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Aprender
Cada vez quiero saber más. Evidentemente he formado un deseo por conocer que hay en el mundo, y a la vez enfrentado una traba biológica y física. El cansancio, el olvido, en general la entropía y el efecto que tiene en mi cuerpo frustran mis deseos por aprender.
Creo que esta frustración nace de la idea, del valor moral, mítico, que le damos al trabajo. Saber general que con esfuerzo se nos dan las cosas, se nos deben las cosas. Y la realidad nos muestra que esto no es real. Podemos esforzarnos toda nuestra vida, y aún así no tener la suerte de vivir la aventura fantástica, ni saber 12 idiomas, ni descubrir un nuevo orden matemático.
Si queremos saber de algo, debemos elegirlo con cautela, porque toma su tiempo, incluso el intentarlo. Siempre que dejemos un libro sin terminar es tiempo perdido...
Quizás no, quizás no es tiempo perdido. Quizás aprendimos algo del libro, aunque no lo recordemos. Quizás no es necesario absorber todo el conocimiento que se nos presenta delante, quizás sólo leamos para descansar, relajarnos. Quizás podamos aprender relajados.
Aún así, quiero conocer en profundidad ciertas cosas, otras simplemente conocerlas. Y lo maravillosos es que entre uno y otro hay un gris de tentativas infinidades. Porque puedo leer y descansar, así cómo leer y estudiar, así cómo no leer y disfrutar.
La idea de hombre ultra productivo, con una start-up, medio millón de dólares y home-office perpetuo en las Bahamas nos ha quitado la capacidad de disfrutar el conocimiento si no es con el objetivo de usarlo, económicamente, cómo una pulida herramienta.
Sí, tenemos que elegir que queremos conocer en profundidad y dedicarnos a ello, pero no necesitamos sufrir de amor al conocimiento que con cada objeto tenemos.
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Girando
Nutriendo las venas porteñas viajan formando alegres juntadas, asentándose en las sombras, tomando tinto y fernet. Junto a esta manada emotiva me encuentro viajando, olvidado del pensar, la sustancia se injerta en mi persona y, por poco tiempo, un instante, el suspiro del descanso, olvido qué, quién, dónde, cómo. La compañía se hace ñeri, y el desconocido un juguetón, en ese fervor de la rola todo se mezcla con Amor.
La forma borrosa del astigmatismo se aclara al acercar, el contorno se transforma en siluetas que bailan en el agua, los movimientos en sonidos, los sonidos en colores. Se para, sus pies marcan un ritmo pesado. El pucho atora la garganta, el humo quema suavemente las papilas gustativas; el alquitrán ya hace tiempo dejó de sentirse, pero se hace notar en cada calada.
Ve una figura, delegada del pasado, que ofrece su tiempo para escuchar, vislumbra sus pupilas y en ellas un agujero negro de tamaño universal que consume cada parte del momento. Se asusta y se esconde, recula. Me vio, sabe que pasa, porque el reflejo no basta para esconder la mirada.
Encuentro la barra y me pido una pinta, pasa y termino. Salgo a la calle, será Perón, camino hasta verlo, el 60 que me lleva hasta ese gran cazón. Camino un par de cuadras, abro el portón. Ya me acuerdo cómo es todo lo que pasó.
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