Tumgik
torregris · 2 years
Text
Cuanto puedas
Tumblr media
Aunque no puedas hacer tu vida como quieras,  inténtalo al menos cuanto puedas: no la envilezcas  En el trato desmedido con la gente, en el tráfago desmedido y los discursos. 
No la envilezcas a fuerza de trasegarla errando del continuo y exponiéndola a la estupidez cotidiana  de las relaciones y el comercio hasta volverse una extraña inoportuna. 
– Constantino Cavafis
9 notes · View notes
torregris · 2 years
Text
Diario de tu Cuerpo III
Tumblr media
De nuevo llegas a mi casa conoces el camino y sabes que mis cosas se han amoldado a ti
En el espejo queda tu reflejo
En la tarde de la ciudad bajo las máquinas en la tarde amarillenta habitada de sombras manchada por las prensas vociferante río de niebla hacia la noche del tumulto en la tarde de tus cabellos serán un recuerdo presente Yo estaré junto a tus dieciséis años y junto a tu fracaso a tus cansados días vividos bajo el humo de la ciudad Estaré junto a tu voz pasada escuchando tu voz presente Leeremos nuestra historia en el libro cerrado de tu vientre
—  Hugo Gutiérrez Vega
2 notes · View notes
torregris · 2 years
Text
Diario de tu Cuerpo II
Tumblr media
Hoy recuerdo tu cuerpo inclinado sobre mi soledad El jardín de naranjos en que nacía tu voz y aprendían nuestros labios el peso de la tarde Te reconstruyo bajo una tarde igual veo tu desnudo intacto, tu sonrisa perfecta tu palabra sumisa bajo el viento floral que te habitaba y tus abiertas manos nostálgicas del torso Te reconstruyo: leve temblor de niebla, brisa opaca bajo el sol declinante De nuevo mis manos te conocen El aire es la materia que suple tus ausencias
—  Hugo Gutiérrez Vega
3 notes · View notes
torregris · 2 years
Text
Diario de tu Cuerpo  I
Tumblr media
Tu cuerpo recostado junto al río Tu cuerpo florecido, carne espejo consagración y huida sencilla ceremonia del amor en el campo bajo la casa de los abedules junto al río que te nombra y que a ti se parece
Tu cuerpo recostado junto al río y yo, fauno de inútil danza zozobrando, intentando agitando los brazos sin alcanzar tu riba
Gime la tarde y levantan el vuelo las aves que te cantan en la margen del río del río que a ti te nombra y que a ti se parece
—  Hugo Gutiérrez Vega
0 notes
torregris · 2 years
Text
La canción de amor del traficante de marihuana
Tumblr media
       “…y la gente buscaba las farmacias donde el amargo trópico se fija.”           FEDERICO GARCÍA LORCA
           Y para qué morir si en los barrios adonde
el carmín sustituye a la sangre
nos dan por 125 ptas. algo que según dicen es un sucedáneo de la miel
aunque a veces contiene pestañas ahogadas en ella
que hay que separar cuidadosamente antes de usarla
¡una pata de pájaro por veinte duros! OCASIÓN el hueco
que tanto necesitábamos para meter en él nuestra enorme cabeza
y en el espacio de dos horas no oír más que el ruido que ella misma produce
(algo así como un río de lodo)
qué es lo que esperan, qué es lo que esperan para desenterrar
los pedazos de vidrio de colores que la arena se ha tragado
o los caramelos que al pasar por sus intestinos se convierten
en algo nada grato al tacto, al gusto y al olfato
o los perros con que jugábamos en la esquina mientras los
autos al pasar nos llenaban de barro
todo en fin, las flechas y verbenas
y todo por tan poco precio, señores, por tan poco precio
un viejo Arlequín bailará en sus pupilas
una serpiente con muletas anidará en ellas
un viento, quizás, lo reconozco un poco cansado y con ganas de irse a su casa
tratará de limpiarle a Vd. los ceniceros
y todo por tan poco precio, señores, por tan poco precio.
– Leopoldo María Panero 
7 notes · View notes
torregris · 3 years
Text
El circo
Tumblr media
Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma lanzando gritos y bromeando acerca de la vida: y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre cómo se balancean los trapecios. Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma contentos de que esté tan vacía. Y oigo oigo en el espacio sonidos una y otra vez el chirriar de los trapecios una y otra vez. Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma, una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo, mi alma, mi alma: y repito esa palabra no sé si como un niño llamando a su madre a la luz, en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente para hacer ver que no tiene sentido. Mi alma. Mi alma es como tierra dura que pisotean sin verla caballos y carrozas y pies, y seres que no existen y de cuyos ojos mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres sin cabeza cantarán sobre mi tumba una canción incomprensible. Y se repartirán los huesos de mi alma. Mi alma. Mi hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.
– Leopoldo María Panero
10 notes · View notes
torregris · 3 years
Text
La ciudad en estos años...
Tumblr media
La ciudad en estos años cambió tanto que ya no es mi ciudad, su resonancia de bóvedas en ecos y los pasos que nunca volverán. Ecos pasos recuerdos destrucciones Pasos que ya no son, presencia tuya, hueca memoria resonando en vano. Lugar que ya no está, donde pasaste, donde te vi por último en la noche de ese ayer que me espera en los mañanas, de ese futuro que pasó a la historia, de este hoy continuo en que te estoy perdiendo.
— José Emilio Pacheco  [De: El reposo del fuego]
5 notes · View notes
torregris · 4 years
Text
El niño al que se le murió el amigo
Tumblr media
Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre: «El amigo se murió. Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar». El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar. «Entra, niño, que llega el frío», dijo la madre. Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos, y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto
— Ana María Matute [En: Los niños tontos] 
1 note · View note
torregris · 4 years
Text
Una noche
Tumblr media
Era pobre y sórdida la alcoba,  escondida encima de la equívoca taberna. Desde la ventana se veía el callejón  sucio y estrecho. De abajo subían las voces de unos obreros que jugando a las cartas mataban el tiempo.
Y allí, en una cama mísera y vulgar  poseí el cuerpo del amor, poseí los labios sensuales y sonrosados por el vino – sonrosados de tanto vino que incluso ahora, cuando escribo, después de tantos años, en mi casa solitaria, vuelvo a embriagarme. 
– Constantino Cavafis 
0 notes
torregris · 4 years
Text
Calor de Agosto
Tumblr media
                                                                            PENISTONE ROAD, CLAPHAM                                                                                        20 de agosto de 190…
Acabo de experimentar el que, creo, ha sido el día más extraordinario de mi vida, y mientras los hechos siguen frescos en mi memoria, deseo pasarlos al papel con tanta claridad como me sea posible.
Déjenme decir antes que nada que mi nombre es James Clarence Withencroft.
Tengo cuarenta años y una salud de hierro, pues nunca he pasado un solo día de mi vida enfermo.
Soy artista por profesión, aunque no de mucho éxito, si bien gano suficiente dinero con mi trabajo en blanco y negro para satisfacer mis necesidades.
Mi único pariente cercano, una hermana, falleció hace cinco años, de modo que soy independiente.
Esta mañana tomé el desayuno a las nueve, y tras echarle un vistazo al periódico matutino encendí mi pipa y dejé vagar la mente con la esperanza de dar con algún tema para mi lápiz.
A pesar de tener la puerta y las ventanas abiertas, la atmósfera de la habitación era opresivamente calurosa, y acababa de decidir que el lugar más fresco y cómodo de todo el vecindario sería la zona más honda de la piscina pública cuando llegó la idea.
Empecé a dibujar. Me concentre en el trabajo con tanta intensidad que dejé intacto el almuerzo, y sólo me detuve cuando el reloj de San Judas marcó las cuatro.
El resultado final, para tratarse de un boceto apresurado, era, estaba convencido, lo mejor que había hecho nunca.
Mostraba a un criminal en el banquillo de los acusados inmediatamente después de que el juez hubiera dictado sentencia. Era un hombre gordo, inmensamente gordo. La carne colgaba exageradamente sobre su barbilla; se plegaba sobre su enorme y rechoncho cuello. Exhibía un afeitado apurado (más bien debería decir que un par de días antes había disfrutado de un afeitado apurado) y era casi completamente calvo. Se encontraba de pie en el banquillo, agarrando la barandilla con sus torpes dedos, mirando al frente. El sentimiento que sugería su expresión no era tanto de horror como de un completo y absoluto derrumbamiento.
No parecía haber en aquel hombre nada lo suficientemente fuerte como para soportar aquella montaña de carne.
Enrollé el dibujo y, en realidad ignorando por qué, lo guardé en mi bolsillo. Después, con esa sensación poco común de felicidad, con la seguridad que da el haber hecho algo bien, salí de casa.
Creo que salí con la idea de visitar a Trenton, pues recuerdo haber recorrido Lytton Street y girar a la derecha por Gilchrist Road al pie de la colina, en la que un grupo de obreros trabajaba en la nueva línea del tranvía.
A partir de entonces sólo tengo un vago recuerdo de a donde fui. Lo único de lo que era completamente consciente era del terrible calor, que ascendía de la capa de asfalto de la calle casi como una ola palpable. Deseé oír el trueno que parecían prometer los grandes bancos de nubes de color cobrizo que colgaban a baja altitud sobre el cielo occidental.
Debía de haber caminado cinco o seis millas cuando un chiquillo me sacó de mi trance al preguntarme la hora.
Faltaban veinte minutos para las siete.
En cuanto el chiquillo se marchó, busqué referencias que me ayudaran a orientarme. Descubrí que me hallaba frente a una puerta que conducía a un patio rodeado por una franja de tierra sedienta, en la que había varias flores, morados alhelíes y geranios escarlata. Sobre la entrada había una madera con la inscripción:
                                                           CHAS. ATKINSON                                                                  TALLADOR                                        TRABAJOS EN MÁRMOL INGLÉS E ITALIANO
Desde el interior del patio llegaba un silbido alegre, el ruido producido por los golpes de un martillo, y el frío sonido del metal al chocar con la piedra.
Un impulso repentino me hizo entrar.
Había un hombre sentado, de espaldas a mí, trabajando en una losa de mármol curiosamente veteada. Se giró en cuanto oyó mis pasos y yo noté cómo los pies se me quedaban clavados al suelo.
Era el mismo hombre que había estado dibujando, aquel cuyo retrato llevaba en el bolsillo.
Allí estaba, sentado, enorme y elefantíaco, con el sudor chorreándole por la calva, que se secó con un pañuelo rojo de seda. Pero aunque el rostro era el mismo, la expresión era completamente diferente.
Me recibió con una sonrisa, como si fuéramos viejos amigos, y me estrechó la mano.
Me disculpé por la intrusión.
—Hace tanto calor y el sol brilla tanto ahí fuera —dije— que esto parece un oasis en mitad del desierto.
—No sé yo qué decir sobre eso del oasis —respondió—, pero desde luego hace calor, tanto calor como en el infierno. ¡Siéntese, caballero!
Señaló hacia uno de los extremos de la losa funeraria en la que estaba trabajando, y me senté.
—Ha conseguido hacerse usted con una hermosa pieza de mármol —dije.
Él negó con la cabeza.
—En cierto modo sí lo es —respondió—, pues la superficie de esta cara está perfectamente pulida, pero, aunque imagino que usted nunca se daría cuenta, tiene una enorme tara en la parte trasera. Nunca podría hacer un trabajo realmente bueno con este mármol. Aguantaría bien durante un verano como éste, ya que no se vería afectado por el maldito calor. Pero espere a que llegue el invierno. No hay nada como una buena helada para revelar los puntos débiles de una piedra.
—¿Entonces, para qué es? —pregunté.
El hombre se echó a reír.
—No sé si me creerá si le digo que es para una exposición, pero así es. Los artistas hacen exposiciones: al igual que los verduleros y los carniceros; también nosotros tenemos las nuestras. Lo último en lápidas, ¿sabe?
Empezó entonces a hablar de las diferentes clases de mármol, cuál soportaba mejor el viento y la lluvia, y con cuál era más fácil trabajar; de ahí pasó a su jardín y a una nueva clase de clavel que acababa de comprar. Más o menos cada dos minutos dejaba sus herramientas, se secaba la brillante calva y maldecía el calor.
Yo hablé poco, pues me sentía incómodo. Había algo antinatural, misterioso, en mi encuentro con aquel hombre.
Al principio intenté convencerme de que ya le había visto con anterioridad; que su rostro, desconocido para mí, había encontrado cobijo en algún rincón remoto de mi memoria, pero supe que estaba practicando poco más que un plausible intento de autoengaño.
El señor Atkinson finalizó su trabajo, escupió en el suelo y se levantó profiriendo un suspiro de alivio.
—¡Ya está! ¿Qué le parece? —dijo con un aire de orgullo evidente.
La inscripción, que leí entonces por primera vez, era la siguiente:
                                                EN SAGRADA MEMORIA                                                                                                                                                DE   
                                           JAMES CLARENCE WITHENCROFT.
                                             NACIDO EL 18 DE ENERO DE 1860.
                                                FALLECIÓ REPENTINAMENTE
                                                    EL 20 DE AGOSTO DE 190–
                                     «En la plenitud de la vida estamos en la muerte»
Durante un rato permanecí sentado en silencio. Después, un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Le pregunté de dónde había sacado aquel nombre.
—Oh, no lo he sacado de ningún sitio —respondió el señor Atkinson—. Necesitaba un nombre y utilicé el primero que se me ocurrió. ¿Por qué desea saberlo?
—Es una extraña coincidencia, pero resulta que es el mío.
Dejó escapar un largo y grave silbido.
—¿Y las fechas?
—Sólo puedo responder por una de ellas, y es correcta.
—¡Canastos! —dijo.
Pero sabía menos que yo. Le conté lo de mi trabajo de aquella mañana. Saqué el boceto de mi bolsillo y se lo mostré. A medida que lo miraba, la expresión de su rostro se fue alterando más y más hasta convertirse en la del hombre que había dibujado.
—¡Y pensar que justo anteayer —dijo— le dije a María que los fantasmas no existen!
Ninguno de los dos había visto un fantasma, pero supe a lo que se refería.
—Probablemente haya oído usted mi nombre en algún sitio.
—¡Y usted seguro que me ha visto en alguna parte y luego lo ha olvidado! ¿Estuvo usted el pasado julio en Clacton-on-Sea?
Nunca había estado en Clacton en mi vida. Permanecimos en silencio durante un rato. Ambos estábamos contemplando lo mismo, las dos fechas grabadas en la losa, y una era auténtica.
—Entre a cenar algo —dijo el señor Atkinson.
Su esposa era una mujercita alegre, con las mejillas redondas y sonrosadas de los que se han criado en el campo. Su esposo me presentó como un amigo suyo artista. No resultó ser una idea muy afortunada, pues una vez retiradas de la mesa las sardinas y los berros, extrajo una Biblia ilustrada por Doré, y tuve que sentarme a expresar mi admiración durante casi media hora.
Salí afuera y encontré a Atkinson sentado sobre la losa, fumando.
Reiniciamos la conversación en el punto en que la habíamos dejado.
—Tendrá usted que perdonarme porque le pregunte esto —dije—, ¿pero conoce alguna razón por la que pudieran llevarle a juicio?
Él negó con la cabeza.
—No estoy en bancarrota, el negocio va lo suficientemente bien. Hace tres años les regalé unos pavos por Navidad a algunos de los guardas, pero eso es todo lo que se me ocurre. Y además eran pequeños —añadió como ocurrencia tardía.
Se levantó, tomó una regadera del porche y empezó a regar las plantas.
—Con este tiempo tan caluroso hay que hacerlo al menos dos veces al día —dijo—, y aun así el calor a veces acaba con las más delicadas. ¡Y los helechos, Señor! No pueden ni aguantarlo. ¿Dónde vive usted?
Le dije mi dirección. Volver a casa me supondría una hora de caminar a buen ritmo.
—Así están las cosas —dijo—: abordemos el asunto claramente. Si vuelve a casa esta noche puede usted sufrir toda una serie de accidentes. Un coche podría atropellarle, y también están las típicas pieles de plátano o de naranja; eso por no hablar de las escaleras que se derrumban.
Hablaba de lo improbable con una seriedad intensa que seis horas antes habría resultado risible. Pero yo no me reí.
—Lo mejor que podemos hacer —continuó» es que se quede usted aquí hasta las doce. Subiremos arriba y fumaremos; puede que dentro se esté un poco más fresco.
Ante mi propia sorpresa, acepté.
A hora estamos sentados en una habitación larga aunque no muy alta, bajo los aleros. Atkinson ha enviado a su mujer a la cama. Se mantiene ocupado afilando algunas de sus herramientas con una pequeña piedra oleosa mientras se fuma uno de mis puros.
El aire está cargado con la amenaza de tormenta. Estoy escribiendo esto en una mesa inestable frente a la ventana abierta. Una de las patas está rota, y Atkinson, que parece un hombre hábil con las herramientas, va a arreglarla tan pronto como termine de darle filo a su cincel.
Ya pasan de las once. En menos de una hora me habré marchado.
Pero el calor es sofocante.
Un hombre podría volverse loco con tanto calor.
– W. F. Harvey 
1 note · View note
torregris · 4 years
Text
Lo que dijo el difunto de sí mismo
Tumblr media
Aprovecho con gran satisfacción Esta oportunidad maravillosa Que me brinda la ciencia de la muerte Para decir algunas claridades sobre mis aventuras en la tierra. Más adelante, cuando tenga tiempo hablaré de la vida de ultratumba. Quiero reírme un poco Como lo hice cuando estaba vivo: El saber y la risa  se confunden. Cuando nací mi madre peguntó Qué voy a hacer con este renacuajo Me dediqué a llenar sacos de harina Me dediqué a romper unos cristales Me escondía detrás de los rosales. Comencé como suche de oficina Pero los ducumentos comerciales Me ponían la carne de gallina. Mi peor enemigo fue el teléfono. Tuve dos o tres hijos naturales. Un tinterillo de los mil demonios Se enfureció conmigo por el “crimen De abandonar a la primera esposa”. Me preguntó “por qué la abandonaste” Respondí con un golpe en el pupitre: “Esa mujer se abandonó a sí misma” Estuve a punto de volverme loco. ¿Más relaciones con la religión? Atravesé la cordillera a pie Disfrazado de fraile capuchino Transformando ratones en palomas. Ya no recuerdo cómo ni por qué “Abracé la carrera de las letras”. Intenté deslumbrar a mis lectores A través del sentido del humor Pero causé una pésima impresión. Se me tildó de enfermo de los nervios. Claro, me condenaron a galeras Por meter la nariz en el abismo. ¡Me defendí como gato de espaldas! Escribí en araucano y en latín Los demás escribían en frances Versos que hacían dar diente con diente. En esos versos extraordinarios Me burlaba del sol y de la luna Me burlaba del mar y de las rocas Pero lo más estúpido de todo Era que me burlaba de la muerte ¿Puerilidad tal vez? — ¡Falta de tacto! Pero yo me burlaba de la muerte. Mi inclinación por la ciencias ocultas Hizome acreedor al sambenito De charlatán del siglo dieciocho Pero yo estoy seguro Que se puede leer el porvenir En el humo, las nubes o las flores. Además profanaba los altares. Hasta que me pillaron infraganti. Moraleja, cuidado con el clero. Me desplacé por parques y jardines Como una especie de nuevo Quijote Pero no me batí con los molinos ¡Nunca me disgusté con las ovejas! ¿Se entenderá lo que quiero decir? Fui conocido en toda la comarca Por mis extravagancias infantiles Yo que era un anciano respetable. Me detenía a hablar con los mendigos Pero no por motivos religiosos ¡Sólo por abusar de la paciencia! Para no molestarme con el público Simulaba tener ideas claras Me expresaba con gran autoridad Pero la situación era difícil Confundía a Platón con Aristóteles. Desesperado, loco de remate Ideé la mujer artificial. Pero no fui payaso de verdad Porque de pronto me ponía serio ¡Me sumergía en un absimo oscuro! Encendía la luz a medianoche Presa de los más negros pensamientos Que parecían órbitas sin ojos. No me atrevía ni a mover un dedo por temor a irritar a los espíritus. Me quedaba mirando la ampolleta. Se podría filmar una película Sobre mis aventuras en la tierra Pero yo no me quiero confesar Sólo quiero decir estas palabras: Situaciones eróticas absurdas Repetidos intentos de suicidio Pero morí de muerte natural. Los funerales fueron muy bonitos. El ataúd me pareció perfecto. Aunque no soy caballo de carrrera Gracias por las coronas tan bonitas. ¡No se rían delante de mi tumba Porque puedo romper el ataúd Y salir disparado por el cielo!
– Nicanor Parra 
566 notes · View notes
torregris · 4 years
Text
El día refresca
Tumblr media
I
El día refresca hacia el atardecer... Bebe el calor de mi mano, mi mano tiene la misma sangre que la primavera.  Toma mi mano, mi pálido brazo, toma el deseo de mis hombros menudos...  Sería asombroso sentir, una sola noche, una noche como ésta,  el peso de tu cabeza contra mi pecho.
II
Lanzaste la rosa roja de tu amor a mi pálido vientre –  y entre mis manos ardientes estrecho la rosa roja de tu amor que pronto se marchita... Oh, soberano de ojos gélidos, tomo la corona que me alcanzas, que me dobla la cabeza hacia tu corazón.
III
Hoy vi a mi señor por vez primera, temblorosa lo reconocí al instante. Ya siento su pesada mano en mi delicado brazo... ¿Dónde está mi sonora risa de soltera, mi libertad de mujer con la cabeza bien alta? Ya siento cómo agarra con firmeza mi cuerpo estremecido,  ya oigo el estruendo de la realidad  contra mis frágiles frágiles sueños. 
IV
Buscabas una flor y encontraste un fruto. Buscabas un fuente y encontraste un mar. Buscabas una mujer  y encontraste un alma –  Estás decepcionado. 
–  Edith Södergran 
0 notes
torregris · 4 years
Text
Jura
Tumblr media
Jura a cada poco
                           empezar una vida mejor.
Pero cuando llega la noche
                           con sus sugerencias,
con sus ofrecimientos
                             y promesas;
pero cuando llega la noche
                             con su fuerza
al mismo goce fatal de su cuerpo,
que ansía y busca, vuelve perdido.
– Constantino Cavafis
1 note · View note
torregris · 4 years
Text
Hospedaje de paso
Tumblr media
Nunca he conocido a los inquilinos de mi vida.
No he sabido cuando salen, cuando entran,
en qué estación desconocida descansan sus miserias.
Las mujeres han salido de este cuerpo a los portazos
quejándose de mi tristeza,
en algunas temporadas se han quejado de humedad
de mucho frío, de algún extraño moho en la alacena.
Se marchan siempre sin pagar los inquilinos de mi vida
y el patio queda nuevamente solo
en este hotel de paso donde siempre es de noche.
—  Federico Díaz Granados
2 notes · View notes
torregris · 4 years
Text
Hit the road, Jack
Tumblr media
La autopista es el tiempo que tarda en convertirse  el principio en el término.  Entretanto en el día que me quieras. 
No se pisan jamás las mismas huellas — Heráclito dijo algo parecido — sin embargo conducen al lugar donde estamos.
Nunca le tengas miedo al horizonte no hay placer más sabroso que el trayecto. Acepta el pan servido en cualquier parte disfruta del asilo que te ofrezcan pero ten preparadas las maletas.
Aprende por tu bien el arte de marcharte  siempre un segundo antes de que ye hayan echado. 
  —  Raquel Lanseros 
2 notes · View notes
torregris · 4 years
Text
Servicio general de la casa
Tumblr media
Hemos en la alteza puesto halcones, cuasistelas y astropulsos de variante simetría.  Y en los jardines, hambrientas martas de amplios ojos y gestos fáciles, y en las foces de los huertos hemos acomodado felices garduñas y lujosos perros para que vengan a las mesas y devoren acosados el despilfarro de los huéspedes.  De los artesonados hemos colgado pájaros violentos audaces gajos del más variado aroma; en los muros, retratos con nostálgicas leyendas, rasos damascos de complicadas procedencias, y en los sueños, muelles tapices sin horizontes, con armiños reclinados y fruteros asombrosos.  En los patios, fuentes; en los huertos, plantas ampulosas, domésticas antorchas, vientos y faisanes inquietos, trozos de firmamento. Divanes en las galerías, cojines y palmas en distintas partes; príncipes con librea de criados, y pasiones de comarcas distantes. Que se haya dispuesto como marco soberbio a su presencia. 
— Amílcar Osorio (Amílkar U)
1 note · View note
torregris · 4 years
Text
Según fórmulas de antiguos magos grecosirios
Tumblr media
«Qué filtro sacar de hierbas brujeriles», dijo un esteta, «qué filtro conforme a las fórmulas de antiguos magos grecosirios, podría por un día (si a más no llega su poder) o por un breve instante traerme de nuevo mis veintitrés años, traerme de nuevo a mi amigo, con sus veintidós años – y su hermosura y su amor–.
»Qué filtro sacar según las fórmulas  de antiguos magos grecosirios que, junto a ese retorno, pueda también devolvernos nuestra pequeña alcoba. »
– Constantino Cavafis
0 notes