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thestarofdorne · 5 years
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Elia,Arthur,Ashara and  Oberyn being adorable at the Water Gardens.
“The Water Gardens are my favorite place in this world.”
-Doran Martell
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thestarofdorne · 5 years
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As She Hit The Waves Her Last Thought Was Him
As The Sword Came Down His Only Thought Were Her Purple Eyes
for this prompt from asoiafrarepairs
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thestarofdorne · 5 years
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character poster ≡ ashara dayne  [for @staryjoy ♥]
“Why did she jump in the sea, though?”
“Her heart was broken.”
want one? no more, please
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thestarofdorne · 5 years
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Her heart was  b r o k e n.
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thestarofdorne · 5 years
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“…and his fair lady had thrown herself from the tower soon after, mad with grief for the child she had lost, or perhaps the man who had dishonored her at harrenhall” ★ ashara dayne
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thestarofdorne · 5 years
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Why did she jump in the sea, though? Her heart was broken.
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thestarofdorne · 5 years
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Lady Ashara Dayne of Starfall.
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thestarofdorne · 6 years
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¿Que es la felicidad? En Dorne, la felicidad se confunde con el placer carnal, el disfrutar de las caricias de una mujer hermosa y delicioso vino. En Rocadragón, la felicidad es una triste arpa sonando por las noches con el recuerdo de un refugio lejano. El llanto de un niño y la risa de su madre, porque el heredero ha llegado. El sonido de los bardos cantando la canción favorita de una dama, al mismo tiempo que está le concede la pieza al caballero que ha esperado toda la noche, y que siente como sus corazones se entrelazan. El abrazo de un hermano que pensaste no volverías a ver. La risa de la amiga que creíste haber perdido para siempre. La felicidad es un momento, un solo momento que se queda marcado en el alma como cicatrices de batalla.
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thestarofdorne · 6 years
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Iɴ ᴛʜᴇ ɴᴀᴍᴇ ᴏғ ᴛʜᴇ ᴍᴏᴛʜᴇʀ
El muro 300 AC AU | #Nedshara
Ubicación temporal: [ Danza de Dragones. Después de la partida del rey Stannis Baratheon. Después de la partida de Val, princesa de los salvajes. Previo a la llegada de la reina Selyse a Castillo Negro. OutCanon: El maestre Aemon permanece en el muro. ]
❝ Tᴏᴅᴏ ᴛɪᴇɴᴇ ʀᴀɪ́ᴄᴇꜱ ᴇɴ ᴇʟ ᴘᴀꜱᴀᴅᴏ﹐ ᴇɴ ɴᴜᴇꜱᴛʀᴀꜱ ᴍᴀᴅʀᴇꜱ﹐ ᴇɴ ɴᴜᴇꜱᴛʀᴏꜱ ᴘᴀᴅʀᴇꜱ ʏ ᴇɴ ʟᴏꜱ ᴘᴀᴅʀᴇꜱ ᴅᴇ ɴᴜᴇꜱᴛʀᴏꜱ ᴘᴀᴅʀᴇꜱ. Nᴏ ꜱᴏᴍᴏꜱ ᴍᴀ́ꜱ ϙᴜᴇ ᴍᴀʀɪᴏɴᴇᴛᴀꜱ﹐ ɴᴏꜱ ᴍᴜᴇᴠᴇɴ ʟᴏꜱ ʜɪʟᴏꜱ ᴅᴇ ʟᴏꜱ ϙᴜᴇ ɴᴏꜱ ᴘʀᴇᴄᴇᴅɪᴇʀᴏɴ﹐ ʏ ᴀʟɢᴜ́ɴ ᴅɪ́ᴀ ɴᴜᴇꜱᴛʀᴏꜱ ʜɪᴊᴏꜱ ᴛᴇɴᴅʀᴀ́ɴ ϙᴜᴇ ʙᴀɪʟᴀʀ ᴄᴏᴍᴏ ʟᴇꜱ ᴅɪᴄᴛᴇɴ ɴᴜᴇꜱᴛʀᴏꜱ ʜɪʟᴏꜱ. ❞
[ 𝑻𝒚𝒓𝒊𝒐𝒏 𝑳𝒂𝒏𝒏𝒊𝒔𝒕𝒆𝒓. 𝑻𝒐𝒓𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒑𝒂𝒅𝒂𝒔 ]
El cielo se veía despejado sobre Guardiaoriente del Mar, tan despejado que Ashara no podía creerlo. Las tormentas los había acosado todo el camino, pero por siete días y siete noches no les permitieron descansar ni por un momento, la galera se agitaba violentamente y con cada golpe de las olas que recibía parecía que se iba a romper en pequeños trozos. Estaba segura de que más de un marino en “La flor del verano” le culpaba por ello, eran personas altamente supersticiosas y las mujeres siempre daban mala suerte en el mar, las miradas hostiles se volvieron algo común y sospechaba que algunos querían tirarla por la borda sin importar que el capitán había aceptado de buena gana su oro.
Le había costado tres copas de vino convencerse a hacer ese viaje, dejar atrás las comodidades de Braavos para finalmente conocer el muro pero las palabras equivocadas habían llegado a sus oídos y una terquedad desconocida hasta momento se apoderó de ella. Una noche escuchó a un bardo hablar de cómo había vestido el negro, se había acostumbrado tanto al Braavosi que le costó reconocer que hablaba la lengua común, el hombre tenía una lengua de plata que sólo sabía cantar mentiras y todas las canciones le sabían agridulces por la nostalgia, ella también había conocido esas canciones hacia mucho.
La dorniense le escuchó cantar, y con el tiempo comenzó a preguntar.
— ¿Quien ocupa el trono de hierro? — La noticia de la muerte del usurpador había llegado incluso a la compañía de actores en la que estaba, ese día había bebido una copa de vino por Elia, una por Rhaegar, una por cada uno de los pequeños príncipes que había ayudado a nacer y una por su propio hijo, aquel que había entregado. Después las noticias eran variadas y confusas, se hablaba de dragones, cinco reyes distintos con sus coronas y de la infidelidad de la Lannister.
Daeron, como pedía el bardo negro que le llamasen, se extrañó por sus preguntas pero las respondió. No solo Robert Baratheon había muerto, también uno de sus hijos e incluso el poderoso Tywin Lannister, lo cual había merecido otra copa, los monstruos de su pasado comenzaban a desaparecer.
«Que el padre lo juzgue con justicia y severidad, — pensó — sobre todo con severidad.»
El bardo también había dicho otras cosas, zombis de hielo, brujas de fuego y viejos dragones ciegos, balbuceos de borracho más que nada, pero luego había dicho esa frase, “En el norte todos los Stark han muerto, solo el lobo bastardo queda, y es Lord comandante del muro”.
Había vendido entonces sus encajes de Myr para pagar su pasaje, comprar pieles y conseguir una daga. Durante todos los años que se refugió en Essos, la compañía a la cual se había unido se había vuelto tan famosa que se presentaba constantemente frente a Ferrego Antaryon, Señor del Mar de Braavos, y en el momento en que decidido marcharse este le había regalado una escolta de tres hombres para protegerla de los marineros y acompañarla por los caminos. Desde que había embarcado no paraba de escuchar historias sobre salvajes e incluso cuando le había pagado al capitán Braavosi, este le había ofrecido conseguirle mejor un barco que se dirigiera a Desembarco del Rey, o algún marinero arriesgado que quisiera cruzar los peldaños de piedra rumbo a Antigua. Ashara se había negado rotundamente, fantasmas era lo único que le esperaba al sur, el futuro estaba en el norte.
Al desembarcar la noche comenzaba a cernirse sobre el muro. El comandante de Guardiaoriente le recibió de mala gana, las mujeres no llegaban tan al norte con frecuencia pero a pesar de los años el porte de la dorniense denotaba su alta cuna y eso le obligaba a atenderle. Le había mentido en su nombre, llamándose a sí misma Elia Sand, hija natural del señor de Palosanto, y en su intención ya que se presentaba como una emisaria con un mensaje urgente para el Lord comandante.
No tenía donde alojarla. El rey Stannis había dejado en el castillo a su reina, su hija y buena parte de su corte que resultaba inútil para la pelea, ocupando las mejores habitaciones del desgastado castillo. Aunque no estaba dispuesto a dejarle marchar de noche, la nevada había parado pero podría iniciar en cualquier momento aislándolos sin ayuda durante la noche, y tampoco deseaba dejarla en Guardiaverde, el Lord comandante lo había rehabilitado recientemente pero sus nuevos hermanos eran todos de origen salvaje y no confiaba en ellos en torno a una dama, así que al final le asignó una celda de mayordomo donde pasar la noche antes de salir.
La presencia de la reina la había alejado por completo del comedor. No deseaba mirarle, tenía un asco sano hacia los Baratheon, nunca olvidaría el tridente ni perdonaría lo que la guerra que habían iniciado le costó. Asi que uno de sus guardias le había llevado pan frito e hidromiel a su celda y lo habían comido en silencio. Al día siguiente partieron a primera hora, bajo la atenta mirada de los hombres de la reina y un enviado del banco de hierro, el cual parecía le había reconocido.
Su pequeño séquito estaba formado por su guardia personal y un explorador de la guardia de la noche para guiarlos por el camino. En Dorne vestía solo con vaporosas sedas para soportar el calor del desierto, en Rocadragon y Braavos había aprendido a usar la lana para evitar las noches frías pero en el norte el invierno nunca se alejaba y las pieles y el cuero eran siempre necesarias por más incómodas que resultaran para montar pero nada la había preparado para el frío que emanaba el gran bloque de hielo que era el muro. No sentía sus mejillas y al hablar una nube de vapor salía de su cuerpo, así que se limitaba a escuchar los comentarios de asombro que sus acompañantes compartían en la lengua de las mil islas.
— ¿Qué dicen? — Le preguntó el explorador. Se había presentado por Tim Piedra, y Ashara asumió que el comandante le había enviado un bastardo por la condición en la que se presentó ante él.
— De las mujeres que les esperan de regreso a casa. — Sus guardias se reían de una broma picante que no pensaba repetir, no por pudor sino por no insultar a la guardia, especialmente a su guía, así que se encogió de hombros.
Tim Piedra asintió con la cabeza, estaba incomodo en su presencia. No sabía si por sus acompañantes o por si misma.
— ¿Había visto alguna vez el muro, mi señora?
— Es la primera vez que estoy al norte del cuello, es algo impresionante. — Respondió.
— “… El escudo de que defiende los reinos de los hombres”. — Le dijo sonriendo.
— Un gran hombre una vez me dijo que ningun muro es más fuerte que los hombres que lo defienden, Paloalto le agradece su servicio. — Le sonrió por costumbre y con cierta gratitud ya que había traído a ella un recuerdo que creía perdido.
— Es la primera vez que escucho algo así, muchos hombres de la guardia estamos aquí como castigo mi Lady, no hay tantos buenos hombres como solía haber.
Después de eso no hablaron más. Ashara pensó en Vorian, la Espada del Ocaso, que había recorrido ese mismo camino con grilletes de oro después de perder su corona ante Nymeria mucho antes de que los reinos se unificaran bajo la espada de Aegon el conquistador. Su hermano Arthur le admiraba tanto que lo ponía incluso sobre el caballero dragón y pedía constantemente a su maestre que le contase historias sobre él, soñando siempre de chico visitar el muro donde había vivido sus últimos días y lo había logrado en varias ocasiones cuando acompañaba al príncipe Rhaegar a visitar a su tío.
Castillo Negro sobresalía de los castillos abandonados leguas antes de poder ver sus puertas, y de ver el humo de sus chimeneas Ashara comenzaba a ponerse nerviosa. No sabía qué le iba a decir a él lord comandante, y sabía menos sobre lo que haría después. Bowen Marsh les recibió presentándose como el castellano de la fortaleza y les miró con desconfianza, casi la misma que Cotter Pyke le había dado cuando se presentó en su puerta pero sin dejar de mostrarse educado.
— Ser Bowen, Ser Cotter me ha dicho que hay una sacerdotisa roja entre la guarnición, a mis hombres les gustaría ser bendecidos y agradecer al dios de la luz por llegar a salvo. — La población de Braavos tenía mil dioses a los cuales les rendían culto en una isla especial para ello y el dios rojo era el más adorado de todos, sin duda sus guardias también le rendían culto. — ¿Podría guiarles a ella?
— Por supuesto, mi lady — Pyke seguro había mandado un cuervo en el momento en que habían salido porque los hermanos negros esperaban su llegada. — ¿Usted va a acompañarles? El Lord comandante está supervisando la parte superior del muro y tardará poco más de un momento en bajar a su encuentro.
«Los dioses me bendicen con más tiempo.» Recordaría dar gracias por ello en sus plegarias nocturnas.
— Mis dioses son los siete, ¿cuentan con un maestre? — El Lord mayordomo asintió. — Me gustaría visitarle, el viaje me ha causado molestias.
— El maestre Aemon es viejo pero el hombre más sabio de la guardia, sea cual sea su molestia tendrá la solución.
Le escoltaron a sus habitaciones las cuales estaban llenas de cuervos que comenzaron a graznar en el mismo momento en que cruzó las puertas y un mayordomo la guió frente al viejo maestre. El corazón se le apretó al verlo, un hombre de pelo totalmente blanco de misma forma que sus ojos. Había escuchado al príncipe hablar de Aemon Targaryen, el rey que no fue, hablaba con gran cariño del anciano y siempre decía que era el hombre más sabio que había conocido. A su edad hacía mucho que Ashara era una mujer pero frente a él se sentía una niña.
— Mi señor — La dorniense se dejó caer a sus pies y beso sus manos víctima de la emoción. Un dragón, había un dragón en poniente, el ultimo.
— Soy solo un maestre, mi señora, uno viejo, — Le respondió — por favor levántese.
— Mi hermano me habló de usted hacía ya muchos años, tantos que no podría recordar sus palabras y he esperado por verle toda mi vida. — Estaban solos a excepción del mayordomo, cuya cara amarga no le daba la aparecía de chismoso. — He llegado a usted con mentiras, mi nombre no es Elia mi señor, pero si serví a una.
Los rumores de su muerte se expandieron y se olvidaron hacía tiempo, así que costaría que alguien le creyera cuando usaba su nombre. Esperaba que el maestre reconociese que sus ojos eran una buena señal de su identidad pero estaba ciego.
— Clydas, acércate y descríbeme a nuestra señora.
El mayordomo hizo lo que le habían pedido, se le acerco con una vela y le ilumino el rostro.
— Mi señora tiene el cabello negro, la tez pálida y los ojos purpuras.
— Violetas, todos decían que mis ojos son violetas.
Clydas se encogió de hombros, como si aquello no importara y Ashara se dio cuenta que no lo hacía. El maestre asintió hacia la nada, como si procesara como le describía y formara una imagen mental de la mujer que tenía al frente, su origen se revelaba en su acento, su cuna en su forma de hablar y su edad en sus manos.
— Clydas, trae vino especiado para Lady Dayne e hidromiel para mí. Después busca a él lord comandante. — La dorniense se sorprendió por el reconocimiento. — Mi cuerpo es viejo, pero mi mente se mantiene fresca y mi memoria no falla. Rhaegar trajo consigo a pocos guardias cuando me visitó, y solo dos eran dornienses uno de ellos era el príncipe Lewis Martell pero su hermana murió antes de la rebelión, y el otro era Ser Arthur Dayne, con dos hermanas y un hermano, solo una de ellas servía a la princesa Elia.
— Ha nombrado a cuatro fantasmas y tiene uno más frente a usted. Muchos creen que estoy muerta.
— Muchos creen que el cielo es azul porque vivimos en el ojo de un gigante. Los rumores difícilmente llegan tan al norte, mi lady, y los maestres los escuchamos pero en la ciudadela nos enseñan a no creer. ¿Por qué has venido?
— Muchos dicen que me avente de una torre por el dolor, el dolor de la muerte de mi hermano o el de la perdida de una hija nacida muerta. El dolor si me invadió después de la muerte de Arthur pero mi hijo nació sano y fuerte, como el padre que se lo llevo para darle un nombre y un gran castillo donde crecer con el favor de la corona pero ese hombre ha muerto y yo quiero conocerle.
— Creo que no hay un Sand en la guardia, mi niña, pero el Lord comandante lo sabrá mejor y le ayudara.
— Su padre le puso el apellido de los bastardos del norte, Snow.
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