.
De camino al bar había decido llamar a Enrique para contarle todo. Le debía una disculpa.
Sacó su teléfono y marcó.
—     Hola, ¿Quién habla? — Dijo una voz al otro lado de la línea.
—     Enrique, soy Marcos, ¿Estas ocupado?
—     Estaba viendo televisión, pero no estoy ocupado. ¿Que necesitas Marcos?
—     Estoy yendo al Bar de Luis, te tengo que contar algo, te espero ahí.
—     Muy bien, allí estaré.
Marcos miraba al chico de la barra mientras le servía su quinto vaso de wiski, él pensaba que lo podía hacer mejor, pero que va, era solo un pobre chico que se estaba ganando el pan.
Se tomó el wiski de un solo trago y le dijo.
—     Muy rico el wiski, pero se me antoja una cerveza... Juan. — Dijo mientras leía el nombre del chico en su camisa.
—     Sí señor.
Divisó a Enrique entrando por la puerta.
—     Que sean dos.
Enrique se sentó al lado de Marcos, lo saludó y bebió un trago de cerveza.
—     ¿A qué se debe el honor? — Preguntó intrigado Enrique
—     Me despidieron del laboratorio.
Enrique quedó helado.
—     ¿Cómo dices? ¿Por qué? Debe haber un error, déjame hablar con...
—     No no, no hace falta Enrique, gracias. Me despidieron por llevarme unas cosas del laboratorio a mi casa porque estoy trabajando en un proyecto secreto. No se lo he contado a nadie. Pensé que creerían que estoy loco.
—     Dios, Marcos, ¿Porque no me contaste nada? Te podría haber ayudado. ¿En que estas metido?
—     Te agradezco por toda tu ayuda en estos años Enrique y perdón por ocultártelo. Estoy trabajando en una máquina que podría facilitar el viaje interestelar a la velocidad de la luz.
—     No lo creo — Dijo Enrique sorprendido.
—     Enserio, creo que estoy muy cerca de lograrlo, pero ya no tengo acceso al laboratorio. Tiene que haber alguna forma en la que pueda seguir mi investigación. — Dijo Marcos mientras miraba a Enrique esperando una respuesta satisfactoria.
—     Vaya, es increíble Marcos, no sé qué decir.
—     No me crees ¿Verdad?
—     No, no es eso, solo que, ya sabes...
—     Lo sabía.
—     Marcos no sé si pueda ayudarte en esto, no puedo perder mi trabajo, sabes que tengo dos hijas que mantener. Creo que debería irme. Cuídate.
Marcos se quedó pensando cuando fue la última vez que dos personas le dijeron que se “cuide” en la misma noche.
Eran las 20:30 cuando Enrique salió por la puerta del bar. Marcos terminó de beber su cerveza y cinco minutos después de la partida de Enrique, salió del bar.
Sentado en el auto se decidió a terminar su proyecto costara lo que costara. Él sabía que estaba muy cerca de conseguirlo y no lo iba dejar.
Encendió el auto y decidió irse a dormir.
Ahí fue cuando apareció la luz. Una luz blanca y cegadora.
Cuando recuperó la conciencia estaba tendido sobre una camilla en un lugar muy iluminado. A su alrededor había unos seres observándolo, parecían personas.
—     ¿Usted es el señor Marcos Vanucci? — Preguntó uno
—     Eh, si soy yo, ¿Dónde estoy? — Dijo mientras intentaba abrir los ojos
—     Es él — Dijo otro mirando a los demás.
—     ¿Quiénes son ustedes? — Preguntó Marcos nervioso.
—     Lo estamos estudiando desde hace tiempo señor Vanucci. Hemos aprendido su idioma y usamos la apariencia humana para parecer uno de ustedes y así poder estar cerca de usted. — Dijo una voz femenina que estaba más atrás.
Cuando se acercó, Marcos vio que era la mujer con la que había salido del bar la noche del accidente.
—     ¿Tu? Sabía que no estaba alucinando. — Dijo Marcos sorprendido.
—     He usado la apariencia hembra de su especie para poder acercarme a usted Señor Marcos. No vamos a revelar nuestra forma a un simple terrícola. Desde nuestro primer encuentro tiene en su cuerpo un microchip que nos permite saber cosas de la mente y comportamiento humano. Puede haber tenido efectos secundarios como pesadillas o paranoia. Hemos recogido mucha información a lo largo de estos años a través del microchip. Y lo que estudiamos no nos satisface, ni a nosotros ni a todos los seres vivos del universo. La humanidad todavía no está preparada para los viajes interestelares. Todavía les falta mucho por aprender y también a comportarse mejor unos con otros. No podemos permitir que gente que daña a su misma especie este paseando por el espacio exterior. ¿Quién sabe qué harían con otras especies? Debemos ser precavidos. Los terrícolas son una especie muy inteligente pero sus comportamientos egocéntricos han llegado a limites extremos. Todavía pueden cambiar, todavía pueden aprender, pero si alguna vez vemos que su especie es una amenaza para el universo, los liquidaremos.
Marcos quedó con la boca abierta mientras la mujer seguía hablando.
—     Nos tomamos la molestia en destruir toda su investigación. Ahora mismo está usted en una nave en la órbita de La Tierra. Lo devolveremos a su planeta y lo seguiremos usando para seguir estudiando la mente humana. Y por supuesto no recordará nada de esto.
—     No, no pueden hacerme esto, no voy a...
Sintió que le estaban cacheteando el rostro. Estaba tirado al costado de una carretera con el torso desnudo. Enrique lo encontró.
—     Marcos, despierta — Decía Enrique mientras golpeteaba suavemente la cara de Marcos
—     ¿En dónde estoy?
—     Levántate, vamos, te llevo a tu casa.
Con un esfuerzo terrible pudo levantarse y se sentó en el auto.
—     ¿En qué estás pensando? No puedes emborracharte y terminar durmiendo en la calle. Tienes que reaccionar. — Dijo Enrique
—     No sé, no recuerdo nada, solo que salí del bar y me despertaste.
—     Tienes suerte de que sea yo el que te haya encontrado.
Enrique dejó a Marcos en su casa. Lo saludó y vio cómo se adentraba en su hogar.
 << Viaje interestelar a la velocidad de la luz. Que locura.>> Dijo mientras meneaba       la cabeza de un lado al otro y se alejaba de la casa de Marcos.
Marcos tambaleando logro subir las escaleras. Se quitó la ropa y se dispuso a dormir. Cerró los ojos.
Una luz roja titilaba bajo la piel de su mano derecha.
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