Tumgik
#el pobre tiene tantos antis por respirar
padfyus · 5 years
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Aliens, Jupiter, gravedad, Home.
7/6/15
Agustín, tres horas hablando de como meter a toda la población del planeta en Estados Unidos, hacerla saltar, hacer agujeros negros, anti materia, cobrar impuestos para ir a la Luna, hacer una colonia, cobrar más impuestos, irse a Marte; que vengan los Aliens, se nos mueran de risa y nos disparen con su cañon a través de su portal dimensional desde lo más lejano de Andrómeda hasta el centro de la Tierra. Que la tierra se detenga de repente y salgamos volando a 1000 millas/h y como, tal vez, se salven los aviones, hasta el tornado planetario se los chupe o los de vuelta, lo que pase primero. Ah y que nos estrolemos contra la pared, obvio XD. Papá Noel ya no existe, perdón, se pulverisó junto con sus 240mil renos que viejaban a 650millas por segundo, con 353mil toneladas de Legos, en un trineo de madera (WTF?), arrastrando con todo a su paso, obvio, en lo muy poco que obviamente duró el viaje antes de que se volvieran polvo, ellos y todo el planeta obvio, empezando por el pobre de Rodolfo, todo y su nariz, pobrecito :( Creo que estamos drogados con coca cola y doritos. Que Superman no se enoje, ojo con Louise ni se te ocurra hacerle algo Lutor, que si te pega la pagamos todos, Todos ¬¬ Que los del CERN no hacen agujeros negros, todo mal, necesitamos agujeros negros y antimateria y hacer de Jupiter una pelota de dos metros y que se pudra Flanders
¿por qué nunca se nos ocurre grabarnos? ¿por qué tenemos 15 pestañas abiertas? ¿Por qué Sibarita es tan rica?
Al final es culpa de Estados Unidos por no dejar a 7billones de personas vivir en su territorio, y de Jupiter por no ser habitable, puto planeta gaseoso. 8 km para no tener que aguantar a nadie, pero no, te morís congelado rodeado de gases y cayendo hacia el centro de... ¿qué?
Y la masa de antimateria de igual volumen que la Tierra que venga y Puff! A la mierda la Tierra
¿que cómo saben cuánto pesa un planeta si no hay gravedad? Pero si hay, y que Neptuno molesta a Urano, y lo descubren con unos telescopio de metal y espejos y nosotros sin ir a Marte ni a Jupiter por ser un estúpido planeta gaseoso. Y Kepler y sus leyes y ecuaciones y su telescopio de porquería. Y la materia oscura y los agujeros negros que no salen de la nada (hasta que los aliens demuestren lo contrario mientras se nos cagan de risa en la cara por pelotudos que no entienden nada del universo) (y Einstein revolcándose en su tumba)
Y Godzilla que la tiene con Tokyo, o con Nueva York, todo depende de quien ponga la plata *guiño guiño* porque a todos les encanta ser la víctima del apocalipsis y meter una imagen de la torre Eiffel explotando porque por supuesto que tienen que mostrarla para dejar en claro que es asunto de todo el planeta. O darla vuelta. Humana que no entiende la tecnologia Boov XD
Y que los aliens nos tiran Hercules con tanques que tiran tanques que tieran Hercules con tanques al centro de la Tierra y explota Yellowstone (por que el fin del mundo tiene que ser porque explota Yellowstone) y el Edna, y el Karakatoa (solo porque tiene el re nombre XD ) Y Freezer y los Saiyans y Vegeta cantando Bingo XD. Los Doritos que no se terminan, la Coca que tiene Coca, ¿nos dan plata si los denunciamos o nos tirarían bombas de antimateria mezcladas con uranio que sacaron de la luna de Jupiter de la que te vas a la mierda en bicicleta? Ah bueno, Marte, puto Marte que me engañó diciendo que era del mismo tamaño que la Tierra ¬¬
Y que si la Tierra gira para la izquiera, que la pokebola tiene cara, que el sur es el norte, la brujula se vuelve loca, el creeper ya no se conforma con casas de madera y quiere ver a los aliens de Alien, maestros de la batalla intergalactica de la guerra psicológica que nos hacen mierda por dejar una nave abandonada del tamñano de Neptuno, porque aguante Neptuno, entre la Tierra y la Luna para que sepamos que nos quedan como 2 días de vida y nos querramos matar por no haber mandado gente a Marte por tacaños y porque Jupiter es un planeta gaseoso del que te caes eternamente y por no cobrar impuestos de 4 dolares a 7billones de personas por amarretes que no quieren dejar vivir cómoda a la gente en 40x40 mts. ¿quién diría que los Aliens eran tan buenos en la guerra psicológica? Y eso que son estrellas de mar al filo de la extición, pero bueno, es barato y super efectivo, para cuando llega la nave principal ya nos matamos solos con solo ver la nave sin hacer nada entre nosotros y la luna y sin tener la maldita colonia en Marte.
Y que el agujero negro se evapora, o te come de a poquito. Y que el tiempo se para, y que Superman es una bomba atómica.
Porque tienen que poner dos camiones en la cosa de la partícula de Dios y hacerlos chocar para la antimateria y porque no podemos meterlos a Superman y Gokú porque los necesitamos. Y que Superman no necesita respirar (WTF?)
Y si te agarra el agujero negro cagaste porque te hace espagetti, pero ojo que el tiempo se detiene así que vas a sufrir un rato largo, porque no era lo suficientemente largo XD
Y que Australia no porque tiene muchos bichos feos, mejor Estados Unidos. Que sino hay arañas gigantes si hay mucho oxígeno. Mejor vayamos a buscar a Superman, que se enoje con Papa Noel y lo persiga a 650 millas por hora con los 240 mil renos que se evaporan para pegarle a la velocidad de la luz (bue, al 99%) y destruya este planeta (aunque quede una pelota de hierro gigante, asi que nomas matamos a toda la gente de la Tierra, el planeta sigue estando [pero ojo, entre el arrastre de toda la joda de Papá Noel y los renos y los legos y el trineo de madera que se quiere suicidar por tener que hacer toda esa mierda, y el golpe de superman y la tierra que se detiene a 1000millas por hora porque se le cantó dejar de girar y nos arrastra y bue, ya lo dijimos antes y nos olvidamos de a qué viene ahora]) antes de que las arañas se aviven y se vuelvan gigantes.
Y la película que nos vendía humo pero era verdad, que la gente en australia y la nave de las estrellas de mar y la Estrella de la Muerte y todos los de Star Wars se hacen la re joda en Autralia con las arañas gigantes y los bichos que te quieren matar, porque hay espacio para todos ,pero no tanto como en Estados Unidos que no cobra impuestos para poner una base en la Luna para cobrar mas impuestos para poner una base en Marte para cobrar mas impuestos para poner una base en el puto Jupiter donde nos congelariamos pero tendriamos 8 kilometros para cada uno. ¡Devuélvanme mis 8 kilómetros! ¿Y cómo supieron que Neptuno afectaba a Urano con puro metal y espejitos (no modernos)?
Edición 1:
Necesitamos un volcán, porque todos tienen su volcán que va a causar el fin del mundo, y nosotros necesitamos un cerca, porque los que tenemos (creo) están muy lejos.
Edición 2:
Calcular con la pokebola para que lado gira la tierra y si el super tsunami nos pagaría a nosotros o a Chile
@shriekingnoise
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alogalo · 4 years
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Tú y tu protocolo me vais a comer el coño con pan bimbo.
Josephine y Daphne llevaban siendo amantes y compañeras de clase un mes. En esa clase han estado malísimas, empezando por la profesora. Han estado la mitad sin olfato y la otra mitad con el resto de síntomas de coronavirus.
Josephine le dijo a Daphne que se viniera a casa a pasar la cuarentena.
(Un detalle sin importancia: Josephine es asmática).
Yo le dije: «Ha estado con fiebre, no me parece buena idea».
Josephine me volvió a preguntar que qué me parecía que Daphne viniera. «Ya lleva dos días sin fiebre».
Le volví a responder: «No me parece buena idea pero haced lo que queráis».
Se pasaron dos semanas follando.
Y un día Daphne se puso a limpiar la cocina bastante fresqui —porque ella es muy calurosa— y en esta casa corre el viruji que da gusto. Al día siguiente por la noche le vino la regla y tuvo 38,5 de fiebre. Ese mismo día ellas habían estado follando pocas horas antes de que a Daphne le diera la fiebre.
Daphne se metió en su habitación voluntariamente para «no pegarnos nada». «¿Pegarnos qué?» pensé yo. «Si ya ha estado mala y por lo que sabemos lo ha pasado y probablemente nosotras también y hemos estado quince días aquí todas sanas pasando la cuarentena tan contentas». ¡Daphne sal de tu cuarto!» —grité. Silencio.
El primer indicio fue cuando Josephine dijo medio entre risas: «Se supone que tenemos que dejarle la comida en la puerta y que ella la recoja». Perplejidad e incredulidad por mi parte y negación absoluta a hacerlo.
El indicio definitivo fue verla mear sin apoyar el culo en la taza. «Esto va en serio» pensé horrorizado.
—El protocolo dice que tenemos que lavarnos las manos cuando interactuemos con ella—. Solo le he dado el plato (de comida). Nuestras manos no se han ni rozado» —respondí.
—Es lo que dice el protocolo.
—El protocolo también dice que hay que toserse en el codo y tú vas tosiendo al aire cada dos por tres.
—¿Y eso que tiene que ver?— contestó. Bueno, pues que no hemos sido muy escrupulosas que digamos con el protocolo, ¿no? —dije.
Silencio. Cara larga. Enfado. Veinticuatro horas de mal rollo.
Día siguiente: «Tengo que hablar contigo».
«Siento que la limpieza desde que empezó la cuarentena no ha estado repartida, Daphne y yo hemos limpiado y tú no. Yo soy muy laxa con la limpieza —desde que nos vinimos a vivir aquí (cuatro meses) creo que la he visto limpiar el baño una vez. «Yo me siento más tranquila si limpiamos más». Decir que no habíamos establecido ningún protocolo especial de limpieza para la cuarentena, así que la laxitud habitual seguía siendo dinámica en ese sentido: cada cual limpiaba cuando consideraba que había que hacerlo. Perplejidad ante el reproche. Añadir también que yo me encuentro teletrabajando, con un estrés por el futuro de mi empresa de la ostia y ella de vacaciones y con un piso en propiedad. ¿Alguna empatía, consideración o si quiera mención a estas circunstancias? NO.
«Limpiar más» quería decir pomos de toda la casa cada día. Tiradores de la cocina cada día. Superficies de cocina cada día. Superficies del baño, uvecé y lavabo tres veces al día. Salón, cocina y baño «en profundidad» tres veces en semana. Hay un papel en la nevera escrito por mi misma que lo atestigua. Obviamente estoy recibiendo cada cierto tiempo pequeños «tips» sobre cómo hay que limpiar (aleccionamiento). Hay que limpiar primero con lejía y luego con un flusflus «porque la lejía lo deja todo como pegajoso». Obviamente a día de hoy solo limpio cuando ella me puede ver. 
«¿Porqué no intentas limpiar esto así?». «Si dejas esa bolsa ahí hay que lavar el mantel» Y un sinfín de pequeñas locuras en las que no tiene sentido entrar. Hay un pomo dorado volviéndose blanco poco a poco. DEP.
Yo he acatado, porque todavía me llevo una acusación de machirula, obvio. Ninguna mención en ningún momento a mis deseos primeros de que Daphne no viniera. Ninguna disculpa. Ningún agradecimiento. Solo mal rollo si las cosas no se hacen cuándo y cómo ella dice. —¿No te quieres poner una mascarilla para salir a la calle?. No —respondo. Es más fina que la braga que llevo. —Ya pero supuestamente el protocolo dice... —Vale, me la pongo. 
¿Dónde está mi libertad? Pregunto.
Ella es la dueña de la casa. Yo no tengo dónde ir. Solo puedo acatar con una sonrisa porque el mal rollo asoma cada vez que intento saltarme alguna norma impuesta unilateralmente. Y nos quedan tres semanas aún.
A todo esto a Daphne se le inflamó un ganglio de la garganta. Llamamos al médico. Le mandan antiinflamatorio. «Que siga una semana más en la habitación de cuarentena». Estamos a jueves santo y la cuarentena termina el lunes. Espero que cuando Daphne salga del cuarto pueda respirar un poco. Seguiremos lavando la fruta de la verdulería como si fueran tenedores usados pero al menos ya no seremos Josephine y yo solas por la casa. Josephine presume de anarquista y feminista. No sabe que es una dictadora. Muy crítica con las incoherencias de la gente «del rollo» (que es como llamamos a las personas que se mueven en ambientes antiautoritarios y libertarios). Pero de estas hay muchas. Ya os contaré.
Ahora hemos estado hablando de la vida después del confinamiento. Yo le he expresado los miedos y reflexiones de mi madre que asegura que «a los viejos no nos van a dejar salir». «Primero los niños y los jóvenes». Y le he preguntado, »¿entonces la gente (o sea ELLA) que no lo haya pasado o nunca pueda asegurarse de si lo ha pasado irá por miedo a morir con guantes y mascarillas que tirarán a diario, manteniendo la distancia de seguridad y el contacto hasta que lo pillen o salga una vacuna? ¿y manteniendo estos protocolos de limpieza diarios en las casas hasta entonces?». 
«Pues si la alternativa a eso es morirse...».
***
Coda (I)
—Josephine, ¿me traes por favor la bandeja con los platos de Daphne que me he puesto ya a fregar?
—¿Puedes cogerlos tú y así no me tengo que lavar las manos?
—Claro.
Tengo que escapar de aquí. Pero mientras tanto yo sonrisa. Como si no pasara nada. Como si no hubiera habido un malrollo de la ostia. Como si siguiéramos siendo amigas. Como si no hubiera estado a punto de estallar. Como si mi salud mental no se estuviera viendo resentida.
El año que viene me dan el Goya porque estoy haciendo el papel de mi vida. ¿Hablar? para qué. La paranoia solo se escucha a sí misma. «¿No te quieres poner una mascarilla para salir a la calle?». Desde que entramos en el período de cuarentena hace tres semanas y media ni Josephine ni yo hemos tenido ningún síntoma. Pero no parece querer significar que estamos sanas o que ya lo hemos pasado. Las dos estuvimos malas justo una semana antes de que empezara la locura.
Secuestrada en mi propia casa. Acumulando odio. Soñando con la libertad, la venganza y con no volver a saber jamás de esta persona ni de esta casa. Paciencia. La venganza se sirve en plato hondo. 
***
Coda (II)
Ayer my best friend me dijo que su novio (con el que vive) andaba con dolor de cabeza y dificultades para respirar. Ellos creen que ya lo pasaron pero ¡quién sabe! (él es un poco hipocondríaco). El caso es que hoy amaneció con pitos, y desde el teléfono de atención para posibles afectadas de coronavirus le han indicado que se haga una radiografía para descartar que sea neumonía. Ahora lo que le acojona es que si no lo tiene al ir al hospital lo pille seguro.
En mi casa tenemos mascarillas que un amigo de Josephine que trabaja en un hospital le/nos consiguió. Le he preguntado (¿de verdad hay que preguntar esto?) que si les podíamos dar dos mascarillas para que pudieran ir al hospital porque bla, bla, bla... el percal.
Mirada y gesto de incredulidad. Respuesta: «Pues…»
Ha mirado las que había. Por suerte bastantes: «¿Cuántas serían?». Una o dos —respondo.
«Vale».
Al rato: «Pero mételas en una bolsa o en algo que le puedas tirar y no interactúes con él».
Gracias por el consejo amiga de mierda. A lo mejor te pensabas que iba a pedirle que me escupiera en la boca nada más verle.
Ayer te escuché decirle a una amiga: «No quiero vivir sola». Hoy pienso: Ojalá te quedes sola el resto de tu puta vida.
***
Coda (III)
Pues nada que resulta que la médica del teléfono ese del putovirus al que quería llamar la primera noche que Daphne tuvo 38,5 le dijo que guardara una semana de cuarentena desde el inicio de la fiebre y le mandó un anti-inflamatorio para el ganglio.
Entendí que la médica no vio indicios de virus en este cuadro y por eso en vez de mandarle los catorce días de rigor desde el fin de la fiebre entendió que todo lo que no fuera llegar a 38 NO era fiebre y por tanto la cuarentena empezaba a contabilizar desde ahí. Pues Josephine, obviamente no contenta con que le no dijeran lo que quería oír, llamó a una amiga suya médica para que le recomendara que Daphne guardara los catorce días de rigor. Así que la pobre Daphne se ha tenido que quedar seis días más en la habitación.
Hace cuatro días sucedió un fenómeno insólito; de repente oigo que Josephine le dice a Daphne que puede salir de la habitación a pasearse por el pasillo. Yo pensé «¡Ostia! que se apiada de la otra pobre y la “deja salir” un poco!» Pues no sé si la otra salió o no, pero el caso es que esa oferta nunca más volvió a hacerse.
Tengo que decir que según han ido avanzando los días el tema de la limpieza se ha relajado. Al menos yo no he vuelto a limpiar y tampoco la he visto a ella hacerlo. Entendedme, hemos limpiado (yo el otro día la cocina en profundidad, ninguna mención a esto por otra parte) pero no bajo el régimen nazi al que me tenía sometido. Vamos que esto del rigor es según le venga en gana. VAYA, QUÉ NOVEDAD.
Hace unos días conseguí ponerle un pequeño limite; volvió a llamarme la atención por no lavarme las manos después de entregarle una bandeja de comida a Daphne —me vigila— y le dije que no lo iba a hacer porque todo esto me parecía ilógico. Así que después de una conversación que no merece la pena reproducir (más de lo mismo) le propuse que lo hiciera ella de aquí en adelante, y aceptó. ¿Se puede ser más gilipollas? Me pregunto cuánto tardará en llegar su reproche-vengaza.
***
Coda (IV)
Hace dos días Josephine se quedó sin ordenador. Su legítima dueña vino a reclamarlo porque lo necesitaba (se lo había dejado durante la cuarentena pero ya no podía estar más sin el por motivos que no vienen al caso). La cuestión es que tenía la posibilidad de conseguir una tablet pero tenía que ir a casa de una persona a conseguir las llaves de la casa de otra amiga para poder acceder a la casa (VACÍA) en la que se hallaba la tablet. Todo esto era una operación en el mismo barrio en el que vivimos. Pues bien, le pareció demasiado arriesgada de manera que ha acabado comprándose uno por internet; pero esta no es la cosa amigas hartas de esta historia. La cosa es que entró en pánico ante la sobredosis de aburrimiento que se le venía encima así que me soltó esto sin ningún tipo de pudor: «Primero me quedo sin Daphne y ahora sin ordenador. Esta cuarentena me está poniendo a prueba». ¿Estoy yo loca? I don´t think so.
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denuevolomismo · 7 years
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Rubia
La mujer promedio fue alguna vez representada sobre los hombros de Silvia, los 60 en ella marcaron la belleza, centraron miles de miradas sobre su fino y curvado cuerpo, permitiendo así el consuelo de su vacía cabeza, un marido que pensara por ella.
Los años pasaron y Silvia desarrollo familia, niños saludables a los cuales criar, darles afecto y pretensiones.  Críos que le permitirían borrar de su cabeza las preocupaciones puestas, hace tiempo ya, por mano su marido, típico hombre, manejador, autoritario. Él siempre tenía escusas para no hablar con Silvia, para no pasar tiempo con Silvia, sólo le importaba Silvia cuando se trataba de follar su voluminoso cuerpo, o en los casos donde debía imponer su figura sumamente masculina y golpear a sus indisciplinados y caprichosos hijos con el cinturón.
Tres hijos, el primero no era mejor que el último, y viceversa. Sólo servían para mandonear a la madre, ella era muy débil de mente, así que esclavizarla no fue tarea complicada. Mamá esto y mamá lo otro: “a quién le importa mama, ella no llora, únicamente sonríe, ella no trabaja, no sale, no mira la tele, mama tampoco tiene amigas, mamá es NUESTRA”. Hacer caso era lo único Silvia hacia, no tenía tiempo para abrir los ojos, ya era demasiado con que su cabeza estuviese llena de aire, ya era demasiado si un día no se pintaba y salía desarreglada, si las miradas del entorno notaban su desprolijo cabello, su desprolija manera de caminar. Ya era el apocalipsis si alguien se  fijaba en las raíces negras que crecían, rebeldes, sobre su oxigenado cabello.  Por eso Silvia prefería no salir, prefería quedarse en casa para maleducar a los hijos.  
Pero un día todo se le vino abajo, sin importar cuánto tratase de aferrarse a cada uno de los niños, de cuantos derechos los privara para que pasen tiempo con ella, cuanto llorase o patalease, ellos crecieron. En un parpadear de ojos los adultos se marcharon. Silvia quedó sola en un casa vacía, un hogar frío y amargo. La depresión comenzó a hundirla, y más profundo la tomó cuando ella noto su vejez, las patas de gallo, el cabello blanco, los músculos vencidos. En pocas palabras la burbuja de distracción se había reventado, y a Silvia no le quedaba nada. Su marido era un pobre inútil que trabajaba, todo el día y noche, o eso prendía hacer ya que nunca estaba en casa, con el paso de los años ya ni siquiera lo estaba para follar a su esposa de tristes curvas y voluminosa grasa. El peso de la pena causó ansiedad, su autoestima bajó como yunque al agua, y el encierro tomó posesión de sus facciones.
La vez que comenzó  un nuevo siglo, en la noche del año nuevo, el marido le habló entre uno de sus intermitentes encuentros sobre una fiesta, para celebrar el nuevo milenio. Esa vez, entre ninguna otra, notó la cara de Silvia, sintió la angustia que ella le transmitía en su mirada, comprendió la soledad de una vacía cabeza y decidió dar arreglo de la manera más empática posible, ya que ella era su esposa, la llevó al clínico. Le recetaron drogas duras, mejor dicho, anti-depresivo. Le recetaron, en especificas palabras,  un autismo de a dosis semanales en pequeñas capsulas de mentiras y químicos.
Luego de ese cambio, Silvia comenzó a estar más ausente de su propia cabeza, que alguna vez pudo poner a funcionar, y cubría su rostro con falsas emociones brillantes; sonrisas tan mentirosas como el calor en invierno, es que desde ese momento, la mirada perdida se convirtió en su principal característica.  Ahora podía convencerse de su nunca alagada prolijidad, podía maquillarse, arreglarse, y salir, por la puerta, hacia el patio, caminar, respirar aire, y pensar menos que antes.  Tanto fue así que ese acto se transformó en rutina, ella salía dos veces a la semana: una iba al salón y la otra, al centro de la ciudad, tomaba un taxi para llegar hasta allá, específicamente a un bar;  tradición de jueves:  tomar un café con leche en un bar llamado “Alégrense”, llegar a su casa, ser ignorada por su distante marido, único sostén de una vida incierta, que miraba la tele, tomaba una cerveza y se reía del humor clásico, sexual y machista de la época. Ir a su cuarto, observar las tonalidades de blanco del techo, pared, mesa, sabanas,  alarma de las 9, tomar la pastilla y dormir.  
Silvia no era feliz, pero tampoco podía pensar en ser infeliz, las capsulas no se lo permitían. La angustia que escondía era asfixiante, sentía que la dosis no le alcanzaba, sentía que ella no podía, porque estaba sola, porque su marido la había abandonado sin tenerla, sus hijos la habían usado y tirado: sólo se acordaban de la madre en el cumpleaños, para llamarla, pero con los años eso ya ni lo hacían, los nietos no la conocían, ni la abuela a ellos. Entonces, como una chispa en la obscuridad, una idea apareció en su mente,  pensó en todo y, como un esfuerzo exhaustivamente milagroso, se dio cuenta de que en realidad nunca había vivido.
El día siguiente, el viernes, se transformó en algo fuera de rutina, ella fue al salón, pidió que le hagan el mejor corte, se dejó fluir. Pasó toda la tarde “de shopping” se compró las mejores prendas,  pagó maquillista, manicurista y llamó a sus nietos para saber cómo les iba en la vida. Al ocaso se sentó en una cafetería, que también era panadería, pidió un late doble. Se avergonzó al ser alagada por la mesera, que denotaba la calidad de sus modernas vestimentas y corte  “chic” de cabello. Pagó dejando propina.
Es que ese inusual viernes pareció brillar sobre ella, entonces llegó a la casa, abrazó a su marido, él sorprendido, notó ese nuevo resplandor en ella. Luego, fue a su habitación, entró a su baño, se miró al espejo y se aceptó.  La alarma de las 9 sonaba, era hora de la droga, así que Silvia rió, tomo el frasco, lo destapó e ingirió la dosis equivalente para varios días, semanas, meses.
Estaba prolija, estaba a bien vestida, bien arreglada, irradiaba belleza recostada sobre su cama, parecía reina de cuentos. Pues cerró los ojos. Soñar era un aspecto que en su vida había estado muy afuera de lo establecido, era algo muy raro, demasiado, ella no soñaba y solo dormía. Pero esa noche, tan especial e imprevista Silvia soñó.
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