xhonoredone
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✧ velvet ruin ✧
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❝ i write ghosts into flesh and grief into names. ❞(oc rp • slow burn sorrow • myth & memory)written by rei
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xhonoredone · 2 days ago
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Suguru percibió el leve arqueo de sus cejas, esa reacción contenida que decía más que cualquier frase. No necesitaba más para entender que había tocado una hebra que no hacía falta volver a tensar. Agradeció, en silencio, que Bao se lo dejara saber sin empujar.
La sonrisa breve que le regaló, sin embargo, le bastó para quedarse tranquilo.
—Es algo confuso al principio —dijo, apoyando los codos con suavidad sobre la mesa, entrelazando los dedos.—Hay grados desde el cuarto hasta el especial. El cuarto es el más débil. Las de segundo ya requieren cierta técnica. Y luego están las de primer grado… o peor.
Hizo una breve pausa, como si sopesara si debía o no continuar, y finalmente se encogió de hombros con una calma que le era habitual.
—La diferencia está en la intensidad de la energía maldita, en su forma… y en su intención. Algunas maldiciones sólo existen. Otras… quieren algo. Conservan rabia. O recuerdos. Y eso las vuelve más peligrosas.—Sus dedos trazaron una línea invisible sobre el mantel, distraídamente. Lo miró de reojo, con esa expresión tranquila que no terminaba de esconder lo mucho que observaba. Luego bajó la vista hacia los últimos restos de comida en su plato, como si con ello aceptara el fin de ese momento compartido, al menos ahí.
—¿Pedimos la cuenta? —preguntó sin urgencia, aunque su voz ya llevaba la cadencia de alguien que empezaba a imaginar lo que vendría después.
No tanto por impaciencia. Sino porque, con cada minuto que pasaba, la idea de estar a solas con él cobraba un peso más real.
Sus cejas se arquearon, aunque apenas un poco. No, no quería volver a oír aquello; ya lo sabía, lo había entendido. Aun así, se permitió sonreír brevemente.
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—Todavía no entiendo del todo lo de las maldiciones —admitió tras una pausa—. ¿Cuántos grados existen? ¿Y cuál es la diferencia entre ellos?
La curiosidad que lo movía era puramente técnica, alejada de todo lo íntimo. Sacudió la cabeza con lentitud: por lo que había visto, aquel Gojo era poco más que un niño grande.
—Lamento escuchar eso —agregó con sinceridad—, aunque supongo que son cosas del trabajo.
Como si un cirujano se sorprendiera al ver sangre en una operación.
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xhonoredone · 3 days ago
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xhonoredone · 4 days ago
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Suguru se quedó en silencio por unos segundos, terminando de masticar con calma, como si aún pesara sus palabras. La pregunta flotaba entre ellos, ligera pero cargada de algo más profundo, como todo lo que venía de Bao. Y por alguna razón, esta vez no quiso pensar demasiado la respuesta.
—Hmm… —desvió la mirada solo un instante, y luego volvió a mirarlo de frente, con una sinceridad casi desarmante—. Me gusta estar contigo.
Lo soltó con esa ligereza que a veces escondía lo más importante. Sin grandes gestos, sin buscar efecto. Pero la frase se quedó suspendida, más íntima que cualquier otra confesión hasta ahora. Sintió el calor en las mejillas de inmediato, subiendo con lentitud pero sin piedad.
Tosió apenas, como si eso pudiera cubrir el rubor, y desvió la conversación con elegancia medida.
—Y sobre la misión… —empezó, retomando su tono habitual, más contenido—. Fue una maldición de segundo grado. Nada fuera de lo común. Pero se resistió más de lo que esperaba.
Se encogió de hombros, quitándole importancia con un gesto.
—Estaba en un edificio antiguo, casi vacío… el tipo de lugares donde todo se queda impregnado. No fue difícil exorcizarla, pero había algo… pesado. Como si no hubiera sido la única en ese sitio. — Hizo una pausa breve, tomando un sorbo de agua, y agregó:
—Volví con un hombro dislocado. No fue grave, pero lo suficiente como para que Gojo me moleste por el resto de la semana.
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No dejó de comer mientras reflexionaba sobre sus palabras, masticando con calma antes de responder.
—Dime —lo miró con curiosidad, los ojos brillando entre divertidos y desafiantes—, ¿qué más disfrutas, aparte de comer y de lo que supones que podría gustarme?
El tono llevaba una gota de burla, pero también genuino interés. Hasta ahora, su conocimiento mutuo se limitaba a lo básico: Bao le había compartido detalles esenciales de su vida, pero quería más. Necesitaba que dejara de idealizarlo, aunque intuía que no sería fácil.
—Ah, me dices que estabas de misión... —continuó, recostándose ligeramente—. ¿Alguna historia interesante que valga la pena compartir?
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xhonoredone · 1 month ago
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Suguru no respondió de inmediato. Le gustaba ese tono juguetón en él.
—Quizá no tanto como tú —admitió finalmente, con una suavidad medida, levantando apenas la comisura de sus labios—, pero me esfuerzo en aprender si es algo que a ti te gusta.—
Tomó otro trozo del pollo, esta vez con un poco más de salsa, y lo llevó a la boca. El rebozado seguía siendo crujiente, delicioso, aunque lo que realmente capturaba su atención era el momento en sí: el murmullo del local, el calor tenue del lugar, y Bao, tan cerca, tan completamente en control de sí mismo. Esa quietud elegante lo fascinaba.
—Aunque... tengo que darte la razón —dijo tras masticar con calma— Los camarones ganan por poco. Pero el pollo tiene lo suyo.—
No necesitaba llenar el silencio con palabras. Estaba cómodo. Y eso era algo que solo lograba estando con él.
Lo observó mientras volvía a la sopa, con esos modales pulidos que hablaban de otra educación, de otra época, quizás.
Un pensamiento lo cruzó entonces, sin avisar, y se quedó en él como una semilla plantada sin permiso: ¿Cómo será Bao cuando no hay nadie alrededor? No en un restaurante, no con él como testigo. Sino solo. En su casa. Caminando descalzo por el pasillo, con el cabello apenas despeinado, tal vez concentrado en leer algo, o sirviéndose una taza de té sin prisa.
Suguru bajó la vista hacia su plato y tomó otro bocado. No iba a dejar que ese pensamiento lo traicionara tan pronto.
Ya tendría tiempo para eso.
Tai Bao entrecerró los ojos, proyectando una mirada penetrante que su sonrisa —sutilmente burlona— se encargaba de suavizar.
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—No pareces muy familiarizado con los tés, ¿verdad? —comentó con tono juguetón, deteniendo en el aire los palillos ante su inusual petición. Era evidente que Geto estaba decidido a sorprenderlo.
—Muy bien, muy bien —cedió al fin, tomando solo un pequeño bocado de su porción.
Al instante, reconoció la textura: era la misma harina utilizada para empanizar camarones. Crujiente, bien sazonada, aunque con un toque de pimienta más generoso de lo que él preferiría.
—Está excelente —reconoció tras un momento de consideración—. Aunque debo confesar que sigo prefiriendo los camarones...
Retomó la sopa con elegancia, bebiendo sin producir el más mínimo sonido, como dictaban los modales occidentales que tanto apreciaba.
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xhonoredone · 1 month ago
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Levantó los palillos con cierta calma medida y probó el camarón, notando el equilibrio justo de especias, lo crujiente del rebozado, el leve toque picante que persistía en la lengua. Lo saboreó, pero su atención estaba dividida, completamente atravesada por esa idea: ellos dos, solos. La cercanía. El silencio compartido. La espera de cualquier movimiento mientras la noche se desdoblaba con lentitud.
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—Tienes razón… — murmuró con una sonrisa que apenas tocó sus labios, mientras dejaba los palillos sobre el plato. —Están muy bien preparados.—
Su mirada se desvió hacia él, más suave esta vez, como si sus pensamientos se transparentaran sin querer.
—Y si no hay té aquí… podríamos prepararlo en tu apartamento. —añadió sin nombrar el lugar, pero dándole peso con la intención.— El té que preparas es el mejor que he probado.—
Quería parecer natural, pero incluso él podía sentir cómo la emoción se le enredaba en el pecho. Le gustaba. Más de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta. Y ahora, sin mucha ceremonia, Bao le ofrecía un momento que podía marcar la diferencia. Uno íntimo, sin interrupciones. Uno que Suguru deseaba, con más intensidad de la que era capaz de disimular. — Espera, tienes que probar el pollo...— Dijo antes que de tomara cualquier otro bocado. — Es la especialidad y te juro que no te vas a arrepentir.—
La simple mención de su amigo logró arrancarle una breve risa, casi desafiante. Tai Bao no se sentía amenazado por la idea de que Gojo pudiera irrumpir por algún arrebato de celos infantiles… pero aquello arruinaría este pequeño espacio que estaban construyendo, y aunque no lo admitiría abiertamente, le molestaría.
—Bueno… —dijo con suavidad, dejando entrever una ligera sonrisa sin querer lobuna— entonces no tengo de qué preocuparme en adelante.
Extendió los utensilios con elegancia y probó uno de los camarones, disfrutándolo con visible agrado. En ese momento comprendió dos cosas: una, que ya sabía el nombre del director de aquella institución; y la otra, que ese tal Gojo arrastraba, probablemente, un serio problema con el abandono.
—Ah… prueba los camarones, están muy bien condimentados —le animó, acercándole uno cubierto con una de las salsas—. Quizá luego podamos pedir té… aunque no estoy seguro de haberlo visto en el menú…
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xhonoredone · 2 months ago
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—Tal vez lo estaba —admitió, tomando los palillos con destreza—. Pero no me había dado cuenta hasta ahora. — Aceptó el cuenco que Bao le ofrecía con una expresión que rozaba el agradecimiento. Sus dedos rozaron los de él apenas por un instante al tomarlo, pero ese gesto breve bastó para encenderle la piel. Probó la sopa en silencio, dejando que el sabor lo envolviera antes de asentir con lentitud.
Alzó la vista al escuchar la pregunta, sin perder la serenidad en su rostro. Se tomó un par de segundos antes de responder, como si sopesara lo que podía decir.
—No necesito avisar al maestro Yaga. No estoy en una misión —dijo con naturalidad, y luego se permitió una pequeña sonrisa—. Pero probablemente debería mandarle un mensaje a Satoru… solo para que no me espere. — Rodó los ojos con suavidad, divertido, antes de agregar en un tono más bajo, casi como si se tratara de una confidencia.
—Aunque, si se entera de que estoy contigo, seguramente intente interrumpirme la noche. — Una risa seca escapó de su garganta, y por un momento pudo imaginarlo perfectamente. Gojo apareciendo de la nada, sin aviso, sin límites.
—Es… insistente, cuando quiere serlo. Y no le gusta sentirse dejado atrás.— La frase quedó ahí, como un eco de algo más profundo que no necesitaba explicación. Después, con gesto más relajado, tomó uno de los camarones y lo sumergió con cuidado en una de las salsas. —Pero esta noche no tiene por qué saberlo —
Suguru se mordió la lengua para no decir que, en realidad, siempre pensaba en él. Era curioso cómo el joven no reparaba en ello hasta que el silencio lo azotaba, y entonces se daba cuenta de que ese pensamiento que le rondaba la mente era, en realidad, el recuerdo de la sonrisa gentil y delicada de Bao. O el eco de su voz, flotando al azar desde algún rincón de la memoria.
A veces, cuando las noches se volvían pesadas y el sueño parecía resistirse a abrazarlo, acababa pensando en él y en la idea de dormir entre sus brazos. Solo así lograba conciliar el sueño, tras días de exigirle a su cuerpo en niveles nada humanos.
Sonrió, satisfecho. La respuesta de Bao lo llenó con una facilidad casi absurda, al punto de hacerlo sentirse orgulloso de sus elecciones. —Espera a que llegue la comida y verás que será aún mejor —dijo con confianza, y lo decía en serio.
Ante la propuesta puesta sobre la mesa, Suguru le dirigió una mirada larga, sin incomodidad. Sus labios, poco a poco, se curvaron en una sonrisa que gritaba “sí” sin necesidad de palabras. Aun así…
—Me encantaría —murmuró. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, pero lo disimuló bien al enderezarse en su lugar. Su pulgar acarició el dorso de la mano de Bao, en un gesto breve pero cargado de significado, hasta que la mesera volvió a aparecer en su campo de visión. Poco a poco, retiró la mano. Era consciente de lo que aquello podía significar ante ojos ajenos, y no quería sentirse juzgado, aunque el contacto era algo que en verdad añoraba.
No tardaron mucho. Pronto, la comida estuvo sobre la mesa, humeante y con el delicioso aroma del pollo invadiendo su pequeño rincón del mundo.
—Hasta ahora no me había dado cuenta de que tenía tanta hambre —rió, justo cuando su estómago rugió suavemente. De pronto, su apetito se había despertado.
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xhonoredone · 2 months ago
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Suguru se mordió la lengua para no decir que, en realidad, siempre pensaba en él. Era curioso cómo el joven no reparaba en ello hasta que el silencio lo azotaba, y entonces se daba cuenta de que ese pensamiento que le rondaba la mente era, en realidad, el recuerdo de la sonrisa gentil y delicada de Bao. O el eco de su voz, flotando al azar desde algún rincón de la memoria.
A veces, cuando las noches se volvían pesadas y el sueño parecía resistirse a abrazarlo, acababa pensando en él y en la idea de dormir entre sus brazos. Solo así lograba conciliar el sueño, tras días de exigirle a su cuerpo en niveles nada humanos.
Sonrió, satisfecho. La respuesta de Bao lo llenó con una facilidad casi absurda, al punto de hacerlo sentirse orgulloso de sus elecciones. —Espera a que llegue la comida y verás que será aún mejor —dijo con confianza, y lo decía en serio.
Ante la propuesta puesta sobre la mesa, Suguru le dirigió una mirada larga, sin incomodidad. Sus labios, poco a poco, se curvaron en una sonrisa que gritaba “sí” sin necesidad de palabras. Aun así…
—Me encantaría —murmuró. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, pero lo disimuló bien al enderezarse en su lugar. Su pulgar acarició el dorso de la mano de Bao, en un gesto breve pero cargado de significado, hasta que la mesera volvió a aparecer en su campo de visión. Poco a poco, retiró la mano. Era consciente de lo que aquello podía significar ante ojos ajenos, y no quería sentirse juzgado, aunque el contacto era algo que en verdad añoraba.
No tardaron mucho. Pronto, la comida estuvo sobre la mesa, humeante y con el delicioso aroma del pollo invadiendo su pequeño rincón del mundo.
—Hasta ahora no me había dado cuenta de que tenía tanta hambre —rió, justo cuando su estómago rugió suavemente. De pronto, su apetito se había despertado.
Suguru estaba envuelto por una burbuja. Nada más allá de Tai Bao parecía existir en ese momento. La música baja que resonaba en los parlamentes del restaurante, las conversaciones amortiguadas ni la voz de la mesera parecían poder sacarlo de ese magnifico trance en el que se encontraba. Parte de él creía que estaba soñando. Mientras que la otra sólo era consciente del tacto que desapareció y volvió tan pronto como un parpadeo sobre la piel de sus finos y largos dedos. Ahí donde Bao lo tocaba… una sensación cosquillosa estremecía su centro y se deslizaba por todo su cuerpo, como una corriente eléctrica que poco a poco le devolvía a la vida.
Sus ojos se centraron en los de peculiar color y ante la mención del descuido Suguru no pudo contener el ligero rubor que abrazó sus pálidas mejillas. Había estado tan inmerso que ni siquiera se había fijado en ese pequeño detalle. — Pediré un vaso de agua. Tampoco bebo mientras como y antes de ir a buscarte, he bebido una taza grande de té. — Hasta ese entonces no había recordado lo cansado que se sintió antes de pasarse por el consultorio de Tai Bao.
Aquella pesadez y los recuerdos de los últimos días parecían haberse desvanecido con excesiva facilidad al estar a su lado. Debería sentirse avergonzado de ello.
— Vamos a dejarlo así por ahora. Mejor dime… ¿qué te parece el lugar? — Por primera vez se obligó a despegar los ojos de Bao y miró a su alrededor, sonriendo con cierta satisfacción de haber elegido un buen restaurante para ir con Bao. — ¿Te gusta? Quizás debería preguntar después de la comida pero… me gustaría saber qué piensas. — Quería saberlo todo. Que le gustaba. Que no. Que era lo que le hacía feliz…
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— Admito me emociona que estemos aquí juntos. Creo que ya lo he dicho antes pero quería invitarte desde que encontré este lugar. — Y acarició su mano una vez más, deleitándose con la suavidad de los años en su piel.
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xhonoredone · 2 months ago
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Suguru estaba envuelto por una burbuja. Nada más allá de Tai Bao parecía existir en ese momento. La música baja que resonaba en los parlamentes del restaurante, las conversaciones amortiguadas ni la voz de la mesera parecían poder sacarlo de ese magnifico trance en el que se encontraba. Parte de él creía que estaba soñando. Mientras que la otra sólo era consciente del tacto que desapareció y volvió tan pronto como un parpadeo sobre la piel de sus finos y largos dedos. Ahí donde Bao lo tocaba… una sensación cosquillosa estremecía su centro y se deslizaba por todo su cuerpo, como una corriente eléctrica que poco a poco le devolvía a la vida.
Sus ojos se centraron en los de peculiar color y ante la mención del descuido Suguru no pudo contener el ligero rubor que abrazó sus pálidas mejillas. Había estado tan inmerso que ni siquiera se había fijado en ese pequeño detalle. — Pediré un vaso de agua. Tampoco bebo mientras como y antes de ir a buscarte, he bebido una taza grande de té. — Hasta ese entonces no había recordado lo cansado que se sintió antes de pasarse por el consultorio de Tai Bao.
Aquella pesadez y los recuerdos de los últimos días parecían haberse desvanecido con excesiva facilidad al estar a su lado. Debería sentirse avergonzado de ello.
— Vamos a dejarlo así por ahora. Mejor dime… ¿qué te parece el lugar? — Por primera vez se obligó a despegar los ojos de Bao y miró a su alrededor, sonriendo con cierta satisfacción de haber elegido un buen restaurante para ir con Bao. — ¿Te gusta? Quizás debería preguntar después de la comida pero… me gustaría saber qué piensas. — Quería saberlo todo. Que le gustaba. Que no. Que era lo que le hacía feliz…
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— Admito me emociona que estemos aquí juntos. Creo que ya lo he dicho antes pero quería invitarte desde que encontré este lugar. — Y acarició su mano una vez más, deleitándose con la suavidad de los años en su piel.
Suguru no dijo nada cuando sintió la mano de Bao deslizarse hacia la suya. Solo la dejó estar. No fue el contacto en sí lo que lo detuvo, sino la naturalidad con la que ocurrió. Como si ese hueco le hubiese estado esperando. Sus dedos cedieron un poco, apenas, pero lo suficiente para que el gesto cerrara el círculo. No había tensión, solo un reconocimiento tácito. Silencioso.
—La sopa suena bien —murmuró, sin apartar la vista de sus manos. Había algo magnífico en la forma en que parecían encajar tan bien. — Y el arroz con pollo lo podemos compartir. Pidamos la salsa yangnyeom. — Su pulgar, sin pensarlo demasiado, se deslizó con lentitud sobre la piel de Bao. No como un gesto posesivo, sino como si lo estuviera reconociendo a tientas, asegurándose de que era real, de que no iba a desaparecer cuando terminara la comida o cuando callaran.
—Pide los camarones. Si no te gustan, te los cambio por la sopa. — Entonces alzó la mirada. Había algo contenido ahí, quieto. Pero presente. —De todos modos, iba a terminar robándote un bocado. — Le sonrió de medio lado, con un gesto travieso pincelando su carita.
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xhonoredone · 2 months ago
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Suguru no dijo nada cuando sintió la mano de Bao deslizarse hacia la suya. Solo la dejó estar. No fue el contacto en sí lo que lo detuvo, sino la naturalidad con la que ocurrió. Como si ese hueco le hubiese estado esperando. Sus dedos cedieron un poco, apenas, pero lo suficiente para que el gesto cerrara el círculo. No había tensión, solo un reconocimiento tácito. Silencioso.
—La sopa suena bien —murmuró, sin apartar la vista de sus manos. Había algo magnífico en la forma en que parecían encajar tan bien. — Y el arroz con pollo lo podemos compartir. Pidamos la salsa yangnyeom. — Su pulgar, sin pensarlo demasiado, se deslizó con lentitud sobre la piel de Bao. No como un gesto posesivo, sino como si lo estuviera reconociendo a tientas, asegurándose de que era real, de que no iba a desaparecer cuando terminara la comida o cuando callaran.
—Pide los camarones. Si no te gustan, te los cambio por la sopa. — Entonces alzó la mirada. Había algo contenido ahí, quieto. Pero presente. —De todos modos, iba a terminar robándote un bocado. — Le sonrió de medio lado, con un gesto travieso pincelando su carita.
Suguru lo siguió con pasos tranquilos, pero por dentro, todo en él era un remolino contenido. Aún sentía el eco del contacto en su piel, el roce fugaz que, para otros, habría sido casual, pero que en él dejó un temblor sutil, como si algo invisible se hubiese despertado bajo la superficie.
Se detuvo cuando él lo hizo, dejando que la mirada se deslizara con aparente calma por el lugar: el aroma de los platillos recién servidos, la calidez casi envolvente de la iluminación, el murmullo de las voces ajenas mezclado con risas suaves. Pero por encima de todo, percibía a Bao.
Aún le cosquilleaban los dedos cuando tomó asiento frente a él. Lo prefería así: mirarlo de frente, sin tener que girar la cabeza, sin perderse de nada. Fue entonces cuando una mesera se acercó, dejó los menús y anunció que volvería en un momento.
Suguru lo abrió sin mucha prisa, hojeando sin mirar realmente. Lo que quería no estaba en esas páginas.
—¿Qué te parece? —preguntó, alzando la vista un momento antes de volver a recorrer el menú con la mirad. —El pollo frito es lo mismo, sí… pero todo depende de las salsas. Hay algunas suaves, otras que te van a sacar lágrimas —soltó con una sonrisa que le iluminó los ojos, una que surgía desde un entusiasmo sincero, casi infantil— Yo diría que fuéramos por un punto medio. —
Había algo más ligero en su tono, como si por un instante se permitiera disfrutar sin medir tanto sus emociones. La compañía de Bao convertía ese momento en algo que no quería arruinar con sobrepensamientos. Y sin embargo, ese rincón íntimo —tan resguardado de las miradas— le provocaba una leve inquietud, un nerviosismo que se colaba en la base del estómago.
—Tú mandas —añadió, cerrando el menú con suavidad y ofreciéndole una pequeña inclinación de cabeza.
Y no era un gesto casual. Era una forma de ceder, de decirle sin decirlo que confiaba en su elección.
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xhonoredone · 2 months ago
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Suguru lo siguió con pasos tranquilos, pero por dentro, todo en él era un remolino contenido. Aún sentía el eco del contacto en su piel, el roce fugaz que, para otros, habría sido casual, pero que en él dejó un temblor sutil, como si algo invisible se hubiese despertado bajo la superficie.
Se detuvo cuando él lo hizo, dejando que la mirada se deslizara con aparente calma por el lugar: el aroma de los platillos recién servidos, la calidez casi envolvente de la iluminación, el murmullo de las voces ajenas mezclado con risas suaves. Pero por encima de todo, percibía a Bao.
Aún le cosquilleaban los dedos cuando tomó asiento frente a él. Lo prefería así: mirarlo de frente, sin tener que girar la cabeza, sin perderse de nada. Fue entonces cuando una mesera se acercó, dejó los menús y anunció que volvería en un momento.
Suguru lo abrió sin mucha prisa, hojeando sin mirar realmente. Lo que quería no estaba en esas páginas.
—¿Qué te parece? —preguntó, alzando la vista un momento antes de volver a recorrer el menú con la mirad. —El pollo frito es lo mismo, sí… pero todo depende de las salsas. Hay algunas suaves, otras que te van a sacar lágrimas —soltó con una sonrisa que le iluminó los ojos, una que surgía desde un entusiasmo sincero, casi infantil— Yo diría que fuéramos por un punto medio. —
Había algo más ligero en su tono, como si por un instante se permitiera disfrutar sin medir tanto sus emociones. La compañía de Bao convertía ese momento en algo que no quería arruinar con sobrepensamientos. Y sin embargo, ese rincón íntimo —tan resguardado de las miradas— le provocaba una leve inquietud, un nerviosismo que se colaba en la base del estómago.
—Tú mandas —añadió, cerrando el menú con suavidad y ofreciéndole una pequeña inclinación de cabeza.
Y no era un gesto casual. Era una forma de ceder, de decirle sin decirlo que confiaba en su elección.
Suguru no respondió de inmediato. Caminaba en silencio, con las manos en los bolsillos y la vista fija en algún punto delante de ellos. Quizá sí debería escribirles algo… pensó, sin estar del todo seguro de si lo haría. La idea se deslizaba por su mente como una hoja llevada por el viento: leve, pero insistente.
Cuando Tai Bao le habló de la fachada, Suguru alzó la mirada. El lugar le era familiar, claro.
—Sí —respondió—. Una vez. Entré solo, por curiosidad. — Sus dedos jugaron un momento con el borde de su chaqueta, un gesto leve, pero que traicionaba cierta inquietud. No solía ponerse nervioso. No con nadie. Pero Tai Bao era distinto —Desde entonces pensé en traerte —añadió, sin mirarlo directamente—. No sé… Me imaginé que te gustaría. —
Se atrevió a mirarlo de reojo entonces, buscando su reacción sin demasiado descaro. Había una calidez en sus palabras que no intentó esconder, aunque le hiciera sentir algo vulnerable.
—Tienen un pollo frito picante bastante bueno… pero no te haré pelear con el nivel cinco. Aún no. A menos que tú quieras… — Intentó sonar relajado, incluso bromeando, pero había un leve temblor en su voz, esa especie de torpeza suave que solo aparecía cuando estaba cerca de él. No era inseguridad; era… deseo de agradarle.
Se detuvo frente a la puerta, con el corazón latiéndole un poco más rápido de lo habitual.
—¿Entramos? — le animó, aunque no esperó su respuesta del todo. Empujó la puerta y entró, dejándola abierta para él.
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xhonoredone · 2 months ago
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Suguru no respondió de inmediato. Caminaba en silencio, con las manos en los bolsillos y la vista fija en algún punto delante de ellos. Quizá sí debería escribirles algo… pensó, sin estar del todo seguro de si lo haría. La idea se deslizaba por su mente como una hoja llevada por el viento: leve, pero insistente.
Cuando Tai Bao le habló de la fachada, Suguru alzó la mirada. El lugar le era familiar, claro.
—Sí —respondió—. Una vez. Entré solo, por curiosidad. — Sus dedos jugaron un momento con el borde de su chaqueta, un gesto leve, pero que traicionaba cierta inquietud. No solía ponerse nervioso. No con nadie. Pero Tai Bao era distinto —Desde entonces pensé en traerte —añadió, sin mirarlo directamente—. No sé… Me imaginé que te gustaría. —
Se atrevió a mirarlo de reojo entonces, buscando su reacción sin demasiado descaro. Había una calidez en sus palabras que no intentó esconder, aunque le hiciera sentir algo vulnerable.
—Tienen un pollo frito picante bastante bueno… pero no te haré pelear con el nivel cinco. Aún no. A menos que tú quieras… — Intentó sonar relajado, incluso bromeando, pero había un leve temblor en su voz, esa especie de torpeza suave que solo aparecía cuando estaba cerca de él. No era inseguridad; era… deseo de agradarle.
Se detuvo frente a la puerta, con el corazón latiéndole un poco más rápido de lo habitual.
—¿Entramos? — le animó, aunque no esperó su respuesta del todo. Empujó la puerta y entró, dejándola abierta para él.
Suguru bajó la mirada, como si necesitara enfocar algo en el suelo antes de responder. El brazo de Bao sobre él había sido un gesto breve, casi imperceptible para cualquiera… pero para él, había sido suficiente para descolocarlo un poco. No por incomodidad. Sino por lo fácil que era acostumbrarse a esa cercanía. Y lo mucho que a veces parecía necesitarla.
—No están muertos —murmuró al fin, con la voz apenas más alta que un suspiro—. Pero es como si lo estuvieran. — No había amargura, solo una especie de resignación tranquila, como quien ya hizo las paces con algo desde hace tiempo. Aún así, se tomó un par de pasos más antes de seguir.
—Cuando entré a vine a Tokyo… todo cambió. Dejé de verlos. Dejé de escribir. Me alejé sin mucho aviso y… nunca volví. — Se encogió de hombros, casi como si hablara del clima. —Mi madre siempre decía que había algo raro en mí. Pero ambos son… las mejores personas que recuerdo de la aldea.— Pasaron la calle ancha y la separación física con Bao se sintió más evidente de lo que debería. Suguru lo notó, pero no dijo nada al respecto. Hundió aún más las manos a los bolsillos, como si necesitara mantener algo firme dentro de sí.
—No tengo recuerdos particularmente dulces ni traumáticos. Solo esa sensación constante de no pertenecer. De ser… diferente. — Hizo una pausa breve y dejó escapar una risa ligera, apenas un soplo. Lo miró otra vez, esta vez un poco más firme. — Gracias por preguntar. No estoy acostumbrado, pero… contigo no se siente mal. —
Y sin esperar respuesta, caminó hacia el local, con ese gesto sutil de cabeza que decía vamos, aunque por dentro aún cargara el peso de lo dicho. Como siempre, disfrazando lo profundo con lo cotidiano.
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xhonoredone · 2 months ago
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Suguru bajó la mirada, como si necesitara enfocar algo en el suelo antes de responder. El brazo de Bao sobre él había sido un gesto breve, casi imperceptible para cualquiera… pero para él, había sido suficiente para descolocarlo un poco. No por incomodidad. Sino por lo fácil que era acostumbrarse a esa cercanía. Y lo mucho que a veces parecía necesitarla.
—No están muertos —murmuró al fin, con la voz apenas más alta que un suspiro—. Pero es como si lo estuvieran. — No había amargura, solo una especie de resignación tranquila, como quien ya hizo las paces con algo desde hace tiempo. Aún así, se tomó un par de pasos más antes de seguir.
—Cuando entré a vine a Tokyo… todo cambió. Dejé de verlos. Dejé de escribir. Me alejé sin mucho aviso y… nunca volví. — Se encogió de hombros, casi como si hablara del clima. —Mi madre siempre decía que había algo raro en mí. Pero ambos son… las mejores personas que recuerdo de la aldea.— Pasaron la calle ancha y la separación física con Bao se sintió más evidente de lo que debería. Suguru lo notó, pero no dijo nada al respecto. Hundió aún más las manos a los bolsillos, como si necesitara mantener algo firme dentro de sí.
—No tengo recuerdos particularmente dulces ni traumáticos. Solo esa sensación constante de no pertenecer. De ser… diferente. — Hizo una pausa breve y dejó escapar una risa ligera, apenas un soplo. Lo miró otra vez, esta vez un poco más firme. — Gracias por preguntar. No estoy acostumbrado, pero… contigo no se siente mal. —
Y sin esperar respuesta, caminó hacia el local, con ese gesto sutil de cabeza que decía vamos, aunque por dentro aún cargara el peso de lo dicho. Como siempre, disfrazando lo profundo con lo cotidiano.
Guardó silencio unos segundos, observando de reojo el llavero en forma de won. Había algo en los detalles que siempre le llamaban la atención cuando se trataba de Bao. Salió del consultorio y la campana aún resonaba levemente detrás de ellos; sus manos en los bolsillos de sus pantalones anchos como siempre, caminando a su lado bajo el cielo nublado.
—Nací en un pueblito al sur de Japón. Mis padres eran agricultores… gente tranquila, de campo. Siempre decía que no tenía prisa por ir a Tokio, y mírame ahora. — Volteó apenas, lo suficiente para ver el perfil de Bao bajo la luz que se filtraba entre las nubes. Su rostro era simplemente algo en lo que Suguru podia perderse con facilidad.
—Supongo que por eso me costó un poco todo esto al principio. No estaba muy hecho para el bullicio… ni para hablar demasiado. Ahora es… diferente. — Se pasó la mano por la nuca, buscando disimular el leve rubor que le subía por el cuello.
—Pero me gusta esto, ahora… quiero decir. Si quitamos toda la parte de mis deberes, la ciudad no es tan mala—agregó, con una sonrisa que se desvaneció tan pronto como apareció.
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xhonoredone · 2 months ago
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Guardó silencio unos segundos, observando de reojo el llavero en forma de won. Había algo en los detalles que siempre le llamaban la atención cuando se trataba de Bao. Salió del consultorio y la campana aún resonaba levemente detrás de ellos; sus manos en los bolsillos de sus pantalones anchos como siempre, caminando a su lado bajo el cielo nublado.
—Nací en un pueblito al sur de Japón. Mis padres eran agricultores… gente tranquila, de campo. Siempre decía que no tenía prisa por ir a Tokio, y mírame ahora. — Volteó apenas, lo suficiente para ver el perfil de Bao bajo la luz que se filtraba entre las nubes. Su rostro era simplemente algo en lo que Suguru podia perderse con facilidad.
—Supongo que por eso me costó un poco todo esto al principio. No estaba muy hecho para el bullicio… ni para hablar demasiado. Ahora es… diferente. — Se pasó la mano por la nuca, buscando disimular el leve rubor que le subía por el cuello.
—Pero me gusta esto, ahora… quiero decir. Si quitamos toda la parte de mis deberes, la ciudad no es tan mala—agregó, con una sonrisa que se desvaneció tan pronto como apareció.
La aceptación formó una sonrisa en los labios de Suguru, quien hasta entonces los había mantenido apretados en la línea de la duda. Quería dejar de tener ese miedo o incertidumbre cuando se refería a Tai Bao, pero a veces la idea de ser solo un chiquillo insuficiente y aburrido se metía entre sus cejas y se quedaba ahí hasta que sintiera lo contrario.
Y eran los pequeños detalles que el mayor le regalaba de vez en vez lo que lo hacía olvidarlo; cuando le tomaba la mano efímeramente o cuando el miraba con esos ojos profundos, de una forma que apaciguaba cualquier marea de emociones extrañas.
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— Hmm, que tal… ¿pollo frito coreano? — Las cejas de Suguru se alzaron, a la expectativa. — Conozco un lugar que abrió hace un tiempo en Shibuya. Es pequeño y no muy concurrido, lo que yo llamaría una joya escondida. Tienen el mejor pollo frito coreano que puedes encontrar en Japón. — Y si alguien sabía sobre comida y podía recomendar algo bueno, ese era Suguru Geto.
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xhonoredone · 2 months ago
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La aceptación formó una sonrisa en los labios de Suguru, quien hasta entonces los había mantenido apretados en la línea de la duda. Quería dejar de tener ese miedo o incertidumbre cuando se refería a Tai Bao, pero a veces la idea de ser solo un chiquillo insuficiente y aburrido se metía entre sus cejas y se quedaba ahí hasta que sintiera lo contrario.
Y eran los pequeños detalles que el mayor le regalaba de vez en vez lo que lo hacía olvidarlo; cuando le tomaba la mano efímeramente o cuando el miraba con esos ojos profundos, de una forma que apaciguaba cualquier marea de emociones extrañas.
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— Hmm, que tal… ¿pollo frito coreano? — Las cejas de Suguru se alzaron, a la expectativa. — Conozco un lugar que abrió hace un tiempo en Shibuya. Es pequeño y no muy concurrido, lo que yo llamaría una joya escondida. Tienen el mejor pollo frito coreano que puedes encontrar en Japón. — Y si alguien sabía sobre comida y podía recomendar algo bueno, ese era Suguru Geto.
Claro. Pacientes.
Suguru esbozó una sonrisa y asintió, prestando atención a cada una de las palabras que brotaban de los labios de Bao. Le alegraba saber que estaba teniendo reconocimiento entre las personas de la zona y que eso lo mantuviera ocupado; era una señal de que, realmente, pocos podían resistirse a sus encantos en cualquiera de los sentidos. Bao tenía esa aura que podía resultar demasiado atrayente y no dudaba que en su profesión fuera tan bueno que la gente estuviera fascinada con los resultados. Él mismo sentía curiosidad sobre eso, si era sincero.
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— Es un cabeza hueca. Pero realmente no hay mucho que pueda decir al respecto. — Encogió los hombros y le dedicó el tipo de sonrisa que hacía que sus ojitos se vieran todavía más pequeños. A pesar de estar cansado, Suguru siempre tenía la energía para mostrar una buena actitud y cara ante Bao.
Se enderezó un poco y , tal vez algo necesitado de, buscó una de las manos del hombre para dedicarle un apretón con sus largos y fríos dedos. —Me preguntaba si … tal vez tienes tiempo de comer algo conmigo. — Sugirió, dubitativo. A pesar de todo, Suguru siempre demostraba una actitud vacilante entorno a Bao. Y es que si bien el muchacho se derretía por él, en el fondo había una llama siempre encendida que lo mantenía inseguro de no ser suficiente. De un día aburrirlo y que lo alejara de él.
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xhonoredone · 2 months ago
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Claro. Pacientes.
Suguru esbozó una sonrisa y asintió, prestando atención a cada una de las palabras que brotaban de los labios de Bao. Le alegraba saber que estaba teniendo reconocimiento entre las personas de la zona y que eso lo mantuviera ocupado; era una señal de que, realmente, pocos podían resistirse a sus encantos en cualquiera de los sentidos. Bao tenía esa aura que podía resultar demasiado atrayente y no dudaba que en su profesión fuera tan bueno que la gente estuviera fascinada con los resultados. Él mismo sentía curiosidad sobre eso, si era sincero.
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— Es un cabeza hueca. Pero realmente no hay mucho que pueda decir al respecto. — Encogió los hombros y le dedicó el tipo de sonrisa que hacía que sus ojitos se vieran todavía más pequeños. A pesar de estar cansado, Suguru siempre tenía la energía para mostrar una buena actitud y cara ante Bao.
Se enderezó un poco y , tal vez algo necesitado de, buscó una de las manos del hombre para dedicarle un apretón con sus largos y fríos dedos. —Me preguntaba si … tal vez tienes tiempo de comer algo conmigo. — Sugirió, dubitativo. A pesar de todo, Suguru siempre demostraba una actitud vacilante entorno a Bao. Y es que si bien el muchacho se derretía por él, en el fondo había una llama siempre encendida que lo mantenía inseguro de no ser suficiente. De un día aburrirlo y que lo alejara de él.
— Es que estoy cansado… — Suguru soltó una risa airada. Claro que era evidente que lo notoria de esa forma cuando debajo de sus ojos se formaban dos medias lunas oscuras que reflejaban su fatiga. También estaba un nudo en la garganta; esa sensación de haber comido algo terriblemente desagradable que comúnmente lo acompaña. Claro que eso Bao no lo podía ver, pero estaba ahí presente en todo él de alguna forma.
Tomó asiento y estiró sus piernas, cruzándola una sobre la otra a la vez que juntaba sus manos sobre sus muslos , fijando su mirada en los rubíes que eran los ojos de Bao. — Honestamente creo que podía dormir por tres días seguidos. Quizás más. Pero de verdad quería pasar a verte y estar contigo aunque fuera un momento. Eso es más que suficiente para mí. — Dijo, dando a entender de esa forma que realmente no necesitaba nada mas. — Fueron unos días muy exhaustos. Kamakura definitivamente no fue lo que yo llamaría un resort con todo incluido. — Esbozó una sonrisa ladina, casi un tanto fastidiada. — Además Satoru fue un verdadero dolor de trasero estos días… — Su amigo se había empeñado en ignorar sus actividades con tal de sacarle información a Suguru de cosas que no deseaba compartir con él. — ¿Qué hay de ti? ¿Muchos clientes? —
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xhonoredone · 2 months ago
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— Es que estoy cansado… — Suguru soltó una risa airada. Claro que era evidente que lo notoria de esa forma cuando debajo de sus ojos se formaban dos medias lunas oscuras que reflejaban su fatiga. También estaba un nudo en la garganta; esa sensación de haber comido algo terriblemente desagradable que comúnmente lo acompaña. Claro que eso Bao no lo podía ver, pero estaba ahí presente en todo él de alguna forma.
Tomó asiento y estiró sus piernas, cruzándola una sobre la otra a la vez que juntaba sus manos sobre sus muslos , fijando su mirada en los rubíes que eran los ojos de Bao. — Honestamente creo que podía dormir por tres días seguidos. Quizás más. Pero de verdad quería pasar a verte y estar contigo aunque fuera un momento. Eso es más que suficiente para mí. — Dijo, dando a entender de esa forma que realmente no necesitaba nada mas. — Fueron unos días muy exhaustos. Kamakura definitivamente no fue lo que yo llamaría un resort con todo incluido. — Esbozó una sonrisa ladina, casi un tanto fastidiada. — Además Satoru fue un verdadero dolor de trasero estos días… — Su amigo se había empeñado en ignorar sus actividades con tal de sacarle información a Suguru de cosas que no deseaba compartir con él. — ¿Qué hay de ti? ¿Muchos clientes? —
𝘐 𝘢𝘮 𝘧𝘦𝘦𝘭𝘪𝘯𝘨 𝘫𝘶𝘴𝘵 𝘧𝘪𝘯𝘦 𝘪𝘧 𝘐 𝘢𝘮 𝘸𝘪𝘵𝘩 𝘺𝘰𝘶. | @s-theunknown
Estaba cansado. Aunque quizás cansado era poco decir, pues la forma particular en la que su cuerpo dolía esa tarde iba más allá de solo un estado físico. De alguna manera, pensaba, era también algo mental.
Geto caminaba con la cabeza baja. Las manos metidas en los profundos bolsillos de sus anchos pantalones; el cabello lo llevaba atado en una desordenada coleta que, pese a lo desaliñado que podía resultar, no desacreditaba sus hermosas facciones.
En mente llevaba un solo objetivo y ese era el reencontrarse de nuevo con Tai Bao, a quien no había visto en lo que contaba con exactitud como seis días. Sus misiones y actividades lo habían enviado a un pueblo a las afueras de Tokyo , pero apenas como estuvo de vuelta no dudó en darse una ducha y encaminarse a aquel lugar en el que encontraba una paz distinta a la de su solitaria recámara.
De más está decir que Gojo no había estado feliz con esa decisión de su parte pero al llegar a la conocida puerta del consultorio de Tai Bao, nada más parecía importante. Ya lidiaría con esos berrinches después.
Tocó al timbre y esperó. Por primera vez en días sintiendo una familiar sensación de emoción revoloteando de nuevo en su pecho.
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xhonoredone · 2 months ago
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La familiar sonrisa de Bao relajó los tensos músculos de Geto. Bastaba verlo a él para recordarse que no todo en el mundo era malo, pese a todo lo que desconocía e ignoraba del mismo hombre que le cambiaba el ánimo con tanta facilidad.
— Hola. — Saludó , incapaz de contener una pequeña sonrisa. Le pareció divertido la forma en la que se saludaban en ocasiones y la forma todavía formal en la que Bao solía dirigirse a él. — Lamento pasar por aquí sin avisar antes es solo que… — Te extrañé. — Quería ver cómo te encontrabas. — sus ojos se pasearon por la estancia y repararon en los objetos dejados sobre una mesa. Supuso que antes de su interrupción Bao se había encontrado trabajando y entonces, como era usual, comenzó a dudar.
Se detuvo un par de pasos , dejando de seguir a Bao por la conocida estancia. — ¿Viene algún paciente ahora? No quiero interrumpir. — su voz sonó suave , mientras sus mirada buscaba la impropia. En sus ojos brillaba la esperanza de poder tener a Bao para él solo por un rato.
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Estaba cansado. Aunque quizás cansado era poco decir, pues la forma particular en la que su cuerpo dolía esa tarde iba más allá de solo un estado físico. De alguna manera, pensaba, era también algo mental.
Geto caminaba con la cabeza baja. Las manos metidas en los profundos bolsillos de sus anchos pantalones; el cabello lo llevaba atado en una desordenada coleta que, pese a lo desaliñado que podía resultar, no desacreditaba sus hermosas facciones.
En mente llevaba un solo objetivo y ese era el reencontrarse de nuevo con Tai Bao, a quien no había visto en lo que contaba con exactitud como seis días. Sus misiones y actividades lo habían enviado a un pueblo a las afueras de Tokyo , pero apenas como estuvo de vuelta no dudó en darse una ducha y encaminarse a aquel lugar en el que encontraba una paz distinta a la de su solitaria recámara.
De más está decir que Gojo no había estado feliz con esa decisión de su parte pero al llegar a la conocida puerta del consultorio de Tai Bao, nada más parecía importante. Ya lidiaría con esos berrinches después.
Tocó al timbre y esperó. Por primera vez en días sintiendo una familiar sensación de emoción revoloteando de nuevo en su pecho.
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