Tumgik
#busco electricista en la plata
incomoda-mente-blog · 6 years
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mi primer amor
Tener diecisiete años y ser virgen. Primeros fines de semana en donde busco un chico para dejar de ser el chiste fácil de mis amigas. De los tipos que encuentro en el bar lleno de rugbiers, Lucas me intercepta hablándome de una película que me gustaba. Él no era virgen y estaba muy caliente después de tantos encuentros sin que le tocara la pija. Mi primera vez fue en un telo. Después de haber conocido otros tantos, puedo decir que fue el peor de todos. Tenía un aspecto barato, un tanto renacentista con fuentes que escupían un agua marrón clarito y unas estatuas color verdoso. Los autos del estacionamiento en realidad eran motos. Me desvirgó en un cuarto lleno de espejos.No sangré. A mi segundo novio lo conocí un poco antes de dejarlo a Lucas. Era mi primer año de facultad y Francisco era el chico más raro que había conocido.Francisco era un chico muy inseguro, al tiempo de salir me enteré de que nunca había tenido sexo con una chica. A veces había situaciones con amigos en su casa que yo no entendía, entraba y salía mucha gente pero se quedaba poco tiempo. Hasta que un día me confesó que vendía un poco de marihuana y pastillas, pero que no lo hacía para ganar plata, si no para que sus amigos tengan drogas a precios accesibles. Yo le dije que entendía y que no me importaba. Cortamos meses después porque me di cuenta que me robaba los corpiños. Mi tercer novio era diez años más grande que yo. Se llamaba Martín y había sido profesor mío en literatura. Él me fascinaba porque leía mucho y pensaba que iba a ser un gran escritor. Pero en realidad era aburrido y sólo hablaba de los mismos autores dadaístas que le fascinaban. No duramos mucho tiempo. De mi cuarto y quinto novio, no recuerdo en qué orden aparecieron. Es raro no me acuerde quién estuvo primero porque los dos eran opuestos. Se conocían y se caían muy mal, recuerdo que alguno de los dos me dijo que no entendía como pude haber estado de novia con el otro. Creo que les podría poner Armando y Gabriel e imaginármelos como perfectos opuestos, uno de estatura mediana y suspicaz, y al otro un poco enorme y bonachón. Los deje porque me caían mal. Después hubo uno que me gustaba mucho, mucho más que todos los anteriores. Una noche me mostró cómo alimentaba su enorme pitón con una ratita indefensa. La serpiente la tragó en partes y hasta último momento vi como su cola se movía mientras era lentamente aspirada a través del esófago. Eso me había excitado mucho y siempre le pedía que le dé de comer a su pitón cuando yo estaba con él. Una noche no había más ratas y le dio su hámster, ahí mismo lo dejé. El narigón que pintaba cuadros. Tenía muchos tocs, como dar tres veces vueltas a la mesa antes de sentarse, aguantar la respiración cuando pasaba un bulldog francés en la calle, rascarse la cabeza en círculo si alguien decía la palabra “escrúpulo” o tocarse la nuca tres veces si alguien decía algo malo. Todo eso estaba bien hasta que noté que no podía irse a dormir sin darle siete besos a la foto de su madre. El número ocho tenía tres hermanas que se vestían todas del mismo color de acuerdo el día. Lunes azul, martes rojo y así. Él era raro como ellas y además tenía la mirada perdida. Me habían contado que era portador VIH y lo dejé. Alguno de todos ellos me dijo que se había enamorado de mí. Creo que era el treinta y uno el que se comía las cascaritas de las lastimaduras. El veinticuatro me pegó. Hubo un veintitanto que ahora está desaparecido para el Estado. Veintiséis es famoso ahora. A Esteban me lo acuerdo porque se llamaba como papá, cuando teníamos sexo pensaba en mi papá. El número diez descubrió que también salía con su hermana. El once, problemas cardíacos. Doce, el músico que tenía olor a chivo y tomaba tranquilizante para caballos. Lara (diez bis) que me descubrió teniendo sexo con su hermano. El catorce también tenía caspa. El número quince, me hizo adicta al paco. El dieciséis, narcóticos anónimos. Diecisiete, electricista. Murió pegado a un poste de luz. El dieciocho, agorafobia. Veinticuatro. Obesidad mórbida. Treinta, quimioterapia. Veintiuno, fijación anal. Treinta y tres me dejo. Un poco extraño al treinta y tres.
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Blanca, feliz y última [Nolcnorrol II]
“Efectivo o tarjeta”, pregunta. Casi le digo tarjeta, pero pago con efectivo. La caja es pesada, pero la puedo llevar tranquilo. Podría haber venido con los chicos, qué bobo. Bueno, ya está. Unos pasitos y ingresamos a casa. En casa todo está tranquilo.
Este fin de semana será tranquilo. Los chicos me reciben afuera de sus pokéballs. Saben que no me gusta que hagan eso, pero casi es Navidad. ¡Cuidado con el piso, Dodrio! Mejor dejo la caja en el sillón; ¡uf, qué pesada era!
¡Vengan, vengan a ver la caja pesada! Bueno, me refiero a lo que tiene adentro, obviamente. Córranse, déjenme abrirla. Lapras, ¡no hagas tanto ruido! Lapras se emociona y pierde la calma. Abro la caja. Huelan eso. ¡Por fin! Luces, adornos, moldes para galletitas, nieve falsa, guirnaldas de colores, ¡todo! Conseguí este pack navideño lleno de produtos importados con un 25 % de descuento. Comprar es un arte y, indudablemente, yo soy el mejor en eso.
Métanse en las cápsulas todos, ¡voy a decorar la casa! Una guirnalda allá, otra por acá. Mmmmm… no hay espacio para más adornos en el árbol, voy a tener que sacar alguno de los viejos. La nieve falsa la guardo para la gran noche. ¡Oh, las luces! En la semana voy a llamar al electricista para que venga a colocarlas, ¡será hermoso! Todo esto me va a costar un dineral, pero casi es Navidad.
Repaso la lista de tareas. ¡Todavía faltan dos semanas y ya casi tengo todo listo! ¿Qué me falta? Veamos… Tengo que comprar una buena bebida, pero para eso hay que esperar a la semana antes del 25 porque ahí venden todo más barato, ¡soy un genio! ¿Qué más? Ah, sí, los manteles nuevos. Tengo que mandar a hacer los manteles nuevos con motivos navideñ…
¡¡¡El regalo!!! ¡¡¡Dios mío, olvidé el regalo!!! ¡¡¡Tonto, tonto, tonto, tonto!!! ¿¡Cómo es que todavía no le compré nada!? ¿¡En qué estaba pensando!? ¡¡¡No puedo no comprarle nada!!! Tengo que salir ya mismo otra vez. No me gusta vivir corriendo, pero casi es Navidad.
¿Qué le compro? ¿¡Qué le compro!? ¿Un jarrón? ¿Un collar? ¿Un par de zapatos? Ay, no puedo decidirme. Mejor le compro las tres cosas. Sí. Un jarrón, un collar y un par de zapatos. Voy a ser su preferido si le llevo todo eso. Quizás hasta me ascienda. Sí, no lo dudo un segundo más. Compro un jarrón negro con lunares rojos, pago en efectivo; compro un collar de plata, pago en efectivo; compro un par de zapatos rosa pálido, pago en efectivo. Aprendí muy bien la lección.
Camino a casa con las bolsas en la mano y me detiene un uniformado. Qué gracioso, pararme a mí. “Permítame su CASI, señor”, me dice. Ay, me causa un poco de gracia y intuyo que se da cuenta de eso. Busco la CASI en mi billetera. “Aquí tiene, oficial”, le digo riéndome, y le entrego la tarjeta. No la mira ni tres segundos. Enseguida se da cuenta de quién soy. “Disculpe”, me dice, me devuelve la tarjeta y se va. Qué amable el señor.
Vuelvo a casa con los regalos. Con tantas cosas que hacer, ya se hizo de noche. ¡Qué lindo, cómo me va a amar! ¿Debería llamarla para avisarle que le voy a hacer regalos? No, ¡tonto! ¡Eso arruinaría la sorpresa! La voy a sorprender. No la voy a llamar. Bah, agarro el celular por las dudas. Miro su foto de perfil en Whatsapp, ¡es preciosa! La amo, me quiero casar. La amo, la amo, la amo. ¡Ay, por qué la amo tanto! Le doy un beso al celular, que me muestra su foto.
Al final de cuentas, ella es la única que nos respeta. La única que nos quiere de verdad. La única para la que somos personas, y no cositas que se tienen que esconder. Ella, siempre ella. Que digan lo que quieran de ella, yo la conozco de verdad. Digan que el rosa le queda mal, que usa ropa fea, que es una aburrida. Todas esas cosas no importan.
Pero no me gusta que digan que nos usa. No. Ella nos respeta. Ella nos respeta mucho. Eso no lo tolero, ¡eso es atentar contra una persona! ¡Ella nos incluyó en su grupo! ¡Aprendimos un montón de cosas en su grupo! Aprendimos a defendernos, a movernos, a organizarnos y a pelear. Aprendí, por ejemplo, a no pagar con tarjeta para que nadie pueda rastrear mis movimientos. Aprendí muchas cosas. ¿¡Y dicen que nos usa!? Eso es no tener vergüenza.
Whitney no nos usa. Whitney nos valora. Whitney sabe cuánto nos pesa no ser los originales, ser las sombras. Y Whitney nos va a ayudar a ser únicos, a crear un mundo para nosotros. No quiero que nadie se oponga. Nadie se tiene que oponer. Que se entienda que yo no soy el malo, yo no soy autoritario, a mí no me gustaría matar a alguien solo porque no quiere lo que yo quiero.
Pero casi es Navidad.
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