Tumgik
#yo no pienso releer un carajo así que lo lamento (o no) por este quilombo
yungbeefz · 10 months
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Cuando la notificación se dispara en la parte superior del celular, Covarrubias primero va a deslizarla hacia la derecha, ignorándola así, más lee el nombre de Rafaela primero y después el de Émile. Lo que viene después es el fruncir del ceño, los ojos oscuros que ven las letras moldeadas como una mentira de esas que son pesadas y que desenfundan con el único propósito de lastimar. Levanta la cabeza hacia el casillero y se echa el desodorante y lo deja ahí otra vez, poniendo el celular sobre el bolso deportivo antes de vestir el torso con una camiseta limpia. Va con el celular en la mano desde el vestidor de hombres frente a la cancha de fútbol de Alabaster hasta el sendero que lo lleva a los dormitorios de Sterling. Mira nuevamente la pantalla y después la bloquea y echa el móvil en el bolsillo del pantalón y sigue caminando, la espalda bien recta, el mentón alzado, la nuez de adán moviéndose levemente ante el movimiento del cuello, preocupado por parecer relajado. El madrileño piensa que muchas cosas que ahí se dicen son mentira, pero también muchas de esas son ciertas. Todo lo de Dione y Émile, por ejemplo. Todo eso fue cierto. Y todo lo que le dijo Dione Quarshie a él para amansarlo fueron las mentiras. Piensa luego que cómo Rafaela Barceló, que lo besa a él y le habla a él y le comparte cosas de su vida y pensamientos más profundos, cómo ella iría a buscar a Émile después de que Covarrubias le contó de las peleas, del escupitajo en el rostro, de que todo el tiempo la chica que le gustaba estuvo cogiendo y besándolo y queriéndolo a él a espaldas del madrileño que le pidió, única condición, que con Émile no. Así que le parece todo una tontería y cuando entra a su dormitorio, se deshace de las zapatillas y se pone a hacer la cama, la cual dejó distendida en pos de ir rápido a la cancha a entrenar, único momento de paz en el último tiempo, sobre todo desde que está esperando probarse en clubes deportivos ahora que pasó lo peor que le podía pasar. Y piensa que lo peor que le podía pasar ya le ocurrió y que no tiene que ver con ninguna mujer: el Real Madrid le cerró las puertas y ya no tiene hogar pues claro que ese fue el único centro, ahí donde gritaban su nombre y seguían su trayecto desde niño.
Así que ahí en la habitación, una vez tendida la cama, inspira profundamente y busca convencerse un poco de eso, que el Real Madrid dolió más que cualquier mujer o que los problemas con cualquier tipo y que duele más que el rechazo de su madre. Se acomoda la cadena al pecho y después chasquea la lengua y a más o menos los quince minutos se da cuenta de que no le sale ese convencimiento, que siente la sangre hervir, amenazando a salir por borbotones por la boca. Covarrubias se empieza a decir entonces que no irá a increparla con esto. No es vergüenza lo que siente, si la vergüenza la conoció obligado a irse de Madrid en un vuelo de madrugada, pero sí algo igual de terrible. No le dirá celos ni confiará que le molesta, parecida la sensación a como debe sentirse bajar la palma entera por lo largo de un clavo. Y piensa que Rafaela Barceló, por lo que ha podido observar, es recelosa de sus cosas y no cree en la gente. Y en algunos sentidos es parecida al madrileño, y el madrileño se siente un tipo con un código de moral dudoso pero con una lealtad impoluta. Y Dani no sabe qué le dio exactamente cuando se acostaron en este mismo dormitorio, pero está seguro que fue algo de verdad. Por eso no entiende. Y por eso se dice que es mentira. Y por eso después dice que no le importa en lo más mínimo. Y después se siente herido. Y luego rabioso, por lo que termina por salir de esa habitación y comienza a caminar hacia los dormitorios de Crimson. Si Barceló no está allá, a lo mejor esté en la biblioteca. Si no está ahí, a lo mejor en el comedor. O metida en algún escondite dibujando lo que ve, siempre como vigilando.
Cuando se mueve hacia la sala común para salir por la puerta del edificio, sus ojos se cruzan con la puerta de LaMontagne, que como si no fuese suficiente castigo lo demás, ahora es un Sterling. Dani nunca ha sentido amistad con nadie antes de Alabaster y en Sterling se forjaron lazos que se sienten fuertes. Como cuando todos vieron a Jean muerta y eso les cambió la vida. Y LaMontagne a eso no lo podría entender. Así que entonces Daniel Covarrubias se siente igual que antes, como cuando vivía en Madrid y salía del Bernabéu hecho un maremoto porque el equipo suyo había perdido el Clásico así que se sentía frustrado e incontrolable y tenía que comenzar alguna pelea. Y a Émile lo odia, honestamente. Lo odia porque sabe que su padre es un asesino en serie y sabe que ha sacado todo lo malo de él, y el padre de Covarrubias no es bueno pero Dani ha sabido hacerse mejor y solo. No como Émile que trata mal a las mujeres, como a Fiona, que la mareaba y la desquiciaba y le levantaba la voz. Así que Dani observa la puerta y no sólo la observa sino que por un instante casi puede sentir que los ojos la atraviesan y pueden ver al francés ahí adentro. Y no golpea la puerta ni la muele pero la pierna zurda, potente y más hábil, se levanta y ahí se estampa con ganas y voluntad sobre la superficie de la madera. Escucha el astillar pero no se gira a mirar, sigue adelante y sale del edificio de Sterling. Se le baja un poco el enojo con eso, pero no la frustración. Tampoco lo herido. Eso le duele más. Se dice que es mentira pero va a buscar a Rafaela para que le diga qué pasa, cosa que no hace sentido ni para él que siempre se miente.
La busca entonces hasta que la encuentra. Y ahí la mira y trata de parecer despreocupado, más sospecha que en este corto tiempo le ha dejado ver varios puntos ciegos suyos, por lo que tampoco descarta que la rubia pueda verlo. Por lo que se dice que a lo mejor es estúpido estar acá con el mentón alzado y la mirada ensombrecida, pero tampoco sabe cómo salirse bien de ese molde. No sabe bien cómo debería actuar. Tiene ganas de saludarla con un beso, pero también tiene ganas de mirar al piso aunque lo evite a toda costa, y Rafaela Barceló le parece una mujer capaz de absolutamente cada cosa que se ofrece en el mundo. Por eso se siente confundido, sin saber para qué lado gira el cuchillo. —Qué linda estás. —Es lo primero que le sale. —Quiero hablar contigo.
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