Tumgik
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darkstratus​:
No sabía cómo iba a reaccionar ante aquello, pero William no era una hombre que se pensara las cosas dos veces. Era un mujeriego reconocido en su ciudad y a él no le importaba reconocerlo. Sabía que podía tener a cualquier mujer que estuviera dispuesta y, justo por eso, pensaba que la manera en la que tenía él de follar era bastante bien. La experiencia y la práctica hacen al maestro, ¿No es verdad? 
Sonrió soltando un gruñido por la manera en la que le estaba masturbando, William se acercó a su cuello apartando su cabello largo y comenzó a besar, mordisquearlo. 
—Pienso hacerte saber lo que es un orgasmo y no vas a querer parar después de eso.—dijo algo egoísta, pero con una sonrisa en el rostro mientras tensaba la mandíbula por el placer que le estaba dando ella. 
Su miembro enseguida se puso erecto y él, como por acto reflejo, llevó la mano derecha hacia el sexo de ella y su mano izquierda al pecho. Comenzó a delinear su vulva con delicadeza, como reconociendo el terreno mientras que con la izquierda se dedicaba a apretar su seno, rozar el pezón con su pulgar. 
Joanna estaba abrumada por la situación, no sabía realmente cómo debía actuar o comportarse. Movía la mano sobre el miembro de él sin hacer demasiada presión, pensando que si apretaba demasiado seguramente le haría daño y, desde luego, no era aquello lo que quería, además, suponía que lo estaba haciendo bien, pues si miembro solo se ponía más y más duro. Se sobresaltó levemente cuando él se acercó y, tras apartarle el pelo comenzó a besarle el cuello, lo que hizo que, justo cuando los dientes de él rozaron su piel, un escalofrío recorriese su cuerpo y una leve sensación de calor apareciese entre sus piernas. Pero aquello no fue nada en comparación cuando las manos de él se adueñaron de su cuerpo. Jamás la habían tocado así y a pesar de la desconfianza que sentía hacia el hombre, enseguida aquella sensación de calor comenzó a crecer, del mismo modo que sus pezones comenzaron a endurecerse. —Tu manera mucho mejor...— susurró, permitiéndose cerrar los ojos un momento para disfrutar mejor de las sensaciones que el explorador estaba despertando en su cuerpo.
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darkstratus​:
Cuando se quitó la tela, los ojos de William brillaron como si un niño hubiera visto su juguete favorito en el escaparate de una tienda. Sonrió casi con arrogancia y se acercó a ella. Siempre mantenía cierta distancia pero ahora que estaban solos en mitad de la selva, ¿Quién iba a molestarlos? 
William se desnudó por su parte. No quería tener esos rituales humanos en los que se tardaba más en ir a la cama que estar en la cama. Se acercó a ella y tan solo su cercanía, la idea de que acabaría follándosela hizo que comenzara a erectarse con cierta rapidez, pero necesitaba un incentivo.
—Mi manera puede ser algo… brusca.—le susurró en los labios mientras pasaba la mano por su espalda desnuda hasta su culo. Sonrió divertido y después dejó una leve mordida en su labio inferior. Agarró la mano de ella con suavidad y la posó en su entrepierna.—Puedes acariciar lo que quieras, yo no te quiero postrarte contra una piedra. Yo quiero verte botar encima mía y que disfrutes.
—No creo que más que ellos...— respondió, mirándole nerviosa ante la cercanía de él. Lo cierto era que salvo en aquellas ceremonias, nunca había tenido ningún tipo de intimidad con los hombres y en aquellas veces, ella no hacía nada solo quedarse tumbada y esperar que no durase mucho. Así que en aquellos momentos, ante aquel hombre grande y, para qué negarlo, muy guapo, no sabía cómo actuar. Le sorprendió que él le mordiese los labios y casi le sorprendió más cómo el tomaba su mano y la llevaba hasta su miembro, que tomó sin saber muy bien que hacer. Hacía años, había visto a escondidas, con otras chicas, lo que hacían los chicos más jóvenes, y al recordar aquello, comenzó a mover su mano a lo largo del pene de él. —Disfrutar...— repitió ella, casi con ironía. Las otras chicas de su edad le habían contado lo mucho que disfrutaban cuando tenían sexo con sus parejas, ella, en aquellos rituales, tenía suerte si no le hacían daño.
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darkstratus​:
Haberse alejado de toda civilización desde hacía semanas, rodeado solo de hombres y de gente que tan solo pensaba en temas científicos que él no entendía muy bien, hizo que William se volviera un hombre arisco, más de lo que ya era. Alguno de sus alumnos le habría dicho que era un mal-follado y William le corregiría, diciendo que no había follado en meses. 
William era un hombre bastante mujeriego. Sabía que era atractivo y se aprovechaba de eso para convertir sus noches en algo más que simples solitarias nocturnas. Desde que se unió a la expedición espacial en un planeta desconocido muy similar al terrestre, no había tenido ocasión de estar acompañado de ninguna mujer que había en la misión intergaláctica. 
—Por supuesto que hay trato.—dijo él serio, con su traje de uniforme blanco puesto y una bolsa llena de probetas para coger aquello que le resultara extraño para él, para identificarlo en la base que habían puesto en aquel planeta extraño, muy cerca de aquella población bastante parecida a los homínidos y personas de la Tierra.—¿Quieres hacerlo a tu manera… O a la mía?
Joanna era el ser más parecido al resto de la expedición pero los científicos se aseguraban de que era muy poco probable que un planeta pudiera crear la misma forma de vida, con el mismo ADN al otro lado de la galaxia, aunque dijeran que las posibilidades eran ínfimas. Hablaron de que Joanna era la especie más avanzada de aquel clan de seres desconocidos y que la misión de William era conseguir acceso a ese clan para poder investigarlo mejor. 
No sabía muy bien si la dejaría embarazada, pero intentaría hacerle el paripé de que así sería y, ya de paso, conseguiría tener algo de sexo después de mucho tiempo sin poder desahogarse a gusto.
—Está bien— aceptó, todavía algo reticente, mientras dejaba caer al suelo la tela que cubría parte de su cuerpo, quedando totalmente desnuda ante él. No era vergüenza lo que sentía al estar denuda ante aquel hombre, era más bien desconfianza, vulnerabilidad.
—No, mi manera no...— negó levemente con la cabeza. No sabía cómo sería la manera de él, pero tenía muy claro que no quería hacerlo de la forma que se lo habían hecho ya a ella, como ya le había relatado en una ocasión al profesor, tumbada boca abajo sobre una piedra ceremonial, a merced de los hombres de la tribu que no estuviesen ya emparejados. Sabía que en aquella tribu no era del todo bienvenida, que el ser diferente siempre la había marcado, pero quería volver a vivir con su madre y sus hermanas, en la seguridad de la meseta en el que vivían, y no en la peligrosa selva que plagaba gran parte del continente.
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No hacía ni una luna que había conocido a toda aquella gente que era como ella y, aunque se habían portado muy bien, Joanna no podía evitar sentir que se estaban aprovechando de ella, por mucho que dijesen que la querían ayudar y que formase parte de ellos. —Entonces... ¿tenemos trato?— le preguntó Joanna con desconfianza a William, uno de los científicos de la expedición. Sabía que aquello no era una buena idea, pero estaba desesperada. Quería volver con su familia, pero no podía hacerlo hasta que no llevase un bebé en su interior. Los hombres de su tribu lo habían intentado con ella desde la primera vez que había sangrado, pero en todos aquellos años, ni una sola vez habían conseguido dejarla embarazada. Aunque su apariencia fuese muy similar, parecía no ser suficiente como para que pudiesen tener descendencia. Y ese era el trato al que había llegado con el científico, si él le daba un bebé, ella le llevaría a la civilización que estaban buscando. — @darkstratus
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