Tumgik
xhima-blog1 · 5 years
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Los dos Hoja Afilada
Una noche más, Qian se encontraba en la biblioteca. Una noche más, estaba sentado en una mesa apartada rodeado de papeles y libros de historia. Una noche más, el maestro Daidúo se acercó a él con dos tazas en la mano. Dejó una sobre la mesa.
-Nunca te lo pido. - le espetó el guerrero mientras leía, sin levantar la vista de sus papeles para mirarlo.
-Pero siempre te lo bebes.
Qian apartó la vista de sus papeles para ver a Daidúo dedicarle una sonrisa de suficiencia.
-Estaré cerca si necesitas que te ayude en algo, ¡me conozco esta biblioteca como mi zarpa!
-Gracias, maestro, espero no tener que recurrir a ti en toda la noche.
- ¡Oh, no te preocupes, no es molestia!
Daidúo sonrió. Qian lo miró irritado. Llevaba el tiempo suficiente en el monasterio para saber que el maestro Daidúo no era tonto: fingir inocencia e ignorancia era su manera de contestar a las provocaciones y su actitud servicial y educada era su manera de predicar con el ejemplo. Dai le mantuvo la mirada con esa estúpida sonrisa en la cara, a sabiendas de que era una de las cosas que a Qian más le irritaba. Se retiró con una reverencia, sin dejar de sonreír.
Tras un suspiro, Qian pegó un sorbo a la bebida. Echarle tanto dulce a un café es un sacrilegio: ¡Oculta todo el sabor del café!
Al posar la taza de nuevo en la mesa, el pandaren alzó la cabeza. Se percató de alguien a quien no había oído llegar. Un pandaren de pelaje gris estaba de pie frente a él, cubierto con una capa.
Había algo raro en ese pandaren que había aparecido sin más. Algo…
-Ho…
Qian se agarró a la silla y usó sus patas para lanzar la mesa por los aires. La mesa y todo su contenido se precipitó hacia la figura, quien parecía que no tendría tiempo a reaccionar: impactó contra el cuerpo del acosador y lo derribó.
Qian se levantó y e intentó echar zarpa de su espada, pero no estaba donde él la había dejado.
-De haber sido yo de verdad, me hubiese dolido… - Qian escuchó una voz detrás suya. - Menos mal que soy precavido. Eres Qian Hoja Afilada, ¿verdad?...
Qian no esperó a que su acosador acabase la frase. Agarró la silla en la que estaba sentado y la lanzó en dirección a la voz. Dos pandaren salieron de las sombras, protegiendo al que hablaba, atrapando la silla en el aire y colocándola en el suelo.
-Gracias por la silla- dijo mientras se sentaba- Eres fuerte y tienes reflejos… ¿Pero tienes capacidad para escuchar lo que otros tienen que decirte?
Mientras escuchaba, Qian se distrajo y fue rodeado por mas pandaren.
- ¡Maestro Daidúo! ¡Dai, necesito ayuda! – No le caía bien el maestro Dai, pero sabía que su insoportable bondad y amabilidad no eran para compensar su deficiencia en otros ámbitos, al menos no en el del combate.
Daidúo no acudió. De hecho, le sorprendió que no acudiese antes de llamarlo a ver que era todo el jaleo.
-No puede oírte. No ha escuchado nada de lo que ha pasado ni está escuchando tus gritos. – Suspiro- Y tú tampoco me estás escuchando a mí…
Qian contempló a los pandaren que lo rodeaban. Al estar lo suficientemente cerca se percató por fin de que todos eran idénticos. Eran clones.
Qian arrancó la pata de la mesa y la blandió como si fuese una espada. Canalizó su chi a través de ella y lo expulsó cortando el aire, enviando una onda de energía en forma de media luna hacia el pandaren que le hablaba, tranquilamente sentado en la silla.
Este no esperó a recibir el ataque. Se puso en pie desenfundando un arma e imitó la técnica, canalizando su chí a través de la hoja y expulsándolo en otra onda con forma de media luna que impactó contra la primera, destruyéndose mutuamente.
- ¡Vaya! Muy bien, tú ganas, baja el…
Qian preparó otro ataque.
-Oye…
Los clones se abalanzaron sobre él, todos a la vez. En cuestión de segundos Qian estaba en el suelo, inmovilizado. La figura se levantó y avanzó hacia él.
-Si hay algo que no soporto, es que no me escuchen. – Declaró con irritación.
Qian se revolvió, pero estaba bien inmovilizado.
- ¿Qué es lo que quieres?
-Hablar. Pero alguien se ha puesto un poquito hostil.
- ¿Quién no desconfía de alguien que se le acerca usando clones desde las sombras?
-Pues parece que mis temores eran fundados, porque me lanzaste una mesa.
-No te habría lanzado una mesa si no hubiera notado algo raro.
-Tienes una reputación que te precede… ¡Y que has demostrado hace un momento!
-¡No te hubiese atacado si no hubiese notado algo raro¡
Los pandaren mantuvieron las miradas un rato. El pandaren retiro un poco su capa, permitiendo que Qian viese el símbolo del Loto Blanco en su tabardo.
- ¿Podemos, por favor, volver a empezar? Entenderás todo cuando te diga quién soy…
Con un gesto, los clones se disiparon y Qian se puso en pie. No movió un músculo, tenso. Esta vez, vio como el pandaren del Loto blanco invocaba dos clones haciendo gestos con los brazos. Cada uno les trajo una silla mientras el original sacaba la espada de Qian de debajo de su capa. Se la devolvió, inclinándose y exponiendo por completo su cuello en señal de confianza.
-Soy Heiwa. Por favor, no me lances otra silla y escucha lo que tengo que pedirte.
Qian recuperó su arma y se apoyó en el respaldo de la silla sin sentarse. Heiwa se masajeo el puente de la nariz.
-Soy Heiwa Hoja Afilada. Y esta conversación me va a llevar un rato. Por favor, siéntate.
Qian no pudo disimular su sorpresa. Hasta donde él sabe, las dos ramas de su familia no habían tenido contacto desde el cisma que separó a los Hoja Afilada. Se sentó.
- ¿Eres del clan del Zorro de Nueve Colas?
-Por descontado. Ya sé que has investigado mucho sobre nosotros – hizo un gesto, señalando los papeles desperdigados por el suelo que Qian leía hace solo unos minutos – y estoy aquí porque quiero hablar contigo… sobre nuestras rencillas familiares.
“Soy consciente del motivo por el que nuestra familia se partió en dos. Y creo que has visto como os ha ido: lo habéis intentado.”- intentó decir lo último de la forma mas suave posible, intentando que no sonase provocativo.
-Mi padre traicionó todo lo que éramos: de guardaespaldas a mercenarios. De protectores a…- Heiwa le hizo un gesto para que se detuviera, al percibir que Qian se estaba calentando
-Lo entiendo. Y estoy de acuerdo. Y se que tú no eres como él. Por eso quiero proponerte una solución. – Qian alzo una ceja y guardó silencio, esperando que el diplomático continuase. – Quiero que nuestras familias se unan de nuevo.
Qian soltó un bufido y miró a Heiwa como si hubiese contado un mal chiste. El diplomático frunció el ceño.
-Perdona, Heiwa, pero… no sé qué tiene que ver esto conmigo: no solo ya no soy heredero, sino que además no mantengo relación con el resto de la familia. No sé qué…
Heiwa alzó la zarpa con dos dedos. Se agarró uno mientras dictaba.
-En primer lugar, si algo aún comparten nuestras ramas familiares es el apego a las costumbres: ERES el heredero y, aun habiendo renunciado, puedes recuperar tus derechos con el apoyo de otros miembros de tu familia. –Bajó uno de sus dedos
-Pero…
-Y… -Heiwa señaló su otro dedo – Te has ganado el respeto de tu familia sin saberlo, Qian.
Qian alzó una ceja.
-Tu rama se separó de la mía porque no querían vivir en el anonimato. Querían que la gente supiera quien defendía los campos, quien protegía los carros… porque tenían fe en que podrían llegar a ser una fuerza disuasoria. Creían que si se labraban una reputación podrían atemorizar a los bandidos, a los hozen… -hizo una pausa- pero la guerra de los forasteros mermó vuestras filas… y las nuestras.
Heiwa bajó la cabeza. Definitivamente, el desprecio por los extranjeros es algo que también comparten ambas ramas de la familia.
-Qian, has plantado cara a un número absurdo de peligros, siempre de frente, dentro y fuera de Pandaria, y siempre para proteger a otros. Al abandonar a tu familia por el monasterio te convertiste, sin darte cuenta, en el ideal de todo lo que habías abandonado. Y todos lo saben.
“Qian, piénsalo: toda la familia,  junta, en el monasterio y con el mismo objetivo. Más allá de nuestros campos y tierras: proteger a toda Pandaria. Pero esta vez, unidos. Si alguien puede demostrar que sabe cuál es el camino que deben tomar los Hoja Afilada, eres tú.”
Qian parecía no escuchar, pero lo hacía. Estaba contemplando su espada. Se la quitó a su padre porque consideró que esta espada merecía servir a un propósito mayor.
Y él también debería.
-Esa mirada me dice que ya has tomado la decisión, Qian. No sabes cuánto me alegra.
-Aún no sé cómo haré con mi padre…
-Tú padre… no debería ser un problema. –Heiwa lo dijo con cierto amargor.  El guerrero lo miró de forma inquisitiva – No sé cuánto tiempo hace que no hablas con él. Por lo que sé, está muy enfermo, Qian. Si quieres ir a verle podría ser… tu última oportunidad. Lo siento.
Qian bajó la mirada. No estaba seguro de cómo encajar eso: Qian nunca se llevó bien con su padre, por lo que no estaba seguro de qué sentir en ese momento. Heiwa le dio un momento para aclarar su mente.
- ¿Y cómo propones que recupere mis derechos, Heiwa?
-Escucha, Qian: voy a estar fuera un tiempo. Normalmente esta clase de trabajos se compaginan con el campo, pero en mi caso he descuidado mis raíces agricultoras. Llámalo vacaciones o llámalo penitencia, pero voy a estar fuera un tiempo. He informado de mis intenciones de reconciliación a mi casa: ¿Qué te parece si te pasa por allí cuando hayas solucionado las cosas con tu familia? Creo que a mi padre le encantará conocerte. No me mires así, no te pasará nada. Tienes mi palabra.
-¿Cómo estas tan seguro de que todo saldrá como tú quieres? Las cosas aún pueden salir mal de muchas formas…
Heiwa lo detuvo con un gesto.
-Llámalo… intuición.
Qian sonrió a Heiwa. Era una sonrisa sincera, de las que poco se veían en su cara.
-¿Pero qué…?
Los dos pandaren estaban tan concentrados en su conversación que no escucharon llegar al maestro Daidúo, que se quedó plantado contemplando el desastre.
Heiwa y Qian miraron a su alrededor: una mesa rota, una silla destrozada, marcas de corte en el suelo y en alguna estantería, pergaminos rotos, manchados y desperdigados
Qian y Heiwa bajaron la cabeza.
- ¿Ups? - Dijeron al unísono.
- ¡¿UPS?! Voy a por unas escobas y, cuando terminemos de recoger esto, os voy a poner a copiar los pergaminos que habéis destrozado. ¡No os iréis hasta que parezca que aquí no ha pasado nada!
Dai se giró y se fue, dejando a ambos pandaren sorprendidos.
-Vaya- susurro Qian- No sabía que tenía carácter.
-Supongo que es difícil hacérselo sacar. ¿Deberíamos sentirnos orgullosos?
-No sé si orgullo es lo que más siento ahora mismo…- Respondió Qian mientras contemplaba abatido a su alrededor.
-Tranquilo, calculo que acabaremos en unos… 30 minutos.
- ¿Qué, tú has visto la que hemos…? - Qian se giró hacia el diplomático, pero se encontró a un puñado de Heiwa que le miraban con una sonrisa.
- ¿Qué mejor manera de demostrarte que has tomado la decisión correcta que mostrarte lo que podemos conseguir juntos?
Qian se tomó un momento para eliminar la sorpresa de su rostro y sustituirla por otra sonrisa.
-Estás ganando puntos conmigo.
Cuando Dai volvió tuvo que pestañear varias veces para cerciorarse de que lo que veía era real. Se frotó los ojos.
-Voy a por más escobas… –Y Dai se fue, rascándose la cabeza.
- ¿Le has visto la cara?
-Fíjate, se está pellizcando la mejilla. Disimula que se gira.
Todos los clones saludaron a la vez. Dai se volvió a girar, contando algo con los dedos
-Pff…
- ¡Jajajaja!
-Vamos a empezar, que mañana tenemos que madrugar los dos…
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xhima-blog1 · 5 years
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Una persona
En su habitación, Daidúo hacía hueco en una estantería, apartando decoraciones a un lado o simplemente cambiándolas de sitio. Cuando hubo hecho un hueco considerable entre sus cosas sacó la pequebola, cogió el cuerpo de Me-CHÍ-tron como si fuera de cristal (y no de goma) y lo colocó cuidadosamente en la estantería. Retrocedió unos pasos y contempló cómo le había quedado todo. Puso los brazos en jarra... -¿Satisfecho? -¡Celestiales...! -Daidúo se sobresaltó y se giró. A su lado estaba... -¡Tao Hao, no te había oído llegar! -No será porque no habré llamado a la puerta, ni por no haberte llamado dos veces por tu nombre. Estabas tan concentrado en lo que hacías que decidí esperar a que acabases. -Oh, pues lo siento. Dadúo volvió a girarse hacia la estantería. -¿Satisfecho? -Creo que me ha quedado muy... -No me refería a la estantería. -Tao Tao hizo una pausa, mirando a Daidúo, ligeramente inclinado hacia adelante- Te he hecho un meca para participar en un torneo con la única condición de que todos los datos y memoria serían míos. A sabiendas de eso, no has llevado un meca a un torneo, has criado un niño y lo has llevado a jugar con otros mecas. -Eso es cosa tuya. El robot me empezó a llamar papá... Tao Hao alzó la zarpa para detener al maestro antes de que continuara. -El robot tenía una base de datos con varios tipos de patrones de comportamiento. Si escogió la rutina de hijo de entre más de 50 que tenía preprogramadas... -¿¡Más de 50...!?- Tao volvió alzar la zarpa para pedir silencio, con una mueca que indicaba lo que le molestaba las voces altas. -...por lo que, si el robot eligió la rutina de "hijo", es que lo trataste como un hijo. Tao guardó silencio mientras contemplaba la reacción de Daidúo. Este abrió la boca para preguntar. -No -se adelantó a responder Tao, antes de que Dai pudiese terminar de preguntar.- "Me-chi-trón" está muerto. Su memoria no me pertenece... me ahorraré los detalles. Y debería llevarme a Meca... "Me-chí-trón", pero como es un modelo experimental no.. -Si, si... -Daidúo le interrumpió para ahorrarle repetir la explicación, cosa a la que Tao Hao frunció el ceño.- Muchas gracias por dejar que me quede con él. Creo que... -No me interesa tu teoría de las ánimas y esas cosas. Vengo aquí porque me interesó un tema: ¿por qué no quieres que le ponga otra IA a Meca... "Me-chi-trón"? Podrías volver a criarlo, pero no quieres: ¿por qué? Daidúo guardó silencio un momento, mirando la estantería. -Sería como cambiarte de ropa porque ya no te vale, o tirar una herramienta por estar oxidada: las personas no funcionan así. Tao suspiró, decepcionado. -"Persona". Tao Hao se dispuso a marcharse, pero una nueva pregunta lo hizo detenerse en el quicio de la puerta. -¿Crees que serías un buen padre, maestro Daidúo? -¿Por qué quieres...?- Daidúo suspiró, rindiéndose en el intento de entender a Tao Hao.- No lo se, Tao. Yo no tuve padre. -Y aún así, te comportas como uno con tus alumnos, con los niños que te encuentras, los enfermos, con el robot... -Me-chí-trón. -Lo interrumpió Dai. Tao Hao miró al maestro, frunciendo el ceño, molesto por la interrupción. -Avisame cuando tengas una respuesta más interesante. -¿Por qué siempre me interrogas con preguntas tan raras? -Porque siempre me respondes, maestro. Tao Hao se despidió con una sonrisa de suficiencia y cerró la puerta tras de sí. Una vez en el pasillo, saco una libreta y se puso a apuntar. -"Persona"...- murmuraba- Parece que estoy haciendo mi trabajo mejor de lo esperado...
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xhima-blog1 · 6 years
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Encuentra tu lugar
Había sido un día agotador.
Se había encargado de un robo, una disputa entre mercaderes, un niño perdido y de arrestar a un paladín que predicaba contra los brujos y animaba a la gente a quemar las casas de los “acusados de brujería”. Quemar brujos a estas alturas… Ah, y lo del cerdo…
Rebeca sacudió la cabeza. Prefería no recordar lo que pasó en El Cerdo Borracho. Las cosas ahí no eran normales. Era como un mundo aparte, como otro universo. Algún día cerrarán ese sitio.
Se limpió la cara con el agua de la cubeta y se miró al espejo: no es que le gustase mucho la imagen que el espejo le devolvía, ya que tenía ojeras y cara de agotamiento, así que terminó de limpiarse la cara y se echó en el sofá. No había terminado de ponerse cómoda cuando sonó la puerta.
Se levantó a abrir mientras maldecía. Pregunto quien era con la puerta cerrada, a lo que una voz grave y guasona le respondió.
- ¿Tiene usted un momento para hablar de nuestro dios Goldrinn, pequeña fiera?
Estaba a punto de mandar al paseo al borracho cuando se dio cuenta de que en esa frase había dos cosas mal. La primera fue la mención a Goldrinn: ¿Sabía el extraño que había contraído la maldición hurguen recientemente? La segunda fue “pequeña fiera”: ese era el mote por el que la llamaba su padre cuando se enfadaba.
- ¿Vas a tenerme esperando mucho más? Puedo oler que estás en casa y puedo oír tu respiración al otro lado de la puerta.
Rebeca se lo pensó un rato mas y finalmente abrió: al otro lado había un huargen alto, corpulento y viejo al que no conseguía verle la cara porque el marco de la puerta se lo tapaba. El huargen se agachó para cruzar el umbral y colgó, como si fuese su casa, su gabardina en el perchero.
- ¿Qué le ha pasado a la casa? Has vendido muchas cosas, ¿no? Con el buen gusto que tenía tu madre para decorar interiores… está casi vacía.
El huargen dio un paso hacia el interior, pero Rebeca tenía la costumbre de guardar una espada en el paragüero y se la puso en el pecho para bloquear su avance.
- ¿Una espada en el paragüero? ¿En serio? Y me llaman a mi paranoico…
-Guardo más en otras partes de la casa. ¿Qué quieres?
El huargen se tomo un segundo para asimilar toda esa información antes de reír.
- Vale, tranquila, pequeña fiera, no vengo a meterme (mucho) contigo: soy un viejo amigo de tus padres. -Rebeca llevó la punta de la espada al pecho del huargen. Este suspiró y puso una cara seria antes de continuar. – Tu padre se llamaba Radus y tu madre, Rosa. Tu padre te llamaba pequeña fiera porque, de niña, cogiste la costumbre de morderle cuando te enfadabas.
Rebeca miró a los ojos del huargen, y bajó lentamente la espada para dejar que el huargen pasase. Se sentó en el sofá.
- No tengo alcohol.
- ¿Y te haces llamar hija de tus padres? ¡Blasfemia! Aun recuerdo cuando apostaba con tus padres a ver quién bebía más y ellos seguían bebiendo cuando yo no podía distinguir quien era Radus y quien Rosa…
Rebeca estaba a punto de soltarle algo cuando el huargen soltó un suspiro melancólico. Su cara reflejaba la pena que sentía cuando hablaba de sus padres, lo cual sorprendió a Rebeca, ya que ella no recordaba haber conocido nunca a ningún amigo de sus padres. Su instinto le decía que el viejo no le estaba mintiendo, al menos hasta ahora
- Muy bien, empecemos por el principio: Tu padre creció en un pueblo minero de los Páramos de Poniente que era saqueado frecuentemente por un grupo de bandidos. Un día, tu padre enfureció cuando le hicieron daño a su hermano pequeño, cogió un pico y se lo clavó al responsable en el pecho. El resto del grupo, enfurecido, arremetió contra él. Lo habrían linchado si mi grupo de mercenarios y yo no hubiésemos pasado por allí y decidiésemos ayudar. Matamos a los bandidos, salvamos el pueblo, bla, bla, bla… pero lo importante de la historia es que tu padre demostró tener un buen par. Le vi potencial y lo convencí para que se uniese a mi grupo. Lo vi como una inversión de futuro y vaya si lo fue: Radus se volvió grande, fuerte y el mas brabucón del grupo. ¿Alguna vez te contó esa historia?
Rebeca negó con la cabeza, con los ojos abiertos y la boca abierta, como una niña a la que habían ensimismado contándole una historia. El huargen, satisfecho con el resultado, siguió contando.
- Viajábamos mucho, y Radus se encariño con una mercader ambulante que nos había contratado para defender su caravana. Ya te imaginas con quien: tu madre. Rosa y Radus congeniaron casi desde el principio: Rosa vio en Radus un hombre sincero (aunque yo lo calificaría mas de inocente. O tonto perdido), fiel, noble y toda esa mierda; mientras que Radus… bueno, creo que él se fijó mas en sus tetas, para que mentirte, pero su carácter fuerte y decidido y su astucia fueron otras cosas que creo que a tu padre le encantaron cuando se le bajaron las hormonas.
“La cosa es que, cuando terminamos nuestro contrato después de meses, tu padre decidió seguir con Rosa en lugar de conmigo. Me rompió el corazón, pero cuando quieres algo… Tiempo después me enteré de que tu madre abri�� una tienda en Ventormenta y Radus se agenció un puesto en la guardia (sabe la luz como lo consiguió. ¿Estaría borracho al reclutador?). Perdona, me voy por las ramas. Como ya sabía por dónde andaban no perdí el contacto y pasaba a verlos cuando mi trabajo me llevaba por ahí. El huargen miró fijamente a Rebeca, estudiándola por un momento- La última vez que te vi eras tan pequeña que es normal que no me recordases. Luego la muerte de tu madre, la depresión de tu padre…- se tomó un momento antes de seguir- Cuando lo expulsaron de la guardia, tu padre vino a mí en busca de trabajo. Cuando vio que, mientras él aun lloraba la pérdida de tu madre, tú habías conseguido seguir adelante por tu cuenta se sintió como una carga y que era mejor no molestarte. Me volvió a dejar cuando el Club de Arqueología le hizo una mejor oferta. El resto ya lo conoces.”
Rebeca se quedó mirando al suelo pensativa. Aunque conocía la historia en términos generales, había muchos detalles que eran nuevos para ella: nunca había oído hablar de Colbert, del lugar donde nació su padre…
- Hay otros detalles- siguió Colbert- como la muerte de tus abuelos y tu tío por una enfermedad, la discusión por la herencia de tu madre…
- ¿Herencia?
- Tú madre era una noble que se fugó de casa- Colbert dedujo por el rostro de Rebeca que no tenía ni idea de esa historia. - Supongo que tus padres preferían que vivieses tu vida antes de que te preocupases por la suya.
Rebeca estaba atónita. ¿Cuánto había de sus padres que no conocía? Se sentía como si su vida hubiese sido una mentira…
- Terminaré esta tanda de historias con una más para llegar a donde quiero llegar: la mía
“Había una vez… vale, no. Yo llevé el grupo de mercenarios hasta que contraje una enfermedad. Había una solución rápida: la transformación en huargen. No la curaría, pero mitigaría sus efectos permitiéndome vivir el resto de mis días con una ballesta en las manos. Pelo o muerte. La elección fue fácil. Pero las cosas nunca son tan sencillas: al resto de mi grupo empezó a tratarme de forma diferente. La transformación en huargen había agravado mi ya de por sí mal carácter, mi mejoría física hacía que a los demás les costase seguirme el ritmo… eran muchas cosas y al final me di cuenta de que no pintaba nada allí. Yo ya no era humano. No me sentía humano y no me trataban como humano. ¿Te suena de algo? He oído que te salieron colmillos cuando intentaste poner fin a una discusión entre dos comerciantes, y el paladín gritaba que lo habías mordido... Y lo del Cerdo…
- Dejemos lo del Cerdo.
- Rebeca, - Colbert se había plantado frente a ella, mirándola directamente a los ojos- intentas seguir con tu vida como si nada hubiese pasado. Pero la gente no puede ignorarlo: te temen, se apartan de tu camino, te encargan las patrullas por los peores sitios porque nadie quiere ir contigo. La gente se calla de golpe cuando te acercas, evitan mirarte a los ojos. La gente a la que intentas proteger te teme más a ti que a los malhechores. Todos lo saben, pero tú eres la única que un quiere admitirlo.
“Sientes la llamada de la luna cuando miras por la ventana antes de dormir. Hules el miedo porque tienes los instintos mas desarrollados. Sientes tu cuerpo arder cuando te enfadas. Sientes un subidón cuando persigues a un ladrón, como un lobo cazando a su presa. Y la carne… -El huargen se relamió- Nunca había estado tan buena, ¿eh?
Rebeca bajo la cabeza. Cada palabra de Colbert había sido como una chispa que encendía algo en su interior. Todo lo que había dicho es cierto, pero le resultaba imposible negarlo cuando lo se lo oía decir a otra persona. Empezó a morderse el labio.
- Eres una huargen, Rebeca. No se como ni porque te transformaste, pero no creo que eso importe. Ahora solo importa una cosa: ¿Realmente quieres seguir fingiendo ser humana? Mírame un momento.
Cuando Rebeca alzó la cabeza, encontró que el huargen se había situado dejándola a ella entre la ventana y él: la luz de la luna permitía verlo con total claridad.
- No sé si serán prejuicios, Rebeca, pero ser un huargen no tiene nada de malo: defendido a mis compañeros, mi tierra y mi gente con mis garras y mis dientes. Salvé a muchas personas cuando fui humano, puedo hacerlo mejor ahora que soy huargen. Soy Colbert: aterrabrujas de la guardia del lobo. Y estoy aquí porque creo que hay un lugar donde puedes ser más feliz que aquí. Donde puedes seguir dedicando tu vida a una causa justa y luchar sabiendo que estás donde debes estar, con quien debes estar. Se lo debo a tus padres, sobre todo a tu padre.
Rebeca miró a Colbert como quien mira a una figura de autoridad. Había conseguido encender algo dentro de ella, algo que llevaba intentando extinguir desde que contrajo la maldición. Y Colbert había percibido el brillo en sus ojos, así que no cedió en su empeño.
- Pasado mañana, cuando haya terminado unos asuntos, cogeré un portal de vuelta a Gilneas. Le dije a mi superior que encontraría reclutas, pero creo que ninguno dará la talla como tú. Es tu elección si quieres vivir entre humano o entre los tuyos, pero te lo digo por experiencia: no puedes cambiar lo que eres.
Colbert cogió su gabardina y se preparó para irse. Hizo un gesto, como si se diese cuenta de que se olvidaba de algo, y se detuvo en el quicio de la puerta.
- Ah, y ni una palabra de esto a nadie: nada de que tengo amigos, nada de que hago bromas… y, sobre todo, nada sobre mi enfermedad. Soy un viejo cascarrabias con mucha puntería.
- ¿Por qué?
- Porque es más fácil cumplir las expectativas de la gente cuando no esperan nada mas de ti salvo que gruñas, cuentes batallitas y hagas tu trabajo. Adiós. -Cerró la puerta y la casa quedó en silencio, como si nada hubiese pasado y todo hubiese sido un sueño.
Rebeca se levantó y volvió a mirarse al espejo: era una humana mas alta y corpulenta que la mayoría. Piel morena, orejas pequeñas, nariz y boca pequeñas ojos… Brillantes. Brillaban de forma inhumana reflejando la luz de la luna que entraba por la ventana.
Rebeca sus piró y bajó la cabeza. Cuando volvió a alzarla, la imagen reflejaba una huargen alta, de pelaje rojo anaranjado. Hocico pequeño, orejas pequeñas y unos grandes ojos brillantes y salvajes.
Se apartó del espejo y miró por la ventana, dejando que el viento frio de la noche le revolviese el pelaje. Contempló el Bosque de Elwynn por primera vez con ojos de huargen, viendo en la oscuridad mucho mas que cualquier humana. “Sientes la llamada de la luna cuando miras por la ventana antes de dormir”.
Y saltó por la ventana
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xhima-blog1 · 7 years
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Golpes, portazos, gritos. Una casa grande, pero vieja. Dos pandaren discuten: mientras uno de ellos intenta detener al mas joven, el cual arrasa con puertas y baúles. El mayor tenía ropas de andar por casa mientras que el mas joven portaba una armadura rota y hecha añicos, como si acabase de luchar en una guerra.
-¿Que te crees que estas haciendo?- le gritaba el mayor.
-¿Donde está la espada?- le respondía Qian. Aunque intentaba aparentar calma, su voz denotaba ira. Siempre odió a su padre, no era capaz de explicarse por qué no había echo esto antes.
-Te presentas aquí, después de tanto tiempo, comienzas a arrasar con la casa...¿Y te atreves a preguntarme eso?- El anciano parecía poner su esfuerzo en no saltarle al cuello a su hijo.
Caminaban mientras discutían y, al final, Qian llegó a su destino: la sala de trofeos y también la sala donde se oraba por su madre. La pared frontal tenía un altar y encima de él colgaba el tesoro de la familia: la espada que perteneció al primer Hoja Afilada. Cuando Qian dio un paso en su dirección, su padre lo agarró del hombro.
-¿Qué demonios te ha pasado, hijo...?
-No... me llames... hijo...- Qian se deshace de su padre, y avanza hacia la espada, pasando por encima del altar de su madre.
Retira la espada de la pared pero se detiene cuando ve a su padre encarandole y empuñando una espada que cogió de algún lugar de la sala.
-No sé que demonios te ha pasado, pero no pienso dejar que desprecies a tu madre pisando su altar...
-Acabo de recordar una cosa...- Qian desenvaina la espada, enseñando los dientes y poniéndose en pose de combate. - Tenías una amante...
Si lo que intentaba era provocar a su padre, lo había conseguido: con un rugido, el anciano se lanzó con una agilidad impropia de su edad. Qian esquivó el tajo. El combate solo duró unos intercambios: tras un par de choques de acero, Qian usa su guante para lanzar a su padre contra el altar de su madre. Qian pone su hoja en el cuello de su padre.
-Una vez el hijo derrota al padre en combate singular, este hereda todo y se convierte en la cabeza de la casa, ¿no era esa nuestra tradición?- Su padre quería replicar, pero no parecía tener fuerzas- No importa, recuerda bien este dia: renuncio al apellido Hoja Afilada y a todo lo que ello conlleva. A partir de ahora, mi hogar y el motivo de mi existencia será la Escuela de los Mil Infiernos.- El padre, atónito y con la hoja de su hijo aún en la garganta mueve la boca intentando decir algo.- El legado de los hoja afilada acaba conmigo, el décimo.- Qian alza la hoja para rematar...
...esta se estrella contra el retrato de su madre, al lado de la cabeza de su padre.
-No se por que no te mato aquí mismo.- Enfunda la espada y se da la vuelta- Adios, padre.
-Tú...¿cómo tienes la poca vergüenza de renunciar al apellido y llevarte la espada de la familia?
-La espada es empuñada por el mejor guardaespaldas de la familia. Yo no protegeré a una persona: protegeré toda Pandaria con ella.
Cuando salió de la habitación, una mujer estaba en el pasillo. Había estado viendo la escena y retrocedió al salir Qian de la habitación. Qian la reconoció: era la amante de su padre. Decidió ignorarla y seguir su camino.
Cuando salió al exterior, estaba amaneciendo. Había pasado una noche desde que había luchado contra Barbatos, pero a él le parecía que había pasado mucho mas.
Qian ya no recuerda las últimas palabras que escuchó de su madre, aquellas que no pudo oír por el ruido de la guerra: "Cuida de tu padre, eres lo único que tiene".
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