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#en serio comparten la misma neurona :')
mejorunatraduccion · 5 years
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¿Por qué sentimos el calor o frío como dolor?
Cuando sentimos algo demasiado caliente o frío, nuestros sentidos experimentan dolor. ¿Por qué? ¿Cuáles son las causas?
Por: Jason G Goldman Traducción: Elżbieta Bujakiewicz
Al parecer, una plancha de gofres calientes no parecería tener tanto en común con un trozo de hielo. Pero ambas cosas comparten la misma capacidad de infligir dolor. El calor y frío extremos son capaces de ocasionar una fuerte reacción en la piel humana, y sucede que el cerebro controla estos extremos térmicos de manera similar.
A menudo se cree que la piel (y las células que hay en su interior) son los principales responsables del sentido del tacto; pero, en realidad, lo que los biólogos denominan «somatosensorial», abarca una amplia gama de sentidos.
Por supuesto, se siente por sí mismo: el reconocimiento de estímulos mecánicos por parte de la piel. Pero también hay propiocepción o la capacidad de percibir la orientación y ubicación del cuerpo; y la nocicepción, que es la capacidad del cuerpo para detectar estímulos nocivos. Sentir dolor es la respuesta del cuerpo a la nocicepción.
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Sea mecánico, químico o térmico el estímulo de dolor, la nocicepción nos lleva a intentar evitarlo. Pon tu mano en el fuego y como resultado sentirás el ardor, lo que provoca que tu cuerpo te haga retirar la mano lo más rápido posible. Resulta desagradable, pero el dolor es la prueba de que tu cuerpo funciona arduamente para estar a salvo. El asunto es serio si se pierde la capacidad de sentir dolor.
«El principio básico es que las neuronas sensoriales que se proyectan en todo el cuerpo tienen un conjunto de canales que se activan directamente ya sea por temperaturas altas o bajas», afirma el neurobiólogo Jorg Grandl de la Universidad Duke. Al estudiar ratones genéticamente modificados durante los últimos quince años, investigadores han podido demostrar que estos canales (proteínas incrustadas en membranas neuronales) responden directamente a la sensación de temperatura. Se los conoce mejor como Receptor de potencial transitorio V1 o TRPV1 y responde al calor extremo. Por lo general, la proteína TRPV1 no se activa hasta que un estímulo alcance los 42 °C, que tanto los humanos como los ratones consideran, por regla general, como extremadamente caliente. Una vez que la piel alcanza ese límite, el canal se activa, lo que a su vez activa todo el nervio, y una señal se transmite al cerebro con la simple respuesta de dolor: ¡Ay!
«En principio, para el frío, se aplican los mismos mecanismos», asegura Grandl, sólo que la proteína en cuestión se denomina TRPM8 y, en vez de reaccionar al frío extremo, este canal se activa al exponerse a temperaturas frescas, no frías. Esto elimina a la proteína TRPA1, que es, quizás, la menos estudiada de las demás proteínas. Si bien, investigadores han descubierto que se activa en respuesta a estímulos extremadamente fríos. Lo que no está claro es si está involucrado en el trabajo de su propia detección.
Estas tres proteínas juntas: TRPV1, TRPM8 y TRPA1 permiten que la piel detecte un rango de temperaturas y que el cuerpo responda en consecuencia. Debido a que son nociceptores, el trabajo de estas proteínas ayudan a evitar ciertas temperaturas en lugar de atraerlas. Ratones con anomalías del receptor TRPM8, por ejemplo, ya no evitan temperaturas frías. Eso quiere decir que estos roedores (y nosotros, quizás) no buscamos, de forma activa, temperaturas agradables; más bien se evita, de la misma manera, el frío y calor extremo, lo que explica por qué parecen preferir ambientes cálidos y frescos.
Si bien, investigadores han definido los límites térmicos en los que los receptores TRP se activan (eso no quiere decir que puedan ser modulados). A fin de cuentas, un baño con agua tibia puede sentirse demasiado caliente si se tiene una quemadura de sol. «Se ha comprobado que esto se debe, en concreto, a que la inflamación de la piel sensibiliza el canal TRPV1, reduciendo el límite en el que estas células comunican al cerebro la sensación de dolor», afirma Grandl.
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Pero la temperatura no es lo único que activa estos receptores; las plantas también. Tal vez no sea una sorpresa saber que TRPV1, que se activa con el calor extremo, también lo hace con la capsaicina, un compuesto químico que hace que los ajíes sean picantes. Y TRPM8 responde a la potencia frigorífica de la menta, un compuesto que se encuentra en las hojas de ésta, mientras que TRPA1 se denomina «receptor de wasabi» gracias a que se activa tras exponerse a compuestos nocivos en plantas de mostaza.
¿Por qué las plantas desarrollaron sustancias químicas que activan los receptores y estos, a su vez, activados por la temperatura? Como explica el biólogo molecular Ajay Dhaka de la Universidad de Washington, la capsaicina no hace nada para TRPV1 en peces, aves o conejos, mientras se une al mismo receptor en humanos y roedores. «Tal vez las plantas desarrollaron la capsaicina para que algunos animales no comieran de ella, mientras que para otras criaturas resulta apetitoso», asegura. Al parecer, fuerzas similares reaccionaron tras el desarrollo de la menta y la mostaza.
En otras palabras, estas curiosas relaciones entre plantas y la temperatura podrían reflejar más sobre la historia evolutiva de las especies vegetales en lugar de los animales. Es posible que las plantas encontraran una manera de apropiarse de las capacidades de detección térmica de nuestros cuerpos, desarrollando compuestos que activan los mismos receptores como el calor y frío extremos por mera circunstancia. El hecho de que transpiremos cuando comemos chiles jalapeños no se debe a ninguna propiedad inherente de los pimientos, sino que tanto la capsaicina como el calor activan, de la misma manera, las células de la piel (y por consiguiente del cuerpo).
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Al aprovechar un receptor que ya está sintonizado con estímulos nocivos, estas plantas desarrollaron un truco para evitar ser devoradas, al menos hasta que encontrásemos una manera de disfrutar el ardor de las comidas picantes y el sabor del wasabi que irrita los ojos. Así que la próxima vez que notes que tu corazón se acelera luego de comer un plato de ajíes, detente un momento a reflexionar sobre la posibilidad de que lo que sientes es el resultado de una constante batalla evolutiva entre animales y vegetales. Una batalla que, al menos por el momento y al parecer, estamos ganando. . . .
Artículo original de la BBC: Why do we feel hot and cold as pain?
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