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poemassemanales · 6 years
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MUJERES EN LA VENTANA (LEÓN Y LAMADRID)
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MUJERES EN LA VENTANA (MURILLO)
Bartolomé Esteban Murillo sufrió personalmente la epidemia de peste en Sevilla en 1649. Varios de sus hijos fallecieron en ese año como consecuencia de la enfermedad y esto acarreó una fuerte depresión en el artista que se vio reflejada en sus obras adoptando una tendencia tenebrista (una muestra es La última cena que se conserva en la Iglesia de Santa María la Blanca). Hacia la mitad de la década de los 60, Murillo se va recuperando y sus pinturas se vuelven más coloristas y amables. Mujeres en la ventana está datada al final de esa década y es una clara muestra de la evolución positiva del ánimo de Murillo.
Como señalábamos en el capítulo anterior la pintura de género o costumbrista ocupa un lugar importante en la obra de Murillo; lo hace desde un punto de vista amable, dulce (una especie de Frank Capra del XVII) pero no deja de mostrarnos la pobreza de la Sevilla de ese siglo, especialmente de sus habitantes infantiles. Murillo retrata una vida cotidiana en Sevilla que en una primera impresión parece alegre y feliz, pero que encierra imágenes de pobreza que se ven edulcoradas por las miradas de los niños.
En ese contexto Murillo pinta Mujeres en la ventana alrededor de 1660 y desde entonces se ha venido discutiendo sobre el significado del cuadro. Como señalé en el capítulo anterior está clara la presencia de las dos mujeres y la ventana, pero ¿quiénes son esas mujeres? ¿por qué se ríen? ¿a quién o a quienes miran? ¿para quién se pintó este cuadro? Las conjeturas siguen existiendo aun cuando hay cierto consenso sobre la secuencia que nos muestra el artista.
Comencemos por la última pregunta: ¿para quién pintó Murillo ese cuadro? Si eliminamos a la Iglesia que era responsable a través de Justino de Neve o de los múltiples conventos de la ciudad de la mayoría de sus obras religiosas y cabe pensar que no encargarían una obra profana, tendría que ser alguna familia de la alta sociedad sevillana la que demandase la escena del cuadro, pero está demostrado que la pintura costumbrista de Murillo fue en gran parte encargo del extranjero, especialmente de familias holandesas asentadas en Sevilla y de gran capacidad económica, ya que esta temática era sin embargo, muy común en los Países Bajos.
Sigamos: ¿quiénes son esas mujeres? El titulo que recibió el cuadro en los primeros años, Gallegas en la ventana, nos puede dar una pista. Seguramente se trataba de dos mujeres de origen gallego las que retrató el pintor. Hoy no nos dice otra cosa el nombre, pero en esos años parece que existía en Sevilla una comunidad no escasa de prostitutas de origen gallego y de ahí el nombre con el que se conoció el cuadro.
En este punto no tenemos más remedio que enlazar con lo reflejado en el capítulo anterior: el uso de las ventanas y/o los balcones en la pintura. Especialmente la ventana ha tenido un matiz peyorativo cuando en ellas aparecían mujeres de forma abierta y clara. Una mujer honrada no podía aparecer en una ventana y además con una mirada sonriente, en pleno siglo XVII. El propio refranero de la época evoca esa mala reputación que podía adquirir una mujer que realizase tan descarada acción. Son muchos los ejemplos que ilustran esa concepción sobre la mujer:
-Mujer ventanera, poco costurera.
-Mujer ventanera, mala mujer casera.
-Mujer ventanera, nunca llega a casadera                                                              
 -Mujer ventanera, busque a otro que la quiera 
-Joven ventanera, mala mujer casadera
-Moza ventanera, o puta o pedorrera.
La crítica implícita y explicita de estos refranes alude desde una escasa laboriosidad de la mujer como en los dos primeros a la posible puesta en peligro de su honradez y por lo tanto pérdida de las posibilidades de casamiento como vemos en los tres siguientes refranes, cuando lo más necesario para una mujer de esa época era un buen casamiento. En todo caso es el último refrán el que muestra más claramente el concepto que se podía tener de una mujer que simplemente se asomara a una ventana: o era una puta o cuando menos una vaga (ese es el significado de pedorrera, no penséis otra cosa).
Pero seguramente es un oscuro y misógino peta, coetáneo de Murillo, Sebastián de Horozco, el que nos ha dejado una interpretación más cruel de las mujeres y las ventanas:
Moza ventanera / puta y parlera
Hay otra señal muy cierta                                                                                        de ser liviana la moza                                                                                              estar puesta y descubierta                                                                                      en la ventana o la puerta                                                                                         y que con todos retoza.                                                                                          Y lo que de ello se espera                                                                                      es lo que dice el refrán                                                                                            que la moza ventanera                                                                                            ha de ser puta y parlera                                                                                          con cuantos vienen y van.    
                                                                                                                                Un último refrán es más liviano en sus conclusiones y nos deja con una duda: Moza que se asoma a la ventana cada rato, quiérese vender barato.
Pobres ventanas y sobre todo… ¡pobres mujeres!
 Las otras dos respuestas a las preguntas ¿por qué se ríen? ¿a quién o a quienes miran? se derivan de la anterior. Si damos por cierto que se tratan de dos prostitutas (o de una, la joven, y de la alcahueta) está claro que la sonrisa no es más que una forma de provocadora atracción fatal hacia los viandantes masculinos que pasan por la calle y que la mirada va dirigida a algún o algunos hombres, posibles clientes. Pero la acción que muestra Murillo no pretende tener una connotación de denuncia ni tiene un predicamento moralizante, simple y llanamente es una escena que al espectador de esa época y de los siglos posteriores nos parece agradable y simpática. Nada más lejos de la consideración pecaminosa que conllevaba la prostitución para la hipócrita sociedad de Sevilla (encabezada por la propia Iglesia que era propietaria de la mayoría de las “boticas” donde “trabajaban” las putas).
También hay historiadores de la pintura que opinan que Murillo solo muestra una simpática escena de coqueteo, pero esto choca con las consabidas connotaciones ventaneras que hemos citado anteriormente. De todas formas, el enigma continúa y este maravilloso cuadro nos sigue, después de varios siglos, emocionando y planteándonos las dudas sobre el sentido que nos quiso transmitir el pintor.
¡Qué sea por muchos siglos!
27/5/2018
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