Tumgik
#hola; vamos a fingir que publique esto ayer
dioneq · 2 years
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# intervención : el asesinato de jack rowland / @lacupulaint​
*     📁     INTERROGATORIO DE DIONE QUARSHIE . ( 1 / 4 ).  20 de febrero , cinco días desde el arresto.
Comienza a pensar que esa pequeña sala de interrogación es el único lugar que existe en el universo. Eso y el largo pasillo de paredes grisáceas, carentes de cualquier indicativo de que existe vida dentro del ese edificio. Esa inexpresividad que le hacen extrañar los querubines sonrientes y los corazones de papel que una semana atrás devoraban cada centímetro de las paredes de Alabaster. La sala de interrogación, el largo pasillo y su diminuta habitación, alejada de todas las demás, que le han asignado como si se tratara una criaturita en cuarentena, demasiado ponzoñosa para dejarla convivir con las otras criaturitas ponzoñosas. Su dormitorio en la universidad, ese que por el cual se apareció en el campus semanas previas al semestre (esas semanas antes a todo lo que salio mal), para poder elegir el que tuviera el mejor panorama, a consciencia de que su petición sería atendida al tratarse de una persona importante, hija de alguien que les puedes escribir cheques de cuantiosas donaciones, ahora ese esmero parecía desperdiciado.
Se encuentra mitad devastada en la añoranza imposible de volver y la otra mitad enfurecida de que su situación actual fuera tan desoladora que ha encontrado romanticismo en un lugar tan ahogado en la miseria como Alabaster.  Porque en la realidad se encuentra sentada a la espera de otro oficial de poca paciencia y voz apremiante, demasiado apurado en cerrar el caso, irritado en su silencio, le atiborre los oídos con preguntas mal intencionadas, les hace falta una confesión. Motivo por el cual, aun con la fianza pagada, su existencia esta recluida dentro de ese espacio. Los oficiales jugando a contra tiempo mientras la demanda que prepara su costosísimo abogado les cuelga sobre la cabeza. Quieren enterarse concretamente lo que ha ocurrido con Jack para luego atribuirle un modus operandi, y de la noche a la mañana también es la responsable del sucedido con Jean y Anastasia. Tres pájaros de un tiro, ¿qué podría ser mejor que eso?.
Casi podía leer los titulares en el noticiero matutino, en los periódicos, le atribuirían algo mote pegajoso, sensacionalista, perfectamente vulgar y entretenido, referente a los bonitos conjuntos de diseñador que le gustaba vestir, the Chanel killer, quizá, o referente a algún personaje popular que también resultara atractivo y apropiado para su decadente situación, the Ashley Banks killer, aun mejor. No solo era demencial, sino que se emparejaba con lo ridículo, extraño y de cierta manera hilarante. Una chica como ella, ¿cómo podría haberlo hecho?. Ha entrado a la comisaría envuelta en tul rosa pastel, su vestido de bautizó, como lo ha llamado Santhiago, las esposas colgando de sus muñecas escuálidas, demasiado grandes, demasiado pesadas, como si con su metro sesenta y dos en serio pudiera hacerle daño a los agentes que le llevaban dos palmos de altura, como si en serio pudiera hacerle daño a alguien.
Recortada de su ambiente natural para ser colocada en su sitio al que verdaderamente no pertenece, resaltaba a la vista al instante, como un ave exótica destinada a parecer en un hábitat artificial, no diseñado para soportar su existencia. Ella lo entiende, las personas a su alrededor lo entienden. Aun con los oficiales que, en ocasiones, a pesar de los días transcurridos, le dirigen miradas de ojos entrecerrados, como si les ayudara a pensar mejor, se rascan la barbilla, la parte de atrás de la nuca, nerviosos, envueltos en la misma sensación de incertidumbre, preguntándose; ‘¿habremos hecho lo correcto?’, y la respuesta sencilla es que no, se han equivocado. Y de todas formas la tienen encerrada, la tendrá encerrada por el mayor tiempo posible. Nunca ha creído en los milagros, pero tal vez lo que necesita en ese instante es sumergirse en plegarias, quizá le hace falta alguna intervención divina.
Pero no hay tiempo de pensarlo demasiado. La puerta se abre con un ruido hueco y sepulcral. Mirada que se pierde en el reflejo platinado de la mesa frente a sí, todo el mobiliario esta fabricado en metal, rígido e incomodo. Sin querer encontrarse con el acostumbrado rostro ceñudo, se mantiene cabizbaja, pero aquella mañana sucede algo diferente. La esperanza llega con un saludo matutino, pronunciado con voz templada, en forma de facciones vagamente familiares. Espera que no se trate de la falta de sueño, las noches desperdiciadas sosteniendo la almohada acartonada contra el rostro, para enterrar los sollozos. Ni de su estómago vacío, demasiado revuelto para procesar cualquier alimento sustancial.
—Detective Frederick Silva— se presenta.
Dione lo observa. Unos sesenta años, rostro tostado por el sol, ojos azules bajo las cejas pobladas y demás bello facial. Contextura atlética para alguien de su edad, le adivina también una barriga hogareña, esas que aparecen por pasar los fines de semana en demasiadas barbacoas familiares. Le recuerda un poco a su propio padre, pero cualquier persona inteligente sabe algo mejor que confiar en un policía. Es un trinar en la voz de Whitney Crave, ‘no digas nada sin un abogado’, memorándum de algo que ya sabe, de cualquier formar ese semana había perdido la habilidad de hablar, entregada en su dolor que le sabe a sal y a fracaso. Entonces, otra vez, silencio. El hombre carraspea en lo que toma asiento por delante de ella.
—Anteriormente, no puede presentarme con propiedad—.
Como por artificio de un interruptor las palabras activan los recuerdos. Aquella vez luego de la prueba, cuando todos terminaron en la comisaria, detención preventiva porque los sterlings encontraron a Jean. El café con un sabor demasiado diluido y las rosquillas que dejan un gustillo a aceite quemado. El detective Silva aparece junto a Santhiago, que se encontraba descompuesto, desconsolado, pidiendo ayuda con la mirada para escapar de que sea el mayor le ha dicho. Sobra decir que le pareció una persona estorbosa, de lo más desconsidera al recordarle sus tristezas a alguien más, lo odió, por haberle hecho algo terrible a alguien que quiere. Sin embargo, en ese momento, en que deja la carpeta rebosante descansando en la mesa, a diferencia de sus colegas que se aparecen con las manos vacías, como haciendo un favor con su presencia, y ella reconoce el papel color crema y la caligrafía prolija de Linda Wallace oculta entre otros informes, y entonces el hombre, se encoge sobre sí con aire conspirativo, mirada bondadosa y le comenta en un susurro:
—Pienso que no deberías estar aquí—. A Dione le dan ganas de responder ‘muchas gracias por admitirlo’, no obstante, a sabiendas que no es la reacción correcta, en su lugar, otorga un reservado asentimiento, desviando la mirada, luciendo pensativa, como queriendo decidir si responderle o no.
—Me llamo Dione— le dice, como si no supiera, marrones que vuelve a enfocarse el rostro contrario. —Te recuerdo—.
—Bien. ¿Quieres contarme lo que sucedió?—. Él pone una sonrisa comprensiva. Ella se remueve incomoda en su asiento.  
—Es que— comienza, abochornada por lo que esta apunto de confesar, como un adolescente en un pijamada —...conocí a un chico—.
Por supuesto que se trata de una historia de amor, al igual todas las buenas historias. Émile Lamontage, el chico del tormentoso relato de conocí a un chico, el mismo que le contó a Linda Wallace a pedacitos, con lujo de detalle, dos veces por semana, llorando en el sofá con el pecho abierto emanando sangre, con la taza de té de frutos rojos y una cucharadita de azúcar sacudiéndose en sus dedos temblorosos, porque a esas alturas, la consejera la conoce suficiente para ofrecerle se bebida reconfortante favorita al inicio de todas las sesiones, indefensa, inocente, inconsolable. Y las dos pretenden que no redactara cuartillas enteras de lo que ha descubierto en esos folders que, esta completamente segura, el detective Silva ha leído. Así que, lo seleccionada a él también, hará las dobles su audiencia objetivo y actor en escena, lo que hace falta para desenmarañar el desastre, realmente lamenta pensar en ellos dos así, que está segura que serán buenas personas más allá de su pobres decisiones al momento de elegir una profesión, pero tiene que ser de esa manera.  
Ella es de esa manera, y la verdad que no entiende a esas personas que pretenden que la vida no es un constante ciclo de concursos de belleza, los premios se otorgan a aquellos que muestran las mejores sonrisas y los mejores antecedentes y las mejores respuestas, todos esos asuntos que le salen bien por instinto desde la infancia. ¿Entonces, como no darse cuenta?, el hombre que tiene frente a sí posee  la perspectiva correcta para escucharla, para participar del conjunto. Y ella, por supuesto que sí, tiene algo que contarle. Decididamente, el detective Silva queda seleccionado para no solo para escuchar la historia, Dione piensa; ‘hagámoslo, resolvamos esta tragedia’, eso es lo que quiere decir.
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