#ates gülsoy
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mumuraga · 2 months ago
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Safir (2023)
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neswina · 2 years ago
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Viejos amigos
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—Como ves, todo va bien desde que te haces cargo de la empresa. —Ömer Gülsoy estaba henchido de orgullo—. Hice bien poniéndote al cargo, Ateş. —Solo estoy a cargo mientras Yaman no esté, abuelo. Nada más. —La mirada del chico era dura. —Tonterías, se hará lo que yo quiera. Como siempre. Y quiero que tu seas quien dirija la empresa. —Pero yo no quiero, y estoy un poco hasta los cojones de que quieras imponerme las cosas. Una más y me voy, abuelo. —Ateş se levantó de la silla y se fue. —Recuerda que siempre se hará lo que Ömer Gülsoy quiere.
Ateş entornó los ojos mientras salía por la puerta.
Hizo un par de llamadas de teléfono y desde su sitio vio a Vural Bakırcıoğlu caminando al despacho de su abuelo. Que mucho dirigir la empresa, pero su despacho no lo cede. Ateş se había negado a hacer negocios con la familia Bakırcıoğlu, porque no eran precisamente legales. Pero parece que a su abuelo no le importa demasiado. Al cabo de una hora, Vural salió del despacho muy satisfecho, y Ateş aprovechó para abordarlo.
—Buenos días, Señor Vural. ¿Qué tal? —Estupendo, haciendo negocios con tu abuelo. —Vural le desafió con la mirada—. Ya que tú no quisiste ser de nuestra familia. —Bade encontrará a alguien que la quiera, espero que por lo menos quiera eso para su hija. —Ateş sonrió con suficiencia. —Mi hija es lo más preciado que tengo. —pues no lo parece… —Ateş habló por lo bajini. —¿Qué? —¿De qué? Yo no he dicho nada. —El chico sonrió y cambió de tema—. ¿Qué negocio tiene con mi abuelo exactamente? —Uno muy lucrativo para los dos. Ya te enterarás.
El señor Vural le dejó con la curiosidad y se fue sin decir nada más, acompañado de dos de sus guardaespaldas. Ateş volvió a su despacho con la promesa de que se iba a enterar, más pronto que tarde, de los negocios que se traía con su abuelo.
Al cabo de unas horas y un par de reuniones, que podían haber sido una llamada o un simple mail, volvió al despacho de su abuelo para contrale como habían ido los encuentros y dejarle un informe que había que presentar al ministerio, por una contratación que tenían pendiente.
—Muy bien, hijo. Está todo perfecto, qué bien… —Como digas una palabra más, me voy. Que pareces un loro. —Es que estoy orgulloso. —De ti, porque de mí, evidentemente, no.  —Ateş forzó una risa. —¡Qué más da eso! —Ömer hizo un gesto con la mano intentando quitar importancia a sus palabras. —Cambiando de tema. Vi antes a Vural, qué quería. —Necesita transporte para una mercancía y se lo voy a proporcionar.
A Ateş le sonaron todas las alarmas en la cabeza.
—¿Mercancía? ¿Legal? —Sí, Ateş, legal. No soy un necio. —¿Puedo ver el informe del acuerdo? —Claro, ten. —Ömer sacó del cajón de su mesa un dossier y se lo entregó a su nieto—. Como verás está todo en orden. —Abuelo… —Ateş ya vio una cláusula que no le gustó nada—. Aquí dice que le cedes una de nuestras flotas de camiones. Si pasa cualquier cosa, y conociéndolos como los conocemos, va a pasar,legalmente la culpa será solo de nosotros. Porque somos nosotros quienes transportamos una mercancía, que “supuestamente” es nuestra. Porque en ningún lado pone que sea de Vural. —Minucias, no creo que haga nada en nuestra contra. —Bueno, veremos. Me llevo el contrato para leerlo con profundidad. —De acuerdo, pero ya te digo que no va a pasar nada, de nada.
Ateş se volvió a ir de ese despacho que le daba urticaria cada vez que entraba allí porque siempre pasa algo malo allí dentro: o encuentra a su abuelo agrediendo a Okan o gritando a Yaman. O viceversa. Es un ambiente de trabajo sanísimo. Se fue de la empresa directo a hablar con el comisario de la zona, era un viejo conocido suyo e iba a ponerle al tanto de ese contrato que tanto le escamaba.
—Buenas tardes, Can. ¿Cómo estás? —Ateş le dio un apretón de manos al comisario. —Buenas tardes, madre mía, estás estupendo. —Can le miró de arriba abajo, con una ligera envidia—. Estás casi igual. —Salir de aquí me vino muy bien, tenías que haber hecho lo mismo. A propósito, no te vi en mi boda. ¿Qué pasó? —Trabajo de última hora, encontramos un cadáver cerca del cruce que lleva al lago. Casi fuera de nuestra jurisdicción. —Pobre. Esperemos que encontréis al culpable. —Ateş intuía quien podía ser el cadáver y esperaba poder poner en la pista, para encontrar al asesino, a su amigo con el contrato que le traía. —¿Y qué te trae por aquí? —Esto.
Can le indicó que se sentara, en la silla que había enfrente de su escritorio, y miró el dossier que le trajo Ateş.
—Es un contrato normal. No veo nada raro. —Mira la cláusula 4.B. Mi abuelo ha firmado un cheque en blanco para que nos metan cualquier cosa en los camiones sin nosotros saber qué hay. —Pudiendo parecer que sois vosotros quienes lleváis la mercancía desde el principio. Ahora entiendo tu preocupación. ¿Quién es el socio de tu abuelo? — Vural Bakırcıoğlu.
Can le miró con los ojos muy abiertos, se levantó de la mesa, cerró la puerta y puso las cortinas en modo privacidad absoluta, volvió a su mesa y sacó tres A-Z, llenos hasta los topes. Y se lo mostró.
—¿Ves esto? Son todos los delitos, no probados, que creemos (y bueno, lo sabemos, pero no hay demonio que lo pueda demostrar) que pertenecen a Vural Bakırcıoğlu y su familia. Esta carpeta es solo del primogénito, es al único que le hemos podido pillar haciendo algo porque se dedica a acosar a chicas y alguna noche ha pasado en comisaría. Pero el resto de la familia… Tienen una flor en el culo que les protege de todas las fechorías que cometen. —O alguien que les pasa información. —Seguramente. —Can se recostó en la silla, con aire cansado—. Pero no he logrado atraparle, además no me gusta desconfiar de mis compañeros. —Entiendo. Así que has decidido investigar por tu cuenta, ¿no? —Siempre fuiste el más listo del grupo, Ateş. —Can sonrió—. Sí. ¿Sabes cuándo va a hacer uso Vural de los camiones? —Han firmado hoy el contrato, así que todavía no lo sé. Pero intuyo que será pronto. Mi abuelo está contento con la “alianza” y Vural querrá aprovecharse pronto. —¿Por qué querría Vural aprovecharse? ¿Le habéis hecho algo? —Mi abuelo le prometió que me casaría con su hija, Bade. —Tu abuelo sigue siendo el mismo perro, no ha cambiado nada desde que éramos pequeños. Iba a sacar tajada, ¿no? —Can alucinaba. —Mucho más que con este negocio. Quería fusionar las dos empresas, cosa a la que me opongo, pero al no haber boda, no hay fusión familiar. —Ateş se encogió de hombros. —Que bonito, las bodas por amor. —Una bonita tradición familiar de los Gülsoy. Ya sabes, un matrimonio por obligación… —Luego los hijos por obligación. —Y los nietos, no te olvides de los nietos.
Ateş y Can se rieron de las tradiciones crueles de las familias ricas y recordaron viejos tiempos, mientras disfrutaban de un té, que les habían traído, y se ponían al día.
—Una pena que no haya podido ir a tu boda. Me hubiera gustado estar ahí. —Por cierto, que no te he preguntado por Cemre y Pembe, ¿qué tal están? —Bien, bien. Cemre siendo la mejor de las esposas y Pembe es un terremoto. Mira. —Le enseñó la pantalla de su móvil, donde se veía a una niña sonriente con los brazos abiertos—. Ya tiene cinco años. —Que guapa es. Pues ya quedaremos, que te tengo que presentar a mi mujer. Que, por cierto, se estará preguntando dónde estoy. Me voy ya. Hablamos, Can. —En cuanto sepas algo del cargamento, llámame. —Serás el primero en saberlo. Adiós. —Hasta luego.
Ateş salió de comisaría, se subió al coche y se fue a casa. En el camino se dio cuenta de que alguien le seguía, mandó una nota de audio, sacó la pistola de la guantera y se la escondió en la cintura del pantalón. Como se veía venir, el coche que le seguía le adelantó y le cortó el paso. Ateş bajó del coche enfadado.
—Oye, Oye, que esto no es una carrera. —¡Cállate! Qué has ido a hablar con el comisario. —El desconocido le apuntaba con una pistola. —¡Es mi amigo! Iba a hablar con él de nuestras cosas. —Ateş tenía las manos alzadas y esperaba que no se viese la pistola. —No me creo una palabra, ¿qué has ido a hablar con él? —el chico se acercó a él, Ateş no lo reconocía, era una persona nueva para él—. De qué has ido a hablar. —Cuando estuvo a cinco centímetros de él, le quitó la pistola—. Encima con un arma. De qué has ido a hablar con él, suéltalo ya. —Si no paras ahora… —Si no paro qué.
El chico puso la pistola en la sien de Ateş. Este sonrió sombríamente, y con un movimiento rápido y certero se quedó él con la pistola.
—Pues que pasará esto, quieto, suelta eso. Por favor. —Ateş recuperó su pistola y la volvió a dejar donde estaba—. Ahora me vas a decir tú a mí, y al comisario, por qué me perseguías y me has apuntado con una pistola.
Un coché llegó a toda velocidad y frenó bruscamente detrás del coche de Ateş, era Can.
—Menos mal que escuché tu mensaje y no lo dejé para luego. —el comisario estaba acelerado, llevaba su pistola en la mano—. Conoces al agres… Me cago en mis muertos, Mehmet, ¡tú eres el topo! —Can vio al chico al que apuntaba Ateş y se le vino el mundo encima, era uno de los policías de su departamento y se lanzó a por él. —Tranquilo, Can. Tenemos que llevarle a comisaría. Por favor —Ateş lo tranquilizó y por el rabillo del ojo vio como el futuro expolicía intentaba huir. Disparó la pistola y habló—. ¿Dónde crees que vas, Mehmet? —Eso, imbécil. Tienes mucho que responder. Vamos. —Can volvió a ser el comisario centrado, esposó al chico y lo metió en el coche, para después llamar a una patrulla para que viniese a recoger el coche del arrestado—Ateş, ¿Nos sigues? Tienes que prestar declaración. —Sí, sí, por su puesto. Voy detrás de ti.
Ateş se lamentaba porque no podrá ir a casa pronto.
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beydaninkitapligi · 6 years ago
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neswina · 2 years ago
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Noche larga
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Ship: Ates x Aleyna #Ateyna
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Después de intercambiar unos cuantos mensajes, Aleyna se enfrascó en la búsqueda de un vestido para ir a cenar a un restaurante, más bien elegante, después de veinte minutos de indecisión acabó decantándose por un vestido midi, de escote en pico con tirantes finos de diminutos brillantes, con falda circular y un petit coat a juego, para dar volumen, y un poco más de vuelo al vestido, de color negro. Se había comprado el vestido por si alguna vez Yaman la invitaba a cenar fuera, y mira tú por donde, quien la invita es su cuñado. Pues no iba a desaprovechar la ocasión de estrenar un vestido que tenía muchas ganas de ponerse. Se puso unos zapatos negros que brillaban cuando le daba la luz, como si tuviera cristales, y un chal negro con flores rojas y rosas, para dar un poco de color al vestuario. Para el pelo optó por un recogido, dejándose unos rizos para enmarcar el rostro, y eligió un maquillaje sencillo: un eyeliner negro para potenciar la mirada y un nude para los labios. Se perfumó y salió fuera en busca de su taxi, para ir al restaurante donde había quedado con Ateş.
—¡Hala! ¿Pero donde vas tan guapa? —Okan se cruzó con la chica en la escalera. —Voy a cenar fuera… Con unos amigos. —No sabe por qué no dijo que iba a cenar con su hermano, fue un impulso. —Qué bien. —Y tú, ¿no tienes planes? —Hoy no. Cenaré, veré una peli y me iré a dormir. —Me parece un plan estupendo, buenas noches, Okan. —Buenas noches, Aleyna.
Cada uno siguió su camino y Aleyna salió de la casa, rezando por no encontrarse con su madre, ya que no le apetecía discutir antes de la cena, estaba de muy buen humor y no quería arruinar su estado de ánimo. Por suerte, eso no ocurrió y su taxi la estaba esperando. Subió y, en media hora, estaba en la puerta del restaurante donde la había citado Ateş. Esperaba no haberse puesto demasiado elegante.
Entró en el restaurante, y la metre le cortó el paso.
—¿Tiene reserva? —Sí, me están esperando. —¿A quién acompaña? —¿Qué? —Aleyna no la había oído bien por el barullo que salía del local y la música que salía del pasillo de acceso al restaurante. —A nombre de quién está la reserva. —La señora no parecía estar de muy buen humor. —Ateş Gülsoy.
La metre revisó la lista de reservas, encontró el nombre y volvió a dirigirse a Aleyna para pedirle que le acompañara. La chica la siguió, mientras miraba maravillada el local, que era muy bonito y elegante, se alegró de no haberse pasado con su vestido, era perfecto. Cuando llegó a la mesa, Ateş la estaba esperando con una sonrisa.
—Perdona que te haya hecho venir en taxi. —Ateş se levantó de la silla, se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla, y la ayudó a acomodarse en su asiento—. Pero la reunión se alargó demasiado y si iba a buscarte, no llegábamos a cenar. —No te preocupes por eso. —Por cierto, estas guapísima. —Gracias, otra vez. Tú también estás guapo. —Bah, no me ha dado tiempo ni de cambiarme. —Pero el traje te queda realmente bien. —Aleyna sonrió—. Acepta el cumplido y ya. —De acuerdo, gracias.
Un camarero llegó con dos cartas para que eligieran la cena, Aleyna escogió el solomillo de ternera con patata asada y salsa al vino, y Ateş eligió lomo de salmón con salsa de mostaza y champiñones de guarnición. La chica le cedió el honor a Ateş de elegir el vino, ella no tenía mucha idea de vinos, solo que estaba rico. El chico eligió un vino de importación, cosecha de 2019, D.O. Valdeorras, que le habían hablado muy bien de él y tenía ganas de probarlo.
—Me han dicho que es un vino español muy bueno, tenía ganas de probarlo. —Ahora yo también tengo ganas.
Les trajeron la cena y la disfrutaron mucho, la carne estaba espectacular y según Ateş, su salmón estaba en su punto. El vino resultó ser excepcional, tanto es así, que se bajaron la botella bastante rápido.
—¿Pedimos otra? —Ateş señaló la botella. —Creo que no sería prudente pedir otra, porque ya estoy un poco mareada. Le pega bien el vino. —Aleyna se rio—. Ves, mejor no pidas más vino. —De acuerdo, que además tengo que conducir. —Ni hablar, vamos en taxi. Ya volveremos a por el coche. —Mira, que prudente eres. —Aunque no lo creas soy una chica muy responsable. —Aleyna le daba un bocado a su postre. —¿Qué tal está el tiramisú? —Buenísimo, pruébalo. —la chica cogió un trozo con el tenedor y se lo acercó a la boca a Ateş—. Ya verás que bueno está. —le insistió con el tenedor, el chico abrió la boca y comió el bocado. Paladeó el tiramisú. —Muy dulce. —Miró directamente a los ojos de Aleyna. —A que sí. —Aleyna volvió a darle un bocado al postre. —No me has entendido… —El chico habló por lo bajo. —¿Qué? —Que adonde vamos después, ¿quieres ir a casa? —Nop. Llévame a bailar, por favor… —Aleyna volvió a usar su arma secreta: poner su cara de cachorrito. A ver quien le podía decir que no, a esos grandes ojos castaños y a ese pucherito tan mono. —Vale, iremos a bailar. —¡Bien! —Aleyna hizo un pequeño bailecito de hombros en su asiento.
Terminaron sus postres, pagaron la cuenta, llamaron a un taxi y se fueron al local de moda de la ciudad. Pidieron un par de copas y Aleyna bailaba mientras Ateş la miraba a ella y al panorama que había en el local.
—¡Vamos! Ven a bailar conmigo, no te quedes en la barra meneando la cabeza al ritmo de la música. ¡Ven! —Aleyna cogió de las manos al chico y lo arrastró a la pista de baile. —No sé bailar esto. —Ateş se sentía un poco cohibido, sonaba una música machacona, aparentemente en español, y la gente bailaba muy junta y para los estándares de la sociedad turca, era un poco… Pecaminoso. —¡Es muy fácil! —La chica se arrimó, pegando su cadera a las de él—. Ahora que estamos así solo que hay que moverse al ritmo de la música. —Eso no suena fácil. Una balada es fácil. Esto es… Raro. —Ateş se rio e intentó dar lo mejor de sí bailando arrimado a Aleyna.
Al final Ateş pareció pillarle el truco a eso de “perrear” y se lo pasó bastante bien. Siguieron bailando, entre copa y copa, hasta bien entrada la noche. Cuando notaron que eran más alcohol que personas, decidieron que era el momento de ir a casa. Salieron del local y montaron en el primer taxi que encontraron y se bajaron al llegar a destino. Sin saber cómo acabaron en un lujoso hotel y cuando se dieron cuenta y quisieron volver al taxi, este ya se había ido.
—Yo le dije bien la dirección, ¿no? —Ateş parpadeó fuerte. —Creo que sí. Igual no nos entendió. ¿Pedimos otro taxi? —No. Quiero dormir. Vamos.
El chico, sin pensar, cogió de la mano a Aleyna y entraron en el hotel.
—Buenas noches, bienvenidos al hotel Crowne Plaza Capadocia. ¿En qué puedo ayudarles? —Queríamos hacer una reserva, ¿sería posible? —Déjeme comprobarlo, porque estamos casi completos porque hay una convención y han ocupado casi todas las habitaciones. —Vaya mala suerte… —Aleyna tenía todo el cuerpo apoyado en la encimera de la recepción. —Pues no la han tenido, enhorabuena, queda una habitación libre y es una suite… ¡En oferta! —La recepcionista se sorprendió. —¿No hay dos? —Ateş parecía consternado. —No lo siento. Es una habitación doble, con una cama King size, baño de lujo (con jacuzzi interior con vistas a la ciudad) y un pequeño salón donde pueden descansar. —Oh. Perfecto. Nos quedamos con la habitación —El chico se quedó más tranquilo, él dormiría en uno de los sofás y ella haría uso de la cama. —Aquí tienen las llaves. Cojan el ascensor, suban a la planta 11 y su habitación es la 1011. Espero que disfruten de su estadía.
La recepcionista les dio las tarjetas con las instrucciones escritas y con la hora de check out. Se despidieron de la recepcionista, se encaminaron al ascensor y entraron.
—¿Hace calor? O ¿es cosa mía? —Aleyna empezó a quitarse horquillas del moño, y las iba metiendo en el bolso, y a dejarse el pelo suelto—. Mucho mejor así, me estaba doliendo el cerebro. Y esto también fuera. —Se quitó los zapatos y se quedó mucho más a gusto. —Yo no tengo calor, la verdad. —Ateş observaba curioso a la chica—. Pero creo que es porque me está bajando el alcohol. —Espero que me pase eso a mí también. Pronto. —Aleyna se abanicaba con la mano que tenía libre.
Cuando llegaron a su planta, salieron del ascensor y al ser un hotel de planta circular, no sabían dónde tenían que ir.
—Creo que da igual ir a la derecha o a la izquierda. —Aleyna buscaba algún indicativo que les indicara donde estaba su habitación. —Ahí.
Ateş señaló hacia la izquierda, donde había un cartel con los números de habitaciones, que había en esa dirección. Siguieron el camino y encontraron su habitación… Estaba a quince metros del ascensor, si hubieran seguido el camino de la derecha. Se empezaron a reír como maniacos.
—Shhhhhh, que la gente está durmiendo, que es muy tarde. —Ateş se llevó un dedo a la boca en señal de silencio. —¡Pero es que hemos dado la vuelta a todo el pasillo! —Aleyna se sujetó la barriga, le empezaba a doler de tanto reírse. —Shhhh… —Ateş volvió a repetir gesto de silencio y se dispuso a abrir la puerta—. No funciona. —¿Cómo que no funciona? —A la chica se le cortó la risa de golpe, se veía durmiendo en el pasillo. —He probado las dos tarjetas y no funcionan. —el chico hizo un gesto de exasperación. —Déjame a mí. —Aleyna lo volvió a intentar mientras su cuñado le hablaba. —No podemos hacer esto solos… Me toca bajar a recepción a que nos lo arreglen. —Pues tienes razón, no funcionan. —Mujer de poca fe. Espérame aquí, que voy a ver si nos arreglan esto.
Esta vez eligió el camino corto para acceder al ascensor. Tardó 20 minutos en volver, y cuando llegó a la puerta se encontró a Aleyna, sentada en el suelo, completamente dormida apoyada en la pared. Abrió la puerta de la habitación, encendió las luces, luego salió al pasillo, cogió a la chica con dulzura y la metió en el habitáculo, cerró la puerta de una patada y la llevó a la habitación, dejándola en la cama. Cuando se iba a ir, notó un tirón en la manga de su chaqueta, Aleyna le retenía.
—No te vayas, no me dejes sola. —Aleyna, descansa, yo dormiré en el sofá. —el chico miró por la puerta de la habitación y vio lo minúsculo que era. —No. Quédate. —Aleyna tiró de él y lo tumbó a su lado, y habló somnolienta—. No quiero dormir sola.
La chica se acomodó en el pecho de un perplejo Ateş, que no sabía cómo actuar.
—Bueno, me quedaré hasta que te duermas. —Me vale.
Poco a poco se quedó dormida y Ateş se quedó atrapado debajo del cuerpo de Aleyna, que lo tenía sujeto a modo de almohada, y no le quedó más remedio que pasar la noche con ella.
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neswina · 2 years ago
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Sorpresa en la desgracia
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Ship: Ates x Aleyna #Ateyna
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Al día siguiente Aleyna estaba en el salón, lista y preparada con el bolso en la mano, sentada en el sofá esperando a que Ateş apareciese para cumplir su promesa. Al cabo de 20 minutos, el chico apareció por las escaleras que dan al salón.
—Buenos días, Aleyna. ¿Has desayunado ya? —Ateş sonrió amable. —Buenos días, no todavía no he desayunado. —Aleyna lo miraba fijamente. —Pues venga, vamos que ya está todo listo. Además, creo que solo seremos tú y yo.
Ateş guio a Aleyna al salón de los desayunos, allí les estaba esperando una mesa llena de manjares.
—¿No es mucho para nosotros dos? —Aleyna se sentó mientras le hacía ojito al queso y a las aceitunas. —Supongo que nadie ha informado a la cocina de que solo somos nosotros. Bueno, más comida para disfrutar. Que aproveche. —Gracias, igualmente. —La chica atacó sin piedad diversas bandejas y se llenó el plato: queso con miel, aceitunas y un poco de menemen. —¿Qué tal has dormido? —Mucho mejor, gracias. Sigue costándome dormir, pero poco a poco. —Me alegro. —Entonces… ¿vas a llevarme a dónde me prometiste? —Aleyna puso ojos de cachorrito. Ya no aguantaba más la incertidumbre de sí iban a ir o no. —¡Claro! Pero primero desayunemos, y en cuanto acabemos vamos tranquilamente. —¡Ay, que bien!
Los cuñados terminaron de comer tranquilamente y al acabar se fueron directos al exterior de la mansión. Una vez fuera, se encontraron con Cemile que se acercó a su hija con felicidad, no sabía que ya salía de su habitación.
—¡Hija! Que alegría, ¿adónde vas tan guapa? —Me voy de paseo con mi hermano Ateş. —No miró a la cara a su madre y siguió andando al coche ante la mirada triste de su madre y la mirada interrogante de Ateş. —Sí, vamos a hacer unas gestiones, Cemile. Hasta luego. —Adios. —Cemile se fue triste.
Una vez en el coche Ateş no se aguantó la curiosidad.
—¿Por qué no le has dicho a tu madre a dónde vamos? —Porque no se merece saberlo. —Aleyna tenía fijada la vista en la ventanilla, para no tener que mirarle. —Deduzco que te has enfadado con tu madre. ¿Qué te ha hecho? —Me enteré de algo que no ha sido, digamos, muy fácil de digerir. —Conozco a tu madre y sé muy bien de lo que es capaz. —Ateş habló duramente. —¿Qué te hizo? — La chica se giró y lo miró con intensidad. —A mí, nada. A Feraye demasiadas cosas. —El chico apretó las manos en el volante. —¿Qué es lo que sabes? —¿Qué sabes tú? —Ateş frenó el coche y la miró a los ojos, se temía lo peor—. Aleyna, qué te hizo tu madre.
Aleyna se bajó del coche y echó a andar bajo el sol de la mañana, en medio de ninguna parte, solo para evitar derramar una lágrima y tener que enfrentarse a Ateş.
—Aleyna… —La voz suave de Ateş detrás de ella, sin pararla, sin decir nada más. —Es que es muy difícil, Ateş. —Cuando se dio la vuelta, estaba llorando—. Yaman solo se casó conmigo porque mi madre le chantajeó con algo que había hecho Okan, para salvar a Yaman. —¿El qué? —A Ateş le saltaron todas las alarmas, porque quizá haya encontrado la pieza que le faltaba al puzzle que era el estado de alarma permanente de Okan y que Vural estuviese encima de ellos, cual buitre en busca de carroña. ¿No sería Okan el culpable de la desgracia del hijo de Vural? —No lo sé. Solo se que tuvo que ser algo gordo para que Yaman aceptase. —La chica se enjuagó las lágrimas—. Ateş, qué le hizo mi madre a Feraye, a parte de hundirnos en la miseria a las dos. —Pues, para empezar, la hostigaba cada vez que podía e intentó hacer que abortara. —Ateş calmó a una horrorizada Aleyna—. Tranquila, no lo logró. —¿Por qué iba a querer mi madre que Feraye perdiese a su hijo? —Porque era de Yaman.
Aleyna ya no sabía dónde estaba el cielo y donde la tierra, perdió pie, ya no sabía si iba a aguantar más noticias y secretos que la rodeaban. Ateş la sujetó, no la dejó caer.
—¿Estás bien? —La llevó en volandas al coche y la sentó en el asiento del copiloto. —Sí, sí. Es solo que ya no puedo más. ¿Cuántas cosas nos han ocultado? ¿Tú lo sabías todo? —Sí sabía que Feraye estaba embarazada, pero me enteré hace relativamente poco de que era hijo de Yaman y de lo que él le hacía a ella. Ojalá haber podido protegerla del imbécil de mi hermano. —¡Por fin sale algo de genio! Ya me estabas dando rabia de ser tan sereno y tan comedido. —Aleyna le dio un sorbo a la botella de agua que el chico le había pasado. —Es que es muy difícil ver como un hermano que era bueno y amable se convierte en un violento, acosador y asesino delante de nuestros ojos. No reconozco a ese Yaman. Y me maldigo cada día por no haberlo visto antes y haberlo parado. —¿Cómo? Se escondía bien, ninguno pudimos verlo. —Pero yo era su hermano mayor, tenía que haberlo visto. Tenía que haber protegido a Feraye, me pidió ayuda y no pude hacer nada. Pensé que sería suficiente con tenerla lejos de la mansión… Pero aun así se enteró y… —A Ateş se le quebró la voz y rompió a llorar. —Ateş… —Aleyna abrió los brazos y el chico se dejó consolar, llorando en el hombro de su cuñada todo lo que se había guardado desde que ocurrió la desgracia—. No fue culpa tuya, mírame, fue culpa de Yaman. Él nos quitó a Feraye y él nos hizo infelices. —La chica esbozó una sonrisa intentando animar a Ateş—. ¿No decías que llevabas muchos años de terapia? ¿Qué sabías llevar el duelo? ¿Qué ha pasado? —La chica habló socarronamente. —Que se ve que no aprendí nada. —Ateş se rio y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano—. Perdona que te cargue con mis penas. —Compartimos la misma pena, así que nada de perdones. Por cierto, ¿Conoces alguna manera de salir de aquí? Por qué no sé donde estamos. —Aleyna miraba desconcertada el panorama. —¿Te refieres a situación geográfica o emocional? —El chico esbozó una sonrisa. —¿Ahora mismo? Cualquiera de las dos me vale.
Los chicos se rieron, no saben si es que les hizo gracia la ocurrencia o simplemente fue una risa histérica por todo lo que estaban pasando.
—Aleyna, siempre puedes contar conmigo para lo que sea. Aunque pienses que es una tontería, ven a hablar conmigo. Estaré encantado de escucharte en cualquier momento. —Gracias. Lo mismo te digo, aunque no sé que podrías querer hablar conmigo. Pero te tomo la palabra. —Sellaron el pacto con un apretón de manos. —Bueno, habrá que ponerse en marcha para que usted, señorita, pueda matricularse. —¡Ay, que ilusión!
Ateş montó en el coche y con un humor totalmente distinto, y con menos peso a sus espaldas, la pareja puso rumbo al instituto estético de la ciudad.
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neswina · 2 years ago
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Que bueno que existas
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Ship: Ates x Aleyna #Ateyna
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Después del funeral de Feraye y Yaman, los ánimos en la mansión Gülsoy estaban por los suelos.
Después de que Ateş se enterara de que Yaman era el padre del hijo que esperaba Feraye entró en shock, pero escuchó a la chica y entendió lo que pasaba. Intentó protegerla de su hermano, pero no fue suficiente. Un día antes de la boda, aprovechando que estaba trabajando, Yaman se llevó a la chica por la fuerza, y la obligó a tirarse con él montaña abajo. Para Ateş, Okan y Aleyna fue un golpe durísimo, uno se quedó sin futura mujer, y tanto como el primero como el segundo se quedaron sin hermano y la otra, sin marido. Para Ömer y Gülfem Gülsoy fue una deshonra para el buen nombre de la familia. Habían conseguido que la noticia trascendiera como que fue un accidente de tráfico, pero todo el mundo sabía la verdad: Yaman había matado a Feraye. Tanto Ömer como Gülfem se fueron a la casa de verano para evitar miradas y palabras indeseadas y llevar el luto en la intimidad, pero el resto se quedó en la casa, devastados.
—Aleyna, hija, come algo. —Cemile no soportaba ver sufrir a su hija. —No quiero nada mamá, déjame sola. Por favor.
Aleyna llevaba dos días sin salir de la cama, estaba rota por dentro. No sabía cómo sentirse por la muerte de su marido, ya que, el mismo día que murió Yaman, este le confesó que nunca la quiso, que estaba enamorado de Feraye y que ella era lo peor que le había pasado en la vida. Que se vio obligado a casarse con ella por culpa de Okan y su madre. Su madre. Aleyna no quería enfrentarse a ella y decirle que lo sabía todo, que la había condenado a una vida desgraciada solo para su propio beneficio, porque en esos días había dejado de creer que alguna vez hizo algo por ella. Y ella era una mini Cemile y eso le aterraba. ¿Cómo había tratado a su hermanastra? Peor que a un desconocido. El día del entierro, Hazal habló con ella y le contó todos los horrores que pasó Feraye y se alegró de que Yaman no la quisiese, porque para querer así mejor no hacerlo. E hicieron las paces, no tenía sentido estar enfadadas. Desde entonces no ha salido de la cama.
—Hija, por favor. Hazlo por mí. —¿Por ti? —Hazal la atravesó con la mirada, no tenía fuerzas para gritarle todo lo que le quería gritar. Quería ser mejor persona y había decidido empezar por su madre. —Sí, mi niña, por mí, anda levántate y come un poco. ¿Sí? —Cemile sonrió esperanzada. —Deja la comida, pero vete. Por favor.
Cemile cedió y se fue sin decir una palabra más. Aleyna no supo cuánto tiempo pasó, solo que el sol estaba bajando, cuando alguien tocó la puerta.
—No quiero ver a nadie. —Por lo menos ya hablas. —Ateş sonrió amable cuando se asomó por la puerta. —¡Ateş! —Era la última persona que esperaba ver allí, se sentó de prisa en la cama y abrió mucho los ojos— ¿Ha pasado algo? —No, no, tranquila. No ha pasado nada, solo quería ver cómo estabas. —Ah, gracias. —Aleyna intentó sonreír, pero no le salió—. No sabría decirte.
Ateş entró en la habitación y fue a sentarse en la silla que había cerca de la cama de su cuñada, cuando vio la bandeja llena de comida sin tocar: una sopa que tenía que estar helada, un vaso de agua sin tocar y una pieza de fruta.
—Aleyna, ¿cuánto tiempo llevas sin comer? —No lo sé. No tengo hambre. No necesito comer. —Tienes que comer, no puedes enfermarte. Tienes que estar bien. Por favor, aliméntate. —Haré lo que pueda. Pero en serio, no tengo hambre. —Comer y rascar, todo es empezar. Mira, empieza comiendo este plátano. Es pequeño. Por favor. —Ateş le pasó la fruta con la esperanza de que cediera. —Vale, pero solo esto. —Alzó el plátano para puntualizar sus palabras—. Has visto que estoy bien, si me disculpas me gustaría volver a regodearme en mi pena. —No hasta que te haya visto comer.
Aleyna le miró de soslayo. Ateş le caía bien, siempre la trató como a una más de la familia y la defendía de los desplantes que Yaman le hacía. Siempre lograba hacerla sonreír y tenía buenas palabras para ella, era un buen cuñado.
—¿Estás contento? —Aleyna peló la fruta y le dio un mordisco, masticó y tragó. —No sé si contento, pero me alegro de que comas algo. Estaré realmente contento cuando salgas de la cama y vengas a comer con nosotros.
La chica hizo un mohín, tiró la cáscara del plátano hacia la bandeja, fallando estrepitosamente, y se metió debajo de las sábanas, indicando así, que no quería saber nada del exterior.
—Aleyna, no seas así. —Ateş se atrevió a tirar de las sábanas para que la chica dejase ver su cara—. Necesitas que te dé el aire. —Claudicó de seguir tirando por las sábanas, se levantó y fue a abrir las cortinas y abrir las ventanas para que entrase un poco el aire—. Está anocheciendo y es otro día que te has perdido. Aleyna, no puedes dejar tu vida en pausa por culpa de Yaman. —Sí que puedo. —La chica se quitó la sábana de la cara y se volvió a incorporar—. De hecho, lo estoy haciendo. —Pero te estás perdiendo cosas maravillosas. —¿Cómo qué? Porque, que yo sepa, ya lo he perdido todo. No sé de qué maravillas me hablas. —Ahora no lo ves… Pero, por ejemplo, que eso que te hubiera gustado hacer en la vida, que nunca pudiste hacer. —Estudiar. —Aleyna se sorprendió de sus palabras, no era algo en lo que pensara a menudo, y se sorprendió aun más de las palabras que siguieron saliendo de su boca—. Una de las cosas que más envidiaba de Feraye era que ella estudió lo que quería. Mi madre no me dejó, o yo nunca pensé que podría estudiar. Yo me tenía que casar bien, esa era la meta. —¿Y que es lo que te gustaría estudiar? —Ateş recondujo la conversación, antes de que Aleyna se volviera a encerrar en sí misma. —Te vas a reír. —No, te lo prometo. —Me gustaría estudiar para tener mi propio salón de belleza, y poder hacer tratamientos y poner guapa a la gente. —Sonrió sin querer cuando habló de su sueño. —Pues mañana vamos a buscar información sobre escuelas de estética. —¡Qué! Cómo que mañana, ¡Ateş! —Así como lo oyes, vamos a hacer tu sueño realidad. Venga, vístete que te espero abajo para cenar, y no me digas que no. Necesitas alimentarte e hidratarte para estudiar y poner bella a la gente.
Y dicho esto, Ateş se fue dejando a Aleyna completamente perpleja pero menos triste que antes. Había entrado como un torbellino, le había dado un motivo real para salir de la cama y, conociéndole como le conoce, sabe que no es una mentira. Se levantó de la cama, metió la cabeza en su armario y sacó un pantalón negro de lino y una camiseta blanca de manga corta, ropa interior y se fue a la ducha. Antes de entrar en el baño se miró en el espejo del tocador y dijo en voz alta:
—Ateş Gülsoy, eres la persona más lista que conozco, pero no te lo voy a decir nunca para que no se te suba a la cabeza. —Y con una sonrisa entró en el baño.
Cuando bajó a cenar se dio cuenta de que solo eran tres personas para cenar.
—¿Y el resto de la familia? —Aleyna se sentó al lado de Ateş, quedando en frente su cuñado Okan. —Mamá y el abuelo se fueron a la casa de verano, para evitarse malos tragos. —Okan tenía peor cara que Aleyna en su momento más bajo—. Ya ves, como si pudieras olvidar, así, que Yaman y Feraye ya no están. —Okan, no seas tan duro. Cada uno lidia con el dolor como puede. —¿Y tú? ¿Cómo es que estás tan tranquilo? No lo entiendo. —Le miraba muy duramente. —Porque no puedo hacer nada, Okan. No puedo devolverle la vida a ninguno y mucho menos restaurar el dolor de todos. Así que lo único que puedo hacer es seguir con mi vida, recordando a los que ya no están e intentar hacer lo mejor que pueda por los que están a mi alrededor. —¿Cómo puedes ser tan…? —Aleyna no sabía como describirle—. Tan ¿sabio? —Muchos años de terapia, es el único secreto. —Ateş la miró con dulzura—. Algo que os recomiendo que hagáis para llevar el duelo.
Con las palabras de Ateş llenando el ambiente, el nuevo personal de la mansión sirvió la cena, y comieron en silencio.
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neswina · 2 years ago
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Pasado por agua
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Cuando llamaron de comisaría, Aleyna pensó que habían encontrado a Yaman borracho en algún lugar por haber estado llorando por Feraye. Pero no fue así, resulta que habían intentado matar a Ates, o algo así, dejó de prestar atención en cuanto dijeron que su cuñado estaba bien. Dijeron que no hacía falta que fueran a comisaría, pero Feraye y Gülfem se empeñaron en ir. Fue bastante gracioso de ver, desde la perspectiva de Aleyna, porque Gülfem no dejaba de atravesar con la mirada a su hermana y esta no hacía otra cosa que ignorarla, cosa que hacía que se cabreara aún más, parecía que le salía humo de la cabeza y todo. Le costó aguantarse la risa. Por suerte para ella, su suegra, la ignoraba ahora que su hijo favorito se había casado con Feraye, pero ya le tocará lidiar con ella cuando se destape todo lo de su hijo mediano. Feraye se despidió de ella con un abrazo, su suegra con una especie de gruñido y Okan con resignación, porque le tocaba hacer de chofer. Se quedó sola en la mansión Gülsoy, porque nadie sabía donde estaba el abuelo, y sinceramente, tampoco es que le importase mucho. Al poco rato llamaron con insistencia a la puerta, y como era un poco tarde no había nadie del servicio en casa, abrió ella la puerta.
—¡Hazal! —La chica entró como un vendaval en la casa, sin saludar si quiera. —¿Es verdad lo que se dice en el pueblo? ¿Han intentado matar a Ates? —¡Ah! Eso. Sí, eso parece. —¿Y como es que estás tan tranquila? —Porque Ates está bien. Gülfem y Feraye se han ido a comisaría a ver como está Ates, aunque les han dicho tres veces que no hacía falta ir… —¿Se sabe quién ha sido? —Hazal estaba bastante nerviosa. —No nos han dicho, cuando vuelvan nos enteraremos. —Aleyna se acercó a la chica y le pasó un brazo por encima del hombro y la acercó a ella—. No te preocupes, no le va a pasar nada a Ates. —¿Y si ha sido Yaman?
En ese momento, Aleyna, entendió por qué su amiga estaba tan nerviosa y preocupada.
—No creo. Si no hubiera sido lo primero que nos hubieran dicho. Además, creo que han arrestado a una persona. —La chica estaba recordando retazos de la conversación—. Y no dijeron nada de Yaman. Si hubiera sido él, estaríamos camino del hospital porque a su madre le ha dado un infarto del disgusto. —¿Seguro? Porque el chaval está como una puta cabra. —Hazal se acomodó en el brazo de su amiga y se dejó guiar hasta el sofá, donde se sentaron. —Seguro.
Las chicas se quedaron abrazadas en el sofá, jugando con sus manos.
—¿Se han ido todos? —Hazal se incorporó y miró en todas direcciones. —Sí. —¿Y tu madre? —No sé qué habrá pasado que lleva un par de días que no se asoma por la mansión. —La chica puso cara de circunstancias y se dio cuenta de que hacía tiempo que no hablaba con su madre, cuando antes eran uña y carne. Con todo lo que había pasado no había encontrado tiempo para hablar con ella, aunque tiene una conversación pendiente e igual está evitando a su madre de una manera inconsciente—. ¿Por? —Porque estamos solas. —Hazal la miró con intensidad y arqueó las cejas. —Hazal, no. —La chica se levantó riéndose del sofá—. No. Quedamos en que no podía pasar nada entre nosotras. —A ver… —Se levantó del sofá sonriendo maliciosamente—. Yo no he dicho que fuéramos a hacer nada. —Ya, claro y esa es tu cara de santa. —Aleyna… —Quieta. —Aleyna parecía Chris Pratt en Jurassic World—. Veo tus intenciones sibilinas. —Yo no tengo ningún tipo de intención sibilina. Mis intenciones son totalmente obvias.
Aleyna salió corriendo en dirección al jardín riéndose a todo pulmón, mientras Hazal iba detrás de ella gritándola que no corra, que sus intenciones son buenísimas.
—¡Aleyna, para! —Hazal sonó alarmada. —¡¿Qué pasó?! —Se paró en seco. —La piscina, ten cuidado que ibas directa. —Se acercó con cuidado—. No queremos que te caigas. —A ver, mi intención era cambiar de dirección. Pero gracias por preocupación. —Aleyna se acercó y la abrazó— Además hace buena noche para un chapuzón.
Acto seguido la tiró a la piscina, sin ningún tipo de remordimientos, y a continuación fue ella detrás.
—¡Aleyna! —Hazal estaba anonadada. —¡Qué! —Se rio con todas las ganas—. Ves, no me he caído. —¡Te vas a enterar!
La chica nadó hasta ella mientras Aleyna iba nadando en dirección contraria gritando: ¡Marco! Esperando que le respondiera ¡Polo! Sin éxito. Al final quedó encajonada en una esquina mientras Hazal la miraba con los ojos entrecerrados.
—Ahora estás atrapada. ¿Qué vas a hacer? —Hazal la miraba triunfante. —Esto…
Aleyna la besó ante la sorpresa de su amiga, que se quedó sin palabras para después corresponderle el beso. Tenía muchas ganas de besarla desde aquella noche que pasaron juntas, no pasó “nada” entre ellas, solo besos desperdigados y toda una noche de ponerse al día. Pero esa noche, en la piscina, el ambiente era diferente, estaba cargado de electricidad y deseo. Los besos empezaron a subir de intensidad y empezaba a cortarse la respiración.
—¿¡Aleyna!?
Una voz sonó a lo lejos alarmando a las chicas que se separaron inmediatamente, intentando disimular lo mejor que pudieron.
—¡Aleyna que haces metida en la piscina! —Cemile se acercaba a la piscina y no entendía nada. —¡Mama! Esto tiene una explicación… —Vale, pues explícamelo. —cruzó los brazos esperando una respuesta. —Es que me caí en la piscina y Aleyna se tiró a ayudarme. —Hazal puso la cara más inocente que pudo. —Salid del agua, por favor. Que vais a poneros enfermas. Venga, venga, salid ya. —La mujer las apremió a salir—. Mirad, como estáis, chorreando. Sois un caso. De mi hija me lo puedo esperar, pero tú, Hazal, te hacía con más cabeza. —Gracias por la parte que me toca, mamá. —Aleyna le sonrió irónicamente—. Vamos, Hazal, que te doy algo para secarte y buscamos algo de ropa para que te cambies. —Vale, gracias. —Hazal puso rumbo a la mansión. —Hija, ¿estás bien? —Cemile se acercó a ella. —Sí, mamá, estoy bien. Solo estoy mojada. ¿Quieres algo o puedo ir a cambiarme? —No. Ve.
Una Cemile triste, se quedó mirando como su hija entraba en la casa seguida de Hazal, que la estaba esperando debajo del soportal. Las chicas fueron a la zona de las habitaciones.
—Así que esta es tu habitación. —Hazal miraba todo con curiosidad. —Sí. —La chica tenía la cabeza metida en el armario sacando unas toallas, que le pasó a su amiga—. Es cómoda. —Veo que le tienes cariño a esta habitación. —la miró con sorna. —Mucho, ¿en qué lo notas? ¿En las ganas que tengo de prenderle fuego a ese sofá? —¿Qué te ha hecho el sofá? —Es donde dormía Yaman. —Yikes… —Hazal estaba sentada en el sofá y se levantó como si quemase. —Exacto. Bueno, ¿quién se ducha primero? —Sabes eso de ahorrar agua…—la chica se acercó a su anfitriona despacio y dejó las toallas encima de la cama—. Igual podemos ducharnos juntas. —A ver, por poder podemos, pero en cualquier momento llega la familia y harán preguntas. —¿Van a entrar en la habitación? —No. —Entonces no hay problema. Podemos hacer lo que queramos mientras estamos aquí dentro. —No quiero ser una mujer infiel… Y es dificilísimo no serlo contigo cerca. —Aleyna hizo un mohín. —Y no lo eres, en cuanto a mí respecta estás divorciadísima, solo que todavía no lo sabes. Creo que todos aquellos que sabemos la verdad, somos de la misma opinión. Eres una mujer libre, solo que tu marido aún no lo sabe. —Eso no importa. Lo que importa es que sigo oficialmente casada. —De estas cuatro paredes no vamos a salir, así que yo no me preocuparía por ese tecnicismo.
Hazal le quitó la chaqueta que tenía puesta, y ahora pesaba un quintal por la cantidad de agua que retenía y al llegar al suelo hizo un sonoro ¡chof!
—Mejor me quitas la ropa en el baño. —Aleyna cogió la chaqueta chorreante en una mano y con la otra cogió la mano de Hazal y la llevó a la ducha—. Total, dispuestas a pecar, vayamos al infierno a gusto.
Y entre risas cerraron la puerta del baño.
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neswina · 2 years ago
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Aleyna entró en el instituto con la fuerza de mil niños en su primer día de clase y con todos sus sentimientos juntos. Estaba ilusionada, tenía un miedo atroz a hacer las cosas mal, estaba contentísima por empezar una nueva aventura, el pánico a rellenar un papel y que no pudiera hacerlo, también estaba presente.
—Aleyna, ¿Tienes todos los papeles? —Ateş la sacó de su revoltijo de emociones. —Sí, sí. Creo que está todo. —Comprobó toda la marea de papeles que llevaba—. Sí, confirmo que llevo todo. ¿Dónde los tengo que presentar? —La señora me ha dicho que en secretaría, está por aquel pasillo. Vamos, que seguro que habrá algún sitio donde nos podamos sentar para rellenar los papeles. —Menos mal que vinimos a tiempo. —La señora que les atendió en la entrada y le dio los papeles de la matrícula, les dijo que el plazo de admisión terminaba en un par de días. —Bueno, si no hubiera sido este año, hubiera sido el que viene. Además, seguro que encontraríamos salones de belleza que hiciesen cursos para ir cogiendo experiencia. —Ateş le sonrió. —Gracias. —¿Por qué? No he hecho nada. —Ateş estaba confuso. —Por estar, por acompañarme. Por ser un buen amigo. —Eres mi cuñada favorita, nunca te voy a abandonar. —Adulador, ¡soy tu única cuñada! Y vas a tardar en tener otra, porque no veo yo a Okan muy por la labor de tener familia. —Creo que Okan tiene sus propios problemas, ahora mismo, como para pensar en nada más. —¿Tan mal va la empresa? —Aleyna se preocupó. —No, —El chico sonrió—, no es nada de eso. Simplemente que ahora no está para novias. —Entiendo. Perder a su hermano favorito ha tenido que ser duro. —Auch, eso ha dolido. —Ateş se llevó la mano al corazón, dolido por las palabras de la chica. —Perdón, pero es que Yaman y Okan siempre estaban juntos. Así que entiendo que le eche de menos. —No sé por qué, tengo la sensación de que tampoco lo va a echar tanto de menos. —¿También se la lio a él? —Sospecho que sí. Pero lo averiguaré cuando volvamos a casa. —Ams…
Aleyna intentó con todas sus fuerzas no preguntar, pero es que era algo superior a sus fuerzas.
—¿Me lo contarás? —La miró como si fueran amiguísimos de toda la vida y fuese un cotilleo demasiado jugoso para no compartir. —Puede que te lo cuente… A su debido tiempo. Tengo que tener toda la información. —¡Bien! Perdón, es que me gusta enterarme de las cosas. Porque así puedo actuar en consecuencia, y no vivir en la inopia como hasta ahora. —Se le puso un velo de tristeza en la cara, que duró hasta que llegaron a la secretaría, y le volvió toda la ilusión de golpe —. Mira, nos podemos sentar en esa mesa para rellenar los papeles. —De acuerdo.
Ateş le dio un boli, que llevaba en el bolsillo interior de la chaqueta, y Aleyna se puso a rellenar todos los papeles con aire concentrado. Al cabo de media hora, y de haber repasado cuatro veces cada papel, la chica terminó de rellenar los formularios. Se dirigió feliz y firme a entregar los papeles.
—Buenas, vengo a dejar los papeles de la matrícula. —Hola, bienvenida. Mucho gusto. —Una señora de mediana edad le estrechó la mano y recogió el sobre con todos los papeles—. ¿Viene a matricular a su hija?
A Aleyna casi le da un parraque, luego ira homicida, para pasar a la tristeza y volverse a recuperar gracias a la ira, esta vez, menos homicida.
—No, vengo a matricularme yo. —Puso la peor mejor cara que tenía. —Uy, disculpe. Normalmente vienen madre a matricular a sus hijas y me precipité. Perdóneme, por favor. —Disculpas aceptadas.
La señora revisó los papeles con atención.
—Está todo bien, vuelva dentro de una semana para saber si está en la lista de admitidos. —Oh, pero pensaba que con la matrícula ya estaría admitida. —Hubiera sido así, si hubiera presentado los papeles en junio. Ahora es segunda convocatoria y hay mucha gente esperando plaza. Pero no se preocupe, siempre hay unos cuantos que no la quieren. Seguro que podrá estudiar aquí. —Eso espero. Muchas gracias. —Espero verla por aquí, hasta pronto.
La mujer se despidió de Aleyna de una manera muy amable y, por lo menos, le dio esperanzas.
—¿Ya estás matriculada? —No. Resulta que estamos en segunda convocatoria e igual me quedo sin plaza. —Esperemos que no. ¿Y qué te dije antes?, si no es este año, es el siguiente curso. —Es tan frustrante… Parecía tan fácil y mira…—La chica sonaba derrotada. —Nunca dije que fuera fácil. Pero verás como lo logras. —Ateş le guiñó un ojo y le dio un golpecito con el hombro—. ¿Cuándo tienes que venir a mirar si te han admitido? —La semana que viene. —Pues tienes una semana de vacaciones antes de empezar la vorágine de los estudios. —¿Y si no me admiten? —Pues ya buscaremos otro plan. No te preocupes y no pienses, mucho, en ello. Ya verás que todo va a ir bien. —Dios te oiga, Ateş, Dios te oiga.
Volvieron a casa. Aleyna tenía un cúmulo de emociones raro: estaba triste, estaba contenta, estaba hundida, estaba esperanzada… Tenía la sensación de que debía sentirse muy triste, que no podía estar contenta por todo lo que había pasado.
—Ateş… —Dime. ¿Qué pasa? —Ateş miraba atento a la carretera. —¿Es normal que esté contenta con todo lo que está pasando? —Sí, ¿Por qué no ibas a estarlo? —El chico la miró extrañado—. Estás haciendo algo que quieres hacer. Normal que estés contenta. —Eso lo sé, pero con todo lo que ha pasado… —Entiendo. Es complicado. Son muchas emociones juntas en un pequeño espacio de tiempo. —Ateş ladeó la cabeza pensando y al final habló—. Pero sí, es normal, y no es nada malo que estés contenta. —Eso creo yo, pero por si acaso pregunto.
La chica volvió a estar de mejor humor. Además, se acordó de que están solos en casa y que no tendría que ver a Gülfem y se alegró aun más. Llegaron a casa, Aleyna entró en la casa y Ateş se fue al trabajo. El día pasó sin pena ni gloría. Ya en la noche, mientras Aleyna estaba en su habitación feliz por haber hecho algo que quería hacer de corazón, recibió un mensaje de Ateş:
“¿Te apetece cenar fuera?”
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neswina · 2 years ago
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Hermandad
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Feraye salía de la universidad cuando vio a su marido, esperándola, apoyado en su coche mirando el móvil con el ceño fruncido.
—Hola, marido mío. ¿Qué ha pasado? —Feraye le dio un beso en la mejilla. —Hola, mi vida. Okan me ha mandado un mensaje diciendo que están de vuelta. —¿Y bien? ¿Averiguaron dónde estaba? —La chica miró su móvil a ver si Hazal también le había dejado un mensaje a ella, y no fue así. —Sí, y no estaba solo. —la miró y alzó las cejas. —No me digas más, sí que estaba con Damla. —Premio. —Es que era obvio. Bueno, ahora espero que nos deje tranquilos. Un momento… ¡Aleyna! —Sí, los vio. Y creo que no está muy contenta. Cuando vuelvan tenemos que hablar con ella, tiene que saber la verdad. —Sí, pero no sé si querrá escucharme. —No le queda más remedio que hacerlo.
Se subieron al coche y pusieron rumbo a la mansión Gülsoy. Ateş todavía no había hablado con su madre, el trabajo y su mujer le parecían cosas más urgentes que atender, pero tendría que hablar con ella pronto.
Al llegar casa se encontraron de bruces con Gülfem.
—Buenos tardes, madre. —Buenos tardes, hijo. —Le dio un abrazo y un beso. Miró a Feraye con desprecio—. Feraye. —Buenas tardes, mama Gülfem. —La chica forzó una sonrisa que desapareció en seguida. —Hijo, qué vas a hacer esta noche. —Vamos. —Miró con dureza a su madre—. Vamos a ir a cenar fuera. Hemos quedado con unos amigos. No nos esperéis para cenar.
Cogió de la mano a su mujer y se fueron a su habitación, sin que su madre pudiera protestar por dejarla sola en la cena.
—Tu madre sigue siendo una bellísima persona. Sí que me tiene tirria. —Feraye se metió en el baño. —No creo que te tenga tirria… —Ateş la miró divertida. —No. Solo me odia. —Feraye salió del baño, cambiada de ropa, y le dedicó una sonrisa socarrona. —Eso sí se aproxima más. Pero bueno, en cuanto solucione lo de la empresa del abuelo, nos iremos a Estados Unidos a vivir nuestra vida tranquilos. —¿Y mi familia? —Tu padre se vendrá con nosotros. —¿Cemile? —su mujer la miró consternada— ¿Tú crees que se va a quedar aquí, mientras su marido se va a EEUU con su hija? —Tiene a Aleyna, es la otra nuera de la familia, tiene en quien centrarse. —¿Y cuánto tiempo va a ser nuera de esta familia? Porque no creo que le quede mucho después de que vea como Yaman le ha sido infiel. —Eso también es verdad. Bueno, esta noche nos enteraremos.
Tanto el móvil de Feraye como el de Ateş sonaron con un pitido corto.
—Es Hazal, que han llegado ya. En una hora en el restaurante de siempre. —Sí, lo mismo me ha puesto Okan en su mensaje. —Pues venga, termina de prepararte y vamos.
La pareja terminó de arreglarse y se fue a la cita.
—¡Buenas noches! —Okan se abrazó a su hermano. —Buenas noches a ti también, ¿estás bien? —Llevo demasiadas horas con estas dos, sálvame hermano. —Okan… De verdad. —Ateş censuró a su hermano y le indicó que se sentara con un gesto. —¿Qué tal fue? ¿Aleyna qué tal estás? —Feraye preguntó con miedo a que su hermanastra la increpara, como habitualmente hacía. —Bueno, a nadie le gusta ver como su marido está con otra. Pero es lo que hay, no hay mal que por bien no venga, —miró a Hazal, cómplice—, y está bien que se me cayera la venda de los ojos. Yaman nunca me quiso. —Intenté decírtelo. —Lo sé, Feraye, lo sé, pero no quería saberlo. Solo estaba feliz porque Yaman me había elegido a mí. —Yo también estuve ahí, así que te entiendo. —¿A qué te refieres?
El aire se tensó, y Ateş se llevó a Okan y a Hazal para que las hermanastras pudieran hablar solas.
—El día antes de que te casaras con Yaman, él y yo éramos novios. —¿Qué? —Llevábamos unos años saliendo sin que nadie lo supiese. Tu madre se enteró de lo nuestro el día antes de tu boda. Pregúntale a ella, que lo sabe. —Feraye, será mejor que no sea un truco, bastante tocada quedé ayer. —No lo es, pregúntale a Okan o a Hazal. Ellos lo saben desde el principio. —Entonces… ¿Por qué se casó conmigo? —Aleyna sonó devastada. —No lo sé. Solo sé que me dijo que se casaba con otra, que llevaba tiempo con ella y que me dejaba. —¡Pero si yo no tuve nada con Yaman hasta el día que nos casamos! —Aleyna estaba escandalizada— ¡Ni siquiera estando casados! —Lo siento, Aleyna. —Ni se te ocurra tener pena por mí. Puto Yaman. Él es el culpable de todo. —Pensé que no me creerías. —Si me lo hubieses dicho hace una semana, no te hubiera creído, pero después de ver por mis propios ojos la realidad… Te creo.
Las hermanastras se miraron con comprensión y entrelazaron sus manos encima de la mesa, sellando un pacto de no agresión.
—¡Por fin sois amigas! —Hazal se sentó al lado de Aleyna. —Eso parece. —Feraye sonrió. —Creo que por lo menos nos hemos convertido en hermanas de verdad. —Aleyna le devolvió el apretón de manos a su hermana. —Me alegro mucho por vosotras; necesitamos estar unidos. No sabemos cómo va reaccionar Yaman cuando vuelva. Porque tiene que volver, no puede eludir sus compromisos con el abuelo. Es al único que parece que respeta. —Ateş se sentó al lado de su mujer. —Di, más bien, que es al único que tiene miedo. —Okan sonó fúnebre—. Y al único que hace caso. No sé si lo respeta de verdad. —Eso es verdad, ese chico no sabe respetar a nada y a nadie. —Hazal señaló con el dedo a sus dos amigas—. Aquí tenemos un ejemplo. —Oye, Okan, ¿Tú sabes por qué se casó conmigo? —Aleyna le miró fijamente, el chico todavía seguía de pie al lado de su hermano. —No. Ni idea la verdad. —Se sentó de repente y se concentró en la servilleta que tenía delante.
Mientras jugueteaba con la servilleta, Okan no dejaba de repetir en su mente las imágenes de aquella noche fatal, en la que el hijo de Vural amenazó con una pistola en la sien a Yaman, mientras él observaba la escena, escondido en las escaleras, decidió ayudarle: aprovechando que el agresor estaba de espaldas, no se le ocurrió otra cosa que darle en la cabeza con la figura de un caballo de mármol, ante el estupor de Yaman. Ojalá la noche hubiera acabado ahí y no llevando al agresor al hospital, mientras su hermano mayor se quedaba en casa limpiando la escena del crimen, y una vez allí darse cuenta de que estaba muerto. En vez de hacer lo que haría una persona normal, que es, llamar a un médico y auxiliarle, decidió que lo mejor era llevarle al lago y tirarle al agua, que tampoco pasaba nada ahora que estaba muerto. Solo que en realidad no estaba muerto, logró salir del agua, lo encontraron y ahora vive en permanente estado de ansiedad porque el chaval pueda despertar del coma, en el que está, y porque Cemile los delate, ya que aquella noche lo vio todo y chantajeó a Yaman con casarse con Aleyna si no quería que los delatase. Yaman dejó a Feraye y se casó con Aleyna por salvarle el culo a él. En realidad, sí tenía muy clara la repuesta a la pregunta que le hizo Aleyna.
—Okan, ¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo la servilleta? —Ateş llamó la atención a su hermano. —Sí. —¿Qué te ha hecho la pobre servilleta? —Hazal cogió el confeti que había quedado de la pobre servilleta. —¿Eh? —Se dio cuenta de que le estaban hablando—¡Ah! No. Sí estoy bien, la servilleta no me ha hecho nada, solo estaba jugando con ella… —Bueno, vale. ¿Pedimos la cena? —Aleyna miró la carta con curiosidad. —Sí, es buena hora. —Ateş le dio la razón a su cuñada.
Cenaron con tranquilidad, poniendo en común las fechorías de Yaman, lo que habían hecho la noche anterior en Estambul, como encontraron a Damla y lo que vieron en la terraza del mal, como la bautizó Aleyna.
—No sé si pedir el divorcio ya o joderle la vida un poco más. Solo por devolverle todo el mal que nos ha hecho. ¡No tenía ni idea de que era tan…Cabrón! —Aleyna, te quedas corta. —Hazal brindó con su “amiga”—. Pero por respeto a sus hermanos no diré nada. —Por mí no te preocupes. —Ateş le dio un bocado a su cena—. Es lo qué es. Es malo, egoísta, un abusador y un acosador. —Respiró fuerte para calmarse y no seguir enfadándose—. Pero no me parece mala idea mantener el matrimonio un poco, solo por fastidiar. Pero si quieres vamos preparando los papeles de divorcio por si acaso. —Me parece bien. —Aleyna le miró agradecida. —A quien no le va a parecer bien es a Cemile. Estaba muy contenta y orgullosa de ese matrimonio. —Feraye apunto sus palabras con el tenedor. —En cambio, mamá Gülfem será feliz. —En cuanto a Gülfem, que haga la fiesta que quiera, me da igual. Y mi madre, pues se va a tener que aguantar, yo quiero que me quieran, no ser un trapo donde limpiar todas sus frustraciones. —Te prometo que vas a encontrar a alguien que te quiera como te mereces. —Hazal la miró fijamente y le dio un apretón de manos furtivo. —Te tomo la palabra. —Aleyna sonrió esperanzad —Estoy con Hazal, vas a encontrar a alguien mucho mejor que te valore. —Feraye sonrió.
La cena terminó con conversaciones intrascendentes y bromas privadas. Con el pasar de las horas el local se fue transformando de restaurante al aire libre a local de copas.
—¡Ven conmigo, rápido! —Ateş cogió de la mano a Feraye. —¿A dónde? —¡A bailar!
El chico arrastró a su mujer a la pista de baile y los demás los imitaron. La noche terminó con un pacto de hermanas, cuñados y amigos para protegerse de Yaman y de lo que pudieran hacer los Gülsoy en general.
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neswina · 2 years ago
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La realidad
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Promt: 04 - “Dou you enen Know what means?“ / "¿Sabes, si quiera, lo que significa?”
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Ship: AtFer (Ateş Gülsoy / Feraye Yilmaz)
Audiencia: E
TW: Sex
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Al despertar todo era nuevo y diferente. Feraye estaba asimilando todo lo que pasó por la noche, pasaron muchas cosas muy interensantes, y la verdad, es que para nada esperaba que pasase algo entre ella y Ates, ya que, por mucho que estuvieran casados era un matrimonio de conveniencia. ¿Cuándo empezó a sentir algo por su marido? Quizás fue la primera vez que le llamó luz de luna, o aquella otra en la que antepuso sus necesidades a las de él… Realmente no sabía cuando había pasado, pero el sentimiento estaba ahí: creciendo con raíces fuertes.
Se desperezó y se fue directa al baño donde su marido se estaba dando una ducha, entró sin llamar y se metió con él en la ducha.
—Buenos días, ¿y esto? —Ates se sorprendió de verla allí. —Pues que tenía que ducharme. —Sonrió divertida—. Hay que ahorrar agua. ¿Me pasas el jabón? —Sí, claro. ¿cuerpo o champú? —el chico agitó dos botes delante de la cara de la chica mientras el agua caliente caía de una alcachofa que salía del techo. —Cuerpo. —La chica extendió el brazo para recibir el bote, pero nunca llegó. —Vale. —Ates se echó un poco de gel en la mano, ordenó a Feraye que se diese la vuelta y empezó a ponerle el jabón por la espalda, despacio recreándose en cada centímetro de su piel. No dejó zona sin jabón, incluidos los glúteos. Una vez que acabó de enjabonar atrajo a la chica hacia él situándola debajo del chorro de agua para quitarle el jabón y aprovechó para pegarse a ella. —Uy. —Feraye sonrió perversa al notar algo duro—. Todavía falta enjabonarme por delante. —Sin problemas.
Ates se lo tomó como una orden y repitió el proceso, solo que esta vez no se separó ni un momento de su mujer. Se puso el jabón en la mano y desde atrás, procedió a enjabonarla, aunque estando de bajo del agua el jabón se iba inmediatamente no importaba mucho. El chico se esmeró en acariciar los pechos de su esposa con cuidado, pellizcando de vez en cuando sus pezones, mientras besaba y mordisqueaba su cuello.
Feraye no sabía que hacer con sus manos, quería acariciarle el cuerpo, la cara, las piernas…Pero a la vez estaba disfrutando de las caricias que recibía, cuando notó que la mano derecha de Ates comenzó el descenso y llegó a su vulva, empezó a notar el calor de verdad y quiso revolverse para enredarse con el cuerpo de su marido.
—Shhh…—Ates le susurró al oído—. Déjate hacer… —El susurro terminó en un mordisco en el lóbulo de la oreja y en un gemido de satisfacción por parte de Feraye.
El chico se afanó en acariciar la vulva y friccionar con suavidad su clítoris, poco a poco según lo que ella le fuera pidiendo. Sus gemidos eran un buen indicativo de como continuar, jugueteó un poco más con el clítoris y cuando Feraye echó el cuello hacia atrás, apoyándolo en el hombro de él, aprovechó para introducir un par de dedos en su cuerpo, haciendo que la chica se arquease y gimiese mucho más fuerte.
—Ates…
Ese fue el indicativo que él estaba esperando jugueteó un poco más con sus dedos, adentro y fuera, fuera y adentro, para después centrase en su clítoris y hacer que se estremeciera entre sus brazos.
Tras un segundo de asimilar lo que había pasado, Feraye reaccionó y se dio la vuelta. Y se encontró con un Ates de mirada salvaje, tranquilo y empalmado.
—¿Siempre va a ser así? —¿Cómo? —Ates se echó el pelo hacia atrás y dejó que el agua resbalara por su piel. —Tu dándome placer infinito y tu sin recibir nada a cambio. —Me hace feliz verte disfrutar y ver como te derrites en mis brazos… —Ates no se pudo contener y dio un beso apasionado a su mujer. —A mí también me gusta verte disfrutar y me gusta sentirte. —Feraye agarró su miembro y lo acarició mientras le miraba a los ojos—. Me gusta acariciarte y me gusta ver como tus ojos se oscurecen por el deseo.
Feraye siguió con el masaje y las caricias, sintiendo como el chico temblaba de emoción y notó como él tenía la misma lucha que ella había tenido antes.
—Shhhh… Déjate hacer.
Feraye le repitió las palabras que él le dijo antes, le sonrió e hizo que se apoyase contra la fría pared de la ducha y el masaje se volvió más enérgico, arriba y abajo, arriba y abajo, cada vez más rápido, Ates la atrajo hacia él y la besó apasionadamente hasta que terminó gimiendo de placer. Apoyó la cabeza en uno de los hombros de la chica.
—Espero que siempre sea así. —Ates sonrió y besó tiernamente, en los labios, a su mujer. —Yo también.
Terminaron de ducharse, esta vez de verdad, y en el desayuno Ates le contó que Hazal le había llamado para contarle que había sido Damla quien le había dicho a Yaman donde estaban. Después de devolver la llamada a Hazal, para que estuviera tranquila y darle un adelanto de lo que le contaría al volver de su luna de miel, pasaron el día entre arrumacos y carantoñas.
Aquel día Ates llevó a su mujer a cenar a un buen restaurante en la costa de Çeşme. Cenaron tranquilamente, disfrutaron de la velada y cuando decidieron volver a casa pensaron que era una buena idea ir caminando.
—Nunca me imaginé que nuestra luna de miel fuera así.
—La verdad es que yo tampoco pensé que acabáramos así, —Ates levantó sus manos entrelazadas—. Dando un paseo, cogidos de la mano. —No. La verdad es que pensaba que iríamos cada uno por nuestro lado a la hora de dormir y sinceramente, no me apetece nada que te vayas a dormir a tu cuarto. —Feraye se rio. —No, a mi tampoco me apetece separarme de ti. —Ates deshizo la unión de sus manos y la abrazó—. Quiero que estés así, cerca de mí. —Yo también. —Feraye apretó más el abrazo. —Mi luz de luna, ¿Quieres saber una cosa? —El chico besó la coronilla de Feraye. —¿Qué? —Que te amo. Siempre te he querido, pero por mis circunstancias nunca pude acercarme a ti. —¡Ves! —La chica se separó de él con una sonrisa en los labios y le dio un golpe con su bolso—. ¡Sabía que te querías casar conmigo por algo! —Pero si ya te lo dije…— Ates estaba perplejo. —Ya, pero pensaba que me estabas vacilando y que eras tremendamente amable conmigo. —la chica no había perdido la sonrisa en ningún momento. —Pues no, Feraye Yilmaz: Te amo. —Se acercó y le dio un beso en los labios. —Pues que sepa usted, Ates Gülsoy, que yo también le amo. —La sonrisa de Feraye era inmensa, como su felicidad.
Ates necesitó un momento para asimilar la información. Pensaba que ella podría tener sentimientos hacia él, pero ¿amarlo? El pecho casi le estalla de felicidad. —¿Sabes, siquiera, lo que eso significa? —¿Qué los dos nos queremos? ¿Qué vamos a ser felices? ¿Qué vamos a tener una vida en común de verdad y no fingirla? Sí, creo que sé lo que significa que nos amemos. —Dios, como te quiero.
Ates abrazó a su mujer, la cubrió de besos y se fueron abrazados a casa.
Pasaron los días y las semanas y se acabó la luna de miel. Tocaba volver a casa y enfrentarse a la realidad. Pronto a Feraye empezaría a notársele el embarazo, Ates tendría que hacerse cargo de una empresa que no quería y para más inri tendría que enfrentarse a su hermano. Pero todo eso palidecía ante el hecho de que ya no se enfrentarían solos a sus problemas, se tenían el uno al otro y juntos será más fácil hacerles frente.
Va a ser una vuelta a casa interesante.
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neswina · 2 years ago
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Fuego y luz de luna
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Promt: 06 - “I can't wait for you..." / "Estoy deseando..."
Fandom: Safir
Ship: AtFer (Ateş Gülsoy / Feraye Yilmaz)
Audiencia: E
TW: Sex
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Ates cerró la puerta de la habitación de Feraye con cuidado y se fue a la planta de abajo a por agua y para pasear un poco. Cuando llegó a la cocina vio en la encimera el móvil de su mujer y, en la isla, el suyo que se estaba iluminando, alguien le estaba llamando se acercó, vio el nombre en la pantalla y lo cogió inmediatamente.
—¡Ates! Menos mal que me lo coges, ¡llevo intentando llamar a Feraye desde hace horas! —La chica sonaba desesperada— ¡Yaman va para allá! Por dios, Ates, que no le pase nada a mi niña. —Tranquila, no te preocupes. Ya estuvo aquí y ya le mandé a casa. —¡Qué! ¿Estáis bien? —Sí, tranquila. Solo nos llevamos el susto, si no llego a llegar a tiempo… No sé qué hubiera pasado. —¿Cómo? ¿Qué ha pasado? —la chica cada vez estaba más preocupada y parecía que forcejeaba con alguien—. ¡Espera! Ahora pongo el “manos libres” y lo escuchas tú también, pesado. Perdona Ates, por favor qué pasó. —Lo encontré a punto de agredir a Feraye —Se escuchó un ruido al otro lado de la línea telefónica, como de alguien cayéndose— ¿Pasa algo Hazal? ¿Estás bien? —Okan, que se ha caído de la impresión. Pero está bien. Dame un momento. (Tú qué quieres, entre tu y tu hermano me vais a matar de un disgusto ¿estás bien? Sí, sí. Ahora le pregunto. ¿Pero estás bien? —Hazal se había olvidado de que tenía el “manos libres” y que Ates estaba escuchando todo— Me pregunta tu hermano pequeño si sabes dónde está el imbécil de Yaman. —Ahora mismo no lo sé y ni me importa sinceramente. ¿Cómo ha llegado a esto? —Ates solo quería proteger a su familia y no se había dado cuenta de que su propia familia era el enemigo. —No lo sé. Y sinceramente, como a ti, no me importa. Espero que por fin se haya acabado todo. —Yo también lo espero, Hazal. Por cierto, ¿Cómo se enteró de que estábamos aquí? —Damla. Me contó que pasó la noche con Yaman y que le pidió que averiguase donde estabais de luna de miel, que quería mandaros un regalo. Y como es tonta y le gusta ser tonta, se lo creyó. Rebuscó en mi cuarto y encontró la dirección y el teléfono que me diste por si pasaba algo y se la dio. En cuanto me lo contó empecé a llamaros, pero ninguno me cogíais el teléfono. Así que vine en busca de Okan a ver si el me confirmaba mis sospechas de que Yaman se había ido, y así fue. —¡Ah! Encima adúltero. Genial mi hermano. —Hermano, no seas duro con Yaman. Ha pasado por mucho… —Okan, lloroso, tomó la palabra. —Mira, podrán pasar muchas cosas, pero ninguna que lleve a pegar a una persona inocente por no querer irse contigo. No es no, aquí y en todo el mundo. Ya está bien. Y tu hermano está casado. Ca-sa-do. Si tanto quería a Feraye que se hubiera casado con ella en vez de ocultarla como si fuera un ladrón. —Eso, Okan, calladito estás más guapo. Entonces, ¿Estáis bien? —Sí. Feraye está descansando el estrés de hoy la ha dejado sin energías. —se agarró el puente de la nariz con los dedos de su mano libre—. Voy a ver como está. —Descansa y dale un beso de mi parte. Si está despierta dile que la quiero mucho y que mañana la llamo. —Gracias, Hazal. Qué bueno que existas. Buenas noches. —Buenas noches.
Después de la conversación bebió un poco de agua, se preparó una jarra con agua fresca y se encaminó a su habitación. Cuando estaba entrando en su habitación oyó como la puerta contigua se abría.
—Feraye, ¿estás bien? —Sí. Iba al baño. —estaba somnolienta. —Dejo esto en mi habitación y te espero en la tuya que te tengo que contar algo. —Vale.
Cuando Feraye volvió ya estaba más espabilada y vio que Ates estaba fuera, en la terraza, sentado en uno de los sillones mirando el cielo. Feraye salió al balcón y se sentó a su lado.
—La vista es espectacular. —La verdad es que sí. —Feraye miraba el cielo sin darse cuenta que Ates la miraba fijamente. —No me has entendido. —Qué. —Nada, nada. —Ates se rio por lo bajo—. Espero que estés mejor. —Sí. Es raro, ahora me siento mucho mejor como si me hubiera librado de un gran peso. —Es lo que tiene que la verdad salga a la luz y ver la verdadera cara de las personas que creíamos conocer. Por cierto, el consejo que te di, de decirle a Yaman que es el padre de tu hijo, olvídate. Ahora no es el momento, no está en sus cabales y no quiero saber que podría hacerte si se entera de la situación. —Ah, no pensaba hacerlo. No quiero que se acerque a nosotros. —Feraye se abrazó el abdomen—. Por lo menos tú serás su padre. Eso me hace feliz. —Feraye… —Las palabras de la chica llegaron al corazón de Ates y le hicieron inmensamente feliz—. No sabes lo que significa para mí que digas eso. Gracias. —Es la verdad. Tú lo dijiste, no hace falta ser padre biológico para querer a un hijo y sé que tu lo vas a querer muchísimo. —Feraye sonrió de corazón, por primera vez en mucho tiempo se sentía libre, sin ataduras y con un futuro prometedor.
Ates estaba embelesado con la belleza de Feraye a la luz de la luna, observaba como la brisa movía la camiseta de tirantes de satén que llevaba, que le hacía la competencia a su piel de alabastro, su mirada se estaba enturbiando y eso no lo podía permitir. Se levantó y entró en la habitación, Feraye le siguió confusa.
—¿A dónde vas? ¿No me tenías que contar algo? —Sí, es cierto. Pero ya te lo cuento mañana, tienes que descansar. Me voy a dormir. Buenas noches Feraye. —Pero Ates… —La chica le sujetó la camiseta por la espalda, estaba confusísima por la reacción del chico—. ¿Qué ha pasado? —Nada. —Ates se dio la vuelta intentando sonar casual y despreocupado, cosa que no pasó. —Pues no lo parece. —La chica se acercó, estaba a un palmo de él.
Ates se peinó con los dedos y se echó el pelo hacia atrás y bajó la vista para mirar a los ojos a su mujer. Acarició la cara de la chica y le puso un rizo rebelde detrás de su hombro.
—De verdad, no pasa nada. Solo que ha pasado algo que no pensé que ocurriría. Buenas noches. —Ates sonrió y le dio un beso en la frente a su mujer y se dispuso a irse, otra vez. —¿Y qué es eso qué no pensaste que pasaría? —Feraye le volvió a coger de la camiseta para impedir que se fuera, esta vez por la parte delantera. —Feraye, estoy seguro que no quieres saberlo. —Igual te sorprendo. —La chica le miraba a los ojos con intensidad. —No… —Deja de remolonear y cuéntamelo. Siempre me dices que no haya mentiras entre nosotros. Desembucha. —Seguía sin soltar la camiseta negra de Ates. —Vale, pero no digas que no te lo he advertido. —No creo que sea tan malo. —No. Es solo que estoy deseando verte sin ropa. —La mirada de Ates era distinta, salvaje e hipnótica. Feraye soltó la camiseta. —Ah. Era eso.
Feraye no sabía cómo reaccionar porque ella también sintió el fuego cuando estaban fuera y entendía las reticencias que podía tener él. Pero no sabía si solo era algo del momento o algo más profundo.
—No te preocupes, me voy a dormir. Descansa. —Ates se dio la vuelta y volvió a notar el tirón de su camiseta, cuando su mujer le agarró. —No quiero que te vayas. —Feraye lo miraba tímida y juguetona. En un instante decidió que nada importaba ya, que esa noche quería disfrutarla. Por ella. Sin reproches y sin remordimientos. Solo serían Ates y Feraye. Fuego y luz de luna.
Ates se dio la vuelta su mirada seguía siendo salvaje, se acercó a Feraye, despacio.
—¿Estás segura? De verdad que quieres… —Sí. Solo seremos tú y yo. No importa nada más.
Ates besó con dulzura a su mujer y esta le rodeó con los brazos el cuello, jugueteando con el pelo de su nuca, la levantó y se encajó entre sus caderas, sintió como Feraye cruzaba las piernas por debajo de sus glúteos, atrayéndolo hacia ella, haciendo que casi no cupiese el aire entre ellos. Los besos se iban intensificando, pasaron de ser suaves y sutiles a salvajes y hambrientos. El chico se centró en el cuello de ella, besando, lamiendo mientras la llevaba a la cama y la posaba con suavidad. Una vez que la dejó en la cama, la observo; tenía las mejillas sonrosadas y la piel brillante, el pelo alborotado le daba un aspecto de diosa mística. Se quitó la camiseta, la lanzó lejos, y cubrió a Feraye con su cuerpo. Siguió besándola, jugando con sus lenguas, enredando sus manos en su pelo mientras disfrutaba de los pequeños gemidos que ella iba soltando. El calor iba aumentando, notaba las manos de su mujer en la espalda, a veces eran caricias otras sus uñas recorrían el camino que iba de su espalda al cuello. Ates disfrutaba cada contacto y decidió subir una marcha más. Empezó a besar su cuello y hacer un camino de besos desde allí hasta su ombligo, por encima de la ropa, acariciando suavemente el cuerpo de Feraye, deteniéndose un momento a jugar con sus pezones y disfrutar del arqueo del cuerpo de la chica entre sus brazos, siguió bajando y acabó de rodillas fuera de la cama.
—¿Qué haces? —Feraye hablaba con la voz entrecortada. —Llevarte al cielo.
Ates le quitó despacito los pantalones cortos del pijama, a juego con la parte de arriba, también de satén blanco, y acarició la ropa interior que dejó al descubierto, sintiendo la adrenalina que le recorría el cuerpo, introdujo los dedos en la goma de la cadera y se las quitó con reverencia, le separó las rodillas con cariño y hundió la cabeza entre las piernas de su mujer.
Feraye abrió fuerte los ojos cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo Ates y gimió más alto cuando el calor empezaba a embargarla, bajó una de sus mano y empezó a acariciarse el pecho y con la otra acariciaba la cabeza del chico, en un momento hundió la mano en la mata de pelo cuando sintió que estaba a punto de explotar y Ates la atrajo más hacia el rompiendo el agarre y notó como una de las manos de él la buscaba y la agarró, justo cuando la oleada empezaba a ser insoportable y el placer explotó, gimió de placer y apresuró al chico para que fuese a su encuentro. Ates sonrió, seguía de rodillas, se desabrochó los pantalones, se puso de pie y se quitó todo lo que le estorbaba. Feraye lo observó y pensó que ningún artista de la Grecia clásica le haría justicia si intentase representarlo en mármol. Aprovechó la situación para librarse de su camiseta, quería sentir la piel de Ates por todo su cuerpo, quería sentirle a él. Como si le hubiese leído el pensamiento, se subió a la cama, despacio como una pantera acechando a su presa y la cubrió con su cuerpo y volvieron los besos apasionados, las caricias y la conquista por sentir todos los centímetros de piel posible.
—Ates te necesito. —¿Estás segura? No tengo preservativos. —Da igual. Por favor. —Joder, no puedo negarte nada.
Ates sonrió y besó a su mujer y la atrajo hacia sí e hizo que ella quedara encima de él para que llevara el control. Y tanto que lo tomó, sentada a horcajadas encima de él, poco a poco hizo que encajaran, Ates se mordía el labio de placer al notar como entraba y ella seguía jadeando de placer mientras ascendía y bajaba. En un momento ella bajó el torso y Ates aprovechó para acariciar y disfrutar de los pechos de Feraye mientras sentía sus jadeos y gemidos en su oído, era música para su alma. El ritmo aumentó y ya no hubo vuelta atrás, Ates se semincorporó y agarró el culo de su mujer e intensificó las embestidas, mientras notaba los dientes de Feraye en el cuello explotó.
Y luego la calma. Besos y caricias en la cama, hasta que se quedaron dormidos al rumor de las olas y la brisa.
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