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Walter Benjamin dice que jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie; cemento y metal: la piel de los jaguares de Sudamérica, de bestias, cargando demasiados fantasmas. Algunos escribirán historia, a los miles se los llevarán. El 11 es una pesadilla, un desvelo, un sudor nocturno que interrumpe el sueño. Una herida que carcome y acaba en caras pesadillas. Ver a la muerte a los ojos se paga con cicatrices. El pecado se escribió en la carne con fuego; y la culpa no se quita, no se lava, no se desdibuja, no se ensombrece, no se quiebra, no se miente. Un mero esfuerzo queda, un resto. Lijar la carne, al revés y al derecho: al contrapelo. El perdón es de dioses: unos demasiado poderosos, demasiado distantes, demasiado imposibles. Nunca aprenderás a pronunciarlo, nunca te atreverás a decirlo a la cara, cargar el perdón sobre los hombros. Luego, se murió Dios; también lo hicieron las disculpas y el perdón. Directo al abismo juntos todos. Sus reliquias quedan, llenas de polvo: palabras a las que, como monedas de oro falso, tenemos que dar fe. La culpa: la nata y el raspado. / Una delicada arte culinaria /Un atletismo de la culpa. Una gimnasia para débiles, para quien el único posible bautizo es una espada entre las costillas. Quebrar las entrañas y afilar los bordes de la culpa con delicadeza. Creo que creo en la salvación; que los perdones compren el cielo y las disculpas cicatricen corazones. /Monedas falsas que se vuelvan oro macizo. Hay que creer que nos salvamos, que las manos se limpian, que la culpa se paga. Hay que creer que nos salvamos: un pecado original que se limpia. La expiación y el exorcismo de nuestros corazones se hace descurtiendo las rodillas, besando los pies. La historia se escribe con sangre y se limpia mendigando el perdón; bajando la cabeza, atorando el tiempo. La historia como fracaso; el pasado como mingitorio del progreso. La historia es un libreto que siempre está en estreno. El tiempo, una lucha que siempre se pierde y a perder es lo único que se aprende. Pedagogías de la derrota, para excavar y hacer hitos a peregrinos que venguen, quiebren murallas. Un heroísmo de la derrota: ponerse la corona y retratarse altivo. Quemar héroes y mentirse desde el más puro miedo. / Ser héroe en la derrota, en la herida de la revancha y en el error de la venganza. / Ser perdedor en tiempos de paz. El perdón es una pasión, jamás una acción Nunca se olvidan las cicatrices / Nunca se perdonan las llagas Y como dijo Fiona Apple: Never is a promise / and you can’t afford to lie
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No sé bien el verano que fue: había sol.
Mi mamá continuó colgando las hortensias con hilos del techo; nuevas de mejores colores que las anteriores – las que ya se murieron, se pudieron, se cayeron-. Guardadas en una bolsa que esconde debajo de la cama; con cuadernos de versos medalleados, versos que quedan como llagas, espadas.
No sé bien el verano que fue: había sol. / Y Matías.
(¿Lloró mi mamá al pronunciar su nombre? / ¿Disecó las hortensias muertas y guillotinadas del living?)
Matías, mi medio/hermano: la mitad de los alelos, mitad de mi papá, un cuarto de la historia. No sé bien el verano que fue: en el que caminábamos tomados de las manos hasta el fondo del lago, con la arena entre las patas, el agua hasta el ombligo; sentados detrás de un computador sin colores.
(¿Podrá mi mamá decir su nombre? / ¿Llega el perdón?)
La casa se cae a pedazos; la Virgen María no responde oraciones; los ratones pasean por las paredes, se comen los cables de las mil cuatrocientas tablas de madera.
No sé bien el verano que fue: había sol. No va a quedar nada. No Matías, no sus fotos; todo se va a quebrar como figuras de cristal.
(¿Es la grasa o la sangre la que quiebra? / ¿Son los recuerdos algo más que figuras de cristal? / ¿Somos nosotros más que cargas sobre los hombros?)
¿Podemos ser más que la ola que nos tumba? ¿Podemos caminar más profundo hasta el fondo? ¿Tendremos los ojos para ver?
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100 palabras dispuestas.
Una lista que crecería, achicaría, pero siempre una cuenta que no se termina: un montón, ruma de palabras que nunca me atreví a escribir. Silencios: hiatos que no apuntan a nada.
Su nombre, hiato.
Ella: una fotografía, el pelo suelto, dientes fisurados.
/Los cordones desatados, cuatro kilómetros a la vuelta de la esquina
Viste la mirada; viste altiva dientes obispales. Parte el durazno con los molares y paletas; fruta podrida ponzoñosa. Se baña con colmillos encima de la piel, se viste con tacones de cobre.
/Se enteró que Colón pisó continente? / Que el hombre llegó a la luna?
Da lo mismo. La cama está desecha: y queda la sábana arrugada. La almohada mordida; las marcas, los agujeros. El jugo de un damasco que partió.
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Comencé por ella. De un nombre patético y senos hediondos a poliuretano.
Mamá trabaja y su ausencia fue una puerta. Prendo la tele y devengo un flujo de zapping. 1,2,3,4,5,6,7,8,9,1,2,3,4,6,7,8,9 canales grotescos, siliconescos, plásticos. Senos puntiagudos; rostro barbiturizado. Madurez en los ojos, así como un delirio juvenil, una chispa ilusoria. Erótica que le enciende los ojos. Palma en cada seno, ojo en cada lente de la cámara / extensiva lujuria: labios húmedos, dientes afilados.
Comencé con ella. Carmen Electra como un delirio nocturno, una etapa en una bitácora que no sé titular, tildar o enunciar. Flujo anárquico, temblor que satura los oídos, suda y desciende hasta el vello. / Carmen Electra como un Leviatán que corrompe los sueños; madurez que trina y se desarma en el cuerpo religioso. Una clase de religión a medias y un discurso que heredé a oídas; Carmen Electra me quiebra la cruz en la cara, se baña con agua bendita los senos y se frota vírgenes por entre la silicona. Exceso / corrupción de la carne, putrefacción de una virgen y Cristos de madera.
Carmen Electra como una corona de espinos digital, formato píxel y carne de 24 bits. Arquetipo modal vacío; una peca como pieza, un pezón erecto como un acertijo y una pierna como ladrillo. A pesar, un ensueño que encalló en la mente, molécula, átomo y neurona. Dibujó trazos, emprendió caminos, invade nuevos cuerpos. Un coito voyeurista en mitad de la sala de clases; un rebote de ambos senos encima del cristal de la mesa; una subordinación y dominación onírica que se acopla, fluye sin distinguir organismo. Un cuerpo que se desarma; extremidades que se avivan, extremos que se animan. Un puzzle desarmable, montable.
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HARAKIRIS Edipo te va a cortar la cabeza.
Edipo te va a cortar la cabeza; tus hijos se van a reír.
Te van a cortar la cabeza
Te van a cortar la cabeza
Decapitado aprenderás a pedir perdón: con las manos y las patas.
/Y dirás palabras que se vas a confundir con promesas.
/Enjuagarás acertijos de sangre apelmazada
Edipo te va a cortar la cabeza: no va a esperar.
Perdonar es sólo un juego de cartas donde siempre vas a perder.
Edipo te va a cortar la cabeza.
No obstante
/la culpa y las palabras no se limpian, no se desdibujan, no se ensombrecen
Perdonar es una pasión, jamás una acción
La culpa: la nata y el raspado.
/Una delicada arte culinaria
/Un atletismo tosco
/Gimnasia para débiles
Un atletismo para quién, los únicos-posibles bautizos son katanas entre las costillas.
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El doctor le preguntó a Andrés; Andrés responde que así lo prefiere.
El doctor le pregunta; Andrés responde que así lo prefiere, por Cecilia.
Se lo dijo el viejo de parque Bustamante bajo veinticuatro grados a la sombra: Cecilia no habla como solía; camina y no devuelve la mirada, la ensalada no aliña y en la cama no mueve ningún músculo.
Andrés responde que sí; cuando el doctor pregunta.
El de Parque Bustamante le tira seis cartas sobre una banca y asegura la infidelidad, la infelicidad y el despecho de Cecilia: ya no suele verse ni ser como antes.
Andrés vuelve a las dos de la mañana porque conoce el sabotaje como un arte secreto. Cecilia no pregunta, no responde a lo que Andrés intentar decir.
El doctor luego le preguntará a Andrés; a lo que Andrés responderá que sí.
Responderá que así lo prefiere.
Escalpelo y oxígeno y una bolsa Ziploc son el resumen de cuatro horas detrás de bambalinas de tela de cebolla mientras Andrés espera dormido.
El doctor vuelve y le deja entre las manos, aún caliente la bolsa en sangre oscura y que burbujea. Sangre apelmazada con burbujas que se revientan con lentitud. Explotando y colapsando de una y en cámara lenta.
Andrés alcanza a sentir las superficies por entre la capa de plástico y continúa mirándolos flotar en sangre. Ambos testículos flotando en sanguinolento éter.
El doctor le preguntará a Andrés, a lo que él responderá que sí.
Cecilia no va a abrir la puerta, Andrés ya lo sabía. Se detendrá él frente a la alfombra con pelos de gato y dejará en ella descansando la bolsa Ziploc, doblada y achatada sobre su propio peso. Mientras entre la sangre va saltando.
No llama, no asegura, no responde.
Cecilia sabe qué esperar con exactitud matemática lo que Andrés hace. Sabe con precisión y puntería perfecta que Andrés la va a mirar aún por la ventana mientras se dé besos con otra persona.
Andrés no tiene nada más que ofrecer.
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NACIÓN BILBOARD
CON SONRISAS LINDAS
EN LÁMINAS DE REVISTAS DE AEROPUERTO
CON PALMERAS DE PLAYAS DE PLÁSTICO
/CON ARENAS DE POLIURETANO
CULEANDO CON TULAS DE CENTENO
MARICAS LINDAS Y LESBIANAS RICAS EN CAMPOS DE TRIGO
/TORNASOL CON LUCES
CULEANDO CON PLAYAS INFLADAS / CON TULAS HECHAS DE CENTENO
PARAGUAS EN MARGARITAS
Y REVISTAS DE AEROPUERTO
SOUVENIRS EN LOS DIENTES Y MARMOTAS DE COLORES
CABALLOS PARDOS Y CABELLO EN EL AIRE
NACIÓN BILBOARD: CON SONRISAS LINDAS Y PECHOS DE POLIURETANO
OJOS DE MARFIL AFRICANO Y TULAS HECHAS DE CENTENO MOLIDO
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Era la única puerta cerrada en la casa, en el último piso, en el último rincón; que no teníamos la costumbre de mencionar en la mesa. Nos comunicábamos a miradas y evasivas que nunca dejaron de serlo; que mudaron de tono y forma. Era esa la única puerta cerrada en la casa, a ella sólo se le cayeron las bisagras, pero ella misma la vació. La única puerta que con ariete en mano nunca llegó a abrirse.
// La historia la escriben los vencedores / el olvido lo cargan los demás: sacos de ampollas y costas secas desarmadas.
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¿Cómo hablar desde el cuerpo y la carne del asesino?
¿Cómo exorcizarse la lengua: darse la condena y ponerse los grilletes? / Bajar la cabeza, bajar las manos, bajar el nombre
Perdonar desde la primera persona: ser juez de cuello y peluca: dar el martillo a la ley /la palabra en primerísima primera persona /esforzarse por perdonar desde el silencio
Hijo de semen y óvulos sangrados / depósito sin fondos de cuerpos-muertos De bautizos truncados y colmillos punzantes
Ser estómago de culpa y lengua de serpiente /arrastrado entre tumbas abiertas
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Bueno, supongo que está bien construir aviones-jumbo / O hacer un viaje en un tren cósmico / Echar a andar el verano desde un tragamonedas / Sí, consigue lo que quieres si lo quieres, porque puedes conseguir cualquier cosa
Yo sé que hemos recorrido un largo camino / Estamos cambiando día a día /
Pero dime, ¿dónde jugarán los niños?
¿En qué clase de columpio sentirán el viento y en qué día de la semana decidirán que es mejor quedarse en cama?
¿Qué clase de ciudades llenas levantarán? ¿Qué clase de cemento y ladrillos permitirán el caminar perdido; un vidrio que devuelva la mirada y un rascacielos que aprenda a respirar?
¿Cómo re-llenar la vida?
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Repitieron que cuando grande entenderíamos: que las cosas (después) tienen sentido-raz��n-propósito. Nos repitieron a los oídos que sabían lo que hacían; al dormir nos sentamos en camas demasiado calientes y sábanas demasiado limpias a ver las estrellas que alcanzábamos a ver antes de que las cortinas se cerrasen y la noche no entrase más.
Repitieron que cuando grande entenderíamos: que las cosas (siempre) tienen sentido (eventualmente)
¿Repitieron cosas que otros también repitieron?
¿El juego del teléfono?
Cuando grande entenderíamos / Cuando seamos mayores comprenderíamos / Cuando estemos maduros sabríamos / Cuando fuésemos más jóvenes entenderíamos
Yo sé que hemos recorrido un largo camino, dijo Cat Stevens, con una guitarra debajo de los brazos, estamos cambiando día a día, dijo Cat Stevens, pero dime, dijo Cat Stevens, ¿van a jugar algún día los niños?
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Pienso últimamente en la muerte del padre. De suicidios a bala armada / nudos y cuerdas / veneno y cianuro.
Pienso últimamente en la muerte de las guías y caminar con linternas apagadas, cojos en mitad de una noche.
Pienso últimamente en dormirse toda la vida para soñar. Dormir-para-soñar-un-poquito-más.
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Cuenta la leyenda que fue Tales de Mileto el que primero “descubrió” la filosofía. Allá en Grecia, hace mil chorrocientos años. Sorprendido tras su encuentro con ella, maravillado se fue caminando por el campo mirando las estrellas. En la andanza, se cayó en cada hoyo del camino.
Mamá, cuando le dije qué haría, me miro con cara rara. Dijo que le daba miedo que me quedara en otra.
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Me pregunto qué sería de Tales si viviera hoy en día. En cuanto hoyo y “evento” se caería. Cuántas sacadas-de-chucha.
Sino me pregunto si ya le habrían puesto Pokemones al cielo. Quizás un letrero luminoso.
Sino me pregunto si Tales hubiese tenido tiempo después de la pega para ponerse a ver el cielo. Si se hubiese hecho tiempo entre el happy hour y el break de la oficina para mirar el cielo.
(¿Tendría quizás un Instagram con fotos del cielo?)
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El mundo se acabó ayer.
Literalmente.
A las tres y cuarto.
Sobre los jinetes, se equivocaron. También sobre las trompetas. Lo del fuego, no estuvieron ni cerca; los cielos negros y la ceniza, fue una exageración.
El mundo se acabó ayer. No quedaron postales; no tuvo ningún atractivo.
Las oficinas y las luces; las teclas del computador; los celulares y los audífonos se acabaron cuando el mundo se terminó. Nadie se dio cuenta. Nadie le sacó la foto.
El mundo se acabó.
En un rato sí y al otro, no.
Tampoco hubo tarotistas de paseo Ahumada; abuela de cuarto piso o conserje aburrido que hubiese imaginado que el mundo se acabase.
Nadie le achuntó. Nadie pensó en que las cosas ya no estarían a las doce y cuarto.
El fin del mundo fue aburrido.
Dijo uno, que había comenzado en un suburbio. En la pieza de una pendeja de quince en lo Barnechea. Miraba el techo aburrida. El mundo comenzó a acabarse en su pieza. La pendeja dejó de existir a las doce y cuarto; luego bajó el cerro y avanzó por las oficinas.
En la calle no había nadie. El oficinista también desapareció a la hora que ocurrió. No alcanzó a calentar el café. La mina del tercer piso no llegó a tiempo al microonda que terminó la ronda. El jefe no cerró el Excel.
En la calle, la que esperaba cruzar la calle, se quedó en la esquina. Luego, el fin del mundo siguió. Bajó por Tobalaba, terminó el mundo y después Providencia y Ñuñoa. Después, se acabó el mundo hasta las Rejas. Después cruzó la cordillera y siguió camino al sur, camino al norte.
El mundo se acabó.
En un rato si y al otro no.
Nadie alcanzó a cachar ni qué había pasado ni cuándo.
Pero el fin del mundo fue aburrido.
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De Kurt hace tiempo quería escribir. Una carta es demasiado. Una dedicatoria, una pretensión. Un homenaje, es un paso demasiado lejos.
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De Kurt hace tiempo quería escribir. El inglés ahora sí le digo yes, y si le digo no(u). Al inglés ahora sí le entiendo. Y ahora, de Kurt hace tiempo quería escribir.
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Rape me.
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Kurt el mismo con el pelo mechas de clavo. La voz raspada, la chomba rasgada y la guitarra rosándole los pies. Los dedos apenas acertando las notas y la voz apenas saliéndole de la lengua. Kurt que se tortura con cada verso. Con cada nota se masoquisa un poco más y lucha contra algo que nadie tiene la menor idea. Nosotros lo vemos ahí. Kurt querido. Sobre el escenario gritando sin ninguna sintonía. Sin ningún pudor. Sin ninguna vergüenza en ninguna letra. Para decirte que se odia. Que lo violes. Que lo violes, mi amigo. De nuevo.
5
Kurt se quedó atrás. Se quedó atrás de una canción. Enredado y ahorcado, colgando de las cuerdas de la guitarra. La que rompió, la que violó y la que nunca supo tocar. Kurt se quedó atrás del escenario. Comprimido en 320 kbps de un mp3 de mierda que repito una y otra vez. Kurt no está ni ahí, ni acá. Está entre las cuerdas. Entre las cuerdas, gritando.
5
I’m so happy cause today I find my Friends, they’re in my head. I’m so ugly.
6
Se siente cuando lo escuchas. Que la guitarra la tenía entre las manos y apenas sabía lo que hacía. Sin ningún cariño, delicadeza o precisión. Él no vino a dar ningún show. El no vino a cantarle a nadie.
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Truth covered in security. 8
Si lo único que me queda de Kurt es quizás pensar que fue más valiente que yo. Que no tuvo ningún puto pelo en la lengua. Que se odio con valentía. Que a cada paso se lastimó más. Que nunca dejó de odiarse sin ningún pudor. Sin ninguna vergüenza.
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De Kurt hace tiempo quería escribir. Una carta es demasiado. Una dedicatoria, una pretensión. Un homenaje, es un paso demasiado lejos.
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Quizás la forma más letal sea la tristeza. Reprimir, prohibir es una fuerza; una ofensiva opuesta. La tristeza y la depresión son fuerzas de vectores interiores. Cuya fuerza radica en reducir, desfondar, crear fondos hasta el núcleo. Condenar a la repetición. Repetición de lo mismo. Sin aire; como un buzo a punto de morir. Volcar todo en el mundo. Detener y sedimentar y solidificar al yo; la potencia y la identidad. Yo soy yo. Yo soy yo. Yo soy yo. Y nadie más. Y ninguno más.
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Me acordaba de esas canciones que escuchaba cuando pendejo; magnetizadas metidas en un par de metros de cassettes. Las de la tele. Cuatro y media de la tarde y con la antena encima de la cabeza, tratando de pillar los monitos. Hace ocho o diez años. Ocho o casi diez años a-la-mano; a-un-click; a-un-link. Los recuerdos que se vienen de vuelta a la casa, que se meten cuando ya cerraste la puerta y ellos no piden permiso. Que vienen, meten ruido y desordenan toda la casa. De esos me quiero acordar. De los ruidosos, los molestos, los malcriados. De esos para dejarles la puerta de atrás abierta, que se vayan por el patio y que luego se les pierda el camino de vuelta.
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Quién dijo que se vive en la cultura del desperdicio, se equivocó. Aquí acumulamos todo, lo guardamos y lo archivamos. Lo renovamos, lo botamos, pero el anterior no pierde rastro. No se pierde, no se olvida. Seguimos cantando lo mismo y comiendo y cagando. Una serpiente que se come la cola que nadie la quiere, a la que nos acostumbramos y papi ya no está. Vamos pegándonos charchazos, desarmándonos; mientras metemos todo de vuelta en la mochila, que más rato tenemos que volver; tenemos que volver y acordarnos.
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Me imagino que Diógenes debía de olvidarse de todo. Olvidarse de a qué hora había que comer, a qué hora hacer lo suyo. Diógenes me lo imagino olvidándose de todo y de pasada; haciendo toda una vez al día.
Convertir la vida en una rutina de novedad. Escribir sólo para deleitarse, aprender y seguir caminando. Hacer todo para nada. Para que nadie te vea, nadie te escuche y aun así, partir el mundo en dos. Cantar tan desacio que ni tu cabeza llegue a pensar. Empelotarse para que nadie te vea.
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El bisabuelo se pegó un tiro en la cabeza. Se comió el cañón, se tragó la bala y se reventó la mollera. El bisabuelo se pegó un tiro en la cabeza. Parece no haberle dicho nada a nadie; que tenía las lágrimas que se le escurren por la cara y la vieja que se le fue. La vieja que se le fue. La vieja que se le fue. La vieja que se me fue. (Quizás dijo él) El infiel, el bisabuelo que se pegó un tiro en la cabeza. El que nunca supe su nombre. Tragando balas, devorando cañones pulcros.
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Según Wikipedia:
La danza o el baile es un arte donde se utiliza el movimiento del cuerpo usualmente con música, como una forma de expresión, de interacción social, con fines de entretenimiento, artísticos o religiosos. Es el movimiento en el espacio que se realiza con una parte o todo el cuerpo del ejecutante, con cierto compás o ritmo como expresión de sentimientos individuales, o de símbolos de la cultura y la sociedad. En este sentido, la danza también es una forma de comunicación, ya que se usa el lenguaje no verbal entre los seres humanos, donde el bailarín o bailarina expresa sentimientos y emociones a través de sus movimientos y gestos. Se realiza mayormente con música, ya sea una canción, pieza musical o sonidos.
2
Yo cuando chico, no me gustaba bailar. Lo decía así: fuerte y claro. A mí, no me gusta bailar. No. Lo evité gran parte de esa edad hueona dónde te dicen que eres pavo y que arruinas todas y cada una de las fotos familiares con una morisqueta. Justo ahí decía yo: que no, no me gusta bailar.
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(Como me gusta decir) Así mismo me crecí cuadrado, cuadriculado y cerrado. Las 3 C que me cuadraron, cuadricularon y me cerraron. A todo.
4
Lo primero que bailé, recuerdo, en el cumpleaños número quince de mi hermano. Escuchando los cassettes noventeros del rock-pop blink 182 a todo full en la casa. Mientras movía la cabeza y saltaba encima y desde el sillón.
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Una vez, escuché de esas tribus africanas a lo Discovery Channel. Que bailaban y saltaban tardes enteras en ritos dónde iban alrededor de una fogata o algo así. Un Discovery Channel común y corriente. Que los que bailaban se perdían, se perdían una y otra vez y que no dejaban de hacerlo; no dejaban de saltar y de bailar alrededor del fuego. Y eso, para nada.
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Volví a pensar en los africanos del Discovery en los matrimonios. El viejito con la gomina, la camisita al borde de explotarle y que baila a ritmo del Tommy Rey. El movimiento con la guatita metida para adentro, los brazos apretaditos. 1 y 2 y 3 y 2 y 3 y 2. Y así la noche entera. Y el sudor. Y la vieja que lo acompaña.
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La primera vez que bailé reggeaton, juré que íbamos de ir a tirar. Que fue por eso que bailamos, por lo que me tomaste la mano y la dejaste sobre tu cintura. La primera vez que bailé reggeaton
8
Ahora, en estos siglos, ya me pregunto yo qué quedó de bailar. De bailar con ese pasito patético del viejo y el 1 y el 2 y el 3 y el 2 y el 1 y el 3 y el 2. Con ese acto medio religioso, esa procesión repetida, aburrida, una y otra vez. Cuando se te olvida todo. Cuando te curaste, botaste el copete y bailas a pata pelá y raja al aire a pura agua. Me pregunto qué fue de bailar. Qué fue de bailar solo. Qué fue de bailar sin saber bailar. Qué fue de bailar para bailar. Para nada. Qué fue de bailar solo porque estás aburrido. Bailar sólo para dar una vuelta más y sin nada más que hacer. Por puro aburrimiento y para seguir aburriéndose en una vida cada vez más entretenida. Qué fue de bailar solo. Qué fue de bailar por bailar.
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