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busco a dios cuando llega el crepúsculo. le llamo, le grito, le suplico y le ruego; cuando mis palabras no alcanzan a encontrarle, le lloro, le maldigo, le desprecio y le nombro entre lágrimas con los dientes apretados. tengo callos en los dedos de agarrar el rosario con tanta fuerza mientras me lo anudo en el cuello y aprieto un poco, tan solo un poco. quiero que recuerde que, al final del día y ahorcada por las cuentas, hay pulso al otro lado de esta piel tirante. aun tengo sangre bajo las uñas de hurgarme en las llagas. no hay suficientes rezos que acallen la rabia.
me coloco la corona de espinas sobre las sienes y le espeto que, al contrario que él, yo sí entiendo su sufrimiento y me apiado. yo sí le limpiaría las lágrimas en la cruz y me quedaría dormida a los pies del madero. le reprocho que, a diferencia de él, yo sí le quise en algún momento y yo sí pronuncié su nombre con ternura. le digo, con los puños cerrados y las uñas clavándoseme en las palmas, que yo sí le busco en mi reflejo. hay un abismo de distancia entre nosotros que ninguna misericordia divina jamás logrará salvar. esta fe perecedera muere hoy.
y así acaba la noche y llega la consiguiente mañana. los rayos del sol se cuelan tímidamente a través de la ventana, aunque ya no dan contigo buscando respuestas que no van a llegar desde el otro lado de la celosía. el cáliz, cuyo líquido se desborda desde el altar, ya no será recipiente para albergar tu sangre mundana – nunca se la debiste. quien abra el sagrario no encontrará los fragmentos de tu corazón roto ni el osario dará paz eterna a tus cansados huesos. de esta forma, aceptas la victoria de una guerra perdida. ¿qué será lo primero que hagas al regresar a casa?
m.e
(14:31)
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evito el reflejo de mi cuerpo en el cáliz. ¿dios no responde a mis súplicas porque no me encuentra a su imagen y semejanza? ¿reniega de mis llantos porque considera esta materia la más fallida de sus creaciones? ¿evita mi mirada porque halla extraña esta masa de piel tirante y zonas cóncavas que albergan mi vergüenza? lo alzo tanto como mis brazos lo permiten y me bautizo.
in iniquitatibus conceptus sum: et in peccatis concepit me mater mea.
en el altar, yo misma me llevo la daga al cuello.
agnus dei qui tollis peccata mundi,
estoy de rodillas ante ti. por favor, dios.
miserere nobis.
me degollo delante de esta multitud.
que lancen mis restos a los perros, a las bestias, al mar. que se coman lo que reste de mí, que celebren la eucaristía y comprendan, quizás así, la pena albergada durante años por este cuerpo dolorosamente extraño en el que me han obligado a sobrevivir. el aprendizaje del hambre programada, de calcular el espacio que ocupas y la humillación consecuente, la rapidez adquirida para comer deprisa y con la cabeza gacha.
me pregunto si dios me estará observando desde las alturas del crucifijo. ¿bajará a lamerme las llagas? quiero que me mire a los ojos mientras le estrangulo con rabia contenida. después, a la noche, volveré a buscarle entre lágrimas cuando la sangre no sacie suficientemente mi apetito y la carne hecha jirones no me cobije del frío. se sentará a mi lado el tiempo que haga falta, pero nunca murmurará mi nombre. me limpiará las lágrimas con el cariño de un padre, pero jamás me acariciará después. me acogerá entre sus brazos mientras le ruego que no me abandone, pero de ningún modo amanecerá a mi lado. ser querida es ser encontrada.
deus meus, deus meus, ut quid dereliquisti me?
escondo mis secretos entre las paredes de la iglesia, como si se tratara de un gran relicario. entre estas piedras eternas, me confieso humana y me deshago en pensamientos. estoy cansada de este martirio (¿auto?)impuesto. solo quiero volver a casa. no digo amén porque esta súplica nunca acaba.
miserere mei, deus, secundum magnam misericordiam tuam.
dios, ¿hoy me escuchas?
m.e
(22:38)
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la otredad logra encontrarme en el fin del mundo. la sensación de desarraigo, de no pertenecer a ningún bando (¿en cuál me permitirán morir si les ruego lo suficiente para que no se me coman los cuervos?), de quedarse atrás de forma sistemática y automatizada – estás condenada a mirar desde lejos, desde atrás, desde el suelo. una distancia insalvable de tres pasos. ¿a qué te sabe la vergüenza en la boca? ¿y la rabia? no tienes más patria que la acordada por otros, pero no la que te hace sentir en casa. es una guerra inacabable entre tú y el mundo. buena suerte.
les ves a una vida de distancia y tus dedos casi les rozan. te acuestas en la cama y casi te sientes en casa. dicen tu nombre y casi no te sientes una extraña.
cierra los ojos e imagina lo siguiente. hay una luz enfocándote y estás es un gran escenario. te han dado un papel que has negado a gritos y entre lágrimas, pero es lo que esperan de ti – lo único que te dejan ser, lo que tienes que aceptar que eres. abres la boca y te mueves por el escenario aguantándote las lágrimas. muy bien, pajarito. ¿ves cómo no era tan difícil renunciar a quien quieres ser en pos de lo atribuido? algún día, este alcohol en las heridas dejará de dolerte tanto. mirada al frente, postura firme, silencio – van a aplaudir ahora.
corro en cualquier dirección. o en ninguna, depende de como se mire. me tropiezo a ratos y en otros, no me levanto del suelo. tengo las rodillas magulladas y restos de sangre perdiéndose por dentro de mis calcetines. alguien me dijo que siguiera corriendo y me aferro a eso porque no me queda otra cosa (solamente el miedo a aceptarlo). comprendo, únicamente cuando me hurgo en la herida con dientes y lágrimas, que voy a morir en tierra de nadie.
¿quién llevará flores a esta trinchera cuando no saben a quien le lloran?
m.e
(23:02)
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existo en espacios fronterizos, en tierra de nadie donde mi cuerpo se quedaría sin reclamar, en lugares donde nadie miraría, en algún punto inexacto entre esta tristeza y la rabia que enmascara. me desdibujo, me deformo y me desfiguro hasta dejar de ser yo, pero tampoco ser nadie. la nada. espacio en blanco y vacío, como un lienzo. me corto con las aristas y nadie me lame esta sangre.
me arranco la piel con las manos, con los dientes, con la ansiedad como único propósito, con la vergüenza de ser yo. pierdo mis límites en pos de otros. me adapto, me amoldo y me obligo a desentenderme de mi identidad - no empiezo en ningún sitio, por lo que tampoco acabo. no soy nadie. no soy yo. no soy nada. agacho la cabeza y estudio de los demás lo que me niego a mí misma. me difumino hasta ser lo que otros esperan de mí, me identifico entre contornos que se me antojan extraños (y que una voz dentro de mí me acusa de prostituirme) y paso a existir en una linde que me angustia. no me reconozco en mi voz.
he aprendido que pedir clemencia cae en oídos sordos. no pierdo la esperanza de recibir una misericordia que jamás va a llegar. cerceno con las uñas la parte del cerebro que alberga mi identidad y paso a no ser nadie, a no ser nada, a no ser yo. ¡qué liberador poder dejarme atrás! ¡qué tristeza más grande sentir que siendo como soy, no merezco ningún tipo de respeto!
porque vivo restringida en los límites fronterizos de mi piel, ocultándome tras mis costillas al menor atisbo de peligro. cárcel física conformada por carne excedente y su humillante vergüenza, la sombra de los dedos que la señalan y el murmuro de las voces que lo juzgan. si cierro los ojos, escucho su risa entre dientes taladrándome el cerebro como una trepanación. siempre es igual. siempre. siempre. siempre.
así dan conmigo, con mi ansiedad, con mi pena. sus palabras anidan en el hemisferio norte de mi cerebro y me exilian a la única salida que me van a permitir conocer: la vergüenza. estás atrapada en tu piel, en tu carne, en unas fronteras poco claras – distintas en tu cabeza, ajenas a las que ellos trazan. fuiste, pero ya no eres; quieres ser y ya no serás. bienvenida a la inexistencia atribuida.
m.e
(22:11)
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los días en los que la fe es más vacua de lo normal, pienso en abraham y en su hijo en el monte moriah. ¿temblaría su mano cuando el filo de la daga se aproximó a esa señal de vida palpitando en el cuello de isaac? y el mango de ese instrumento de muerte, ¿se le resbalaría de entre los dedos, mezcla de la sangre, el sudor y la condena por la culpa?
si dios le hubiera pedido que hubiese acabado con la vida de su hijo con sus propias manos, ¿cuán grande habría sido la roca con la que hubiese aplastado su cráneo? ¿con cuánta fuerza apretaría el cuello de su hijo hasta concederle la salvación eterna? ¿hubiera observado, impasible, mientras convulsionaba por el veneno de la cena? si dios le hubiera pedido la vida de su hijo, ¿se habría planteado si quiera el pecado antes de cometerlo?
dios proveerá un carnero. ¿y si abraham hubiese elegido ignorarlo? me pregunto si habría permitido que la sangre le descendiera desde las manos hasta el interior de su túnica. ¿se llevaría, despacio, el dedo a la boca para deleitarse con la vida perdida de su retoño? ¿saborearía esa carne como suya, encontrándose a sí mismo entre los tiernos tendones? peor que un animal sin razón, solamente despedazando -con uñas y dientes- los pedazos de isaac. ¿eso satisfaría a dios? la desolación, la vergüenza, la confusión y el llanto de aquello que creó y que ahora ignora. ¿disfrutaría viendo a abraham abrazando el cuerpo inmóvil de su hijo, con su sangre regando aquellos campos? ¿encontraría alivio cuando este, gritando su nombre hasta que sus cuerdas vocales reventaran, le buscara en el momento en el que la comprensión superara su fe?
¿qué vale nuestra vida en sus manos? no somos nada más que derrotas, errores, desgracias y bestias. nos ha abandonado a nuestra suerte, si es que queda alguna.
cuando dios nos mira, ¿qué considera que le devuelve la mirada?
m.e
(15:08)
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siempre comienza igual. la tristeza, o el enfado (ya no sé diferenciarlos, ¿acaso lo hice alguna vez?) - con el mundo, conmigo misma, con nadie, con todos. luego viene la vergüenza, la vulnerabilidad, la culpa. por sentir demasiado, por compartirlo, por perder el control. me hago pequeña. pido perdón pero no sé a quién se lo debo (¿a los demás?, ¿a mí?). vuelve la vergüenza. ha ocurrido de nuevo. ha ocurrido de nuevo. ha ocurrido de nuevo.
regreso al campo regado por la miseria a recoger los pedazos que han quedado de mí, con la cabeza gacha y la voz temblorosa. no sé cuando he dejado de sentir las manos. entiendo que nadie gana en esta guerra pero soy yo quien pierde siempre. las esquirlas de mis pensamientos me reabren las cicatrices que cosí a oscuras. entiendo, solo a veces, que no hay misericordia.
me trepano el cráneo con mis propios dedos, hurgando en la herida hasta dejar volar al pájaro que vive en mi lóbulo occipital. cuando alza el vuelo, le disparo. bang. un disparo, dos. tres, incluso, si todavía siento la rabia congelándome las venas. lo entierro entre mis músculos del abdomen, como si fuese producto de mis entrañas.
suelto el fusil, aterrada por mis palabras, mis acciones, mis pensamientos. quiero dejar de ser esa, pero no sé cómo. oculto el rostro entre las manos y me quedo dormida así - asustada y pequeña. ya he sido esta persona antes. he perdido el control. ya no sé quién soy.
y cuando creo que esta noche nunca acaba, descubro los primeros rayos del sol colándose por mi ventana. el pájaro pía desde las paredes de mi útero y yo le doy la bienvenida.
quizás, y solo quizás, el amanecer traiga el perdón tan ansiado consigo.
m.e
(20:56)
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me aterra que mi amor -lo único que considero inefablemente mío- sea demasiado para el resto. me da miedo querer demasiado, me da miedo pedir una parte de ese amor de vuelta. quiero sostenerlo entre mis brazos, pero se vierte desde mi pecho y soy incapaz de detenerlo. no quiero que esto, lo único que nunca han podido arrebatarme, sea mi ruina. ¿pero cómo puedo detenerlo? ¿qué he de hacer para querer menos, si yo he venido al mundo para amar? ¿por qué el universo me castiga por estos sentimientos que engendró junto conmigo? no quiero que este amor me arrastre a los infiernos.
alguien me acaricia la cara y poco a poco lo entiendo. esto no es mi punto débil, si no que es un milagro. ¿acaso no debería sentir desdicha por poder sentir tanto? ¿acaso no es una buena noticia que mi pecho permita albergar tanto amor para mí, para otros? ¿por qué tengo que lamentar el dolor producido por haber querido tanto? así que lo acepto y lo abrazo. no lo rehúyo, no lo aparto ni lo desprecio. el amor forma parte de mí, como forma parte del mundo. entenderlo da sentido a mi existencia. quizás, por eso, los rayos del sol sean un poco más calentitos hoy.
todo encaja, poco a poco. mi amor no es demasiado abrumador, ni es insuficiente el de otros. toma formas, voces, colores y risas distintas. en cada palma de la mano, en el viento, en el agua del océano, en la forma en la que pronuncias mi nombre. está en todas partes, admito. ¡y cuán reconfortante es comprender que es imposible de atrapar entre los dedos! no hay amor mejor que otro; ni escaso ni limitado. el amor toma forma distinta en cada uno de nosotros. ¿y no es, si no un milagro, que hayamos aprendido a compartirlo? ¿que nuestros cuerpos hayan sido diseñados para amar y sostener al prójimo? no puede ser una casualidad que encajemos perfectamente en los brazos de otro.
cuando cese de existir, me iré sabiendo que amé tanto como pude; que compartí todo lo que fui, porque siempre estuve hecha de cariño. cuando me vaya, habré sido amada.
que persona tan querida fui, pensaré. y no me convertiré en tierra, ni en humo, ni en polvo, ni en sombra, ni en nada. regresaré al punto cero para poder volver a querer de nuevo.
m.e
(13:39)
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este cuerpo es injusto, le espeto a dios. él me devuelve la mirada en silencio; ¿qué puede decirle a su creación si esta se considera fallida? quiero preguntarle en qué punto se equivocó o si él realmente encuentra mi reflejo en el espejo a su imagen y semejanza. ¿conoce él la miseria que me aflige, recluida en esta prisión de carne y vergüenza? ¿ha sentido el hambre programada quemándole el estómago y las cicatrices aun tirantes en la piel ensanchada? ¿sabría discernir cuántas calorías tiene la sangre que le mancha la boca?
vergüenza inculcada y rechazo aplicado, miedo atribuido a no ser suficiente y una figura inestable. ¿qué forma tomo en los ojos de otros y por qué mi mente es incapaz de percibirme? no sé cómo me imagino. mi existencia atada a una palabra, como un castigo – no soy más que esto, carne excedente y los deseos de desaparecer. dios, ¿por qué mi cuerpo es injusto? pero él tampoco tiene respuesta. me limpia las lágrimas con cuidado, casi con mimo, porque es lo único que puede hacer por mí.
cuerpo absurdo, cuerpo vacío, cuerpo indeseado. este cuerpo por negarme a reconocer su posesión ligada a mi existencia.
acaricio las cuentas del rosario mientras me tiemblan las manos. quiero dejar de sentir esta pena, cesar de vivir en guerra conmigo misma. ¿pero cómo hacerlo si no me lo permiten? ahí radica la tragedia. serán mis huellas las que encuentren en el gatillo; el nudo que me ahorca sigue el mismo patrón que los cordones de mis zapatos; los ansiolíticos de mi estómago son los que descansan en el cajón de mi mesilla. a ojos de dios, yo tiré la primera piedra. sin embargo, fueron ellos quienes me llenaron los bolsillos con ellas.
sus dedos me hurgan el cerebro y dan forma a mis pensamientos. mi mente ha pasado a ser mil millones de cosas, menos mía. mi cuerpo ha pasado a ser de dominio público, menos mío. he dejado de ser porque no me reconozco en ninguna parte. noto las piedras en mi abrigo, hundiéndome hasta el fondo del río. nada, me dicen. y eso hago: a la tercera brazada, dejo de moverme. ya estoy harta de esta guerra.
me giro a dios y él no me devuelve la mirada. ¿alguna vez sentiré este cuerpo injusto como mío? le pregunto una última vez. y me deshago en números arbitrarios, en reflejos del espejo rehuidos, en la carne rogando por una comida que nunca llega, en la miseria de la inexistencia acordada.
no puedes seguir así, me dicen. yo asiento: por inercia, porque se lo debo, porque no conozco otra cosa.
no me esperéis a la siguiente primavera.
m.e
(13:17)
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el mar está al otro lado del miedo, me lo dicen las entrañas. las olas dentro de mí se detienen por un instante. silencio. reinicio. el agua me relame las piernas y no me ahogo; la marea sube y no me convierte en espuma consigo. la luna me aplaude desde los cielos mientras yo celebro mi autonomía reapropiada. quizás rompo a llorar, no alcanzo a discernirlo; no me importa, pues este cuerpo vuelve a ser inefablemente mío.
el mar. la mar.
así que me baño en el océano. floto y no me muero. ¡no me muero! ¡este peso no me hunde como me profetizaron! ¡este cuerpo delimitado por la vergüenza se mece con las olas como cualquier otro! y me río, y lloro, y me tiro en la arena, y vuelo cerca del sol hasta caer y me abrazo tiernamente. este cuerpo no es una tumba.
la sal me pica en la cara. me alegro de estar viva.
ese pensamiento me reconforta. me tumbo sobre la tierra, aun húmeda, y siento la vegetación brotando tímidamente de mí. tengo un tulipán naciéndome en el cerebro y un nido de gorriones albergado en el diafragma. se me enredan las conchas en el pelo y me saben los labios a sal. ya no quiero que el fuego me muerda la piel o que sea. sus voces las que oiga en las caracolas.
quiero que la marea se lleve quien soy.
m.e
(14:39)
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pienso en ti y lo primero que evoco es tu risa. podría bañarme en ella, quedarme a vivir en ese recuerdo, existir tan solo cuando sueltas una carcajada — y no me importaría en absoluto. ¡dichosa aquella que vive amando!
recuerdo la distancia que separa tus labios de los míos y considero la más sincera de las promesas que tú, el único de los dos que puede salvarla, te inclines hasta mí y me roces con cuidado, con ternura.
hablaban los grandes escritores del amor sin saber que este sentimiento lo he gestado yo en mis entrañas desde que me sonreíste por primera vez. ¡qué sabrán ellos de amar si jamás les has rodeado con tus brazos! ¡cómo osan hablar del enamoramiento si no te han escuchado pronunciar mi nombre! ¡cómo se atreven a hablar de la vida eterna sin saber que yo quiero buscarte en todas mis futuras vidas!
tú no lo sabes, pero los poemas de amor siempre han llevado tu nombre. dices que no estás acostumbrado a que tú seas la musa, y sin embargo, te reconozco en cada verso, en cada descripción, en cada diálogo, en cada acotación. la literatura existe para poder hablar de ti.
nunca te lo he dicho, pero tienes manos de nido. podrías abarcar el universo entero entre tus palmas; yo, que soy pequeña, pequeñita, y aun así decides acunarme entre ellas. no hay lugar más seguro en el mundo. siempre entrelazas tus dedos con los míos y no me sueltas. me duermo en tu pecho y no me dejas soñar nada triste. qué bonito se siente el amor contigo.
tomo forma bajo tus dedos y existo cuando me pronuncias. cobro sentido porque te quiero y todo encaja; porque todo lo que he hecho hasta ahora, cada decisión que he tomado, cada segundo que he vivido, me ha acercado a ti. ¿acaso no es un milagro que nos hayamos conocido?
te pienso suavemente, con amor, con ternura. esconde entre mis costillas todos tus secretos y miedos, prometo protegerlos con mi vida. duérmete en el hemisferio izquierdo de mi cráneo, no permitiré que nadie perturbe tu sueño. ojalá te despiertes cada día arropado por el pensamiento de que te amo con locura.
no se lo digas a dios, pero solo a ti te rezo.
y es que te quiero. te quiero te quiero TE QUIERO y te quiero y te requetequiero. por si las moscas, te quiero. ante la duda, te quiero un poco más. por si se te olvida, te quiero. en el caso de que discutamos, te quiero. cuando te vayas a dormir, te quiero. pase lo que pase, te quiero. esta es mi promesa: te quiero.
❤️🩹
m.e
(07:52)
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huele a incienso y a silencio. los techos inalcanzables me hacen sentir insignificante. las voces corean las plegarias a dios y nadie las comprende. le cantan, le ruegan, le lloran y le rezan. yo ya no le busco. beso el altar y su manto, albo y libre de pecado; me arrodillo delante del osario con rabia -Él me lo debe a mí- y lo abro. hay huesos de gorrión y la corona de espinas.
alzo el cáliz y mi sangre se desborda desde su filo, derramándose a lo largo de mis dedos. me los llevo a la boca y deseo arrancármelos con los dientes, como un animal sin raciocinio. ¿qué sabor ha de presentar la divinidad? ¿cómo sabré que la sangre de dios me recorre las venas? quiero tirar la copa al suelo y renegar de esta fe caduca. desearía quererle pero entonces recuerdo que su traición fue sellada con un beso. ahora comprendo qué sintió caín cuando sostuvo aquella piedra.
ojalá este absurdo cuerpo mío fuera suficiente para hacer la comunión. observo a la virgen, recogida bajo su manto, y me pregunto si señalaron su cuerpo ensanchado con el hijo de dios. ¿le dirían, con desagrado, que su útero mundano no podía albergar la divinidad? ¿se sentaría, a solas, despreciando como su carne ocupaba más espacio del que era correcto? las risas a sus espaldas, los consejos no solicitados, un cuerpo colectivo pero nunca propio.
¿dónde se siente dios en casa?
m.e
(22:53)
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¡rojos! ¡ateos! ¡republicanos hijos de puta! ¡escritores, artistas, músicos! ¡traidores a la patria! ¡maestros, filósofos, intelectuales! ¡viva la falange! ¡hijos de madres atormentadas, padres de familias que jamás se reunirán de nuevo, hermanos y maridos! ¡enemigos de la nación! ¡zapateros, queseros, agricultores y carteros; aquellos que sabíais escribir vuestro nombre y los que no erais capaces de leerlo! ¡arriba españa! ¡muerte a la república!
¡muerte, como la que os dimos! llena de deshonra, por la espalda, con armas que ni entendíamos, en fosas sin nombre ni paz –pero sí con un orgullo nacional que jamás pudimos recrear–. purga genocida de todo esplendor español para sembrar sus campos y ciudades de miseria intelectual y ausencias insalvables. huecos en las mesas de los comedores españoles y silencios llenos de heridas que han perdurado durante años. no se pronunciaba sus nombres porque nos llenaban la boca de tierra.
buscamos sus cuerpos bajo tierra de nadie, sin saber que viven en todas partes. en los pájaros que surcan los cielos de primavera, en las tormentas estivales, en las hojas otoñales que caen pausadamente, en los primeros copos de nieve que llegan con el invierno. en los ideales de las generaciones siguientes y en principios a prueba de balas de fusil. no hay cánticos suficientes que acallen sus voces desde las cunetas ni brazos lo suficientemente extendidos como para privarles de los rayos del sol.
otros se fueron. al otro lado de la frontera, al otro lado del océano. en lugares donde no conocían su nombre o no sabían pronunciarlo. sangre española derramada en tierras lejos de su casa natal. allí escribían, pintaban, estudiaban, enseñaban, trabajaban y pensaban en una españa mejor. ¿quién sería el valiente de atreverse a arrebatarles esa esperanza? ¿quién podría despojarles de su patria? ¿quién tiraría la primera piedra contra esa españa libre y sus campos regados con sangre que ansiaba la libertad? gloria a aquellos locos que se atrevieron a soñarla.
rojo, amarillo, morado. salud y república.
m.e
(21:42)
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para luca.
sé que va a llegar un día en el que te vas a morir. no me gusta pensar en ello, pero es algo inevitable - te llegará a ti, y a también a mí. ¿me estarás esperando al otro lado de la puerta cuando ocurra? quédate dormidito en mi cama, como siempre.
de pequeña pensaba que existía un cielo al que iba cada animal cuando se moría. ¿irás tú al de los perritos? seguro que hay muchas chuches y tus renitos favoritos. siempre habrá un rayito de sol que te encuentre, como cuando te echas la siesta aquí; habrá agua fresquita para cuando regresas de los paseos, como la encuentras aquí; habrá alguien chinchándote para luego comerte a besos, como hacemos nosotros aquí; habrá alguien queriéndote con locura hasta que yo me reúna contigo.
cuando garcilaso escribía acerca de que el airado tiempo cubrirá de nieve la hermosa cumbre, sé que hablaba sobre ti. tu cuerpo canelita espolvoreado con azúcar glas en la cabeza; el pechito tan níveo como los calcetines de tus patitas, pequeñitas y regorditas. tu colita, siempre enroscada en un tirabuzón. pelitos en todas mis camisetas y tus huellitas recorriéndome el alma.
va a llegar el día en el que te vas a morir y no sé cómo detenerlo. quiero pensar que aun falta mucho pero me aterra convivir con tu futura ausencia. ¿qué haré con tus juguetes cuando ya no me los traigas para jugar? ¿a quién taparé con la mantita cuando me eche la siesta? ¿a quién buscaré cuando necesite consuelo y el resto del mundo no sepa comprender mi pena?
eres tan pequeño, tan pequeñito. ¡cómo te brillan los ojitos de lucero! bigotitos de ratón y patitas de conejo. mi estrella, mi tesoro, mi suerte, mi perrín. espero que nos encontremos en todas nuestras futuras vidas. en esta, por ahora, voy a sentarme cerquita de ti; tú vendrás y te dormirás en mis pies. ¿con qué sueñas cuando la luz no llega a alcanzarte?
no quiero que llegue el día en el que te vas a morir.
m.e
(18:16)

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siento que existo a destiempo, entre pecados confesados con los dientes apretados y la sensación aterradora de mi carne ensanchándose. supervivencia a contrarreloj y sin sentido; misericordia que nunca llega por mucho que la implores. las voces que te siguen, marcando los límites de tu cuerpo – siempre demasiado amplios, un terreno carnal colectivo que te excluye y te destierra. vives en sus palabras y tomas la forma que ellos juzgan. ¿cuándo dejaste de ser?
no me gusta como me recrean en sus bocas, supurando veneno que se cuela por mis poros hasta emponzoñarme la vergüenza. me escondo tras las cortinas y rompo a llorar bajito, muy bajito, deseando que este cuerpo fuera etéreo. me resigno a la otredad, al hambre programado, al deseo reprimido, a una identidad adquirida en contra de mi voluntad -siempre en diminutivo, como si les diera(s) vergüenza-.
pienso en la piel ensanchada, mutilada bajo la ropa, parece ser demasiado para empequeñecerme (como un dios injusto renegando de su misericordia); la vergüenza se me acumula en el estómago y me arden las entrañas (¡y cuánto deseo que ese fuego se llevara consigo toda la carne que sobra!); me tiemblan las manos (ya conoces el protocolo: hacer oídos sordos, no llorar, no llorar, no llorar). pero, al final del día, tú eres ese cuerpo o ese cuerpo eres tú.
y no quieres serlo y no quieres que lo sea y no quieres ser y no quieren que seas. pero eres.
y eso soy. carne y carne y carne y miedo y vergüenza y ansiedad y carne y todo lo que nadie quiere ser y el alivio ajeno e inalcanzable de no serlo.
¿qué sabrán ellos de la comunión con dios si me cohiben de llevarme el trigo a los labios?
m.e
(20:43)
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me nace dios de las entrañas. de forma violenta, como traen las mujeres a sus vástagos – entre sangre, lágrimas y gritos que asemejan lo animal. le acuno entre mis brazos y comprendo los matices de la maternidad de la virgen. su matriz, cuna y tumba simultáneamente, ha conocido los mismos dolores que la mía. me gustaría besarle las lágrimas y decirle que estos cuerpos no son defectuosos, pero no fueron concebidos para albergar la divinidad –sempiterna y estoica– entre el endometrio y la vergüenza.
me anudo el rosario al cuello. una vuelta, dos vueltas, tres vueltas. se me clavan las cuentas en la garganta como las espinas de la corona en las sienes. esta sangre no se convertirá en vino ni en vinagre; mas en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. se me enredan las plegarias en el crucifijo. las pronuncio por inercia, conociéndolas de principio a fin sin tan siquiera comprenderlas – ruegos inútiles a un progenitor que no nos ama, pero al que nos aferramos como perros con la más miserable de las esperanzas. te rogamos, óyenos.
desconozco en qué lengua debo dirigirme a dios. de pequeña, cuando le rezaba, pensaba que la ausencia de sus respuestas se debía al idioma usado; por eso le hablo en castellano, en latín y entre lágrimas. por favor, dios. ¿qué más necesito para probar mi fe? ¿he de cometer fratricidio, como caín, para que te conduelas de mis llantos? ¿he de ofrecerte a mi primogénito, como abraham, para que aplaques el dolor que me hace buscarte por las noches? ¿dónde debo situar la frontera entre la fe y la desesperanza?
pasan las horas entre réquiems y rezos hasta que las palabras pierden el sentido. el cristo del crucifijo ha comulgado de mi cuerpo y sangre y lágrimas. así llega de nuevo el día. por la ventana se cuelan los primeros rayos del sol y te encuentran con las páginas de la biblia esparcidas por el suelo y el rosario entre los dedos, aun en carne viva. “ese es el amanecer”, piensas. y has sobrevivido.
y has sobrevivido.
m.e
(12:20)
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te escucho en diferido, recordándote a ratos para que dure más tu voz recorriéndome la piel. abrazo tu forma con los brazos, moldeándote al igual que dios hizo al hombre; te pruebo con la boca, a mordiscos, por instinto, como un animal enjaulado. te pienso en sabores, te imagino en colores del cielo, te creo cuando me dirijo a la figura del altar. cuando hablo de ti, pienso en la distancia. ¿qué forma tomo cuando me despides con la misma ternura con la que yo te deseo?
si dios me absolviera de mis pecados, si me dejara obrar sin consecuencias a su juicio, te daría a probar mi sangre como él lo hizo antaño. hay secretos que las palabras no saben transmitir, pero que quizás logres reconocer en el paladar blando. me gustaría que mi cuerpo se volviera manzana y me probases como pecado original, sabiendo que nunca tuvimos la ilusión de la salvación. tomar forma divina solo cuando tú me nombres y existir a tu antojo, hibernando en el hemisferio derecho de tu cerebro hasta la próxima primavera. ¿qué ocurrirá si no florezco?
me pregunto si dios también siente ese miedo – el de no reconocer su propia forma, solo tomándola en boca de otros. desfigurado, por el paso del tiempo, como un simple esperpento. ¿se observará en un espejo sin reconocerse en él, como una bestia sin raciocinio? desconozco los límites de mi cuerpo y me aterra que sean tus manos quienes los tracen. la falta de autonomía y de sentido asignado y encontrado para esta existencia. solo soy cuando me dejan ser.
pienso que dios existe solo cuando duele.
m.e
(21:25)
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si dios me escuchara, le hablaría de las plantas de mi abuela. de como solo las riego yo y de como las he visto marchitarse hasta creer que no tenían futuro, para finalmente ver brotar de nuevo tímidas hojitas verdes. ahora hay dos ramitas naciendo de lo que di por perdido. quizás aun quede esperanza para mí.
si dios se volviera hacia mí, le hablaría de tu nombre. le contaría de que forma tus dedos trazan mis contornos y solo entonces me siento real. el verdadero milagro es que tus brazos estén hechos para sostenerme, encajando perfectamente entre ellos.
si dios se apiadara de mis súplicas, le rogaría que fuera él quien me lamiera las heridas autoinfligidas. le pediría que se acomodara la corona de espinos sobre las sienes y comprendiese con que dolor le nombro desde los pies de mi cama. que si me empujan su fe por la garganta, les vomitaré las cuentas del rosario. ¿a quién le reza él cuando la misericordia resulta no ser suficiente?
le pediría que las noches volviesen a traer consuelo. que me sintiera la persona que se mete en la cama y nadie me encontrase bajo las sábanas. si alguien pregunta, diles que esta vez me he ido y no voy a regresar.
y él se dirige a mí.
el silencio es su forma de respuesta.
amén.
m.e
(23:35)
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