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Mi vida simplemente no es solo mía, entonces ¿Qué más da acortarla un poco? ¿Qué hay de malo en podar?
Cuando una lavanda se poda de forma extrema se ve fea, pero es una garantía de que rebrotará maravillosamente la próxima temporada.
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Entro en estado de angustia cada vez que no puedo hablar contigo ¿Lo sabías? Porque eres pilar de cada uno de mis días y, así sean dos minutos que te pierdo de vista me siento vacía, sin vida. Creo que estoy rozando límites nada sano. Así me llamen loca, enferma, obsesiva y dependiente jamás podré negar que te necesito todo el tiempo, que no soy yo si no estás.
Ya viví durante mucho tiempo mi etapa de falsedad, aquellos años dónde daba una cara despreocupada, egoísta e independiente en la que no sufría mal de amores porque ninguna relación o persona era lo suficientemente buena e increíble para merecer mis lágrimas y estabilidad; usé, descarté, tomé y me alejé de tantos corazones hasta que me aburrí en periodos de tiempo tan cortos que parecía una muda constante de prendas. Pero muchachito, llegaste para ser ese único alguien capaz de moverme el piso y crear nuevos mundos; mi libertad ya no fué solo mía y no tenía un propósito que no fuera el de estar a tu lado, volar contigo y a tu ritmo. Lo que empezó como un fuerte enamoramiento se convirtió en algo más, me cambió la mentalidad de forma tan sutil y certera que ignoro en qué momento deje a ser inmundo que fuí atrás, me atrevo a decir que se me borró el cassette desde aquel primer beso, alteraste mi química y me hiciste renacer.
No extraño a esa persona vacía, pero amo recordar que todo quedó atrás y de nada me arrepiento, todo se nos dió en un tiempo más que perfecto, se construyó de a poco, ahora somos uno.
Y heme aquí, lamentando no poder escuchar de tus labios un "te amo", a este nivel de devoción he llegado y soy consciente de que no estás lejos, de que yaces a mi lado dormido, retozando en brazos de Morfeo mientras doy vueltas en la cama y observo tu pecho subir y bajar, pero ten piedad, me urge que llegue el mañana para poder verte a los ojos y decirte una vez más cuánto te amo, cuánto te extrañé durante la noche y pedirte que me susurres al oído que tú también lo hiciste.
Si te parezco demasiado intensa discúlpame, amor mío, pero me tienes sumamente enamorada, me declaro adicta a tu existencia con orgullo.
Si no duermo pronto me volveré loca, al menos podría mantener una conversación contigo en medio de un sueño. Espérame, que pronto estaré contigo.
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Cada vez se me hace tan ajena esta vida, y pensar que lo único que quiero es estar acurrucada con ellos detrás del cristal.
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Como que hoy todo el mundo se puso de acuerdo para hacerme entender lo insuficiente que soy.
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Tenía muchas cosas que pensar, demasiado para una sola noche. Galadriel le había dejado exhausta, sintiéndose culpable de todo y si, también excitada pero la calentura no lo era todo en la vida.
Había conseguido trabajar en una biblioteca, algo modesto, era tan sencillo como reacomodar los libros que otros dejaban mal puestos o bien los que devolvían pasado un tiempo. Reorganizar, cuidar, vagar entre libreros incluso los de aquella sección en el segundo piso a los que casi nadie prestaba atención. El tiempo que caminaba entre pasillos le ayudaba a pensar mejor las cosas.
Volvería a darle su cuerpo a su profesor, a su esposa, además tendría la tarea de cuidar de esos pequeños a quienes no conocía, unos bebitos apenas. ¿Tan rebuscada era la cabeza de la señora Toussaint? Debía estar loca para meterla tan de lleno con su familia y darle la libertad de acostarse con su marido, sin ella, en cada regreso a casa al que él la acompañara. No podía comprenderlo, no la entendía en lo más mínimo.
Por otro lado y aún más importante, ella se encontraba aún decaída por la ausencia de Demian. Sabía que era su culpa, ella y sus actitudes infantiles, su impaciencia, sentía además una profunda vergüenza por como todo se dió y no se atrevía a volver a su casa, mucho menos a seguirlo en redes sociales. A veces las vueltas en el segundo piso le servían para llorar ante la memoria, en silencio y con el tiempo justo para limpiar las lágrimas y regresar a la luz. La chica no estaba enterada de que el moreno había presenciado su "entrevista" con Galadriel Toussaint, mucho menos imaginaba que desde entonces había estado detrás de sus pasos casi cada noche, ahora intentando protegerla de las visitas indeseadas. Eso sí, aún no había podido acercarse a ella para preguntarle respecto a ello ¿Con qué cara? No estaban en una relación... Además, le podía demasiado tenerla cerca, él también sufría por la distancia que marcó entre los dos y deseaba respetarla, pero, la respetaría cuidandola de lejos.
Al menos esa era la idea.
Ya habían pasado tres semanas desde el encontronazo en el auto y Galadriel no le daba señales de vida a Lucille, incluso pensó que debía haber cambiado de opinión y al final aquello no se llevaría a cabo ¿Se habría enterado el señor Toussaint de los planes macabros que tenía su esposa? ¿Habría dicho que no? Tenía muchas dudas pero no se atrevía a escribirle a ella, y tener esto en mente la había vuelto especialmente torpe y distraída. Cruzó la calle sin cuidado, ganándose el pitido de un conductor sumamente enojado, llegó casi diez minutos más tarde a la biblioteca y para colmo, cuando revisó la bolsa de su pantalón no encontró las llaves de su departamento ¿Cómo le haría al salir de la biblioteca y volver a casa?
Pensaba en Demian, en Dante Toussaint, en un mensaje que parecía no iba a llegar, en lo estúpida que era por desear que llegara, era bastante notorio para quien prestara atención que la bibliotecaria de la cabellera larga, lentes y vestido azul a las rodillas estaba despistada, caminando de un lado a otro de la biblioteca por equivocarse de sección en más de una ocasión ¿Quien se dió cuenta de esto? Demian, por supuesto.
El hombre tomó la costumbre de visitar esa biblioteca e irse siempre a uno de los sillones del lado derecho, el mismo que poseía la ubicación privilegiada para poder ver gran parte de la biblioteca, las escaleras y el segundo piso pobremente iluminado por tragaluces que se perdían entre los grandes libreros, dejando ese piso casi a oscuras. Demian pasaba desapercibido, la vestimenta propia de un señor entrado en años, un sombrero que no estaba acostumbrado a usar tan seguido, pero con tal de estar cerca de Lucille en ese sitio sin ponerla incómoda con su presencia ya había adoptado la costumbre, y detrás de lo que parecía ser la fachada perfecta pudo percatarse que algo no andaba bien con ella. Era normal hasta cierto punto, pero se preocupó cuando la chica formó un puchero, dejó los libros sobre un carrito y sin correr pero a prisas subió al segundo piso. Rápida, cuidando los pasos que daba para no llamar la atención es que se condujo a una esquina profunda del segundo piso y allí, incapaz de aguantar más tantos pensamientos simplemente soltó a llorar en silencio.
— Eres aún muy tonta.— Susurraba de forma casi inaudible, reprochandose por mantenerse a la espera, por no saber decirle que no a esa nefasta mujer, por creer que podría volver a estar en brazos de su profesor, y lo era aún más porque a había alejado a lo único hermoso y real que le había pasado. Estaba allí, llorando por dos hombres que le habían hecho tocar las nubes, por aferrarse a ambos y a la vez poner barreras. Se recargó del costado de un librero, la espalda encontrando descanso, la mano en la boca para evitar dejar salir sonidos indeseables mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. No se percató que alguien la había seguido hasta el segundo piso, no notó que se le acercaban poco a poco, ignoraba si había hecho ruido pero seguramente emitió un leve grito que se obligó a callar cuando vio a Demian aparecerle por el costado, mirándola con auténtica preocupación, sombrero en mano y la gabardina cubriendo su inconfundible tallaje y postura.
— ¿Estás bien?— Inquirió Demian, haciéndola temblar. Para empezar no creía que lo que veía era real, se sentía como aquella vez que ella volvió a las puertas de su casa, cuando él dudó de su existencia pese a tenerla de frente. No debía ser real. —¿Lucille?—
— No estás aquí. — Musitó tan bajo que era casi seguro que él no podría escucharle, pero ¿Qué más daba? Se lo estaba imaginando porque no había manera de tenerlo allí con ella, de que le viera como le veía ¿No? Él se acercó poco a poco, deseando no alterarla más, ella quedó pegada al mueble, mirándole atenta aunque aún negándose a creer que era él.
— Aquí estoy.— Metió las manos en sus bolsillos y sacó un pañuelo, uno con sus iniciales grabadas para poder limpiar suavemente las mejillas mojadas. Así, cuidando el tacto sobre la piel, temiendo hacerla pedazos si era brusco. Lucille cerró los ojos y permitió que le limpiara, el calor a través del pañuelo se sentía real, el aroma de la tela a la colonia que el mayor usaba era real, él parecía ser real.
Tomó aquella mano antes de que Demian pudiera retirarla de su rostro y, dejando el paño de lado la llevó hasta su rostro para que él pudiera tocarla. El calor envolvió los mofletes, la palma en toda su amplitud acunó la mejilla, provocándole un suspiro a ojos cerrados. Frotó el rostro con suavidad sobre esa palma, deseando llevarse la sensación al mentón, al resto del rostro, a su cuello, los labios rozaron contra la piel ajena. Era él.
— Bésame.— Susurró, incapaz de abrir los ojos aún, no estaba lista para enfrentarse aún al habla, a la charla, en cambio le pedía una sola cosa como aquella primera noche en su casa.— Por favor, besame.
El pobre hombre no sabía qué pensar. Mantenía el recuerdo de aquella noche, las dudas, ahora la preocupación por verla llorando, quería saber qué estaba sucediendo pero, seamos honestos, se moría por besarla tanto como ella y, aunque dudó un momento se acercó a ella, acortando todo espacio, acariciando dulcemente ambas mejillas antes de besar esos labios que tanto le habían enloquecido.
Un beso lento, cadencioso y profundo, uno que lograba despertarlos a ambos, que les hacía sentir que eso no era un sueño y estaban juntos. Lucille mantuvo las mariposas revoloteando en el estómago, las manos fueron hasta la espalda del hombre, por debajo de la gabardina para atraerlo a si, sentirlo sobre ella una vez más y él se dejó envolver, se dejó atrapar por esas manos dulces, por los labios tersos de la chica que despertaba en él sensaciones como nunca antes, poco a poco la añoranza los llevo a apretarse tanto, a besarse con mayor intensidad, a olvidar en qué lugar se encontraban.
Lucille subió una pierna, abrazando parte de las caderas de Demian mientras él sostuvo la extremidad, acariciando el muslo, levantando más el vestido mientras se comían la boca con desesperación. Por un momento no se sentía como la biblioteca, creyéndose libres de respirar agitados mientras se tocaban sin penas, sin restricciones. La pena había pasado y era la lujuria quien tomaba las riendas, haciéndolos frotarse entre si, cuerpo a cuerpo en un quemarropa que de caliente lo tenía todo.
Lucille movía las caderas, buscando que el coño revestido con las bragas de alguna manera excitara al miembro viril del mayor, abrió los ojos encontrándose con Demian hundido en el placer, deseando más, buscando también restregarle la entrepierna para saber qué estaba duro ya, que la deseaba suya. Un sonido de eco proveniente del primer piso llamó la atención de ambos, devolviendolos a su espacio tiempo, pero lejos de quitarles las ganas hubo algo de morbo que los incitó a seguir, ahora mudos.
La chica acarició los genitales sobre los pantalones, apretando el pene, buscando la bragueta para abrirla y poder meter la mano en los boxers del varón, Demian hacía lo mismo con mayor facilidad, acariciando los labios vaginales aún cubiertos por las bragas que cada vez estaban más húmedas, cuando sentía que iba gemir Lucille tomaba la mano libre del hombre y se tapaba la boca con ella, aunque la experiencia teniendo sexo intenso en total silencio la había adquirido con su profesor de arte. Pronto los dedos dieron con la verga, envolviéndola, dándole un "Hola" gentil sobre la coronilla, buscando el modo de sacar la verga con cuidado entre la abertura de la bragueta, no le iba a bajar los pantalones del todo sabiendo que justo allí no podían desnudarse como quisieran.
Ninguno se atrevía a decirse nada, estaban concentrados en no hacer mayor escándalo mientras se masturbaban entre si, pero no solo iba a quedarse en eso. Ambos se entendían tan bien sexualmente, se deseaban como locos y mantenían aún los sentimientos el uno por el otro, no fue raro cuando ambos tomaron la decisión de correr las bragas a un lado, acomodarse recargados al gran y poderoso costado del librero, la pierna alzada y las tetas siendo expuestas por la chica quien habia tirado del vestido hacia abajo. Entre fricción y miradas cómplices Demian la penetró, cargandola contra el mueble para poder cogerla mientras le comía los senos.
Escena digna de una porno, estaban aguantando los gemidos tanto como podían, la posición con ropa no era la mejor pero sabía a prohibido, a ilegal, estaban expuestos a que alguien subiera al segundo piso y los viera teniendo sexo.
Lucille se aferró a las orillas del mueble, apretando la fuerte madera mientras recibía cada embestida de Demian, reservando todo intento de gemir o hasta gritar, mordiéndose el labio inferior.
— Ven conmigo.— Susurró el contra la piel, la quería en su casa, en su cama, en la seguridad de sus brazos y apartada de todo lo que pudiera causarle daño. Embistió con fuerza, apretando las nalgas de la chica contra el mueble en cada estocada.— Quiero hacerte mía sin que nadie nos moleste.— Habían mas intenciones que solo esa, pero no quería mencionarlas allí.
— Si, si...— Respondió ella en voz baja, aferrándose a él, abrazando sus caderas.— Llévame contigo.— Suplicó sobre su oído, tapándose la boca para evitar que las palabras salieran con fuerza.
Pero ni sus intentos dieron frutos, alguien ya se encontraba observandolos follar en plena biblioteca.
#lucille
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Rara vez salía de casa, sentía una ansiedad inmensa al no estar con sus pequeños pero era una adulta, debía cumplir con su rol y no pretendía tardar demasiado, además, Aly y Vince estaban con su padre y no había persona en el planeta que pudiera cuidarlos mejor que él; todo estaba en orden... Pero no siempre podrían estar para ellos. En momentos así pensaba en tener una niñera, alguien de toda confianza de los dos que pudiera atenderlos en emergencias o cada que quisieran salir a lugares no aptos para dos pequeños bebés, el problema es que no confiaba en cualquier persona para estar cerca de los tres y digo "los tres" porque, las últimas semanas habia experimentado los ataques de celos más incomprensibles e intensos que jamás había sentido.
No eran exagerciones. Dante, su esposo, era un hombre atractivo y de porte sensual, intimidaba con esa mirada sería, pero enamoraba a cualquiera cuando la alegría y la ternura gobernaban su semblante. Lo vió en el hospital al dar a luz, en más de una ocasión pilló a una que otra enfermera lanzandole miraditas coquetas cuando creían que estaba distraída alimentando a Aly o a Vince, ¡Claro! Un hombre guapísimo llevando perfectamente la responsabilidad de todo padre, enamorado de sus pequeños, cuidando fervientemente de ellos y su esposa recién parida debía ser algo dulce y destacable entre tantos casos donde los progenitores ni siquiera se atreven a cargarlos en brazos...
Putas todas ante los ojos de Galadriel.
Probablemente no había mujer en la tierra que estuviera libre de provocarle molestia, o quizás solo una... Pero no estaba convencida. Sabía dónde vivía la muchacha, si bien quizás Dante perdió todo rastro de ella cuando se mudó, la muchacha aún embarazada se aseguró de tenerla localizable, verificando que ya no tenía ningún contacto con él, ninguna intención de volver a colarse en su cama (al menos no sin que lo supiera). Podría ¿Pedirlo? No, no existía garantía de que supiera cuidar bien a sus bebés, tampoco tenía la certeza de que tanto deseaba encontrarse con su marido, parecía haber movido cielo, mar y tierra para estar lejos de él. Curiosamente esa era la razón por la que también sentía que aún le dolía, que Dante podía ser su talón de Aquiles.
Era tarde, ya había terminado sus pendientes y podía regresar a casa, pero el pensamiento constante de la muchacha no dejaba de joder la cabeza y, dejándose llevar por el impulso condujo hasta el edificio donde sabía que residía. No se bajó del auto, no tenía seguridad de exactamente qué le diría (pese a haber repasado mentalmente posibles diálogos toda la tarde), y en el fondo algo le decía que debía irse, que no podía dejar sola a su familia por un capricho del cual no le había consultado nada a Dante, pero cuando se estaba convenciendo de irse de allá la vió, cruzando la calle a media cuadra de distancia. Era ella, no podía olvidar su andar, la postura y esa cara de mosquita muerta que llegaba a ser molesta. Lucille siempre lucía tan buena, tan inocente... Tremenda regalada, eso era y bien que sabía ocultarlo. Apagó el motor y sin pensarlo espetó su nombre justo cuando la chica le pasaba junto, la misma se asustó y apretó contra el pecho la bolsita de papel que cargaba en brazos: pastelitos de zanahoria y un buen frappé para acompañar.
Curiosamente no había sido la única persona a quien llamó la atención, más allá del edificio, en el lado opuesto de la cuadra se encontraba Demian esperando. Había tomado la costumbre de esperar ver a Lucille llegar a casa, le hacía bien verla entrar y saber que cada noche estaría sana y salva. No se atrevía a hablarle, a entrar, las cosas entre los dos habían escalado de una forma extraña y el final fué tan insatisfactorio, pero no podía negar que la amaba y se transformó en una sombra, velando por su seguridad de lejos. Demian no tenía idea de quien le había hablado a su pequeña florecilla, pero estuvo atento a pesar de la distancia, enfocado en el auto oscuro donde ahora ella asomaba la cabeza.
— ¿Qué? ¿No me recuerdas a caso? — ¿Cómo no iba a recordarla? Jamás olvidaría a la mujer de su profesor, verla allí le provocaba una revoltura de estómago y temblor constante en las manos. Lucille le tenía coraje, pero más que nada, le tenía miedo. — Súbete.—
— N-no, ¿Qué hace aq-?—
— No es pregunta, házlo.— Respondió la mayor con firmeza y quitó el seguro de la puerta trasera.— Tenemos que hablar, y no creo que quieras que algún vecino tuyo escuche de qué.
Lucille era muy expresiva, tanto que a la distancia uno podía adivinar que no estaba cómoda, que temía. Demian lo notó y salió de su escondite para ir a acompañarla pero pronto la chica se montó en el auto, el mismo que encendió las luces y arrancó. Galadriel no prestó atención a la figura con gabardina, simplemente dió la vuelta al edificio, a una calle menos transitada justo atrás. A Demian no le quedó de otro que seguir el auto a pie con la esperanza de que un taxi le recogiera para seguirlo pero, para su sorpresa se estacionó cerca. Había visto que la conductora era una mujer de cabello largo... Pero aún no veía quien era en realidad.
— ¿Que quiere? — Se animó a preguntar la menor en el asiento trasero, y aunque a Galadriel no le habría costado nada hablar desde el asiento del piloto se bajó, subiéndose a la parte trasera para hacerle frente.
Fué allí que, estupefacto, Demian finalmente la vió, quedando helado y sin saber que hacer ¿Que hacía su antigua amante con Lucille? ¿Por qué ella?
— Hablar. — Respondió Gala con cinismo, queriendo molestarla aún más. Activó los seguros de las puertas para evitar que la menor saliera del vehículo y finalmente pudieran mantener esa conversación. — Nunca nos dimos ese privilegio ¿O si?
— No tiene ningún caso.— Estaba aferrada a la bendita bolsa de papel como si fuera un escudo capaz de bloquear la mirada tensa de la mayor.
— Yo creo que si. Verás, cariño... Quiero contratarte.— La menor alzó la mirada confundida, por demás incrédula.— Te habrás dado cuenta de que ya no estoy embarazada y, yo sé que hace tiempo estudiabas y cuidaba niños. — La muchachita quedó aún más perpleja ¿Ella como sabía eso?— No me mires así, las cosas se preguntan cómo hace la gente normal.—
— ¿Y qué? ¿Qué le hace pensar que yo voy a aceptar? — Lucille ahora estaba enojada, más allá del enojo que le guardó por tanto tiempo a la mujer (envidia, celos, coraje por haber tenido sexo con ella y Dante a la vez) ¿Qué creía? ¿Que iba a hacerlo solo porque ella lo decía? Galadriel solo bufó.
— Niña, sé que estás desempleada en este momento. Tu padre es quien te apoya y por él te puedes dar estos... Gustitos.— Dijo mirando la bolsa de papel.— Pero no vas a estar dependiendo toda la vida de él ¿O si?
— Estoy buscando trabajo.—
— ¿De mesera en cafetería? ¿Y como te va con eso? Porque la renta de ese departamento se ve costosa...— Así es, los años siniestros de Galadriel le habían dejado mañas además de solo paranoia y delirios de persecución, algo que Lucille no entendía y solo se asustaba cada vez más ¿Cómo sabía ella tantas cosas? ¿Desde cuándo?
— ¿Quien le dijo todo eso? Oiga ¿Sabe qué? Abra la puerta, no voy a quedarme aquí. — Por su cuenta intento abrir sin éxito, en cuanto a Gala, solo podía ver sonriente como la chica pasaba del miedo al pánico.
— No vas a bajarte hasta que hablemos ¿Qué no te quedó claro?—
Demian se buscó un lugar igual de discreto para poder ver el auto, los cristales no estaba polarizados y la única farola cerca iluminaba justo la parte de atrás, por lo que no le costó trabajo observar como Lucille intentaba salir del auto. Le invadía la confusión, la molestia, pero pronto quedó una vez más anonadado y es que Galadriel, un poco harta de ver cómo la menor movía la manija y daba palmetazos al cristal se acercó a ella, la tomó del cuello y la besó, deteniendo así todo movimiento de su cuerpo.
Lucille estaba sorprendida, boquiabierta, los ojos plantados en el rostro de la mujer que a la fuerza buscaba hacer que ambas lenguas se enroscaran entre si. El cuerpo se tensó por completo, el calor invadió más mejillas, se pegó al respaldo del asiento y mantuvo los labios separados, prestandose a ese beso caliente que de brusco lo tenía todo.
— ¿Solo así puedo hacer que te calmes? — Cuestionó Gala sobre la boca, besándola una última vez antes de apartarse, dejándola agitada y sonrojada.— Obviamente pienso pagarte, y no cualquier sueldo mediocre. Estaría depositando en tí la confianza de cuidar a mis hijos.—
Demian apretaba los puños desde fuera, no sabía nada, no entendía ni de dónde ambas se conocían ¿Habían sido algo? ¿Qué estaba pasando?
— ¿Por qué yo?— Respondió respirando profundamente, aún alterada por ese beso húmedo.
— Porque no confío en ninguna otra mujer. —Admitió, carente de orgullo.— No te confundas, no estoy enamorada de tí, pero Dante...— La sola mención de su profesor hacia que las defensas le bajaran, y esa simple oración despertó en ella curiosidad absoluta. Solo que Gala no le dió el gusto de terminar de escucharla.— Tú lo amaste, estoy segura... Quizás aún ¿Verdad? — La chica no respondió y no por falta de una respuesta, sencillamente no sabía a qué quería llegar con eso.— Se te notaba, lo dije esa noche, estabas enamorada y harías lo que fuera por estar con él. No te imagino descuidando a sus hijos, aunque ellos no sean tuyos.—
Estaba tanteando el terreno, si, pero también estaba segura de lo que decía. Lucille pudo hacer de todo para hundir a Dante cuando "terminaron" por venganza, acusarlo de violación, de efebofilia, de usar su poder para prometer calificaciones en la universidad a cambio de sexo y todo por venganza, por haber sido rechazada por el hombre que más quería... Pero no. Había decidido apartarse de la carrera que amaba y del hombre que la volvía loca en silencio, jodiendo su imagen y la relación con sus padres, condenandose a trabajos mediocres, y en ningún momento lo buscó a él. De alguna forma eso hablaba bien de la muchacha.
— Y si te cruzara por la cabeza hacerles daño, creo que puedes confiar en que te haría sufrir hasta desear estar muerta. Mírame, cariño ¿Lo dudas? — Advertencia quizás innecesaria, pero Lucille no ponía en duda cada palabra. Ahora más que nunca entendía que Galadriel era una persona de quién debía cuidarse y, que temerle no era una locura. — Pero no va a haber necesidad ¿Verdad?—
— Aún no he dicho que lo haré.—
— Es verdad, y yo tampoco he terminado de explicarte tu trabajo. — Volvió a acortar la distancia entre las dos, tomando la bolsa de papel de manos de la menor para colocarla en el asiento del copiloto, allí donde el frappé no correría riesgos.
Lucille volvió a ponerse nerviosa, y no tenía lugar a donde huir, solo podía apretar los puños en el tapiz del auto hasta que la boca de Gala estuvo a centímetros de la suya.
— Quiero que cuides a mis hijos, y cuando termines y tengas que regresar a casa, quiero que cuides de mi marido. — Dejó una lamida sobre los labios de la chica. — Vuelve a ser su amante, déjalo que te tome... ¿No extrañas sus manos recorriendo todo tu cuerpo?—
En ese momento Gala pasó las palmas sobre los muslos de la menor, amasando, buscando separar poco a poco las piernas, subir ligeramente el vestido que le cubría a mitad de los muslos, llegando hasta los costados. Lucille cerró los ojos, no quería ver a la mujer pero la cabeza le estaba jugando una mala pasada y es que a la mente llegaban imágenes de Dante Toussaint tocandola, levantando la falda de su uniforme. Demian, sin perder detalle, observaba todo sin saber que hacer o que sentir.
— ¿No echas de menos que te quitara la ropa en su oficina?— Se desvió a su cuello, besando cada centímetro de piel con deseo y lentitud mientras la muchacha suspiraba, relamiéndose los labios.— ¿Cuántas veces te hizo suya en esas cuatro paredes? — Del cuello bajo entre lamidas al pecho, estirando el cuello del vestido para llegar al escote.— ¿Cuántas veces te comió las tetas? — Sin retirarle nada, sobre la tela y el sostén de encaje apretó y chupo las mamas de la menor, eran tan mullidas, receptivas, que en momento que sintió los pezones ponerse duros terminó de entender la fascinación que Dante tenía por ellos.
Alzó la mirada, encontrándose con el rostro de Lucille presa del placer, la nostalgia y el deseo. Era como una joven inocente experimentando por primera vez un quemarropa, sufriendolo o dudando de qué hacer, la sola imagen la volvió loca, tanto que subió hasta sus labios y susurró.
— Deja de poner esa cara de víctima inocente, ahora entiendo porqué aceptó cogerte en nuestra cama.— Y volvió a besarle con lujuria, esta vez disfrutando de arrebatarle el aliento. Entendía a Dante mucho más, ¿Quien podia resistir las ganas de pervertir y robarle todo apice de pureza a una joven como ella? Tan sensible y con el cuerpo voluptuoso que se cargaba ¡Vaya trampa hormonal! Entre más temerosa lucía más eran sus ganas de hacerla llorar de placer.
Lucille poco a poco cedió a los besos de Gala, la mujer sabía cómo excitarla, pero en su mente gobernaba la imagen del profesor Toussaint besándola, apretando cada parte de su cuerpo, arrancándole las bragas en la oficina... Además, Galadriel Toussaint casi olía a lo mismo que él, probablemente por estar tan cerca suyo todo el día, era inevitable no imaginar que quien la estaba devorando en el auto era él.
— Demuéstrame que tu cuerpo no siente nada al pensar en él.— Dijo en el momento en el que coló dos dedos entre los muslos, acariciando el sexo por encima de la ropa interior ya mojada. No tuvo intenciones de correrla a un lado, iba a estimularla con ella puesta.— ¿Estás así por él o por mi?— Frotó los dedos de arriba hacia abajo, acariciando alrededor y entre los labios, mojando aún más la tela mientras la muchacha se retorcía sobre el asiento, gimiendo por lo bajo.
Lucille estaba en un trance como pocos, había dejado de escuchar a Gala y solo podía pensar en el mayor, en su piel, en tenerlo entre las piernas y sentirse su mujer una vez más, quizás por ello decidió montarse sobre la mayor y darle sentones a los dedos como si fueran una verga prohibida, la de su ex profesor. El auto se movía con ellas, era notorio desde fuera, a Demian le costaba ver el cambio de actitud de la muchachita que amaba, le dolía (y quizás, solo quizás le calentaba un poco) ver cómo se frotaba sobre su antiguo amor, como ambas se comían la boca. Detestaba no escuchar las conversaciones desde fuera y no entender que más pasaba además de presenciar una escena cada vez más lésbica.
Gala continuó besándole, imaginaba ¿Se la habría cogido también en el auto? La muchacha se le movía encima como una experta cabalgando ¿Quien lo diría? Maldita mosquita muerta, cogía riquísimo la cabrona. Una vez más le comió las tetas con la ropa puesta, provocandola, haciéndola gemir más y restregarse sobre la palma. Así quería verla montando la polla de Dante.
— ¿Lo harás? ¿Vas a ser la mujer de mi esposo una vez más? — Inquirió a ojos cerrados.— Pero, tienes que entender que en algún momento tú y yo estaremos compartiendo cama también... Vas a darle placer sola, y vas a dárselo conmigo. — Añadió agitada.— ¿Estás dispuesta a aceptarlo? ¿A coger conmigo para hacerlo gozar?
— S-Si...— Respondió Lucille temblorosa sin detener sus movimientos de cadera.
— ¡Fuerte!— Exigió Gala, dando una nalgada a ese culo rebotante.
— ¡Si! ¡Si, si quiero! ¡Si!— Se aferró al cuello de la mayor y gimió con fuerza, a lo que Gala respondió tumbando la sobre la puerta del auto, el culo sobre el asiento y las piernas abiertas.
La mayor se acomodó y bajó hasta el coño de la chica, chupando la tela húmeda, probando el sabor de la fémina y lamiendo por encima de la prenda ese coño que tanto enloquecía a su marido. Lucille se apretaba las tetas por encima de la ropa, ajena a la persona que observaba tras el cristal como le comían los labios. Tenía los ojos cerrados, pensaba en Dante Toussaint, en la última vez que tuvo su lengua en la vulva, la última vez en su oficina y las tantas veces que imaginó un final diferente: ambos cogiendose en el suelo, desnudos, teniendo más de un orgasmo en horas de escuela, haciéndolo en el auto, en la cama de su antigua casa sin que nadie pudiera interrumpirlos... Sin ese novio o la esposa de él. Gala dió golpecitos sobre el clítoris, haciéndola gritar y estremecerse, a las dos se les olvidó que en la calle solitaria era más fácil que alguien las oyera y ninguna se percató de Demian, el hombre que presenció todo con lágrimas en los ojos y una erección que no planeaba atender.
— Señor Toussaint, señor Toussaint.— Gemía la menor, cosa que a Gala le alteró en buena manera. Era simplemente delicioso escucharla gimiendo el nombre de su esposo.
Luego de un rato, de gemidos y apretones de muslo y hombros Lucille llegó al orgasmo, mojando las bragas, el asiento y su vestido, dejando que Galadriel bebiera de aquel dulce elixir hasta que no pudo más con la posición y se sentó sobre el asiento, descansando y respirando profundamente. Ella no llegó al orgasmo, se lo cobraría a su esposo al llegar a casa pues si, llegaría muy caliente después de meterle dedo a su amante.
Ambas se calmaron tras unos minutos de silencio, Gala le dió su teléfono a Lucille para mantenerse en contacto, agregando.
— Él no sabe nada... Tiene la idea de que lo odias, quiero que esto sea una sorpresa y que la primera vez que vuelva a verte sea desnuda en la cama, así que, te pido por favor no lo busques hasta que yo te llame ¿Si?— La menor asintió, sonrojada por lo que había pasado en ese auto. Los cristales se habían empañados pero la acústica fue suficiente para dejar escuchar a Demian como llegó al orgasmo por lo que, al ver la ventana de Galadriel bajarse se hizo para atrás, escondiéndose mientras la mujer salía del auto, volviendo a pasarse al frente mientras Lucille se terminaba de acomodar la ropa atrás.
Un par de minutos y el auto arrancó, dando lento la vuelta a la cuadra para detenerse frente al edificio, Lucille bajó luego de unos segundos y Gala le pasó sus compras, no sin antes abrir la bolsa para confirmar que se trataba de pan de zanahoria... A ella le fascinaba.
— Tienes buen gusto, por algo también te gustó Dante.— Respondió en broma.— Entra a tu edificio, no voy a irme hasta ver qué estás segura en casa.— Lucille no sabía bien si debía agradecer el gesto. Al final lo hizo inclinándose levemente y se apresuró a entrar al complejo... Estaba huyendo de la vergüenza, si, Galadriel aún le daba miedo. Demian vió toda la escena y, lejos de desear explicaciones de Lucille vió como el auto de Gala partia, para fortuna suya, un taxi acababa de dejar pasaje en la acera de enfrente y tan pronto como pudo le ofreció una paga de más por seguir sigiloso al auto oscuro, el conductor accedió y manteniendo distancia siguió a su ex amante.
Así fué como acabaron cerca de la playa, frente a un camino de terracería que ocultaba a la distancia los faros del auto alejándose, y lo que parecía ser una casa muy lejos como para darle forma. Por la hora y la cabeza caliente Demian decidió no hacer nada, pero ya sabía dónde estaba Galadriel, al día siguiente iría a pedir las explicaciones que tanto deseaba.
Ahora solo quería llegar a casa, encerrarse y pensar... Solo pensar.
#galadriel #lucille
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La bata de seda blanca cubría su cuerpo con delicadeza, no solía portar demasiado aquella prenda pues amaba directamente esperar a su esposo desnuda o con cualquier camiseta, pero algo le hacía sentir que esa noche sería distinta a las demás.
Aún faltaba cerca de una hora, les había dado un bañito a los niños y después de darles de comer uno a uno cayeron dormidos, relajados con el aroma tenue de la crema de lavanda y satisfechos.
El ya había cedido, el cielo se oscurecia cada vez más, en silencio Galadriel terminaba de guardar los productos que había usado con los pequeños cuando escuchó un par de golpes, eran de la puerta principal. Se acomodó bien la bata, amarrandose el cinto pues sabía que ese no podía ser Dante ¿O si? Bajó tan rápido como pudo, encendiendo las luces apenas necesarias hasta llegar a la puerta y al abrir ésta solo un poco quedó pasmada, boquiabierta.
El mismo Demian estaba de pie con un semblante de pocos amigos, se le notaba molesto, quizás cansado por la agitación con la que respiraba. Gala no pudo decir nada y tras unos segundos de silencio entre los dos fué él quien entró al hogar, cerrando detrás.
— ¿Qué haces aq-? — La pregunta temblorosa de la chica fué callada por la mano firme del moreno, apretando la mandíbula con autentico enojo. Tenía sus razones para sentirse así, lo que había visto el día anterior lejos de aquella casa le dejó con mil y un preguntas y una responsable a quien seguir, pero ahora que la tenía de frente, acorralada contra la pared y sola ninguna de esas dudas le surgían.
— Ya viene Dante. — Insistió ella, deseando advertir al mayor para que le soltase aunque bien sabía faltaba tiempo para ello. Si en un primer momento había Sido un gusto verlo en su puerta ahora no sabía que pensar, ni por qué él la tenía de esa forma.
Pero no le respondía nada, solo la veía, y aunque poco a poco el puño captor fue liberando el agarre del mentón no existía un cruce de palabras. El espacio era demasiado corto entre los dos y él sabía aprovecharlo, no solo miraba las facciones de Galadriel, también los hombros bien cubiertos, el cuello expuesto, la tela ceñida perfectamente al cuerpo de la muchacha dejando poco a la imaginación, incluso aquella teta traviesa que amenazaba con escapar de la prenda y mostrar enteramente su endurecido pezón. Demian la estaba depredando y ella notaba como la analizaba, esa tensión creciendo entre los dos y lo dominada que le hacía sentir, no fue sorpresa que cuando el varón tomo iniciativa y se dispuso a comerle la boca ella no pusiera mayor resistencia.
Le besó con ira, apretando su cuerpo, metiéndole la lengua mientras le abría las piernas para encajarle la verga aún vestida, que sintiera cuan duro le había puesto en un par de minutos con esa mirada de mosquita muerta, de presa asustada.
Galadriel gemía, mirando de reojo a la puerta, podía existir la posibilidad de que su esposo terminase antes en el instituto y ya estuviera cerca de llegar, o se encontrase a escasos metros de la puerta, pero eso no sucedió y entre besos salvajes, poco a poco, los dos amantes acabaron en la sala. Demian se quito la chamarra y camiseta, quedándose únicamente con los pantalones y la ropa interior, Gala volvía a tener de frente ese torso desnudo que tanto la hacía enloquecer pero no pudo disfrutar de él, el varón ya le habia dado la vuelta, empujandola sobre la bracera del sofá para hacerle empinar el culo. No iba a dejarla elegir posiciones o qué tocar. Se hincó detrás de ella y él comió el coño, notando como ella estaba húmeda, los fluidos escurrían ya entre sus piernas ¿Sería así de fácil con su esposo o él era quien la excitaba a esos niveles? La lengua hundiéndose entre los labios, lamiendo cada uno, chupando alrededor, intentando introducir la punta en ese jugoso coño para follarlo a gusto mientras la chica se retorcía sobre el mueble, aferrándose a un cojín.
Desesperado, dejándose guiar por el instinto y no por la razón se puso de pie, bajó sus prendas hasta los muslos para liberar la erección que frotó entre las nalgas de la casada, advirtiéndole lo que "se le vendría". Un par de golpes con el glande a las masas carnosas, la saliva cayendo justo sobre el tronco y sin más, hambriento de ese cuerpo prohibido penetró la vagina hasta el fondo, arrancándole un grito de auténtico placer a la chica.
Embestida a embestida se dejó ver como un bruto, una máquina sexual que estaba allí para reventarle el coño a punta de verga, no había ternura en sus caricias, le apretaba el culo con autentico recelo, seguía enojado y deseaba descargar toda esa frustración en su antiguo amor prohibido. Gala no dejaba de gemir con fuerza, derramando lágrimas y saliva sobre el sofá, no se confundan, no estaba sufriendo aquel encuentro sexual, más bien estaba disfrutandolo tanto que no era capaz ni de hablarle, lo único que razonó fue estirarse hasta la mesa de centro oara encender el monitor de bebé de la sala, pulsando el botón hasta que el foquito encendió en verde.
Demian le tomó del cabello, tirando de él con fuerza para hacerla enderezar hasta que pudo rodearle el cuello con un brazo y colocarse a la altura de su oído.
— Moderate ¿O quieres que tus hijos escuchen tus gemidos de puta? — Escupió con veneno y le mordió el cuello, llevando las manos a la bata para abrirla y sacarle las tetas sin ningún cuidado, tomandolas con fuerza, apretando sin ningún apice de piedad o cuidado. Pronto descubriría la leche brotando a sus palmas, misma que embarró sobre la cintura y el abdomen femeninos, dejándola sentir aquel dulce nectar sobre la piel.
No podía parar de follarla, todo su cuerpo pedía hacerla suya pese a estar casada con otro, sus instintos más primitivos se ponían por encima de toda regla moral o culpa, incluso sobre los sentimientos que él ya tenía por otra. Nada le importaba en ese momento salvo una sola cosa, y no sintió vergüenza al decírselo.
— Te habrás casado con otro, serás su mujer, pero yo te haré mi hembra las veces que me plazca, lo haré hasta dejarte preñada.— Cada palabra era veneno y logró hacerla temer ¿Embarazarse de él? ¿De otro que no fuera Dante? No debía estar hablando en serio...
— Basta... Demian.— Puede que las palabras pidieran una cosa, pero el como las pedía dejaba mucho que desear, no podía dejar de gemir y apretaba las caderas que la fornicaban sin descanso, para colmo de colmos cuando él le atrajo para besarla con locura ella volvió a acceder, haciendo danzar las lenguas entre sí.
Acabaron los dos en el suelo, ella recostada boca abajo y él sobre su cuerpo, mordiendo y lamiendo el hombro mientras la polla entraba y salía entera de la vagina, las piernas abiertas permitiéndole todo el acceso. Le estaba cogiendo con muchísima zaña, hasta ella sentía que algo había mal ¿Pero que? ¿Resentimiento por no estar juntos? ¿Por haber terminado con esos encuentros calientes que tenían como amantes? Si tan solo supiera que la causa había nacido un día antes, y que debido a ella había dado con su hogar, que él había ido con toda la intención de reclamar y pedir explicaciones pero había bastado con tenerla en frente para desear hacerla suya.
Le dió la vuelta, quería verla a los ojos mientras se la follaba. Coloco el pene una vez más entre los labios y se sorprendió con lo facil que fué deslizar el glande, como si la misma vulva succionara la punta de la verga buscando tragarla entera. No pudo aguantarse las ganas y mamó de esas tetas lactantes, mordiendo y chupando, deseando vaciarla de ser necesario mientras Gala solo lo veía, gimiendo y apretándole los hombros.
— Demian ... Demian...— Parecía que no se sabía otra palabra y eso él lo tomó como un llamado, la confirmación que necesitaba para entender que ella lo extrañaba, que lo deseaba. Con más ahínco golpeó el interior de su coño, deseando romper toda barrera y follarle el útero mismo, la quería suya hasta lo más profundo, dejarle huella, amoldar sus paredes a la forma de su verga ¿Su esposo sentiría la diferencia la próxima vez que cogieran? Ojalá si.
Volvió a besarla sin cuidado, ahogando ambos los gemidos entre saliva, Demian susurraba entre jadeos frases como "eres mía", "siente mi polla", "¿Te gusta más que la suya?" Y demás con afán de humillarla, de hacerla sentir una cualquiera, la mujer fácil que le abría las piernas a un cuarentón y era infiel. Le pasaban tantas cosas a la mujer que sin saber cómo llegó al orgasmo, temblando bajo el cuerpo pesado, retorciéndose y mojando el suelo de la sala. El moreno sintió el fluir de aquella corrida y aceleró las embestidas, estrellandole los huevos con fuerza y no se detuvo hasta conseguir finalmente correrse dentro del coño de Galadriel, bombeando su espeso semen dentro, quieto, dejándola sentir como la verga expulsaba su semilla en busca de dejarla embarazada.
Los dos estaban rendidos, agitados, sudando, deteniendo los jugos por la unión existente entre genitales, poco a poco se calmaban hasta que el monitor emitió un leve sonido que fué poco a poco acrecentandose: balbuceos, uno de los bebés había despertado. Al darse cuenta Gala olvidó todo el agotamiento, el ardor de su vagina, incluso que estaba llena de fluidos. Empujó a Demian con una fuerza que solo una madre angustiada podría sentir y acomodándose la bata corrió escaleras arriba, encontrándose con Vincent moviendo las manitos. Se limpio las tetas con toallitas sanitizantes a la brevedad, previendo cualquier necesidad, manos desinfectadas y pronto le levantó en brazos, dispuesta a arrullarlo. Vince no lloraba, parecía que solo no había conseguido quedarse dormido del todo. Se sentó en la mecedora con él en brazos, meciendose lento, susurrando muy por lo bajo "mi niño lindo, mami ya está aquí."
Demian entendía que era lo que pasaba, y más curioso que otra cosa subió poco después que ella, quedándose en el marco de la puerta para echar un vistazo a la habitación y a las figuras dentros, entre ellas Gala con los ojos cerrados, abrazando a su bebito y tarareando una melodía suave. No parecía ser la mujer que hasta hace minutos yacía empotrada bajo su cuerpo, era una madre amorosa que con toda la paz del mundo hacia dormir a su bebé.
Mientras ella sostenía a Vince sintió las consecuencias de haberle abierto la puerta a Demian, de su coño escurría el semen del mayor, manchando la bata de seda y quizás alcanzando la mecedora. Se sentía avergonzada frente a su pequeño quien poco a poco se quedó dormidito, pero no lo soltó hasta estar segura de que nada le perturbaría el sueño hasta al menos la hora de comer.
Le recostó con toda paciencia, de ladito para evitarle el reflujo, y cuando se encaminó a la salida recién vió a Demian de pie, mirandola de una forma distinta. La habitación matrimonial y sus hijos eran sagrados para ella, por lo que salió más aprisa y cerró la puerta, apenas iba a soltar algún comentario sarcástico, un "estarás satisfecho ya ¿No? Puedes irte" pero antes de abrir la boca él ya la estaba abrazando, besándola ahora con una delicadeza que era más propia del pintor ermitaño que del animal que había entrado por la puerta principal.
— Ya basta, mis hijos están aquí. Debes irte.— Susurró ella entre besos, sintiendo aún el semen del moreno corriendole entre los muslos.
— Ahora en serio quiero que tengas un hijo mío.— Respondió él en voz baja, aferrándose al cuerpo de su amante, alejándola de la habitación y yendo a la primera que vio abierta: la de huéspedes.
— Estás loco...— Dijo ella, dejándose llevar por el mayor hasta que la puerta se cerró detrás de los dos, aún besándole y es que los besos de Demian tenían algo a lo que ella no podía resistirse.
— Justo ahora, por tí.— La llevó hasta la cama, recostandola, quitándole la bata completamente para luego besar cada parte de su cuerpo con dedicación, el coño luciendo mojado, blanquecino gracias al esperma, en todo ese rato el muchacho había descansado y la polla ya estaba en condiciones de otra ronda de sexo, y más aún, de hacerla madre como era propio. — No me temas... Voy a hacerte el amor.—
Gala tragó saliva, sintiendo como la polla del mayor, erecta de nuevo, se pasaba sobre los labios empapados, tentando el clítoris con el glande antes de hundirse poco a poco en ella. Demian le abrazo, la miraba como si ella fuera la persona que más amaba en el universo, y tras esa conexión incomprensible que establecían cada que se veían a los ojos la besó, volviendo a entrar en ella con lentitud, como pidiendole el permiso que al principio no consideró. Galadriel besó al moreno, pro primera vez le abrazó, pero echaba vistazos a la puerta de la habitación y es que realmente deseaba que Dante llegara, que entrara y le viera siendo cogida por otro, con el coño rebosante de semen.
Realmente deseaba que su marido viera lo puta que estaba siendo en brazos de su amante... Y que pasara lo que tuviera que pasar.
#Gala
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Parecía no haber aprendido la lección, es lo que diría cualquiera que conociera la historia este último año, desde meterse con su profesor de arte comprometido hasta enamorarse de un pintor caliente que le llevaba por lo menos veinte años.
No, Lucille no aprendió la lección, de haberlo hecho no estaría saltando sobre el regazo de Demian, restregandole las tetas por toda la cara mientras el coño devoraba una y otra vez la flamante y dura polla. ¿Quién podía juzgarla? El hombre se volvía fuego cuando la envolvía en sus brazos, sabía ponerla caliente con unos cuantos besos y los dedos eran tan habilidosos que bastaban unos roces en el culo o sobre los pezones para volverla agua. Amaba sentir su canal de parto repleto de verga, de la suya en concreto, podía jurar que cada bendita vena palpitaba de intromisión en intromisión, hinchando más la barra carnosa. Poseía la ingle húmeda, sonidos acuosos ligeramente mitigados por cada choque de pieles, los gemidos de ambos mezclandose en medio de un beso tan torpe como mojado y es que amaba eso, besarlo, decirle sin palabras cuánto significaba para ella su presencia, todo lo loca que la volvía y como se le removía el corazón o cada fibra existente (así, como la lengua se retorcía en cada beso francés).
No paraba de gemirle que era suya, que sería su mujer las veces que él así lo quisiera, babeaba como una puta y balbuceaba su nombre, la saliva corriendole hasta el cuello lucía tan similar a los hilos de fluidos lubricantes propios del coito entre ambos genitales.
— ¿Con qué derecho?— No era suya la voz ni le pertenecía a su amante de cuarenta, pero era tan conocida para ella que le erizó la piel (y no era para menos, le había susurrado sobre el hombro).
No hubo cabida a las presentaciones ni a una explicación, cuando se dió cuenta estaba contra el pecho de Demian, la espalda siendo empujada por una palma lo bastante fuerte para impedirle enderezarse y el culo —aún cuando la polla seguia dentro del coño— era tentado por otro juego de dedos. Apretones, un azote y a la brevedad la intromisión de dos falanges en el recto, mismas que buscaban dilatarle.
Toda una escena loca que procesar, poco entendimiento de parte de quién parecía estar hipnotizada por sexo, Lucille sentía el calor de los dos hombres que más habían significado para ella en su vida, los dos que más la hicieron sentir mujer y no sabía que hacer, pero el cuerpo respondía por ella y empinaba más el culo, dejándolo a disposición de su antiguo profesor.
Dante Toussaint estaba allí para recordarle que, sin importar cuantas pollas la penetraran era a él a quien le pertenecía, y lo dejó claro cuando hundió ese trozo endurecido de verga en el ano, esa que ella solo le ofreció a él, a quien deseó otorgarle el privilegio de arrancar la virginidad anal, hacerlo dueño de su primera vez como si fuera el propio himen siendo desgarrado.
Ahora los dos le cogían con brío, jadeando, gimiendo, Demian le mordía las tetas mientras Dante le tapaba los ojos, tirando de la cabeza hacia atrás para exponer el cuello (quizás para alejarla un poco del mayor también). Le decía con rabia que seguía siendo su alumna ofrecida, la zorra fácil que se le ofreció, que podía entregarse a otro pero jamás reemplazarlo a él... Su profesor seguía siendo un posesivo de mierda que no escatimó en hacer valer las palabras y le mordió el cuello con impaciencia, apretándole la cintura, reventándole el ojete mientras él mismo sentía la verga de Demian a través de los tejidos húmedos.
Por su parte el pintor ermitaño no dejaba de alzar las caderas, jodiendo la vagina, recordándole con besos y succiones en los pezones que estaba allí por ella, que no se iría, que era él con quién debía estar y daría todo de sí para conseguirlo, así tuviera que encamarse con ella y ese ser a quien odiaba sin conocer.
Así acabaron en la cama, recostados de lado, con Demian devorandole la boca, cogiéndole el coño, mientras Dante le sostenía la pierna envuelta con el brazo, apretandole una teta con esa misma mano, mordiendo el hombro con desesperación y abriéndose paso en el recto. Se sentía en un mar de hormonas, sudor y placer como nunca, el corazón latía alocado y el pensamiento no sabía a dónde ir. Le comía la boca a Demian mientras la mano apretaba el costado de Dante detrás de ella, no quería que ninguno de los dos se apartara de ella, por más egoísta y desleal que eso la dejara ver.
Los tenía a los dos sobre su cuerpo, mamando cada uno un seno, lado a lado mordiendo, chupando, apretándole los costados o incluso las muñecas, Demian el primero en tomar delantera, yendo hasta su cuello para dejarle marcas propias, y Dante yendo a un sitio en su cuerpo más que conocido para él, bajando entre lamidas hasta la vulva, probando sin molestia alguna esos labios ya follados por otro, comiendole el coño dulce como la vez primera. Era de dos hombres, y sentía a los dos tan suyos aunque fuese una mentira, habría seguido pidiéndoles más, que la besaran, que no la soltasen...
Pero sonó la alarma y con el despertar todo sueño se esfumó. En su lugar quedó el cuerpo húmedo de la chica acalorada, sudada, con las bragas mojadas y el corazón a punto de estallar en el pecho, recordar todo de golpe y verse sola... No pudo más que romper en llanto y, aún con esas, se llevó los dedos al coño para meterselos y poder terminar. No era la primera vez que soñaba con algo así, pero si la primera que se sintió tan vívida como para provocarle una profunda pena y muchas dudas.
¿Por qué habría de ver a los dos de la misma forma si no le trataron igual?
Que ofensa para el recuerdo, y cuánta culpa le hacían sentir sus más oscuros deseos.
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“her favorite flowers are daisies”



⋆⭒˚。⋆



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