Tumgik
#otrashistoriasalternas
ojoquevea · 7 years
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Lecturas y destinos
Tres llevó a J a que Fontcuberta le leyera el futuro. Es sabido que Fontcuberta se ha entrenado en artes oscuras y legermancia de manera disciplinada, e incluso se reunió con chamanes de diferentes procedencias, al igual que con gestores de templos del “Indio Amazónico” (con estatuas de Buda en la entrada) para perfeccionar sus habilidades. J iba a escoger una clásica lectura del tarot pero Tres le recomendó que mejor se dejara leer el cuncho del café, que ese era mucho más efectivo. J accedió a tomarse el tinto, entonces, que luego habría de ser leído. El problema era que ese día Fontcuberta sólo tenía café instantáneo entonces le dijo que la lectura podía variar. Sin embargo, a J pareció no importarle, mientras que Tres estaba desconfiado de que no fuera a salir acertado lo que Fontcuberta leyera y más bien espiaba algunos periódicos que decoraban las paredes y daban cuenta de los prodigios del mago y sabio o tal vez sólo mago porque lo segundo aún no se había comprobado.
Una vez Tres me había llevado a donde Fontcuberta. Eran los tiempos en los que a Tres le gustaba quitarse los zapatos conmigo y desaparecer. Ahora siempre se pone los mismos tenis. Sospecho que se los ha pegado para que así no se le antoje volver a andar en medias y no le den arranques infantiles que seguro que J no soporta bien. Me pregunto cómo hace para bañarse, de pronto se pone bolsas. Pero en algún momento se los debe quitar, porque si no, cómo se le airean los pies. ¿O cómo se acostará con J? Una vez salí con alguien que siempre que se acostaba con medias. Decía que le gustaba. A mi no pero luego terminé acostumbrándome tanto que acabó por agradarme estar en la cama con medias. Tal vez con los zapatos es igual.
En todo caso, el día que Tres me llevó el sitio estaba a estallar. Era seguramente la celebración de algún santo o quincena así que estábamos parados haciendo una fila infinita sin la seguridad de que fuera la correcta. Yo me distraje, como me pasa a veces, y escuché apenas el sonido del hastío de Tres, que era nuevo para mi en aquel entonces. Me fui a dar una vuelta por la plaza en donde había desde cabras con dos cabezas hasta piezas de “rocas lunares” para hacer rituales de meditación y alquimia. Cuando regresé Tres estaba furioso porque me había ido nada más. Traté de explicar algo incoherente y luego lloré. Lo demás lo recuerdo mal, como un film grabado en baja calidad, y al fondo la voz de Tres cuando dije algo sobre Padre: “¿qué pasaría si yo un día también te abandonara?”. Juré que no me haría eso, que yo lo podía ver en sus ojos, que no.
Ahora Fontcuberta vuelca la taza de J sobre un plato que tiene decoraciones de flores en los lados y una muesca como si alguien lo hubiese dejado resbalar mientras lo lavaba. Nada grave. Espera unos segundos que a lo mejor se vuelven minutos, mientras, impaciente, Tres tamborilea sobre la mesa de madera alrededor de la cual están reunidos. Fontcuberta le dice que eso también va a afectar la lectura. Voltea la taza de nuevo y dice: “vas a irte a un nuevo país, vas a vivir cerca de la línea amarilla del metro, o puede ser que sea la roja, no es tan claro, pero va a haber un río cerca en el que un día te preguntarás cómo será lanzarse pero no lo harás y en cambio escribirás un poema sobre ello, y sobre Virginia Woolf; todo esto mientras estás sola, contigo”. J arruga la frente y la nariz. No recuerda bien quién se supone que es Virginia Woolf. Tampoco le gusta eso de que va a estar sola. Mira a Tres con confusión.
Tres está pálido y Fontcuberta le recomienda que se siente.
Él sabe a quién le corresponde en realidad esa fortuna. Fontcuberta se sonríe como quien entiende todo. De todos modos advirtió que el café instantáneo no era el mejor en estos casos.
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