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The Apparition (1876) by Gustave Moreau
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Tetraedro del fuego
«El fuego suave y encantador está lleno de virtud», versa Baudelaire en Las flores del mal. Pero lo que a ti y a mí nos encandila con fugacidad son los incendios voraces que provocamos. Atestiguo que cuanto más ínfima y menos sublime sea la calidad del combustible, más rápido olvidamos la existencia de aquello consumido entre las llamas amaestradas a nuestra conveniencia.
Nos conocimos en un ambiente tedioso, bajo el sopor de un tipo de caos patético, y excesos vulgares, y dejos de un fastidio acostumbrado por la cotidianidad quieta; rodeadxs de personas ordinarias. Tú y yo no cruzamos ni la mirada y, sin saberlo, estábamos en el mismo lugar compartiendo cierta aversión por lo rutinario; nos unía esa misantropía contradictoria, común en criaturas acostumbradas al rechazo; nos fundimos en un cinismo siniestro, en ironías crueles, en la certeza narcisista de ser más inteligentes que el resto y a su vez, nos reflejamos en el espejismo confortable de poseer el control de toda situación.
Nos conocimos por coincidencia entre un puñado de gente simple y de entrada nos subestimamos mutuamente, pero bastó con una sola discusión intelectual sin presiones externas para notar, en el subtexto de la conversación, lo que fue mi primer chispazo contigo: noté nuestra condición natural de pirómanxs. Supimos reconocer la clase de fuego que emanábanos… o quizás no. Quizás al tratarse de un fulgor desconocido quisimos acercarnos hasta quemarnos, ¿sería una quemadura breve y efímera? ¿un cúmulo de calidez agradable? ¿una explosión fatal? ¿nos calcinaríamos? Curiosear y resistir las consecuencias de los hallazgos son actividades que disfrutamos en solitario, aunque se convirtió en un pasatiempo acompañado.
¿Qué tipo de combustible eres? ¿Por qué tu calor es distinto?
El aburrimiento hacia la realidad conocida y desgastada nos acercó de a poco. Nos gusta el fuego, pero no para entregarnos a él de lleno y sin pensar, sino para dominarlo. Al principio las interacciones fueron hostiles pero provocadoras, estimulantes. Pasamos de retarnos y poner a prueba el ego del otrx, a coludirnos para divertirnos con las ratas de laboratorio en que convertimos a quienes tuvimos por amigxs y amantes. Conspiramos, traicionamos, urdimos y, ante todo, nos protegimos. Operamos tan bien que aún habiendo pasado los años, nunca fuimos descubiertxs. Lo que desencadenó la suma del hastío con el tiempo libre y la vocación de sociópatas experimentadxs fue trazar los cimientos de la confianza mutua en lo que entendimos como lealtad y acompañamiento. Nos convertimos en cómplices de crímenes antisociales.
Habernos encontrado tan similares en el fondo y tan opuestos en la forma es la ecuación que nos ha mantenido en constante atracción. Nos identificamos en el otrx y al mismo tiempo somos incapaces de comprendernos. La intriga contradictoria de lo nuevo conocido permitió alimentar lo suficiente nuestra curiosidad y dio tanto lugar a la comodidad que cuando me di cuenta, habíamos construido un lugar seguro.
Te vi en muchas facetas, en distintos contextos. Te vi con máscaras diferentes. Te vi convivir con mis personas y con tus personas. Te he escuchado, te he probado. Te he contemplado apasionado y fastidiado, enérgico y agotado. Me has provocado admiración, decepción, ternura, agobio, placer, ansiedad, fascinación. Hoy descubro que me has enseñado la posibilidad de tocar las estrellas con los dedos, sólo para arrebatármela de golpe; contigo conocí formas de amor sobre las que ni siquiera había escuchado, inventaste maneras de quererme para luego despreciarme. Y es entonces que descubro que no eres ningún combustible.
Eres, por ti mismo, una reacción en cadena.
Nuestro punto de ignición se vio comprometido cuando las emociones nobles entraron a la fórmula. Dentro de este lugar seguro, el amor puro y libre no tiene cabida. Los miedos y dudas limitaron el rango de inflamabilidad, de vez en vez fuimos olvidando nuestra piromanía compartida. Ya no ardemos juntos. Nos asustamos y nos apresura controlar el fuego. Perdimos el equilibrio, perdimos el horizonte, el pánico nos impide trabajar en equipo. Mientras unx limita el oxígeno para evitar la combustión, el otrx busca concentrar la mayor cantidad de oxígeno posible y viceversa. No nos ponemos de acuerdo y la ilusión de control sobre algo tan volátil está por estallarnos encima.
Decía Nietzsche que somos semejantes al fuego. «¡Que nos teman quienes no saben calentarse ni alumbrarse con este fuego que somos!» La violencia se ha propagado en lo que edificamos con minucia y con ella se abrió una grieta. Los niveles de violencia algún día serán irreversibles y la grieta no tendrá arreglo. Por ahora no estoy dispuesta a renunciar tan fácilmente porque reconozco en este vínculo lo excepcional de su esencia. Sin embargo, no somos ajenxs a las dinámicas de poder que se impregnan en las relaciones sociales, ahí radica una diferencia irreconciliable entre tú y yo; una hendidura creada mucho antes de nuestra existencia pero que nos ha marcado desde el día en que nacimos: la brecha de género. Tú tienes garantizado el amor, yo estoy condenada a amar. Por esta razón clamo mi dignidad y me niego a llevar sobre mí las cargas afectivas que se me adjudican. Aunque la incandescencia de las brasas no disminuya su intensidad, la flama ya está extinguida.
Marzo 24, 2024.
12:36 pm

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Statuette of Reclining Nude Goddess, 1st century BC – 1st century AD
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