Tumgik
#sincera netherlands
nethwan · 3 years
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Ladrón de vida
Summary:  A pesar de las dificultades, Lars estaba satisfecho con su día a día, por lo tanto, no tenía idea de que un simple encuentro casual le iba a cambiar la vida para siempre.
Pairings: Netherlands/Taiwan
Warnings: Explicit language
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IV. ¿Qué hay del amor?
Después de aquella noche, Mei se dio a la tarea de observar a Jan más de cerca. Cuando le contó de su condición, lo vio de verdad preocupado y avergonzado, así que supuso que no había visto a nadie más porque no solo andaba muy tranquilo con ella, sino que no había encontrado ningún indicio de culpa, es más ni siquiera miraba su teléfono. De haber estado arrepentido habría regresado a ella con flores o con planes de un viaje. Sin embargo, parecía como si estuviera ocultándole algo más. Si no era una aventura o alguna mala noticia, entonces ¿qué era lo que le pasaba que no podía contarle?  
Claro, Jan tenía sus secretos, por supuesto, pero ahora era como estar con una persona completamente diferente. Se portaba más malhumorado, hablaba poco, le era difícil expresarse y cuando lo hacía se veía incómodo. Y si a esto se le sumaba que de repente era un experto en automóviles, porque echó a andar su auto e incluso la previno de charlatanes. Todo esto la dejó pensando bastante acerca de quién era realmente ese hombre que había regresado a su lado y con quien iba a casarse.  
“Sabes, siento que, de ese último viaje, Jan llegó muy cambiado” dijo Mei, soltando un suspiro.
“Bueno sí, ahora da miedo. Todos los días tiene esa cara larga. Qué odioso es” se quejó Ling.
“Ay no, bueno sí da un poquito de miedo” replicó riéndose bajito. “Es que ahora pasamos más tiempo juntos, se interesa por lo que estoy haciendo y conversamos mucho. Es como si fuera otro. Incluso sus modales son diferentes. Es más tosco y reservado, pero también es muy atento conmigo.”
“¿Crees que de verdad haya cambiado?” preguntó su hermana, incrédula.
“No lo sé. Tal vez mamá tenía razón después de todo” contestó Mei encogiéndose de hombros.
“Quizá, pero sigo sin entender cómo has podido aguantar tanto tiempo con él. Es lo mismo que con mamá. Sabe muy bien que a papá no le quedó más remedio que quedarse con nosotras. Ella fue la única ilusa que lo aceptó hasta el final. Jan y él son igualitos” replicó Ling con desprecio.
“Eso parece” contestó Mei, desviando la vista.
Era verdad que conocer la doble vida de su padre había sido un golpe muy duro para ella, y había arruinado la relación con su padre para siempre. Sin embargo, Mei lo había perdonado hacía mucho tiempo, al igual que su madre quien lo recordaba como si se tratase de una especie de santo. Y ahora, ella parecía estar viviendo lo mismo con Jan.
Jan se había presentado ante ella como un hombre encantador que estaba dispuesto a bajarle la luna y las estrellas si ella se lo pedía, pero sabía la clase de hombre que era. Era el típico mujeriego, rico, apuesto y seguro de sí mismo como se ve en las películas. El tipo de hombre del que había tenido cuidado de encontrarse.
Antes de Jan, Mei estaba saliendo con un muchacho, pero Jan la conquistó con detalles y su apoyo incondicional para cualquier proyecto que se le presentara. Aunque en realidad, había cedido ante esa actitud de sufrimiento por considerarse su segunda opción, y entonces ella decidió darle una oportunidad. Cómo si no tuviera otras, ¿por qué me elegiría a mí?, se preguntaba Mei.
Si bien al principio lo que sentía por él había sido simpatía, luego se sintió deslumbrada por su forma de ser, por esa confianza que tenía en sí mismo, y por la certeza de que ella era muy poca cosa para él y que jamás volvería a encontrarse con otro hombre igual. Jan había sido el primer y único hombre en su vida, y estaba segura de que la quería, pero rara vez lo demostraba con otra cosa que no fueran regalos o palabras vacías.
Lo había perdonado una y otra vez, porque luego de haberle fallado, él la compensaba con cualquier cosa: viajes, joyas, ramos y ramos de flores. Y luego de ver lo que él hacía por recuperarla, a ella no le quedaba más remedio que aceptarlo de vuelta y callar sus reclamos. Tal como su madre había hecho con su padre, le había dado la libertad de no tenerlo atado, había ignorado cada indicio y prueba de sus mentiras, porque al final siempre volvía. Entonces, creyó que algún día, cuando se cansara de ese libertinaje, sería solamente suyo.
A veces, pensaba en intentar pagarle con la misma moneda, pero se sentía asqueada solo imaginarlo. No quería rebajarse a su nivel ni actuar por despecho. Una vez, durante una estancia en Italia, conoció a un joven encantador, llamado Feliciano Vargas. Le había atraído por ser muy tierno y apuesto. Sin embargo, entre ellos surgió una bonita amistad que no quiso arruinar con su despecho y que aún mantenía a distancia.
“Bella, cuando te aburras de ese fanfarrón, escápate conmigo” bromeaba porque hasta a él le desagradaba Jan.
Mei estaba a punto de tomarle la palabra, pero entonces Jan por fin le propuso matrimonio y ese fue el fin de sus tentativas de abandonarlo. Además, se convenció de que estaba enamorada de él y que si la había escogido como esposa era porque la amaba. Y con esto en mente, aceptó el compromiso, aunque en lo profundo de su corazón sabía que jamás llegaría a ser feliz con él. Eso le confirmó que en realidad no sentía ese gran amor que creía sentir. Su relación estaba basada en la rutina y la comodidad económica que nada tenían que ver con el amor, y mucho menos con el sexo, pues hacía tiempo que habían dejado de dormir juntos.
“No es cuestión de amor. Estás a punto de cumplir 27 años, eres aún joven, pero ¿crees que podrás vivir de tu arte? ¿Crees que podrás encontrar a otro hombre antes de que tu reloj biológico empiece a apresurarte? Cásate con él, al menos asegura tu futuro al lado de un hombre rico” sentenció su madre, dándole el último empujón para aceptar ser la esposa de Jan.
Para su madre, Jan era más bien como una especie de trofeo y el reflejo de lo que ella misma había hecho años atrás. Al pensar en todo eso, Mei deseó que su hermana corriera con mejor suerte.
Ahora, aquí estaba Jan, a su lado de nuevo, pero esta vez todo era muy diferente y esa llama que creyó ver extinguida, de repente estaba resurgiendo como una pequeña chispa en la oscuridad.
“Pues más vale que así siga” dijo Ling, sacándola de sus pensamientos. “Me alegro mucho de que Henri no sea como él”.
“¿Por qué? ¿No me digas que te gusta?” preguntó Mei, sorprendida.
Ling se ruborizó, pero no lo negó.
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Luego de muchos cambios, Mei por fin terminó de pintar el retrato de Jan. Al verlo, sonrió satisfecha, era el cuadro que le daría de regalo de cumpleaños y que colgarían en el que sería su nuevo hogar cuando se casaran. Luego, admiró su trabajo con más atención, fijándose en los nuevos detalles que le daban carácter e identidad al cuadro. Se dio cuenta de que ahora ese rostro que tanto amaba había cambiado. Tenía un semblante endurecido por una mirada fría y el ceño fruncido, su expresión irradiaba soledad y una completa ausencia de cariño.
No era el mismo Jan encantador que había empezado a capturar meses antes sino un Jan distinto, que ocultaba sus verdaderos sentimientos y andaba como guardándose todo para sí mismo. Entonces, Mei se echó a llorar, porque la imagen del hombre que amaba se había transformado en otra persona.
A pesar de que tenía el mismo pelo rubio y esos hermosos ojos verdes. No era él. No era Jan.
En ese momento, no se dio cuenta que Lars había entrado a la habitación y la encontró llorando. Él no dijo nada, simplemente la abrazó y la dejó llorar a gusto, sin entender que la estaba ayudando a dejar escapar los sentimientos que había tenido atorados en el pecho por mucho tiempo.
En ese momento, al sentirlo consolándola, Mei supo que ahora lo amaba de verdad.
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Con el corazón rebosante por el amor recién descubierto, Mei sentía que había tomado la decisión correcta al aceptar casarse con él. Aunque la boda no tenía fecha definitiva, habían decidido que fuera en invierno y Mei quería que llegara el momento para poder convertirse en su esposa. Por su parte, Lars quería disfrutar de cada segundo a su lado. En cualquier momento llegaría Jan y entonces todo terminaría o tal vez no, tal vez podía hacer algo para salvarla y que no saliera herida. Incluso, se le había ocurrido contarle la verdad y huir lejos a hacer una nueva vida, aunque luego se arrepentía porque le sonaba absurdo. Era egoísta creer que podría robársela y escapar, así como así.
Estaba pensándolo hasta que la lluvia empezó a caer y corrieron tratando de guarecerse en una parada de autobús. Ambos se miraron y sonrieron. Entonces, él sintió como si sus emociones se le acumularan en el pecho y quisiera gritarle a todo el mundo que era feliz. En ese momento, olvidó que no era Jan y quería expresarle a Mei sus sentimientos.
“Mei…”
“¿Sí?” le preguntó con una dulce sonrisa.
“Me gustas… me gustas mucho,” le confesó con la cara roja y sintiendo un ligero temblor en las manos y las rodillas. “Estoy feliz de haberte conocido” continuó él con seriedad.
Ella lo miró extrañada, pero igualmente contenta, pues Jan nunca le había dicho algo así. Lo único que le decía era que era su chica, que era suya y de nadie más, pero ella quería palabras cariñosas y sinceras.
“Tú también me gustas y estoy feliz de tenerte en mi vida. Ya falta muy poco para nuestra boda” le dijo, parándose de puntitas para darle un beso en la mejilla.
Él agradeció que ella no lo hubiera llamado Jan, porque de ser así, aquello le hubiera sabido amargo. Sin embargo, se conformó con habérselo dicho y que ella de manera indirecta le hubiera correspondido.
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A pesar de haberse librado de sus responsabilidades, de vez en cuando Jan pensaba en el trabajo, en su familia y en Mei. Se preguntaba qué tal le estaría yendo a Lars. Aunque lo sabía incompetente para dirigir la empresa, sabía que estaba en buenas manos porque Henri se ocuparía de todo. Sin embargo, lo que estaba molestándolo eran las últimas noticias de su informante. Como lo suponía, todo iba sin tropiezos, pero cuando se enteró de que Lars y Mei solían almorzar juntos casi todos los días, de pronto se puso a la defensiva. Era momento de observarlos más de cerca.
“No entiendo para qué quieres que la vigile cuando tú la has engañado más de una vez” le reclamó Arthur Kirkland, un viejo amigo quien de pronto se había convertido en su informante. “Déjala que pase el rato con él ¿o te da miedo que él sea mejor amante que tú?” le preguntó burlón.
“No seas imbécil. Lo hago porque no confío en ese tipo. Además, sabes cómo es Mei, puede que se esté aprovechando de ella.”
Arthur pensó que era un hipócrita. En el tiempo que llevaba conociéndolo sabía que jamás había tenido una relación estable, aparte de Mei, y que la había engañado en varias ocasiones, pero eso sí, quería que ella le fuera completamente fiel. Él estaba incómodo con ese comportamiento porque la conocía y ella era agradable, pero como le debía una gran cantidad de dinero a Jan no podía negarse a servirle de informante.
“Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer, gánate su confianza y haz que te diga todo. Le dije que podía confiar en ti. Aunque te advierto que es una persona bastante difícil cuando se trata de hablar con otros” le advirtió Jan.
Arthur no tuvo que pensar mucho para adivinar a qué se refería. Ese tal Lars le parecía tan huraño y malhumorado, andaba con cara de pocos amigos y ahora en vez de causar la simpatía que inspiraba Jan a los demás trabajadores, éstos empezaban a tenerle miedo. Escuchaba los diferentes rumores del repentino cambio de personalidad y sabía que a pesar de que podía imitarlo, era muy difícil hacerlo salir de su zona de confort para que actuara como un tipo carismático.
Un día, Arthur apareció en la oficina y saludó a Lars. Usualmente, Lars y él intercambiaban un par de frases acerca del trabajo o del día, nada fuera de lo común, de hecho, hasta por eso dudaba de que él se tratara del mejor amigo de Jan tal y como él lo había convencido. Por eso, cuando lo invitaba a tomar algo después del trabajo, le seguía la corriente y aceptaba, aun si a veces no sabía qué tipo de conversaciones debería tener ya que no quería sonar sospechoso. Ese día, claro, no fue la excepción.
“¿Y cómo va todo?” le preguntó Arthur.
“Bien, supongo” contestó Lars y volvió a darle otro sorbo a su bebida.
Arthur suspiró frustrado. A diferencia de Jan, a Lars había que sacarle las palabras con tirabuzón. Le parecía incluso más desesperante de lo que había imaginado, al menos Jan le ofrecía algún tema de conversación nuevo, mientras que éste troglodita se quedaba quieto como una piedra sin decir nada. Entonces, intentó provocarlo para que le diera información de primera mano.
“Me alegro ¿Te has estado portando bien con Mei?”
En ese momento, Lars lo miró con desprecio y Arthur supo que había dado en el blanco.
“Pregunto, porque bueno, tú sabes cómo eres, y dentro de poco tendrás que decirles adiós a tus amiguitas” dijo, pensando que en realidad era despreciable.
“Mei y yo estamos bien” contestó con menos agresividad y desvió la vista. Esta vez su mal humor se había esfumado, como siempre que hablaba de ella, luego sonrió casi imperceptiblemente sin despegar la vista de su vaso y continuó hablando: “Ella es… fantástica”. Y suspiró.
Entonces, Arthur hizo una mueca. Conocía esos gestos, sonaban a la frustración que acarreaba un amor no correspondido. Así que tal vez Jan no estaba tan perdido al sospechar de un posible romance, pero creía que Lars sería incapaz de manipular a Mei. En este caso, parecía que sus sentimientos por ella eran sinceros. Aunque esto le provocó una sonrisa, al pensar que Jan por fin iba a recibir su merecido luego de tantas mentiras, especialmente si al final ella terminaba por corresponderle.
Lars se dio cuenta de lo que acababa de decir y se sonrojó. Al menos ya se había confesado y ella conocía sus sentimientos, pero no como Lars sino como Jan. De todas formas, sabía que era mejor así. Además, él jamás podría darle una vida como la que Jan podía ofrecerle.
Al notar que su ánimo había decaído considerablemente, Arthur sintió pena por él, así que mejor cambió de tema a noticias más agradables. Lars habló poco, solo se limitaba a asentir o contestar con monosílabos, como siempre. Un rato después, se despidieron y ambos maldijeron a Jan en sus mentes.
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nethwan · 5 years
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En tren
Summary: Xiao-Tang conoce a la chica de sus sueños justo después de despertar. 
Note: Fem Netherlands x Male Taiwan 
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El tren iba repleto, Xiao-Tang se abrió paso entre la gente hasta hallar un asiento desocupado. Cuando por fin lo encontró, se sentó y suspiró cansado. Se recargó del respaldo, cruzó los brazos y cerró los ojos.
“Disculpa... Debo bajarme pronto” dijo una voz a su lado.
Él abrió los ojos, dándose cuenta que se había quedado dormido, usando el hombro de esa chica como almohada. Todos los colores se le subieron a la cara y se disculpó de inmediato. Se alegró al ver que, por lo menos, no había nadie más cerca de ellos.
“En verdad lo siento. Es la primera vez que me quedo dormido así”
“Está bien” dijo ella con tranquilidad. “No hay problema”
Él se quedó callado. Había hecho el ridículo ante esa chica y ella ni siquiera lo tomó a mal. Otra en su lugar tal vez lo hubiera abofeteado. La observó bien, era alta, tenía el cabello rubio atado con un pañuelo de seda, su rostro era serio pero bonito y  tenía atrayentes ojos verdes. Al sentir que él la estaba mirando, ella volteó a verlo.
“Hey, no pasa nada. ¿En dónde ibas a bajarte?”
“En la siguiente estación. Oye ¿Cuánto tiempo estuve así?”
“No lo sé, diez minutos tal vez. Cuando me senté junto a ti ya estabas dormido”
Él maldijo en silencio. En ese momento, les indicaron que estaban aproximándose a su destino.
“Oye, en verdad lo siento. Yo también me bajo aquí, si quieres puedo invitarte algo” le ofreció él, sorprendido también de su propia audacia.
Ella lo miró igualmente impactada. Era la primera vez que alguien hacía algo tan espontáneo por ella. Sin embargo terminó aceptando. Le pareció que era un chico bastante decente y aparte era sincera su disculpa. Xiao-Tang sonrió cuando escuchó su respuesta.
“Hay un café cerca de aquí donde sirven un pastel delicioso” dijo él.
“Lo conozco, mi hermano es el que los prepara” contestó ella.
“¿En serio? Por cierto, mi nombre es Xiao-Tang”
“Soy Meike, encantada”
Y siguieron conversando durante todo el trayecto y después mientras tomaban café. Algún tiempo después, cuando él se quedaba dormido mientras viajaban, ya no se preocupaba porque sabía que ella estaría ahí para cuidarlo.
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