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Abigail Hunter
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⌠Tenebrarum refúgium méum⌡ ⌠27⌡⌠Ex-Ravenclaw⌡⌠Propietaria del Emporio de la Lechuza⌡⌠HUNTER⌡⌠El halcón es el morador de mis sueños, único merecedor de mi sonrisa y dueño absoluto de mis labios⌡⌠Patronus: Mariposa⌡⌠Varita: Madera de bambú, 8½" de largo y...
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abigailhunter · 10 years ago
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» Owl Emporium
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abigailhunter · 10 years ago
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abigailhunter · 10 years ago
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abigailhunter · 10 years ago
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» Niabyrsario
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abigailhunter · 10 years ago
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«Siendo libres, pero juntos»
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abigailhunter · 10 years ago
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Diseño y retoque realizado por niallboswell
Dedicado a abigailhunter y a su alter ego que le da vida. 
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abigailhunter · 10 years ago
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Nuevo inquilino en casa
Llevaba varios días, de nuevo y aunque no le gustase a él tampoco, llegando más tarde de lo normal a casa por la noche, traspasadas las doce incluso en alguna ocasión, mas en la que nos concierne no era por nada como en la anterior. 
El mago había conseguido encontrar un comprador interesado en su vivienda londinense y se encontraba recaudando todo el papeleo necesario para ello, un contrato de Arras, un notario, etc. Y lo malo de todo aquello es que los clientes eran muggles por lo que no le tocaba más que seguir el procedimiento muggle para no levantar sospechas, aunque internamente estuviera deseando lanzarles un crucio como mínimo, y es lo que haría si se les ocurría echarse atrás. 
También se había dedicado, a parte de aquello, en visitar a Abigail en el Emporio de vez en cuando, secuestrarla otras tantas gracias a un café o el simple hecho de vaciarle la tienda como la última vez. Sin embargo, esos últimos días el mago parecía bastante obcecado en algo, en un asunto que llevaba en su mente pendiente de realizar y que hasta el momento no había podido. No por falta de tiempo o ganas, o interés, sino porque le había resultado más difícil de lo que pensaba en un momento llevarlo a cabo.
Aquella mañana se había levantado muy temprano, antes incluso que el alba, pues la noche anterior había recibido una notificación de que ya podía ir a recoger lo que con tanto ahínco Niall se había dedicado a buscar con meticulosidad, pues no iba a buscar cualquier cosa corriente, algo que con facilidad otros pudieran copiar. Así que una vez realizado el pago y el intercambio, el mago con el paquete ya en su poder, volvió para casa.
Sin hacer el menor ruido posible, tras aparecerse en la puerta de la vivienda irlandesa, entró traspasando el umbral aún con el paquete en las manos. Pesaba más de lo que se imaginó en primera instancia, pero no lo vio un inconveniente. Con la misma discreción y sigilo, avanzó hasta la cocina donde dejó el paquete, encima de la mesa. Estaba compuesto de madera y varios orificios por donde el aire podía entrar y salir, ventilando el interior. Con un simple gesto de varita abrió la tapa de dicho paquete y fue entonces cuando vio al nuevo huésped de la casa, que intentaba por todos los medios saludarle y salir de dicha caja. El mago terminó cogiéndolo aunque se lo alejó un tanto, para evitar lametones o arañazos, no le apetecía recibir muestras caninas de afecto, ya que en verdad no eran para él, sino para Abigail. Aunque ella lo negase, o ni lo mostrase, él sabía que la muerte de Wiz le dolió más de lo que aparentaba en un momento, y podía llegar a entenderlo pues él se sintió de forma parecida cuando murió la vieja lechuza de su padre, de ahí que luego se comprase a Horus. Así que Niall lo que había hecho era simplemente buscar una mascota acorde a los gustos de Abigail, con la única diferencia de que a él ese terremoto que en ese momento llevaba en brazos no le daría alergia.
Caminó de nuevo a la habitación mientras luchaba con el susodicho, que seguía insistiendo en lamerle la cara y, al parecer, es que la resistencia del mago se lo tomó como un juego, algo normal siendo un cachorro. Una vez cruzado el umbral, caminó con muchísimo sigilo, puesto que Abigail seguía durmiendo, eran las 8:30 y a esas horas normalmente estaba despierta, pero al ser domingo la cosa cambiaba. Terminó por agacharse al llegar al borde de la cama y dejó al cachorro encima, el cual aprovechó victorioso para darle un lametón dado que desde ahí tenía alcance. El mago inspiró profundo y se pasó la mano por la mejilla, pensando en que luego tendría que darse bien con jabón en la cara, como poco. Tras eso, se apoyó en el quicio de la puerta mientras observaba al cachorro curiosear por la cama, olfateándolo todo, hasta que el pequeño reparó en otra figura que aún dormía sobre la misma. Entonces se fue directo a por ella, meneando el rabo con energía y alegría de haber encontrado otro humano con el que jugar. Mientras tanto, Niall sonreía divertido intentando imaginarse la cara de Abigail al despertar y encontrarse con aquella sorpresa en el regazo.
Abigail ese día se había despertado poco después de Niall, reparando en que éste no estaba en casa pese a ser Domingo y demasiado pronto. No le dio importancia porque en los últimos días no dejaba de ir y venir y estaba bastante ocupado con el tema de la venta de su casa, además, se encargaba muchas veces de la de ella para que no tuviera que faltar tanto al trabajo. Tal vez se sintiera culpable en ese aspecto, ya que no había semana en que no le vaciara el Emporio de la Lechuza de manera poco ortodoxa para poder secuestrarla un rato. Esa madrugada, de todos modos, Aby agradeció que el moreno tuviera cosas que hacer y se hubiera ausentado, de esa forma no tuvo que ser consciente de que la bruja estaba enfermando otra vez, ya llevaba días que se levantaba bastante mal y ese día terminó por echar hasta la primera papilla. Tras ese pequeño y desagradable percance, se lavó la cara y los dientes y volvió a acostarse para tratar de descansar unas horas más sin aquellas náuseas interfiriendo. Así la encontró Niall al volver, nuevamente durmiendo a pierna suelta. El cachorrito que traía, nada más poner sus cuatro patitas en la cama, fue directo hacia ella cuando la vio. Al aproximarse, de manera torpe porque era todavía pequeñín, decidió olisquearle la cara. Aby, en cuanto notó algo húmedo en el rostro y esos suaves empujones que le daba con el hocico el animal, se removió y protestó, creyendo que era el mago y sin imaginarse la sorpresa.
—… Para... Que seguro que es muy pronto... —Se quejaba sin abrir los ojos todavía, encogiendo la postura y escurriéndose un poco bajo las sábanas.
El mago alzó una ceja al escucharle hablar en cuanto el cachorro se acercó a ella, olfateándola con curiosidad y dándole algún que otro lametón en el rostro. ¿En serio le había confundido con él? No sabe si tomárselo a risa o no, pero al final terminó por contener una carcajada, queriendo ver la cara, entonces sí, que pondría cuando se percatara de su error. El cachorro al ver que la humana seguía sin hacerle caso, soltó una especie de llanto corto y apenas audible, mientras alzaba torpemente una patita y le daba con ella sobre la sábana, mandando un claro mensaje de "¡Estoy aquí!" y terminando por dar otro lametón que le recorrió la mejilla entera, agachándose luego en pose juguetona y con el culo en pompa, aún meneando el rabo de un lado a otro. Estaba claro que el cachorro quería jugar y que no se iba a dar por vencido.
La bruja continuaba sin despegar los párpados, no es que tuviera muy buen humor por las mañanas y fuera la hora que fuera, le costaba tremendo esfuerzo levantarse. Aunque cabe destacar que Niall había aprendido a quitarle ese mal humor mañanero cuando quería, la única pega es que luego Aby tenía que salir de casa escopeteada para abrir la tienda puntual y desayunar allí mismo un café para llevar, pero desde luego valía la pena comenzar así el día. No obstante, esa mañana estaba resultando bastante diferente, pues estaba siendo un cachorrillo de apenas tres meses quien trataba de despertarla para que le prestara atención. Cuando notó aquel lametazo en toda la mejilla y prácticamente un ojo, sacó una mano para apartarle.
— ...Que pareeees. —La capacidad de comprensión la tenía bastante mermada estando medio dormida, pero al escuchar aquel quejido del animal su mente se puso ya a trabajar de verdad. Abrió uno de los ojos y cuando enfocó la vista en el cachorro frunció el ceño.— Mmm... O eres animago y no sabía nada o... Tú no eres Niall. —El perrete la miraba con diversión y decidió que era buen momento para responder con un agudo y corto ladrido, sin dejar de mover el rabo con nerviosismo.
—Lo tengo en mis tareas pendientes. —Bromeó Niall desde la puerta al ver que ya estaba despierta, con los brazos cruzados y observando la escena con curiosidad, aunque le había hecho bastante gracia la intuición y lógica de la bruja nada más despertar. El perro al ser consciente de que la humana se había movido y despertado, soltó otro ladrido con euforia al haber conseguido su propósito, llamar su atención, así que dio un par de saltitos por la cama hacia atrás, deshaciendo un tanto la misma a su paso y volviendo a ponerse en posición juguetona, feliz por haber conseguido que la humana le hiciese caso y reparara en él, del propio nerviosismo tenía hasta la lengua fuera de vez en cuando.
—Al parecer te ha salido un nuevo amigo, ¿Eh, fénix? —Dibujó una ladeada sonrisa mirándola a ella en vez de al perro, que volvía a soltar un ladrido hacia ella y se adelantaba nuevamente para repetir todo el proceso de antes.
Aún desde la cama y prácticamente sin incorporarse, desvió los ojos verdes del cachorro momentáneamente para buscar la figura del mago cuando le escuchó hablar, reparando en que estaba observándolo todo desde la puerta del dormitorio. Apenas sí le pudo dedicar media sonrisa puesto que el animal no dejaba de reclamar su atención. Al verle en aquella posición, tan característica para jugar, no pudo evitar reír levemente, enternecida con el cachorro. Era algo muy, muy poco habitual verla de ese modo, ya que solo le sucedía con los animales, y claro está, sobretodo con los de temprana edad. Palmeó el colchón para que el pequeño se acercara otra vez y tuvo que girar el rostro entre risas para evitar más lametones.
—¡Socorro! Deja de babearme, bicho... O bicha... —Dijo, al tiempo que lo cogía y lo izaba por encima de ella, estando boca arriba.— No, bicho, bicho. —El animal se dejó coger tan ricamente, aunque el rabo lo seguía moviendo de un lado a otro y, como si pudiera mantener una conversación o siquiera entender nada de lo que hablaba la bruja, contestó con otro gracioso ladrido. Abigail lo bajó y dejó encima suyo.— Así que me puedo quedar contigo, ¿Eh? —En lugar de responderle al mago, le habló al perrito, que volvió a ladrar antes de pegarle otro lametazo en el mentón.
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Le parecía curiosa la escena, pues él no había visto en año y medio aquella sonrisa tan tierna dibujada en el rostro de Abigail, nunca imaginó que fuese capaz de dibujarla y sin embargo allí estaba. Tenía constancia de que Aby apreciaba a los animales más incluso que a las personas, lo cual tampoco era difícil ya puestos en el tema. Pero le gustó ver y comprobar que había acertado, y que tantos quebraderos de cabeza para conseguir el cachorro habían merecido la pena, pues no es que fuera una especie muy común que se dijera. Avanzó un par de pasos hacia la cama, quedándose de pie junto a esta, aún con la mirada fija en Abigail y en cómo jugaba con el cachorro, encantada de la vida.
—Si lo quieres sí, para eso ha venido tu amigo, ¿No? Para quedarse si quieres. —Por su parte era evidente que no había problema o no se habría molestado en hacer todo aquello, aunque entonces estuvieran en su casa y pudiera decirse que la decisión por ello recaía sobre él, el mago no lo veía así e iba a dejar que la bruja decidiera si quería quedárselo o no. Puesto que era un regalo y el cachorro era para ella, como sin duda habría podido comprobar. Aunque viendo la escena, Niall podía poner la mano en el fuego y no quemarse, a que Abigail ya había elegido qué hacer con solo verlo.
De soslayo pudo a ver al mago acercarse a la cama y sentarse al borde de la misma, aunque Aby seguía jugueteado con el animal, que parecía muy cómodo sobre ella. Se incorporó para sentarse, apoyando la espalda en los almohadones y el cabecero, dejando al pequeño sobre el regazo. Aunque no mirara a Niall directamente, por lo menos más de medio segundo seguido, sí que atendía sus palabras. De igual modo, al hablar lo hacía más para el cachorrete que para él, no lo podía evitar. Desde luego que había sido todo un acierto, o no, según como lo viera el moreno de ojos azules...
—¡Oouh, pero cómo no lo voy a querer! —Dibujó una sonrisa, pero enteramente para el animal de cuatro patas situado en su regazo, al que dio la vuelta como si fuera una croqueta para acariciarle la redondeada barriguita. El perro se dejó hacer, más feliz que una perdiz. Pasados algunos minutos, por fin Abigail dirigió toda su atención al mago, reparando en que debía agradecerle el gesto.— Buenos días, por cierto... —Le hubiera dado un beso de no ser por el hocico que se interpuso entremedio, buscando esa vez regalarle algún lametón que otro a Niall y apoyándose en él para ponerse a dos patas.—  Uy... ¿A mi gordito también le gusta el halcón? ¿Sí? —Sí, volvía hacerle cariñitos al perrete.
Terminó por sentarse en el borde de la cama, consciente de que Abigail, como era normal, estaba más pendiente del nuevo huésped de la casa, que de él. Y la verdad le alegraba verla así, pues los últimos días la había notado bastante extraña en ciertos asuntos, al parecer, las pociones que se había estado tomando no le hacían efecto pues aún tenía retazos del gripazo que había cogido tras la huida. Niall en más de una ocasión había sentido impulsos de ir a la tienda y estamparle el bote de la poción al imbécil en toda la cara como reclamo, en vez de pedir la "supuesta hoja de reclamaciones". Si no llegó a hacerlo fue porque se trataba solo de un resfriado, así que no merecía la pena. Cuando fue a recibir sus buenos días, sintió en su propia nariz el hocico del perro y, tras eso, las patas del animal sobre sus piernas, como si entonces reclamase su atención ya que la de la humana ya la tenía. Terminó chasqueando la lengua con suspicacia, acariciando al perro tras las orejas y luego se levantó de la cama.
—Voy a preparar café, ¿Vienes?
La bruja de ojos verdes rió entre dientes antes de agarrar de nuevo al perro, que ya se había trasladado al regazo del moreno, y luego ponerse en pie también para seguir a Niall. La idea del café sonaba más que bien recién levantada, así que se apresuró en seguirle camino a la cocina, en la planta baja de la casa. Llevaba el cachorro en brazos, mientras éste se entretenía en hacerle cosquillas con el hocico en el oído, jugueteando con las hebras de cabello castaño de la mujer, que aún no se había recogido la melena. Aprovechó el breve recorrido para examinar al animal con más detenimiento, comprobando a simple vista que parecía sano y en forma, algo rechonchete pero nada fuera de lo normal a esa edad. Antes de terminar el descenso por la escalera, soltó al animal en el tercer peldaño para que bajara solo, esperándole ella de cuclillas al final de la escalera. El pequeño parecía algo temeroso y no gustarle la idea, por lo que se quejó con un lloriqueo corto y lastimero, sin atreverse a bajar. A Aby no consiguió darle la pena suficiente, así que se palmeó las rodillas para instarle a bajar y llegar hasta ella.
—Venga gordi, que ahora eres un Hunter. Nada de lloriquear...
El mago la miró de soslayo para comprobar que le seguía y una vez vio que era así, bajó las escaleras en dirección a la cocina, pero se detuvo casi en el umbral de la puerta al percatarse de que Aby también se había parado. Al parecer, le estaba enseñando al perro a subir y bajar escaleras, algo básico en su adiestramiento e imaginó que no sería lo único que se le enseñaría, así que no reparó mucho en ello, ni en el leve lloriqueo que soltó el perro al ver que su ama le abandonaba cruelmente en mitad de las escaleras. Aguardó unos segundos más y al ver que el perro seguía sin intenciones de moverse, por el momento, y de seguir intentando darle pena a la bruja, Niall negó con una leve risa y se metió en la cocina para hacer los cafés, a sabiendas que Abigail no caería en los encantos del perro como para consentirle.
El cachorro emitió algún quejido más, asomándose al siguiente peldaño sin tenerlo muy claro todavía, Recorría el mismo peldaño donde lo había dejado Abigail, de un extremo a otro, buscando la manera de bajar tal vez sin tener que hacerlo de manera convencional. Finalmente, viendo que la bruja no se movía del sitio y que los lloros no eran efectivos, así como tampoco había más forma de bajar, se abocó al escalón inferior, primero con las dos patitas de delante, el trasero ya le costó un poco más bajarlo. Viendo que había conseguido descender, enseguida hizo lo mismo con el siguiente, con algo más de soltura ni protestas. El último peldaño le resultó más sencillo, aunque de la emoción y la rapidez casi se dio de bruces contra el suelo. Corrió a encaramarse sobre Aby, que seguía esperándole agachada en el suelo y le premió el pequeño logro con varias caricias en el lomo antes de ponerse en pie. Se adentró en la cocina con el perrete correteando entre sus pies, pero poco tardó en ponerse a explorar y olfatear aquella nueva estancia.
El mago seguía a lo suyo, deshaciéndose de la caja en la que el animal había llegado y despejando así la cocina percatándose que en su interior venía un comedero, con algo de comida, y un bebedero; que al menos al perro para ese día le serviría, así que se los puso en el suelo antes de terminar de deshacerse de todo. Luego volvió a dicha estancia, viendo como el cachorro curioseaba a libertad, y se fue directo a lavarse las manos antes de preparar el desayuno para ambos, mirando al perro de soslayo y luego a Aby, que no le quitaba ojo al animal.
—¿Cómo le vas a llamar?
Reparó al entrar en la cocina en que el mago ya se había encargado de colocar un pequeño y sencillo comedero para el cachorro, con algo de pienso. Abigail solo tuvo que ponerle agua fresca en el otro cuenco y aprovechó para lavarse también las manos antes de desayunar. Apoyó la parte baja de la espalda en la encimera mientras Niall terminaba de preparar el café. Observaba cómo el animal recorría la estancia, deteniéndose cada poco para olfatear, hasta que llegó al comedero. No parecía tener mucha hambre, relamió una bolita de pienso y la escupió en el suelo, pero en cambio con el agua se dio un buen festín, no se metió dentro del cuenco porque no cabía. Al oír la pregunta que formuló el moreno, la bruja se volvió para mirarle. La verdad es que no se había parado a pensar en lo del nombre.
—¿No tiene nombre? Pues... No lo sé. ¿Sugerencias...? ¿Algo irlandés? —Propuso, pensando que tal vez él supiera algún nombre asociado con su tierra que le quedara bien al cachorro y a ella le gustara, al fin y al cabo le gustaba cómo sonaba las pocas veces que le había escuchado hablar en su lengua natal.
Niall preparó ambos cafés y un par de tostadas, llevándolas luego a la mesa mientras esquivaba al cachorro, que al oler la comida se había acercado a curiosear. Una vez dejó todo en su sitio, se sentó en la silla, volviendo la vista a la bruja mientras alzaba una ceja, con aire pensativo.
—¿Algo Irlandés? ¿Cómo qué? —No supo si se refería a nombres en su idioma, referente a la antigua mitología celta del lugar, o a qué exactamente, así que no dijo nada en concreto hasta que le especificase mejor, aunque en su cabeza ya estaba rondando algún que otro nombre, que recordaba de pequeño. Su abuela paterna siempre era dada a contarle todo sobre la mitología, así que aún conservaba una ligera idea de todo aquello que le contaba. Sin percatarse de que hacía más de veinte años que no pensaba en su abuela, ironía.
—Algo mitológico, ¿No? No le vamos a poner un nombre de pila cualquiera... Sería raro... —Respondió, haciendo un leve mohín. Tomó asiento en la silla del frente, haciendo caso omiso al cachorro que ya se encaramaba sobre sus piernas para ver si le caía algo de comer, más apetitoso para él que el pienso que tenía en el comedero. Abigail solo le dedicó un firme "¡No!", y ya podía pedir y lloriquear, que no le pensaba dar ni las migas. Para desdicha del perrete, la bruja de ojos esmeralda era muy disciplinada y estricta con esas cosas, no conseguiría ablandarla. Se acercó su taza de café con intención de endulzara con un par de cucharadas de azúcar, pero el aroma, que por lo general le gustaba, le revolvió el estómago hasta el punto de componer otra mueca y apartar la taza a un lado. Se levantó para llenarse un buen vaso de zumo, de pomelo concretamente.
Observó como adoptaba Abigail una postura disciplinada con el cachorro, el cual bajó las orejas y el rabo ante la negativa, soltando hasta algún lloriqueo que otro, solo por dar mera lástima, pero como vio que con ella no iba a tener ni las migas, lo intentó con el mago. Él si le habría dado algo, aunque sea la corteza de la tostada, pero no le apetecía entrar en debate con ella, así que no lo hizo.
—Pues... Así a voz de pronto… —Siguió con aire pensativo, buscando algún nombre acorde con el cachorro, pero se acabó centrando más en el extraño gesto que Abigail acababa de realizar. Digamos que le sorprendió que rechazara el café de ese modo, con aquella mueca que no supo muy bien cómo definir. Incluso él se llevó la taza a la nariz, por si acaso el café olía mal e incluso lo probó, pero para él estaba como siempre, sin nada extraño y remarcable.— ¿Pasa algo, Aby?
A diferencia del café, que le cerraba el estómago, el zumo se le hizo mucho más agradable y le abrió el apetito, así que le dio un buen trago antes de sentarse de nuevo a la mesa, entretanto el cachorro pululaba otra vez por la cocina, como si esperara encontrar de pronto algo que no hubiera visto u olfateado antes. Le extrañó un poco aquella pregunta, pero enseguida comprendió que la habría provocado el gesto con la taza de café, pues no lo solía rechazar. Negó levemente con la cabeza.
—Nada. Debo de tener algún virus o algo así... —Sacudió de nuevo la cabeza, en un gesto que restaba importancia al asunto, y dio otro trago al zumo.— ¿No se te ocurre ningún nombre, entonces? —Prefería continuar con el otro tema y dejar a un lado su malestar, que al fin y al cabo en ese momento no era nada.
No le convencían mucho sus argumentos, puesto que en más de una ocasión había estado resfriada y lo primero que le sentaba bien era un buen café caliente, pero decidió no insistir más. Tampoco iba a conseguir sacarle nada si ella no quería, así que volvió al tema de los nombres, mientras mordía la tostada.
—Pues... —Comenzó a hablar una vez tragó como una persona normal, aún con la mente intentando recordar alguno.— Está Dagda, que es así como el dios supremo, señor de los elementos, el conocimiento y no sé qué más. Luego... —Dio otro mordisco a la tostada mientras repasaba mentalmente todos los dioses de la mitología Celta/Irlandesa que conocía, masticando con un deje de concentración, hacía más de dos décadas que no sacaba el tema, no es que fuese muy afín a las religiones y menos a las muertas.— Estaba Balar, que era como un dios gigante con dos ojos, uno en la frente y otro en la nuca, o algo así, no me acuerdo bien. Y luego estaba Bran, que venía a ser el dios de la profecía y de las artes de la guerra, entre otras cosas. —Concluyó, saltándose bastantes dioses que, o eran mujeres, o nada tenían que ver con lo que a ellos particularmente les llamaba la atención. Y al ser el cachorro un macho, ponerle un nombre de diosa no sería raro, sería una putada.
Mientras atendía las opciones que iba dando Niall, la bruja se hizo con una tostada y se dedicó a embadurnarla con mermelada de arándano. Pocas veces también podía verse a Abigail poniendo mermelada en las tostadas, pero esa mañana le apetecía. De hecho, le apetecía tanto que se la estaba comiendo directamente del bote, relamiéndose el dedo, aunque eso esí, dentro de lo que cabe, de manera delicada. Iba memorizando los nombres que daba el morenazo, al igual que los datos de aquellas deidades que nombraba, no conocía ni le sonaba ninguna. El que más le llamó la atención y le gustó, decidió probarlo directamente con el cachorro, que era quien debía atender al nombre y hacer caso. Se giró en la silla un poco para buscarle con la mirada, ubicándolo cerca del comedero.
—¡Bran! —Lo llamó, aunque la primera vez no surtió efecto, así que probó de nuevo.— ¡Bran! —El cachorrete pareció prestar atención y girarse, comenzando a mover el rabo de un lado a otro. Abigail volvió a exclamar por tercera vez aquel nombre y el animal se apresuró hasta ella correteando.— ¿Te gusta Bran, gordito? ¿Sí? ¡Muy bien! —El cachorro se encaramó en sus piernas, claramente contento porque le hicieran caso.
De nuevo al mago se le antojaban raros todos y cada uno de los gestos que estaba realizando ella esa mañana, pues no eran para nada comunes e incluso comenzó a dudar ya, yéndose por otros derroteros, cuestionándose incluso si de verdad era Abigail, porque nunca antes la había visto tomar mermelada con las tostadas, y mucho menos hincharse como si no hubiera mañana, pero por el momento lo dejó correr. Inspiró profundo mientras veía como se dedicaba a elegir el nombre del perro que se terminaría llamando Bran, y como éste correspondía a la llamada como si fuese su nombre de nacimiento.
—Bran entonces... —Tras la clase de mitología celta, decidió concluir el desayuno y levantarse para dejar todo en el fregadero porque la bruja estaba bastante entretenida y no es que le hiciera mucho caso, que se dijera.
Tras elegir el nombre para el cachorrillo, a partir de ese momento Bran, volvió a lo que quedaba de su desayuno. Reparó en cómo la miraba Niall y frunció el ceño levemente.
—¿Qué...? —Preguntó, tan extrañada como expectante, sin entender bien qué ocurría. Terminó de relamerse la mermelada restante de la yema del dedo, y poco tardó entonces en darse cuenta de su propia actitud. Alzó una ceja, sorprendida de sí misma, y cerró el bote de la mermelada para acabarse la tostada. Pues sí, estaba convencida de que iba a caer enferma muy pronto y ya se sentía rara, de hecho. Solo esperaba no tener que recurrir a una visita a San Mungo, lo detestaba. Detestaba enfermar, más concretamente, y con el gripazo ya tuvo suficiente, no le apetecía tener que estar otra vez a base de pociones con sabor desagradable.
Ladeó el rostro cuando Bran avanzó junto a él hasta el fregadero, y éste se puso a dos patas para llamar su atención. Echó incluso una rápida mirada a Abigail, que seguía sentada en la mesa cerrando el bote de mermelada, de espaldas a ellos dos, cuando cogió un pedazo pequeño de corteza de la tostada, que había dejado él, y lo dejó caer "casualmente" al suelo, para que el perro se lo comiera y así estuviera entretenido un rato. El cual, de forma bastante habilidosa lo cogió al vuelo y se fue meneando el rabo tan contento a su comedero, para terminar de comerse el "premio" que le habían dado. Luego, con un azote de varita, los platos se pusieron a fregar solos y volvió junto a Abigail.
—¿No te olvidas de algo...?
Apuró lo que quedaba de zumo antes de levantarse y recoger las pocas cosas de la mesa, guardando la mermelada en su sitio para evitar la tentación de seguir comiendo sin siquiera darse cuenta. Se sacudió las manos y alisó el bajo de la camisa de Niall que usaba para dormir, asegurándose de que le tapara bien el trasero. Mientras él se dedicaba a encantar los cacharros del fregadero para que empezaran a limpiarse, la bruja paseó la mirada del moreno al cachorro, que parecía ocupado con su comedero. Esbozó una sonrisa más amplia y radiante de lo que pretendía, pero no lo pudo evitar, estaba más que contenta con "sus dos chicos", y la cosa parecía que iba a mejorar cuando uno de los dos se aproximó a ella para reclamar algo que bien sabía qué era, pero como siempre iba a fingir lo contrario.
—Ah, ¿Sí? ¿El qué?
En otras circunstancias, habría seguido el juego de ver quién de los dos aguantaba más con el orgullo en alza. Pero no en ese momento. No cuando aquella bola de cuatro patas amenazaba con llamar de nuevo la atención de Abigail, obligándole a conformarse sin sus buenos días. Así que, decidió robar lo que consideraba suyo, acercando los labios a los ajenos para unirlos en un beso suave y lento, pero que probablemente no tardaría mucho en ganar intensidad, a no ser que les interrumpieran como llevaba pasando desde por la mañana temprano.
Apenas le dio tiempo a dibujar media sonrisa, con cierta malicia y travesura, creyendo que el juego iba a durar un poco más, lo que acostumbraba, a decir verdad, pero esa fue unas de las pocas veces en que uno de los dos se dejaba de amagos y demás preliminares e iba directamente a por el "premio gordo". De todas formas, Aby no se quejó en absoluto y se dedicó de lleno en corresponder aquel beso, rodeando en poco tiempo el cuello del mago con ambos brazos. Aprovechando el gesto, la bruja decidió esmerarse más de lo normal en esas ocasiones, agradeciendo de ese modo el detalle que había tenido al regalarle el cachorro.
Entonces fue cuando el mago dibujó una delgada sonrisa, tras haber conseguido lo que quería desde un primer momento y entre unas cosas y otras, no había podido. Saboreó aquel beso como todos los anteriores recibidos hasta la fecha, al menos lo que pudo hasta que Bran, que había terminado de comerse su "premio imprevisto" volvía a estar a sus pies, queriendo llamar la atención de uno de los dos, o de los dos mismamente, soltando lastimeros lloriqueos porque a él no le estaban dando mimos. El mago al escucharlo lo ignoró por unos segundos, hasta que el perro se puso a dos patas, primero en su pierna y luego en la de ella sucesivamente, hasta que no pudo más con su propio peso y pegó el culo contra el suelo.
La bruja no se había dado cuenta de aquel "premio" en forma de corteza de pan que le había dado el moreno de ojos azules al cachorro cuando ella no miraba, de lo contrario se hubiera llevado una buena reprimenda, y no el perro precisamente. Al notarlo pululando entre sus pies y de nuevo reclamando atención, encaramándose sobre las piernas del mago y luego sobre las de ella, dio por concluido el beso, a desgana. No obstante, apenas se separó, murmurando sobre sus labios y dejando claro que no había terminado aún, que no estaba satisfecha.
—No le hagas ni caso si lloriquea... —Para dar ejemplo, hizo caso omiso del animal y volvió a atrapar los labios de Niall entre los propios, con la misma lentitud que antes.
—No pensaba hacerlo... —Ni por asomo cambiaría al perro por ella en esos momentos, habría que estar demasiado loco como para siquiera replanteárselo, pero le hizo peculiar gracia la orden que ella le indicó aunque no le diese tiempo a responder al respecto, con alguno de sus comentarios tan típicos en él. Pues la bruja se esmeró en volver a hacerle callar, como tanto esperaba él y como siempre le gustaba, nublándole a veces incluso los sentidos. Era un beso lento pero sentido, como muchos otros y los que aún estaban por llegar, así que correspondió al mismo, alzando una de las manos hasta el rostro de Abigail, mientras él ladeaba el propio y amoldó los labios a los ajenos, como si hubiesen sido creados para tal fin.
"Buen chico" pensó para sí misma al oírle, y no lo dijo en voz alta porque se encontraba ya enfrascada en un nuevo beso, que ella misma había iniciado esa vez. Que la sujetara del rostro con una mano, hizo que Abigail se pegara más a él, puesto que le rodeaba el cuello con ambos brazos. Se aseguró de no dejar ningún rincón de su boca por saborear mientras le robaba el aliento como si fuera la primera vez, aunque nada más lejos de la realidad. Bran, por su parte, se había cansado de pedir atención y no obtener nada a cambio, por lo que decidió atreverse a explorar el resto de la planta baja de la vivienda, saliendo de la cocina y olfateando todo con curiosidad en dirección al salón.
Sintió como la intensidad del gesto iba en aumento progresivamente según los segundos transcurrían y eso, inevitablemente, le hizo sonreír, como siempre solía hacer ya, sobre los carnosos labios de la bruja. Apegada a él, deslizó las manos sutil y paulatinamente hasta su cintura, dibujando por el camino su figura una vez más, y así afianzar la aproximación que ella tanto había reclamado y que él no pensaba negar. Cuando ya le fue inevitable, pues para su desgracia solo con su aliento no podía respirar, se separó mínimamente mientras fijaba sus orbes en aquellos infinitos de color Esmeralda, con ese deje de altanería que se gastaba el mago y no parecía tener fin.
—Vaya... Nos hemos levantado enérgicas esta mañana se ve... ¿Eh, fénix?
Aun sin la necesidad de abrir los ojos, notó sobre sus propios labios cómo los del moreno se curvaban en una sonrisa, aunque eso no hizo que el beso se viera interrumpido, más bien lo contrario, al igual que las manos del mago recorriendo con tiento su figura, dibujando una vez más cada una de sus curvas. Se mordió levemente el labio inferior, con sutileza, cuando se separaron para llenar los pulmones de aire, más que nada, saboreando durante apenas unos segundos aquella sensación residual que le había dejado el beso. Abrió los ojos después para dar de lleno con su particular paraíso azul.
—Será cosa de las vitaminas del zumo... O de la sorpresa. —Naturalmente que se trataba de la segunda opción. Al hacer mención, buscó al cachorro con la mirada para darse cuenta de que había salido de la cocina.— Que por cierto, no la veo.
—Pues fíjate... Que yo apostaba por el zumo. —Bromeó el mago con cierto tono irónico, meramente provocado y fingido, dejando un leve mordisco en el labio inferior de la bruja, más pendiente de ella que de nada más, al menos hasta que hizo mención a la bola patosa que tenían por la casa, la cual no estaba al alcance de la vista de ninguno de los dos, así que ladeó el rostro hacia derecha e izquierda, mirando a su alrededor, pero efectivamente, no estaba en la cocina. Y tampoco es que se le escuchase trastear por ahí que se dijera.— ¿Bran? —Alzó la voz el mago, para ver si a la llamada el perro acudía, pero ni por esas, así que echando una ojeada a Abigail de soslayo, se separó y se fue a mirar dónde estaba el susodicho. Le terminó ubicando en el salón, rondando curioso y con cierta simpatía el soporte donde descansaba Horus. Al parecer había descubierto a otro animal en la casa, y debería tener ganas de jugar con él, porque no dejaba de rondarle alrededor, e incluso se puso en pie, con ambas patas en la barra del soporte, lo que hizo a este tambalearse y que Horus abriera las alas y el pico del sobresalto, adoptando luego una postura de desconfianza y amenaza, pues el halcón era muy receloso con todo el mundo, casi tanto como el dueño, menos con él.
—¡Eh! Fuera. —Avanzó a zancadas al interior del salón y con un chasquido de dedos llamó la atención del perro, para luego señalar la puerta, donde estaba Abigail. El perro soltó un sollozo por aquel "medio regaño" de Niall y bajó las orejas, mirándole a él y a Abigail antes de avanzar hacia ella, de nuevo con las orejas bajas y el rabo por el mismo camino. Después el mago volvió la mirada hacia Horus y le acarició el plumaje, que lo tenía erizado todavía del susto.
Tras el mordisco en el labio, de no ser porque estaba ya pendiente de dónde andaba el cachorrete, le hubiera vuelto a besar, pero no fue el caso y se dedicó a buscar a Bran con la mirada. No acudió a la llamada del moreno, como era de esperar, le habían "bautizado" hacía solo unos minutos y aún no se había acostumbrado al nombre ni al hecho de que tenía que obedecer a sus dueños cuando le llamaran. Abigail salió tras el mago para buscar al animal, aunque ella se quedó en el linde de la puerta del salón cuando le ubicaron allí, observando con detenimiento el comportamiento del cachorro hacia Horus, que dormitaba en su percha. Pudo apreciar que solo le había llamado la atención, sería la primera vez que Bran veía un ave de ese tamaño y tan de cerca. Se le veía claramente curioso e incluso él mismo se asustó un poco de la reacción del halcón cuando se encaramó sobre el soporte y lo despertó. Aún era pequeño para mostrar los instintos propios de una raza dedicada a la cacería, pero en un par de meses la cosa sería distinta, por lo que la bruja decidió no intervenir frente a la pequeña reprimenda del morenazo hacia Bran, sería mejor que aprendiera a no molestar a Horus en demasía,  puesto que al crecer podría hacerle daño, incluso sin querer, jugando. Viendo que Aby no le hacía el caso que quería, el perrete se despatarró en el suelo y apoyó la cabecita sobre uno de los pies de la mujer, con carita de lástima y resignación, mientras ella suspiraba y se cruzaba de brazos, apoyando todo el peso, de costado, en el quicio de la puerta.
Niall no cesó en señalar la puerta del salón hasta que vio como el perro salía de la estancia e intentaba, por todos los medios, camelarse a Abigail con aquella cara de lástima. Puede que incluso se hubiera pasado alzando la voz al animal, pero Horus era un ave muy poco común, sin contar el aprecio que le tenía al halcón, y no le apetecía que por una tontería saliera malherido. Inspirando profundo y mirando de reojo a Abigail, ladeó entonces el rostro hacia Horus, que aún seguía con el plumaje erizado, y el mago se dedicó a acariciarle un tanto por encima para calmarlo, aunque corría el riesgo de llevarse un picotazo o un zarpazo. Si no fuese de día, le habría dejado que saliera de caza, pero no era muy común ver salir por la ventana a un halcón blanco a plena luz del día, así que, miró a la ventana y luego al animal.
—Tendrás que esperar a la noche, amigo.
Aby continuaba observando la escena sin variar la postura y haciendo caso omiso a la carita de lástima de Bran, que seguía a sus pies sin moverse y de vez en cuando soltaba algún quejido lastimero y desganado, apenas audible, muy propio de los cachorros. Pasados unos minutos más le prestaría atención, cuando estuviera segura de que había aprendido quella lección, aunque bien sabía que deberían recordársela más de una vez en un futuro bastante cercano. Hizo rodar os ojos al ver que Niall seguía centrado en el halcón, pues ella no lo veía para tanto, había sido un leve sobresalto, cualquiera diría que Bran le hubiera hecho nada más. Precisamente, la peor parte se la estaba llevando el cachorro, pero no dijo nada, comprendía que lo mimara en exceso, era su mascota, además de un ejemplar muy singular y, no solo porque lo escogió ella misma, precioso como pocos.
Tras aquellos minutos, el moreno decidió dejar tranquilo al halcón y salir del salón, cerrando las puertas y así asegurándose de que el perro no volvería a entrar. Simplemente había sido un susto, pero no le apetecía que hubiera tampoco confrontaciones entre ambos animales, porque luego la cosa se agravaría si alguno de los dos salía herido, fuese jugando o no. Y es que ambos animales, con sus propias características, podían llegar a ser peligrosos. Así que sería mejor irles enseñando poco a poco que separados se llevarían mejor. Bajó la mirada al cachorro, que seguía a los pies de Aby, y luego a ella, que no había mediado palabra alguna desde que le había seguido al salón.
La bruja tuvo que apartarse del quicio de la puerta al ver que el moreno de los ojazos pretendía cerrarlas y clausurar el salón con Horus en el interior y Bran fuera. Arqueó una ceja pero guardó silencio, pese a preguntarse para sí si de verdad creería él que iba a vetarles la entrada a esa parte de la casa durante todo el domingo, porque lo tenía crudo entonces. Si en ese momento no dijo nada al respecto, fue porque primero tenía intención de volver al dormitorio para pasar por el cuarto de baño y ducharse, entre otras cosas. Así que no necesitaba entrar en el salón en un buen rato.
—¿Piensas cerrar más habitaciones...? Lo digo por si te resulta más cómodo que me lleve a Bran a mi casa. —Trató de no sonar con ninguna dureza puesto que no le había molestado, pero sabía que no estaba en su casa, que era una invitada allí y eso probablemente se aplicaba al perro, por lo que hablaba en serio.
—Solo hoy, o hasta que se acostumbren uno al otro. —Respondió en el mismo tono que ella había usado. Al igual que ella no estaba molesto, pero no le apetecía que se enzarzaran ambos y, en ese momento, hasta que creciera un poco, Bran tenía las de perder, pudiéndose llevar un zarpazo bien rico. Luego ya la cosa cambiaría y el que tendría que andarse con cuidado sería Horus —Porque a mí no me apetece quedarme sin Halcón. Y tampoco me apetece que al perro le pase nada. —Murmuró y luego se encaminó al despacho, acordándose de Rigel y yendo a darle de comer, luego cogió la jaula y volvió sobre sus pasos agachándose y mostrándole la jaula a Bran. Mejor que descubriera al lagarto en ese momento y no curioseando la casa luego.— Ya que ha conocido a Horus...
—Como quieras... Pero en ese caso lo más lógico sería dejar a Horus en el despacho, digo yo... —Se limitó a responder, seguía pensando que no era su casa y por tanto no era quién para hacer o deshacer. Dio media vuelta, llamando a Bran para que la siguiera. El cachorrito se contentó por que volvieran a hacerle caso y se apresuró tras la bruja hasta que se topó con aquel obstáculo llamado escaleras. Dio algunas vueltas volviendo a quejarse de manera lastimera, era obvio que no le hacia la menor gracia quedarse atrás, pero tampoco subir peldaños. Cuando Niall pasó por al lado, subiendo n dirección al despacho, emitió un par de ladridos. Abigail se sentó a mitad del recorrido para esperar a que Bran subiera algunos peldaños y comenzara a perderle miedo a las escaleras. Tardó algunos minutos, durante los cuales el moreno en el despacho se dedicó a alimentar a la miniatura de dragón, pero finalmente el cachorrete subió peldaño a peldaño hasta llegar a la bruja, quien le recompensó con varias caricias y lo cogió en brazos. Ya en el piso de arriba se encontraron con el mago y la jaula de Rigel. Aby dejó a Bran en el suelo otra vez para que conociera a aquel otro inquilino, observando curiosa las reacciones de ambos animales.
No había caído en lo del despacho, hablando con franqueza, así que luego seguiría su consejo y trasladaría al halcón a dicha estancia. Guardó silencio mientras observaba como Bran daba vueltas alrededor de la jaula del lagarto, mostrando bastante curiosidad, o buscando alguna apertura por la cual hacer salir a dicho animal y jugar con él, cualquiera sabía. Hubo un momento en el que el perro se sentó y ladeó el rostro, olfateando la rejilla de la jaula, mientras que Rigel iba dando vueltas por el interior de la misma, alejándose del perro todo lo que le era permitido. Dudó unos segundos en si sacarle o no de la jaula, pero se decantó por mejor no hacerlo, al menos por el momento. Prefería probar la experiencia más adelante cuando el perro ya estuviera asentado en aquella casa.
—A este sí que tengo que mantenerlo alejado, o se lo come.
Abigail se cruzó de brazos mientras Bran se dedicaba a rodear la jaula, tratando de localizar alguna apertura por donde meter el hocico, mientras la miniatura de dragón revoloteaba inquieta en el interior. El perrete acabó sentado e intentaba colar una de sus patitas para llegar a Rigel, quien al final lanzó una pequeña llamarada hacia el intruso. Bran tardó poco y menos en dar media vuelta y corretear pasillo a través, del susto, hasta el otro extremo. La bruja frunció los labios y fulminó a Rigel con la mirada, para luego hacer lo mismo con su dueño aunque éste no tuviera culpa, antes de dirigirse hacia el cachorro y cogerlo en brazos, comprobando que realmente no le había pasado nada.
—Más bien al revés... Ese bicho quiere hacerte a la barbacoa, gordito... —Obviamente le hablaba al cachorro, mientras le dedicaba algunos mimos.
Niall aguardó en silencio observando a ambos animales, sorprendiéndose de la reacción de Rigel, porque normalmente no era así y raramente soltaba alguna llamarada, es más, era la segunda vez desde que lo tenía que le veía hacerlo, así que no pudo evitar sorprenderse, aunque la reacción de Bran le había hecho particular gracia y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no reírse delante de Abigail.
—Creo que mejor te quedas en el despacho. —Murmuró, cogiendo la jaula y volviendo a la estancia en cuestión, cerrando la puerta. Luego llevaría el soporte de Horus allí cuando él saliera de caza a la noche. Tras eso, avanzó de nuevo hacia ambos, observando al perro tal cual había hecho instantes antes ella, para ver si le había hecho algo a Bran o solo había quedado todo en un susto.
Desvió la mirada de color verde un momento del cachorro, que aún seguía en sus brazos, para depositarla en la figura del moreno, quien dirigía sus pasos al despacho para devolver la jaula con Rigel a su sitio. Cuando el mago volvió junto a ella, Bran se había tranquilizado ya y se encontraba tan a gusto en brazos de su dueña. Aby lo puso en brazos del moreno de ojos azules.
—Todo tuyo. Voy a la ducha. Te diría que me echaras una mano... O las dos, pero... —Soltó del todo al cachorro para adentrarse en el dormitorio, desabrochándose los botones de la camisa que usaba a modo de pijama.
Desvió la mirada del cachorro a ella en cuanto se lo puso en los brazos, teniéndole que sujetar con fuerza porque si no éste se caería, feliz de estar en unos brazos nuevos que no eran los de su ama, incluso llegó a darle otro lametón en la nariz, mientras Niall veía como, de forma sinuosa, Abigail se alejaba para ducharse, aunque esa vez tuviera que quedarse con las ganas de participar. Chasqueó la lengua y luego volvió la vista al cachorro, que llamaba por todos los medios la atención del mago y terminó dejándole en el suelo, mientras él se sentaba en las escaleras, apoyando ambos brazos sobre las rodillas y con la vista puesta en el perro, el cual se sentó unos segundos donde el mago le había dejado, aunque poco duró en aquella posición, porque pronto se puso de pie e hizo un amago de acercarse al moreno pero este fue más rápido y, con un chasqueo de dedos, le ordenó, señalándole:
—«Quieto» —A lo cual, Bran se detuvo pero probablemente no por la orden en sí, sino porque se había quedado mirando el dedo del mago tras el chasquido, curioso al percatarse de que su amo podía hacer ruido con los dedos, pero menos daba una piedra. Eso sí, las órdenes, no supo porqué, las estaba dando en Irlandés, así que probablemente a Bran le costaría aún más entenderle. Siguió así unos segundos más, y luego chasqueando de nuevo los dedos, llamó su atención, señalando el suelo que estaba junto al él.— «Ven» —Le indicó, solo que Bran tardó un par de veces en entender qué es lo que quería el mago, antes de despegar el culo de la tarima y trotar alegre y algo torpe hacia él, creyendo enteramente que el mago quería jugar. En primera instancia el perro se veía inteligente y obediente, pese a tener muy temprana edad y unas ansias por ver todo lo que le rodeaba, lo que causaba distracciones, pero aún así, obedecía y eso era una virtud del animal.— «Buen chico» —Le premió con voz neutra, acariciándole detrás de las orejas, mientras éste luchaba por subirse a sus rodillas.
La bruja se desabrochó el último botón de aquella prenda que vestía, y que no le pertenecía, estando ya en el interior del cuarto de baño. Dejó la misma en el cesto de la ropa, junto a la prenda interior que, naturalmente, también tuvo que quitarse antes de entrar en la ducha. Era domingo y no tenía ninguna prisa, no debía salir a trabajar ni tenía más más plan que disfrutar del nuevo inquilino de la casa, así como del dueño de la propia vivienda; por ese motivo se entretuvo cuanto quiso bajo el agua caliente, ajena a cuanto acontecía entre el morenazo y el cachorro. Al terminar, cruzó el dormitorio, envuelta en una suave toalla de algodón, para coger algo de ropa. Pese a no tener planeado salir, tampoco le gustaba ir como una pordiosera por casa, así que le llevó unos minutos escoger la combinación de prendas para ese día, como a muchas mujeres en su situación. Deshizo el camino para volver al cuarto de baño y terminar de arreglarse, especialmente la melena castaña, que tuvo que secarse bien para evitar otro resfriado. Se pasó los dedos por el cabello para dar unos últimos retoques y atusarlo un poco, dejando que la melena cayera libremente por la espalda. Ese día prescindió del perfume, el aroma que desprendía gracias a los jabones ya le resultó suficiente, sobretodo la fragancia del cabello. Volvió a atravesar la habitación, pero esa vez para salir, no sin antes coger su varita, fuese a necesitarla o no, y guardarla en la cintura de lo vaqueros, bajo la blusa. Desde allí, casi llegando a las escaleras, pudo llegar a escuchar la voz de Niall en el piso de abajo, supuso que dirigiéndose a Bran, pero no entendió lo que dijo, comprendiendo de inmediato que hablaba en irlandés. Y cómo no, aquello le gustó; de hecho, vio más que apropiado utilizar aquel idioma para darle cualquier orden al perro, aunque para ello debería aprender ella a pronunciarlas, claro. No obstante, los idiomas se le daban bien, aprendería rápido, y más si se trataba de un poco de vocabulario básico. Descendió los escalones, donde aguardaba el mago sentado al pie de las escaleras, entretenido con la bolita de cuatro patas, y se decantó por sentarse también allí, solo que situada un escalón por encima de Niall y quedando a su espalda.
—…Bu. —Musitó, con un deje más bien divertido, mientras se inclinaba para pasarle ambos brazos sobre los hombros y rodearle así, desde atrás, de modo tan cariñoso como posesivo. Bran, por su parte, parecía muy contento de volver a ver a su dueña, como si no la viera desde hacía una eternidad cuando en realidad había sido a lo sumo media hora... Larga. En lugar de subir escalones, trató de llegar a ella encaramándose sobre el regazo de Niall.
Bran había conseguido subirse a su regazo justo cuando la bruja decidió hacer acto de presencia, sentándose tras él en las escaleras, deleitándole ya de paso, todo fuera dicho, con el dulce aroma que desprendía. Ladeando el rostro hacia ella cuando le susurró el "¡bu!" sonrió con levedad.
—Vaya... Mira Bran, una fénix salvaje ha aparecido, ¿Eh? —Susurró, volviendo la vista al perro cuando el mismo, por todos los medios, intentaba subir por su pecho hacia la bruja, y terminó por cogerle para que no le arañase con tanta insistencia.— Shh, «Quieto» —Le ordenó nuevamente cuando se removía en sus manos con aire juguetón, terminando por dejarle en uno de los escalones al ver que ni caso le hacía, y dejar que fuese con Aby.
Abigail esbozó una sonrisa como única respuesta al comentario y se centró en los movimientos del cachorro, que había logrado subirse al regazo del mago con bastante torpeza, como si le pesara el culete y le hiciera resbalar al suelo. La bruja se dedicó a pellizcarle con suavidad el hocico cada vez que se acercaba a ella, trepando y saltando sobre el pecho de Niall, lo cual le pareció de lo más divertido pese a que a él no tanto, pues poco tardó en agarrarlo y darle una orden que Aby no entendió. Pudo deducir que le habría mandado parar y estarse quieto, pero no sabía con exactitud, si bien, como antes, le agradaba oír ese idioma. No obstante, Bran no pareció hacer mucho caso y en cuanto el moreno de ojos azules lo soltó, fue directo hacia ella, tratando de darle algún lametón que otro.
—¿Qué le has dicho? ¿Que me ataque a lengüetazos o qué? —Sabía que no, solo bromeaba al ver los intentos del animal mientras lo apartaba una y otra vez.
—¿Qué? —Ladeó de nuevo el rostro hacia ella, buscando sus orbes esmeralda y soltando una sonora carcajada por aquella ocurrencia. La verdad era que visto así, podía entenderse como que había ordenado eso, pero nada más lejos de la realidad.— No, le he dicho que se estuviera quieto. Nada más. —Le indicó, volviendo la vista al perro y a cómo este seguía insistiendo, con todas sus ansias, en lamerle la cara a Abigail. incluso el mago llegó a preguntarse de dónde sacaba tanta energía el animal, que no descansaba ni un momento y ni se estaba quieto. Parecía un pozo sin fondo de hiperactividad continua.— Pero como has podido comprobar... Me toma por el pito del sereno.
La chica dejó escapar también una pequeña y suave risa entre dientes, aunque en su caso fue por Bran y por cómo continuaba intentando llegar a su rostro de manera tan torpe y graciosa a la vez. Eso sí, parecía no cansarse ni tener intención de darse por vencido, por lo que Abigail utilizó al morenazo de escudo mientras protestaba, sin dejar de divertirse con la situación.
—¡No! ¡Aparta esa lengua! ¡A mí, déjame! —Finalmente, con la mano que ya no rodeaba a Niall, atrapó el hocico de Bran entre los dedos y no lo soltó, sacudiendo así su cabecita de manera suave, sin hacerle ningún daño.— ¡Que-te-estés-quie-to! Bolita rechoncha... —El cachorro protestó pero tampoco dejaba de mover el rabo con rapidez, claramente lo estaba pasando pipa con el juego. La bruja aprovechó para desviar la mirada hacia Niall, perfilando media sonrisa maliciosa, dispuesta a chincharle a él también.— Yo tampoco te haría mucho caso...
Terminó por apoyarse en ella, acomodándose mientras veía la situación en primera fila. Era algo extraño, o al menos así se sentía él, pues siempre había vivido solo, siempre había estado solo en todos los aspectos de la palabra, conocidos y por conocer. Tampoco es que hubiera sido muy amigo de la compañía, y no es que la buscase nunca, sin embargo, en esos momentos, se encontraba a gusto con una situación de las que antes, no solo veía imposible, sino que se burlaba. Hacía un par de años si le llegaban a decir que estaría compartiendo casa con alguien, y teniendo un lagarto, un halcón y un perro de mascota, su "yo" de hacía dos años se descojonaría de la risa hasta quedarse sin aire, como poco. Y luego, tal vez, haría callar a quién se lo hubiese dicho por soltar tales gilipolleces sobre él, y sin embargo, dos años después, ahí estaba, viviendo una situación de las que se burlaría, y aún actualmente seguiría haciéndolo en según qué casos, y sin embargo ni se quejaba, ni nada parecido. La voz de Abigail le sacó de su ensimismamiento y ladeó el rostro hacia ella de nuevo, alzando una ceja ante sus palabras.
—Así que no me harías caso... Vaya... Tomo nota.
Cuando el mago se recostó por completo en ella, le estrechó más con el brazo que aún le rodeaba, atrayéndolo más, si es que eso era posible. Bran trataba de atraparle los dedos a Aby entre sus menudos dientes, que no faltaría demasiado para cambiarlos y comenzar a mordisquear todo lo que pillara a su paso. La bruja ensanchó la sonrisa, sin apartar la mirada de aquellos azules y sin dejar, de paso, que el cachorro le mordisqueara los dedos pese a que continuaba haciéndole perrerías, nunca mejor dicho, con la mano libre. Negó lentamente con la cabeza, reafirmando su postura, antes de proseguir.
—Bueno, tal vez me lo pensaría si me hablas también en irlandés. Claro que antes me tendrás que enseñar. —Propuso y, aunque seguía la broma, ya dejó el terreno preparado.
—Ya veo... «Así que el fénix está celoso de que no le hable en Irlandés...» —Murmuró primero en inglés, al menos las dos primeras palabras, para luego continuar en su idioma natal, que a su entender y hasta la fecha a ella le gustaba más de lo que se imaginó en un principio. Eso sí, nunca se le ocurrió que quisiera aprenderlo, aunque fuese de pasada. Su sonrisa se ensanchó de forma ladeada, guardando unos segundos más de tregua antes de concluir.— ¿Y qué es lo que quieres que te enseñe, expresamente? —Al fin preguntó, fuese a broma o no, no le importaba seguirle el juego en ese aspecto.
Igual que había sucedido antes al oírle dar alguna orden al cachorro, esa vez tampoco entendió una sola palabra, aunque sí le pareció entender algo parecido a "fénix". Frunció el ceño levemente, tratando de descifrar el resto de palabras si se asemejaban a las inglesas, pero no tuvo demasiado éxito con ello.
—No entiendo qué has dicho... —En otras circunstancias le habría resultado molesto saber que se dirigían a ella y no comprender nada, sin embargo en aquel caso era diferente. Con Niall las cosas siempre eran diferente, así que en lugar de molestarse, la bruja se vio atraída, más si cabía la posibilidad. Contuvo las ganas de besarle para responder, si bien no pudo evitar descender las pupilas escasos segundos a los labios del moreno.— Las órdenes que le das a Bran, por ejemplo. No creo que sea muy efectivo que le hablemos en idiomas diferentes, ¿No?
—Esa es la gracia... —Musitó con cierta suspicacia, chasqueando la lengua como si le hubiese ofendido que ella no captase la gracia del asunto, pero era obviamente fingida. Fue consciente de cómo descendía la mirada de la bruja de sus ojos a sus labios, y así sucesivamente. Ante sus palabras volvió la vista al cachorro, que entonces les miraba curioso, como si entendiese o supiera que estaban hablando de él, para luego volver a fijar la mirada, entonces sí, en los labios de ella. Imaginándose  a Abigail por un momento hablando en Irlandés, cosa que no le desagradó en absoluto.— Son palabras sencillas... ¿Qué quieres enseñarle, más o menos? A parte de sentarse, dar la patita y esas moñerías.
—No, no tiene gracia... —Protestó la bruja, apartando la idea de pellizcarle puesto que aquel gesto seguramente haría que tuviese que rogar para que le enseñara el vocabulario que pedía en irlandés. Tampoco le pasó desapercibido a ella el breve vistazo que le dedicó el moreno a sus labios durante un momento, antes de formular su pregunta.— ¡Yo no digo "moñerías"! —Esa vez sí que no pudo resistirse a la tentación de darle un toque con dos dedos en el costado, pinchando. Bran continuaba mirando a la pareja, casi fascinado, con la cabeza ladeada ligeramente.— Pero dime primero lo básico, siéntate, túmbate, ven, quieto... Esas cosas.
—No he insinuado que las dijeras... Lo has dado a entender tú. —Volvió a reírse por su reacción, en verdad no lo había dicho por ella, pero de igual modo le hizo bastante gracia que se lo tomase de esa manera. Dando un respingo por el pellizco, llevó ambas manos a la ajena para detenerla y que no lo volviese a repetir tras su último comentario. Y, ya de paso, por tener la sartén por el mango, aunque fuera un poco.— Pues... "Fós" es quieto, "luí síos" es túmbate... "Tar" es venir y sentarse es "Suigh" —Le fue citando las órdenes básicas que ella quería aprender, aunque la mayoría eran verbos que, como en el Inglés, dependiendo de la frase estaban en infinitivo, o pasaban a no estarlo. Sin embargo, para eso en cuestión, bastaban así como estaban.
Abigail se removió en el escalón para cambiar la postura y quedar sentada más o menos de frente, dejando al cachorro entre ambos. Mantenía las piernas flexionadas y la espalda apoyada en los barrotes del pasamanos. Permitió que le sujetara la mano con la que le había pinchado, volviendo la palma hacia arriba casi como acto reflejo, esperando de esa manera un gesto ya característico y habitual entre la pareja. Entretanto Niall recitaba las órdenes todas del tirón, sin darle oportunidad para ir repitiendo y memorizando bien cada una de forma individual con su correcta pronunciación, ella no podía apartar la mirada de su boca mientras iba asintiendo. Se le fue dibujando lentamente una tenue sonrisa hasta que al final, no tuvo más opción que dejar escapar una risa suave y melodiosa, sin deje alguno de maldad.
—¡Eres un profesor terrible, Boswell! —Se tapó la boca con los dedos de la mano libre para sofocar aquella pequeña carcajada.— Ya no me acuerdo de lo primero... ¿Cómo has dicho? ¿"Tos"? ¿"Vos"?
Entonces fue él quién le pellizcó en los costados ante su carcajada. Obvio que no era buen profesor, de primeras a los críos ni los soportaba, y mucho menos tener que aleccionar a tantas cabezas a la vez, según quería el Ministerio. Cuando la chica dejó de reír, repitió la palabra pero más lenta y marcadamente.— Vos no... "Fós" —Remarcó la entonación y luego esperó a que ella lo repitiese, mientras veía como Bran se aburría de mirarles y volvía a querer llamar su atención desesperadamente.
—¡Boswell! —Se quejó, al tiempo que se removía para zafarse del pellizco. Se fijó bien en cómo el moreno de ojos claros articulaba aquella palabra, para tratar de imitarle lo más parecido posible. Al tratarse de un vocablo corto no le fue muy complicado, aunque lo repitió varias veces por si acaso, memorizándolo. Mientras tanto, tuvo que coger a Bran y ponérselo en el regazo para que se estuviera tranquilo, acariciándole un poco. Cuando tuvo esa primera orden controlada, "Fós", puesto que era sencilla de pronunciar, pasó a la siguiente. La pega es que no tenía ni idea de cómo era, solo que habían sido dos vocablos, por lo que le costaría más.— ¿La siguiente era...? —Dejó la pregunta a medio formular, pendiente de la respuesta del mago y su pronunciación.
—"Luí síos" —Le dictó, al igual que la primera, de forma lenta y pausada, marcando la entonación donde debía y aguardando a que ella lo pronunciase, teniendo que corregirla si lo veía apropiado, lo cual dudaba mucho, pues Aby tenía buena memoria y probablemente no necesitase más de dos repeticiones para que se le quedara, otra cosa era la entonación, que los Irlandeses tenían un tono algo especial al hablar, aunque él lo disimulase sobretodo cuando hablaba en Inglés. Sin embargo, aún quedaban retazos de su acento cuando hablaba, aunque eso no le importaba demasiado en realidad.— Luego está "Tar”, que es venir.
La bruja repetía las órdenes tratando de imitar lo más semejante posible la pronunciación de Niall, aunque era obvio que no quedaba exactamente igual puesto que en su caso tenía el notable acento británico, y corregir el acento era algo complejo y que llevaba tiempo. Sin duda, la orden que más le costó aprender fue la más larga, formada por dos vocablos, pero unas cuantas repeticiones y correcciones del moreno fue suficiente. Volvió a repetirlas todas, junto a la traducción, enumerando cada una con los dedos, para comprobar que las decía bien y que las recordaba sin dificultad alguna.
—¿Lo he dicho bien? —Sabía que sí, pero igualmente quiso la aprobación del "profesor". Bran seguía en su regazo, casi dormido y tranquilo gracias a las caricias que recibía.
Como imaginó, tuvo que corregirle un par de veces en la palabra compuesta, pero también vio que no necesitaría mucho para que se le quedase a la perfección, ante lo cual sonrió con cierto orgullo.
—Mírala... Si parece el fénix de Irlanda. —Musitó a modo de afirmación a su pregunta, pues vio apropiado el soltar un comentario suyo mejor que un simple y seco "Sí”, además de que no mentía, excepto el acento que obviamente se ganaba con el paso largo del tiempo, estaba pronunciando bien las palabras y las entonaciones, y con la primera sesión que lo hiciera así, ya era mucho.— Repítemelas antes de pasar a las otras dos… —Le pidió, pues prefería ir poco a poco en vez de soltárselas de golpe como había hecho antes, al principio.
Naturalmente, saber que hacía bien las cosas, fuera algo fácil como aprender un poco de vocabulario en otro idioma, o fuera algo tan complejo como aprender un hechizo de artes oscuras, la llenaba de cierto orgullo propio y eso sin duda se le notaría en la actitud, pero sobretodo en el brillo de la mirada y en el atisbo de sonrisa que presentaba en los labios. Tal vez fuera un retazo más que arrastraba de la infancia y la adolescencia, de aquella Ravenclaw de antaño que disfrutaba siendo la primera en resolver acertijos para poder acceder a su sala común, o tener unas notas ejemplares. Cuando el mago de ojos azules la aduló con aquellas palabras, Abigail no pudo evitar recordar toda la información acerca del Augurey, una criatura propia de Irlanda y Gran Bretaña conocida como el "fénix irlandés". Teniendo carrera en Magizoología, sabía bastante acerca de criaturas mágicas, aunque evitó darle una clase aburrida e innecesaria para él, se contentó con hacer mención porque le había parecido curioso y la vena de raven-sabelotodo a veces la poseía. Eso sí, antes de abordar ese tema recitó primero las ordenes que había aprendido hasta el momento en irlandés, tal y como él le había pedido.
—¿Sabes, por cierto, que me estás comparando con una criatura bastante poco agraciada? El fénix irlandés más parece una especie de buitre pequeño y desnutrido... Y ya no hablemos de su canto, pero que lo consideraran un presagio de muerte ya lo dice todo...
—No sabía que supieras sobre el fénix Irlandés... —Entonces sí que no pudo contener una carcajada, ya que la comparación no iba con las intenciones que ella había dicho, al menos no en un principio, pero una vez sacado el tema, el mago aprovechó para reírse a gusto, porque bien era verdad que aquel ejemplar en concreto era horrendo como poco, incluso denominarlo así era quedarse corto, así que tardó unos segundos en dejar de reírse, apartándose también por si acaso le caía represalia alguna.— Bueno... Yo sé de una fénix que también puede ser un presagio de muerte para algunos... —Susurró con tono orgulloso, refiriéndose a lo letal que ella podía llegar a ser, o mejor dicho, siempre era cuando se lo proponía.
No pudo evitar poner cara de circunstancia, abriendo los ojos de par en par. "¿Cómo no lo voy a saber? Por Morgana..." Pensó para sus adentros, aunque no dijo nada en voz alta, ni hacía falta probablemente. Hizo un mohín al verle reír largo y tendido con el asunto y, aunque no estaba ofendida de verdad, simuló estarlo y lanzarle la mirada de: "Tú sigue, que te vas a enterar de lo que vale una varita". Entrecerró los ojos levemente al escuchar aquello último, ladeando el rostro de forma mínima.
—Sí, sí... Ahora intenta arreglarlo... —En realidad tenía toda la razón, Abigail sabía perfectamente a qué se refería y estaba muy orgullosa en ese sentido de ella misma. Si tenía ego, tanto como el moreno que tenía enfrente, era en ese aspecto, en el de "cazadora". Bajó a Bran de su regazo y lo dejó en el escalón para luego señalar a Niall con el dedo, aunque miraba al cachorro.— ¡Ataca, Bran! Mira qué cosas me dice... Me compara un pajarraco feo que no deja de sollozar. —El cachorrete no entendía ni torta y les miraba a uno y a otro, comenzando a mover la cola otra vez solo porque le estaban haciendo caso y creía que querían jugar con él.
—Eh, solo estoy siendo sincero. —Alzó ambas manos cuando se percató de que no había colado el sutil halago que había soltado. Aunque tuvo instintos de volver a reírse por ello, pero no lo hizo y ladeó el rostro hacia el perro en cuanto ella le ordenó que le atacara, pero el cachorro estaba en su salsa mirándoles y no había entendido de la misa la mitad. Cosa que era normal, porque con la pronta edad que tenía el animal en lo único que debía pensar era en jugar, y en ese momento que se había percatado de que le volvían a hacer caso, más aún.— Así que pretendías que me atacase... —Entonces el que fingía estar ofendido era él, volviendo la vista hacia ella y alzando una de las cejas.— Ya sé qué orden no debo enseñarte en Irlandés... «Fénix»
Chasqueó la lengua y negó con la cabeza lentamente un par de veces, tratando de no sonreír ni lo más mínimo. "Claaaaaro, siendo sincero. Ya", estaba pensando ella para sí, sosteniéndole la mirada ya que el cachorro lo de atacar no parecía tenerlo muy controlado que se dijera, como cabía esperar a tan temprana edad.
—Bueno, para el caso que hace... Más me hubiera valido atacar yo directamente... —Bajó la vista hacia Bran, que en ese momento la miró expectante. Aby le pellizcó el lomo y estando tan rechonchete como estaba el animal ni siquiera se quejó. Alzó la mirada de nuevo en busca de los ojazos azules del mago cuando le escuchó aquella última palabra, y tuvo que morderse discretamente el labio.— Ya buscaré a quien me la enseñe, no te preocupes... —Dibujó una sonrisa con algo de malicia, sin apartarle la mirada.
—¿Ah, sí…? ¿Y de quién estamos hablando? —Alzó una ceja, tomándose aquello enteramente como un reto, pues desconocía plenamente si ella tiene algún conocido Irlandés a parte de él, y dudaba mucho que se molestara Abigail en tomar toda la calle abajo, que comunicaba con las afueras de Dublín, y le fuera a preguntar a la camarera del bar más cercano. Aunque la imagen recreada en su cabeza le hizo particular gracia, pero omitió el comentarla. Se había percatado de cómo ella antes se había mordido el labio con levedad, a lo que él correspondió humedeciéndose los propios en un mero reflejo, pero que llevaba consigo un claro mensaje.— Porque dudo que encuentres... Mejor maestro que yo, ojos verdes.
Encogió los hombros ligeramente, con aire desinteresado ante la pregunta. No es que tuviera intención de ponerse a buscar a nadie que le enseñara una palabra en irlandés, mucho menos cuando ya tenía a Niall; pero por fastidiar y bajarle los humos un poco que no quedara. Además, por mucho que se negara, ambos sabían lo persuasiva que podía ser Abigail, y especialmente con el moreno tenía un abanico de opciones bastante más amplio, y placentero sobra decir, que con los demás, lo que jugaba siempre a su favor.
—¿Por qué crees que es de tu incumbencia? Siento curiosidad... —Amplió un poco más la sonrisa estirando una comisura, sin perder aquel deje ladino, aunque estuvo a punto de borrarla de manera inconsciente al ver cómo el mago se humedecía los labios, seguramente para provocar, por lo que Abigail trató de no hacer el menor caso a la repentina necesidad de salvar la distancia en busca de algo más que un roce.— Tampoco necesito que sea mejor, solo querría de él una palabra. ¿O tal vez algo más...? —Chasqueó la lengua y se llevó los dedos a los labios, en actitud pensativa y de paso para provocar ella también, aunque en realidad no se estaba pensando nada, sino que estaba pendiente del morenazo de ojos claros.
—Uuuuuuuh.... —Siseó el mago, girándose de tal modo que estuvo sentado de lado sobre el escalón y con el rostro frente a ella, puede que hubiese dado en un punto débil suyo, los celos, o puede que solo estuviera jugando, de igual modo se tornaba divertida la situación.— Tal vez sea de mi incumbencia sí… —Susurró con cierto deje posesivo que daba paso a la imaginación, y que ella lo interpretara como quisiera. Aunque el mensaje estaba más que claro: Ella era suya, y de nadie más. Y tendrían que pasar por encima de su cadáver para poder decir lo contrario, aunque viniendo de un juego el soltar un comentario así, sería excesivo. Terminó por jugarse todo a una carta, así que acercó el rostro a ella, para dejar un suave roce sobre sus labios en un entero gesto tentador. ¿Quería buscar algo más fuera? Fuese broma o no, él mismo pensaba borrarle toda esa idea de la cabeza y, por consiguiente, ganar aquella "cruzada" que habían iniciado ambos con gusto.— ¿Segura...? —Susurró en sus labios, pero sin apenas rozarlos con nada que no fuese su aliento.
Que disfrutaba con haber conseguido sacarle a relucir aquel deje posesivo y celoso, era evidente y ya lo consideraba una victoria, por lo que no borró la sonrisa todavía. No entendía muy bien porqué aquel aspecto lo volvía tan atractivo, pero el caso es que así era y no pensaba desaprovecharlo. De hecho, tenía intención de intensificarlo y recrearse un poco más. Entreabrió los labios sutilmente cuando el morenazo se aproximó tanto como para rozárselos breve y de manera tan tentadora, para inmediatamente después volver a esbozar la misma sonrisa ladina de antes, sintiendo como su aliento aún la provocaba al hablar.— No lo sé... Dímelo tú. —Murmuró, porque a esa distancia no necesitaba más, y se aseguró de devolverle algunos roces "accidentales”.— ¿Me vas a seguir negando más vocabulario o me vas enseñar lo que te pida?
Puede que haya picado el anzuelo. Otra vez... O que se haya dejado ganar simplemente. De un tiempo a esta parte siempre acaba cayendo en las provocaciones, incluso cuando es él quién las inicia, viva la ironía. Pero es que pasase lo que pasase, siempre salía ganando y era lo que a él le gustaba. Que nunca iba a perder escogiera el camino que escogiera. Dejó un sutil mordisco en su labio inferior, conteniendo así las ganas de hacer suyos aquellos atrayentes labios, que en más de una ocasión le habían robado incluso el aliento. Y últimamente más, aunque no se hubiera esmerado en buscarle explicación.— Depende de... Lo que el fénix pida. Y si gano algo con ello o no... No pienso conformarme con poco, ojos verdes.
Si él contuvo las ganas a través de aquel suave, y más que sugerente, mordisco, Abigail tuvo que hacerlo humedeciéndose el labio. Le empezaba a costar Dios y ayuda mantenerse tan peligrosamente cerca de su boca y no adueñarse de ella, pero trató de aguantar un poco más, ya faltaba muy poco para conseguir lo que quería. De hecho, sabía que ambos lo querían por igual.
—Tampoco esperaba menos de ti... —Murmuró de nuevo contra los labios del mago, referente a su conformismo, o a la falta de él, mejor dicho. Por mucho que le pinchara a veces con eso, lo hacía precisamente a sabiendas que no le gustaba conformarse con poco, eso es lo que le hacía saltar y caer.— Veamos entonces. ¿Cómo se dice "bésame" en irlandés? —Obviamente no era una orden que pretendiese aplicar al perro, pero aun así le sacaría mucho, mucho partido. Más que al tema del conformismo. O eso creía.
Aquellos roces, por efímeros que fuesen, comenzaron a encenderle mínima y paulatinamente en lo más profundo de su ser y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no hacer aquellos apetitosos labios suyos. Pero bien era verdad que ella se lo estaba poniendo verdaderamente difícil, y más con aquel brillo que ese día desprendían aquellos dos universos esmeralda, aquellos en los que se había aventurado una y mil veces, y lo volvería hacer otras mil más o las que fuesen, pues sabía a ciencia cierta que siempre habría algo nuevo que descubrir. Sus palabras le hicieron delinear una fina sonrisa llena de altanería, de las que hipnotizaban y atraían. De esas que solo le dedicaba a Abigail, puesto que era la única merecedora de las mismas.— «Bésame» —Susurró en Irlandés aquella orden, alternando la mirada de sus ojos a sus labios sucesivamente.
Los segundos previos a la orden que había pedido traducir se le hicieron casi eternos, incluso aguantó la respiración sin apenas darse cuenta. La sonrisa que se abrió paso en los labios del moreno consiguió que la bruja terminara de aproximarse, pasando olímpicamente del cachorro que seguía esperando a que alguno de los dos le hiciera caso. Y por si acaso aquello fuera poco, escuchar cómo pronunciaba aquella palabra prácticamente la derritió. Ladeó el rostro y entreabrió los labios con el propósito de obedecer y besarle, aunque, no supo cómo, logró dejarlo solo en un amago y evitar la tentación, pues su idea era hacerle caer y no al revés. Sin apartarse lo más mínimo, repitió la orden en irlandés en un leve y sugerente murmullo. Esa sí que le salió bien a la primera, curiosamente.
Niall acercó su rostro al ajeno, entreabriendo los labios creyendo enteramente que era ella la que había caído en sus redes. Pero al parecer se equivocaba, y así lo comprobó cuando el beso que esperaba no llegó, ese por el que tanto había estado tanteando y al final, le tocaba mover ficha una vez más, irónicamente luchando una última vez para conseguir lo que era suyo. Alzó el rostro, borrando toda distancia que pudiera existir aún, y dio un mordisco al labio inferior antes de, literalmente, adueñarse de su boca, tal vez con menos sutilidad que otras veces. Pero le daba igual, ¿Por qué tenía que conformarse con esperar? Además, escucharla hablar en Irlandés, se podría decir de muchas formas pero, sencillamente le había gustado más de lo que pensó en un primer momento. Irónico que le gustase escuchar su idioma, acostumbrado a éste, cansado del mismo y que, de repente, le gustara escucharlo de sus labios.
No le dio tiempo a reaccionar o protestar por aquel leve mordisco en el labio, puesto que el mago le atrapó los labios en un beso más intenso de lo que ella esperaba, pero no tardó demasiado en corresponderlo como era debido. ¿Quién se iba a quejar por eso? Pues... Bran. El pequeño cachorro se aburría en el escalón donde se encontraba en ese momento y se aventuró hacia el regazo del moreno de ojos azules, introduciéndose por el hueco entre su brazo y la pierna. Lo que no había calculado el animal era que el trasero no le cabía, así que quedó atrancado con medio cuerpo sobre el regazo de Niall y el otro medio, es decir el trasero, fuera. Movió las patitas traseras en el aire mientras trataba de culebrear para desencajarse, cosa poco probable a no ser que el mago se moviera.
Continuó el beso que él mismo había iniciado, saboreando entonces sí sus labios, y disfrutando de las sensaciones que estos le producían, como siempre, todo lo que pudiera y más. Hasta que una inesperada distracción hizo que la mente del mago volviera a la tierra de un plumazo. Un peso inquieto le había salido entre la pierna, el regazo y el brazo, el cual soltaba leves aullidos lastimeros al verse atrapado sin posibilidades de moverse, ya fuese hacia adelante o hacia atrás, así que el mago terminó separando los labios de los de la bruja, para girar el rostro y llevarlo hacia el origen de dichos aullidos. Bran había intentado subirse a su regazo, pero no había calculado que estaba rechonchete todavía y se había quedado medio colgando, así que el mago tuvo que cogerle, con una sola mano, y ayudarle a que se sentase sobre él, claro está, cortando de ese modo el momento que estaba teniendo la pareja.
—Qué oportuno estás hecho.
Aby no tuvo más remedio que retirarse con un leve gruñido a modo de protesta, relamiéndose los labios con discreción para tratar de saborear aquella sensación residual que le habían dejado los labios del mago de los ojazos. Bajó la vista al cachorro frunciendo los labios a un lado y apoyando la mejilla en una mano, mientras observaba cómo Niall terminaba de subirlo a su regazo, aunque a pesar de aquel mohín lo miraba enternecida, no lo podía evitar con el perrete.
—Bran Inoportuno Hunter. —Le dio un toque en la trufa (nariz) con un dedo de la mano libre.
El perro movió la cola de nuevo, alegre de que, por fin, después de tanto esperar, sus dueños le hicieran caso otra vez. Le dio un lametón al mago en la mano, y luego intentó hacer lo mismo con Abigail cuando le golpeó la nariz con el dedo, la cual el perro arrugó, estornudando después por el posible cosquilleo que ella le había provocado, desistiendo entonces en darle el supuesto lengüetazo. Los segundos restantes se dedicó a buscar sitio en el regazo del mago donde poder apalancar el culete rechoncho que tenía, apoyando la cabeza al final sobre la camiseta de Niall, desviando la mirada de uno a otro sucesivamente, desde su perspectiva.
—Te ha gustado entonces, ¿No? —Sabía que sí, pero de igual modo decidió preguntar, mientras pasaba los dedos por detrás de las orejas del animal. Solo por asegurarse, tal vez.
—No, no. Babas a mí no, que ya me he duchado, gracias. —Bromeó la bruja, aún con la mirada color verde puesta sobre el cachorro y apartando la mano fuera del alcance de su hocico y, por ende, de su lengua. Observó cómo el animal se ponía cómodo sobre el regazo de Niall y éste le dedicaba alguna caricia tras las orejas. Lo bueno es que no parecía que le tuviera alergia, como le pasaba con los gatos, supuso que por eso habría escogido regalarle un perro en lugar de otro gato. Y era agradable no verle arrugar la nariz constantemente y estornudar a cada poco. Al oír su pregunta, decidió contestar con la picardía habitual, alzando la mirada en busca de los ojos azules del mago y pincelando un indicio de sonrisa que pronto se pronunciaría.— Mucho. —Hizo una muy breve pausa antes de proseguir, ensanchando entonces la sonrisa.— Y Bran también...
Cuando el mago paraba de realizarle caricias tras las orejas, Bran alzaba el morro y buscaba su mano, como indicándole de ese modo que no parase y que siguiera haciéndole mimos. Claro, el jodío encima de un regazo, junto a sus dos dueños y recibiendo caricias gratis, demasiado idiota sería si se quedase quieto, y ese gesto le gustó al moreno, el perro no se conformaba con poco, así que sonrió con suspicacia mientras alzaba la mirada hacia Abigail, que le confirmaba que le había gustado tanto la sorpresa, el gesto, como el animal en sí, simplemente con la sonrisa que dibujó y que el moreno tanto conocía.
—Es bueno saberlo. —Respondió en un leve susurro. Bien era verdad que se culpaba aunque fuese mínimamente de que su anterior mascota hubiera muerto, no es que sintiera devoción por aquel maldito gato, pero sabía el afecto que le tenía ella al animal, y de forma directa o indirecta, el gato había caído por culpa de él y los tejemanejes que se traía con aquellas bandas contrabandistas. De ahí que quisiera enmendar aquel imprevisto error (Que no le iba a quitar el sueño, por supuesto) con una nueva mascota, a la que ya de paso, no sintiera desprecio ni mucho menos alergia.
—De todos modos, no tenías porqué traerlo. Pero gracias. —Abigail paseaba la mirada del animal al mago y viceversa sin mucho más que decir. Al igual que ocurría con sus disculpas, que eran tan poco habituales, con el agradecimiento pasaba lo mismo, por ese motivo precisamente era una evidencia que, cuando sucedía, era con total sinceridad. Ella en realidad no culpaba a Niall por la pérdida de su gato, ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Tal vez, de saber que él sí se lo había planteado, le hubiese quitado esa idea de la cabeza de un golpe de varita. Ella hizo lo que hizo por decisión propia, sabiendo dónde se metía y, pese al hecho de haber perdido a su anterior mascota, no se arrepentía de nada; volvería a hacerlo si fuera necesario. Ya había dado por sentado hacía tiempo que por Niall, su halcón, haría cualquier cosa aunque eso supusiera correr riesgos o que peligrara su vida, como ya fue el caso. Y dado los últimos acontecimientos, sabía perfectamente que era algo recíproco, pensamiento que la llenaba en más de un sentido y que jamás había creído posible hasta conocer al moreno de ojos claros. No conocer la superficie donde la mayoría se quedaba, sino conocer a la persona que había debajo de todas aquellas fachadas.
—Lo sé, pero era necesario. —Respondió, al igual que él pensaba que no había sido necesario que ella corriera el peligro que corrió por él, solo por sacarle de aquella cárcel alejada de la mano de dios. Nunca le había preguntado qué más cosas tuvo que hacer y a esas alturas, le venía dando igual, estaban en ese momento allí y era lo único que le importaba. Pero seguía pensando en el fondo que, aunque ella movió cielo y tierra por él y que él haría lo mismo por ella, no debió arriesgarse tanto, pero comentarlo sería entrar en un debate eterno que probablemente no acabase bien.— Por cierto, hay alguien interesado en tu casa, pero no he movido nada de momento. —Ya que la casa realmente no era suya, así que no tenía derecho a llevar a nadie a que la viera, sin el previo consentimiento de Aby antes, aunque suponía que querría ser ella misma la que la enseñase, como era lógico y normal.— Quiere ir a verla, a poder ser, esta semana. Al parecer le urge.
Aby se limitó a suspirar y bajar la mirada al cachorro de nuevo, alargando una mano hacia él para rascarle el, todavía, pequeño hocico y luego bajo el mismo, para no entrar en una discusión absurda sobre la necesidad de sustituir a su mascota, sabiendo que no iban a llegar a puerto alguno siendo los dos tan tercos. Y, al fin y al cabo, ya estaba hecho y no pensaba desprenderse de aquel cachorro, ya era uno más pese a llevar solo unas horas con ellos.
—Bien, pues tendrá que ser al mediodía o a última hora de la tarde. Si tanto le urge que se adapte. —Anunció sin apartar la atención de Bran, no obstante buscó los ojos del moreno antes de proseguir.— Dime que no lleva niños de por medio... Odio enseñar la casa con críos por ahí correteando, tocándolo todo y berreando.
—Por eso no le dije nada. —Porque era ella la que tenía que decidir cuándo y cómo, vamos, venía a ser lo normal ya que era la que enseñaba la casa. Y aunque no lo pareciese, a él también le había inquietado y molestado al mismo tiempo tanta urgencia. La gente debe ser que no sabe que los demás trabajan, aunque por entonces él no, pero Abigail sí, y que tienen que estar a disponibilidad del mundo o algo por el estilo. Si no fuera por que querían vender la vivienda, Niall les habría dicho cuatro cosas, pero en aquella ocasión tuvo que morderse la lengua. —No, que yo sepa. Parece una pareja joven, tampoco les pregunté mucho sobre sus vidas. Simplemente les hablé de la casa y que estaba en Hogsmeade, cosa que les gustó. Así que si no tienen niños, imagino que querrán tenerlos en un futuro, total, el colegio lo tienen al lado. —Explicó sus suposiciones en base a lo que había visto de ellos, aunque dudaba que fuesen de interés de la bruja, de igual forma se las dijo por si acaso, pues también tenía el derecho de vender la casa a quién ella quisiera.— Se lo diré, y si no les gusta… Pues lástima, pero es lo que hay.
—Pues bien por ellos. —Se encogió de hombros haciendo una mueca. Efectivamente, se la traía al fresco lo que hiciera aquella pareja luego, si es que terminaban comprando su casa. Aunque no podía negarse que las opciones más probables para que aquellas personas, o cualquiera, se mudaran a Hogsmeade, eran dos: La cercanía de la escuela de magia y hechicería Hogwarts o, como fue en su día el caso de Abigail, la inexistencia de muggles en aquel pueblo.— Si no les gusta, que tengan suerte encontrando otra casa en venta en Hogsmeade. —Añadió la bruja, pues era un pueblo no demasiado grande que se dijera y no era habitual ver allí viviendas en venta, era más común que se heredaran de padres a hijos.— ¿Cómo vas tú con la de Londres? —Preguntó con cierta curiosidad.
Sonrió ante sus contestaciones, replanteándose la idea de ir con ella solo para ver cómo se desenvolvía con aquella pareja que, ya fuese a propósito o sin querer, tantos quebraderos les estaban dando, y solo para ver la vivienda, a saber cuántas pegas más sacarían al entrar al interior. Abigail era capaz de espantarles a golpe de varita si eso ocurría, y aquella imagen se le antojó bastante graciosa al ser recreada en su mente, cosa que no pudo disimular con la sonrisa que se le dibujó.
—¿Eh? —Preguntó, volviendo al presente de forma instantánea, y dejando a un lado cualquier imagen cómica que pudiera tener en la mente en esos instantes.— No mejor que la tuya, al ser un barrio muggle muy pocos magos están dispuestos a pagar por ella. —Se encogió de hombros, la verdad es que él tampoco la compraría, si lo hizo en su momento fue por la propia tapadera que podía tener al vivir allí, pero entonces de poco le servía aquello, y muy pocos magos eran dados a convivir con muggles, por muy defensores que fuesen de ellos, o no lo fuesen.
Abigail alzó una ceja a modo inquisitivo al verle sonreír de aquella forma, como si se estuviera conteniendo para no echarse a reír, y no sabía el motivo, pues tampoco creía haber dicho nada tan gracioso. De todas maneras, si él supiera de algunas anécdotas con la venta de la casa tendría para reírse un buen rato. Cuando se cansó de darle mimos al cachorro, que continuaba acomodado sobre el regazo del mago, se rodeó las rodillas con ambos brazos. Al oír que él tenía la misma suerte, o casi peor, con la vivienda inglesa, Aby no pudo evitar mofarse.
—Solo a ti se te ocurre comprar una casa en mitad de un barrio muggle... ¿Cuántos puntos le otorgamos, Bran? —Cuestionó desviando la mirada al perrete, haciendo alusión a los puntos con los que se premiaba a los alumnos en Hogwarts.— ¿Veinte? ¿Treinta? —Sonreía de forma maliciosa mientras retenía ella esa vez una pequeña risa.
—Vale, vale. Fue una mala inversión. —Reconoció el mago, observando la escena entre el cachorro y la bruja, el como se decantaban por los puntos que le pondrían vete a saber por qué, así que aprovechó para pellizcarle uno de los costados en represalia. Sí era verdad que el barrio dejaba mucho que desear, pero por eso lo eligió, porque nadie que le conociera de verdad le buscaría precisamente allí, a sabiendas del recelo y repulsión hacia los muggles que tenía. Pero ya la vivienda no le servía de nada así que, ¿Para qué mantenerla o seguir allí? Teniendo la que heredó de su padre a las afueras de Dublin, la que estaba protegida y nadie más a excepción de su madre, Gwen y Aby conocían su localización.— Terminaré vendiéndosela a unos muggles solo para quitármela de encima. Porque si no a este ritmo, la heredará Bran. —Bromeó con mofa, pasando la mirada al cachorro que había fijado la atención en él a escuchar su nombre.
—Y tan mala... —Volvió a pinchar Abigail, se habría levantado rebelde. Pero aquello le costó un pellizco bajo las costillas y el consiguiente calambre que le hacía cosquillas. Se quejó, frunciendo los labios después para evitar que se le escapara el aire y la risa, al tiempo que se apartaba todo lo posible, aunque la escalera no le permitía moverse mucho, por lo que terminó subiendo el trasero al peldaño de encima, como si eso fuera a servirle mucho si Niall decidía atacar de nuevo con los dedos.— Aaaah, no. A Bran no se la endosas, búscate a otro pringado. Tu miniatura de dragón, por ejemplo.
—Eh, pues mi miniatura de dragón casi le fríe los bigotes a Bran. —Respondió, mientras cogía al perro con uno de los brazos y subía el peldaño que ella había anteriormente subido, alejándose de él, dándole a entender de ese modo que podía huir lo que quisiera, que no iba a servir de nada. El perro, sin embargo, alternó la mirada de uno a otro, como si se preguntara a qué venía ahora el moverse y subir escalones con el culo. Incluso aprovechó para saltar del brazo de Niall a su hombro y de ahí al regazo de Abigail, dejando algún que otro lametón por el camino cuando le fue posible, aunque todo había que decirlo, casi se escoñó él solo al saltar, porque no tenía las distancias bien calculadas, o el peso del culo, a saber.
Entrecerró los ojos y frunció los labios levemente antes de contestar, fingiendo que hablaba en serio aunque, obviamente, no tenía intención de hacer nada.
—Hmm. Si lo intenta de nuevo, lo haré vuelta y vuelta a la parrilla y te lo serviré para cenar. —No se movió cuando él se sentó en el mismo escalón donde ella estaba, de hecho tenía intención de aproximarse con cierto aire desafiante y tentador pero, lamentablemente para ella al menos, Bran interrumpió el gesto saltando torpemente a su regazo. Abigail tuvo que sujetarle el trasero, cogiéndole la cola y alzándolo estirando de la misma, para que no aterrizara en el suelo.— Estás un poco rechonchete para ese complejo de perro volador que tienes... Por no mencionar la falta de alas.  —Hablaba mirando al cachorro, aunque no la entendiera ni pudiera contestar, claro.
—Ya me gustaría verte a ti echar mano a los fuegos. —Murmuró refiriéndose a la cocina. No es que fuesen los dos unos expertos en la elaboración de comidas, pero normalmente el que hacía todo era él ya que Aby se pasaba el día fuera en el Emporio. Se levantó para esquivar el posible ataque que ella pudiera darle tras eso, con una risotada de entera mofa y se quedó mirándola al pie de la escalera.— Bueno... Mientras el fénix me asa a la mascota vuelta y vuelta, voy a darme una ducha, lástima que no puedas acompañarme. —Murmuró el mago, desabrochándose los botones de la camisa mientras la miraba con gesto pícaro y vengativo, pues ella había hecho lo mismo anteriormente y se había guardado aquella jugada para el momento propicio, que era justo ese. Frunció los labios mientras pasaba por su lado, subiendo escaleras arriba para darse la ducha y cambiarse. Luego aprovechando que seguía siendo Domingo, pasaría el resto del día con ella, pues entre semana, como siempre, poco o nada la podía ver.
[Fragmento editado de rol con: niallboswell]
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abigailhunter · 10 years ago
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Excursión a Las Fuentes de Luz
Habían pasado bastantes días de tregua, por así decirlo, desde aquel encontronazo en aquellos almacenes abandonados. Y al parecer, el orgullo de la banda restante seguía herido, pues había días que podían vivir en completa tranquilidad y otros en los que más de un inepto pensaba que si todos juntos no pudieron contra ellos dos, separados y desplegados sí podrían, así que el mago se dedicaba a carcajearse mientras iba borrando del mapa a cada imbécil que se le acercaba, al igual que Abigail seguramente estaría haciendo lo mismo.
Ese día, sin embargo, era uno de esos días tranquilos en los que los ratones se reunían refugiados en su ratonera, si es que quedaba alguno ya. Por lo que, mirando la hora en su particular reloj, decidió desayunar y presentarse en el Emporio de la Lechuza, ya que ese día Aby había madrugado antes y no desayunaron juntos como solían tener costumbre, se ve que al mago se le pegaron las sábanas. Por ese motivo fue directo a la lechucería, pese a estar ella en plena jornada laboral y probablemente la pillara ocupada, con la tienda repleta de clientes impacientes agotándole la paciencia, que de por sí poca ya tenía.
Y como si fuera clarividente, al llegar al Emporio había una buena multitud esperando a ser atendidos, por lo que de mala gana el mago se cruzó de brazos junto a la puerta bufando con cierta exasperación. Odiaba las multitudes, nunca había sido un secreto, sin contar que también odiaba que por culpa de gente como esa le tocara esperar. Así que con cierta indiferencia, miró de nuevo el reloj y luego se aclaró la garganta aprovechando que Abigail estaría en la trastienda, buscando tal vez algo que el cliente al que atendía le hubiera pedido, y así decir con voz neutra pero firme:
—Ayer me contaron que se escapó una pitón reticular y que aún no la han encontrado... Dicen que es muy venenosa. —Esas últimas palabras las siseó con fingido temor y misterio, aunque quien tuviera dos dedos de frente sabría que una pitón no era venenosa, sino constrictora. Pero le hizo gracia ver cómo el bulo se iba transformando según iba pasando de boca en boca de atrás hacia adelante, hasta que prácticamente todo el establecimiento se quedó vacío, a excepción de él.
Sonriendo con victoria, cerró la puerta, intentando no hacer sonar la campanita que anunciaba la llegada de un nuevo cliente, y puso el cartel de "CERRADO" antes de caminar hacia la trastienda, asegurándose de borrar esa media y fina sonrisa que se le había dibujado por la estupidez e incompetencia de la gente, dedicándose a buscar a Abigail y sorprenderla, a poder ser, sin que quisiera matarlo del susto a golpe de varita.
La lechucera había tenido que madrugar más de lo habitual ese día para pasar por uno de los criaderos de aves con el que tenía negocios, necesitaba varios ejemplares para "repoblar" el Emporio de la Lechuza, y con lo controladora y perfeccionista que era, le gustaba examinar a los animales y escogerlos ella misma. Normalmente le costaba mucho madrugar, la ponía de muy mal humor, pero en los últimos días se había acentuado, no sabía si es que no descansaba bien, o le faltaban horas de sueño. El caso es que iba más cansada de lo habitual, pese a que no tenía intención de admitirlo ni de broma. Por suerte, ese día no se había encontrado con ninguno de aquellos inútiles de la banda que todavía quedaban en pie. A veces se dedicaban a acecharla al abrir el negocio o bien al cerrar a última hora del día. Acecharla, a ella, a la cazadora. Naturalmente aquellos pobres no tenían ni la menor oportunidad, y mucho menos yendo solos o en parejas... Abigail se encargaba en menos de diez minutos y sin dejar prueba o rastro alguno, ni siquiera le suponía un reto, más bien lo contrario. En ese momento se encontraba en la trastienda del negocio para recoger un precioso ejemplar de Tyto Alba que uno de los clientes había apartado el día anterior. Al dar media vuelta casi chocó de bruces con el mago, quien una vez más se había encargado de vaciar la tienda de manera poco ortodoxa, por así decirlo. La lechuza se removió inquieta dentro de la jaula que a Aby casi le resbala de las manos.
—¡Niall! ¿Se puede saber qué haces aquí dentro...? Tengo gente esperando...
No dio ni tres pasos cuando se topó de bruces con la bruja, que portaba una jaula bastante grande en los brazos. Más que asustarse se sorprendió de encontrarla de bruces y el aleteo asustado del "bicho" le hizo alzar una ceja y apartar un tanto la cara de la jaula. Fijó la mirada en la mujer y en cómo alegaba tener gente que ya prácticamente ni existía, y dibujó, cómo no, una particular sonrisa que luchó por ocultar.
—Cuando he llegado no había nadie. —Mintió descaradamente y como un bellaco, fijando sus orbes en los ajenos y siendo entonces consciente de la cara de cansancio que se gastaba ese día la bruja, pues no había tomado cuenta de esas tenues ojeras hasta que la vio, así que cualquier amago de sonrisa se borró paulatinamente, mientras terminaba de escrutar su rostro.— ¿Estás bien?
—Estás de broma... —Arqueó una ceja de manera incrédula, antes de asomarse a través del umbral de la puerta de la trastienda, por lo general abierta siempre para ir venir y venir cuando le era necesario. Se giró para mirarle después haciendo una mueca al fruncir los labios y entrecerrando sutilmente los ojos.— Te parecerá bonito, espantarme la clientela... —No lo dijo a malas, así que su tono de voz tenía más deje de broma que de seriedad o reproche. Volvió sobre sus pasos para dejar la jaula con la lechuza sobre la sencilla mesa de madera de la trastienda, junto a un par de jaulas con ejemplares más jóvenes que todavía no podía poner a la venta.— ¿Qué? Sí, ¿Por? —Respondió una vez volvía a encararle, arrugando levemente el ceño. No se había dado cuenta de que aquel cansancio que acumulaba se le estaba empezando a reflejar en el rostro.— He madrugado más de lo normal, es todo. —Y no era mentira.— Y… no me traes café, mal. Muy mal, halcón...
Niall se apartó extendiendo una de las manos hacia el exterior, para que saliera a comprobarlo si así lo quería, quedándose pegado a la pared para que pudieran pasar tanto ella, como la jaula que llevaba en brazos. Cuando se dio la vuelta y dedujo que había sido él, volvió a dibujar una sonrisa reveladora, a la par de que alzó las manos para excusarse, si acaso aún era creíble.
—Yo me lavo las manos... —Indicó, dejando que pasase de nuevo por su lado para dejar la jaula y una vez se deshizo de ella, el mago se acercó por detrás y fue a rodear su cintura con las manos, pero al ver que se daba la vuelta y le encaraba, detuvo sus intenciones y terminó metiendo las manos en los bolsillos. No la creyó en referencia a su cansancio, pero decidió no indagar de momento puesto que había venido a distraerla un rato, o que se despejara, así que ladeó el rostro dibujando una sonrisa sutil.— Vaya... eso puede arreglarse, fénix...
—Hmm... —Se cruzó de brazos, aunque salvó la poca distancia entre ambos hasta casi, casi, tocarle con el propio cuerpo. Abigail mostró igualmente un indicio de sonrisa en los labios justo antes de iniciar su particular pasatiempo, esa vez el turno de reclamar le tocaba a ella, puesto que era quien lo estaba comenzando, y al mago le tocaría hacerse el olvidadizo, si es que le apetecía jugar o tal vez se limitara a darle lo que iba a pedir, sin más, como pasaba algunas veces, aunque muy pocas e inesperadas.— Pero antes me puedes dar mis buenos días, ya que estás aquí... —Y además, al haber madrugado ella tanto ese día, no quiso despertarle para despedirse.
Sonrió de forma inevitable cuando se acercó hacia él, casi, casi, rozándole pero sin llegar a hacerlo, comenzando un juego que siempre les mantenía entretenidos, del cual eran únicos participantes y siempre luchaban por repetir, pues era de gusto de ambos. Sin embargo, ese día Niall iba a jugar una baza diferente, iba a tomar un camino nuevo ahora que se le había brindado la oportunidad, por lo que, aprovechando la cercanía que la bruja se había empeñado en crear, llevó las manos a su cintura y la terminó de juntar contra él. A todas luces daba sensación de que había captado el mensaje ya que, con esa sonrisa cómplice, pícara y altanera, desvió la mirada a propósito de sus ojos a sus labios antes de acercar el rostro al ajeno, y así dejar sutiles e intencionados roces sobre sus labios al hablar.
—Tus... ¿Qué? No te... He escuchado bien... Fénix.
Se sujetó suavemente a los brazos del moreno cuando la atrajo hacia él por la cintura, eliminando cualquier nimia distancia entre ambos y pegándola así a su cuerpo. Mantuvo el rostro ligeramente alzado para mirarle, por la diferencia de altura, y cuando reparó en que aquellos iris de color azul descendían para mirarle los labios, se los humedeció totalmente a propósito, una primera y sutil provocación, aunque se reservaba otras, sabiendo entonces que sí se haría un poco de rogar. Entreabrió sutilmente los labios cuando notó aquellos roces sobre los mismos, al mismo tiempo que el anhelo de besarle iba en aumento. Por si eso fuera poco, la fragancia que desprendía Niall, la habitual que a ella tanto le gustaba, intensificaba aún más esa sensación pese a que ya estaba acostumbrada a ese olor. Ladeó el rostro hacia el otro lado, sin apartarse, rozando con suavidad la punta de la nariz ajena con la propia y buscando más de aquellas caricias con los labios cuando ella habló.
—Me has escuchado perfectamente, halcón...
—Hmm... Puede ser... —Dejó caer la posibilidad de que sí, la había escuchado, aunque era obvio que ya se sabía de antemano que era así, solo era un mero motivo por el cual deleitarle con más roces, intentando evitar lo inevitable a corto plazo pero... ¿Realmente quería retrasarlo? Ese día la verdad es que no, por lo que tras aquellos roces, terminó afianzando la unión con un suave y firme beso, con lentitud, dedicándose a saborearlos al menos en lo poco que el mismo duraba. Cuando creyó que podría darse por satisfecha se separó, aunque en el fondo supo que no iba a conformarse con uno solo, era demasiado tiempo ya como para no conocerla, así que no es que rompiera mucha cercanía uno del otro.
Le sorprendió un poco que tras unos cuantos roces más, le concediera sus 'buenos días' sin ponérselo más complicado. No obstante, no se iba a quejar por eso, ni mucho menos. Al igual que hizo él, Abigail saboreó sus labios mientras el beso duró, antojándosele bastante breve cuando el mago de ojos azules decidió darlo por terminado. Reparó en que tampoco se apartó mucho, así que sabría que ella no se conformaría solo con aquello, la conocía demasiado bien y no era para menos a esas alturas. Seguramente la conocía incluso mejor que ella a sí misma, y no era algo que la desagradara, al contrario, la misma bruja había permitido que eso pasara, siendo algo recíproco, o al menos eso le gustaba pensar. Justo alzó los talones del suelo para llegar otra vez a los labios del morenazo cuando el leve sonido de la campanilla de la puerta, que anunciaba su apertura, captó su atención y detuvo el gesto. Ladeó el rostro un momento, prestando atención y permaneciendo en silencio. Recordaba que la última vez que Niall se las había ingeniado para vaciar la tienda, puso el cartel de la puerta exponiendo la cara de 'CERRADO', y en ese momento daba por hecho que hizo lo mismo, por lo que nadie debería haber entrado. Eso solo dejaba una opción... Volvió a fijar la mirada en sus ojos y se llevó el índice a los labios, indicando silencio, pese a darse cuenta de que él ya había comprendido también qué sucedía.
El mago se encontraba ya acercando de nuevo el rostro hacia ella, hacia aquella mujer que le nublaba los sentidos, cuando un tenue tintineo llamó su atención. La campanilla de la puerta había sonado, anunciando la llegada de alguien, a lo cual él frunció el ceño con desconfianza, había dejado el cartel de cerrado y al no verse a nadie en el interior desde fuera no tendría por qué haber entrado nadie, así que captó a la primera el mensaje de Abigail cuando se llevó el índice a los labios, ya que probablemente estuvieran pensando lo mismo. Con un discreto asentimiento de cabeza, le dio por entendido su mensaje y pronto desenfundó la varita, avanzando un par de pasos con la misma en ristre, con claras intenciones de asomarse muy disimuladamente.
Abigail no se demoró mucho más en sacar su propia varita del bolsillo, mientras se asomaba con cuidado a través del umbral. Probablemente quien o quienes hubiesen entrado en el Emporio esperarían encontrar a la bruja sola, sin más compañía que las lechuzas, así que podrían aprovecharse de ese error. La pega es que Aby debería hacer de 'cebo' y era una idea que nunca le había gustado demasiado, era el papel menos entretenido y atractivo para ella, pero la alternativa le dejaría la tienda hecha un desastre y cabía la posibilidad de perder alguna lechuza sin querer, así que suspiró y se resignó, empujando suavemente a Niall para que quedara totalmente pegado a la pared, junto a la puerta de la trastienda, gesticulando con el índice para que aguardara allí y pudiera sorprender a quien se adentrara en busca de la lechucera, quien dio media vuelta y se aproximó a la mesa donde estaban las tres jaulas, con sus respectivos ejemplares dormitando en el interior. Quedaba de espaldas a la puerta que daba a la tienda, por donde ya avanzaba uno de los asaltantes, como si estuviera haciendo alguna de sus labores.
Miró de nuevo a Abigail cuando le empujó, apartándole con delicadeza de en medio para asomarse ella a través del umbral. No le gustaba ni un pelo que se expusiera ella y no él, y no porque no confiase en ella, pues sí lo hacía, en ella y en sus capacidades para defenderse, de quién no se fiaba era de quien hubiera entrado pese a las advertencias, o ellos si eran más de uno. No le apetecían más sustos y en ese aspecto Aby se estaba arriesgando demasiado, pero de igual modo inspiró profundo, confió y aguardó sin moverse. Desde su perspectiva podía verla a ella y sorprender a quienes entraran a la trastienda, que al parecer, por el momento solo era uno. Pues la nueva estrategia de aquellos pipiolos era que entrase uno y esperase otro afuera. Sí, iban mejorando considerablemente... Nótese el sarcasmo de la frase. Y para más gilipollez la suya, el visitante iba con la varita alzada hacia Abigail.
La lechucera tenía la varita firmemente sujeta entre los dedos, esperando en silencio a que el iluso se acercara a ella, esperando sorprenderla, cuando pronto se daría cuenta de que estaba muy equivocado y de que aquello había sido la peor idea, además de la última. Se mantuvo aún impasible cuando lo sintió a su espalda y le permitió que la amenazara llevando la varita a su cuello, como solían hacer, nada novedoso. De ese modo a la mujer de ojos esmeralda le resultaba más gratificante, dejar que paladearan el sabor de la victoria escasos segundos para luego borrar todo rastro de ella en un abrir y cerrar de ojos, como fue el caso. Ni siquiera se molestó en usar su varita, sino que giró con la misma celeridad que le agarró de la muñeca para desviar en primer lugar la varita del atacante, e inmediatamente después retorcerle de tal modo la articulación que tuvo que dejarla caer al suelo e incluso arrodillarse del dolor. Para regodearse un poco más, con la varita en la izquierda le apuntó para silenciarle y dejar de oír aquellos lamentables y agudos quejidos. Entonces se permitió centrar su atención en Niall y en lo que él hacía.
Niall aguardó con la varita en alza y manteniendo el silencio. Cuando Aby se giró para mirarle, el mago se encontraba aún con la espalda pegada a la pared, esperando a que el segundo atacante hiciera acto de presencia,  mentón y hombros erguidos y una mirada bastante fría y penetrante que helaba los huesos y hasta el alma si fuera menester. Era muy… ¿Rencoroso, podría ser la palabra? No exactamente... De igual modo, miraba con repulsión al que entonces estaba arrodillado en el suelo gracias a las siempre efectivas maniobras de Abigail. No le sonaba el rostro del tipo, no demasiado al menos, pero nadie más iba en contra suyo, así que la única explicación es que fuese un novato. Chasqueando la lengua con indiferencia hacia el susodicho, desvió la mirada hacia la puerta, de soslayo, y vio a la otra figura que ya se dirigía con rapidez a la trastienda, pero que al comprobar que la lechucera había inmovilizado a su compañero no tardó en dar media vuelta para huir de aquel mismo destino. Niall observó a aquella presa, que no había reparado en él como cabía esperar, para hacerse con la mayor de las sutilezas con aquel otro idiota, como un halcón que acecha a su presa y está a punto de lanzarse a por ella.
La bruja no dejaba de hacer presión en la sujeción del primer atacante, manteniéndolo de ese modo de rodillas y con una expresión de dolor constante, aunque poco a poco la iba mudando a una de auténtico pavor. El necio echó varias miradas hacia atrás al ver que Niall se dirigía a la puerta y quiso advertir a su compañero, aunque seguía silenciado por el encantamiento de Aby y no pudo llevar a cabo tampoco esos planes, pues de su gaznate no salía voz alguna. Estando en el Emporio, situado en el Callejón Diagón, ambos debían andarse con cuidado de no hacer nada que pudiera alertar a los transeúntes que recorrían esa calle, les podrían ver a través del escaparate incluso, así que nada de llamar la atención. Abigail aguardó en silencio a que el moreno de ojos claros se ocupara discretamente del tipo que ya estaría a la altura de la puerta, pese que ella desde la trastienda no lo podía ver.
Fue tan sigiloso que ni una sola tarima del suelo crujió a su paso, situándose tras la puerta y entreabriéndola lo suficiente para poder apuntar con la varita, pues el segundo agresor justo acababa de salir. No podía obligarle de forma física a entrar o llamarían la atención no solo de los transeúntes, sino de algún Auror, así que con un efímero pero firme susurro dictó:
—"Imperius”. —Ordenándole así cuando se hizo con el control de su mente que entrase en el interior de la tienda por su propio pie como quién iba a comprar, antes de que pudiera desaparecerse, y que no se detuviera hasta llegar a la trastienda. Una vez el "refuerzo" obedeció, Niall volvió a cerrar la puerta y se volvió hacia Aby y el otro, estando su presa bajo el influjo de la maldición imperdonable y sin riesgo a que hiciera ninguna tontería, ya que tenía perfecto control de su mente, no es que fuera de las más poderosas así que no le suponía esfuerzo alguno.
No llegó a oír qué clase de hechizo murmuraba Niall pero cuando vio que aquel tipo de la puerta entraba como si nada y se dirigía a la trastienda sin rechistar o posar la vista en nada más que no fueran sus pasos, supo que estaba utilizando su maldición 'estrella'. Sin mediar aún palabra, hizo que el otro hombre se levantara, tirando de él, y sin deshacer la sujeción la trasladó a su espalda, no solo torciéndole así la muñeca sino todo el brazo. Si no obedecía, ejercería más presión y el dolor sería mucho peor, pudiendo desencajarle el hombro directamente. Sin embargo no hizo falta y se encaminó al centro de la estancia, junto al otro, donde Abigail lo soltó. El tipo se frotó el brazo y la muñeca, tratando de moverlos, pero era evidente que todavía le dolía bastante, cosa que a la lechucera le daba completamente igual, por lo que no tardó demasiado en patearle tras la rodilla para que volviera a hincarlas en el suelo, como creía debía ser y estar, por debajo, como la escoria que parecía ser. Lo rodeó y se dirigió al frente, apoyando la parte baja de la espalda en el mobiliario del escritorio.
El moreno de ojos azules caminó también hacia la trastienda, en la retaguardia por si acaso aparecía alguno más que no les sorprendiera por la espalda como habituaban a hacer, hasta llegar hasta la bruja, cerrando la puerta tras de sí una vez entró. No medió palabra alguna para conseguir que el otro también se arrodillara, fue necesario simplemente un azote de varita mientras apuntaba con ésta al suelo. Tras eso miró a Abigail, sopesando de ese modo junto a ella el cómo deshacerse de ese par, de forma rápida, simple y sin escándalos, pero sobretodo sin indicios ni pistas. Aunque él ya estaba barajando opciones para ello en su cabeza, algo retorcido, quizás, pero efectivo al fin y al cabo.
La bruja los contempló a ambos, arrodillados frente a ella. Le era imposible no mirarles con un característico deje desafiante y de superioridad, además de desprecio; era su modo de ser. No le llevó más que algunos segundos decidir que no les servían absolutamente para nada, así que giró el rostro en busca de los ojazos azules de Niall, quien aún mantenía el control sobre uno de aquellos dos necios gracias a una de las tres maldiciones imperdonables. Comprendió que ambos habían deducido lo mismo, así que hizo un ademán con la mano, invitándole a actuar en primer lugar. No desvió la mirada de su figura, que estando tan serio y alerta todavía imponía más y eso hacía que a Aby le resultara aún más atractivo, así que no pensaba perderse detalle.
El mago fue consciente de la mirada que le dedicaba, estaba claro que pensaban igual en aquella situación y sobraban las palabras, por lo que desvió la mirada hacia aquellos dos individuos, de los cuales uno no dejaba de mirarles mientras que el otro, aún bajo la maldición imperius, desviaba la mirada hacia su compañero al ritmo que alzaba la varita, solo que éste no de dio cuenta de eso hasta que fue demasiado tarde. El joven pronunció las palabras "mágicas" por orden directa de Niall, y entonces un haz de luz verde golpeó al que había derribado Aby hacía un momento, dejándolo caer sin vida al suelo, pero aún conservando aquel deje de sorpresa al ver, segundos antes, cómo su propio compañero era el que acababa con él. Tras eso, el mago rompió toda conexión que pudiera existir gracias a la maldición imperdonable. Era su pequeña venganza, la que tenía guardada por haber secuestrado a Aby, aunque ese chico en concreto no fuese el originario de todo. Pero le daba igual, quería ser cruel y dejarle ver, analizar la situación que iba a correr antes, de darle el golpe final, que con un gesto de la mano, le cedió a ella los honores.
El color de ojos de Abigail se vio claramente resaltado e iluminado por aquel fulgor del que compartían tonalidad: verde. Era incluso irónico que el supuesto color de la esperanza fuera el mismo que desprendía la peor maldición imperdonable, la que de forma inmediata causaba la muerte de cualquier individuo. Así pues, en el mundo mágico la Parca vestía a veces de color esmeralda. Observó cómo aquel funesto hechizo impactaba directamente en el cuerpo del mago que ella misma había inmovilizado antes, quien seguía arrodillado a causa del miedo instantes antes de caer. Abigail también se sorprendió de la jugada, aunque en menor medida que la víctima, pero no dijo nada. Al ver el gesto de Niall, enarboló su propia varita de bambú en dirección al único atacante que quedaba con vida, dejándole pasar unos segundos de pura agonía, impotencia y desesperación por saber cual era su inminente destino. Nuevamente un haz de luz verde surcó la estancia para apagarse en el pecho de aquel desafortunado chico, apagando a su vez todo el tiempo que le restaba en ese mundo. La bruja no se demoró mucho en agitar otra vez la varita, con delicadeza y elegancia, nunca hacía movimientos bruscos u hoscos, para deshacerse de ambos cuerpos inertes en el suelo, que fueron absorbidos por la nada en una pequeña vorágine de aire, luces y sombras.
Su rostro no varió ni un ápice en todo momento, ni siquiera cuando Abigail se deshacía del otro pipiolo con un grácil movimiento de muñeca y un susurro tenue, ni siquiera se inmutó, y mucho menos movió, cuando ella se deshacía de las pruebas como si nunca hubiesen existido, ni entrado en el Emporio. Pues... ¿A quién le importaba la muerte de dos simples insectos? Absolutamente a nadie y mucho menos a él, pues eran eso bajo su punto de vista, meros insectos a los que no dudaría en aplastar si le amenazaran a él o a ella, la bruja que en ese momento le acompaña a su lado, ella a su vera y él a la suya mutuamente. Los dos juntos eran uno solo y en más de un aspecto de la frase, y si de normal y por separado eran letales, cada uno en su campo y especialidad, juntos podrían llegar a ser temibles y habían dejado huella sobre eso. Tras solucionar el pequeño percance, volvió la vista hacia Abigail, con toda la naturalidad del mundo, tal cual como si se hubieran desecho de dos arañas y no dos seres humanos. Dibujando una sonrisa ladeada guardó su varita en el bolsillo y luego puso las manos en el borde de los mismos.
—¿Por donde íbamos...?
La lechucera no guardó todavía su varita, sino que la usó para volver a abrir la puerta de la trastienda y hacerse, sin moverse del sitio, con la varita de la primera sabandija que había entrado en el Emporio, puesto que al quitárselo de encima e inmovilizarle le obligó a dejarla caer al suelo y allí seguía. La redujo a cenizas en cuestión de segundos, sin apartar la mirada de las llamas que consumían aquel trozo de madera, tan significativo para magos y brujas. Se volvió hacia Niall después, entonces sí guardando su varita en los pantalones vaqueros, y tomando de nuevo una actitud desenfadada y un tanto coqueta, como si no acabara de pasar lo que acababa de pasar. Se mordió el labio inferior de manera leve mientras se acercaba al morenazo, a su morenazo de ojos azules. Le rodeó el cuello con los brazos y se elevó un poco sobre las puntas de los pies para rozarle los labios con los propios.
—Uhmm... Creo que me estabas dando los buenos días...
—Creo recordar que ya te los di... —Respondió Niall, con el rostro ladeado mientras permitía que le rodease el cuello con los brazos y aprovechando él para poner las manos en su cintura. Podría decirse que se iba a hacer de rogar, pero recordó entonces el porqué había ido y desvió un momento la vista hacia el reloj, para ver la hora y si aún entraba en la franja horaria adecuada, al ver que así era, volvió la atención a esos labios que tanto le tentaban y que tanto le estaba costando no hacer suyos. Cambiando de tema y, ya de paso, haciéndose de rogar entonces, susurró.— Hmm ¿Y qué pasaría si secuestro a cierto... Fénix durante un rato? —Preguntó sin dar muchos más detalles aunque era evidente, más que obvio, que ella iba a entender a la primera por dónde iban los tiros con aquella pregunta.
—¿Hm? Pues no me acuerdo... ¿No será que me quieres liar para librarte...? —Gracias a la interrupción tan inesperada de aquellos dos necios a los que habían borrado del mapa hacía un momento, Abigail aprovechó la oportunidad para hacerse ella la muggle con el tema y poder repetir, con la excusa. Chasqueó la lengua, fingiendo estar molesta y ofendida.— Y yo que de ti no me lo esperaba... —Continuaba tan cerca como antes para asegurarse al menos aquellas caricias con los labios al hablar. Cuando él desvió la mirada al reloj, Aby se apartó un poco y arqueó una ceja ante la pregunta. El suceso reciente no es que le hubiera afectado ni lo más mínimo, pero no pensaba negarse a una escapadita con Niall, por breve que fuera.— Depende, ¿Habrá buenos días y café?
—Ya lo verás... —Decidió no dar muchos detalles al respecto. Y como en ocasiones anteriores, sacó de uno de los bolsillos un pañuelo, con claras intenciones de vendarle los ojos. La sonrisa se acentuó aún más al imaginarse la cara que pondría a continuación, sabía que no es que le hiciera gracia que le privara del sentido de la vista. Pero era un juego que siempre le encantaba hacer y que en ese momento le resultaba necesario.— A no ser que quieras el café simplemente... Tú eliges. —Le dio la opción a elegir, aunque siempre podían hacerse ambas cosas, eso dependía de cuánto tiempo de tregua le daría para llevarla a donde le quería llevar.
Se apartó del todo cuando el mago rebuscó algo en uno de los bolsillos, levantando la vista de nuevo a sus ojos, haciendo un mohín y poniendo uno de los brazos en jarras.
—‘Ya lo verás' y me quieres tapar los ojos. Bien... Empezamos bien, halcón. —En realidad le hizo gracia pero contuvo cualquier risa, pues el hecho de ir a ciegas ya no le gustaba ni pizca y perder el sentido de la vista, aunque fuera por un momento, la ponía incluso nerviosa.— Que te lo crees tú que me voy a negar solo porque me vayas a tapar los ojos. —Respondió, alzando ligeramente el mentón, orgullosa, para encaminarse hacia la puerta de la tienda poniéndose ya su abrigo y comprobando que el cartel ya se encontraba mostrando la cara de 'CERRADO'.
Sin comerlo ni beberlo había caído en la provocación, lo que le hizo sonreír con suficiencia mientras la seguía hacia la tienda, aún pañuelo en mano y esperando no solo que saliera, sino que realizase los hechizos oportunos antes de dejar todo como se debe y poder irse, aunque fuese un rato. En realidad no sabía si les iba a invertir demasiado tiempo la excursión, pero era algo curioso que pensó que a ella podría gustarle. Avanzando hacia la puerta la abrió, permitiéndole así el paso para luego salir él de nuevo al callejón.
—A veces lo importante no es cómo se empieza... Sino cómo se acaba. —Había esperado pacientemente a contestar a su burla y lo hizo justo cuando ella se encontraba de espaldas, probablemente ocupada con los hechizos o con lo que fuera, le daba igual. Simplemente aprovechó para rebatirle susurrándole al oído aquello.
Aby salió del Emporio de la Lechuza en primer lugar, colocándose bien la larga trenza castaña por encima del abrigo y dejándola caer sobre uno de los hombros. Cuando el mago que la acompañaba estuvo también en el exterior, enarboló la varita hacia la puerta del negocio para cerrar como de costumbre, protegiendo el establecimiento con encantamientos harto difíciles de superar. Los realizaba a diario desde ya hacía algunos años, así que no le hacía falta verbalizarlos siquiera y no le llevaban más que unos pocos minutos. Estaba guardando la varita cuando Niall le susurró al oído desde atrás, encontrándose a su espalda. La bruja ladeó un poco el rostro hacia él, dibujando media sonrisa con cierta picardía mientras contestaba, con un tono de lo más sugerente y revelador. Supuso que no haría falta más para adivinar a qué se refería.
—El cómo dependerá del dónde se acaba... —Aguardó entonces a que le colocara aquella tela oscura sobre los ojos, concediéndole permiso con un ademán de la mano y advirtiendo lo siguiente, pues detestaba que le tocaran el cabello y más en ese sentido.— Procura no despeinarme con el nudo.
—Tranquila... Me gusta despeinarte de otro modo. —Volvió a susurrar con cierto tono jocoso, mientras alzaba ambas manos para ponerle el pañuelo sobre los ojos, sin demasiada fuerza pero la suficiente para que se sostuviera sin problemas y que ella no viese nada. Una vez asegurado que estaba, temporalmente, privada de la vista, la tomó de la mano e inspiró profundo, volviendo a mirar el reloj una vez más. Allí serían casi las diez de la noche, hora perfecta para no encontrarse con nadie, o al menos era un rincón tan recogido que dudaba que hubiera nadie. Visualizando en su mente el destino usó la aparición conjunta, llevándoles a un sitio donde reinaba la paz, la tranquilidad y la calma. Donde no había gente ni bullicio, y solo se escuchaba de fondo las olas serenas del mar, que iban seguras a morir a la orilla. Una vez allí, se dio la vuelta hacia ella pero aguardó unos instantes sin retirarle el pañuelo.
—Ya... De ese otro modo no me quejo. —Respondió en el mismo tono, sujetándose con los dedos la tela sobre los ojos durante un momento, hasta que se la anudó bien y con cuidado. Ajena a que algunos viandantes del Diagón les dirigían miradas curiosas, se sujetó a su mano para la aparición conjunta. Al no poder ver nada se impacientaba enseguida, pero no dijo nada más, ni siquiera al llegar al sitio en cuestión, donde pudo notar que lo que parecía arena cedía levemente bajo sus pies. Aun con los ojos vendados pudo apreciar que se encontraban al aire libre, pues una brisa suave le acarició el rostro como si le diera la bienvenida. Escuchó además el oleaje no muy lejos, por lo que dedujo enseguida que estaban cerca de la orilla de alguna playa. Agradeció no escuchar el murmullo de ninguna multitud, significaba que probablemente no hubiera nadie más que ellos dos. Inspiró, sintiendo la sal que viajaba en el aire. No se soltó de su mano aún, por si es que la hacía caminar todavía con los ojos tapados hasta algún lugar en concreto.— ¿Me puedo quitar esto ya o...?
—La paciencia es una virtud, fénix... —El mago desvió la mirada a cuanto les rodeaba. No supo a cuantos kilómetros exactos estaban de la ciudad más cercana, pero debían ser bastantes pues ninguna luz artificial bañaba el cielo, ocultando con su contaminación lumínica el firmamento, que en aquellos momentos se alzaba mostrando tesoros que, de normal y en cualquier sitio medianamente civilizado, no se veían. A su izquierda se alzaba una frondosa arboleda salvaje, compuesta de varios tipos de árboles y arbustos que daban un aspecto desordenado y desenfrenado al ambiente, un paisaje natural que el ser humano no había manchado con sus manos aún. A su derecha se encontraba el mar, siendo bañada por una peculiar e intensa luz que luchaba por salir de entre los árboles, una luz proveniente de la luna, aquella que comenzaba a alzarse y desde su perspectiva creaba un juego de luces dignos de presenciar, tanto en los árboles como en la arena y la orilla del mar. La mezcla de los contrastes y texturas estaban tan armoniosamente colocados, que cualquiera diría que era obra de la magia y no de la naturaleza. Y es allí a donde le había llevado, en la hora exacta en la que la luna, antes de alzarse, creaba esa panorámica: Las Fuentes de Luz de Australia.
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—No si voy a cie... —Mientras contestaba, y como tampoco había recibido negativa por parte del mago de ojos claros, con cuidado se quitó aquel pañuelo oscuro de los ojos, pasándose enseguida los dedos por el cabello para comprobar que todos los mechones seguían en su sitio hasta formar la larga trenza que descansaba por encima del hombro. Su frase se vio interrumpida por un silencio causado por el asombro al contemplar aquel precioso emplazamiento. No sabía dónde se encontraban, no había estado nunca ni visto nada igual.— ...gas... —Giró poco a poco, paseando la vista por todos los rincones y detalles que les ofrecía la naturaleza a su alrededor, claramente sorprendida y embelesada a partes iguales. Primero miró hacia la arboleda, a un lado, reparando en aquella luz que se colaba por cada resquicio que encontraba a su paso. Después, alzó la vista más allá de las copas de los árboles, al nocturno firmamento donde brillaban las estrellas sin ningún pudor ni impedimento, como ocurría en las grandes ciudades. Por último giró hacia el mar, apreciando el juego de luces tan singular y hermoso sobre el agua, especialmente en la orilla. Entreabrió los labios, inhalando una leve bocanada de aire, quiso decir algo pero se había quedado sin palabras.
El mago aprovechó para no perder detalle en su reacción. No es que fuera un sitio importante para él, en verdad lo había encontrado de casualidad y cabía la posibilidad de que a ella no le gustase, pues ,al igual que él, era bastante exigente en ese aspecto. Pudo comprobar por su gesto que no se había equivocado y que el sitio era, al menos, mínimamente de su agrado, así que podría decirse que se daba con un canto en los dientes. Como siempre cuando iban a una playa y tenía costumbre, el mago se descalzó para sentir la fresca y fina arena bajo sus pies, era una textura que siempre le había relajado, así que con una de las manos se dedicó a descalzarse y dejar los zapatos bien colocados a un lado. Luego los coger��a en el caso de que Aby quisiera echar a andar aunque fuese un rato, el poco tiempo que duraba aquello hasta que la luna se alzara sobre los árboles y diera paso a una noche más, sin ninguna singularidad, al menos, hasta el día siguiente.
—Al parecer le han comido la lengua al fénix...
—¿Qué? No... —Trató de protestar al oírle, aunque seguía con la mirada fija en el agua de la orilla, en las lánguidas olas que iban a parar allí y luchaban sobre la arena por avanzar, perdiendo una y otra vez aquella batalla. Se había quedado completamente absorta con lo que veía, algo que para nada esperaba encontrar un día de diario a media mañana. Obviamente allí no iba a encontrar café, ni tampoco 'buenos días' puesto que reinaba la noche ya en ese lugar, pero ni por asomo pensaba quejarse por eso, el cambio bien merecía la pena. Un nuevo y casi mágico rincón para los dos. Tras largos segundos distraída, hipnotizada prácticamente por aquel juego de luces, viró el rostro para trasladar las pupilas al moreno que seguía a su lado, ya descalzo. Y aquello fue casi 'peor' que el paisaje en sí, porque quedó atrapada en aquellos ojos de mirada penetrante, de un azul claro que se intensificaba aún más con los reflejos de luces que emitía el agua. Por suerte, el silencio nunca había sido incómodo entre ellos dos.
Al contrario que ella, quitando el corto intervalo de tiempo en el que se había descalzado, no había apartado la mirada de la mujer, ni de su reacción ante la inesperada visita a la otra punta del planeta. Con las manos en los bolsillos del pantalón, avanzó hacia ella, sintiendo cómo la brisa marina le despeinaba el ya de por sí revuelto cabello, cómo acariciaba la piel bajo la camisa blanca que llevaba e intentaba mecer la tela de los vaqueros azules que ese día vestía. Ni siquiera era consciente del juego que hacían aquellas luces sobre él, ya que estaba más pendiente de Abigail y de aquella sonrisa que se le había dibujado.
—Ya lo veo... Ya. —Le rebatió con cierto tono altanero, ladeando levemente el rostro al llegar a su altura.— ¿Algo que añadir, Srta Hunter?
Ni siquiera se había dado cuenta de que le estaba dedicando aquella sonrisa tan especial que esbozaba solo para él, pero así era. Terminó de girar el cuerpo por completo para poder salvar la poca distancia que había entre ambos, sin poder apartarle ya la mirada.
—Pues ahora que lo preguntas, sí. Una cosita... —No tenía nada que añadir en realidad, era solo por aprovechar sus palabras. Sí que tenía algunas preguntas: Dónde estaban exactamente, cómo había dado con aquel lugar... Pero prefirió dejarlas a un lado, por el momento, y alzar primero los talones de la arena para llegar a sus labios, dejando un leve amago que terminó enseguida adueñándose de los mismos con un beso, suave y lento, solo para disfrutar de aquel tacto durante un momento en el que cerró los párpados, olvidando el paisaje y centrándose en la compañía, que era mil veces mejor, aunque no lo admitiera en voz alta.
Le sorprendió en parte que prefiriera disfrutar de su compañía, de él, al que puede de algún modo ver todos los días y que no disfrutase del paisaje o excursión pero... ¿Quién era él para negarse? Nadie. La sonrisa se acentuó más si cabe cuando ella, en un principio, rozó sus labios, haciendo el amago incluso antes de que ella decidiera hacerlos suyos una vez más. Correspondió a la lentitud del beso, mientras saboreaba sus labios como si no se los conociera ya y necesitase memorizarlos de nuevo, esmerándose en cada roce, en cada gesto y en cada sensación que ella, solo ella le conseguía producir sin apenas inmutarse.
Es probable que tampoco lo dijera nunca, pero Abigail adoraba esa sensación que le producía el notar en sus propios labios, justo antes de besarle, los del mago curvarse en una sonrisa. Una sonrisa que ella parecía provocar y que ella misma le robaba con un beso. Aunque, bien mirado, tampoco pensó que nunca iba a decirle a nadie ciertas cosas, o siquiera sentirlas, y allí estaba una vez más, hablando sin palabras mientras ascendía las manos, con la misma lentitud con la que se abría paso por aquella boca, por encima de la camisa que vestía el moreno y en dirección, como de costumbre, a su cuello para rodearlo. Cierto era que a él tenía la oportunidad de verlo a diario, pero no por ello pensaba desaprovechar un solo segundo prestando atención a otras cosas, que no le importaban ni una mínima parte de lo que le importaba Niall, cuando podía dedicárselos a él. Solo cuando estuvo satisfecha y hubo saciado aquella sed, si bien en parte, se apartó un poco para poder murmurar.
—¿Tienes tú algo que añadir, tal vez?
Los labios de Aby eran su tentación, su aroma algo embriagador y su presencia su propia perdición. Niall ya sabía aquello desde hacía tiempo, y le importaba más bien poco sumirse en aquel universo esmeralda cada vez que podía. Pues... ¿Cuántos habían sido testigos y beneficiarios de aquello? Sola y exclusivamente él, e iba a aprovechar aquello cuanto pudiera hasta hartarse si acaso era posible. El beso, en contraposición a ella, a él le dio aún más sed y tuvo que fruncir los labios para contener la tentación de volver a robarle el aliento, que no era poca todo sea dicho, así que terminó por humedecerse los labios, curiosamente tal cual hacía ella normalmente, para hacer patente su deseo frustrado, al menos, de forma temporal, para así dibujar de nuevo aquella pícara y soberbia sonrisa.
—Depende... Podría quejarme, siempre y cuando me calles tú luego... Fénix.
Descendió la mirada a sus labios, sin poderlo evitar, cuando el mago se los humedeció. No sabía si se trataba de un gesto inconsciente, como le ocurría a ella en ocasiones para contenerse, o deliberado, como hacía en otras solo para tentarle. Fuera como fuese, sabía a probar su propia medicina. De igual manera, reprimió las ganas y volvió a levantar la mirada hasta sus ojos azules, dibujando también una sonrisa maliciosa al escucharle. Sopesó la idea de volverle a besar, entretanto se mordía el labio para disimular en lo posible aquella sonrisa, pero al final resolvió que sería más entretenido dejarle con las ganas, a ver qué hacía él. Por ese motivo deshizo el lazo de los brazos alrededor de su cuello para comenzar a dar algunos pasos por la orilla, caminando lentamente y de espaldas para continuar mirándole, esperando que la siguiera de cerca.
—¿Qué quejas, si puede saberse? —Preguntó con fingido desinterés.
Cuando vislumbró en aquellos universos esmeralda aquel deje, aquel brillo de picardía, supo que algo andaba maquinando o alguna travesura, y pronto comprobó que no se equivocaba al ver cómo la bruja se iba separando de él de forma paulatina, caminando de espaldas pero con sutileza y destilando sensualidad sin pretenderlo. Dibujó la sonrisa ladeada casi al mismo tiempo que ella y no tardó mucho en reanudar los pasos sobre la arena, sintiendo de nuevo su textura fresca y suave a cada paso que daba, o intentaba adelantar hacia ella.
—¿Acaso quieres saberlas? —Pronunció con su particular tono de altanería extrema, mientras le daba alcance y, curiosamente, la rodeaba como rodea un halcón a su presa, caminando a su alrededor hasta que decidió posicionarse a su espalda y, de ese modo, rodearle la cintura con los brazos, en un mero gesto protector y posiblemente con deje posesivo, pues era su fénix y de nadie más.— Tal vez solo sea una excusa... Piénsalo.
—Ajá... —Asintió aunque no hiciera falta y aunque en realidad no hubiera queja ninguna, o eso prefirió pensar, que simplemente se trataba del juego e intentaba provocarla, como de costumbre. No detuvo sus pasos, arrastrando prácticamente los pies por la arena, mientras él la rodeaba como si acechara a una presa. Eso sí, giró el rostro a un lado y a otro para no perderle de vista en la medida de lo posible. Cuando finalmente se colocó detrás y la abrazó por la cintura, Aby cesó la breve caminata y cruzó sus propios brazos sobre el vientre para aferrarse a los ajenos que la sujetaban.— Más te vale... No sé qué quejas ibas a tener... —Ladeó el rostro mientras arqueaba una ceja, sin borrar la media sonrisa pese a la fingida seriedad de sus palabras.
Los brazos le rodearon la cintura con lentitud hasta pegarla a él, sin fuerza pero con firmeza. Era un simple gesto que para ellos hablaba por sí solo y que ella pusiera los brazos sobre los suyos era su propia respuesta. Con la sonrisa aún asolando su rostro, lo ladeó cuando ella hizo lo mismo, alzando una de las cejas ante sus palabras.
—¿Posible advertencia a la vista, fénix?... ¿Qué pasaría si me quejo? —Cuestionó con completa despreocupación, volviendo a sacar el mismo tema de antes, pues podría ser un estratagema para que, aunque se quejara, ella le siguiera el juego y decidiera hacerle callar, sin contar el constante reto que ya de por sí Abigail siempre era para él.
Amplió la sonrisa solo con oír lo que dijo, sabiendo que, una vez más, la estaba provocando. Sin embargo, no pretendía caer tan pronto, pero todo dependería de lo que Niall tuviera que decir al respecto.
—Depende de cual sea tu queja... —Respondió, con el tono levemente teñido de misterio. Y es que no todas las quejas podían ser exactamente malas y por tanto no todas las consecuencias lo serían, pero realmente dependería del ingenio del moreno de ojos claros, y de las ganas que tuviera de seguir con aquel pasatiempo. Abigail recostó la cabeza hacia atrás, sobre la curva entre uno de los hombros del mago y su cuello. No pudo evitar ladear un poco el rostro y volver a inspirar aquella fragancia tan intensa y que tanto le gustaba a ella, dejando sin intención que el propio aire que expiraba a él le acariciase la piel.
Un estremecimiento le recorrió a Niall toda la piel del cuello y la nuca al sentir su aliento sobre la propia piel, cómo inspiraba y expiraba posteriormente y de forma regular, ese aliento del cual siempre tenía sed, y nunca le bastaba con lo que conseguía, llegando a desear más en varias ocasiones. Chasqueando la lengua ante su comentario, miró hacia el frente, hacia las olas del mar que de forma inevitable morían en la orilla sin remedio alguno, pero sin borrar en ningún momento ese deje de altivez que siempre se gastaba.
—Tal vez mi queja... O mi duda es por qué no me estás besando todavía. Podría ser... —Volvió a chasquear la lengua, dándole más énfasis al comentario antes de posar, de nuevo, sus orbes en aquellos dos infinitos esmeralda.
—¿Podría ser? —Casi estuvo a punto de reír por aquello, pero no lo hizo, solamente soltó el aire contenido en los pulmones por la nariz. Daba por hecho que de "podría" nada, era así, y eso le causaba cierta satisfacción, por no decir mucha, pues al fin y al cabo era lo que había pretendido. En ese momento fue ella quien volvió la vista al frente, aunque sin separarse un ápice ni deshacer el abrazo que el mago mantenía alrededor de su cintura. Tenía intención de darle una respuesta que probablemente le terminara a él de provocar y darle la vuelta a la situación, o al menos eso quería Abigail, claro.— ¿No es evidente? Porque es lo que quieres. Y es entretenido ver cómo te conformas con seguir esperando en lugar de cogerlo tú mismo. De hecho, creo que estás batiendo tu propio récord. —Tras soltar la perlita, como si nada, se volvió para mirarle, con un brillo de lo más malicioso en los ojos, de un verde intenso y vivaz, y un casi imperceptible atisbo de sonrisa en los labios que todavía no quería mostrar.
Ya tardaba demasiado en sacar la perlita del conformismo. Y como era de esperar en él, no iba a mostrarse indiferente ante aquello, por mucho que lo intentase no podía, estaba en contra de su propia naturaleza y eso Abigail lo sabía, por eso siempre usaba esa carta a su favor. Chasqueó los dientes al mismo tiempo que soltaba un efímero resoplido, que podía perfectamente confundirse con un gruñido. Alzó una de sus manos hacia el mentón de ella, que en ese momento se encontraba mirando al frente, y con sutileza la hizo de nuevo mirarle, sin ni siquiera cambiar la postura ni ponerse frente a ella, no hacía falta. Y antes incluso de que la bruja pudiera procesar y disfrutar su victoria, el mago se hizo con aquellos labios a los que le encantaban provocarle de distintas formas, y los cuales en la mayoría de las batallas salían ganando.
Abigail se encontraba contando mentalmente los segundos en los que él tardaría en caer en aquella provocación. "Tres..." Sabía que acusarle de conformista siempre daba resultados, de ahí que hubiese sacado el tema. Además, se lo había servido en bandeja, ¿Qué iba a hacer? ¿Desaprovecharlo? Estaba claro que no. Cuando el mago hizo que volviera el rostro hacia él, sujetándola del mentón con suavidad, únicamente tuvo el tiempo suficiente para dedicarle una mirada un tanto desafiante, mientras seguía con la cuenta atrás. "Dos..." De haberle dado más tiempo, se hubiera recreado en aquella pequeña victoria delineando una sonrisa, pero al parecer Niall no pensaba dejar que lo hiciera, sino que directamente atrapó sus labios en un beso, en la misma postura que se encontraban. "...Uno". Como cabía esperar, la bruja de ojos verdes le correspondió sin pensárselo, con él era ya casi instintivo.
Ajeno a la cuenta atrás que realizaba mentalmente la bruja con diversión, se esmeró en darle un beso que solo la haría querer más. Lento y suave, pero firme e intenso al mismo tiempo, de los que roban el aliento y hacen que sientas que el planeta deja de girar, pues... ¿No había dicho acaso que tomara lo que era suyo? Eso hizo, robándole el aliento y el tiempo, pues al igual que era suyo, su propio tiempo y su aliento le pertenecían a ella. Aunque en aquellos instantes la voz cantante fuera él, puede que inspirado en una infantil provocación en la que caía siempre como un niño. Sin embargo, lo importante de aquello era que, por muchas formas que se eligieran para decir las cosas, para enviar un mensaje, el significado, su contenido, siempre había sido y sería el mismo.
La bruja cerró los párpados casi como acto reflejo, dejándose llevar en aquel beso marcado por el compás de los labios del morenazo, dedicándose a seguir sus movimientos y la intensidad que él mismo imponía. Sin lugar a dudas pretendía hacerle anhelar más, y lo estaba consiguiendo. Así como detenerlo todo, todo excepto las pulsaciones de Abigail, que por contra solo hacían que cobrar velocidad. Pronto se dio cuenta de que aquella posición le impedía saciar del todo la sed que iba en aumento y, tratando de no romper el beso, en la medida de lo posible, se giró hacia él por completo, pegándose a su cuerpo otra vez, solo que cara a cara. Le fue inevitable abrirse paso por su boca con más intensidad, aunque casi la misma lentitud, acunando su rostro con ambas manos, con cierto mimo, hasta que una de las mismas terminó en la nuca del mago. Era incluso palpable que aquel lenguaje, creado por y para ambos, era su mejor modo de decir las cosas, las cosas importantes.
Y como siempre que caía en una provocación, fue a separarse solo por vengarse cuando ella, como si supiera qué pretendía, se dio la vuelta para rodearle con sus brazos e intensificar el beso hasta tal punto que le hizo olvidar toda pretensión que tuviese, hasta hacerle caer en la propia perdición que él mismo había provocado. Correspondió cuando decidió invadirle cada recoveco de su boca, ladeando el rostro para hacer más moldeables sus labios si acaso no lo eran ya. Había empezado el juego robando él el aliento, y entonces era él la víctima de su propia partida, pero curiosamente Abigail siempre conseguía aparcar su orgullo a un lado y que le diese igual todo, todo a excepción de ella. Cuando ya no pudo más que separarse para llenar de aire sus pulmones, arremetió contra su labio en un mordisco firme, a modo de protesta y rebeldía, por haberle hecho probar su propia medicina de forma inconsciente.
Al igual que él, Abigail también necesitó llenar los pulmones de aire, por lo que no se quejó de aquella pausa. De todos modos, no se apartó sino que se quedó abrazada al mago de ojos claros, así estaba igual de a gusto y no le apetecía aún moverse o irse de allí. Se quejó con un leve gruñido del mordisco y se humedeció el labio, aunque solo por el mero placer de protestar. Guardó silencio unos minutos, no supo cuántos en realidad ni le hacía falta saberlo, sencillamente disfrutaba de la compañía, rodeados de aquella naturaleza. Recostó la cabeza en el hombro de Niall para acomodarse en lo posible, estando de pie. Aprovechó para lanzar alguna pregunta que anteriormente no formuló, puesto que le interesaban más otras cosas en ese momento, aunque sin variar la nueva postura.
—¿Dónde estamos, por cierto?
La sonrisa picarona se le amplió más ante su leve "quejido" por el mordisco, y luego rodeó a Abigail con sus brazos y aguardó en silencio, pues para nada era incómodo. Muy pocas o casi ninguna situación con ella podía derivar a la incomodidad ya, y eso en alguien como ellos era todo un logro. Ante su pregunta alzó una de las cejas y ladeó el rostro para mirarla, ya que se acababa de percatar de que no le había dicho dónde estaban, aunque por la hora podría imaginarse ella un poco la zona.
—En Australia. Los muggles llaman a esto Las fuentes de Luz. —Le explicó, ya que aunque los magos o en el mundo mágico también lo denominasen así, había leído algo de que el nombre lo puso un muggle, pero tampoco dio muchos detalles porque era irrelevante, al menos, para él.
No pudo evitar hacer un mohín de completo desagrado y repulsión al escuchar la palabra "muggle", para ella no eran más que ineptos seres inferiores que no merecían respirar el mismo aire siquiera, cosa que no era ningún secreto.
—Qué originales... Se nota que lo pensaron mucho. —Dijo de manera sarcástica en referencia al nombre escogido para el lugar, usando un tono a juego con aquella expresión que se le ponía al hablar o escuchar sobre muggles, casi la misma que con los nacidos de y los mestizos. No le dio más importancia, ya que no la tenía, al menos para ninguno de ellos dos, y se dispuso a formular otra pregunta, con algo más de interés al haber averiguado que el lugar nada tenía que ver con el mundo mágico.— ¿Y cómo has dado con este sitio? Si se puede saber... Es solo curiosidad.
—¿Y qué esperas de un muggle? —Cuestionó el mago con tono jocoso, percatándose de cómo poco a poco la luna se alzaba de forma inevitable, anunciando que en poco más de media hora aquel espectáculo tocaría a su fin. Ante la pregunta de Abigail simplemente se encogió de hombros con completa tranquilidad, no iba a derrochar detalles innecesarios.— De aquí y allá. —No había mucha importancia en cómo había encontrado aquel sitio, o al menos él no se la daba. Tras un último vistazo a su alrededor, volvió a posar la mirada en los ojos de la mujer mientras ladeaba el rostro con sutileza y ese deje, aunque mínimo ese día, de chulería.— Ya sé que soy perfecto y que te tengo loca, pero disfruta un poco de la zona. —Se jactó con su ego más que conocido ya y el cual llevaba tiempo sin salir. No es que le molestara estar así, le volvía loco ella y cualquier situación en la que ambos eran únicos participantes, pero quería que disfrutara un poco del sitio antes de tener que volver a la aburrida realidad diaria que les acompañaba siempre. Para animarla a caminar, vio bien el pellizcarle la parte superior del muslo, donde éste deja de tener constancia y llega a la parte inferior del trasero de Abigail.—¿Vamos? —Se separó de ella con una sonrisa traviesa, antes de que pudiera tomar represalias contra él por el pellizco.
Despegó la cabeza del hombro del mago para alzar la mirada, buscando sus ojos, antes de proseguir la conversación.
—¿De aquí y allá? Es decir, que diste con esto de casualidad… —Dedujo rápidamente y en un tono claramente ocurrente, le daba lo mismo cómo había sido, era mera curiosidad, pero le pareció graciosa aquella respuesta. Con la siguiente parte, cuando el moreno la instaba a prestarle más atención al lugar y menos a él, Abigail abrió la boca para formar una fingida mueca de sorpresa e incredulidad ante tanto ego, tocando con la punta de la lengua uno de los caninos, evitando sonreír.— ¿Qué? ¿Quién te ha dicho a ti que me vuelves loca…? —Chasqueó la lengua, negando con la cabeza, antes de recibir el pellizco justo bajo el trasero.— Uuuh… Sí, sí, huye… —Añadió al ver que él se apartaba, probablemente solo para quedar fuera de su alcance tras el pellizco.
—No necesito a nadie que me lo diga, tengo buenos ojos... Fénix. —Dictó con toda la arrogancia que fue capaz de recaudar mientras caminaba de espaldas, extendiendo los brazos y con una sonrisa sardónica dibujada en el rostro. Ante su "advertencia" le salió de forma inconsciente el dirigir una mano hacia ella y hacerle señas para que se acercase, al menos con aire altanero y provocador, a que cumpliera dicha advertencia y le siguiese.— Estás loca por mí. Admítelo ya. —Sabía que no lo haría, tampoco es que hiciera falta ya que se sabía de hacía tiempo lo que sentían ambos, y no tenían necesidad de usar palabras para hacerlo patente. Pero... Como siempre y como si fuese un niño, fue a pinchar y provocar por el simple hecho de seguir aquel juego eterno, que siempre mantenían en su punto álgido.
—Lo que tienes es un ego que no sé cómo no te ahogas en él… –Respondió ella al primer comentario, rodando los ojos y negando levemente con la cabeza. “Pero vaya ojazos tienes…Maldito”, pensó para sí misma, aprovechando que Niall lo había mencionado, aunque no fuera por ese camino; claro que, no pensaba admitirlo en voz alta, en ese momento al menos, para inflarle todavía más el ego, que ya se lo ponía él solo por las nubes. Desvió las pupilas al gesto de la mano que hizo el mago, instándola a seguirle y acercarse a él, cosa que ya hacía con pasos pausados sobre la arena.— ¿Para qué? Si tan seguro pareces estar… —Sabía que estaban jugando, pero quiso utilizar un tono que, si no le creaba una mínima duda, al menos tensara un poco el ambiente y le bajara los humos, solo por provocar ella esa vez y con suerte sin que el moreno lo supiera, aunque lo más probable es que sí, se conocían demasiado bien… De igual forma, quiso mover esa ficha y ver en qué resultaba.
—Es que perfecto se nace, fénix. —Contestó ante su respuesta sobre el ego que se gastaba y cómo este crecía a veces que era incluso insuperable, y era una curiosidad innata que no se hubiese ahogado con él, como bien había dicho. Pero aunque normalmente lo decía en serio, en ese momento no era más que un juego, aunque le gustaba la reacción de Aby, todas las que solía tener siempre en aquellos casos, y era lo que le acababa instando siempre a volver a hacerlo, a pecar de soberbio y de arrogante, porque no había nada que le gustara más que sus salidas. Detuvo sus pasos y permitió que la bruja, paulatinamente, se acercase a él, pero cuando la distancia cordial se vio reducida y empezó a invadir su espacio personal, volvió a dar un paso atrás, como quién le enseña un juguete a un niño, se lo ofrece y se lo retira como castigo, tal cual.— Seguro estoy... Y tú también, por mucho que insistas en negarlo, Abigail Hunter...
La bruja se limitó a chasquear la lengua con diversión ante aquel comentario. "Ego Boswell level up", pensó para sí, acelerando un poco y apenas sin darse cuenta sus pasos en pos de darle alcance al morenazo. Mantuvo el mismo discurso que antes, con la misma intención.
—Ajá... Estupendo. Pero sigo sin ver porqué insistes tanto en que yo admita nada… Si tanta certeza tienes, no deberías necesitarlo, ¿No? —Se percató en que cuando estaba a punto de alcanzarle, Niall dio otro paso atrás para ampliar la distancia entre ambos. Y ahí sí que no pensaba caer, todo lo contrario. Detuvo sus pasos, procurando que las olas que morían en aquella orilla no malograran sus botas, y reculó ella uno. Metió las manos en los bolsillos y arqueó una ceja, dedicándole una mirada un tanto desafiante y altiva con atisbo de sonrisa a juego.
—Tal vez si lo necesite. —Respondió con altivez, marcando una de sus comisuras en una delgada línea, que hizo desaparecer segundos más tarde al fruncir los labios en cuanto ella no solo se detuvo, sino que reculó, ante lo cual Niall terminó ladeando el rostro y chasqueando la lengua con exageración.— Uuuuuuh... ¿En serio, fénix? —Había sabido leer a la perfección su lenguaje corporal y supo al instante a qué le estaba desafiando. Su mentón alzado lo corroboraba. Así que se encogió de hombros y, respetando el diámetro de distancia entre ambos, volvió a reanudar sus pasos alrededor de ella, lo que la orilla le permitió, pues no estaba por la labor de mojarse la ropa, por muy descalzo que fuera. Mantuvo el silencio y su mirada fija en ella, en esos orbes esmeralda que le miraban desafiantes y juguetones a la vez, correspondiendo él también a dicho mensaje. Y aunque pareciese que estuviera planeando algo, en realidad estaba improvisando.
—¿Tal vez...? Uhmm... No me sirve. —Respondió, después de fingir durante algunos segundos sopesar si aquello era o no suficiente para admitir lo que él pedía, y que en teoría tan seguro decía estar. Se encogió de hombros después, con aire inocente aunque sin perder aquel característico atisbo de sonrisa traviesa y altiva que no se dejaba extender. No le perdió de vista cuando el mago reanudó sus pasos, esa vez a su alrededor, tal y como había hecho poco después de llegar al lugar. Ladeó el rostro para poder mirarle de soslayo al preguntar, por encima del hombro ya que en ese momento la figura masculina se encontraba a su espalda.— ¿Has perdido algo o solo disfrutas de lo que ves...?
—Ambas cosas, tal vez... ¿Temes algo, acaso? —Cuestionó aún dando pasos alrededor de ella, con una tranquilidad envidiable. Pero obviamente pendiente de ella y de todo cuanto hiciese o dijese. Sabía que le tocaba a él mover ficha porque ella ya la había movido, y lo supo por su modo de mirarle. Ese lenguaje mudo que tan bien manejaban. Terminó por detenerse frente suyo, pero sin acortar la distancia que tenían, dejando con parsimonia las manos en los bolsillos y destilando chulería "Made in Boswell" por cada poro de su piel, vamos, como venía haciendo desde hacía treinta años atrás. Tuvo una ligera idea, tal vez funcionara o tal vez no, ella le conocía demasiado bien, sin embargo, menos daba una piedra. Con la sonrisa que desde hacía un rato llevaba puesta, frunció nuevamente los labios y luego le regaló un pícaro guiño, como distracción antes de desaparecerse y materializarse, mediante la aparición, tras su espalda.
Abigail chasqueó de nuevo la lengua, tornando la actitud ya del todo arrogante. ¿Temer ella algo? Casi le daba la risa.
—¿Yo? Nada. —Sonó del todo convencida, aunque aquello no era del todo cierto, pues sí que temía algunas cosas, solo que tal vez no serían las más convencionales. De todos modos, no pensaba dar ninguna pista ni mucho menos admitirlo; aunque a decir verdad ya lo hizo una vez, hace mucho, pero no tenía intención de repetirlo, menos en ese momento. Seguía de pie, sin variar la postura, esperando para ver cuál sería la jugada de Niall y sosteniéndole la mirada una vez se puso al frente de nuevo, aunque fuera de su alcance. Abigail sabía que habría ideado algo y no supo qué hasta que le guiñó el ojo. Aquel gesto fue la pista delatora. El mago de ojos claros siempre se despedía con un guiño justo antes de desaparecerse, y evidentemente no la iba a dejar allí sin más para regresar sin ella, por lo que dedujo rápidamente cual iba a ser movimiento. Al tiempo que él se desaparecía, la bruja giró sobre sus talones para dar media vuelta, esperando no equivocarse, y no lo hizo. No perdió un segundo para cogerse con delicadeza a su camisa y alzarse un poco de puntillas para robarle un beso, no sin antes murmurar un característico "Bu".
Por un momento pensó que la pillaría por sorpresa, pero nada más aparecerse sintió sus suaves manos sobre la camisa y cómo le atraía hacia ella sin contemplación ninguna, pero no es que le disgustase el gesto al mago, al contrario, se le dibujó esa característica sonrisa, aquella que solo ella era capaz de hacer salir a la luz, de la que era única dueña y espectadora. Recibiendo, o mejor dicho, siendo víctima de aquel "pícaro robo" se llegó a cuestionar cómo era posible que alguien como él pudiera estar viviendo algo como aquello. Aquello por lo que siempre, irónicamente, se había reído y negado efusivamente su existencia, el compartir su vida con una persona que se la completaba en todos los aspectos de la palabra. El cómo era posible que fuera merecedor de ello, y lo más increíble, que le gustase. Sonriendo ante el tacto de sus labios en los propios, correspondió al beso al menos en lo poco que el mismo duró, haciéndosele, como era de esperar, corto y efímero, cosa que no dudó en mostrar mientras se delineaba a sí mismo el labio inferior, sutilmente, con la lengua.
Abigail no pretendía dejarle satisfecho con aquel beso, todo lo contrario, por lo que se esmeró bien en aquellos labios por muy poco tiempo, siendo ella quien puso fin al gesto apartándose. Al ver que se humedecía el labio de esa manera sutil, y bastante sugerente para ella, se aproximó nuevamente para dejarle un suave y juguetón mordisco antes de darse la vuelta y reanudar el paseo. ¿No le había sugerido que disfrutara más del entorno? Pues a eso se disponía. Claro. Qué duda cabía. El entorno, desde luego. Provocarle "un poco" con la manera natural en que sus curvas se movían al caminar, sabiendo que el moreno tenía una buena perspectiva trasera, fue algo del todo casual, sí. Tras unos cuantos pasos, metió las manos en los bolsillos. Tuvo la tentación de mirar atrás, pero se contuvo.
Ladeó el rostro paulatinamente mientras la bruja, de forma muy tentadora y oportunista, se iba alejando de él nuevamente tras haberle dejado ese característico mordisco en el labio inferior, lo que le hizo de forma instintiva humedecerlo, antes de perfilar aquella sonrisa "made in Boswell" que él, y solo él, era capaz de dibujar en sus labios. No perdió detalle alguno ante la panorámica que se le presentaba, y la posible exageración en los movimientos de Abigail (Que no lo era, pues era su andar natural, pero tras el continuo juego, el mago lo asoció a una provocación más) y no dudó en dibujar la figura de Abigail con la mirada, recorriendo cada curva, cada milímetro, con sus ojos y casi de forma literal desnudándola con la mirada, como si aquel cuerpo fuese la primera vez que lo viera y no la milésima. Atraído como un imán, reanudó sus pasos, siguiendo el mismo camino que marcaba su silueta en la penumbra, siendo solo ubicada por las luces que la contorneaban procedentes de la luna, y el suave roce de sus pies sobre la arena, y el ruido tenue que este producía. ¿A donde iban? Ni se sabía, ¿Le importaba? Ni lo más mínimo, mientras ella fuera la que marcase el compás de sus pasos y su compañera de viaje.
Mientras caminaba a lo largo de aquella orilla y aun disfrutando de aquel juego de luces que ofrecía la posición de la luna en ese lugar, Abigail podía sentir cómo el mago, a su espalda y unos cuantos pasos por detrás, la desnudaba con la mirada; como si a cada paso que daba una de las prendas que vestía en ese momento desapareciera. A diferencia de que otros lo hicieran, que se tratara de Niall no la desagradaba en absoluto, todo lo contrario, siendo ella misma quien ese momento lo había provocado a propósito, de hecho. Y la diferencia radicaba en que él iba más allá, aunque no fuera el caso en ese preciso instante, o tal vez sí. El hecho es que no se limitaba a solo a desnudarla en cuerpo, a solo contemplar curvas y piel. No, Niall veía mucho más de ella, algo que no le había permitido a nadie más, ni pensaba hacerlo.
—Deja de mirarme el trasero, Boswell. —Lo estuviera haciendo o no, quiso bromear al respecto, girando sobre sus talones para quedar hacia él y continuar caminando de espaldas, con más lentitud para que el morenazo terminara por alcanzarla. Una vez lo hizo, volvió a dar media vuelta para seguir el paseo a su lado, sujetándose a su cintura con un brazo y esperando que él hiciera lo propio, o tal vez tomándola de los hombros por la pequeña diferencia de altura si le era más cómodo. Sobra decir que poco le importaba a Aby también no tener ningún rumbo fijado para sus pasos, mientras él no la soltara.
No disimuló ni por asomo cómo se estaba deleitando con las vistas, ni siquiera cuando la bruja se dio la vuelta advirtiéndole de que fijase los ojos en otra zona que no fuera en su trasero. Y aunque el mago no estaba justamente con la mirada fija en aquella zona concreta, se carcajeó, delineando una vez más su figura con los ojos antes de darle alcance y pasar el brazo por encima de los hombros de ella, en un gesto meramente tranquilo, pero protector y tal vez posesivo, aunque no hubiese nadie que pudiera verle, le gustaba mostrarse así, pues al fin y al cabo Abigail era suya y pasaría por encima del cadáver de cualquiera que se atreviese a decir lo contrario. Llevando su rostro al oído de la bruja, tras dejar segundos de tregua por su comentario, respondió, a modo de rebate:
—Como si te disgustase, fénix...
Al pasar un brazo sobre sus hombros, ella se arrimó un poco más, terminando de afianzar la postura, por así decir, mientras continuaban con el paseo, sin ninguna prisa en sus pasos. Aunque no lo admitiera nunca, le gustaba el deje con el que él la abrazaba siempre, ya fuera de aquella manera, por la espalda, en la cama, o de la forma convencional, le daba lo mismo, siempre tenía ese toque en cierto modo protector y posesivo a la vez. Algo sin duda, al menos para ella, significativo. Ladeó el rostro levemente cuando el mago aproximó el suyo para contestarle al oído, a lo que Abigail frunció los labios para ocultar una sonrisa. Estuvo a punto de pellizcarle, aprovechando que le rodeaba la cintura, pero cambió de idea en el último momento y lo que hizo fue ponerle la zancadilla al tiempo que adelantaba el pie para dar el siguiente paso, aunque en realidad no tenía intención de hacerle caer, era un modo más de protestar haciéndole trastabillar.
—Tú qué sabes...
—Sé bastante... —Pronunció con altanería y tono jocoso, aunque la burla de la situación le duró más bien poco tras ser víctima de la trabanqueta que le había hecho Abigail en represalia. No cayó al suelo pero sí le hizo trastabillar un poco. A lo cual, aprovechando la postura que ambos tenían y que él, para no variar, estaba descalzo, pasó el brazo por debajo de sus piernas, tras las rodillas, y la alzó en brazos, caminando firmemente y decidido hacia el agua.— ¿Quieres jugar? Juguemos entonces, fénix... —Provocó, pero sin soltarla ni dejarla bajar, obviamente, al menos no por el momento. A él le importaba más bien poco el mojarse, no sería la primera vez y, desde que la conoce, tampoco sería la última, por lo que dibujó una sonrisa sardónica en cuanto sintió el agua rozarle los pies y el bajo de los vaqueros.— Pero luego no quiero pucheros si pierdes. —Se jactó con chulería, dando un par de pasos más hacia el agua.
Abigail se detuvo al verle trastabillar, esperando que recuperara el equilibrio. Tenía que haber previsto aquello, que la cogiera en brazos aprovechando que se inclinaba debido al tropezón, pero no fue así y la pilló desprevenida.
—¡Boswell! —Protestó, sujetándose a él como si eso fuera a impedir la caída si él decidía soltarla. Mientras se aferraba a su cuello con ambos brazos, miró hacia abajo, viendo el agua de la playa peligrosamente cerca, de hecho el moreno de ojos azules se adentró sin importarle, al parecer, mojarse el bajo de los vaqueros que vestía.— ¡No... Se te ocurra! —Volvió el rostro para dedicarle una mirada fulminante, frunciendo los labios y todo. Desdeñaba que la cogieran así, pero la idea del chapuzón era todavía peor.
Le resultaba hasta gracioso ver cómo, una bruja como Abigail, se defendía de sus brazos simplemente pronunciando el apellido con voz severa. La mirada que le dedicó solo le instó a que se pasara la lengua con disimulo y suspicacia por los labios, dibujando así una sonrisa que ya tenía de antes, remarcándola si acaso no era ya evidente. Al ver la reacción de la misma, sintió impulsos de hacer lo contrario a lo que le dictaba. Como un niño que le prohíben jugar con la varita de su padre y éste espera a que él se despiste para cogerla, tal cual. Luchando contra las normas y yendo siempre en contraposición, esa vez no iba a ser diferente. Dio un par de pasos más y, para más inri, se agachó con ella en brazos, acortando la distancia entre Abigail y el agua.
—¿O si no... Qué? —Cuestionó, mirándola de soslayo mientras mantenía el equilibrio en la arena, que al estar en el agua era aún más inestable.
Sin darse cuenta, desvió la mirada un momento a los labios del mago cuando se los humedeció con la lengua, hasta que reparó en que no debería estar pensando en comerse aquella sonrisa a besos si la intención era parecer ofendida y molesta. Levantó entonces las pupilas en busca de sus ojos azules, pero poco más tardó en apartarle la mirada, concretamente cuando Niall decidió que la distancia entre ella y el agua era demasiado grande y la acortó peligrosamente. La bruja se enderezó sobre su hombro todo lo que pudo, tratando de alejar el trasero del agua, que sin duda estaría demasiado fría, y no le apetecía cerciorarse de esa forma.
—¡Que no me tires! —Pues sí, en ese momento le odiaba mucho.— Por lo pronto vas a dormir solo.
Al parecer la distracción había funcionado porque el intento de apalancarse sobre su hombro solo le hizo estallar en carcajadas cuando volvió a erguirse, pero no se movió lo más mínimo del sitio. El agua estaba templada pero tampoco se podía fiar uno, ya que el mago estaba acostumbrado al agua de Irlanda y estaba allí considerablemente más fría que allí.
—Vaya... ¿Solo? ¿Me toca turno de sofá esta noche? —Bromeó a sabiendas de que no pensaba ni dormir solo, y mucho menos en ese asesino de cervicales. Así que se fue por la vía fácil, la estratégica y la retorcida tal vez. Acercó su rostro al ajeno, que ya de por sí estaban relativamente cerca, y susurró.— No aguantarás en la cama sin mí ni una hora, fénix... —Siseó el mote con toda seducción posible, obviamente intencionado para que ella captase el mensaje oculto.
MEEEC. Respuesta incorrecta. Por mucho que se esmerase en utilizar un tono de lo más seductor, porque así lo fue para la bruja, había escogido las peores palabras. Desafiarla en ese momento, en realidad el momento daba igual, no había sido la opción más inteligente, salvo que quisiera pasar la noche solo de verdad, que fuera o no el caso es lo que acabaría pasando como siguiera por ese camino.
—En primer lugar, no he hablado de ningún sofá. —Supuso que entendería sin mucha complicación que, dado el caso, Abigail pretendía dormir en su casa. No era tan estúpida, se alejaría de la tentación, por si acaso.— En segundo, tampoco he concretado que solo fuera esta noche... —Advirtió en un siseo, indicando, de forma evidente, que el "castigo" no consistiría en solo una noche, eso sería demasiado blando.— Y en tercero y último, te lo tienes demasiado creído, y conmigo no siempre te funciona. —Al terminar, esa vez dibujó ella una sonrisa de suficiencia, no muy pronunciada todavía.
—Bueno... Siempre puedo atarte a la cama y problema solucionado. —Musitó de nuevo con ese deje que se estaba gastando en esos momentos, y aunque pareciese que no, la opción la había expuesto en serio. No pensaba dormir solo, ni de broma, ya fuese en el sofá, en la cama, o en el felpudo, le venía dando igual, y si hacía falta la ataría, pero no con... "malos fines" más bien con otros más sencillos y placenteros al mismo tiempo.— Nadie dijo que fuese a permitir que mi fénix se escabullera tan fácilmente... —Y eso sí que lo dijo con un deje posesivo, pero no por ella en sí, sino por cualquier desgraciado que intentase acercarse. No es que viniera muy a cuento pero nunca estaba de más marcar territorio. Terminó reculando de nuevo a la orilla, sin la amenaza incesante de mojarse por unas sencillas olas.— Aunque me resulta curioso como al fénix le sigue dando miedo el agua...
Abigail fijó sus ojos verdes sobre los azules, arqueando una ceja y delineando una sonrisa de lo más pícara y cómplice por aquella salida que había tenido el mago. La verdad es que la idea no la escandalizaba, aunque ella imaginaba la situación más bien a la inversa y lo añadió mentalmente a su lista de cosas pendientes. Ya tendría ocasión, ya. Le encantó que usara aquel posesivo al dirigirse a ella, era algo que ya se sabía, pero no estaba de más recalcarlo de vez en cuando. Era suya, porque así lo había elegido, al igual que él era de ella, su halcón, y naturalmente nada o nadie iba a poder cambiar eso, pobre de quien lo intentara.
—Ya veremos si me dejo... Pero puedes estar seguro de que como "tu fénix” —Se aseguró de darle énfasis a esas dos palabras.— roce el agua siquiera, volará. —Volvió a dejar claro, convencida totalmente. Se relajó un poco cuando Niall reculó a la orilla, aunque todavía corría cierto peligro.— Lo que es curioso es que pienses que se trata de miedo... Pero si te hace ilusión... ¿Me bajas ya, sobre la arena?
Terminó inspirando profundo, porque por unos segundos no supo si aquel tono seguía siendo fingido o por contraposición sí se había cabreado de verdad. Fuera cual fuere, ya estaban en la orilla y la terminó bajando sobre la arena como le pidió. Sin embargo eso no quitaba que fuera a repetir la broma más adelante, en otro lugar y cuando menos se la esperase, así que lo dejó como asuntos pendientes, se conformaba con haberla mareado un poco y su reacción ante aquello, que desde siempre le había gustado y le instaba a más, pero tal vez con ella había aprendido cuando parar.— No sé… Dímelo tú, solo es agua, así que... Sorpréndeme.
Nada más poner un pie sobre la arena, la bruja dio un par de pasos atrás, adquiriendo cierta distancia prudencial tanto del agua como de Niall, que cualquiera se iba a fiar tratándose de él. No tenía la certeza de que verdaderamente se hubiera conformado solo con aquello, aunque esperaba que la advertencia de antes diera ese resultado. Se alisó la chaqueta de abrigo que llevaba, de cintura hacia abajo, con aire desinteresado, y luego pasó los dedos a lo largo de la trenza que formaba su melena castaña, volviéndola a situar por encima del hombro. Aunque no lo pareciera, tenía ciertos toques coquetas, y desde luego cuidaba el aspecto físico pese a la sencillez que la caracterizaba.
—Claro, solo es agua. Pero no me apetece volver a resfriarme, y ya no hablemos de empapar la ropa y el calzado. —Si sonaba seria, es porque era su forma de ser, no porque estuviera enfadada, pues no tenía motivos en ese momento.
No es que no compartiera su deseo de ir siempre bien arreglado, o en parte al menos, ya que él era también muy especial con la ropa, tenía un ego demasiado grande y siempre tenía que ir marcándolo a cada paso que daba, ya fuera con sí mismo o la ropa, sin embargo, seguía pensando que solo era agua, pero no era un debate que mereciese siquiera ser sacado, así que lo dejó correr.
—La solución siempre es el calor, pero... Tú te lo pierdes. —De nuevo, lo llevó por otros derroteros que auguraban un buen final, simplemente por el hecho de usar ese tono jocoso que utilizaba en esos casos, mientras reanudaba los pasos hacia ella, alejándose del agua y sintiendo cómo los bajos de los pantalones le pesaban un tanto por estar empapados.—Lástima que me toque dormir solo hoy... ¿No? Una verdadera lástima...
Desvió la mirada un instante hacia el suave y tranquilo oleaje de la orilla, a la espalda del mago en ese momento, y se decantó por recular otro paso entretanto él se acercaba. Solo por si acaso, aunque si la volvía a coger en volandas haría con ella lo que le diera la real gana, por no variar mucho. Se limitó a contestar aquel primer comentario acerca del remedio para el frío pincelando una tenue sonrisa. Recordaba perfectamente la última situación en que eso había ocurrido, hacía cosa de unas cuantas semanas en que, tras un gélido chapuzón que no entraba en sus planes, se habían esmerado en entrar en calor bajo la ducha.
—Eso era en caso de tirarme al agua, pero te veo muy predispuesto a dormir solo...
—Tal vez solo sea una prueba para ver cuánto aguantas... —Y ese reto, lanzado nuevamente como si no hubiese aprendido la lección antes, fue lanzado refiriéndose tanto en la misma casa, como por separado. La pega de todo aquello es que ambos eran demasiado tercos y orgullosos y, pese a ser un juego, a ninguno de los dos les gustaba perder, así que podría alargarse aquel reto ni se sabía, por eso, aun cuando había sido él quién lo había dicho, terminó de darle alcance con pasos seguros y la cogió de la mano, sonriendo con suspicacia.— Pero he de reconocer que la idea de antes, me llama más. —Y con eso se refería a lo de retenerla a cualquier coste, atándola a la cama si hacía falta, y con "erótico resultado" a poder ser. Su tono fue jocoso y suspicaz a la vez, enturbiando si iba en serio, a broma, o ambas, todo fuera por dejar el misterio un poco más en el aire.
—Pues no quieras ponerme a prueba, halcón... —Tampoco lo dijo a malas, más bien suavizó el tono para que no se malentendiera. Si bien es cierto que le estaba siguiendo el juego, también lo era que hablaba en serio llegado el caso, pues, efectivamente, era tanto o más orgullosa que él, y desafiarla solo hacía que sacar más a la luz aquel instinto. Podrían pasarse bastantes días cada uno por su lado solo por no perder un reto, hasta que uno de los dos agachara la cabeza, cosa complicada. No se movió del sitio, permitiendo que el moreno de ojos claros salvara la distancia. Entrelazó los dedos cuando la sujetó de la mano, casi por costumbre, pero sobretodo porque el gesto y la sensación que le producía le era sumamente agradable. Amplió la sonrisa al oír sus últimas palabras, sin duda Abigail también prefería aquella opción, cualquiera a decir verdad que terminara con erótico resultado, lo cual, tratándose de ellos dos, tampoco era tan difícil, más bien algo que llegaba a definirlos.— Y a mí, solo que con algún ligero cambio... —Admitió sin tapujos, arrugando de manera leve y graciosa la nariz.
—Sabes que me encanta provocarte... —Se detuvo, pero sin soltarla de la mano y sin intenciones de hacerlo. En un leve tirón la atrajo hacia sí, echando una última mirada alrededor antes de fijar los ojos en los ajenos, en aquellos universos esmeralda que siempre tenían algo por descubrir, algo que contar. El juego de luces del paisaje estaba a punto de concluir, o eso parecía por la posición de la luna, pero él estaba más pendiente de ella que de nada más, algo que ya era de esperar. Dibujó una delgada sonrisa, bastante reveladora, al escuchar ese indirecto comentario.— Vaya... ¿Y de qué... Cambios estamos hablando, Srta Hunter?
—Hmm... —Como si no hubiera quedado claro ya que le encantaba provocarla, aunque ella tampoco se quedaba corta, por eso no borró la sonrisa y levantó la mirada para perderse en aquellos ojos azules una vez el mago la atrajo hacia él. Poco caso le estaba haciendo ya a la particularidad de aquel lugar, los tenues rayos de luz que emitía la luna a través de la vegetación y los reflejos que la misma producía en la orilla del mar. No es que no le gustara, sino que le costaba no prestar atención a lo único que verdaderamente le interesaba, que era la compañía. Para responder aquella pregunta, aunque seguramente fuera algo obvio, le sujetó a él de las muñecas y se las cruzó por delante, entre ambos, sin soltarle, aunque tampoco ejercía ningún tipo de presión o fuerza.— No sería yo la atada a la cama...
—Habría que ver si dejo que lo consigas... Para empezar. —Respondió tras captar el mensaje y dejar que se lo mostrara mediante las muñecas, aunque la idea no le desagradaba en absoluto, todo había que decirlo. Es más, el solo considerar la idea le hizo, de forma instintiva, morderse el labio con levedad, aprovechando la cercanía para hablar sobre el aliento ajeno, en un mero roce.— Porque tal vez seas tú la que acabes así... Nunca se sabe, fénix. —Entonces el mordisco en el labio se lo llevó ella, por mera provocación e instinto suyo, porque simplemente le salió hacerlo.
Alzó ligeramente el rostro en busca de aquel aliento que la hacía perder la razón, y en busca también de algún roce, por efímero que fuera.
—Puedo ser muy persuasiva cuando quiero... —Respondió Aby, claramente confiada y segura de sí misma. Tironeó del labio para liberarlo cuando el moreno decidió atrapárselo con suavidad entre los dientes, humedeciéndoselo luego con bastante descaro. Poco tardó en alzar los talones de la arena para buscarle, aunque no le devolvió el mordisco como podría esperarse, sino que se dedicó a dejar un amago tras otro por el mero placer de hacerlo.— O tal vez no...
—Pues quiero ver cuán persuasiva puedes llegar a ser... —Eso sí que era un desafío en toda regla y no lo anteriormente mentado. El mago había comenzado a jugar con fuego y lo sabía, pero nunca había tenido temor a quemarse, pues muy pocas veces se había quemado. Y su personalidad solo hacía que remarcar lo evidente. El ego no crecía de la tierra, así que era más experiencia que narcisismo, (Que también). Bajó levemente la mirada a sus labios momentáneamente cuando ella se los humedeció, a todas luces, un deje indirecto de picardía y falsa inocencia a la vez que, a él, le atraía como la miel a las abejas. Sin embargo, tampoco pudo rebatir lo último pues los amagos que ella realizaba terminaron por desconcentrarle brevemente, olvidándosele lo que iba a decir a continuación.
La bruja continuó tentando con varios roces sobre los labios del moreno de ojos azules, aunque estaba llegando a aquel punto en que ni ella misma podría resistirse de seguir por esa vía. Finalmente sí que le devolvió el mordisco, concretamente en el labio inferior, atrapándolo con suavidad entre los dientes y tironeando de manera muy lenta, disfrutando del gesto todo lo que pudo y más como última provocación. Se apartó al tiempo que dejaba escapar un leve y pícaro suspiro.
—Lo verás, a su debido tiempo... —Murmuró, para terminar de apartarse del todo y soltarle las muñecas, guardando las manos en los bolsillos con fingida inocencia, que para nada tenía pero que le iba de perlas con la situación.
Si lo que quería era desconcentrarle hasta que el tiempo se detuviera, lo estaba consiguiendo, eso o que bajase la guardia de tal modo que quisiera saciar la tentación que ella suponía. Y casi lo hizo, pues realizó un amago en cuanto ella se apartó, chasqueando la lengua al ver que había caído en la jugada, mientras ladeaba el rostro y negaba con levedad.
—¿A su debido tiempo...? ¿Y por qué he de conformarme solo con esperar? —Cuestionó, como era de esperar, queriendo anticipar lo que sabía que, fuera entonces o fuera más tarde, acabará sabiendo. Pero para algunas situaciones tenía paciencia y en otras... tal vez pecaba de impaciente, sobretodo si estaba ella de por medio. La sonrisa se le acentuó, aguardando a ver con que le rebatía Abigail.
—Quizá si esperas, el premio sea mayor... Quién sabe. —Se encogió levemente de hombros, con aire de un misterio en realidad inexistente. Todo cuanto decían y hacían era parte de su juego, en el que la partida nunca terminaba ni tenían esa intención. Reanudó la marcha, nuevamente yendo ella de espaldas para no perderle de vista y a un ritmo más que lento, al tiempo que le dedicaba una mirada tan fugaz como tentadora a los labios del mago de ojos claros. ¿No quería comprobar lo persuasiva que podía llegar a ser? Pues lo llevaba experimentando desde que lanzó aquel comentario y, según parecía, no era siquiera consciente. No obstante, Abigail no había terminado todavía, por lo que se esforzaba en evitar cualquier indicio de victoria.
—Ah... ¿Qué hay premio? —Avanzó a paso ligero, de nuevo, para intentar darle alcance. No era consciente de que estaba cayendo en su juego, en aquella persuasión a la que le había retado, y ni se había percatado de que ya había dado lugar, pues lo consideraba un juego más, uno de aquellos que a veces mantenían eternos y de los que nunca se cansaban, o al menos Niall.— Vaya... Al parecer, el fénix se ha levantado hoy con muchas ganas de jugar. —Terminó por darle alcance y la cogió de una de las manos, para que simplemente, no se le escapase de nuevo. Aunque le agradaba en sobremanera ese tira y afloja que se estaban marcando sin cesar.— ¿Y si no quiero esperar? ¿El premio será mayor, quizás...?
—¿Cuándo no lo hay...? —Volvía a hacer uso de aquel tono velado de misterio y picardía al mismo tiempo, sin dejar de dar un paso tras otro hacia atrás, con toda la parsimonia del mundo. Aunque con la tontería, habían recorrido buena parte de aquella orilla tan particular mientras la luna continuaba su recorrido a través del oscuro firmamento, apenas se reflejaban ya los tenues rayos de luz que daban nombre al lugar. Amplió la sonrisa al oír aquel comentario, que aludía a las ganas de juguetear de esa manera. Le hizo gracia porque, precisamente, era él quien se las provocaba siempre. Volvió a encoger los hombros después, sin borrar la sonrisa, dejando que la cogiera de la mano.—  Podría ser... Descúbrelo tú mismo, ¿No?
Niall sonrió con suficiencia y victoria al mismo tiempo, aunque irónicamente el ganador de la partida aquella vez no fuese él, pero no le importó sumergirse en aquel universo esmeralda una vez más, para descubrir aquellas maravillas de las que tanto ella alardeaba. Cogido de su mano, solos en un paisaje que les otorgaba una intimidad infinita, muy acorde a ellos, el mago no dudó en esmerarse lo que restaba de mañana (Aunque en aquel país, en ese momento concreto, fuera de noche, por la diferencia horaria) en descubrir lo que ella en esos momentos guardaba, y usaba como moneda de cambio para provocarlo, buscarle en el buen sentido, las cosquillas. Hacerle perder la noción del tiempo, de la realidad que siempre les esperaba cuando volvían, aquella aburrida y matutina vida de la que siempre escapaban de aquel modo, y siempre conseguían volver únicamente cuando estaban juntos. Tal vez no nacieron para ser buenas personas, dignas de ser un ejemplo a seguir, es más, no lo eran, ninguno de los dos, y solo había que ver su historial. Pero de una cosa no había duda, y es que lo quisieran reconocer o no algún día, los dos habían encajado y encajarían siempre a la perfección, por mucho que lo coultaran.
[Fragmento editado de rol con: niallboswell]
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abigailhunter · 10 years ago
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abigailhunter · 10 years ago
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Bienvenido a casa, Bran.
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abigailhunter · 10 years ago
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Otra de tantas citas improvisadas
Habían pasado ya unos días desde la "aventura", con chapuzón en la playa incluido. Abigail tuvo la mala suerte de resfriarse, y desde entonces intentaba lidiar con los síntomas a base de pociones. 
Había pasado ya por su casa, en primer lugar para despedirse silenciosa y brevemente de su gato, guardando su collar como recuerdo, y en segundo lugar para recoger algunas de sus cosas y quedarse de nuevo en la vivienda irlandesa con Niall. Además, tenía que adecentar la casa si la quería vender, pero a eso la estaba ayudando el mago mientras ella realizaba su jornada laboral en su negocio, el Emporio de la Lechuza.
Justo aquel día llegó algo más tarde de lo habitual, pero Niall se encontraba fuera, así que, tras beberse de un trago la desagradable poción para el catarro, se fue directa a la ducha. Se vistió con una de las camisas de Niall a modo de pijama, que a esas alturas ya era más de Aby que de él, puesto que se había llevado algunas pertenencias pero no ropa de pijama, si al final, siempre les acababa molestando. No tenía demasiado apetito por lo que cenó algo rápido y se dispuso a esperar al propietario de la casa frente a la chimenea, para calentarse. Tenía la intención de esperarle despierta.
Al igual que ella, Niall tenía que seguir insistiendo en la venta de la vivienda, aunque en ese momento eran viviendas, en plural, pues se encargaba él de ambas, aunque no iba a mover papeleo alguno hasta que un cliente apareciese y se lo comunicase a Aby, ya que al fin y al cabo la dueña era ella y no él. Esa tarde se había retrasado, más de lo que quiso en un primer momento, porque mientras volvía a casa se había percatado de que alguien "le seguía”, y antes de arriesgarse por completo, dio varios rodeos para ver quién era. Que no dejó de ser uno de los pocos miembros vivos que quedaron de la banda, y que querría probablemente saber dónde se escondían para comunicarlo al resto. Pero... por suerte para algunos y desgracia para otros, aquel individuo no murmuraría palabra alguna más. Con un bufido cansado, entró en la vivienda Irlandesa mientras se iba desabrochando el abrigo, quitando la bufanda, etc. Sintiendo el cálido ambiente que le aguardaba en el interior. Una cosa estaba clara, Abigail estaba en casa y, tras los últimos sucesos, eso le tranquilizaba.
Entretanto la bruja esperaba su llegada, tratando de no impacientarse ni preocuparse más de la cuenta, iba girando sobre sus propios talones cada poco, calentándose gracias a la leña prendida del hogar. Al oír la puerta suspiró con cierto alivio, pues solo podía ser una persona. Giró de nuevo sobre sí, aguardando a que él se desprendiera de la ropa de abrigo y se internara en la estancia donde ella se encontraba. Situó las manos detrás, calentándose las palmas.
Una vez se descalzó, avanzó por el pasillo mientras se iba desabrochando la camisa que llevaba, con una camiseta en el interior, pero que por el frío se vio obligado a abrocharse. Al mirar hacia el salón y verla allí, tan cómoda frente a la chimenea, sintió el impulso e instinto de ir hacia allí y así lo hizo, dejando la tarea de desabrocharse la camisa para luego, al menos los botones que le quedaban.
—Vaya... Si tengo a un fénix esperándome.
A medida que el mago se acercaba a ella fue ampliando más la sonrisa, que un principio al verle no fue más que un atisbo. Reparó en la forma en que sus dedos desabrochaban los botones de la camisa que vestía, desvelando una camiseta, supuso de manga corta, debajo. Sin embargo aquella tarea Niall pareció dejarla a medias, por lo que ella, cuando ya se hubo aproximado y lo tenía delante, alzó las manos para tomarse la libertad de terminarla, botón a botón y con la vista fija en aquellos ojos azules.
—Y yo a un halcón que llega tarde...
—No recordaba tener ninguna... Cita. —Musitó con voz tenue, bajando la mirada a los dedos de la bruja, a cómo se dedicaban a desabrocharle los botones restantes, hasta descubrir la camiseta negra que llevaba debajo. El mago se terminó sentando en el apoya-brazos del sofá más cercano a la chimenea, frente a ella, teniendo así que alzar el rostro mínimamente para seguir mirándola, mientras que sus manos, de forma estratégica, viajaron hasta la baja espalda de la susodicha, que era la cara que estaba directamente contra la chimenea y, por ende, hacía calor.
Cuando terminó con los pocos botones que quedaban de aquella prenda, se limitó a adelantarse un paso hacia él cuando tomó asiento en el reposa-brazos del sofá que quedaba próximo a la chimenea, donde ella misma apoyó una de las rodillas, para luego dejar los antebrazos descansando sobre los hombros del mago, cruzando las manos detrás.
—¿No? Qué mala memoria la tuya... Tienes una cita con el fénix todas las noches... ¿Por qué iba a ser hoy diferente?
—Hmmm… ¿Todas las noches? Es que sin un recordatorio... —Chasqueó la lengua con picardía, empezando, cómo no, el juego que siempre tenían y tanto les caracterizaba. Mientras aguardaba su "recordatorio”, el mago desvió la mirada a la mejilla de Abigail, como hacía todos los días, donde apenas ya quedaba nada del buen moretón que le había salido por aquel "percance" sufrido días atrás. En verdad estaba todo demasiado tranquilo para el caos que habían organizado, sin embargo ya comenzaban a meter las narices de nuevo, poco a poco.— Tal vez si me haces recordar... —Volviendo al tema que les concernía, se encogió de hombros, bajando una de las manos hasta la parte superior de la pierna de Abigail, en una lenta caricia.
—Todas. —Le interrumpió sin poder evitarlo, pronunciando aquella única palabra de manera rotunda, como si fuera ya un hecho irrevocable. Arqueó después una ceja, mirándole de forma tan perspicaz como divertida. "Vaya morro tiene...", pensó para sus adentros. Se percató que volvía a mirarle la zona donde había recibido un golpe que le amorató esos días la piel, pero no dijo nada, ninguno de los dos lo hizo. Además, aquel día ya apenas se veía porque se lo había estado tratando. Dada la diferencia de altura, agachó un poco el rostro pero enseguida volvió a enderezarse, intentando darle la vuelta al juego y no caer tan pronto, aunque claro, entre la forma de mirarla y la caricia que llegó al muslo, no le resultaba fácil.— Si tanto recordatorio te hace falta, será que no te interesa mucho...
Cuando le interrumpió no pudo más que dibujar una delgada sonrisa. Su tono, su decisión y el modo inquebrantable con el que lo dijo le había gustado en sobremanera. Así que le hizo un gesto con los dedos para que se acercase y así susurrarle mejor.
—Tonta tú… Que te conformas solo con las noches. —Tras eso, volvió a chasquear los dientes con fingida resignación.— O puede que sea a ti a la que no te interese... Porque mucho estás tardando en reclamar lo que es tuyo... ¿No, fénix?
Se acercó un poco en cuanto él se lo pidió con aquel gesto, para oír el susurro. Podía haber respondido, pero prefirió morderse la lengua por no estropear el momento. Si se "conformaba" solo con las noches, era porque, a diferencia de él, ella tenía un trabajo que atender. Así que le concedió aquella pequeña batalla y se dispuso a librar la siguiente. Claro que, Niall le había dado la vuelta otra vez, para no variar.
—Una cosa es reclamar, y otra arrastrarme como una cualquiera por algo que, como bien has dicho, debería ser mío...
—¿Y desde cuando... Eres una cualquiera? —Quiso saber el mago, con el rostro sutilmente ladeado mientras escrutaba su rostro. Él no la consideraba así, y dudaba mucho que lo fuera a hacer algún día, aunque entendió que se trataba del juego que tenían y nada más. Se mordió el labio de forma casi imperceptible, volviendo a llevar las manos a su cintura por encima de la camisa que llevaba, suya por supuesto, aunque podía considerarse ya propiedad de Abigail.— Un fénix no es algo cualquiera... Ojos verdes.
—Desde nunca. —Respondió con cierta altivez. Jugando o no, no se consideraba una cualquiera, ni para con respecto a Niall, ni en ningún otro aspecto de su vida. De todos modos, esa vez solo fingía estar ofendida para aquel entretenimiento que se traían entre los dos, algo que era extraño si no se daba a diario prácticamente. Esbozó una media sonrisa, muy tenue, al escuchar aquello último, y acercó el rostro al ajeno de manera peligrosa, tentando y a punto de caer en su propia tentación.— Exacto... Ojazos azules. —Procuró susurrar esas palabras contra su boca, dejando así algunos roces aparentemente accidentales.
—¿Te he dicho ya... Que me vuelves loco? —Fue inevitable no soltar aquella frase, ya tan bien conocida para ambos. Pero es que ella misma, su forma de mirarle y de zambullirse en los ojos ajenos tal cual hacía él con los suyos, la forma de expresarse... Su aroma. Toda ella le rompía todos los esquemas, haciendo que fuera como nunca pensó que llegaría a ser, como siempre se burlaba de la gente que estaba en esa situación y en ese momento él mismo vivía. “Maldita ironía”. Pero no es que le importara mucho, o nada, el tener al único ser existente capaz de poner su mundo patas arriba si así lo deseara, cerca de él. Le importaría si la perdiese. Puede que fuera una debilidad, pero era SU debilidad y de nadie más. Ante los roces hizo un leve amago que pronto se percató de que era un estratagema para provocar y buscarle las cosquillas.
—Como si hiciera falta que lo tengas que decir... —La mujer de los ojos esmeralda no pudo más que sonreír de manera más amplia, y en cierto modo orgullosa. Orgullosa de ser la única que podía despertar todo aquello en la persona que tenía delante, a quien estaba deseando besar. Si para Niall era alguien que le rompía todos los esquemas, él para ella también, pues no se había comportado así con nadie más, ni había sentido lo mismo por nadie más que por él. De hecho, ni siquiera creía en ello, hasta que poco a poco aquel moreno de ojos azules le descubrió el sentimiento más fuerte de todos. Y sí, en cierto modo era una debilidad también para ella, a la que gustosamente se doblegaría cada día, y cada noche. Aunque, naturalmente, no sin antes pelear un poco. Muy poco... Casi, casi, estuvo a punto de ceder frente al amago, pero, en lugar de eso, formuló un nuevo interrogante en un susurro, teñido inevitablemente por las terribles ganas de atraparle los labios entre los propios.— ¿Tan loco como para besarme...?
Hubiera dicho algo como "Tan loco como para enfrentarme a una banda entera" con su peculiar arrogancia, pero decidió decantarse por callar, algo insólito en él, que siempre aprovechaba la mínima oportunidad para destilar egocentrismo por cada poro de su piel, y hacer suyos sus labios a modo de respuesta. A modo de SÍ, que estaba tan loco como para besarla hasta quedarse sin aliento, que estaba tan loco como para hacer cualquier cosa, fuese cual fuera, para solo cerciorarse de que ella iba a seguir respirando. Tras aquella caricia con la que le deleitó, susurró sobre sus labios.— ¿Alguna prueba más... Fénix?
Abigail se esperaba alguna de las respuestas "clásicas" donde su ego le poseía, pero no cabía duda de que aquella la disfrutó más y mejor. No había mejor respuesta que una que se dejaba de palabrería y se demostraba con hechos, cosa que en cierto modo les caracterizaba a los dos. Sin embargo, aquel gesto le supo a poco, o tal vez no, puede que sencillamente no quisiera conformarse con un beso cuando tenía opción a más. Es por eso que fingió pensar largo y tendido en su pregunta, levantando la mirada al techo durante algunos segundos, mientras fruncía los labios a un lado.
—Hmm... No sé, no sé... No me ha quedado del todo claro. Igual con un poco más de esmero... —Añadió eso último volviendo a mirarle, con clara intención de pincharle un poco.
—¿Más esmero? —Arqueó la ceja ante sus palabras, con un deje incluso divertido al repetir lo que ella misma había dicho. Estando como estaba ella, es más, solo por ser ella le pondría muchísimo esmero. ¿La consecuencia? Que ninguno de los dos dormiría luego. Sin embargo dibujó una leve y pérfida sonrisa antes de levantarse de donde estaba sentado, usando la pared que tenían detrás del sofá, en el hueco entre éste y la chimenea, dejando el fuego a su derecha ahora. Obviamente, la que salía perdiendo con aquel movimiento era ella, pues no tenía "escapatoria alguna”.— ¿Y cómo quiere que me esmere... Hunter? Sorpréndame... Siento curiosidad.
—Ajá... —Asintió, mordiéndose el labio en un intento de ocultar una sonrisa traviesa, pese a que aquella primera pregunta había sido retórica. Se apartó del sofá cuando el morenazo se puso en pie, dejándola entonces encajonada entre el mobiliario y la pared, donde ella terminó apoyándose porque no le quedaba otra. Bueno, sí, saltar por encima del sofá, pero esa idea no la seducía tanto como esperar y ver qué le deparaba allí, "en manos" de Niall.— ¿Qué sentido tiene que yo te lo diga? Perdería toda la gracia. Además, no soy yo quien debe sorprender...
—Ajá... —La imitó, antes de desviar la mirada de sus ojos a sus labios, donde fue acortando distancias poco a poco, dejando leves roces sobre los mismos. Sin embargo, el trayecto no terminó ahí y sus labios fueron descendiendo por su mentón, por la mandíbula, hasta llegar al cuello, a la par que sus manos, aún en su cintura, fueron descendiendo por encima de la camisa hasta el final de ésta, volviendo luego a ascender hasta la cintura pero esa vez por debajo de la prenda que ella vestía. Con los labios deleitándose en su cuello y sus manos sobre la piel tersa de su cintura, se "esmeró" a conciencia hasta hacerla estremecer. Y una vez conseguido, no pudo evitar dibujar una victoriosa sonrisa antes de apartarse, dando dos pasos hacia atrás de espaldas y llevándose las manos a los bolsillos.— ¿Qué dijiste que había de cenar? —Preguntó, ya de paso, cobrándose una pequeña venganza personal, mientras se encaminaba ahora sí de frente a la cocina, pero echándole una mirada de vez en cuando de soslayo.
Evidentemente, no se imaginaba la estrategia del mago hasta que ya fue demasiado tarde, cuando se había estremecido de pies a cabeza, a causa de aquel esmero que había pedido hacía un momento y del cual se iba a arrepentir en cuestión de un par de minutos. Justo cuando creía que la cosa iba a mejorar notablemente, fue cuando Niall se apartó, dibujando aquella sonrisa cargada de soberbia y victoria.
—¿Qué...? —Musitó, reflejando en su semblante el desconcierto a través de un mohín. Tardó incluso en procesar la pregunta y caer en la jugarreta. "Hijo de…”— No lo dije. —Contestó de mala gana, moviéndose para desplomarse en el sofá de espaldas y taparse la cara con uno de los cojines, ahogando una queja en forma de breve gruñido. Tocada y hundida. Se destapó para volver el rostro y ver cómo Niall se alejaba en dirección a la cocina, entrecerrando sutilmente los ojos. La teoría decía que ya estaban en paces, sin embargo esto es lo que Abigail pensó: "Si te crees que esto va a quedar así, lo llevas clarito".
Aunque no la pudiera ver, era capaz de imaginarse la cara que habría puesto y eso hizo de incentivo a la hora de recrearse en su propia victoria. La sonrisa siguió dibujada incluso mientras iba preparándose la cena, un sandwich, pero con toda la tranquilidad y parsimonia del mundo. Incluso tuvo la desfachatez de, con el plato y una botella de agua en las manos, de volver al salón y sentarse en el sillón individual de al lado, dispuesto a cenar. Se estaba arriesgando a dormir esa noche en el sofá, pero estaba disfrutando de lo lindo con aquella pequeña venganza que tenía pendiente.
Mientras él se preparaba la cena, Aby se quedó en el sofá, sin variar apenas la postura. Ya había comido algo antes de que él llegara, así que hambre no tenía. Lo que le había dado era sed, pero sed de su aliento. Al volver Niall con su cena y sentarse en el sillón, la bruja se incorporó y se levantó para aproximarse a él, tomando asiento en el reposa-brazos, cruzando una pierna sobre otra y pasando un brazo por el respaldo.
—Te has esmerado con la cena, eh... —Comentó de manera irónica, robándole un bocado con la mano libre y relamiéndose los dedos de manera un tanto sugerente. Después se puso otra vez en pie para encaminarse al dormitorio.
—¿Debería esmerarme más en algo tan insignificante? —Preguntó, cogiendo el sandwich entre ambas manos, dispuesto a dar un bocado al mismo, cuando ella se sentó a su lado y le robó un pedacito. A lo cual, él alzó una ceja y la mirada hacia ella, reparando, como era de esperar, en su figura y en todo lo que la escasez de ropa dejaba a la vista. La siguió con la mirada dejando de prestar atención a lo que hacía, para centrarla en ella y en sus gestos más que sugerentes y tentadores, todo fuera dicho. Sin embargo y sin levantarse, teniendo aún la varita a mano, la agitó para que la puerta del salón se cerrara antes de que ella pudiera salir.
Encogió los hombros como única respuesta, dándole ya la espalda al mago y guiando sus pasos, descalzos, para salir del salón. Tuvo que detenerse, no obstante, cuando se vio con la puerta cerrada prácticamente en las narices. Dibujó una sonrisita de suficiencia, pero se aseguró de borrarla antes de darse la vuelta, cruzando los brazos y dedicándole una mirada inquisitiva. Si tenía ganas de seguir jugando, ella no iba a ser menos. Tenía su propia varita encajada en la cintura, entre la piel y la lencería, siempre a mano, así que después de cruzar la mirada durante unos pocos segundos con aquellos ojos azules, no dudó en sacarla y enarbolarla en su dirección, atrayendo de una sentada el sillón donde estaba acomodado Niall. Teniéndolo así justo al frente, volvió a tomar asiento, esa vez en el mismo regazo del moreno de ojos claros, a horcajadas.
—¿Y bien? ¿Querías algo más, Boswell?
No imaginó que tuviera la varita a mano, pues con la poca ropa que llevaba ni siquiera pensó que la pudiera tener siquiera encima, pero tras todo lo que había acontecido ni siquiera se sorprendió. Le dio el tiempo justo a dejar el plato sobre la mesa antes de que ella le atrajera con la varita, haciendo que se deslizara el sillón. Acomodándose en el respaldo y apoyando la cabeza en el borde superior del mismo, ladeó un poco la fina sonrisa que aún llevaba cuando se sentó sobre él. La conocía y sabía que no iba a estarse quieta, que probablemente decidiera vengarse por lo de antes. La diferencia es que estaba en sobre aviso y no caería de nuevo.
—Mi parte de la cena... Pero viendo que te la adjudicaste tú… Un pago compensatorio a cambio... Quizás.
Abigail hizo rodar su varita entre los dedos de manera habilidosa, antes de volverla a guardar en el mismo lugar de donde la había sacado instantes antes, sujeta por la propia lencería bajo la camisa. Estuvo a punto de reír, pero al final se limitó a soltar el aire por la nariz.
—¿Reclamas un bocado del sándwich? Pues... —Puso cara de circunstancia y frunció los labios al tiempo que encogía los hombros. Salvó la poca distancia entre ellos para murmurarle lo siguiente al oído.— Puedes cobrarte un mordisco donde gustes... —Obviamente, no iba a pagar nada más. Siendo que le había robado un mordisco de su cena, le ofrecía cobrarse otro a cambio, era lo justo, según su modo de pensar, caro.
—O puede que sea solo una mera distracción... —Le susurró a continuación, con las manos en su cadera y dando un leve pellizco a la zona más cercana de piel que quedaba al aire, que era el comienzo de su muslo. Aunque lo del mordisco lo sopesó muy mucho y al final se decantó por aceptar, aunque primero debía pensar dónde y cómo le mordería, lo que le hizo reírse con un deje de soberbia.— ¿Dónde yo quiera? —Preguntó, aunque iba a ser absurdo pues si iba a morder, lo haría dónde, cómo y cuánto quisiera.
Al notar el pellizco en el muslo desvió un momento la mirada y resolvió sujetarle esa mano, aunque sin apartarla, solo la inmovilizó con la propia, no fuera a pellizcar donde no debía. Aunque bien mirado, le quedaba la otra mano libre para ello.
—Donde tú quieras... Siempre y cuando la zona esté al descubierto. —Añadió esa condición haciendo referencia a cualquier parte de su cuerpo que quedaba expuesta, eliminando las que quedaban cubiertas por la camisa. Sabía, sin embargo, que no serviría de mucho poner condiciones porque la acabaría mordisqueando donde a él le diera la real gana, si es que lo hacía y no tenía pensada cualquier otra cosa.
—¿Acaso hay reglas? —Cuestionó, aunque bien era sabido que Niall siempre terminaba saltándoselas a la torera, como cabía esperar de él. Sin embargo, quiso aventurarse, quiso saber, indagar en las consecuencias que acarrearía el desobedecer dichas "normas”, pues... A veces el castigo era más tentador que lo prohibido mismo.— ¿Y si muerdo dónde me plazca? —Lanzó la incógnita con arrogancia, esperando las posibles variables para así resolver la ecuación a su propio beneficio.
—Esa no es la pregunta... —Contestó a lo primero, pues acababa de poner una regla, así que era obvio que sí las había, por lo menos la ya mencionada. Aunque era muy sencillo invalidarla, solo debía desvestirle la prenda de ropa, pero era algo que no iba a mencionar, si llegaba a la conclusión él solo, bien, y si prefería saltársela en lugar de invalidarla porque le resultaba más divertido, a ella le daba lo mismo. Con una cosa u otra se estaba divirtiendo igual. Sonrió de la misma forma en que lo hace un maestro a su alumno cuando éste llega a formular la pregunta correcta, esa era la que quería escuchar: consecuencias.— Das por hecho que voy a dejarte morder donde no debes. Estás muy equivocado...
—Oh... Qué miedo me das... —Provocó con muy poca sutilidad, llevando sus manos a la camisa que ella portaba para desabrochar uno de los botones, no porque tuviera intenciones de dar bocado en aquella zona, simplemente por hacerle entrever que hacía y haría lo que le diera la gana a no ser que ella se lo impidiese. Mientras tanto, aguardó a ver qué hacía ante aquello y así actuar en consecuencia con posterioridad.
No dijo nada al respecto, no tenía porqué, y prefería que se confiara a que la “temiera” de algún modo. Al fin y al cabo, se acabaría saliendo con la suya, probablemente ambos y no solo ella. Curiosamente, lo que menos importaba era el resultado del juego, lo mejor era el modo de hacer de cada uno y el "camino" que recorrían, no el destino. Bajó la mirada a su escote cuando Niall desabrochó uno de los botones, mirándole después con una ceja alzada.
—¿Se te ha perdido algo ahí o...?
—Puede ser... —Musitó, bajando lentamente la yema de los dedos por el borde de dicha prenda, tocando de forma casual algo de piel en el proceso, hasta llegar al siguiente botón y juguetear con él entre los dedos, con fingida indiferencia. Paseó la mirada de sus labios a sus ojos y así sucesivamente, hasta que decidió desabrochar el siguiente con cierta soltura—…O puede que no. —Concluyó, mostrando así, o dándole a entender al menos, que iba en serio o que solo la provocaba.
La piel se le erizaba al paso de los dedos de su acompañante, mientras que no le pasaban desapercibidos los continuos descensos de aquellos ojos azules a sus labios, que en una de esas veces se humedeció de manera sutil, pero no por ello menos sugerente. Bien sabía que el mago trataba de provocarla y no tenía pensamiento de caer. Si protestaba o intentaba detenerle, solo conseguiría el efecto contrario, que él se empeñara aún más en aquella tarea. Y de todos modos, a Abigail tampoco es que le molestara, así que se decantó por la psicología inversa. Si funcionaba, bien, si no, incluso mejor. Puestos a provocar, ella también sabía.
—Hmm... Pues entre los dos iremos más rápido, ¿No crees? —Desabrochó ella misma un botón de la camisa que la vestía, aunque del extremo inferior de la prenda en lugar de continuar desde donde lo estaba haciendo Niall.
No esperaba que tomase ella la iniciativa de seguir desabrochándose los botones, pues ante la primera advertencia, pensó que al final acabaría deteniéndole. Y como sus intenciones eran principalmente provocarla y picarla en el buen sentido o en el pícaro, todo podía ser, ese cambio le pilló por sorpresa. Así que como muestra de aquello alzó una de las cejas, deteniendo sus dedos y dejando que ella hiciera, no se iba a negar tampoco a la posibilidad de vislumbrar lo que aquella prenda guardaba.
—Bastante más rápido... Pero no me gustaría que el fénix se me resfriase... —Chasqueó la lengua con cierta suspicacia, bajando las manos de nuevo a su cadera y de ahí a sus muslos, echando de nuevo la cabeza hacia atrás y apoyándola en el respaldo del sillón.
Cuando Aby pudo ver aquel gesto que solo indicaba sorpresa, ladeó un tanto los labios en una media sonrisa.
—Técnicamente, ya estaba resfriada. Y ya veo lo que te preocupa que pueda empeorar, ya... —Añadió lo último con bastante ironía, viendo la cómoda postura del morenazo y la actitud que mantenía, aguardando como si aquello fuera un pase privado, que, en cierto modo, podría decirse que lo era. Ella continuó desabrochando los botones, uno a uno, sosteniéndole la mirada, hasta que solo quedó uno a la altura del escote, el cual dejó abrochado y bajó las manos.— ¿Te has decidido ya? Parece que ahora tienes más donde elegir... —Se refería, claro, al lugar escogido para el mordisco que "debía" cobrarse él.
No perdió pista alguna de cómo se iba ella desabrochando los restantes, sin mediar palabra alguna y sin variar el semblante, ni mucho menos la sonrisa.
—Créeme... Me importa. —Murmuró. Y no mentía, le importaba la salud de Aby y probablemente si no supiera el calor que hacía en el salón, gracias a la chimenea, lo más posible es que le hubiera aconsejado el vestirse un poco más. Sin embargo la situación era diferente. Por variar drásticamente el ambiente y por sacarla un poco de quicio, hizo el amago de alzar las manos para desabrocharle el botón, pero en el último momento lo que cogió fue una de sus manos, la cual puso con la palma hacia arriba y se dedicó a dejar leves roces sobre la misma y los dedos con sus propias yemas, dando así oportunidad a alargar el tiempo, y por ende, su respuesta. —¿Quién te dice que no lo tenga decidido desde el principio... Ojos verdes?
Al reparar en el movimiento de las manos del mago, Abigail alzó las suyas para impedir que le desabrochara el botón restante, ignorando que no tenía esa intención realmente. Al ver que le tomó una mano para cosquillearle la palma con sus dedos, volvió a relajar los músculos y se limitó a disfrutar del gesto. Levantó la mirada en busca de sus ojos cuando escuchó la pregunta.
—¿Y a qué esperas, entonces? —No es que tuviera prisa alguna, al contrario, como era habitual en su compañía, se encontraba demasiado a gusto. Movió los dedos cuando los de Niall pasaron por encima, aprovechando de esa forma para acariciarle, sin querer interrumpir su tarea.
El mago siguió con las caricias sobre la palma de su mano, alternando de los dedos a ésta y a la muñeca sucesivamente, y de forma muy paulatina. Con tranquilidad y sosiego, a propósito obviamente. Podía parecer que ella tuviera algo de prisa o solo quería instarle a que se la diera. Sin embargo, él por si acaso se esmeró en lo que hacía con completa lentitud hasta que al fin, alzó la vista a sus ojos, entrelazando los dedos con los ajenos.
—¿Acaso... Tienes prisa? ¿Tienes una cita y no he sido informado, Abigail Hunter?
Se estaba relajando tanto con aquel suave cosquilleo sobre la mano que empezaba a perder el hilo de la conversación, dedicándose únicamente a la presencia que la acompañaba. Se arremangó un poco incluso para que él pudiera extenderse más allá de la palma de la mano. Cuando entrelazó los dedos volvió a mirarle, delineando una sonrisa con algo de malicia al oír sus palabras.
—Puede ser... ¿Ahora tengo que informarte de mis citas, Boswell?
—¿Acaso hemos quedado en lo contrario? —Le rebatió con otra cuestión mientras mantenía los dedos aún entrelazados, pero con la mirada puesta en ella. Una mirada que destilaba cierto brillo de ¿Celos, quizás? Podría ser. Aunque en el fondo sabía que todo ese juego iba a broma. Y si no... Ya tendría tiempo de ir cortando dedos a todo aquel que se le ocurriera tocarla.— Pero vamos... Creo que llegarás tarde porque no tenía pretensiones de dejarte salir. Lástima por él. —Chasqueó la lengua fingiendo molestia y altanería a la vez. No iba en tono autoritario ni opresor, sino en modo provocativo.
Se mordió levemente el labio al reparar en aquella mirada y el brillo que desprendía, sumado al tono de voz y las palabras del mago. Le encantaba demasiado cuando se ponía de ese modo. Y obviamente que aquello solo había sido parte del juego, de hecho, nada más llegar el mago de ojos claros a casa le había dejado claro que, en cuanto a citas, era él quien tenía una cada noche con ella. Apoyó la mano libre a la altura de su pecho para inclinarse sobre él y poder hablar contra sus labios.
—Pues es una pena sí... Me gusta bastante... —Para ella al menos era evidente que hablaba de Niall, y esperaba que para él también lo fuera.
—Así que te gusta... —Repitió sus palabras tras observar con detenimiento cómo se inclinaba hacia él. Podía si quisiera concluir el juego y buscar lo que reclamaba con anterioridad, pero prefería indagar más en el nuevo tema de conversación, pues le llamaba más la atención, aunque fuera algo contradictorio sentir celos de sí mismo, ya que sabía que se refería a él, pero eran consecuencias del juego.— Ya veo... ¿Y qué es lo que tanto te gusta de él...? Por curiosidad. Tal vez no sea un buen partido... —Susurró sonriendo ampliamente, perdiendo toda seriedad que pudiera tener el comentario.
—Ajá... —Asintió a lo primero aunque no hiciera falta, solo por el gusto de rozarle los labios con los propios. Amplió más la sonrisa y se dispuso a contestar, a su modo al menos, sin la menor intención de apartarse. La curva dibujada en los labios del morenazo le dio a entender que había comprendido que se trataba de él.— Mmm... Tal vez los ojos... Su mirada de rapaz. —Al mismo tiempo que lo indicaba se retiró un poco hacia atrás para alzar una mano y pasar la yema del dedo índice por encima de los párpados de Niall, primero uno y luego otro, con delicadeza.— Y cómo suele mirarme a mí... —Había más cosas, pero al menos de momento guardó silencio.
Niall aguardó la respuesta de la bruja con completa curiosidad, pues era algo innato. Podría decirse que siempre se había preguntado cómo es que ella seguía a su lado todavía, por qué, pues para él era obvio que una parte de esa atracción se veía impulsada por su físico, a creído no le ganaba nadie (Ego Boswell) aunque sabía que habría más cosas, y quiso saberlas. Cerró los ojos cuando Abigail le acarició con sumo cuidado los párpados, deleitándose con ese roce antes de volver a abrirlos en cuanto ella se lo permitió, sonriendo con sutilidad.
—Así que mirada de rapaz, eh... ¿Y cómo es eso? —Preguntó con ironía, pues en ese mismo momento se encontraba mirándola de ese modo, con profundidad, queriendo zambullirse en ese universo esmeralda y desnudarle hasta el alma con una sola mirada.
Le costó un poco contener la sonrisa al darse cuenta de que justo la estaba mirando de aquella forma. Con esa mirada azul a la que no se le escapaba nada y que, por lo menos a ella, le atravesaba hasta el alma. De igual modo, prefería continuar fingiendo que hablaba de otra persona y no de aquella tan importante que tenía delante, o prácticamente debajo, mejor dicho, alargando un poco más así el juego, pese a que había cambiado.
—Algo así, te acercas bastante... Y aún hay más. —Añadió tras una breve pausa. No le importaba en absoluto admitir todo lo que le gustaba de él, o tal vez pensara guardarse alguna cosa para ella, al fin y al cabo el ego del moreno se iba a poner por las nubes igualmente.
—Vaya... Si que tiene cualidades... —Pronunció con fingido interés... Como si se tratase de otra persona y no de él, incluso llegó a hacer una mueca de circunstancia acompañada de un gesto de aceptación con el rostro, dando a entender que era un buen partido.— Pero... ¿Sabes una cosa? —Se incorporó, para así rozar sus labios y sentir su aliento sobre los propios mientras hablaba.— Yo soy mil veces mejor... —Susurró con la mirada puesta en sus orbes y concluyendo el comentario con un leve mordisco en su labio inferior. Era curiosa la redundancia con la que se había elogiado a sí mismo, instando que era incluso mejor que sí mismo; denotando un ego ya sin precedentes.
Observó en silencio sus gestos y reacciones, haciéndosele de lo más curioso y a la vez divertido que se estuviera valorando a él mismo, y no solo eso, sino que además de darse la aprobación, todavía se atrevió a decir que era incluso mil veces mejor, mejor que él mismo. Y Abigail frente a eso no pudo más que reír, resultándole imposible el no hacerlo. No había persona con más ego en toda la faz de la tierra, de eso estaba segura. Con todo, la risa pronto quedó ahogada cuando el ego personificado le atrapó el labio entre los dientes. Ella tironeó con suavidad para liberarse del tentador mordisco y poder hablar como era debido.
—¿He dicho ya que también es lo más arrogante y creído del mundo? —Aprovechó para adornar sus palabras con un pellizco en sus costados, solo por chinchar y bajarle los humos un poco.— Ahora que tienes tu pago... ¿Puedo irme a la cama o me lo volverás a impedir?
Su sonrisa se amplió al escucharla reírse, pues sabía que no se estaba riendo de él, sino del comentario y de la situación, así que no replicó, al menos de momento, hasta que sintió el pellizco en sus costados y eso le hizo removerse, o al menos lo que el sillón individual y Abigail le permitían. Terminó apresándole ambas manos, volviendo a entrelazar los dedos y sin agrandar o menguar la poca distancia que les separaba.
—Por muy atractivo que sea, por muy arrogante y creído, ¿Sabes también lo que creo que es? Afortunado... —Musitó sin apartar la mirada de sus ojos, pues pese a estar bromeando desde hacía un buen rato, eso lo decía en serio.— Un fénix no se encuentra así como así... —Era su modo de decirle que era afortunado de tenerla allí en ese momento, con él, cosa que siempre se veía imposible.
—¿Qué? —Preguntó con curiosidad, esperando que respondiera alguna de las suyas y que su ego volviera a hacer acto de presencia. Dejó que la sujetara de las manos, pues no tenía intención de seguir pellizcándole, y entrelazó los dedos gustosa. Aquella respuesta la pilló completamente desprevenida y por un momento la dejó muda, o mejor dicho, totalmente desarmada. No es que se hubiera parado muchas veces a pensarlo, pero tal vez nunca se hubiera imaginado que nadie pudiera sentirse afortunado gracias a ella, ni siquiera Niall. ¿Afortunado por qué? Con el carácter que se gastaba, el genio cuando se cabreaba, lo difícil que era de tratar en algunas ocasiones, por no decir casi siempre, incluso con el mal humor que tenía nada más despertar por las mañanas... Lo que no sabía era cómo la soportaba. Por lo que, bajo su punto de vista, quien más dichosa debía sentirse, era ella.— En realidad el fénix no estaría aquí de no ser por ti, así que... —Y en realidad no lo dijo solo por los últimos acontecimientos.
—Eh, eh, eh... —Le detuvo, separando una de las manos que tenía entrelazadas y le puso el dedo índice sobre los labios para que no continuase hablando, no por que no le gustase lo que ella le decía (Que sí, obviamente), sino porque si alguien iba a desarmar ese día, sería él. No dejó ni que acabase pues fue acercando paulatinamente el rostro hacia ella y una vez apartó la mano, la miró unos segundos más a los ojos antes de hacer suyos sus labios con lentitud y firmeza a la vez, rozando y acariciándolos con los propios como si estuvieran hechos los unos para los otros, amoldándolos a ellos siguiendo la lentitud con la que le deleitaba, pero que destilaba y mostraba el fuerte sentimiento que había detrás, que siempre aguardaba a su llegada y que solo ella, había sabido crear y mantener en alguien como él.
En absoluto iba a quejarse por el hecho de haberla silenciado de aquella forma, lo cierto es que era el método que más le gustaba y, sin duda, el más efectivo. Además, realmente era otra forma de comunicarse, tal vez la mejor que tenían ambos. Sucumbió a aquellos labios, al lento compás que marcaban, a todas y cada una de las sensaciones que le causaba, a su más que conocida textura, a su calidez, a su sabor. Solo bebiendo de aquel aliento pudo saciar la sed. Y puestos a desarmar, también lo podía hacer con un beso, o más de uno, incluso mejor que con palabras. Aprovechó un instante, mientras volvían a llenar los pulmones de aire, para susurrarle algo, sin apartarse apenas.
—¿He dicho que besa como nadie? —Ni hacía falta, ni le dejó responder. No al menos de ninguna otra manera que no fuera besándola, porque le atrapó de nuevo los labios entre los de ella. Como antes, sin prisa, disfrutándolo. Con aquella impresión, que tantas veces tenía, de que el mundo dejaba de girar para que ellos dos pudiesen degustar el sabor de la eternidad en un beso.
El mago continuó el beso al compás que él mismo había marcado, al menos hasta que ella se separó, ya fuera por gusto o por necesidad, la verdad es que no era un dato relevante, por lo que él se dedicó a pasarse de forma leve la lengua por el labio inferior, expectante. Iba a contestar algo como "Sabes que eso solo hará que subirle el ego más, ¿No?" pero dejó que ella respondiera por él de la mejor forma que pudo en aquellos momentos. Y de la cual no iba a tener queja alguna, sería estúpido si así fuese. No le dio importancia a nada más, nada que no fuera ella, su tacto, su piel y su aroma, pues en ese momento, Niall no necesitaba más.
Abigail hacía ya largo rato que no podía pensar, no al menos en nada que no fuera el moreno de ojos azules y aquella manera que tenía de robarle el aliento. Prácticamente se derretía entre sus manos y en sus labios, entreabriendo los propios al son para conquistar su boca. El ritmo seguía siendo el mismo, lento y relajado, pero en ese momento no le era necesario más para que las pulsaciones empezaran a desbocarse. Podría parecer un momento sencillo, sin relevancia, corriente… Sin embargo, la bruja trataba de atesorarlo como tantos otros en su compañía. Dándole libertad a los labios ajenos durante un momento, se entretuvo dedicándole un mimo en la punta de la nariz con la propia.
Cualquiera hubiera pensado que aquella situación podía tornarse acalorada en cualquier momento, y aunque el mago comenzaba a sentir su pulso como se iba desbocando poco a poco, la situación no podía ser de lo más diferente. Era un momento más suyo, de los dos, en los que se estaban diciendo cosas sin necesidad de usar palabra alguna, pues aquel lenguaje hablaba por sí solo, y ellos dos eran los únicos testigos del mismo. Cuando la bruja le concedió una pequeña tregua, deleitándole con un roce en la nariz, el mago fijó sus ojos de nuevo en aquel infinito esmeralda.
—Vayámonos a la cama... —Susurró, pero en el buen sentido de la palabra, ya fuese a dormir, o a seguir charlando, pues la chimenea tras haber transcurrido un largo periodo de tiempo ya había engullido todo rastro de leña alguna, así que el frío comenzaba a hacer mella de nuevo en la estancia, y estando ella resfriada como estaba y con la escasez de ropa, no le convenía.— Que al final empeorarás.
Abigail estaba bastante a gusto, por no decir mucho, en aquel sillón y sobre el regazo de Niall, pero ciertamente se estaba comenzando a enfriar. Hasta que él no propuso ir a la cama, la bruja no se dio cuenta que la leña de la chimenea se había consumido ya casi por completo, no quedando más que un montón de cenizas y brasas que poco a poco se apagaban también. Se puso en pie con cuidado y esperó a que el moreno se levantara también para devolver el sillón a su lugar a golpe de varita. Se encaminó hacia al dormitorio y aprovechó el tramo de escaleras para abrocharse los botones de la camisa otra vez, la verdad es que no quería empeorar y seguir con aquellas pociones de tan mal sabor para el resfriado.
Aguardó a que ella se levantase, para poder hacerlo él y seguirla hasta el dormitorio, apagando todas las luces a su paso y dejando las puertas del salón de nuevo abiertas, por lo menos para que el poco calor que desprendía la chimenea se extendiera al resto de la casa. Luego, subió por las escaleras tras la bruja, nuevamente con la mirada puesta en ella y en su espalda, hasta que llegaron a la habitación, donde allí se dirigió al armario para coger la ropa cómoda que se ponía para dormir.
Ya en el interior del dormitorio, Aby se aproximó directamente a la cama, pues aquella camisa hacía las veces de pijama. Guardó, como siempre, su varita bajo la almohada y se metió bajo las mantas para volver a entrar en calor enseguida, aunque hasta que el mago no se metiera también, no se le iría del todo la sensación de frío. Se quedó incorporada mientras él se cambiaba, sin poder evitar mirarle de soslayo, con aquel brillo de complacencia en los ojos por cuanto veía: cada centímetro de piel que ella misma había recorrido no solo con sus manos, cada músculo tan bien definido que se tensaba con cada movimiento, cada gesto, incluso el más sencillo, como alborotarse un poco el cabello azabache. No había nada que no le gustara, nada que no considerase suyo.
El morenazo se deshizo de sus pantalones y de la camisa, al igual que la camiseta de interior, dejándolo perfectamente doblado en una silla que había junto al armario, que era la que usaba cuando iba a calzarse en alguna ocasión, y así la ropa que descansaba en la silla la echaría a lavar a la mañana siguiente. Ya con la ropa cómoda que se ponía siempre, camiseta blanca y pantalones grises, rodeó la cama para meterse desde su lado, percatándose no solo de que ella ya le esperaba sino que no le quitaba ojo, así que frunció los labios para no dibujar una media sonrisa y la miró.
—¿Son buenas las vistas?
—No te voy a dar una respuesta que ya sabes... —Contestó Abigail, pues era más que evidente que 'las vistas' habían sido buenas, y lo seguían siendo incluso con ropa. Se estiró bajo las mantas, escurriéndose hacia abajo y tapándose bien, aguardando a que él también se acomodara. Cuando lo hizo y se encontraban ya prácticamente a oscuras salvo por la tenue luz que se colaba por la ventana, buscó a tientas la mano de Niall para cosquillearle suavemente la palma con la punta de los dedos, aquel gesto tan característico que ella misma le descubrió. De hecho, fue una de las primeras cosas que le descubrió de sí misma, sin razón aparente. Recordó en ese momento que incluso le hizo saber que era una de las pocas cosas que podía recordar de su madre. Tras unos minutos, al pasar los dedos por el interior de su muñeca, le vino a la mente el tema del tatuaje vinculado, que entre unas y otras habían tenido que ir posponiendo. Entonces la bruja rompió el silencio para hablar mediante susurros.— Niall... ¿Aún quieres hacerte el tatuaje?
Él se acomodó tumbado boca arriba y con las sábanas tapándole tres cuartas partes del cuerpo. No dijo nada cuando Aby le tomó de la mano y se dedicó a realizarle esas características caricias que tanto le gustaban, y que curiosamente le relajaban en sobremanera. Apoyado en su propio brazo libre tras la nuca, se dedicó a cerrar los ojos y dejarse engatusar con aquellos roces, que iban de los dedos hasta la palma de la mano, y de ahí hasta la muñeca, donde pareció que la bruja había decantado por explayarse en aquella zona también sensible. Ante su interrogante el mago abrió los ojos y ladeó el rostro hacia ella, paseando la mirada de la misma a la muñeca que ella acariciaba. Con todo lo acontecido se había prácticamente olvidado de aquello, y que ella se lo recordase tras esos fatídicos días fue una señal de que ya iba siendo hora de que lo hicieran.
—Yo sí, ¿Y tú? —Quiso saber, aunque si ella había sacado el tema era por algo, seguro.
—Sí, sí, por eso he preguntado... —Aunque seguramente él ya debía suponerlo. Abigail no es que lo hubiera olvidado, precisamente le había estado dando muchas vueltas mientras estuvieron separados. Y, justamente, tras los últimos acontecimientos, no cabía duda de que les sería conveniente hacérselo cuanto antes, para saber en todo momento si el otro estaba bien o podía haberle pasado algo. Agradeció saber que él no había cambiado de opinión en cuanto a aquello, pues lo encontraba muy significativo. No dejó de mover los dedos sobre la piel del mago, deshaciendo camino para volver lentamente a la palma de la mano. Dedicarle aquellas caricias era, en cierto modo, también relajante, aunque no tanto como recibirlas, claro.— ¿Guardas todavía el dibujo?
Imaginaba que fuera eso, pues de ser lo contrario la bruja no habría ni sacado el tema. Así que volvió a cerrar los ojos dejando que ella siguiera con las caricias. No es que tuviera sueño pero es que sus dedos tenían algo que le hacían relajarse hasta niveles insospechados. Ante su pregunta asintió con levedad, sintiendo como su respiración se iba apaciguando, más si cabía la posibilidad.
—Aún lo conservo, mañana te lo doy. Pero no será fácil conseguir la tinta... Y ahora menos. —Comentó, a sabiendas de que media banda aún siguen buscándoles y aparecer por callejones como el Knockturn sería peligroso y poco apropiado como mínimo.— Pero no es imposible.
—¿Y desde cuándo nos van las cosas fáciles? —A ninguno de los dos les asustaba que pudiera ser peligroso, sino todo lo contrario. La única pega es que les supondría más tiempo de lo que a Abigail le gustaría, pero el hecho de haberse complicado algo más solo hacía que estimularla en mayor medida para conseguirlo. Continuó con el cosquilleo un rato más, aunque los párpados le empezaban a pesar y terminó por cerrar los ojos. A medida que le iba venciendo el sueño, las yemas de sus dedos viajaban con más lentitud sobre la mano de Niall, llegando incluso a detenerse en varias ocasiones, y en una de ellas ya no reanudó la tarea porque se había dormido por completo.
—Desde nunca. —Respondió el mago con total firmeza. Bien es verdad que a los dos parecía irles el riesgo de una forma preocupante, pero también es verdad que sabían moverse en ese tipo de situaciones y salir con éxito después. Pero él no podía evitar el preocuparse aunque fuera de forma mínima por ella, al igual que probablemente lo hiciera ella por él. De forma instantánea se puso de lado, pasando un brazo por la cintura de Abigail en un gesto meramente protector, el mismo que adoptaba cada noche, y se dejó embriagar por sus caricias hasta que inevitablemente ambos cayeron de forma pausada en los brazos de Morfeo.
[Fragmento editado de rol con: niallboswell]
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Al rescate de un singular fénix (Parte II)
Una vez frente a la puerta de aquella vivienda, oculta y protegida, esperó a que él abriera y la invitara a pasar, pues tras la discusión no pensaba ir por allí como si fuera su casa, como había sido antes de todo aquello. Ni siquiera conservaba su juego de llaves, lo dejó allí mismo, sobre el mueble recibidor; aunque con una varita tampoco fueran necesarias.
Cuando ambos se aparecieron frente a la vivienda, el mago aún temblaba, sobretodo las manos, y le costó verdadero esfuerzo el abrir la puerta, cediéndole el paso a ella en primer lugar. Una vez dentro, lo primero que hizo fue apuntar con la varita a la chimenea, para encender las ramas que allí aguardaban, perfectamente colocadas, a ser prendidas y caldear la casa, la cual no tardaría en coger temperatura, aunque dudaba mucho que ambos pudieran esperar tanto. No dijo nada y se encaminó directo al baño, mientras se iba quitando la ropa por el camino para así, cortar todo contacto con la tela de las prendas, y el frío que emanaba de ellas constantemente. Sentía todo el vello de punta y en lo único que podía pensar era en una buena ducha de agua caliente.
Cuando la dejó pasar en primer lugar, Abigail se adentró en el interior de la vivienda, caminando para dejar atrás la entrada. Se frotaba ella misma los brazos, sin dejar de tiritar. La larga melena castaña seguía goteando el exceso de agua, más que fría, mientras que su ropa la absorbía. Después de que el moreno de ojos azules prendiera la leña de la chimenea, ella encaminó sus pasos tras él, calentándose los dedos entumecidos por el frío con su propio aliento. Podría haberse dirigido al otro cuarto de baño para darse una ducha, pero le apetecía mucho más la compañía de Niall, para qué iba a mentir. Se descalzó y se quitó igualmente la ropa empapada una vez en dicha estancia, apresurándose sin más permiso ni invitación a la ducha, abriendo el grifo del agua caliente.
Se estaba desabrochando los pantalones cuando Niall sintió la presencia de la chica a su espalda, a lo cual ladeó el rostro pero no le sorprendió ni mucho menos molestó que se metiera en el baño con él. En lo único que estaba centrado era en el torrente de agua caliente que les esperaba a ambos. Aunque hay que añadir que no pudo evitar el mirar cómo ella también se iba desprendiendo de la ropa. Una vez cumplida la tarea de deshacerse de la ropa empapada, se introdujo en la ducha y dio la bienvenida al agua cálida, que la sintió sobre su piel casi como una bendición.
Dejó escapar el aire en un largo suspiro cuando el chorro de agua caliente se encontró con su piel, resbalando como un bálsamo por toda su figura, que aún se estremecía entre temblores. Cerró los ojos durante un largo y relajante momento, sencillamente disfrutando del agua caliente, de cómo aliviaba la tensión de sus músculos, de cómo su cuerpo poco a poco se templaba, y de cómo su ritmo cardíaco volvía a la normalidad. Dejó de tiritar al poco y recuperó el color. Durante unos cuantos minutos más, se deleitó con la sencillez de la ocasión, de no preocuparse ni siquiera de respirar puesto que era instintivo, automático; del reconfortante sonido del agua caer, siendo eso lo único que rompía el silencio; y de saber que cuando abriera los ojos vería a la única persona que quería ver en ese momento. Pese a la discusión y a las cosas que se dijeron. Apenas ya le importaba todo aquello, ya que se acababan de demostrar esa tarde todo lo que pensaban y sentían realmente con respecto al otro, y al menos para Abigail fue más que suficiente. Abrió entonces los ojos para verle, y no pudo más que perderse en aquella mirada de color azul que la transportaba siempre a su propio paraíso sin tiempo alguno.
El agua fue recorriéndole la piel en sendas caricias, eliminando poco a poco todo retazo de la playa que pudiera quedar en él, ya fuese arena o el frío mismo. Mantuvo los ojos cerrados constantemente mientras el agua caía directamente sobre su rostro, echándole el pelo hacia atrás. Aún sentía ese ardor residual por el cambio brusco de temperatura en manos y pies, al igual que el escozor de varios cortes que el mago ya llevaba antes incluso de ir a ese cochambroso almacén. Terminó inspirando profundo mientras bajaba la vista al frente, encontrándose con aquel universo esmeralda que no cesaba en mirarle y que le nublaba los sentidos. Sintió el impulso de alzar una mano hacia su rostro y acariciar su mejilla, donde empezaba a asomarse ya una pequeña señal amoratada, anunciando la posible llegada de un moretón.
—Siento que te vieras involucrada en esto. —Si no lo soltaba, reventaba. Por muy raro que fuera en él el pedir disculpas, con Abigail siempre la cosa cambiaba radicalmente, pero de puertas para afuera no había disculpas que valieran.— Por todo...
Ladeó el rostro casi de manera imperceptible cuando él le acarició la mejilla, un roce que se le antojó tímido y delicado pero que le resultó más agradable que el agua caliente tras el gélido chapuzón improvisado de hacía unos minutos, en La Calzada. Por un lado las disculpas del mago la sorprendieron, gratamente, ya que en él no era algo muy usual precisamente; pero por otro lado las esperaba, puesto que con ella se mostraba diferente, dejando ver aspectos de él que no enseñaba a nadie más y puede que incluso ni él conociera sobre sí mismo. Tal y como le sucedía a ella con él. Además, no era la primera vez que se disculpaba después de una bronca, aparcando a un lado su orgullo, aunque esa vez tenía más motivos que la anterior. Abigail respiró profundamente por la nariz mientras buscaba qué o cómo responder, y, como le había sucedido antes en la playa, no supo encontrar mejor manera que besarle, de manera lenta e igualmente sentida, aceptando de aquel modo las disculpas.
El silencio que les precedía tras sus palabras no ayudaba aunque la situación dijera lo contrario. Solo se escuchaba el repiquetear del agua sobre el cristal de la mampara, haciéndose más larga la espera a que Aby dijese algo, aunque era obvio que no hacía falta el decir nada. Cuando ella le volvió a besar, tal cual había hecho en la playa una vez habían huido de las garras de la muerte, el mago sonrió sobre sus labios, con deje de victoria y con un pequeño signo de agradecimiento quizás, por la aceptación de sus disculpas, y él no era quién para negarse a tal gesto que estaba recibiendo. Correspondió a la lentitud que ella marcaba, siéndole posible así saborear sus labios y beber del aliento que en esos días tanta falta le había hecho.
Cuando la bruja notó cómo los labios del moreno se curvaban mientras le estaba besando, supo que había traducido correctamente el significado de aquel gesto, de aquel lenguaje tan particular y exclusivo de ambos. Se apartó entonces lo justo para poder murmurar algo, pincelando ella entonces una sonrisa un tanto traviesa y maliciosa.
—Hablas demasiado... —No le dio mucho tiempo a replicar, si es que quería hacerlo, sino que volvió a bajar los párpados y se adueñó de su boca sin permiso, pues a ella no le hacía falta. Aquellos días había echado de menos todas esas cosas y pudo percibirse perfectamente en la manera de besarle, menos delicada que hacía un momento. Además, podían haber muerto en aquella fábrica esa tarde y perderlo todo, cosa que a ella la hizo valorar más intensamente lo que ambos tenían, y lo que sentía por él.
No replicó, tampoco tenía intenciones de hacerlo y supo que, aunque quisiera, tampoco podría, pues la bruja se lo impediría tal cual había hecho. Era un simple apunte, meramente para provocarlo lo más probable, pero lo único que consiguió era ampliar más la sonrisa si acaso era posible. Ante la nueva intensidad del beso, el instinto de Niall actuó y le hizo posar las manos, cómo no, en las caderas de la mujer, dejando leves caricias con los dedos sobre su empapada piel, ya sin un atisbo del frío que antes le recorría. No tardó demasiado en saltarse el permiso por el forro e invadir su boca en un beso más intenso y profundo, liberando de ese modo todo lo que sentía y había sentido esos días, mantenido a fuerza de voluntad para no ser mostrado, sumado a la frustración que había sentido al enterarse de su situación, y la adrenalina soltada tras el combate.
De nuevo notó sobre los labios la sonrisa que dibujaba el mago tras oír su comentario, y resolvió borrársela atrapándole entre los dientes el labio inferior, dejando así un suave y juguetón mordisco. No le sorprendió en demasía que Niall intensificara de aquella forma el beso, dada la situación. De hecho, ella no habría tardado mucho más en hacerlo en esas circunstancias, por lo que se pegó a su cuerpo por completo cuando la sujetó de las caderas, recorriendo sus brazos con las manos en dirección ascendente y disfrutando del agua corriendo en la dirección contraria por su piel. Aquel trayecto de las manos de Aby dio fin, como de costumbre, en la nuca del mago, dejando que las puntas de sus dedos se perdieran entre las hebras oscuras de su corto y empapado cabello. Entretanto, no dejó ni un solo rincón de su boca sin explorar, olvidando por entero todo el frío que había pasado antes, siendo sustituido por el agradable calor.
Hubo un momento en el que el mago ya ni prestaba atención al agua que corría sobre ambos, no era consciente de ni su existencia y mucho menos su tacto. Solo existían las manos de Aby, sus labios y su presencia. Por mucho que estuviera disfrutando de sus labios, cuando se vio necesitado de volver a respirar se separó, pero no para estarse quieto ni mucho menos, sino que deslizó sus labios por el cuello suave de la bruja, pegándola más a él y a la pared que cubría parte de la ducha, dejando la mampara completamente empañada a su espalda. Y allí se quedó, deleitándose de ese páramo peligroso y prohibido que siempre, siempre, se esmeraba por explorar.
Reculó hasta dar con la espalda en los azulejos que conformaban las paredes de la espaciosa ducha, alejándose, al menos ella, de la caída incesante del agua caliente que no dejaba de producir vapor y empañar la mampara. Aprovechó ella también para llenar los pulmones de aire cuando sus labios quedaron libres de más tarea, estremeciéndose luego de pies a cabeza cuando Niall decidió, por no perder la placentera costumbre, recorrerle a besos la piel tan sensible como era la del cuello. Ladeó el rostro y estiró levemente el cuello sin poder evitarlo, conteniendo malamente un suspiro al morderse el labio.
Como final a ese sinuoso recorrido con los labios, el mago dejó un leve mordisco en su lóbulo antes de comenzar a viajar de nuevo entre pícaros besos por su cuello, mandíbula, mentón y labios, en los que solo dejó un efímero roce en el cual hasta él sufrió el no haber completado el gesto, pero estaba más centrado en esos momentos en dibujar y delinear su figura con las manos, surcando páramos ya explorados pero los cuales recorrería mil y una veces más si así le fuera posible, y en esa ocasión, lo era.
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El ambiente no hizo más que caldearse gracias a un sinfín de caricias, besos y suaves y estratégicos mordiscos que ambos se dedicaron, antes de abandonarse por completo el uno al otro, puede que tal y como había sucedido en numerosas ocasiones anteriores, o puede que de manera más sentida e intensa debido a los últimos sucesos, especialmente al hecho de haber escapado de la muerte casi por los pelos. El agua no dejó de correr y salpicar mientras volaban varios suspiros y jadeos, muestras del placer que sentían en ese momento. Una vez saciada aquella sed, cerraron al fin el grifo del agua caliente para salir de la ducha y secarse bien, pues no les convenía volver a coger frío.
Tras una buena sesión de "diálogo" sin necesidad de usar palabras, el mago salió de la ducha tras Abigail, rodeando su cintura con una de las toallas y revolviéndose el pelo para quitar toda la humedad sobrante. No pudo evitar la tentación de, una vez ella se había cubierto el cuerpo con otra toalla, el rodear su cintura con ambos brazos desde la espalda, dejando un corto beso en su nuca, antes de mirar a los ojos verdes que le devolvían la mirada a través del reflejo del espejo medio empañado, dedicándole una altanera y arrogante sonrisa ladeada, muy típica en él y apropiada para dicho momento. Pues tras todo lo acontecido, llegó a pensar que no volvería a repetirse.
Mientras se envolvía en una toalla, Aby se miró los rasguños que tenía por aquí y por allá, comprobando que ninguno estropeara el bonito cerezo tatuado en gran parte de su costado y descendía hasta su feminidad. Pasó las yemas de los dedos también por varias zonas que empezaban a amoratarse de algún golpe recibido. Al día siguiente sabía que le dolería todo el cuerpo. Con una toalla más pequeña se secó luego bien el cabello, ondulado por la humedad, para después peinarlo con los dedos y deshacer enredos. No pudo evitar ver de soslayo aquel característico gesto de Niall con su propio cabello, para retirar el exceso de agua del mismo, y agachó la cabeza para esconder el atisbo de sonrisa que le nacía por ello. Dejó aquella toalla más pequeña en el cesto de ropa y fue entonces cuando sintió al morenazo a su espalda, rodeando su cintura desde atrás, por encima de la suave toalla que rodeaba su cuerpo desde el pecho hasta los muslos. Cerró los ojos un momento para regodearse en aquel agradable y fugaz escalofrío que le causó el beso en la nuca. Levantó la vista después para mirarle a través del espejo que quedaba al frente de ambos, antojándosele a la bruja aquella imagen que devolvía el cristal sencillamente perfecta. Correspondió a la sonrisa con otra, la suya, la especial, mientras alzaba la mano hacia atrás para dedicarle algunas caricias en la nuca y el corto cabello mojado todavía, disfrutando en silencio de aquel momento.
La estrechó unos momentos más entre sus brazos, aumentando levemente la intensidad del mismo, queriendo decir muchas cosas con aquello, como el miedo que tenía y había tenido a perderla. Por ser un cobarde en ese aspecto cuando antes no lo era, demasiadas cosas y demasiados muros que se lo impedían. Terminó dejando otro beso en su sien, sobre el cabello empapado, antes de separarse y salir de la habitación en busca de algo. Rebuscando en sus pantalones, aún empapados, sacó el colgante con el cordel medio roto, pero con un simple “Reparo" lo dejó como nuevo. Sin mediar palabra volvió al baño, al calor residual que allí había aún y donde estaba ella. Entonces le rodeó el cuello con el colgante y se lo anudó, dejando de paso alguna que otra caricia con los dedos sobre su piel.
No es que ella no tuviera nada que decir, porque Aby también se estaba guardando bastantes cosas, aunque había tratado de demostrarlas con hechos, como por ejemplo el más reciente ocurrido en la ducha. Estaba claro que ninguno de los dos estaba acostumbrado a ese tipo de conversaciones sentimentales, ni se les daban muy bien, por lo que el silencio de esos instantes parecía ser la mejor opción, y, aunque no lo pareciera, la mejor vía de comunicación entre ellos. Recogiendo el mimo que dejaba el moreno de ojos azules en su sien, volvió a centrarse en la imagen reflejada en el espejo, y más concretamente, en su rostro. Con la punta del dedo índice presionó a la altura del pómulo, donde comenzaba a aparecer la marca amarillenta y púrpura de un futuro cardenal.
—Isshh... Au. —Apartó el dedo como si se hubiera quemado, le había dolido. Iba a darse ya la vuelta cuando la figura de Niall volvió a entrar al cuarto de baño y situarse tras ella, por lo que se detuvo antes siquiera de empezar a moverse. Bajó las pupilas al ver el colgante, no sabía dónde o cuándo lo había perdido, si fue en su casa o en aquella fábrica donde estaba retenida. Lo sostuvo entre los dedos, teniéndolo ya colgado como debía estar.— Ya pensaba que no lo iba a recuperar... ¿Dónde estaba?
—Da igual el lugar... —No dio más detalles al respecto, no porque no los hubiera sino porque no lo vio apropiado, ni mencionar su casa, el estado de la misma ni nada que lo relacionase, obviamente por la mascota que aún debía estar allí, y de la cual pensaba encargarse él después a poder ser, porque sabía que Abigail querría volver a su casa para restaurarla y recuperar los efectos personales que le quedaran allí, o quedarse allí. No sabía qué quería exactamente, lo único que sabía es que él no quería que ella viera al gato muerto, pues desconocía si conocía o no lo sucedido con el mismo y a buen entendedor… — El caso es que lo encontré. —Le devolvió la mirada a través del espejo, bajando las manos de su cuello a su propio regazo y cruzándose de brazos.
Dado que no respondió la pregunta, dio por hecho que por más que insistiera no daría detalles, no supo porqué, pero el caso era que no le daba gran importancia. Al fin y al cabo, lo importante es que había recuperado aquel pequeño tesoro. Se había acostumbrado a llevarlo siempre con ella, incluso para dormir, y cuando no era así se sentía como si estuviera desnuda. Después de la botella de cristal con la mini réplica de La Calzada de los Gigantes en su interior que Niall mismo creó para ella y le regaló, el colgante era lo siguiente más valioso que tenía, así que la reconfortó en sobremanera volverlo a llevar puesto.
—Bueno, pues gracias por devolvérmelo. —Era ciertamente curioso cómo para detalles más nimios no le costaba tanto agradecer las cosas.
El mago dibujó una sutil sonrisa, marcando una de las comisuras antes de pellizcarle el costado y salir del baño. Estaba empezando a tener frío otra vez, así que se dirigió directamente hacia el armario, abriéndolo de par en par para buscar ropa para ambos, porque dudaba mucho que Abigail dejara algo de ropa propia al irse tras la pelea. Él se decantó por la ropa cómoda de siempre, los pantalones grises del pijama y una camiseta de manga corta blanca. Y a ella le dejó ropa igual que tenía de recambio, por si quería, cediéndosela con la mano alzada.
Ahogando un quejido, dio un leve respingo al notar el pellizco bajo las costillas, que por fortuna el grosor de la toalla que la envolvía pudo amortiguar un poco. Se entretuvo unos minutos más en el baño para recoger su ropa y comprobar que seguía empapada y congelada, así que ni por asomo pensaba volvérsela a poner, la echó en el cesto directamente.
—Ehm... Niall, no tengo ro... —Inició el comentario desde el cuarto de baño y al salir al dormitorio y ver que el mago ya había pensado en eso, y le estaba tendiendo ya algunas prendas, se aproximó para cogerlas y terminó la frase, frunciendo los labios.— ...pa. —Se vistió con aquello en un momento. Le camiseta le quedaba muy holgada y un poco larga, y los pantalones 3/4 de lo mismo. No obstante, se veía más adorable que ridícula, lo cual en ella era bastante poco habitual.— ... No pienso salir así a la calle, que conste. —Con aquello quiso decir que pensaba pasar allí la noche.
Aguardó a que cogiera la ropa para vestirse, pero no pudo evitar mirarla de reojo cómo se iba vistiendo, aunque no iba a ver nada que no hubiera visto minutos antes. Era un simple gesto de picardía y rebeldía.
—Tampoco iba a dejar que te fueras hoy. —Soltó, permitiendo que lo interpretara como quisiera, aunque ambos estaban pensando probablemente en lo mismo. Una vez vestido, volvió a sacudirse el pelo para revolvérselo una vez más.— Además... Creo que no es conveniente que nos dejemos ver mucho de momento. Al menos hasta que todo se "normalice”. —Tampoco tenía porqué recalcar mucho el tema ya que Abigail era lo suficientemente lista como para imaginárselo.— Así que no te librarás de mí tan fácilmente...
Bien sabía la chica de ojos verdes que aquel primer comentario iba muy en serio. Después de todo lo ocurrido, incluso llegó a imaginarse a Niall poniendo mil barreras a la casa a golpe de varita y quitándole la suya a ella para que no pudiera salir y meterse en líos. Imagen que guardó para sí misma, sin poder evitar reír por lo bajo. Con lo siguiente también supo que llevaba razón, probablemente, pero no le hizo ni pizca de gracia.
—Pues tengo responsabilidades y no me pienso quedar aquí escondida hasta el fin de los tiempos... —Puntualizó muy convencida, refiriéndose a las responsabilidades que tenía con su negocio, que para colmo había desatendido de manera involuntaria mientras estaba retenida. Se cruzó de  brazos antes de continuar.— Nadie me va a pillar por sorpresa dos veces. —Y ya detestaba que la hubieran cogido así una vez, la hacía enfadarse consigo misma. Tras unos segundos, ablandó el rostro otra vez, por las últimas palabras de Niall.— ¿Cuándo he dicho que me quiera librar de ti...?
—No he dicho eternamente... —Rectificó por si lo había malentendido. Aunque era más que obvio que ese día no iba a dejarla ir ni por asomo. No de noche y estando todo alterado fuera.— Solo un par de días. Ahora mismo nos estarán buscando, luego habrá... Que deshacernos de los problemas. —Murmuró lo más sutil posible, pero supo que le iba a entender. Además, añadió el "nos" porque no iba a prohibirle el querer vengarse de los demás, tenía motivos y no iba a meterse en medio. Sin contar que entre los dos acabarían antes, solo que de eso prefería hablar en otra ocasión. Referente a su último comentario, simplemente ladeó el rostro con una arrogante sonrisa, cerrando el armario y apoyándose de lado sobre él.— No sé… Tú me dirás.
Abigail hizo rodar los ojos antes de responder, claro que no era eternamente y había entendido a la primera que se refería a un par de días o tres, pero ella no tenía esas intenciones.
—Era una forma de hablar... Debo ir al Emporio. —Aclaró, por si antes al hablar de responsabilidades no se había entendido, o no se había entendido que pretendía ir al día siguiente; no podía faltar más días, ya no por el hecho de no hacer negocio, sino por las propias lechuzas que debían ser atendidas. Desvió la vista a un lado, mirando a nada en concreto, mientras pensaba en aquello siguiente. Evidentemente, tendrían que hacer algo con respecto a esa banda que sin duda volvería a ir en pos de ambos. Trasladó otra vez las pupilas a los ojos del morenazo para continuar.— Lo sé. Pero tenemos tiempo para pensar en algo mientras la escoria superviviente se reorganiza. —De momento no iba a pensar en ello, estaba empezando a notarse cansada, ella no había dormido, a excepción de los ratos en que quedó inconsciente durante la infructuosa tortura, y a eso tenía que sumar la pequeña batalla. Cuando él se apoyó en el mueble de aquella forma, Aby se dirigió a la cama para sentarse al borde, sobre una de sus piernas flexionadas.— ¿Yo? No lo he dicho en ningún momento...
Estuvo a punto de decir que le importaban una mierda cuatro lechuzas, pero decidió no decir nada y simplemente avanzó hacia ella cuando se sentó en la cama. Niall se agachó, quedando a su altura, y pasó uno de los dedos sobre la zona amarillenta del pómulo, que anunciaba un buen moretón de aquí a poco.
—¿Te duele? —Preguntó, decidiendo cambiar de tema absolutamente y centrarse más en ella, y en lo que aquellos idiotas podían haberle hecho. Con la mirada buscó algún principio de moretón más, al menos lo poco que saltaba a la vista.— Puedo buscar algo si quieres. —Propuso. Dudaba que tuviera alguna pomada "Anti-moretones" pero podría darle hielo o algo frío. Tras la leve caricia, bajó la mano y dejó ambos brazos sobre sus extremidades inferiores, flexionadas al estar de cuclillas.
Suerte que se guardó aquella opinión acerca de las lechuzas para él, porque a Abigail le hubiera molestado bastante y se hubiera llevado una mala contestación. Bajó un poco la mirada para buscar aquellos ojos de un azul claro cuando se agachó frente a ella, y frunció levemente el ceño y los labios cuando le rozó el golpe que se había llevado cerca del pómulo. Claro que sí le dolía, habiéndole pasado el efecto anestésico del agua más que fría del mar, pero no pensaba admitir debilidades ni en mil años, ni siquiera cuando no tenían importancia, como era el caso; así que negó rápidamente con la cabeza. Un gesto que le hizo caer parte de la melena, aún húmeda, por encima del hombro. Aprovechó ella para imitarle, pasando la yema de los dedos, de forma delicada, por encima de los rasguños que presentaba el rostro de Niall.
—Pero sí podemos buscar algo para ti, como mínimo para que no te queden marcas... —Aunque apostaba que también debían escocer.
Niall percibió los gestos de disconformidad de la bruja, mientras que por contraposición escuchaba su absoluta negación, y le terminó haciendo incluso gracia, pero no dijo nada pues él era igual de orgulloso o incluso más. Dejó que Abigail le acariciara los rasguños y cortes recibidos por aquella explosión de la puerta. No había sido consciente de lo cerca que estuvo de la muerte hasta que no lo pensó fríamente, mediante la caricia de ella sobre su piel. No le dolía y era más molestia que otra cosa.
—Solo me duele en mi orgullo. —Murmuró con soberbia, aunque no le gustaría que le quedaran marcas en la cara, por mucho que eso le subiera el ego a la larga, pues eran marcas de "batalla”.— Tengo Díctamo, ¿Vas a ser mi sanadora esta noche, Abigail Hunter?
—Pues con todo el que tú tienes, debe de ser terriblemente doloroso. —Y lo dijo como si ella no tuviera también, cuando estaban casi, casi, a la par. Aunque el orgullo de Abigail no fuera tan descarado. Retiró entonces las manos del rostro del moreno de ojos claros, apoyándolas sobre la cama donde seguía sentada. Un indicio de sonrisa de lo más divertida y pícara intentó abrirse paso en sus labios, mientras se encogía de hombros frente a aquella pregunta, decantándose por responder con un tono de lo más sugerente, como siempre ocurría durante aquellas situaciones con Niall.— Si te dejas... Puedo ser lo que tú quieras. —Tras una muy breve pausa bien pensada, remarcó lo siguiente.— Esta noche.
—Ni te lo imaginas... —Le siguió el juego mientras se levantaba, poniéndose de nuevo de pie y mirándola durante unos segundos ante su actitud pícara y tal vez algo altanera. Si no estuvieran tan cansados tal vez, de nuevo, otro gallo cantaría. Se dio la vuelta para salir de la habitación e ir a buscar el Díctamo, pero se detuvo frente a la puerta ante el último tema mencionado, fingiendo una mueca de circunstancia.— Vaya... Lástima, iba a pedir que fueras mía pero por una noche no pienso conformarme... Fénix. —Dictó antes de salir, avanzando por el pasillo en busca del Díctamo.
Giró un poco el cuerpo para seguir los pasos del mago por la habitación, repasando con descaro su figura cuando se detuvo en la puerta del dormitorio. En realidad estaba esperando alguna otra clase de respuesta, pero no se podía negar que aquella le gustó mucho más y le costó por ello horrores contener la sonrisa. Sin embargo, le resultó muy sencillo contestar a eso, además de manera rotunda y directa. Porque Aby era así, de no andarse por las ramas.
—¿Y no lo soy ya, halcón?
Aunque Niall lo escuchó a mitad de camino decidió aguardar para responder. No tardó mucho en recoger el bote de Díctamo y volver al cuarto, cerrando la puerta tras de sí al entrar, pero no avanzó y simplemente se zambulló en esos ojos esmeralda, con profundidad.
—No te he oído... Dímelo otra vez. —Era una trola como un templo de grande pero simplemente quería escucharlo de nuevo, mirándola directamente a los ojos. Se dedicó a tamborilear con los dedos sobre el bote aguardando, mientras que la sonrisa ladeada se iba dibujando poco a poco, cada vez más pronunciada.
Aguardó sin moverse del sitio mientras el mago se ausentaba del dormitorio unos minutos, en busca del Díctamo. Aprovechó ese lapso para pasarse la punta del dedo índice por el contorno de sus propios labios, como si aquello pudiera borrar la amplia sonrisa que se le había dibujado en ellos. Tal vez lo hizo a tiempo, antes de que él volviera y cerrara la puerta, con el pequeño tarro entre manos. Abigail sospechaba que sí la había escuchado, y perfectamente además, más que nada por la sonrisa que él mostraba. De igual manera, no le importaba repetirlo, pero no estando él en la otra punta de la estancia, así que palmeó con una mano sobre el edredón, invitándolo de ese modo a sentarse junto a ella.
Al ver que se negaba a decir nada y que le indicaba con gesto paulatino que se sentara a su lado, el mago de ojos claros se decantó por hacerle caso. Avanzó deshaciendo lo andado hasta el borde de la cama y se sentó a su lado, abriendo el bote con un gesto simple y seco, cediéndoselo luego por si quería Abigail primero darse en algún lugar en concreto, pero sin dejar de mirar a sus ojos y obviamente sin borrar la sonrisa, pues aún estaba esperando a que respondiera aunque pareciese al aceptar el acercarse que se había resignado. Nada más lejos de la realidad.
Al ver que daba preferencia a la apertura del tarrito, se esperó a que hiciera girar la tapa y la quitara para descubrir el ungüento que contenía. Al cedérselo a ella, lo sostuvo con la mano, sujetando también la ajena, y aprovechó ese gesto para inclinarse hacia adelante y llegar con la boca al oído de Niall, donde tenía intención de repetir lo que le había pedido, y así lo hizo en un conciso susurro.
—Ya era tuya ayer, lo soy ahora, y voy a ser solo tuya mañana... —Estuvo a punto de caer en la tentación de atraparle el lóbulo entre los dientes, pero decidió que aquellas palabras habían sido ya suficiente, por lo que se retiró otra vez hacia atrás, entonces sí, terminando de coger el tarrito ella misma.
Sus palabras le hicieron, como mínimo y como era de esperar, sonreír. Al igual que su susurro le puso la piel de la nuca de gallina, sin contar el estremecimiento que eso supuso y el vello de punta. Entonces fue él el que tuvo la tentación de hacer suyos aquellos labios, sin embargo se contuvo frunciendo los propios, curvando la sonrisa.
—Y yo que pensaba que me ibas a decir algo que no supiera... —Chasqueó la lengua, inclinándose un poco hacia un lado y apoyando la mano sobre la superficie del edredón, adoptando una postura menos rígida y más cómoda.
—Bueno, por si se te olvidaba... —Respondió en el mismo tono, sosteniéndole la mirada. Desdibujó luego la sonrisa al bajar la vista al ungüento del tarro y coger un mínimo con la yema del dedo corazón. Se removió un poco para aproximarse más al mago en disposición de ponerle aquella cura en los cortes y rasguños del rostro. Durante unos segundos examinó por completo sus rasgos en silencio, no solo las heridas, sino cada detalle que lo hacía tan atractivo para ella. Localizado el primer corte, le sostuvo suavemente de la mejilla, con cuidado de no hacerlo con el dedo manchado de Díctamo, y, antes de nada, besó la herida con los labios. Fue apenas un leve roce, tan delicado como el aleteo de una mariposa sobre la piel. Después, con el mismo cuidado, pasó por encima la yema del dedo con la esencia de Díctamo,  recorriendo todo el corte. Continuó haciendo lo mismo con el resto, primero sus labios y luego el ungüento, hasta terminar con todas las heridas.
Niall decidió guardar silencio, desviando la mirada de sus dedos, la esencia de Díctamo y a ella nuevamente, pendiente de todos los movimientos que realizaba, de las caricias que le dedicaba y del beso que dejó sobre uno de los cortes, lo cual le hizo cerrar los ojos levemente mientras lo hacía, para disfrutar así más de la sensación que le producía. A decir verdad, no abrió los ojos en todo el transcurso en el que ella le fue curando herida por herida, realizando el mismo proceso. No era nada del otro mundo a fin de cuentas, nada comparable con lo que le pudiera haber pasado si la puerta no hubiera hecho de escudo. Ante los roces de sus labios, sintió ganas de más, pero le tocó conformarse por el momento y una vez acabó, volvió a abrir los ojos para posarlos en aquellos orbes verdes que se gastaba la bruja.
Volvió a perderse en sus ojos azules durante no supo cuánto. Aby ignoraba lo sucedido en su casa, durante su ausencia, y lo que causó aquellas heridas en el rostro del morenazo, al que contemplaba en ese momento. De saberlo, igualmente no cambiaría demasiado las cosas o todo lo que sentía, pues durante el rescate hubo mil y una ocasiones en las que podían haber muerto, uno, otro, o ambos; y no era la primera vez que habían estado en esas circunstancias. Tal vez todos aquellos sucesos donde la muerte había estado a la vuelta de la esquina, habían hecho que sus sentimientos cobraran cada vez más fuerza y más rápidamente. Sin mediar todavía palabra, le cedió el pequeño bote y el turno para hacer de sanador, alzando un poco después sus muñecas enrojecidas para mostrar las heridas, pues las sogas que las habían atado durante el cautiverio le habían lacerado la piel, especialmente porque Abigail intentó quitárselas durante casi todo el tiempo.
Una vez terminó, cogió el bote con una de las manos y bajó la mirada a sus muñecas. No había reparado en el estado de las mismas hasta ese momento y eso le hizo sentir cómo la sangre le hervía por momentos, de imaginar cómo aquellos imbéciles la estuvieron tratando y manejando a su antojo. Tensó la mandíbula y tornó el rostro serio, pero no dijo nada y se calló cualquier comentario. Bajando la mirada de nuevo al bote, cogió un poco de esencia de Díctamo con los dedos índice y corazón, para luego dejar el bote sobre el edredón y coger Niall la mano de la chica con suavidad, usando su mano libre. Y así, le untó el ungüento en suaves caricias por toda la superficie lacerada, evitando hacerle daño.
La bruja pudo darse cuenta del cambio en la expresión de Niall al mirarle el estado en que tenía las muñecas, y supo enseguida qué le debería estar pasando por la cabeza. No obstante, también evitó decir nada al respecto y se limitó a bajar la mirada a sus manos, contemplando lo que hacía. Aquel ungüento calmó al instante la quemazón y el escozor de la piel y por ello respiró de manera más profunda por la nariz, sin duda aliviada, pese a que había sufrido heridas muchísimo peores e infinitamente más dolorosas. Cuando él terminó con la tarea, Abigail no pudo evitar acariciarle la mano con la que le había untado el Díctamo, dejándole un muy suave apretón, tanto a modo de agradecimiento como para querer hacerle saber que no debía preocuparse más por lo que le habían hecho allí o dejado de hacer. Al fin y al cabo pudo ser peor y lo importante es que los dos estaban bien.
Cuando terminó de untarle la esencia, Niall buscó la tapa con la mirada, pero que ella le detuviera la mano hizo de nuevo mirar hacia allí y por ende, a ella al final. Fijó la mirada en sus ojos y en lo que le transmitían, ese mensaje no verbal, ese idioma que tanto usaban y tanto les alentaba a veces. Ante la caricia simplemente correspondió con una realizada sobre el dorso con el pulgar. Aún no creía posible que existiera alguien que le comprendiera y entendiera hasta esos niveles, que supiera qué pensaba y qué sentía con solo mirarle, y, lo más importante, que no le hiciera sentir mal, o desprotegido, como siempre pensó que se sentiría ante una situación como esa. Pero lo más importante, es que pese a saber todo lo malo de él, siguiera allí.
—¿Estás cansada? —Preguntó, aunque podía imaginarse que sí, pues dudaba mucho que la hubieran dejado dormir en su cautiverio, o probablemente ella se hubiera negado a hacerlo, buscando alguna debilidad en el enemigo para escapar.
Cuando aquel mudo mensaje fue recibido y comprendido por el destinatario de claros y penetrantes ojos, Abigail le soltó la mano para coger ella misma la tapa del tarrito, sobre el edredón, y volverla a poner en su sitio para cerrarlo, dejándolo en manos de quien lo sostenía en ese momento. Frente al interrogante resolvió responder con sinceridad, o por lo menos una poca, dado que seguramente debería resultar bastante obvio que estaba cansada.
—Un poco sí... ¿Vas a quedarte conmigo hoy o piensas ir de nuevo al sofá? —Si preguntó aquello fue porque durante los últimos días de convivencia, antes de la discusión y lo acarreado después, había estado sucediendo eso. Sin embargo no lo dijo en tono de reproche, sino más bien con cierta complicidad, ya que sabía que no pensaba dormir en el sofá, salvo que ella estuviera allí y con él, y no sería el caso.
Agarró el bote, ya cerrado, entre ambas manos pero no dio indicios a querer levantarse, al menos de momento. No solo en sus palabras, sino en sus ojos podía leerse el cansancio y siendo las horas que eran, sería mejor irse a dormir. Cerrar la página de ese día, de ese capítulo que tantos estragos les había hecho pasar y dar rienda suelta al día siguiente, que se avecinaría muchísimo mejor que los anteriores. Por su comentario no amplió ni disminuyó la sonrisa y simplemente contestó:
—Dije que no ibas a librarte de mí… fénix. Así que... —Respondió con sutileza, ya podía ser el sofá más confortable del mundo, que él se iría a la cama con Abigail. Tal vez le contase el porqué de su actitud y de sus desplantes, sus borderías y malos gestos, probablemente lo hiciera, o tal vez no, lo único que sabía es que no sería ese día, no en ese momento.— ¿Vamos a dormir, pues?
Como única respuesta a su comentario, Abigail se mordió levemente el labio inferior y terminó esbozando una sonrisa, que al final no pudo reprimir con aquel gesto. Recogió su varita, que siempre tenía cerca, para guardarla bajo el almohadón del lado de la cama donde pretendía dormir, como hacía siempre a la hora de acostarse. Necesitaba tener a esa fiel compañera de madera de bambú siempre a mano. Después, se metió bajo las mantas, sin llegar a tumbarse, quedando incorporada hasta que Niall la acompañara a su lado. Al menos después de varias noches bastante malas y solitarias, aquella la dormiría en la mejor compañía. Aunque echaría en falta a partir de entonces a su felino a los pies de la cama, hecho un ovillo contra sus pies.
Se levantó para dejar el bote donde correspondía, en su lugar exacto, y al volver fue apagando las luces a su paso, a excepción de la chimenea, que seguía caldeando la vivienda con su crepitar constante. No cerró la puerta, para que el calor entrase también en la habitación, mientras iba planeando qué hacer al día siguiente. Madrugaría temprano para ir a casa de Abigail como había previsto. No quería hacerle pasar más malos tragos de los que ya había pasado. Caminando hacia la cama, se sentó en el borde de la misma antes de apartar las sábanas y mantas, para meterse bajo éstas a su lado, sopesando una idea que podría llevar a cabo si se le daba bien la mañana.
Cuando él se metió en la cama, Aby terminó por tumbarse bien y acomodarse a la figura masculina a su lado. Se acurrucó contra él, o prácticamente con medio cuerpo encima. La cabeza apoyada en su hombro, una mano descansando en su pecho y una pierna enredada entre las ajenas. Cerró los ojos mientras dejaba escapar el aire de sus pulmones por la nariz. Estaba muy cansada, pero no tenía intenciones de dormirse aún, quería disfrutar de aquello un poco más de manera consciente, relajándose por completo entretanto acompasaba la respiración a la de Niall.
—"Buenas noches, fénix..." —Murmuró una vez bajo las sábanas en Irlandés, dejando que ella se acoplara según le apeteciera sobre él, pues Niall estaba cómodo de igual modo. Paseó una de las manos por la espalda de ella en una leve caricia hasta completar un medio abrazo. Había extrañado su calor y la sensación de dormir acompañado y, aunque luchaba por disfrutar de esa sensación, el sueño también le fue venciendo a él poco a poco, si bien no a la misma velocidad que a ella hasta que, terminó cayendo en los brazos de Morfeo, mientras que tenía en sus propios brazos lo que, tal día como ese al menos, era su razón de ser.
Estaba tan exhausta que prácticamente se durmió al instante, sin haberlo podido evitar más. Necesitaba el descanso como el sediento en medio del desierto necesita agua, y aquella comodidad, tranquilidad y protección que le brindaba la mera presencia de Niall, y que nadie más conseguía hacerla sentir, ayudaron a que el sueño la venciera. Además, sentir el calor que desprendía su cuerpo y la suave respiración, era también de influencia. Sin embargo, el sueño todavía no era demasiado profundo y pudo procesar, aunque fuese a medias, aquel murmullo que se le antojaba tan lejano. No reparó ni siquiera en que lo había dicho en irlandés, solo supuso que le deseaba las buenas noches. La mente de Abigail quiso decir 'buenas noches', pero en cambio sus labios musitaron 'te quiero', sin darse cuenta. No hablaba la razón, pues se encontraba ya dormitando, quien habló fue aquello que latía en su pecho de manera tan relajada en ese momento, y si lo hacía era solo por y para quien fueron dirigidas aquellas dos palabras.
[Fragmento de rol editado con: @Niall_Boswell]
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abigailhunter · 10 years ago
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Al rescate de un singular fénix (Parte I)
Abigail había estado custodiada durante cada minuto que había pasado en aquel lugar, amarrada a unas cañerías en lo que parecía un sótano. Dado que había intentado varias cosas para salir de allí, o por lo menos, cargarse a todo el que pudiera, nunca la vigilaban menos de cuatro hombres, y procuraban no ponerse nunca dentro de su alcance, sabiendo por lo que les había sucedido a algunos de sus compañeros con anterioridad que no era muy buena idea. Aunque la chica no tuviera varita, se valía de sobras y lo demostró nada más llegar. Desvió sus ojos verdes hacia el mago que acababa de interrumpir la partida de dados mágicos que mantenía entretenidos a los cuatro celadores. Ya lo había visto antes vociferando órdenes de aquí para allá, y precisamente era quien la torturó con la maldición cruciatus durante algunas horas, así que le tenía especiales ganas.
— “Arriba”. —Ordenó aquel, el cabecilla, apuntando hacia ella para obligarla a ponerse en pie, como si por sí sola no fuera capaz, cosa que le molestó y apretó la mandíbula, respirando hondo y contando hasta diez para no hacer una locura sin pensar.
Volvieron a maniatarla, esta vez con las muñecas a la espalda, para conducirla escaleras arriba. Agradecía, por el motivo que fuera, al menos poder moverse otra vez y desentumecer los músculos un poco. Casi sonrió con orgullo al ver que dos contrabandistas más esperaban fuera, varitas en mano. Eso quería decir que habían aprendido la lección y ya no la subestimaban. Adoraba saberse temida, y aquel despliegue solo para cambiarla de estancia solo hizo que subirle el ego. Siete personas para contener a una bruja sin varita, no estaba nada mal. La caminata por aquel laberinto de pasillos de las plantas inferiores dio a parar a una estancia mucho más amplia y bien iluminada. Entonces sí que no pudo evitar dibujar media sonrisa, completamente llena de soberbia, al ver la multitud que se congregaba allí, aunque según avanzaba mientras les abrían paso formando un pasillo de personas, la borró para volver a su rostro habitual, serio, impávido. Al llegar acompañada por aquel pequeño escuadrón al centro,  fue obligada a tomar asiento, y de nuevo las sogas emergieron de la punta de la varita del cabecilla para asegurarse de que no se levantaría sin permiso.
A lo lejos Niall escuchó cómo unas bisagras oxidadas se abrían, dando paso a varias personas, algunas reconocibles y otras no tanto, pero el saber sus nombres en aquellos momentos le era indiferente. De un empujón le hicieron avanzar de nuevo, caminando tras el joven que les encabezaba, varita falsa en mano tal cual el mago había planeado y ordenado a través de la maldición Imperius. Tardó un poco en ver a Abigail, pero suspiró internamente al verla viva, con alguna que otra magulladura pero viva al fin y al cabo. Mientras el joven ponía al corriente al líder de la banda con los sucesos acontecidos en su "captura”, el mago sonrió de forma efímera y casi imperceptiblemente a la bruja, señal que obvio entendería a leguas al igual que el mensaje que cargaba. Tras un casi invisible guiño, tornó su rostro magullado y lleno de cortes por la explosión de la puerta en una completa y fría seriedad, impasible donde las hubiera. Fijó la vista en el cabecilla, quien no cesaba en dar vueltas a la varita entregada mientras asentía ante las palabras de su interlocutor. Cuando el joven acabó, volvió a situarse al lado de Niall, mientras que el líder daba un par de pasos al frente.
—“Así que tú eres el traidor..." —Musitó el jefe con fingida curiosidad, a lo que el mago de ojos claros respondió.— Bueno... Cada uno me llama como quiere, unos Boswell, otras ojazos, tío bueno... Según la circunstancia y la persona... ¿Sabes? —Se mofó con voz neutra y tranquila.
Ella se mantuvo sentada, porque no le quedaba más remedio, con la espalda y los hombros bien derechos, mentón en alza, siempre desafiante y altiva, incluso en una situación como en la que se encontraba. Como si lo tuviera todo bajo control, aunque no fuese así. Se preguntaba el motivo de tanta gente allí aglomerada, y de que la hubieran sacado del sótano. Llegó a pasarle por la cabeza que tal vez hubieran decidido matarla y convertirlo en alguna clase de espectáculo. Sin embargo, cuando Niall salió de entre la multitud comprendió lo que sucedía. Frunció el ceño en un principio, preocupada aunque las heridas visibles que presentaba fueran leves. De igual manera, alivió la tensión de sus músculos cuando reparó en sus gestos, pese a no ser más que meros atisbos. 
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Esperó bien atenta, no pudiendo hacer otra cosa mientras, para ver en qué deparaba todo aquello, sabiendo que había ido con algo en mente, pocas cosas dejaba al azar, algo que tenían común. Desvió la mirada de aquellos ojos azules cuando aquel chico más joven ponía al corriente al cabecilla sobre la "captura" del moreno de ojos azules, y reparó en la varita que entregaba. El mago no dejaba de darle vueltas entre los dedos, por lo que a Aby le fue imposible no distinguir que aquella no era la varita de Niall, tal y como había dicho el muchacho. La había visto miles de veces en sus manos, y aquello ni siquiera era caoba. Volvió a trasladar las pupilas a Niall, dirigiéndole una mirada más que cómplice: "Chico listo...". La bruja aguardó en silencio, pendiente de la conversación que acababa de iniciar el cabecilla de aquella banda, y le costó un gran esfuerzo no carcajearse ante la arrogante respuesta del mago de ojos azules. Aunque a su interlocutor no pareció hacerle tanta gracia y hendió su propia varita en la piel del cuello de Abigail.
—"Verás, no creo que estés en posición de ponerte chulo..." —Habló, no enfadado sino divertido por la situación, como si esperara que continuara por ese camino solo para que le diera la excusa de herir a la bruja de ojos verdes. Adornó el comentario mostrando la irregular dentadura en una sonrisa bastante grotesca.
La mirada de Niall siguió seria e inquebrantable pese a estar presenciando cómo aquel mago apuntaba con la varita al cuello de Abigail, aunque en el fondo estuviera deseando arrancarle las manos. Terminó haciendo una mueca de circunstancia bastante fingida, pero creíble para los que no le conocían en absoluto.
—Vaya... ¿Y derramar sangre? Yo no voy a ponerme a limpiar luego... —Respondió con fingida contrariedad, alternando el peso de un pie a otro. Tras la broma, inspiró profundo. Estaba perdiendo demasiado tiempo y en cualquier momento alguien podría darse cuenta del engaño, o ver que  resultaba ridículo que uno de los novatos hubiera vencido a un miembro experimentado de la banda contraria, o que el propio joven no actuaba con normalidad. Cualquiera de las variables eran inminentes y posiblemente viables, así que decidió ir al grano.— Ella no os sirve de nada, viva o muerta. Ya me tenéis, ¿No? —Inquirió, recalcando la palabra "viva" para ir allanando terreno. El mago de ojos azules paseó la mirada del líder a la mujer que le acompañaba y en la cual no había reparado hasta entonces. Luego volvió a posar la mirada en el hombre, sin mirar en tercer lugar a Abigail. No iba a mostrar ningún atisbo de debilidad ahora que le prestaban atención, ni una pista que pudiera dar pie a su plan.— Como ves estoy desarmado, rodeado de treinta miembros de tu banda, todos con varita. ¿Qué podría hacer? ¿Huir? Soy rápido, pero no estúpido. —Fue dictando lo que el líder conocía y, obviamente, quería oír, aunque fuese mentira. Puede que no pudiera contra treinta personas él solo. Pero sí podía ser un hueso duro de roer antes de caer, sin embargo le interesaba seguir alimentando esa imagen de debilidad que tenían forjada de él.— Libérala. Mi vida por la suya, creo que todos salimos ganando.
Aby no se inmutó tampoco cuando notó la madera en el cuello. "A ver... Es la 8598 vez que me amenazan de la misma forma. Por Morgana… Qué falta de originalidad, así no hay quien se ponga a dramear a gusto”, pensó para sí misma. Como no participaba en la conversación, invirtió el tiempo en responder para sus adentros, era más entretenido que solo mirarles como si fuera un partido de tenis. "Ah, muy bien. Qué considerado, Boswell. Gracias por la parte que me toca", contestó mentalmente, aunque sabía perfectamente que no estaba hablando en serio. Cuando hizo referencia a que no la necesitaban, hubo algún murmullo que otro entre la multitud, a modo de desacuerdo. Seguramente alguno de ellos la querría viva para fines más íntimos. La última parte ya no le hizo ni pizca de gracia y, pese a que no la miraba a ella, Abigail sí le fulminó con la mirada. ¿Era acaso ese su plan? ¿Cambiarse por ella? "¿Te has vuelto majara o qué? Ni de broma me voy de aquí sin ti... Tú verás. Más vale que hayas pensado en otra cosa", le costó un poco no pronunciarlo en voz alta para todos, pero igual que el resto de pensamientos lo guardó para ella. El cabecilla sopesó la propuesta en silencio, mirando a la mujer que tenía al lado, tal vez fuese su segunda al mando. Ella parecía rumiarlo también, repasando la figura de ambos rehenes. Abigail sabía en el fondo que aunque aceptaran, en apariencia, liberarla, no saldría viva por la puerta. No tenía ningún sentido, les había visto, sabía a qué se dedicaban, más o menos, y podría acudir a los aurores. Para ellos no sería más que un cabo suelto, y acababa de cumplir su función, así que, ¿Para qué dejarla ir con vida?
El moreno de ojazos azules aguardó a que el líder sopesara la idea. El solo hecho de que lo estuviera pensando en serio decía mucho de él, una de dos, que era tan sumamente gilipollas como para liberarla, aún sabiendo lo letal que era Abigail con o sin varita, o simplemente estaba haciéndole confiar mientras fingía pensarlo. Sin embargo, la única meta de todo aquello no era que saliera Aby por la puerta y le permitieran irse, porque era obvio que no iban a permitirlo si tenían dos dedos de frente. Niall solo quería que le soltasen ellos mismos las sogas que la retenían, pues si lo hacía él, perdería un tiempo que podría ser suficiente para que todos alzaran las varitas. Y quería jugar su baza, su as en la manga, su factor sorpresa, en el momento propicio y en el segundo adecuado, para poder llevarse a unos cuantos de golpe, en los pocos segundos en que recapacitaban sobre lo que estaría pasando y actuar en consecuencia. Meros segundos de ventaja, pero que marcarían la diferencia.
—No hay tanto que pensar. Es muy  sencillo... Que te vale más, ¿La vida de una dependienta mal avenida? ¿O la vida de quien os ha puesto todo el negocio patas arriba? —Sabía que por todos los improperios que estaba soltando hacia ella, luego le caería bronca o bofetón como mínimo, pero solo lo usaba por despistar, no por humillar o insultar. Era parte del juego y esperaba que Abigail captara por dónde iban los tiros, pues se sabía, desde siempre, que él no pensaba eso de ella ni lo pensaría nunca.
Como si estuviera esperando la vez en la peluquería, la bruja de ojos esmeralda continuaba allí sentada, y atada claro está, esperando a que alguno dijera algo más y ver cómo se desarrollaba la situación. "Mal avenida... Ajá. Ya lo discutiremos luego. Vaya, vaya, ¿Ahora te llevas todos los méritos, eh?" No lo dijo, naturalmente lo pensó, pero no pudo evitar carraspear levemente, como quien no quiere la cosa. Se aburría, sí. Miraba sucesivamente a uno y a otro, y de vez en cuando a la mujer, que todavía no había mediado palabra alguna. Aunque empezaba a molestarle "un poco" que se comiera a Niall con la mirada; que sí, era todo lo atractivo que quisiera, "pero coño, no seas tan descarada, zorra", pensó, ideando la mejor forma de sacarle los ojos sin mancharse demasiado. Al final, después de tanto fingir pensarlo para crear tensión y seguir con la pantomima, aquella mujer cabeceó en dirección al líder de la banda y él se dispuso a responder.
—“Supongo que llevas razón…” —Dijo el hombre, aceptando, al menos aparentemente. “Ya sabemos quien lleva aquí los pantalones..." pensó Aby. El cabecilla desvió la varita para deshacer las sogas alrededor de los tobillos de la rehén y proseguir luego con las muñecas.
Niall tuvo que hacer soberano esfuerzo para no dibujar una pérfida sonrisa de victoria al vislumbrar cómo agitaban la varita para soltar las cuerdas que retenían a Abigail. Primera meta conseguida, entonces quedaba la más importante de todas y era huir con vida de aquel sitio. Porque por muy temerario que fuese, no era idiota, y si se quedaba para matar a todos los miembros no duraría ni dos asaltos. Esperaría a que Abigail se alejase del hombre y de aquella mujer que, sutilmente y como quién no quería la cosa, se iba acercando a él, dando vueltas a su alrededor como quién acaba de obtener una reliquia, una obra de arte, o simplemente fue un buitre en otra vida. Aguardaría, crearía una distracción y luego contraatacaría, pero primero tenía que hacer que Aby se moviese de donde estaba, pues si no, el ataque podría afectarle también a ella.
—Bueno... al parecer eres más razonable de lo que pensaba. —Le respondió, pero sin saber si dirigirse a él o a ella, pues, al parecer, la decisión la tomaba la mujer y no el hombre como aparentaban. Intentó seguirla con la mirada, sin perderla de vista, por precaución más que otra cosa, aunque podría darse el caso de que lo malinterpretara.
Al fin. Al fin podría tomar cartas en el asunto en lugar de observar incómoda desde un asiento. Abigail se puso en pie sin prisas, frotándose las muñecas enrojecidas y repletas de heridas, provocadas por las sogas que había llevado en aquel lugar durante horas y horas. El cabecilla hizo un ademán bastante teatral para señalar la salida e invitarla a abandonar el sitio, de nuevo con aquella sonrisa grotesca en los labios. "Razonable no sé... Insensato un rato", pensó otra vez para ella misma, aunque juraría que Niall estaría pensando lo mismo en realidad. En cierto modo le hacía mucha gracia aquella manera tan sutil que tenía él de insultar a la gente a la cara, ni siquiera se enteraban. Comenzó a caminar hacia adelante, aunque no fue la única bruja que lo hizo. Pues la otra mujer dirigió sus pasos hacia el mago de los ojazos azules, escrutando otra vez cada centímetro de su figura, que pese a las heridas, imponía igual. Dio una vuelta a su alrededor, con parsimonia, para luego quedar al frente y hablar de manera algo burlona y descarada.
—“Qué bien nos lo vamos a pasar ahora tú y yo..." —Hizo ademán de posar los dedos sobre el pecho del rehén, con intenciones de dejar alguna caricia. La pega, es que Abigail había llegado ya a su altura y ni por asomo pensaba dejar que cualquiera, que no fuera ella misma, le tocara. Detuvo sus pasos y la sujetó de la muñeca justo antes de que pudiese hacerlo. Chasqueó la lengua antes de negar varias veces con aire altivo.— Ah, ah…
Niall miró de reojo como Aby se levantaba y frotaba las muñecas enrojecidas y probablemente doloridas. Sin embargo, no cesó en mirar a la otra bruja que no dejaba de revolotear a su alrededor. No solo le estaba colmando la paciencia sino los nervios también. Ante su comentario, el mago hizo una mueca de disconformidad.
—Si quisiera pillar una infección me iría a la India... —Murmuró, poniendo en duda no solo la salud de la mujer, sino cuestionando su "reputación". Desvió la mirada hacia Abigail en cuanto le detuvo la mano a la bruja y aprovechó el momento. Descruzó los brazos que mantenía aparentando estar maniatado, a una velocidad envidiable. Pobres ingenuos que ninguno se paró a comprobarlo. Alzó su verdadera varita, la que aún ocultaba bajo la túnica y miró a su izquierda.— ¡Abigail! —Le avisó, llamando así su atención y lanzándole la varita de bambú, que había recogido anteriormente en la vivienda de la susodicha, para que la cogiera y pudiera defenderse. Sin más, usó al joven que le había traído de escudo, como protección de la lluvia de hechizos que comenzaban a caerle, contraatacando lo más rápido posible. Necesitaba cubrirse con algo, y las cajas de su derecha sería una buena cobertura, así que…— ¡Expulso! —Hechizó el cuerpo inerte del joven para que se abalanzara contra los contrarios, tirando con suerte a más de dos al suelo del propio impulso.
Sujetando todavía a aquella mujer, que giraba el rostro hacia ella a todas luces contrariada, Abigail atendió al rápido movimiento que efectuaba Niall para desenfundar un par de varitas. Cogió la suya al vuelo y apuntó inmediatamente a la bruja. El mortífero haz de luz verde salió disparado incluso antes de que Aby lo hubiera pronunciado. Soltó la muñeca de la mujer, dejando que cayera su cuerpo inerte al suelo y levantando la mirada sorprendida de sí misma. ¿Acababa de lanzar la peor maldición imperdonable sin necesidad de verbalizarla? Efectivamente, había sido así, y era la primera vez que lo conseguía, siquiera sin habérselo propuesto. Sabía realizar multitud de hechizos de manera no verbal, pero las imperdonables hasta la fecha no. De todos modos, no tenía tiempo para ponerse a pensar acerca de aquel logro personal, pues los demás miembros enarbolaron sus varitas y los sortilegios comenzaron a volar a diestro y siniestro, tenía que moverse. Haciendo gala de su agilidad, esquivó un par de hechizos impulsándose sobre los pies y girando en el aire. Al tocar el suelo de nuevo, no perdió un segundo para rechazar otro ataque con un aireo de varita y contraatacar. Causó un agujero enorme en el suelo, unos metros más allá de ella, y aquello engulló junto a los escombros a un grupo considerable de rivales.
Esquivando los sortilegios como pudo o rechazándolos si así se podía, el moreno de ojos claros llegó hasta la fila de cajas que estaban apiladas a su derecha. Era algo arriesgado porque no sabía qué podían contener y podían ser incluso inflamables, pero eso sería mejor que comerse una maldición imperdonable. Algunos iban a aturdir y otros habían decidido no andarse con chiquitas cuando cayó el joven contrabandista y la mujer del líder. Así que una gran y peligrosa variedad de hechizos inundaba el lugar. Una vez cubiertas las espaldas, al menos temporalmente de los que tenía detrás, se dedicó a ir abatiendo a los que protegían la retaguardia. Sin embargo, no podía evitar estar pendiente de Abigail y de rechazar algún hechizo que le fuera a llegar por la espalda. No tenían porqué matarlos a todos, ni tampoco es que pudiesen, simplemente limpiar el camino de huída, aunque entendió que ella quisiera desquitarse con aquellos que la habían secuestrado, destrozado la casa y asesinado a la “vaca peluda”, ahora que recordaba el haberlo encontrado en la vivienda sin vida. Y para Aby su gato era sagrado.
Por su parte, Abigail había conseguido guarecerse bajo el hueco de unas escaleras, así que solo era vulnerable desde un flanco. De todos modos, tampoco pensaba quedarse allí mucho tiempo porque también era arriesgarse a quedar atrapada si se aproximaban demasiados y la cercaban. Aprovechando un respiro, se asomó unos segundos para otear la sala y comprobar la situación, viendo a Niall a cubierto, o todo lo posible al menos, gracias a unas pilas de cajas. Enarboló la varita con rapidez para quitarle de encima a uno de los dos contrabandistas que se le estaban acercando demasiado. Todavía quedaban muchos para ser solo dos, y el factor sorpresa y el desconcierto inicial ya lo habían perdido. Tratar de acabar con toda aquella gente era un suicidio, por muy tentador que resultara. La puerta que daba al pasillo de salida estaba custodiada por un considerable número de magos, así que la descartó enseguida, así como el laberinto de pasillos de la planta inferior. Cogió una bocanada de aire mientras se protegía de otro ataque y alzó la vista a la estructura de las escaleras que tenía sobre ella, era su mejor opción: subir. Varita en mano, echó a correr para ir al encuentro del morenazo, teniendo que hacer alguna pirueta que otra durante el trayecto para sortear por los pelos algún conjuro, y utilizar a quien pudiera de escudo antes de dejarle K.O. Aquello era lo que mejor se le daba a la bruja y podía percibirse con sola verla actuar, sin duda era un espectáculo visual que pocos sabrían apreciar.
Nada. Imposible limpiar la única vía de salida que aparentemente existía en aquel lugar. Por muchos que abatieran no eran suficientes y el mago lo sabía. Desvió la mirada hacia Abigail cuando la vio acercarse a él, destilando experiencia y elegancia a la vez al esquivar los sortilegios, y el mago no pudo más que sonreír sinuosamente. Si no estuvieran a punto de morir, otro gallo cantaría. En cuanto la bruja llegó a su altura, él aprovechó la protección de las cajas para robarle un rápido beso tirando de ella, que en un momento como ese era un riesgo pero iba con un significado que ella iba a entender.
—Te lo dije... —Le susurró sobre los labios con arrogancia y altanería, antes de girarse y bloquear otro hechizo que iba directo a ellos con un golpe de varita. Una vez se deshizo del espontáneo con un haz de luz verde, desvió otros dos hechizos mientras hablaba— Tenemos que salir de aquí, a la de ya.
Abigail frenó al llegar a su altura, aunque tuvo girar sobre sus talones para hacer frente a varios ataques que consiguió repeler a base de varita, sin poder evitar reprender a Niall por la demora. Aunque si la conocía bien, adivinaría que en realidad lo que estaba diciendo es que no tuvo la menor duda de que iría a por ella, como fuese.
—Has tardado lo tuyo en venir, eh... —Iba a protegerse de otro sortilegio cuando el moreno de ojos azules la hizo girar y la atrajo hacia él para robarle un beso, que le concedió más que gustosa, en medio de todo aquel caos. Pudo notar como uno de aquellos destellos de magia pasó a pocos milímetros de su nuca, cosquilleándole la piel y revolviéndole un poco la melena castaña, cosa que solo la estimuló más mientras saboreaba cuanto podía aquel beso fugaz. Curvó luego media sonrisa al oír el comentario del mago, tal y como ella se había imaginado que lo diría. No obstante no dijo nada al respecto porque tuvo que verbalizar otro hechizo para empujar bruscamente por los aires a dos atacantes más.— ¿No me digas? Yo que pensaba quedarme para la hora del té... —Comentó, cargada de sarcasmo y girando a un lado para repeler otro ataque. Agarró a Niall después para hacerlo girar con ella y señalarle con la varita las escaleras, por donde pretendía subir y, si no escapar, al menos ganar tiempo.
—No esperaba menos de ti, fénix. —Respondió el mago con una sonrisa ante su reproche, respecto a su demora en lo que a su aparición se trataba. Sintió ese haz de luz rozarle al igual que Abigail, así que se sorprendió al ver que los dos fueron a abatirle a la vez. Tras eso, desvió la mirada hacia las escaleras que ella señalaba con la varita. Era una idea loca pero no les quedaba más opción que aquella. Asintió y la empujó suavemente para que echara a correr mientras él le cubría las espaldas. Corrió hacia dicho destino tras ella, consiguiendo acertarle al líder en pleno pecho antes de subir apresuradamente por las escaleras hacia el nivel superior.
No se demoró en echar a correr cuando el morenazo la instó a ello con un suave empujón. Iba un par de pasos por delante, tratando de abrir paso sin que todos aquellos hechizos que volaban desde todas direcciones acertara en ninguno de los dos, mientras que Niall se encargaba de la retaguardia. Su primer obstáculo hacia las escaleras fue el socavón del suelo que ella misma había abierto con anterioridad para quitarse de un plumazo a cuatro o cinco hombretones. No era demasiado amplio, así que aprovechó el impulso de la carrera para elevarse en el aire, realizando otra de sus gráciles acrobacias antes de aterrizar con los pies en el suelo, al otro lado. Se giró un poco para mirar atrás, esperando que Niall la alcanzara antes de dar un paso más, entretanto a golpe de varita arremetía contra quienes le pisaban los talones. Al llegar ambos al tramo de escaleras subió los peldaños a toda prisa.
El moreno subió los peldaños de dos en dos tras la bruja, deteniéndose cada poco para hacer caer por las escaleras a quienes pretendían seguirlos. Una vez en el nivel superior llegaron a un extenso pasillo, que recorría la fábrica de norte a sur. Al parecer antiguamente aquella zona serían las oficinas de contabilidad, porque no cesaban de aparecer puertas a los lados. Mientras avanzaban hacia el final de éste, un haz de luz les pasó rozando hasta que impactó en una de las puertas resquebrajadas, haciéndola estallar en pedazos. El mago se cubrió con el brazo el rostro y tuvo que frenar unos segundos. Habían subido al mismo nivel y les pisaban los talones, la dificultad del asunto es que a ellos se les había terminado el pasillo y lo único que tenían enfrente era una ventana. Así que adoptando la postura de "Tiempos desesperados, medidas desesperadas" gritó.
—¡Abigail, agáchate! —Apuntó con la varita al techo que se cernía sobre las cabezas de sus enemigos, lanzando un fiero "Bombarda" a pleno pulmón que fracturó el techo, haciendo llover escombros por doquier y tirando a sus enemigos del impulso. Él aprovechó para abrazar a Aby y servirse de sí mismo, por si acaso, como escudo; fue un acto instintivo de protección del que no fue consciente, simplemente actuó.
Detuvo la carrera durante escasos segundos al llegar a la planta superior para mirar atrás y comprobar que no tardarían en darles alcance si no se movían. Atravesaron el largo pasillo en la única dirección que podían. A cada lado del corredor había puertas, tantas que no podían pararse a revisar cada oficina o despensa que escondían detrás, además, encerrarse dentro no era una alternativa viable. Tuvieron que detenerse casi llegando al final, donde les esperaba solo un ventanal. Abigail giró sobre sus talones, aquellos delincuentes no estaban lejos y tuvo que rechazar algunos hechizos con rapidez sin poder devolver ninguno, no le daba tiempo, eran muchos. Cuando Niall la advirtió y vio dónde apuntaba su varita, al techo, no perdió un segundo en dar media vuelta, deduciendo lo que pretendía: derrumbar una buena parte para obstaculizar el camino y tener alguna posibilidad. Se encogió sobre sí misma, sujetándose a Niall de manera instintiva cuando él la protegió con su propio cuerpo. Durante unos segundos, mientras aquello se venía abajo, no pudieron moverse para no salir malparados. Cuando fue seguro, se incorporó para echar un breve vistazo a los escombros, confirmando que los integrantes que todavía quedaban de aquella banda habían quedado al otro lado. Se les podía oír quejarse y maldecir, bastantes habrían salido heridos. La bruja miró entonces la única vía de escape que les quedaba: la gran ventana. Enarboló la varita y no dudó en reventar el cristal. Cruzó la mirada con Niall antes de agarrarle una mano y tirar de él hasta la ventana para saltar. La altura era tal que lo único que pudo e hizo fue utilizar la aparición conjunta mientras caían en el aire, trasladándose al primer sitio que le vino a la mente donde la caída no les matara ni salieran gravemente heridos: La Calzada de los Gigantes. Las más que frías aguas les recibieron al caer y sumergirse, no muy lejos de la costa.
Cayeron unos pocos escombros sobre ellos, pero nada que una buena bolsa de hielo no pudiera solucionar. Cuando el caos se calmó mínimamente, se incorporó soltando a Abigail y miró hacia atrás para ver su obra de arte, sonriendo con suficiencia antes de girarse ante el estallido de la ventana, que llamó su atención. Alzando una ceja miró la sujeción de Aby en él antes de mirarla a ella, entendiendo sus intenciones.
—Estás loca... —Susurró justo cuando tiró de él para para saltar, usando la aparición conjunta sin saber a dónde irían a parar cayendo en picado. Al menos hasta que sintió el agua gélida metérsele por doquier, sintiendo el frío en los huesos y en cada fibra de su ser. Sin soltar la mano de Abigail luchó por nadar a la superficie, dando una bocanada de aire y llenar sus pulmones de dicho gas.— ¡Sí, estás loca! —Exclamó por el propio frío en sí, sintiéndose flotar mientras comenzaba a nadar, soltando algún improperio en Irlandés seguido de un "... Qué frío". Al llegar a la orilla se desplomó boca arriba sobre la misma, para respirar tras la ardua batalla, soltando una casi inaudible carcajada al ver que, no solo seguían vivos, sino que lograron escapar.
Abigail salió a la superficie, apartándose con la mano libre algunos mechones de cabello empapado de la cara.
—¡J-jo-d-der! —Exclamó, sintiendo cómo se le helaba el cuerpo tan rápida y bruscamente. Ni siquiera notaba el escozor que le producía la sal del mar en las heridas, sobretodo en las que tenía alrededor de las muñecas, porque el frío era mucho más intenso.— ¡Es c-culpa t-tuya que haya p-pensado p-p-primero en esta maldita p-playa! —Respondió como pudo mientras nadaban hacia la orilla, le empezaban a castañetear los dientes y tenía toda la piel de gallina. Una vez en la arena de la orilla y fuera del alcance de las gélidas lenguas de mar, se dejó caer también, quedando boca-arriba, prácticamente sin resuello.— P-pero admite q-que ha sido d-divertid-do... —Bromeó, girando el rostro hacia Niall para mirarle mientras se esforzaba en no reír y recuperar el aliento.
Niall sin embargo sí que se rió, mientras sentía su cuerpo temblar del propio frío. Si no se movían entrarían en hipotermia y no le apetecía perder ninguna extremidad. Ladeando el rostro hacia ella cuando se dejó caer a su lado, dibujó una amplia sonrisa, intentando no volver a carcajearse.
—Muchísimo. Tengo rescates planificados para toda la semana, es más efectivo que salir a correr. —Se burló con cierta picardía y se levantó, tendiéndole la mano para levantarla de la arena y así de paso moverse, porque empezaba a sentir entumecimiento en los dedos. Le frotó de paso a ella los brazos para que dejara de temblar y fue entonces cuando se centró en analizar concienzudamente su estado físico, buscando alguna herida grave.— ¿Estás bien?
—¿Ah, sí? ¿Tantas damiselas en apuros tienes? —Sabía que no, o mejor dicho, más le valía que no, pero no pudo evitar continuar con la broma. De igual modo, bajó la mirada para centrarse un instante en aquella sonrisa que curvaron los labios del mago, le alegraba volver a verla, aunque no pensara admitirlo, o eso creyó ella... Porque sin darse cuenta le estaba devolviendo la sonrisa. Cogió la mano que le ofrecía para ponerse en pie con su ayuda. Se abrazó a sí misma de manera instintiva, por más que se esforzaba no podía dejar de temblar. Como aparte del frío no sentía nada más, descendió las pupilas para cerciorarse ella misma de que más allá de algunos rasguños que rasgaron su ropa y seguramente unas pocas magulladuras, no tenía nada.— Solo congelada... ¿Y tú? —Tal y como hizo él, examinó rápidamente su figura para comprobar sus heridas.
—Vivo, que no es poco. —Respondió, aún frotando sus brazos con firmeza para que entrase en calor. Pero no desvió la mirada de ella, pese a que le había dicho que estaba bien.
Aguardó unos segundos en silencio hasta que volvió a abrazarla apoyando el mentón sobre su cabello, recordando poco a poco todas las consecuencias que se habían dado por sus actos: La discusión, su secuestro... Quiso hablarlo aunque no era el momento, no obstante sí un lugar idóneo, sin embargo simplemente la rodeó con los brazos, siendo consciente del peligro que habían corrido y de que ella seguía allí. Tras eso, se separó antes de que ella pudiera darle un guantazo por tomarse confianzas que, tras la disputa, ya no tenía ni gozaba, o eso daba por hecho él, por mucho que la hubiese salvado. Probablemente seguiría molesta con él.
Abigail no supo exactamente qué decir o hacer a continuación de su respuesta y el abrazo la pilló un tanto desprevenida. Le hubiera gustado corresponderle, y sin embargo no lo hizo, únicamente se limitó a dejarse abrazar, aunque sí cerró los párpados y suspiró llena de alivio. Le costaba creer que hubieran salido de aquella situación con solo unos rasguños, no obstante, sabía que de no ser por él, todavía seguiría allí encerrada, o algo peor; pero las palabras de agradecimiento se le atascaban en la garganta y ninguna conseguía salir. Cuando se apartó, volvió a fijar la vista en sus ojos azules. Normalmente hablaban más así que con las propias palabras, aunque sentía que con la mirada no era suficiente, así que solo le quedaba un modo de decir todo lo que tenía que decir, no sabiendo expresarse de otra manera. Salvó la poca distancia entre ambos y alzó los talones de la arena para apresar sus labios en un sentido beso.
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Que no le correspondiera al abrazo dijo mucho de lo que pensaba, y corroboraba las sospechas del mago pero no dijo nada al respecto, simplemente, podría decirse que lo entendía. Había sido un capullo, pese a los últimos acontecimientos. y podía llegar a entender que se mereciera el perderla. Pero por lo menos ella seguía respirando, que a la larga, era lo  único con lo que el mago se conformaba, que siguiera respirando. Iba a abrir la boca, tal vez para disculparse o al menos intentarlo, por todo, pero la bruja decidió que hablar no sería necesario y le sorprendió ver cómo aprisionaba sus labios en un beso, cosa que obviamente no iba a rechazar. Tardó un par de segundos en corresponderle al gesto al ritmo que ella marcaba, ignorando el escozor residual en sus rasguños a causa del agua salada que aún le corría por el rostro, goteándole del propio cabello despeinado.
Llegó a dudar durante un breve instante en si era mejor cortar el beso que recién había comenzado ella, pero al comprobar que tras escasos segundos el mago la correspondía, desestimó la idea, sonriendo fugazmente sobre sus labios antes de continuar. Le resultaba agradable el contraste del frío que tenían ambos asentado hasta en los huesos con la calidez de su aliento. Se arrimó más, todo lo que pudo de hecho, y alzó sus manos, temblorosas por la baja temperatura del cuerpo, para sostenerle un momento el rostro al intensificar el beso, terminando por rodearle el cuello.
Terminó posando las manos en la cintura de la bruja, empapada como él, mientras sutilmente ladeaba el rostro, correspondiendo a la intensidad que iba precediendo la situación, terminando por deslizar las manos por dicha cintura hasta la espalda, y así rodearla de nuevo por completo. Le temblaba prácticamente todo el cuerpo a excepción de los labios, curiosamente. Cuando no pudo controlar más el temblor que le asolaba de pies a cabeza, tuvo que separarse para susurrar sobre aquella piel que tan loco le volvía.
—C-como sigamos aquí, v-va-vamos a morir congelados. —Indicó, proponiendo de ese modo ir a otro lugar, cálido a poder ser.
Aby sonrío graciosamente al escucharle hablar con los dientes castañeteando, como le había ocurrido a ella antes. Lo cierto era que continuaban empapados de arriba a abajo, y tras haber descansado un poco, el frío se hacía notar mucho más todavía, necesitaban entrar en calor y con urgencia.
—Bueno... No c-creo q-que mi c-casa sea el m-mejor lugar ahora m-mismo... —Realmente ignoraba los destrozos que habían causado durante la "captura" de Niall, si dijo aquello fue más bien porque no quería enfrentarse también ese día a la muerte de su mascota, que debía seguir allí tirada y empezando a descomponerse, y porque también era arriesgado volver cuando quienes la habían secuestrado seguían con vida, aunque no todos, y podrían volver a intentar algo.
El morenazo hizo una mueca al hacer referencia a su casa, la verdad es que estaba hecha un poco polvo y necesitaría una reforma antes de que estuviera habilitada para albergar gente en su interior, sin contar la limpieza que habría que hacer, pero ya se encargaría él personalmente de hacerlo, en compensación. Negando con el rostro le ofreció la mano para que se la sujetase.
—Mejor vamos a la m-mi-a, d-de momento, si te p-parece. —Le propuso, aguardando a que diera su visto bueno antes de usar la aparición conjunta hacia la única vivienda que no conocían sus enemigos, la de Dublín.
Abigail se limitó a asentir para aceptar la propuesta. Era eso o pasar la noche en la trastienda del Emporio de la Lechuza, y no pasaba por allí desde que la habían capturado así que también le esperaba bastante trabajo en cuanto a limpieza se refería, sin contar con que podría haber perdido también alguna lechuza por ello. Le tomó de la mano, tan temblorosa como la propia, aguardando la aparición conjunta. 
[Fragmento de rol editado con: @Niall_Boswell]
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