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LA GERONTOLOGÍA DE CAMINO AL MIT, HARVARD Y EL MUNDO
Por: Uriel Alejandro Correa Sedano Estudiante de Gerontología

Todo inició en Junio de 2017. Me encontraba como Becario en la Biblioteca del Centro Universitario de Tonalá. En una de mis redes sociales vi una convocatoria por parte de mi coordinadora de carrera, la cual hacía la invitación a todo estudiante regular perteneciente a la UdeG que le interesara participar en un curso de emprendimiento por parte del Massachusetts Institute of Technology: donde la primera fase sería en línea; ahí serían seleccionados alrededor de 50 participantes para una segunda fase presencial y los ganadores de esta fase tendrían la oportunidad de asistir al Bootcamp 2018 en Boston, Massachusetts. Dicho evento es un programa de aprendizaje acelerado donde asisten personas de todo el mundo, en el cual se forman equipos multidisciplinarios a fin de identificar problemáticas y dar soluciones a las mismas a través de una idea de negocio.
Me dio temor al aplicar al curso dado que era requerido un nivel de inglés B1 y promedio mayor a 80. Afortunadamente tenía el promedio suficiente, pero temor del idioma, aunque tengo el conocimiento básico del mismo, me detenía momentáneamente, sentía desconfianza hacia mí mismo pensando que no tendría lo suficiente para calificar. Enhorabuena tuve la oportunidad de tomar el curso en línea dado que cumplí con los requisitos, tomando en cuenta que sólo los alumnos con el mejor desempeño pasarían a la segunda fase.
Fui llamado para estar dentro de esos 50 alumnos de toda la Red universitaria, en donde se me notificó que participaría en el “Opportunity Identification Workshop” en las instalaciones del Centro Universitario de Ciencias Económicas y Administrativas (CUCEA).
Llegó el 8 de Noviembre de 2017; dejé atrás el curso en línea para formar parte ahora de la fase presencial. Fue aquí nuestro primer contacto con la metodología que se había aprendido, enfocándose a la mejor estrategia y dar continuidad al mismo. Este curso lo impartió Erdin Beshimov y Brian Subirana por parte del MIT. Los ganadores del workshop iban ir al Bootcamp de 2018.
Fuimos convocados en dicho Centro Universitario. Ahí conocimos a los participantes que fueron por parte de la UdeG al Bootcamp 2017, quienes compartieron sus experiencias y retos, que tuvieron dentro y fuera del evento. En su momento realmente lo veía muy lejos el poder llegar hasta ahí, era un camino de más de 6 meses y además dado el número de estudiantes que éramos y que solamente unos cuantos tendrían la oportunidad de ir.
Ese temor e incertidumbre era mayor a cada momento. Sentía motivación, pero a la vez sabía lo que implicaba este reto, tomando en cuenta que todos y cada uno de los que nos encontrábamos ahí daban todo su esfuerzo y conocimientos, así como la mejor de las actitudes en el trabajo colectivo de apoyo incondicional para lograr el objetivo.
Ya en la semana del evento en CUCEA, conocí a Josué, Azareli, Kareem, Alejandro y Paúl. Estos cinco compañeros universitarios formamos el equipo “Cation” para trabajar durante los 3 días que duraba el WorkShop. Logrando empatizar de una manera rápida unos con otros, teniendo un equilibrio como equipo. Todos aportamos y respetamos las ideas de cada uno; escuchando y sacando el mejor provecho para el fin de nuestro proyecto, así como las perspectivas y experiencias haciendo muy fructífero el trabajo, complementando aún más con las diversas disciplinas en las ramas de estudio de cada quien.
El día 10 Noviembre llegó, era el día final en donde los equipos presentarían sus trabajos y su Pitch final. Honestamente debo reconocer que los equipos eran muy competitivos, sin embargo, consideré que podíamos ganar debido a los méritos propios como equipo para ser un candidato fuerte con horas de esfuerzo y sin dormir.
Fue un increíble momento cuando dijeron los ganadores: “El equipo ganador del UdeG-MIT Workshop es… Cation”. No me la creía cuando escuché el nombre de nuestro equipo; no me la creía que iba ir a Boston, no me la creía que iba a representar a mi Centro Universitario y a mi carrera, sin duda alguna fue un encuentro de emociones junto a mis compañeros de equipo.
Tiempo después, a través de un correo electrónico se nos notificó que iríamos al “MIT-HMS Healthcare Innovation Bootcamp” el cual este evento seria en colaboración del Massachusetts Institute of Technology y Harvard Medical School, era una emoción indescriptible, en un evento enfocado totalmente al sector salud, en específico la creación de una empresa centrada en atención en salud. Ciertamente tenía que prepararme de muchas maneras para este gran reto. Cuando hicimos el curso en línea solo hicimos una parte de la metodología, pero para este evento la veríamos por completo, por lo que tendríamos tiempo para completar más cursos y materiales sugeridos.
El evento de MIT-HMS Healhcare Innovation Bootcamp reunió 88 personas de más de 30 países de las cuales trabajan, estudian o les interesa el área de la salud. Nos dividieron en equipos para trabajar en una problemática y dar una solución con un modelo de negocio de alto impacto y rentable. Mi equipo fue formado por Drayton (USA), Elena (Guatemala), Janelle (Hong Kong) y Nelson (Taiwan), en donde la experiencia, perspectiva y las distintas disciplinas aportaban al trabajo colectivo haciéndolo más fructífero. Dado que teníamos que ver desde la parte financiera hasta los usuarios finales y la distribución de nuestro servicio.
El evento se prestó para conocer personas de todas partes del mundo, una enriquecedora experiencia, con diversidad cultural y de emprendedores que permitía nutrirte de conocimientos, de abrirte a nuevas perspectivas y de conocer cosas que tal vez no imaginabas, en mi caso dar a conocer a la gerontología.
En mente llevaba el orgullo de representar a mi País, mi Universidad y mi carrera. Eran tanta la emoción y la espera por la que pasé. Tuvieron que pasar 396 días desde que fui al evento para la presentación inicial del curso en línea, hasta el momento que aterricé en la ciudad de Boston para lo que sería una fantástica experiencia y aventura.
Debo decir que durante la semana del evento más allá de realizar partes teóricas era muy dinámico, siendo una total interacción de los ponentes hacia los asistentes. Contamos con participaciones como Eric von Hippel profesor en innovación tecnológica compartiéndonos en una de las conferencias cómo es que la innovación está cambiando en esta era de la tecnología. Además, pudimos estar con Zirui Song, profesor de política enfocado a la atención médica, quien nos compartía los cambios que han surgido respecto al gasto y la calidad de la atención, incorporando el factor económico y de qué manera influye. Por otro lado, diversas personas las cuales muchos son emprendedores que contaban sus experiencias con sus empresas (Startup)y los retos más importantes que tenían.
Para finalizar, creo importante mencionar que fue una grata experiencia personal y académica, de la cual aprendí bastantes cosas, y una de ellas es a no temer en intentar cosas nuevas, salir de mi área de confort sin temor a perder algo, puesto que hasta de las malas experiencias se aprende algo nuevo y sin intentos no hay aciertos.



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El camino hacia mi meta.

A los cuatro años de edad mi papá me dijo: “No quiero que te quedes en la casa sin hacer nada, tienes que hacer una actividad física”. Como respuesta a sus indicaciones, entre tantos deportes, elegí el Wushu. La mayoría de las personas desconocen en qué consiste dicho deporte, por lo que una explicación de lo que abarca el deporte es: Wushu significa arte marcial, el cual consiste en diferentes modalidades: taolu, coreografías basadas en defensa personal; sanda, combate deportivo; taichi, movimientos para fortalecer los órganos internos. Wushu es mundialmente conocido como Kung-Fu, no obstante el Kung-Fu hace referencia a un término que puede aplicarse a cualquier ámbito de la vida ya que significa “hacer algo excelente”.

En mi experiencia, el deporte me ha brindado las herramientas necesarias para desempeñarme de una mejor manera. Llevo 15 años construyendo una carrera deportiva y el camino no ha sido fácil, sin embargo, he tenido el gran privilegio de haber representado a mi país en dos campeonatos mundiales, tres torneos Panamericanos y un NORCECA.Mi última competencia fue el 15vo campeonato mundial que tuvo lugar en Shanghai, China. Dicho torneo ha sido una experiencia inolvidable para mí porque después de los juegos olímpicos, el punto máximo al que puede llegar un atleta es un mundial. En mi experiencia, es un sentimiento lleno de adrenalina el estar compitiendo con los mejores wushuistas del mundo, en esta ocasión me toco estar rodeada de deportistas con procedencia de China, Japón, Rusia, Vietnam, Estados Unidos, Argentina, Ucrania, Brasil, Canadá, Indonesia, Irán, entre muchos otros. Mientras calentaba estando a unos minutos de pisar el área de competencia internacional, recordé la gran cantidad de horas invertidas en entrenamientos, el tiempo que tardé en llegar a ese punto, las lágrimas de esfuerzo al entrenar y las personas que hicieron posible que pudiera estar presente en ese torneo. Sabía que no había llegado sola, muchas personas estuvieron apoyándome en este camino, estar en ese torneo no era únicamente mi logro, sino también el de mi familia, mis directivos, mis maestros, mis amigos y cada persona que me aportó tanto en mis entrenamientos como en los viáticos. Tenía que dar mi mayor esfuerzo en ese torneo y demostrar que los mexicanos somos capaces de volver realidad lo que más anhelamos.Sin duda las adversidades son bastantes, pero lo que me inspira en cada entrenamiento y competencia es el deseo ferviente por practicar mi disciplina, de esforzarme por dar mejores resultados y motivar a las personas a que realicen una actividad que sea el impulso para que en cualquier ámbito de su vida puedan realizar sus objetivos.
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FORMANDO A UN CANTANTE EN EL CUT
Por: Jessica Noreli Benítez Mercado, estudiante de Administración Negocios, Integrante del Coro CUT
Siempre disfruté del canto como una forma de transmitir e interpretar sentimientos o vivencias. Me gusta cantar pero nunca me empeñé en hacerlo bien, prefería escuchar a diferentes personas. Cuando descubrí el taller de canto pensé en él como un medio para poder apreciar mejor la música, ya que desconocía por completo el estudio de ésta.

En el taller para principiantes me sentía bastante inferior a los demás, éramos alrededor de cuarenta personas y cantaban bastante bien, mientras que yo me sentí realizada la primera clase que no quedé ronca. Fui invitada a formar parte del coro y entonces viví una evolución contundente... reconocí el funcionamiento de mi cuerpo como lo equivalente a manejar un instrumento musical, lo cual me llena de plenitud y de una emoción muy ambiciosa por descubrir a fondo mis habilidades y extenderlas hacia nuevos horizontes. En el coro he conocido maravillosas personas que, además de convertirse en una muy bonita amistad, son un ejemplo a seguir, una inspiración y los mejores compañeros de clase. Siempre nos apoyamos unos a otros... y yo diría que ESA es la mejor cualidad de este coro, junto con el amor que le tenemos a cantar. Soy Jessica Noreli, estudiante de la carrera de Administración de Negocios y tengo 19 años. No me puedo proclamar como una cantante profesional, pero sí me defino como una amante fiel del Canto y conocedora de la Música
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CUTONALÁ CANTA ‘’Y CANTA A VOCES’’
Por: Amram Nathanael Juárez Ramírez, egresado de Diseño de Artesanías, director del Coro CUT
El Taller de Canto del CUTonalá surge en diciembre de 2017, con la creación de la Orquesta de Cámara CUT y la idea de hacer otro ‘’Taller de música’’, que incluyera a todo alumno que aspirara a entrar a un taller con opciones de niveles, de principiante hasta avanzado. Su servidor ya había expresado anteriormente que contaba con preparación y experiencia en canto. La Coordinación de Extensión no lo pensó dos veces y me asignó la instrucción del Taller de Canto, pero la visión de la Mtra. Marcela era más ambiciosa, al formar un CORO con el recurso humano capacitado.

Al principio me llené de miedo pues jamás había dado clases. En la primera generación tuve veintitrés alumnos y ahí fui descubriendo mi vocación (la docencia), pues al verlos presentes con la esperanza y ver que por fin surgía una oportunidad a sus necesidades, me hizo recordar cuando yo iniciaba en esta actividad, lo mucho que batallé y sufrí por aprender a cantar. Con la inspiración fluida y con tantos aprendices es que decidí entregarme con devoción y honestidad. Cabe resaltar que todavía era alumno y alargué todavía un semestre más mi Licenciatura para poder impartir el Taller de Canto y no saturarme, concluyendo mi carrera en 10 semestres. Al ser alumno del CUT, miembro de la Orquesta e Instructor del Taller, realmente pasé mis últimos 2 semestres viviendo en el CUTonalá. Naturalmente terminé mi estancia en la Orquesta de Cámara, para darle un desarrollo óptimo al Taller de Canto.
Al obtener las primeras dos generaciones del Taller de Canto es que se formó el CORO CUT (calendario 2018 A – 2018 B). En el transcurso de 2018 el Coro tuvo dos presentaciones, la primera en abril y la segunda en noviembre. En esas dos presentaciones la calidad del Coro estaba gradualmente en progreso, pero a inicio de este año (2019), el CORO CUT hace un cambio radical en su calidad polifónica y técnica vocal. El secreto fue haber sido paciente, trabajar duro, hacer las cosas de corazón sin esperar nada a cambio, haber creído y animar a cada alumno en que “llegaría un día que habríamos de mejorar”. Soy testigo y mentor de un legado para patrimonio del Centro Universitario de Tonalá.
‘’Lo que sé lo pongo a su servicio, porque me ha dado más, trato de regresarle un poco de lo que me dio’’ Nathanael Juárez, 2019.


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DE LA CULTURA POP A LA LITERATURA
Por: Miguel Ángel Flores Hernández Estudiante de la Licenciatura en Estudios Liberales

Era por ahí del 94. El boom futbolero, materializado por la mascota Stricker del mundial de futbol de Estados Unidos, se plasmaba en millones artículos conmemorativos, que iban desde un botón, hasta en el desayuno, acompañando al Tigre Toño a Pancho Pantera, y no recuerdo si a los cereales de la CONASUPO, tienda cien por ciento nacional. Jorge Campos, por su parte, saltaba al terreno de juego envuelto en un uniforme colorido, asimétrico, enorme, pero con la mejor actitud, ovacionado por la multitud: toda una alegoría del folclor mexicano. Mi mayor preocupación era ganar o cambiar los tazos repetidos que salían en las bolsas metálicas de aire, que en ocasiones contenían una que otra papa Sabritas.
Todo transcurría en santa paz. Hasta que un sábado por la tarde, apareció él: un rostro desfigurado por las quemaduras, garras de acero, suéter mejor combinado que el uniforme de Campos, con un sentido del humor grotesco, sombrero negro y al parecer con una declaratoria de guerra por ser más popular que el inocente perrito mundialista. Su nombre Freddy, su apellido Kruegger. En cuestiones musicales, no era muy distinto el ambiente. Ya que cinco jóvenes greñudos, con los cabellos parados, hipnotizados por un riff pegajoso, de negra vestimenta, le cantaban al Viento, en una locación que bien podría ser un pasaje de una pesadilla de Kruegger: los Caifanes aparecerían en mi vida, para no irse jamás. Pero el tiempo no perdona ni a la memoria. Son como rivales. De a poco Freddy se esfumó de mis pesadillas, los Caifanes esperarían en mi mente hasta la adolescencia. Para entonces, las Tortugas ninja, Gokú, Caló y el Gato GC se disputaban mis pensamientos y el dinero de mis padres.
Fue hasta la secundaria en donde Freddy y los Caifanes se volvieron caricaturas, comparados con el maestro del terror: Edgar Allan Poe y con los chicos realmente tristes: Radiohead. Así comenzó mi gusto por la lectura. Lo que me llevó a escribir y a ganar el VIII Concurso Literario Luvina, en la categoría cuento corto, el Concurso de Microcuentos acerca de la Discriminación, organizado por la Maestría en Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara y el Segundo Concurso de Poesía, organizado por Casa CEM y la Editorial Proyección Literaria. Es decir, que mi cerebro es una licuadora, en donde se mezcla la cultura pop de los noventa, el rock, las pesadillas, los tazos, el futbol, la Literatura y por supuesto el Gato GC. Nada original, pues.

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UNIVERSIADA 2018
Por: Nicolás Velázquez González Estudiante de Nanotecnología

Mi vida en el deporte empezó hace casi 6 años. Es extraño como un suceso tan insignificante puede cambiar tu vida. Estaba en la preparatoria esperando la clase de matemáticas en mi salón, pasó el tiempo de tolerancia y éramos libres por dos horas. Unas compañeras nos llevaron al gimnasio donde estaban jugando voleibol, ellas ya jugaban, así que nos estaban ganando. Primera vez que toqué el balón de vóley, me rebota mal y me pega en la cara, obviamente me encontraba apenado pero seguía jugando aunque era una total basura. Para mis otros compañeros era algo natural, los que siempre iban a jugar yo los veía como profesionales.
Después, se hizo una costumbre de mi salón ir a jugar, todos se metieron a entrenar pero yo no me metí porque no sentía que tuviera la habilidad para ese deporte. Pero tiempo después iba mejorando, esto fue lo primero que el deporte me enseñó, perseverancia.
Después me metí al voleibol de playa en el CODE que estaba al lado de mi escuela en el Polideportivo Revolución, la que siento como mi segunda casa. Una cosa que me di cuenta cuando empecé, es que mucha gente te echa de menos hasta que ganes algo. Inicie en escuelas deportivas donde después de 5 meses me subieron a prospectos. Fue ahí donde mejoré muy rápido, hasta a mí me sorprendió, esos son los frutos de ser constante. Era mi primer año entrenando para la Olimpiada Nacional. Estaba entusiasmado en llegar a ser parte de la selección Jalisco, da mucho orgullo y además respeto por parte de otros deportistas, pero al final no me llevaron por falta de experiencia. Evidentemente esto fue un golpe muy fuerte, pero a pesar de esto, seguía avanzando en el deporte y llegué a un 5to en un torneo importante.
Llegó el año presente, entré al CUTonalá a la carrera de Nanotecnología. Me integré con la selección de playa de la UdeG y entrenamos en la Unidad Revolución, como dato curioso está a dos horas del CUTonalá, perdía 10 horas a la semana para ir a entrenar. Llegó el regional de playa aquí en Guadalajara, estaba extremadamente nervioso, tanto que perdimos el último partido, el partido más importante. Con esto hubiera concluido el proceso de la Universiada pero recibimos un mensaje de que el otro equipo quedó descalificado, estábamos felices pero conscientes que había mucho que mejorar.
Llegó la semana del Nacional, no estábamos pronosticados para una medalla, ni siquiera para pasar a la siguiente ronda, nadie en el torneo me conocía, era prácticamente nuevo en este mundo. Llegó el primer partido contra la UABC y por sorpresa mía ganamos. Siguiente partido fue contra la URN el cabeza de grupo, este partido fue el que menos me gustó jugar, hubo mucha lluvia, aire y palabras negativas por parte del otro equipo, pero eso no fue suficiente para ser derrotados. El siguiente partido lo ganamos y pasamos, todos nos felicitaban, estábamos contento con los resultados y cómo jugamos. El siguiente partido fue algo difícil, jugamos contra los anfitriones, la porra de ellos estaba muy grande. Nos fuimos a tres sets, en ese momento, se empezó a escuchar más la porra de los Leones Negros. Estaban ahí metodólogos, médicos, deportistas de la UdeG, íbamos ganando 14 a 13, a un punto de la semifinal, en ese momento mi entrenador pidió tiempo y me dijo algo que me motivó por completo “Por ti llegamos a cuartos, y por ti llegaremos a semis”, en ese momento regresé a mi lugar en la cancha, con toda la tranquilidad que pude tener e hice el punto. Estábamos en zona de medalla, mi compañero y yo estuvimos hablando de cómo jugar lo que restaba del día. El siguiente día nuestro juego de semifinal fue contra la UAS, el equipo más fuerte del torneo y los que llegaron a ganar oro en esta competencia. Después fue el partido de bronce, puedo decir con certeza que nunca había estado tan nervioso. El primer set perdimos por lo mínimo, teníamos que regresar más fuerte que nunca el siguiente set, pero simplemente no pude al inicio. Llegamos a estar perdiendo 2 a 8, prácticamente estábamos derrotados, pero no podía dejar abajo a mi compañero o a mi entrenador, tampoco dejar en vano los sacrificios que tuve durante el ciclo. Intenté suprimir mis nervios, remontamos y ganamos el set. El tercer set fue un poco más apretado, ellos tuvieron ventaja de 4 al inicio, luego nosotros de 2, al final empatamos. En la recta final íbamos 14 a 12, nos hicieron un punto después en la recuperación, era su turno al saque y regalamos el punto. Después de eso mi compañero bloquea el balón, en ese momento me cayó de golpe el hecho de que ganamos ¡Ganamos una medalla! Grité de la emoción, fui con el otro equipo a agradecerles por el buen partido que dieron. Después de eso fui a correr a abrazar a mi entrenador que en todo momento me decía que si podíamos ganar algo en esta Universiada. Después de eso me senté y empecé a llorar de la felicidad, pensando en todos los momentos que sentía que no daban resultado los entrenamientos, en todos los que no pensaban que íbamos a lograr algo, pero también en todos mis amigos y compañeros que sí creyeron. Después de esto fue la entrega de medallas, felices todos y posando para las fotos.
Es surreal pensar que esto tal vez no hubiera pasado si hubiera tenido clases ese día.


#Universiada2018 #MedallaBronce #OrgulloCUT
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“MI AVENTURA POR UN RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL”
Por: Victoria Servin Encina Estudiante de Gerontología

Cuba, mucho tiempo soñé con visitar la isla, me gustaba buscar atracciones, actividades que se pudieran hacer en el día, por la noche, sola, con amigos. Coticé muchas veces los tickets de avión, pero nunca hice una reservación, sin embargo, estaba dentro de mis planes de vida visitarla por lo menos una vez. Leí mucho de su historia, su cultura, sus creencias y sobre todo de su sistema político y económico, no puedes visitar un país sin saber esas cosas. El sueño seguía siendo eso, un sueño.
Un día la oportunidad de visitar Cuba fue puesta como opción en plan académico. El Programa Delfín ponía a mi alcance una estadía en la Universidad de Camagüey, la cual obviamente no podía dejar pasar, era una oportunidad para cumplir mi sueño y realizar una de las cosas que más me gusta, la investigación. Realicé los trámites correspondientes, solicité apoyo en diferentes instancias, volví a leer sobre el país que por mucho tiempo había estado en mis planes, pero ahora específicamente de Camagüey.
El investigador con el cual hice contacto en la Universidad de Camagüey, me habló de dos eventos que se realizarían en el periodo de mi visita, me dijo que sería una buena oportunidad para presentar un proyecto en el cual estaba trabajando “La Sustentabilidad en Hospitales Geriátricos”. El primero de los eventos era el II Taller Regional de Economía y Contabilidad Ambiental, organizado por la Asociación Nacional de Economistas y Contadores (ANEC), en el que se daría un premio al mejor proyecto que reflejara la visibilidad de resultados e impacto; un reconocimiento internacional me motivaba mucho, por lo cual me puse a trabajar en los requerimientos solicitados para la aceptación del proyecto en el evento y finalmente fui aceptada para la participación y presentación del mismo. El segundo evento era la XV Conferencia Internacional de Ciencias Económicas y Empresariales donde el objetivo central era analizar y debatir sobre las nuevas perspectivas, aportaciones científicas y experiencias de investigadores, profesores y estudiantes, evento en el cual también hice solicitud para participar y que favorablemente fui aceptada.
Pero para poder hablarles de mi participación debo hablarles también de la aventura que fue llegar hasta allá. Decirles que el tiempo de trayecto de Guadalajara a La Habana son 4 horas en avión y de La Habana a Camagüey son 8 horas promedio en autobús, pero con la emoción pensé, “ni va a estar tan pesado el viaje”, pero me equivoqué, la espera en el aeropuerto fue confusa, tenía emoción por viajar a un lugar que durante tantos años quería, pero también me dio miedo pues no conocía a nadie, iba sola, era la presentación de mi proyecto internacionalmente. Por un momento dudé en subirme al avión, pero “solo se vive una vez” ¿no?, así que abordé, dejé los nervios y dudas.
Al salir del aeropuerto de La Habana y sentir el clima cálido mezclado con lluvia quedé enamorada al instante, y supe que no sería la última vez que estaría ahí. Afortunadamente me encontré con el profesor Rogelio de CUCEA, quien también iba para Camagüey. Pasaron por nosotros en un “almendrón”, viajar en ellos es una experiencia que no es fácil de plasmar con palabras. Hicimos una parada en casa de Don Guille quien fue el que nos recogió. Su esposa Ana había servido en la mesa arroz blanco, caldo de pollo y platanitos; me recibieron en su casa como lo haría cualquier familia cuando llega un familiar al que hace años no ven.
Un chofer apodado “Tabaco” fue quien me llevó a la central de autobuses para emprender mi último tramo del viaje; al llegar ahí y dejar las maletas para que las montaran en el autobús, el auxiliar me preguntó si tenia algo para el clima de la “guagua”, yo respondí que sí, llevaba un pantalón y una chamarra de mezclilla, que para el calor de La Habana están de sobra, pero no contaba que el clima de la “guagua” es helado, por lo que fueron las 8 horas mas largas de mi vida, pues justo cuando comenzaba a dormirme, los sonidos de dolor de alguien me despertaban, para mi sorpresa eran mis propios lamentos. Pero la aventura no se empañaría solo por eso, ¿cierto?
Al llegar a Camagüey, ya me esperaba el profesor Pelegrin, quien me llevó directo a la casa donde me quedaría hospedada en mi estancia de verano, la casa de la profesora Mayte y Yosvany, quienes me dieron una acogedora bienvenida. Toda mala experiencia hasta entonces quedo atrás, pues aquel amor que sentí en La Habana se hizo más fuerte en Camagüey. Al día siguiente de mi llegada comenzarían las actividades en las cuales no sólo presentaría mi trabajo, sino que representaría a mi Centro Universitario de Tonalá y a su vez a la Universidad de Guadalajara, la responsabilidad era mucha, pero la motivación era aún mayor, por lo que los nervios no tenían espacio, al menos no ese día previo, por lo que recorrí un poco de Camagüey con el profesor Yadir, quien como guía turística es muy bueno.
El día de la presentación se llegó. Santa Cecilia el lugar donde se llevarían a cabo los eventos, un lugar digno de admirar, las instalaciones del recinto en perfectas condiciones, el registro de participantes en tiempo y forma. Pero si se presentó un inconveniente, no había luz, sin embargo eso no fue motivo para cancelar las actividades programadas; se hizo una presentación rápida de la agenda del evento, se firmaron convenios importantes entre universidades y la ANEC, un momento de música a cargo del profesor Saulo, quien al ser mexicano no dudó en interpretar “El Rey”, canción que mexicanos y cubanos coreamos al unisono y esta acción hizo que la piel se me erizara. Seguido de ese acto, tocó la actividad de presentación de proyectos y yo fui la primera en hacerlo, tuve que ponerme frente a todos los asistentes y presentarles mi trabajo, sin soporte visual, sin apoyo de mis diapositivas que me ayudarían a expresar de la mejor manera la finalidad del proyecto y su importancia para la gerontología en México. Y lo hice, con nervios al principio, si claro, pero convencida del impacto importante en mi área; lo presenté como si tuviera todo el apoyo necesario, lo hice, y aquello que al principio fue un inconveniente, supe convertirlo en oportunidad. La luz regresó y transcurrió la jornada con la ponencia de todos los proyectos e investigaciones, así como la presentación de los semilleros de investigación de las diferentes universidades participantes. Al finalizar las actividades del día, me veo felizmente galardonada con el premio por el cual participé; un reconocimiento impreso y un tinajón típico de Camagüey fueron la mejor forma de materializar el sentimiento de orgullo y satisfacción que sentí cuando dijeron mi nombre.
Los eventos de la XV Conferencia Internacional de Ciencias Económicas y Empresariales, se dieron conforme estaba estipulado, en estos la participación de estudiantes fue mayor, más proyectos, más investigaciones, más ideas que enriquecieron sin duda mi experiencia como ponente, alumno e investigadora en formación. La critica que recibí una vez presentado mi trabajo fue que estoy haciendo bien las cosas y que la representación que hago es digna de mi casa de estudios.
La aventura no termina aquí, pero contarles todo lo que viví en las hermosas tierras de Camagüey, a todos los personajes que conocí que aportaron grandes beneficios a mi formación profesional, como la profesora Madiu, me llevaría más de 1,200 palabras más. Pero como dice una canción de Orishas, “y volveré, porque siempre se vuelve, aunque pasen los años”.



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