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ubicatv · 7 years
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#Ecuador Prefraude, fraude y posfraude Por Carlos Alberto Montaner
#Ecuador Prefraude, fraude y posfraude Por Carlos Alberto Montaner
En Ecuador estamos en el posfraude. El órgano electoral, obediente y dependiente del poder, para darle a esa “victoria” una apariencia de verosimilitud, ya proclamó el triunfo de Lenín Moreno por una pequeña fracción
En Ecuador, afirma el Gobierno, las elecciones del 2 de abril las ganó la revolución ciudadana y la perdieron los “pelucones”. “Revolución ciudadana” es la forma local de…
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latikobe · 7 years
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Prefraude, fraude y postfraude en Ecuador
Manifestantes antigubernamentales en Ecuador (Reuters)
MIAMI, Estados Unidos.- En Ecuador —afirma el gobierno— las elecciones del 2 de abril las ganó la “revolución ciudadana” y la perdieron los “pelucones”. “Revolución ciudadana” es la forma local de llamarle a la voluntad omnímoda de Rafael Correa. Allí se hace lo que a este señor le da la gana. “Pelucones” son todos los que se oponen a ella. Lo que en Venezuela denominan “escuálidos” y en Cuba “gusanos”.
Pero no sucedió así. Según todos los síntomas, en Ecuador ganó la oposición. Sencillamente, hubo fraude. La trampa estuvo precedida por el prefraude y ahora estamos en la fase del postfraude.
Me explico.
El prefraude es la etapa en la que se crea el clima ideal para consumar el engaño. Se cambia o adapta la legislación, se controlan los órganos electorales, y se introducen métodos electrónicos fácilmente manipulables.
Simultáneamente, se silencian los medios de comunicación independientes, y el dictador, disfrazado de presidente democrático, coopta los poderes legislativo y judicial para acogotar a cualquiera que ose criticarlo. Primero fragua una legislación ambigua, perfecta para iniciar las persecuciones, y luego suelta a los fiscales del Estado, como los cazadores liberan a sus perros de caza, para que acosen y atrapen a quienes se atreven a denunciar la falta de libertades. Algunos de los opositores van a parar a la cárcel o al exilio.
Naturalmente, se crea una atmosfera de terror. La mayor parte de las sociedades sometidas a esta violencia propenden a guardar silencio y a la obediencia dócil. Sólo protestan a pecho descubierto los más audaces y comprometidos. Los que mejor entienden cuanto sucede.
El fraude es el delito cometido durante el proceso electoral. Primero, se prepara comprando algunas encuestas que dan como virtual ganador al candidato oficialista. Y luego se lleva a cabo mediante el control del registro de votantes –los muertos continúan sufragando, se crean ciudadanos virtuales—, pero el truco mayor es el diseño sofisticado del software.
Es posible graduar exactamente con qué porcentaje se desea triunfar y dónde colocar los votos decisivos. La máquina interpreta los algoritmos programados y ofrece los resultados solicitados de una manera casi imperceptible. Esto se hace en minutos, generalmente cuando, oportunamente, se interrumpe la electricidad. (En todas partes cuecen habas. No sólo en el Tercer Mundo. En el Condado de Dade, en Florida, cuando se decidía en una consulta el destino millonario de los casinos, dos computadoras “mal programadas” invertían los “sí” y “no” para darle la victoria a quienes favorecían la creación de casas de juego fuera de las reservas indias. Las máquinas fueron descubiertas y los resultados invalidados).
En Ecuador estamos en el postfraude. El órgano electoral, obediente y dependiente del poder, para darle a esa “victoria” una apariencia de verosimilitud, ya proclamó el triunfo de Lenin Moreno por una pequeña fracción. Nadie hubiera creído que el oficialismo ganaba por goleada cuando la predicción es que iba a perder. Sucedió lo mismo que en las elecciones venezolanas del 2013, cuando los resultados se acomodaron al éxito de Nicolás Maduro frente a Henrique Capriles, quien, a todas luces, había conseguido prevalecer con cierta holgura.
El postfraude le concede al régimen una pátina de legitimidad suficiente para contentar a los factores internacionales. Todos aquellos elementos –El Departamento de Estado norteamericano, el Vaticano con su papa peronista, la OEA— que prefieren la estabilidad a la verdad impredecible e incómoda de que hubo fraude, probable origen de desórdenes, se sienten aliviados y no vacilan en avalar los resultados. Al fin y al cabo, en muchas elecciones, como en México o Colombia, también hay fraudes.
Pero hay una diferencia. En los países del Socialismo del Siglo XXI (por ahora Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua) el fraude –condenable en todas las latitudes— es un instrumento para el mantenimiento de regímenes que nada tienen que ver con las democracias liberales a las que todos esos países (menos Cuba, que es una franca dictadura comunista), dicen pertenecer.
Todos juegan con la apariencia de un Estado de Derecho, dotado de una Constitución que garantiza las libertades, con separación de poderes, partidos políticos libres que participan en comicios abiertos, en el que las transacciones comerciales responden al mercado, y en los que supuestamente funciona la alternancia en el poder, pero todo es una mentirosa ilusión.
La verdad se la leí hace unos años a Salvador Sánchez Cerén, un viejo comunista exguerrillero salvadoreño, hoy presidente de ese país. En esa época era candidato de la oposición a vicepresidente mientras en la nación gobernaba el partido ARENA. Dijo, y cito de memoria, que cuando llegaran al poder terminaría la alternancia. El gobierno totalitario, como el amor, o como el odio, es para siempre. Como se ha visto en Ecuador.
Prefraude, fraude y postfraude en Ecuador
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latikobe · 6 years
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Por qué Maduro no entregará el poder
MIAMI, Estados Unidos.- Mike Pence, VP de Estados Unidos, ha pedido alto y claro que no se reconozca el resultado de las elecciones venezolanas del próximo 20 de mayo. Ése es un tipo de declaración que no se hace sin el visto bueno de Donald Trump y sin consultar a Mike Pompeo, Secretario de Estado.
Dice el senador Marco Rubio que los tribunales nacionales e internacionales perseguirán a los delincuentes chavistas hasta el fin de los tiempos. Tiene razón. La impunidad no existe y algunos de los delitos cometidos por la banda chavista no prescriben nunca.
Los asesinatos de opositores, las torturas que les han infligido –muy bien documentadas por la abogada Tamara Sujú, especialista en la defensa de los derechos humanos- no dejan espacio a la duda. Y por si eso fuera poco, ahí están las pruebas y los testimonios del narcotráfico que ha enriquecido a los generales del Cártel de los Soles, y del principal delito vinculado a esas actividades: el blanqueo de capitales.
Estados Unidos tiene la capacidad de rastrear, abierta o clandestinamente, todos los depósitos bancarios en el 90% de las instituciones del planeta, y posee el músculo para imponer sus reglas. Como cuenta con el 22% del PIB planetario y una moneda en la que se realizan casi todas las transacciones importantes; como posee el mayor mercado abierto del mundo, y los mejores centros de atención médica, basta con que amenace a las empresas internacionales con represalias cuantiosas o con privar de la visa a sus ejecutivos para sembrar el pánico. (He visto sudar la gota gorda a venerables bancos suizos colocados en esa tesitura, hasta que han colaborado con la fiscalía norteamericana en contra de sus dudosos clientes).
Nada de esto lo ignoran Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, y el resto del clanmafioso, como les llaman los venezolanos. Por eso se disponen a cerrar filas en las elecciones del 20 de mayo. No quieren acabar tras la reja. Como no creen en la democracia liberal, ni en las virtudes de la alternabilidad, no les importa disponer de apenas un 15% del apoyo popular, frente a un 85 que los rechaza.
Para eso disponen del relato revolucionario. Nadie lo cree (ni ellos mismos), pero lo repiten como un mantra porque la función de ese discurso es articular una justificación que sustituya a la verdad. Dicen que Venezuela es un país asediado por el imperialismo yanqui decidido a quedarse con el petróleo de la nación. Afirman que el desabastecimiento de comida y medicinas es la consecuencia de que la oposición, dirigida por la CIA, ha desatado una cruel guerra económica. Ocultan las cifras reales de la economía para “no darles armas a los enemigos”. Declaran que el rechazo internacional –el Grupo de Lima, la Unión Europea, la OEA y Luis Almagro, el Secretario General- es un clamor orquestado por Washington.
Los chavistas son las víctimas, no los culpables. A los estudiantes los asesinó la oposición o algunos policías descarriados ya castigados. No hay torturados. La inflación aumenta porque la revolución ha abierto los diques del consumo y el pueblo salió por primera vez a comprar. Nada que cambiar. Nada de qué avergonzarse. Las revoluciones tienen un precio y hay que pagarlo.
Como la población venezolana conoce todo esto, no saldrá a votar el 20 de mayo. ¿Votar para qué, si sabe que los resultados serán los que el gobierno desee, como ya adelantó la empresa creadora y administradora de las máquinas de votación? Por medio de elecciones jamás acabará esa pesadilla. Incluso, se rumora que estos son los últimos comicios con la ley electoral vigente. Tras ese amargo trago, cuando Maduro, sonriente, se declare vencedor, se copiará la ley electoral cubana que permite filtrar y tamizar los candidatos, de manera que el prefraude haga innecesario el postfraude. (Miguel Díaz-Canel sustituyó a Raúl Castro con sólo un voto en contra, presumiblemente el suyo).
La posible manera de salir de esa terrible banda pirata es prometerles indulgencia a quienes los ayuden a salir del pozo en el que se encuentran. Es así como funciona la ley penal en muchos sitios. Quienes colaboran con la Justicia tienen 100 años de perdón. Recuerdo un país centroamericano en el que jubilaron en dólares a unos generales que se oponían al proceso de paz. Era indecoroso, pero fue práctico. Se hizo la paz.
Por qué Maduro no entregará el poder
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