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La Historia
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Cuando la política se convierta en el arte honesto y pulcro al que aspiro, seguiré los pasos de mi familia.
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theleedolife · 5 years ago
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Japan
Lee Do fue al encuentro de aquella persona desconocida en Kabukichõ a la hora acordada.
Bueno, no fue exactamente a su encuentro, ya que aquel individuo le dijo que no lo buscase, que él iría en su búsqueda.
Lee Do, con cierta incomodidad, paseó por las calles del lugar, consciente de que, en aquel sitio, había mafias. Hizo lo mejor que pudo por disimular el hecho de que no le gustaba mucho aquel sitio, y siguió caminando, haciéndose pasar por un turista más.
Un silbido le hizo frenarse en seco y girar sobre sus talones.
-- Oye, tú, el niño modelo - voceó un hombre en coreano desde la puerta de uno de los locales que ya había pasado -. Ven aquí.
Lee Do, reticente, se acercó al hombre, preparándose mentalmente para cualquier eventualidad. Incluso para una pelea.
-- ¿Eres el hijo del rey Sejong? - Lee Do asintió sin abrir la boca, y el hombre se hizo a un lado - Pasa. Te esperan dentro.
Lee Do entró al lugar, algo nervioso. El muchacho notó las palmas de las manos cubiertas de sudor y no le quedó más remedio que limpiarse en los pantalones. Tras atravesar el pasillo, llegó a una habitación en penumbras, apenas iluminada por las luces de los demás locales del barrio.
-- Siéntate, Lee Do. Me alegro de que hayas venido - una voz se dirigió a él desde las sombras en coreano. Algo contrariado, tomó asiento en una silla frente a un escritorio.
De las sombras surgió una figura corpulenta. Un hombre trajeado, con el pelo engominado y con aspecto impecable, que podría haber pasado por político de no haber llevado las manos cubiertas de tatuajes.
Un jefe de la Yakuza. Y no cualquier jefe.
-- Kiyoshi Takayama. Jefe del clan Yamaguchi-gumi, uno de los clanes más importantes de la Yakuza. Un clan acusado de, entre muchos otros delitos, corrupción política - murmuró Lee Do entre dientes.
-- Sí, admito que no tenemos el mejor expediente, muchacho, pero no venimos a hablar de mí o las andanzas del clan, sino de tu padre - el hombre tatuado se encogió levemente de hombros y apoyó los codos en la mesa.
-- ¿Y qué sabe usted sobre él? ¿Por qué debería creerle al kumicho de una mafia que ha cometido tantas fechorías? - cuestionó el joven apretando los dientes.
-- Porque simple y llanamente, querido Lee Do - explicó el hombre de traje -, puedo darte información que te puede ayudar, facilitarte contactos que te informarán a lo largo de tu viaje, y ayudar a que tu padre sea libre.
-- No entiendo cómo mi padre puede tener relación con usted - Lee Do empezó a elevar la voz y a levantarse del asiento -. ¡Usted es uno de los Yakuza! ¡Mi padre siempre fue un hombre de bien! - exclamó, furioso, y cerró la boca al ver que, de repente, los presentes en aquella sala, que surgieron de entre las sombras, le apuntaban con armas y cuchillos.
El hombre del traje les hizo una seña para bajar las armas. El corazón del muchacho iba a mil, y notaba el sudor bajar por su frente.
-- Cierto, Lee Do. Soy el líder de uno de los clanes más temidos de Japón. ¡Soy un asesino, un ladrón, un mentiroso! - exclamó aquel hombre con voz potente -. Pero también, chico, soy un hombre de palabra - continuó su monólogo con un tono de voz más neutro y menos explosivo -. Tu padre me ayudó mucho cuando éramos jóvenes, y prometí defenderlo y ayudarlo, incluso dar mi vida por él, a pesar de ser en quien me he convertido ahora.
El joven lo miró de hito en hito, aún dudando de sus palabras. Su padre jamás mencionó tener relación alguna con el líder de un clan de la mafia. Nunca puso en tela de juicio las decisiones o las relaciones de su padre con otras personas, pero es verdad que ya nada tenía sentido.
-- Sé que no me crees. Lo veo en tu mirada, jovencito - continuó el hombre trajeado, mirando a Lee Do a los ojos -, pero estoy siendo honesto. Te estoy diciendo la verdad - mientras hablaba, rebuscó en un cajón y sacó un sobre, que deslizó sobre el escritorio hacia el joven -, y, si no me crees - dio un par de toques al sobre con un dedo -, será mejor que leas esto.
Con manos algo temblorosas, Lee Do cogió el sobre y lo abrió. Dentro había una única hoja de papel llena de la letra de su padre.
“Querido Lee Do.
Si llegas a tener esta hoja en tus manos, será porque estoy metido en un buen lío.
No puedo decirte nada, porque ni yo sabré cómo me vi envuelto en esto, pero si Takayama te da esta carta, es porque hay más gente involucrada aunque no lo parezca.
Takayama, aparte de ser...bueno, la persona que es ahora, siempre fue un buen amigo de mi juventud. Ambos estudiamos en la misma universidad y después cada uno siguió el camino que el destino decidió para cada uno. Jamás perdí el contacto con Takayama, y sé que puede ser confuso el ver que un senador y un mafioso se conocen y tienen una relación amistosa, pero ya verás que, en la vida, te encontrarás de todo, hijo mío.
Te pido, aunque suene raro, que confíes en Takayama. Él puede conseguir información, te dará todo el material necesario para que, llegado el momento, puedas ayudarme a salir de este embrollo. Confío en ti, sé que lo harás bien. Para eso has estudiado tanto.
Admito que no me gusta aún que seas parte de la industria del entretenimiento, pero supongo que, en este viaje, te servirá pasar medianamente desapercibido. O no, si contamos con tus fans.
Takayama te instruirá en lo que haga falta antes de que partas a tu próximo destino. Espero que, con su ayuda, te quede todo más claro y puedas hallar una solución para limpiar tanto mi nombre como el de nuestra familia.
Estoy muy orgulloso de ti, hijo.
Tu padre”.
Lee Do levantó la vista del papel con gesto consternado, y el hombre del traje ablandó su expresión.
-- Lee Do, siempre te hemos vigilado. No porque fueses nuestro objetivo, pero por seguridad. Tu padre nos encargó estar al pendiente de todo lo que haces y de tus desplazamientos en este viaje, así que, mientras estés aquí, te voy a facilitar tanto conocimiento como pueda. ¿Estás de acuerdo con eso? - el hombre tendió su mano a Lee Do, esperando que aceptase la oferta.
-- ¿Cuándo recibió esto? ¿Cómo es que mi padre sabe que estoy de viaje? - preguntó Lee Do, ignorando por un instante la mano que le tendió el Yakuza.
-- Hace unos 4 días - el hombre se dio un toque en el lateral de la nariz -. Tenemos gente en la misma prisión en la que está tu padre, así que...las noticias vuelan, muchacho - dicho esto, el hombre se levantó de la mesa y volvió a extender su mano hacia el muchacho -. ¿Trato, entonces?
Con gesto dubitativo, Lee Do le miró de reojo y extendió su mano para un apretón de manos, aceptando así la ayuda de aquel caballero tatuado.
-- Muy bien - el hombre soltó la mano de Lee Do y cruzó las manos tras su espalda -. Vamos a sacar a tu padre del calabozo, chico. Espero que, al final de este viaje, consigas pensar como un Yakuza sin convertirte en uno para que entiendas la magnitud de este problema.
-- ¿Cómo...cómo de grande es este asunto, señor? - cuestionó Lee Do, mirándolo fijamente.
El hombre tatuado lo miró durante un instante antes de responder.
-- Esperemos que no tenga alcance mundial. Pero hay unos cuantos peces gordos involucrados.
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theleedolife · 5 years ago
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Prólogo
Lee Do nació en una familia nada convencional.
Su padre fue el político más conocido del país, una verdadera figura del gobierno, muy querido por los ciudadanos y respetado en las altas esferas.
Al nacer Lee Do, su padre quiso que tuviese el mejor modelo a seguir, por lo cual decidió darle un apodo muy especial al pequeño: Lee Do, el mismo nombre que usba el rey Sejong el Grande.
¿Acaso no quiere un padre que su hijo tenga el carácter y el porte de un rey? ¿Que sea igual de respetado que el más excelso monarca?
Conforme Lee Do crecía, su padre intentó inculcarle todos los valores posibles para convertirlo en un diplomático excelente, tal y como lo era él. El pequeño Lee Do se dejaba inculcar sin rechistar, pues siempre vio a su padre como un modelo a seguir, y deseó seguir sus pasos.
Bueno, hasta cierto punto, claro.
Cuando el joven Lee Do contaba con 17 años, y se preparaba para entrar a la universidad a estudiar ciencias políticas, como su padre siempre lo deseó, recibió la noticia de que su padre se había visto envuelto en un escándalo de corrupción del más alto nivel, y que, por desgracia, había sido encarcelado.
Para Lee Do no tenía sentido: su padre siempre fue honesto con el pueblo, jamás mancharía su reputación de esa manera...y ahora se veía involucrado en una situación que no era propia de él.
Nadie se imaginó que el joven aspirante a diplomático dejaría de lado el sueño de su padre poco después de graduarse para buscar un nuevo horizonte que pudiera ayudarlo a despejar su mente.
Lee Do cambió de mundo, de pasar a ser el rey a ser un plebeyo en un mundo nuevo: el entretenimiento.
Trabajó duro para llegar a ser un ídolo de masas, para que su cara fuese vista en grandes pantallas, en anuncios de productos caros, para que se le valorara por su apariencia y no por su honestidad y por la confianza que quería transmitir a las nuevas generaciones.
Aunque está un poco harto de tantas cámaras y faranduleo, alberga la esperanza de ser el líder que todos esperan que sea, pero para ello necesita aprender. Aprender de diversas culturas. Ver cómo se maneja la política en diversos ámbitos. Escuchar opiniones, conocer los sesgos de la sociedad, y, sobre todo, obtener conocimientos para poder defender a su padre y limpiar su nombre.
Es el momento de transmitir la confianza que necesita un jefe de Estado para poder liberar a su padre del turbio lodazal en el que se encuentra, y llegar hasta el culpable.
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