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Reyes
Todo empezó con la película de Excalibur. Hace tanto tiempo que casi da la sensación de que solo me acuerdo yo.
Estábamos en un cumpleaños y solo recuerdo que cogí un periódico y vi que ponían esa película por la noche.
Alber inmediatamente dijo, claro, la espada del rey Arturo. Yo no tenía ni idea ni de como se escribía pero, así soy yo, había que volver corriendo a grabarla.
Tengo que decir que no querría tener una hija tan insoportable como yo.
Siguiendo con el recuerdo, paciencia, llegamos a casa y cogí la cinta de vídeo para grabar, la primera que había.
El video estaba en el salón de los abuelos, en la mesa de cristal gordo de la esquina, con bordes dorados. Así de pequeños éramos mi hermano y yo.
Esa famosa cinta solo duraba hora y media. Parece una tontería pero para la mitología familiar no lo es, seguro que esa peli , si le preguntamos a Alber, no empieza por el inicio , la música, las letras, sino por.....
Excalibur, es parte del dragón también.
Pues ese fue el inicio de mi obsesión con el rey Arturo y el inicio de mis mejores navidades.
Esas navidades los reyes me trajeron dos libros del rey Arturo y....
El castillo...
Si, Alber, ese castillo...
Son los mejores regalos q tuve y no hubiera podido hacer nada sin que mi hermano me montara ese castillo imposible con esa pieza que sobraba o faltaba.
Me acuerdo de que estábamos en el pasillo y Alber montó su granja, tan concentrado y me hizo un plano en un papel para que yo pudiera construir el castillo, después de conseguir montarlo él.
Ni que decir tiene que esto fue el inicio de una gran amistad en forma de serie de aventuras castillo y granja y no recuerdo jamás haberlo montado yo sola, con o sin plano.
Toda esta historia es para acordarme de uno de mis reyes más felices y sobre todo porque creo que fue la primera edificación de mi hermano, que, seguro que no se acuerda, conocía la leyenda de Arturo antes que yo.
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La guerra del videoclub.
Todo empezó hace mil años, cómo se dice, hablando de clásicos, en Conan o Excalibur, con la peli de cristal oscuro.
Me ha robado la frase!
Creo que es la primera película que recuerdo haber visto en cine, con mi madre y mi hermano, pequeño y pesado, ya lo explicaré.
Tenga el lector a bien restar 3 años a la edad de la protagonista, por si lo de “ hermano pequeño no ha quedado lo suficientemente claro .
Yo ya era rara desde pequeña porque imagino que sería bastante peque viendo esa peli. Recuerdo, con esos ojos de niña, los esquexses, o lagartos gigantes que a cualquier niño le habrían asustado.
A lo mejor una palabra mas adecuada es “ traumatizado” Estamos hablando de buitres antropomórficos que se tragaban a sus hijos y se mataban entre ellos en un mundo en el que Tim Burton aun no había puesto lo gótico de moda, el hermano pequeño a lo mejor tendría 5 o 6 años .
Yo salí del cine emocionada y buscando al día siguiente los cuatro soles de ese reino. Aún no había libros de la peli y tampoco volvi a verla en cine pero cuando llegó al videoclub me faltó tiempo para decir que quería cogerla.
Craso error y enorme estupefacción.
Alberto se acordaba de la peli y ni de broma quería saber nada.
Creo que ya por aquella edad, y en otro alarde de empatía gestión emocional y educativa también me habían llevado a ver ET. Otro bicharraco grasiento y asqueroso que gruñía en la oscuridad se tiraba en los descampados pálido cual yonkie. Y encima era el mejor amigo de un niño de 8 años.
Si el amor en nuestra familia estaba pervertido de toxicidad, chantaje malos tratos etc… estos delicados ejemplos ya nos dejaban sin esperanza de normalidad alguna para el futuro
Ahora es cuando hay que decir que parte del plan educativo de mi madre, para que Alberto y yo compartiéramos cosas, era, hay que ver, elegir pelis comunes.
O sea que comíamos cada uno por su lado en bandejas pero las pelis debían ser comunitarias.
En esto coincido, y eso que normalmente en los repartos mi hermana tenía una media de no menos de 1.9 patatas más que yo en su plato, que además ingería más despacio adrede para hacerme rabiar cuando a mi no me quedaban. Sádico.
Yo solo recuerdo que estuve meses queriendo coger la película, pero no había manera, lagartos tenebrosos no.
Podrá aquí entender el lector la diferencia entre el enamoramiento y el trauma . Los recuerdos son mas borrosos en el enamoramiento que en el pánico atroz y mi querida hermana aun piensa que esas criaturas monstruosas son lagartos, cuando en realidad , uno no olvidará en su vida que son buitres. Una diferencia notable.
Claro que yo me vengué a mi manera y le decía a Alberto que era un miedica, y en Las Rozas mirara debajo de la cama en busca de bichos que le atacarían mientras durmiera.
Fenomenal. Ven?
Pero hemos compartido grandes sesiones de pelis como Rocky, o Noche de Miedo.
Lo mejor fue que, al ver Cazafantasmas, mi hermano, que se entusiasmaba con el cine de forma diferente, ya apuntaba maneras creativas...
Se nos ocurrió crear el grupo de asalto los destruye olas, para lanzarnos, cómo caimanes, sobre el mar.
No parece gran cosa, pero entre otras excentricidades, mi padre se iba al chiringuito de la playa y nos dejaba bañarnos solos, incluso con bandera roja.
Así que las olas no eran pequeñas.
Comparado con cruzar una cala a nado, no es para tanto. Pero sí…buenos ratos e inconsciencia a tope. El sentido del peligro siempre ha estado un poco difuminado entre hospitales , brechas en la cabeza y anecdotillas familiares. Acuáticas ,unas cuantas.
Todo tan divertido que nunca le he tenido miedo al mar. Pero bueno, a Alberto no le valió solo con entrar en acción en bañador, no. Hizo unos dibujos del equipo completo, buzos, arpones, logo...
Cuando hago algo lo hago a conciencia…diría Paul Newman en El golpe, o un menos digno Tom Hanks en ellas dan el Golpe…” si pagan bien…
Menos mal que nos conformamos con eso y no fuimos al corte inglés para comprar algo parecido, mi padre lo mismo se hubiera reído, y lo habría pagado.
Pero recuerdo dos pelis en especial, la momia y el señor de los anillos.
Fuimos a ver la momia como una peli más, y Alberto, por lo que recuerdo, estaba bastante gruñón. Por eso me sorprendí mucho cuando, en medio de la peli y cuando yo me estaba partiendo de risa, le miró de reojo, mirándome y con una sonrisa de oreja a oreja.
Yo seguí viendo la peli cómo hago con todas, cuando me entusiasma algo, me río, procuro que sea bajo, o murmullo, sobre todo para mí.
Al salir Alberto me dijo, y me dejó asombrada, que lo que más le había gustado era verla conmigo.
Si entendemos reírse bajito como un ataque de hipo incontrolable, cómo explicar... Si alguna vez han ido ustedes al zoo y pueden imaginarse una hiena o burro salvaje con hambre y catarro a la vez. Un espectáculo. La peli de la momia, ya de por si muy divertida y la banda sonora de mi hermana contagiando al cine son efectivamente un gran recuerdo. También que fuimos a por pan preñado que a Mamá le encantaba , poco antes del cine, por la zona de sol. No olvidare a Brendan Frasier diciendo “ voy a buscar ayuda” mientras se tiraba por la borda.
El señor de los anillos no la habría visto si no me hubiera sacado la entrada.
Yo tenía, y tengo, mi propia imagen de los personajes y no quería cambiarla, pero el hermanito se presenta con la entrada y su amigo Borja bajo el brazo.
Hermana, esta criatura comparte mi camino…
Irresistible plan, sobre todo porque Borja no tenía ni idea ni del libro ni de la historia y Alber y yo disfrutamos a la salida con una discusión de alto nivel sobre la influencia del anillo cuando el hereje se atrevió a discutir y a protestar, porque no entendía como los protagonistas se casi desmayaban al acercarse el rey brujo y el anillo.
En fin, supongo que también cuenta como cine, oído, los partidos de fútbol que escuchábamos en la radio, al llegar a las Rozas, y mejor, los partidos imaginarios que nos contábamos España y , no Dinamarca sino el maligno Morten Olsen
Siempre acababan a tortas, como si ya tuviéramos la peli de el castañazo en la cabeza.
Solo hay dos cosas que no le perdonó, una, que, se inventara toda una serie de figuras de la serie v que había visto, no sé dónde, y que me describía con todo detalle, y que, insistía en que iban a llegar a España, y no, no llegaron...
Feísimo detalle, pero la venganza es un plato que se sirve frio. Eso por lo de los mostruos debajo de la cama!
Y que fuéramos a ver gladiator los tres y por su culpa la peli ya había empezado.
Entre el shock de ver las letras y pocos minutos después como hablaban del Senado como si fuera una asamblea popular y cómo iban a restaurar la República, tras 160 años de imperio, no pude ver la peli con tranquilidad.
Pero mi hermano me debe un favor....un gran favor....ser la única persona capaz de recitar quo vadis.
“ como conseguir en una sesión de clase de historia que toda tu clase te haga bullying…qué favor? Le dijo Rocky a Apollo. O mejor dicho, “ y qué les he hecho yo??” mejor lección de empatía que nos daría el bueno de Polly en la misma cinta. Rocky 3
Pd feliz cumpleaños pequeñito, este no es un gran relato pero es para ti.
Me debes y te desafío a ver Excalibur entera, recitando de memoria la parte que ya sabes, visto que no te acuerdas ni reconoces el conjuro de la creación.
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El Metro
Mi madre murió.Me ha costado tres años darme cuenta, no solo de que no la voy a volver a ver sino de que ni siquiera puedo volver a hablar con ella. Ni imaginar lo que me diría, ni siquiera en sueños.Ella se suicidó, y por eso hay cosas que nunca van a poder solucionarse, ni para ella ni para mí. El dolor es demasiado grande y ella ya dijo todo lo que tenía que decir. Pero los recuerdos existen siempre y esa es la forma de inmortalidad a la que todos podemos aspirar, existimos mientras alguien nos recuerda. Y los recuerdos no son todos malos. Ella era una persona excepcional, tanto en lo bueno como en lo malo, capaz de hundirte en la oscuridad, temblando, con un grito, como de llevarte de viaje a ver un monasterio en Yuste, en un solo día de trayecto. Ella te daba los sueños y las pesadillas.Por eso es tan difícil de olvidar, a pesar de que se dice que la maldición del hombre es el olvido.Ahora creo que la maldición , si puede llamarse así ,es (para los que no creemos en la otra vida), saber que nunca volverás a ver a quién quieres ni tendrás ocasión de arreglar algo roto,es así de definitivo. O no lo es... Durante el primer mes tras el golpe, el estupor, el dolor frío, creía ver a mi madre, de vez en cuando. No en mi imaginación, sino subiendo las escaleras del metro cuando vi a una señora de espaldas con su misma estatura, pero lo más curioso es cuando la ves girar la cabeza, un leve atisbo del perfil una mano delgada que se aparta un mechón blanco, el mismo gesto y sientes que te sobresaltas hasta que ves que no es ella. Pero es un reflejo. De lo que fue. Lo que quería contar es diferente.Yo estaba sentada en el metro, de camino al trabajo, justo en la plaza castilla, hasta puerta del sur, igual pero en sentido contrario a cuando íbamos al colegio de pequeños. Al principio mamá nos acompañaba, antes de que nos permitiera ir solos. No tengo malos recuerdos de esos momentos, aunque era mucho más divertido cuando íbamos Alberto y yo, y lo mayores que nos creíamos.Ella repasaba los deberes, sobre todo las capitales de Europa, pero siempre deprisa, siempre agobiada, desde por la mañana, arañando tiempo para vestirnos, el desayuno , los deberes. Ahora me doy cuenta de lo agobiante que debe haber sido estar en una casa que no es la tuya, vistiendo a dos niños pequeños, con un armario para tres sin coche...y con una hija que hablaba sin parar por la mañana.Yo estaba sentada en el vagón, no recuerdo si con un libro o un expediente, y lo normal es que no hubiera levantado la vista, y no se porque lo hice.O si. Una niña preguntaba a su madre cuál era la capital de Islandia. Lo que me hizo levantar la cabeza fue la respuesta , la madre le dijo cómo no te acuerdas de la peli de viaje al centro de la tierra.Claro, a mí me encantaba esa peli y busque con mamá la forma de llegar, con un mapa, en la mesa de cristal del salón. Así las vi justo delante de mí, una madre joven y su niña. La niña tenía uniforme de colegio la falda de tablas, hablaba y tenía un libro de texto sobre las rodillas. No se parecía en nada a mi. Tenía el pelo largo, liso y rubito, pero eso sí, igual de preguntona. Estaba feliz y relajada. La mujer sin embargo era mamá. Era igual que ella de joven con 30 años. Muy delgada, rubia, con sus gafas redondas y un paquete de tabaco como el suyo. No puedo explicar cómo sé que era ella. Solo lo sé porque la recuerdo asi, las manos, los gestos y la sonrisa, en esa nariz ancha...Llevaba unas gafas rosas muy originales y el pelo muy corto, quitándoselo a manotazos de la frente. Si , los gestos eran nerviosos pero la sonrisa era feliz y hablaba a la niña sin prisas.Le quitó suavemente un pelo de la cara, le dijo que recogiera el libro, que tenían que salir. Yo me quedé parada, mirándolas tanto seguramente, que ella me miró a mí, una señora de mediana edad, de negro, de aspecto estrafalario y con el pelo casi afro, de punta.Casi esperaba que me dijera algo, o que viniera y me atusara el pelo, algo, lo que fuera, pero sonrió levemente, supongo que sorprendida de que yo la mirara fijamente.En seguida cogió a la niña de la mano y salieron del vagón. Yo solo podía pensar que ojalá que fuera ella, ojalá le hubiera sido dada otra vida, otro comienzo, otra familia y otra hija a la que querer sin agobios, por elección, sin miedo.Pero está el vacío que queda porque ella puede que tenga otra hija, pero no seré yo, nunca me volverá a conocer, a regañar, a asustar o a querer. Pero era ella, lo sé, y no pude decir nada y es por eso porque no me reconoció, y me quedé llorando.
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¿Cómo empezaríamos este relato si se tratara de esas historias de fantasía que a veces les gustaba compartir? Sería algo así como … “Fue antes de los tiempos oscuros”
Aunque eso ellos no lo sabían. Ni podían imaginarlo. Apenas tenían nueve años él, doce ella, y ya por aquel entonces les sería difícil distinguir lo realmente grave en una normalidad (palabra muy de moda ahora) de sobresaltos periódicos, casi rutinarios.
De alguna manera, Coco y Alber, o Alberto y Rut, que vagaban por el metro ya desde hacía tiempo ellos solos de camino al colegio, estaban acostumbrados a acompañarse en cualquier escenario sin ser muy conscientes de lo que pasaba alrededor, ni de que se estaban acompañando. Tan solo estando el uno con el otro.
Pasaban los días entre esos trayectos en los antiguos vagones de la línea 1, las clases del cole, en las que cada uno a su manera eran bastante aplicados, y algún espacio para diversión y juegos en los pasillos de la casa en la Calle Castilla, que otra cosa no, pero pasillo tenía medio kilómetro.
Probablemente, siempre fueron tiempos oscuros. Pero ellos todavía no lo sabían.
De estas y otras cosas solo tomarían cierta consciencia años después, si acaso, y a menudo más en las historias de los demás que en las suyas propias. No les podría hacer efecto de otra manera. La gente les recordaría con una mueca (o directamente echándose a llorar). Un compañero de trabajo de su madre aquí, un vecino de Altamira allá… en algún momento de sus vidas alguna pista les daría de lo mal que llegaron a estar algunas cosas cuando eran pequeños.
Final de la década de los 80, diciembre. Una época de la que una familia más bien atrincherada en cuatro o cinco cosas que le mantenían funcional, sabia disfrutar muy bien. La navidad de hecho entraba como espíritu festivo ya en Noviembre cuando el cumpleaños del tío Luis, La abuela Pepa y el santo de Alberto arrancaban con una serie de celebraciones (tarta y viajecito al corte ingles del Paseo de la Castellana mediante) que iban calentando el cuerpo para el conjunto de liturgias que arrojaría el invierno festivo poco después.
Como el lector ya sabe, a partir de la década de los 90 la Navidad pasaría a comenzar en noviembre de todas maneras, también Corte Inglés mediante.
Visto así, eran tiempos incluso felices. La familia del número 9 se agitaba con las vacaciones conforme encaraba el primer viaje a por turrón en el supermercado ( La Casa se llevaba la palma, con los turrones a gusto de todos) de algo raro y nuevo que se pedía Alberto ( y cuanto más raro mejor, aunque luego abriera la tableta y no le gustase) y de algo más sólido y constante ( y de trufa , claro) que se pedía Rut año tras año y que de agotarse habría que buscar en todos los supermercados del país. Su Madre se apuntaría a algún turrón con yogur o frutas del bosque que pellizcar por las noches junto al vaso de Kéfir. La abuela, angélico y santa paciencia pues a lo que le dieran, siempre y cuando no le fastidiase la dentadura. A Luis habría que atarle para que no se acabara las existencias (de turrón o simplemente de lo que hubiera) dulces o saladas, a cualquier hora del día. (Olvidaron traerme los entremeses!!! Habría dicho Obelix en aquella escena de las doce pruebas). De modo que las noches a veces eran más activas que el propio día, frente a la nevera, por turnos.
Y así iban esas semanas. Los dos hermanos pasarían a menudo unos días en Murcia recién dadas las vacaciones, algún año el mismo día de navidad, a veces incluso con su Madre. Antes de que se torcieran un poco las cosas, al menos. Y mucho antes de que se torcieran del todo. Pero bueno, definitivamente eso es otra historia.
Como si no hubiera suficientes excentricidades en esa casa, otra curiosidad: si hay algo que unía en esas fechas a una familia tan atea - excluyendo a la pobre abuela, religiosamente aterrada con las camisetas de grupos de música de Alberto (la de Sepultura se llevaba la palma) era montar el dichoso Belén.
Montar el Belén incluía la liturgia de ir a La Plaza Mayor a por piedrecitas de rio, figuritas de pastores, sacos de musgo. Montañas de espumillón. Era una visita importante para ellos, entre otras cosas porque aquello evitaba que a su Madre le diera por recoger hojas, piedras o musgo en cualquier parque urbano y llevarlos a casa, no sería la primera vez, cosa que a los dos ya desde jóvenes les daba bastante vergüenza ajena la verdad sea dicha.
Otra ventaja, que te tomabas una trufa en la Puerta del Sol de camino. Lo habrán notado : efectivamente, todo con sabor a trufa se convertía automáticamente en tradición. La tercera forma sagrada sería el helado de Palazzo de Alvarado , enfrente de los cines Cristal . Pero normalmente no en invierno
Ya en su vida adulta Rut combinará todas las formas sagradas en una sola, como en la santísima trinidad. Forma que llamaremos “Palmera de chocolate del Garnier” de similar entidad tradicional.
Volviendo a la vida en el barrio de Estrecho en la Navidad ochentera, siempre quedaba un viaje a la tienda de juguetes de Francos Rodríguez a por algún pastorcillo ( o vaca, oveja, o rana… a los dos niños les gustaban bastante los bichos ) que quedara mona en el Belén. Alguna que otra luz, muñeco o cachivache que les hiciera ilusión, resultase gracioso, o todas estas cosas a la vez. Y al final, en mitad de la tormenta de turno, se convertían en tradiciones para ellos. Por si no quedara suficientemente claro, déjenme explicar que si tuviéramos que elegir el elemento más tradicional de todos, el ejercicio quedaría reñido entre un dinosaurio de cartón de la revista El Jueves que decorarían con purpurina y un Kg de espumillón durante más de una década, o un Garfield disfrazado de Pirata que vigilaba ojo en parche encima del pesebre. Alberto todavía conserva el dinosaurio
De alguna manera pasaban el fin de año. Ya les digo, normalmente en Murcia, pero eso irá por épocas (pronto los dos desearían pasar mucho más tiempo allí) . Y entrados en Enero llegaba el momento más especial para ellos ( y para cualquier niño de su edad cuyos padres no le hubieran reventado la sorpresa) , la noche de Reyes.
Podría divagar en más liturgias, como las preparaciones para los camellos , cada uno de los tres reyes etc frente a la ventana. Cómo se hacían estas cosas en Madrid, como se hacían en Murcia y todas las anécdotas que surgían alrededor de la película. Esto sin embargo duró menos de la cuenta, ya que mientras en circunstancias normales los padres alargan el misterio de los reyes lo máximo posible, estos dos se encontraron con una resistencia de papel de celofán algo así como el primer día que , tímidamente le preguntaron a su Madre si los Reyes eran los padres. “Pues claro”
Y lo encajaron bien, oye. A ver, quizá sí que debería pararme un momento a explicar un par de rebotes estratosféricos. Los chicos tenían su carácter. Carácter, digamos “forjado” tras presenciar un par de discusiones de alto calibre. Y es que hay calibres del tipo “tienes que recoger tu cuarto”, alto calibre del tipo ”te quedas sin salir el fin de semana “ y luego hay calibres nivel “te he tirado la mesa de dibujo por la ventana”. En fin, alto calibre.
Resulta que en una de las cartas a SSMM, Alberto describió el traga bolas ( un juego Feber de la época bastante simple, de cucharas con cabeza de hipopótamo de plástico que aporreabas y se repartían histéricamente una serie de bolas por el tablero) como algo del tipo “un juego de esos rinocerontes que se comen las bolas blancas” . Ni toda la familia leyendo la carta a los reyes magos con todos los catálogos de juguetes pudo saber de qué demonios hablaba el chaval. Rebote al canto, claro.
Le regalaron un coche teledirigido que no era realmente teledirigido, pues tenía cable ( una diferencia notable para un niño que se ha quedado sin tragabolas) Supongo que una buena lección dentro del rebote fue que se quedó sin regalos de reyes esa noche. Hubo que salir con la abuela a la terraza y rogar mirando al descampado (como si los Yonkies de Estrecho fueran los pastorcillos y la parroquia de los Alesianos fuera el pesebre) para que el coche y demás regalos re aparecieran. Circulen, aquí no ha pasado nada.
Unos años después ayudaría a su hermana con un castillo de los clics de playmobil que no parecía tener instrucciones claras. Rebote de la hermana esta vez, a quien los libros del Rey Arturo formato morado relucientes en la estantería no le perdonarían un castillo inacabado. Buenas dotes de arquitecto de Alberto con el juguete, y flexibilidad la de Ruti, de admitir un castillo que no era como el de la foto de la caja. Increíble la imaginación de estos dos cuando se combinaba. Y muy práctica. Ya les pasó en Exeter cuando en su primera visita a Reino Unido ( risas enlatadas) encontraron una estatuilla que decidieron unánimemente que sería del Pendragón (cuando obviamente no lo era, disculpen que no pueda atribuírsela a nadie porque no me acuerdo). Sea quien sea, es parte del dragón también.
Pero aquella navidad, los niños acostumbrados a recibir regalos, al último cacharro tecnológico que comprase Luis , el video beta la cámara de video con la que grabaron teletachun ( que da nombre a este blog), y recién desprovistos de la magia de los magos de oriente volando por las calles de Madrid quitando y poniendo regalos en camellos voladores , cuadrando horarios y cartas manuscritas de todo el mundo ( no como ese gordo americano que se cuela por las chimeneas, que no se lo cree nadie) decidieron hacer algo extraordinario.
Pues regalamos nosotros (Es su código!, diríamos en una referencia cinematográfica bastante posterior)
Fenomenal. Cabezotas tampoco eran. Son. Y el plan , qué decir del plan…no tenía fallo posible: Ustedes imaginen a dos menores de edad amasando ahorros de la forma más chabacana y paseando calle arriba calle abajo por la zona de Bravo Murillo. Elefante en una cacharrería.
Para los que duden de cómo eran los tiempos , aclaremos que probablemente en ninguna de las navidades posteriores y de los últimos 20 años hubiera sido esto posible entre Tetuán Y Alvarado, barrio de cuatro caminos, sin que los niños estuvieran francamente en peligro. Para que luego digan de la brecha social.
La segunda parte del plan infalible, esconder los regalos de hasta 5 adultos en una casa donde ninguno tenía cuarto propio. Saben por dónde voy verdad
Total, contra todo pronóstico no ya muchas, sino todas las cosas aquella navidad salieron mal. Es probable que les pillaran desde el primer día escondiendo los regalos en el cuarto de Luis , pero lo que los dos recuerdan es lo divertido que fue. El Walkman que le compraron a su Madre daría paso a varias generaciones de Walkmans, discmans y aparatos de Música que, de alguna manera les seguirían uniendo , más o menos . Al menos un walkman , como aparato individual , sobre todo que permite reproducciones grabadas no originales, resuelve la necesidad de comprar un disco por duplicado para cada uno.
Y es que no todas las historias entre ellos serían de unidad ni en ese ni en los próximos años. Pero esta es una de ellas. No la recuerdan muy a menudo, no son de recordar este lado de la historia, seguramente por la cantidad de cosas a su alrededor, hasta hace bien poco. Pero caminaban juntos.
Cual pasos medianos invisibles hacia el monte del destino
Tan solo estando el uno con el otro
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Si abres los ojos las posibilidades de acertar se multiplican por 100
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Vacaciones alucinantes o locuras de familia.
Como casi todo el mundo, he viajado a Italia. Los ingleses del siglo XIX estaban obsesionados con el tema, iban a Roma, vivían en hoteles y se paseaban por los foros romanos soltando frases absurdas en latín.
O se viaja a Italia con las becas Erasmus, a beber, comer y ligar, gran plan.
Este es otro tipo de viaje, no el que le podía gustar a un adolescente como era yo, con mi madre y mi hermana, tres años mayor, para celebrar que habíamos aprobado todo. Era uno de esos viajes de tour por toda Italia, con guía, autobús, rollo y cansancio general. A mí no se me había preguntado si quería Italia, o, ya puestos Irlanda, pero, cómo quería ser arquitecto, ya entonces, no me pareció mal plan. Mucho mejor que ir a la playa con la abuela y familia.
No sabía lo que me esperaba, claro.
La verdad es que no recuerdo los preparativos, aunque alguna pista tuve que tener de lo que pasaría, cuando mi hermana se pasó días encerrada con su libro de Tiberio y hablando con mamá del tema, y qué tema, un emperador muerto hace 2000 años, como si estuviera vivo, no son normales, no.
Lo primero que recuerdo, aparte del avión, fue cuando llegamos a Venecia. Era al amanecer, en unas barcas pequeñas, y yo, que ya me fijaba en cualquier edificio, qué decir de la catedral de San Marcos al amanecer. Subimos al tamborile y me sentí muy a gusto en familia.
Igual que pasear al atardecer, sobre todo cuando la gente se había ido. No te llegas a sentir como en tu casa pero si puedes ver lo que sería vivir en esta ciudad sin turistas.
La magia llegó cuando todos se fueron e incluso bailamos mi hermana y yo, en la plaza de San Marcos, vacía, pues una orquesta tocaba la canción de Titanic.
Me alegré mucho de estar allí y empezó a entusiasmarme el viaje.
Aunque la siguiente ciudad lo superó todo, Florencia.
Desde que la vi me prometí a mí mismo que volvería, para estar varios días. Pero, no solo me quedé sin palabras al ver el David, sino sobre todo las estatuas inconclusas de Miguel Ángel. Tal vez lo que diga ahora sea muy personal, pero no solo me impresionó el propio Miguel Ángel, a quien no, sino que tuvimos la suerte de que nos lo explicara todo un guía incalificable, pero gran profesor.
El historiador del arte se metió en el autobús, lleno de turistas al uso, como si estuviera solo. Ya no recuerdo ni la ropa que llevaba, pero si su forma de mirar y el gesto de la cabeza, escuchaba y sentía lo que decía, pero a la gente no parecía verla. Eso es lo que me gustó, tanta pasión, pero a la vez no era arrogante, y consiguió que, si bien no entendíamos el arte del buonarotti, al menos, nos pareciera mágico ver el museo e imaginarnos al escultor.
Es verdad que tuvimos un debate familiar sobre sus estatuas, y a mi madre, a la que siempre le gustaban los personajes artistas excéntricos, le encantó todo.
Pero es más, a mí se me abrió la puerta a poder enseñar, ojalá pudiera yo, arquitecto, hablar como esa persona y contar a otra lo que siento, contarlo o escribirlo. Ahí empezó todo.
Por supuesto, a mí hermana le daba igual Miguel Ángel o el renacimiento, no es increíble? Llegó hasta el extremo de que estábamos esperando una gran cola de gente para ver la última cena de “un tal Leonardo”, y estábamos a punto de entrar cuando, de repente, dijo que por qué había que esperar tanto, y que, ahora no entraba . No lo entendí (ni lo entiendo), así pues entramos mi madre y yo. Por supuesto esto puede parecer gracioso, pero creedme, no lo es.
Cuidado con las personas obsesivas porque íbamos a llegar a Roma.
Un pequeño inciso, esto no es una crónica de arte, ni de ruinas, es un corto relato de cómo fui de vacaciones en familia, y tampoco, subrayo, es una historia de Tiberio, por si mi hermana lo lee. Yo sabía muy poco o nada de esa persona, salvo la bronca que me cayó por dibujar una simple “A” de anarquía en el sagrado libro de Tiberio de mi hermana. Cierto que tenía la mala costumbre de dibujarla en todas partes. En cualquier caso, tras el viaje a Roma, aún quiero saber menos.
Pero sigo a mí , tras Florencia, me apetecía mucho ver Roma, todo el Barroco, Bernini, Borromini, el Vaticano, la columnata, todo lo que había visto en los libros.
Por supuesto no sabía tanto de arquitectura como ahora, pero siempre me ha gustado ver una iglesia, una pared, un ángulo extraño, y explicarlo a la familia, que no es poco mérito.
Pero, primera llegada y primer susto. La primera discusión seria por los viajes organizados que había que pagar. El tiempo era el que era, solo dos días en Roma, y había que ver que íbamos a visitar.
Mamá quería un viaje familiar, y que fuéramos todos juntos, pero no contó con las dos fuerzas contrapuestas de sus hijos, uno quería ver el renacimiento y la otra la Roma de los césares, y ahí había de todo, y en abundancia.
Parecía imposible de solucionar. Yo era una persona razonable pero odio ir corriendo a todas partes, y mi hermana estaba imposible. Era de esas personas que llegan a Roma y se quedan, literalmente, embobada mirando los foros, cabezas de emperadores y no veía nada más en todo el día, y, lo que es más, ni lo cuenta ni lo explica.
Yo, por lo menos, soy capaz de escuchar a un guía y reírme, que para eso existe el sentido del humor, pero a ella casi se le salen los ojos de las órbitas porque el guía hizo una broma sobre los foros. En fin, por la tarde sí que fuimos a ver las iglesias de Bernini y Borromini y les expliqué cómo se peleaban los dos. Algo es algo.
Desde entonces he ido muchas veces a Roma, con amigos, e incluso he paseado solo, y siempre me acerco a San carlino, y me acuerdo de cuando lo vi por primera vez. Lo que ya me estaba molestando es que todo el viaje parecía pensado para que mi hermana hiciera lo que quisiera, e incluso me agoto unas fotos en blanco y negro, para hacer una foto a una lápida romana.
Esa es la historia de mi vida, si quería algo, pataleaba usaba voces, y, si no lo conseguía, al menos todos se enteraban. Yo me lo guardaba para mí.
He dejado la parte más subrealista para el final, Nápoles y Capri, aunque me divertí bastante.
Vamos a imaginar el siguiente viaje, tras el sueño de Roma, lo siguiente fue levantarse a las 5 de la mañana para ir a Pompeya, Nápoles, Capri y retorno.
Pompeya llama la atención de cualquiera, pero no parece muy lógico tan largo viaje para estar solo dos horas en Pompeya. En fin era una etapa más, salvo que estaba dormido y hasta que llegue a Pompeya no lo disfruté, saliendo del bus con un café en la mano. Cuesta imaginar las casas de Pompeya si no puedes reconstruir las tiendas, las calles, pero prometo volver, eso sí, con más calma.
De Nápoles solo vimos el puerto, pues había que coger el ferri para ir a Capri, a comer. Es un viaje pensado para turistas, que van en el autobús hablando con su familia, ven Pompeya con tranquilidad y comen en Capri, viendo el mar, de forma relajada.
Es una imagen de tranquilidad, verdad, pero nuestro viaje no tuvo nada que ver. Poco imaginaba yo que Capri era el sitio que mi hermana soñaba con ver, pero no por la isla, no, por las ruinas de la casa del famoso emperador muerto.
Hasta ahí, todo bien. Yo no estaba escuchando lo que mi hermana decía a mi madre, sobre como haríamos para ver esas ruinas, si el plan era comer y tiempo libre de una hora. A mí me daba igual, bastante tenía con haberme levantado a las 5. Como ya he dicho, me espabilé en Pompeya, sobre las 11. Me gustó mucho el viaje en barco, fuimos en la parte exterior, y estaba yo feliz, el aire en la cara y la isla acercándose.
Incluso tenía hambre.
Si hubiera mirado de reojo, hubiera visto a mi hermana muy tensa, viendo acercarse la isla, tenía los ojos fijos y respondía con algún murmullo.
Llegamos a una plaza muy grande, con un mirador desde donde se veía toda la cala. Capri tiene ese punto mágico de ser una isla, y pequeña, y crees estar aislado del mundo, te ves, en lo alto, frente al mar, incluso en ese momento, lleno de turistas, te puedes sentir solo y en casa, en ella.
Pero, a la hora de comer, de repente, todo explotó.
Mi hermana ya no quería comer, fue sentarse y preguntar, ya, cuando íbamos a ver villa iovis, que eran las ruinas que quería visitar. Como no se atrevía a preguntar al guía, mi madre fue a preguntar y volvió con la noticia del día
La ruina estaba en la parte más alta de la isla, y no íbamos a tener tiempo de llegar en la hora libre. El guía, muy amable e ingenuo, nos dijo que deberíamos habérselo dicho antes, y así hubiéramos podido separarnos del grupo y comer por el camino, e ir a verlo.
Mi hermana ponía cara, entre estar a punto de llorar, o de no creerse lo que el guía estaba diciendo. Yo estaba tomando el helado de limoncello y pensé que qué le íbamos a hacer, a mí hermana le darían sus rabietas habituales, y, lo que es peor, estaría recordándonos la historia meses.
Pero no, la realidad fue peor, mi madre dijo que intentaríamos ir, de todas formas. Al maldito risco en lo alto de toda la isla.
No me dio tiempo a decir nada, ni a tomar el café ni a decir que esperaba abajo, si, abajo, porque la ruina estaba en lo alto de una montaña, me parecía
Salimos disparados, los tres, y hay que decir que eran las tres de la tarde, recién comidos, en pleno verano mediterraneo, probablemente en la línea exacta del ecuador.
Nos metimos por una plaza con muchas calles y seguimos por donde creímos que era. Bueno, yo no sabía ni por dónde era, y aún me sorprendo de que llegáramos , pues mi hermana no es muy hábil en la orientación, ni, ya puestos, en andar a esa velocidad, ni en subir cuestas. solo hay que ver lo que protesta cuando jugamos al tenis, y se niega a coger una pelota que le pasa a varios centímetros.
El caso es que iba como una flecha, resoplando cuesta arriba, sin parar. Yo ya me estaba partiendo de risa, hasta que me di cuenta de que llevábamos casi una hora trepando. Al final llegamos a un recodo, un acantilado, y las ruinas del palacio.
A mí, lo que más me gustó fue un mirador, llamado el salto de Tiberio, desde donde el emperador tiraba a la gente que no estaba de acuerdo con él. Me dieron ganas de tirar a alguien por el salto.
Solo estuvimos 10 minutos, porque había que bajar corriendo para coger el ferri.
Así que, por supuesto, no ya tomar limoncello.. ni vimos los jardines de augusto.
Eso sí, al volver a Nápoles y ver la silueta de la isla, desde el barco, pude decir que había estado en el pico más alto, que se veía al atardecer.
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Morten Olsen...con Julio Salinas....
La pelota para Butragueño y............
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LOTR
Imaginaros una tarde de verano, de esas que había cuando éramos pequeños, interminables, luminosas…
A mi siempre me gustó leer y lo más divertido, el mejor momento del día era la hora de la siesta, donde podías meterte en tu cuarto, cerrar la puesta y entrar en otro mundo, tu libro.
Esta vez no era solo otro mundo sino una parte muy larga de mi vida, lo explico, el libro era el señor de los anillos.
Yo lo empecé con 10 años, creo, pero compré los dos siguientes tomos con 13, y ahí los tenía, y todo el resto de mi adolescencia estuve haciendo mi propio lenguaje en élfico. Al dormir me asustaba y me entusiasmaba con los jinetes negros.
Pero bueno, esas primeras tardes, dónde estaba empezando a leer, no estábamos yo y el libro, sino yo, Gondor y mi hermano pequeño.
Casi lo que más recuerdo es meterme en la historia y tener que salir porque Alberto quería jugar a algo, berrinches, enfado, iba protestando...
Al final no solo leí el libro sino que se lo conté, con todo detalle, al ir al colegio temprano por la mañana, cuando el pobre solo quería ir despertándose poco a poco. La pesada fui, entonces yo.
Pero al final compartimos una historia especial, un mundo nuevo.
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