Tumgik
victorbenitezmx · 7 years
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Garabatos
Por lo regular me gusta sentarme en una cafetería y hacer sobre todo que el tiempo no pasa. Sentirme envidiado de esa libertad de la que por cierto, pocos gozan. Libertad de tener el tiempo y las ganas para tomar un café a media tarde, entre las cuatro y las seis, en el corazón de la condesa. También me gusta sentirme envidiado de tomar la foto testigo de tal disfrute. Mientras que de fondo está la cafetería hipster que sirve de testimonio y apoyo visual a la foto, que tiene tanto poder como las fotos de gatitos que inundan este mundo virtual sobrepoblado de mininos muy peludos que hacen sonreír a cualquiera. Tiene casi el mismo efecto entonces esta taza de café espumeando por su reciente elaboración. Y entonces gozo subiéndola a todas mis redes sociales. El ego se eleva ya por las cosas más pendejas como esa de subir una estúpida foto al insta o a facebook. Mi autoestima está tan de la chingada que lo único que me mantiene vivo es esa competencia de likes enfilados publicación tras publicación. Compitiendo con lo más crudo de las redes, nosotros mismos. ¿Qué nos había dicho El Gran Hermano sobre la censura? Nosotros somos este pendejo que dibujaba Orwell como omnipresente. Somos ese ente que nos limita ante los demás. Pues es que no es acaso que pensamos dos veces antes de publicar; no vaya a ser que no sea correcto. Pff. Ahí es cuando creo que nos está llevando el verdadero carajo. Nos enfrentamos contra nosotros mismos como el único enemigo. Ya ni ganas de pensar tengo porque nunca llego a nada. Ojalá que un día el internet muera y regresemos a las cavernas. A la era donde tampoco nada era cierto pero por lo menos podíamos sentirnos a nosotros mismos y no andar por ahí criticando a los otros a partir de nada.
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victorbenitezmx · 7 years
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espejos
Ya en serio. La última vez que escribía sobre la necesidad de escribir me topaba sobre la pared diciéndome a mí mismo que esto era una reverenda pendejada. 
Por lo regular uno se enfrenta con la primer necesidad de decirse las cosas a sí mismo y luego de hablarse de frente, reflexionar. Un poco similar al ejercicio de mirarse al espejo y contemplar, en sentido estricto, los mayores defectos de un rostro gastado por el silencio de los años y los gritos de la vanidad. Sin duda el ejercicio más difícil emocionalmente hablando. La última vez que lo hice tenía 17. Lloré muchísimo sin ninguna razón aparente. Me veía a mí mismo con un ánimo desmoronado. Creo que fue verme y recordar otra imagen pero con tres gramos de cocaína encima. No lo sé. Era ver los poros extremadamente abiertos y negros. Las ojeras profundas y negras con unos ojos vencidos por la enfermedad del cansancio. 
Es decir, el ejercicio consistía en verse ajeno a lo que creemos de nosotros. Encima de todo, era verse honestamente desde afuera, desde como otros podrían notar los defectos más evidentes y físicos. Esos que nos apuran mucho más que lo que no vemos a simple vista. Ahí radica el miedo y la tristeza pues ni nosotros mismos podemos entender lo que vemos, pues nos suponemos distintos. 
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victorbenitezmx · 7 years
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Texteando
Por supuesto que uno anda leleando por ahí en el internet así como si fuera un parque. De pronto un día descubres que el mundo es algo mucho más grande que tu Facebook. Algo que te asombra porque estabas completamente seguro de que no era así y que podías entender el mundo desde un smartphone pero así sin más solo abres los ojos para mirar a la persona con la que casi chocas por venir texteando, la miras a los ojos y quedas totalmente impactado. Son los ojos más penetrantes que has visto y solo por eso no sabes ni cómo reaccionar. Entonces miras de reojo tu iPhone pensando en qué decir pero no dices nada. Solo mueves tu mirada entre el teléfono tus pies. Ya no sabes a dónde vas ni qué seguir haciendo con tus pulgares; estás convencido de que algo ha cambiado y efectivamente, descubriste que lo que podían hacer unos ojos y eso te da miedo. El asunto va muy rápido y cada vez esperas respuestas más inmediatas. La ansiedad es voraz a tal punto que empuñas tu teléfono y lo avientas hasta romperlo pero no te importa porque sigues sin saber qué era eso que te producía la realidad. Solo entonces te queda una opción. (1)
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