Tumgik
#tengo que encontrar una manera de que mi bebé haga ejercicio
mearpsdyke · 2 years
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mañana voy a llevar a artemisa al parque por la mañana para que juegue y corretee un rato y desde ya tengo miedo de lo que le puedan llegar a hacer los perros callejeros
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carstairsa · 3 years
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Él había preguntado por ella y ella iría...
Para sufrir un poco más en lo que llega Chain of Thorns... o tal vez les haga la espera más dulce...
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Que no es que me importe por que tenemos cartas de flores de KitTy.
Esto es un extra de Chain of Iron para ser precisos de la edición Waterstones...
FIEBRE
CIRENWORTH HALL, 1900
A decir verdad, Cordelia no esperaba pasar mucho tiempo con James Herondale, cuando él y Lucie llegaron a Cirenworth Hall por unas semanas sin sus padres, quienes tenían algunos compromisos de trabajo muy aburridos en Alicante. Había pasado algún tiempo desde que Cordelia los había visto, y lo que más esperaba era reanudar su entrenamiento parabatai con Lucie. Había ganado suficiente fuerza en sus brazos para blandir de verdad a Cortana, y estaba ansiosa por mostrarlo, y por ver cómo Lucie se había estado desempeñando con su propia espada desde su última visita.
No es que no quisiera pasar tiempo con James. Ella lo hacía. Más de lo que podría haber querido hace un año o dos, era un sentimiento que realmente no quería examinar demasiado de cerca. Pero Cordelia era práctica. Ella puso sus expectativas de manera realista. Lucie era su mejor amiga, después de todo, y ella monopolizaba la mayor parte de su tiempo. Y James acababa de terminar un año más en la Academia de los cazadores de sombras. Si Alastair, (quien actualmente estaba fuera con su amigo Pounceby, en Idris,) era un indició, él podría ser demasiado educado y sofisticado como para pasar tiempo con su pequeña hermana y su pequeña amiga.
Cuando llegaron, de hecho, James era más reservado de lo que ella sabía, (su sonrisa para ella era genuina, pero tensa, y cuando ella menciono la última vez que se vieron en Paris, él solo la observo pensativo y asintió. Ella creyó que sus suposiciones eran correctas hasta que los llevaron a sus habitaciones, en ese momento James le dijo que lo disculpara con todos, que estaba cansado del viaje y que pensaba leer solo un poco hasta la cena. Entonces Lucie llevó a Cordelia a su dormitorio y, con ojos desorbitados, le dijo.
—James fue expulsado de la Academia. No digas nada.
Cordelia guardó silencio. Después de unos treinta segundos, Lucie explotó.
—¿Y entonces?
—Dijiste que no dijera nada—, señaló Cordelia.
—A James—, dijo Lucie, exasperada. —¡No le digas nada a James! Está completamente mortificado por todo el asunto. Por eso está tan callado. Pensativo, ya sabes.
Cordelia luchó por encontrar las palabras.
—¿Expulsado? ¿Por qué?
Lucie agitó los brazos.
—No lo sé del todo. Parece que él y nuestros primos, (Thomas y Christopher) y Matthew Fairchild, se metieron en algún tipo de terrible problema. Todos dejaron la Academia, excepto Thomas. Y James no habla sobre eso. Pero ciertamente parece que él estaba en el centro del escándalo —, agregó, con los ojos entrecerrados por la sospecha.
—¿El hijo de la Cónsul? — Dijo Cordelia —. Dioses.
—Es tan jugoso como puede ser—, Lucie se encolerizó, —pero nadie le diría nada al respecto a alguien como tú o yo. Solo soy un año más joven que James, es ridículo. Pero ese no es el punto. El punto es que debemos ser amables con James.
—No estaba planeando ser cruel con él—, dijo Cordelia suavemente. —Y asumí que el punto iba a ser si podíamos descubrir la historia.
Lucie pareció avergonzada.
—Esa sería normalmente mi intención. Pero James está tan desanimado, no tengo el corazón para ahondar en el misterio. No, debemos dejarlo solo. Está sobreexcitado, y no ayudará que se sienta que está siendo vigilado.
—No parecía sobreexcitado—, dijo Cordelia —. En todo caso, parecía... destrozado. Seguramente sería mejor decir algo, para hacerle saber que todavía nos agrada, ¿pase lo que pase?
—Está sobreexcitado por dentro—, aclaró Lucie —. Y no, yo creo que debamos acercarnos. Yo conozco a James. Cuando se molesta así, se pone como un caballito tímido. Debemos dejar que venga a nosotros, a su propio tiempo.
—Pobre James.
Lucie asintió con gran simpatía.
—Debemos ser fuertes por él. El pobre patito.
Cirenworth no era del gusto de todos, pero Cordelia siempre lo había encontrado hermoso cuando el clima era bueno y las flores florecían en el valle verde de abajo. Desafortunadamente, durante la visita de Lucie y James llovió continuamente, lo que le dio a la finca un aire de pantano frío y gris. A Cordelia le preocupaba que esto arruinara su tiempo con Lucie, pero en todo caso, Lucie solo percibía la casa de manera más romántica, y ni siquiera se desanimó un poco. Con gran entusiasmo, entrenaron juntos, a veces en el lei tai que el padre de Cordelia había mandado a hacer en el salón de baile de la casa, pero a veces de repente estallaban en una sesión de entrenamiento dondequiera que estuvieran paradas. (Cordelia solía tener problemas con su madre por eso; ella señaló que generalmente era idea de Lucie, pero Sona señaló que era la casa de Cordelia). Salieron en botas de agua a recolectar moras bajo la lluvia. Lucie capturo un pinzón y lo puso en una pequeña jaula de hierro que estaba en el cobertizo del jardín; chirriaba fuerte día y noche, hasta que después de unos días Ella lo liberó de regreso a la naturaleza dramáticamente.
Fue una excelente visita con Lucie, pero Cordelia comenzó a desear que James pasara algún tiempo con ellas. Esto, por supuesto, era simplemente por qué estaba preocupada por su bienestar. Él era su amigo y se preocupaba de que fuera feliz, y el hecho de que tuviera una gran cantidad de precioso cabello oscuro y ojos del color del oro viejo no tenía nada que ver.
Pero él se escondía lejos, día tras día, en la sala con un montón de libros y la única medida de actividad a su alrededor era el movimiento de Risa frecuentemente removiendo una tetera vacía, para reemplazarla por una llena. Lucie parecía segura de que quería que lo dejaran solo, y Cordelia tuvo que admitir que su comportamiento apoyaba esta teoría.
Poco más de una semana de esto, donde había comenzado a sentirse como una rutina familiar, Lucie anunció de la nada que James entrenaría con ellas esa mañana.
—Pensé que lo íbamos a dejar solo—, dijo Cordelia.
—Dije que debemos dejarlo venir a nosotros, como un pinzón—, dijo Lucie —. Eso sería él viniendo a nosotras.
En la sala de entrenamiento de color amarillo azafrán, Cordelia y Lucie pasaron por algunas posturas y formas básicas. Hacía solo unos meses que Cordelia había sido la portadora de Cortana, y estaba más consciente de lo normal hoy, pensando en la llegada de James, sintiendo al mismo tiempo un deseo de que él la viera con la espada dorada, y un terrible miedo a parecer torpe con ella.
Esto resultó no ser una preocupación, ya que en el momento en que James apareció en la puerta, Lucie dejó caer su arma de inmediato para saludarlo.
—Espero que no les importe si me uno a ustedes—, dijo. Todavía había un tono de moderación en su voz, como si no confiara en sí mismo para hablar a un volumen normal.
—Por supuesto—, dijo Cordelia, dándole lo que esperaba que fuera una sonrisa tranquilizadora —. Hemos estado esperando que se uniera a nosotros todo este tiempo—. Cuando él vaciló, ella agregó—¿Cómo te sientes?
Él consiguió devolverle la sonrisa. —Está bien—, dijo—. Un poco rígido. No he estado haciendo ningún ejercicio de entrenamiento; me disculpo de antemano por estar fuera de forma.
— Stiff upper lip, más bien—, dijo Lucie, pero no con crueldad. —Los
— Ingleses somos como gatos—, le explicó a Cordelia —. Nunca te haremos saber si no lo estamos haciendo bien.
—Estoy bien, Lucie —, refutó James, su voz un poco más fuerte. Como si hubiera tomado una decisión, cruzó el umbral del lei tai y fue a recuperar uno de los estoques de la pared del fondo. Lo blandió vagamente y luego le dijo a Cordelia —¿Es realmente Cortana la que tienes allí? ¿Entrenas con ella?
—Tengo que hacerlo—, dijo Cordelia. —Su peso es totalmente diferente al del resto de las espadas.
—Excelente—, dijo James —. He estado deseando mucho verte luchar con ella —, agregó. —Lástima que me haya perdido todo el entrenamiento hasta ahora.
Cordelia se sonrojó. James la miró un poco extraño, más de cerca, de lo que solía hacer, quizá.
—Cordelia y yo hemos estado entrenando todo este tiempo—, dijo Lucie airadamente. —Pero ciertamente deberías intentarlo, si quieres.
James saltó fácilmente sobre el lei taiy agarró la espada de Lucie. Él y Cordelia empezaron a luchar, Cordelia medio distraída por lo fácil, se movió. Él le sonrió, haciendo una finta.
Ella se alejó, solo para escuchar a James dar un grito terrible. Como si él hubiera sido apuñalado, aunque Cordelia sabía que no se había acercado con su espada, él se derrumbó al suelo.
Los momentos siguientes fueron borrosos. Lucie se incorporó, arrojandos sobre James. Estaba tan pálido como una sábana, solo tenía dos puntos de color en las mejillas. Su mano estaba en su garganta, como si se estuviera ahogando.
— Por el Ángel, estás ardiendo —, dijo Lucie, y había terror en su voz.
Cordelia no necesitaba oír más. Se dirigió a la puerta, ya llamando a su madre.
Desafortunadamente, dijo el hermano Enoch, su primera suposición fue correcta. Eso estaba dirigido a Sona y Elias, quienes junto con Lucie y Cordelia se habían reunido afuera de la habitación de James mientras el Hermano Silencioso daba su informe. Es fiebre efervescente.
Él es mayor para tenerla —. Dijo Sona, sacudiendo las manos. Ella le dijo a Cordelia —, La tuviste cuando eras solo un bebé.
—Nunca lo he tenido—, dijo Elías. Enoch dijo
Cualquier cazador de sombras que no la haya tenido antes tendrá que dejar la casa hasta que haya terminado su curso. Los sirvientes mundanos pueden quedarse, ellos no son susceptibles.
Eso significaba que Sona y Cordelia se quedarían, y los otros tenían que irse. Elías anunció que aprovecharía la oportunidad para ir a Londres por algunos negocios que necesitaba atender, y llevaría a Lucie con él, para quedarse con alguna de sus tías y tíos Lightwood. Lo siguió un torbellino de actividad en el que Cordelia se sintió mal; su padre y Lucie se preparaban para partir, sobre la objeción de Lucie; su madre y Enoch discutiendo los mejores tratamientos para James y el mismo James, por supuesto, aislado en su habitación.
Al día siguiente encontró las cosas tranquilas, pero ahora de una manera que se sentía inquietante, la casa extrañamente vacía. Esto podría haber sido porque el hermano Enoch permaneció en la casa y paseaba por los pasillos silenciosamente (como, supuso Cordelia, podría haber predicho). La tranquilidad de la habitación la enfermo y la vista de las túnicas sombrías del hermano Enoch en los pasillos la puso nerviosa; incluso más cuando se acercó a ella esa tarde.
He preparado un elixir para James, dijo, ofreciéndole un líquido nacarado y opaco en una taza de arcilla. Era desagradablemente espeso y gris. Ella lo tomó, tratando sin éxito de ocultar el movimiento de su nariz cuando encontró su olor por primera vez. Ayudará con la fiebre y con el dolor. Necesita dormir, más que cualquier otra cosa. No hay nada más que hacer que esperar.
Cordelia asintió, todavía un poco intimidada por un Hermano Silencioso que le hablaba en su propia casa.
—Se lo llevaré ahora—, dijo.
Enoch asintió con la cabeza y se dispuso a irse, pero luego vaciló y se volvió por un momento.
No necesitas dejar el elixir e irte, por cierto. Sería perfectamente seguro que te quedaras con él mientras lo bebe, si él necesita compañía.
James resultó estar necesitado de compañía; para sorpresa de Cordelia, estaba despierto, moviéndose inquieto bajo las sábanas. Siendo James, notó con pesar, se las arregló para hacer que la fiebre escaldada le quedara bien. Tenía la cara enrojecida y el pelo enmarañado hasta la frente, pero eso solo la hizo pensar en Keats, desvaneciéndose maravillosamente en su dormitorio monacal en Roma. La luz de la mañana que entraba por la ventana era menos como el brillo dorado del sol italiano y más el color menos el resplandor de las nubes de lluvia inglesas, pero no se podía tener todo.
No estaba segura de qué decir, pero James rompió la tensión con un ataque de tos prolongado de inmediato.
—¿Agua? — dijo con voz áspera.
Cordelia dejó la taza y los libros que había traído consigo y le sirvió un vaso de agua de la garrafa en la mesita de noche. Tuvo problemas para sostener el vaso. Ella ahuecó su mano alrededor de su cuello, sosteniéndole el agua contra la boca para beber. Su cabello le hizo cosquillas en la mano. Era tan suave como la pelusilla de una pluma. Eso pareció agotarlo, y sus ojos se cerraron por el esfuerzo cuando terminó de beber.
— Por favor, dime que ya tuviste la fiebre efervescente.
—Sí—, dijo ella —. Mi madre también la tuvo. Y los sirvientes mundanos son inmunes. Todos los demás se han ido. Deberías tomar un poco más de agua.
Añadió, examinando el rubor en sus pómulos con preocupación.
—¿Ese es el tratamiento?
Cordelia le dio una sonrisa simpática.
— No, el tratamiento es un brebaje grisáceo hecho por el Hermano Enoch, y te sugiero taparte la nariz cuando intentes tragarlo. Ayudará con la fiebre, pero aparentemente no hay nada más para esto que el tiempo.
James asintió con la cabeza, con los ojos aún cerrados.
—Te traje libros —, añadió —. Están encima del escritorio.
James abrió los ojos y la miró entrecerrando los ojos. La luz obviamente le molestaba los ojos, y ella pensó, oh… él ni siquiera podrá enfocarse en las páginas.
Reuniendo el coraje de sus antepasados ​​que habían sido dignos de blandir la espada Cortana, ella dijo.
— Yo podría leerte.
James sonrió y, antes de que pudiera detenerse, Cordelia enumeró lo que había traído, la extraña colección de literatura persa e inglesa que sus padres habían esparcido por la casa. James tuvo algunas ideas y logró hacer algunas bromas mientras discutían los libros, interrumpido abruptamente por Sona, quien entró y se quedó paralizada de sorpresa al ver a Cordelia.
—¿En serio? ¿Sola en la habitación de un chico?
Le dijo a su hija, levantando las cejas más de lo Cordelia las había visto nunca.
—Mâmân —, dijo Cordelia. —Apenas se puede sentar. Y yo soy una guerrera entrenada que empuña una espada mítica.
También tenía el permiso de Enoch para estar allí, estaba a punto de decir, pero Sona la echó para que aplicara algunos de sus propios remedios para la fiebre. Cordelia volvió a su dormitorio, esperando que ella estuviera en problemas, pero una hora más tarde, Sona asomo la cabeza por la puerta y dijo.
—James dice que, si estás dispuesto, le gustaría que volvieras a leerle más tarde.
Cordelia asintió con la cabeza para permitir que apareciera una sonrisa.
Su mamá asintió nerviosamente, y solo después de que su madre se fue, una sonrisa apareció en su rostro. Él había preguntado por ella y ella iría.
Por los próximos días, ella siguió un horario regular: desayuno, mirar brevemente a James, entrenar, almorzar, leerle a James. Si él estaba despierto después de la cena, ella también le leería entonces, sosteniendo el libro en una mano y una piedra de luz mágica en la otra.
Nunca supo en qué forma lo encontraría. A veces temblaba de frío y otras veces tiraba todas las mantas, sofocado por el calor. A veces se estremecía o decía cosas que no tenían sentido. A veces, sus misteriosos ojos dorados parecían seguir algo que ella no podía ver mientras se movían por el techo.
Su madre aceptó que le leyera a James, y Enoch la alentó, porque no solo era lectura, sino que le ayudaba de manera más general. Ella apagaba el fuego cuando era necesario, agregaba o quitaba mantas, le limpiaba la frente con un pañuelo.
A menudo se quedaba dormido mientras ella leía, lo cual estaba bien a menos que tuviera una de sus pesadillas. Sabía cuándo venían porque, resultó que, James a veces hablaba en sueños. Se agitaba incómodo y murmuraba sobre fuego y ceniza, suelo negro lleno de cicatrizado, un viento terrible y espinas retorcidas. Él nunca recordaba nada sobre estos sueños, y cuando ella le preguntó, él solo se mostró avergonzado y dijo que la fiebre obviamente estaba perturbando su mente, y que ayudaría si ella le leyera un poco más.
—Tu voz ayuda.
Susurró, su voz raspada. Sus delgadas manos se cerraron y abrieron sobre las sábanas mientras su fiebre subía y bajaba. Desesperada por calmarlo, Cordelia eligió uno de sus poemas favoritos, Nizami contando la historia de Layla y Majnun.
No había recordado muy bien lo romántico que era, de lo que se dio cuenta cuando ya estaba inmersa en los pasajes relevantes. Pensó en Florence Nightingale y en cómo se rumoreaba que los jóvenes soldados que eran sus pacientes se habían enamorado de ella. Avergonzada, miró a James, solo para encontrarlo mirándola, sus ojos dorados ardiendo… con fiebre, por supuesto, se dijo a sí misma después.
Las pesadillas solo la asustaron realmente una vez. Era de noche, después de cenar. La mayoría de las noches James se dormía bastante rápido, pero esta noche parecía casi demasiado despierto, agitado, sus ojos escudriñaban la habitación con ansiedad. Cordelia trató de concentrarse en mantener su voz firme, reconfortante, tranquila.
Pero entonces sucedió algo muy, muy extraño. El parecía desvanecerse, de la vista, como un fantasma, y ​​donde él había estado solo estaba una sombra negra, como una silueta de James, todos los detalles desapareciendo. Ella arrojó el libro y corrió sobre él y él extendió la mano hacia su brazo con la mano ensombrecida.
Lo que sintió cuando la agarró fue terrible. La sombra era James, pero tampoco era James; él estaba presente y también la estaba alcanzando desde muy lejos, desesperado por regresar. Su corazón latía de miedo. Nunca había oído que algo así le sucediera a nadie debido a la fiebre efervescente.
—James—, dijo con urgencia —, debes resistir. Debes hacerlo—. Todo su cuerpo estaba tenso—. No te vayas a ningún lugar. Quédate conmigo.
Como si procediera del fondo de un pozo, su voz llegó, débil y tenue.
—Muy frío. No puedo calentarme. Nunca... podré calentarme.
Cordelia entró en pánico. James ya estaba casi asfixiado en mantas, el fuego rugía en la chimenea e incluso había una bolsa de agua caliente. Pero él estaba temblando como si se le fueran a romperle todos los huesos. Apenas sabiendo lo que estaba haciendo, se subió a la cama tan suavemente como pudo. Las mantas eran un extraño enredo. Extendió la mano hacia la forma ensombrecida de James, sosteniéndolo como si estuviera a punto de caer de un largo camino y solo ella pudiera arrastrarlo de regreso a un terreno seguro.
En el fondo de su mente, pensó con un sonrojo en lo que diría su madre si entraba, aunque ella se había ido a la cama hacía horas. Cordelia tenía la vaga sensación de que seguramente esto parecería un escándalo. Pero James estaba temblando, susurrando, con tanto dolor y miedo en su voz. No podía abandonarlo más de lo que hubiera abandonado a un lobo con la pata atrapada en una trampa. Ella lo abrazó, a su yo sombra, con fuerza, las mantas arrugadas entre ellos, aunque ella se estremeció por el frío que venía de su cuerpo en oleadas.
Lentamente, durante los siguientes minutos, su temblor se redujo a escalofríos. Comenzó a volver en sí mismo, la sombra se desvaneció gradualmente, el color y los detalles de él volviendo a aparecer. La tensión en su cuerpo comenzó a soltar su agarre. Apoyándose en un codo, miró hacia abajo a su rostro. Él era tan pálido como el papel, pero; ella no pudo evitar notar; era hermoso. Él era de todos los colores más duros: pestañas y cabello negros, piel blanca, mejillas enrojecidas y una cimitarra de oro debajo de cada ojo medio cerrado
Ella sintió algo peculiar retorcerse dentro de su estómago. En ese momento cualquier vestigio de la sombra se había desvanecido, y James era completamente él mismo de nuevo. Se estremeció y cerró los ojos, y Cordelia sintió que la tensión también abandonaba su cuerpo. El episodio había pasado, tanto si había hecho algo para ayudarlo a progresar como si no. Tenía que admitir. sin embargo, que abrazarlo mientras se dormía no era una gran carga. De hecho, pensó con una oleada de timidez, si eso le ayudaba a dormir tranquilamente, estaría perfectamente dispuesta a hacerlo incluso en circunstancias sin fiebre.
Ella le apartó el cabello de la frente, donde estaba atascado, y observó cómo su respiración se ralentizaba y se volvía a dormir por completo. Solo se sintió aliviada de permanecer lo suficientemente despierta como para levantarse con cautela de la cama, atender el fuego y regresar de puntillas a su propio dormitorio. La sensación de la fría sombra de James, y también del cálido y sólido James que había regresado, se quedó con ella durante mucho tiempo.
En uno o dos días más, su fiebre desapareció y, con ella, el hechizo. No sabía cuánto recordaba James de su enfermedad. ¿Sabía siquiera cuánto tiempo había pasado vigilándolo? Seguramente los días se habían vuelto borrosos para él, y apenas debía haber sabido lo que estaba sucediendo. Nunca dio ningún indicio de que recordara haberse convertido en una sombra, y Cordelia ciertamente no estaba dispuesta a mencionarlo.
Lucie regresó después de otro día, con Will y Tessa, quienes estaban desesperadamente felices de ver a James. Unos días después, James y Lucie partieron hacia Idris, donde pasarían el resto del verano. Cordelia quería contarle a Lucie cómo le había ido con James, que le había leído, que se había asegurado de que estuviera lo más cómodo posible, que se había convertido en una sombra. Pero no se le ocurrió ninguna forma de abordar el tema, y ​​parecía claro que James no le había dicho a Lucie nada de eso. Entonces, tal vez sus sentimientos de preocupación, de cuidado, de alivio por su recuperación eran solo los de un amigo por otro amigo.
Pero Cordelia sintió una grieta en su corazón, una que no había estado allí antes, y el dolor de su partida, de la partida de James era algo que nunca había conocido antes. Ella no lo había echado de menos de esta manera. No se dio cuenta de que pasaría mucho, mucho tiempo antes de que dejara de sentir la falta de él dentro de su corazón.
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