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Comienza la aventura
Escribimos todos los días, mensajes, e-mails, listas de la compra, cartas... Escribimos nuestra historia y nuestro día, aprendemos escribiendo, nos comunicamos, nos expresamos y crecemos. Todos somos escritores sin pretenderlo.
En mi caso escribía hasta cuando no sabía escribir, dibujando en el papel garabatos que sólo yo entendía, contando historias que era incapaz de recordar al día siguiente. Recuerdo romper a llorar cada vez que intentaba leer y me inventaba las historias pasando las páginas de los libros que adoraba entre mis manos. Y sé que lloraba porque amaba las historias, cada cuento era el alimento que mi imaginación necesitaba para campar a sus anchas, y mi imaginación era tan grande que no cabía en ninguna parte. Y ahora, unos pocos años después me doy cuenta que nada de eso ha cambiado, que las aventuras vividas son extraordinarias pero sólo siendo compartidas se tornan realidad.

No diré que hoy me voy a tomar en serio la escritura. No lo diré porque simplemente debo hacerlo, porque me encanta y creo que si sabes que algo te hace feliz tienes que hacerlo a menudo. Por eso diré que simplemente quiero escribir mucho más y mucho mejor.
Y ahora que queda eso claro estableceré el objetivo número uno de esta aventura:
-Leer "El viaje del escritor" de Christopher Vogler
Creo que va a ser un excelente compañero de viaje.
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"La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca."
-Enrique Heine-
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Metáforas
Soy una roca gigantesca, llena de musgo, verde y brillante. El agua salada impacta en mis costillas y empapa mi cabeza sin ahogarme, el viento me susurra al oído los deseos de tierras lejanas mientras los pájaros hablan y el sol se levanta. Soy una roca enorme, hecha de granito y mármol, un ser inerte producto del choque de enormes extensiones de tierra, un accidente erosionado. Las gaviotas esparcen sus restos por mis brazos, el sol calienta mi cima y parte de mi cuello, mientras la hierba crece entre mis grietas, salvaje. Soy fuerte aunque me rompo y reconstruyo con el paso de los siglos, no tengo vida pero siento las pisadas de los hombres que me escalan.
Soy enorme y a la vez una mísera parte de una universo desconocido, las ramas de las palmeras cercanas me dan sombra y la arena de la playa marca mis distancias. Soy silenciosa y observo cada accidente, cada mirada del sol a la luna, cada instante de vida. Estoy quieta y sin embargo me muevo, porqué la tierra sigue girando; quieta pero temblando al ver volver mis pedazos.

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Oh, now
Hoy hablo con la rabia que te brinda la decepción y me invade un profundo sentimiento de desesperanza, una de esas que envuelve todas las cosas bellas que veo en la vida, todo aquello que siempre creí mágico. Y es que hoy parece que los principios que procuro conservar, con ciertas dificultades, son tratadas por el resto de mis iguales como papel de fumar, como un comodín en una baraja de ases, como el envoltorio de un helado, o el borde del pan de molde.
Y mientras la hipocresía crece y las mentiras se acumulan en bolsas de basura, sigo escupiendo palabras, para intentar calmar todo este torbellino de absoluta pena, una pena que no me hace expulsar ni una sola lágrima, una pena que convierte el corazón en caparazón, y el caparazón en hormigón armado.
Todos callados, sin mirarnos a los ojos, buscando respuestas y señales en aparatos móviles mientras se escapan las sonrisas y las verdades, mientras se disuelven los abrazos verdaderos y los “mañana donde siempre”. A cambio, en la noche ingerimos ingentes cantidades de brebajes que nos hagan ser quién somos, que nos liberen de la carga de aparentar, de protegernos de la crítica, de estar siempre por encima. Y cuando el alcohol hace efecto, y no queda en nuestro cuerpo el miedo de herir o ser herido, nos abalanzamos unos contra otros, inconscientes, animales que comparten fluidos, seres tuertos de cariño, muertos por dentro, vacíos.
¿Por qué no somos capaces de ser sinceros con aquello que queremos? ¿Por qué envolverlo todo con un papel de regalo que esconde la mayor mierda que guardamos? ¿Por que la gente no se mira en el espejo de la reflexión? ¿Por qué siempre pelear por estar encima, por quedar mejor, por hacer el mejor regalo, por salir más tarde, por saber más, por correr más lejos o ser más capullos? ¿Por qué tanto rebaño?
Ovejas perdidas que siguen a la primera que decidió romper corazones en vez de arreglarlos, a la segunda que necesitó ocho vasos de agua para sobrevivir al día siguiente, a la que engaño a su compañero, a la que calló por miedo a ser abandonada, a todas ellas que pensaron que callar era igual a olvidar.

Los hechos, son solo hechos y aunque nos empeñamos en creer que hay razones superiores que mueven nuestros actos no hay mayor verdad que esta: “La gente en realidad hace lo que quiere, porque de otra manera actuaría de forma contraria. A veces pararse es el deseo, a veces besarte sólo de domingo a jueves, otras huir de cualquier cosa, sin rumbo, mientras la vida se cuela por el sumidero.”
Que septiembre solo es un mes más, sólo un nombre, que el tiempo sigue corriendo mientras perdemos los principios, y los finales, mientras el sol seca nuestras almas y el insomnio nos atrapa. Que nadie vendrá a purificar nuestra alma cuando no quede nada, que solo nuestros actos podrán cambiar lo que somos, lo que queremos, lo que buscamos. Eso que en realidad, todos sabemos si miramos dentro, si tenemos paciencia y sabemos escuchar lo que bombea nuestro olvidado corazón.
Afortunadamente esta pena se irá con el tiempo, mientras suenan canciones y hundo mis pies en la arena, pero quiero dejar grabado de algún modo un mensaje para todos, para aquellos que casual o intencionadamente hayan caído aquí y leído estas palabras. Que quiero tener esperanza, que no quiero películas, ni carteles de “5 años después” que anuncien mi felicidad o la vuestra. Que siempre hay tiempo para el cambio, que es hoy, que no existe pasado, ni futuro. Que por fin, alcemos la voz y gritemos todo aquello que callamos por miedo, que digamos adiós a todos los que no pierden ni un momento en escucharnos, que mandemos a la mierda a todos los que nos ignoran o nos hacen daño, a los intermitentes cegados e interesados. Que nos amemos más, y sin excusas ni permisos, y seamos lo suficientemente coherentes como para compartir lo malo con quien nos quiere, con quien está, también en las malas. Que digamos NO a mirar atrás, que la brújula siempre marque el Norte y al perderlo, lo hagamos juntos. Que digamos si a cambiar todo aquello que no nos gusta de nosotros. Que nunca es tarde, que lo único certero es la muerte y el límite lo marcan nuestros pies.
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Narcisos arranca-dos
Cada mañana despiertas en la misma tesitura, ingieres cereales con leche manchada de cacao, miras la solitaria cocina mientras el aire se vuelve más pesado. El último sorbo se reafirma y empiezan a surgir las preguntas.

Un día detrás de otro, limitando cada movimiento, engrosando el caparazón con todo el cariño en la reserva. La máquina se oxida, mientras las lágrimas se deshacen en un aire cálido y lleno de desesperanza. Es probable que nunca llegues a cumplir esos deseos, que por conseguir la estabilidad caigas en el conformismo y eso, admítelo, resulta aterrador. No sólo para ti, sino para aquel que no sabe todo lo que callas.
Sé que piensas en la recompensa, en las pérdidas, los riesgos, en esos “merece la pena”, siempre de la mano del arrepentimiento. Me resisto a admitir que todo esto es aplicable al universo. Quiero pensar que todas son mentira, que hay algo detrás, algo mejor.
Y la sintaxis se desvanece, y la lógica deja de imperar en una cabeza demasiado llena de todo, un corazón a punto de estallar, unos brazos demasiado fuertes para atrapar y admirar regalos de la naturaleza, torpes y dañinos.
Vuelve la torpeza, la frustración y el enfado mientras el resto del mundo sigue girando. Y yo te ruego que pares, que pares de preguntarte el sentido de cada paso dado, que me mires a los ojos como tantas otras veces y disfrutemos de este minutos que se nos escapa. Dame la mano y baila conmigo, quiero verte sonreír un día más.
Un zumbido impacta en mi oído derecho, una piedra roza mi carne a una velocidad de vértigo, y violenta, encuentra el espejo dónde me reflejaba.
Solo queda el silencio y unas dosis altas de narcisismo, junto con los cristales esparcidos por la habitación, punzantes todos ellos.
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Directo, mejor

El pasado miércoles cumplí uno de mis pequeños sueños, porque todo el mundo sabe que hay sueños más grandes que otros. Por fin lo hice, viajar y disfrutar de un festival de música. Digamos que esta era una pequeña aventura que quería tomar, una de esas que quieres repetir cada año con más fuerza. No me sale más que una enorme sonrisa al recordar lo vivido en esos cinco días maravillosos y tenía la casi necesidad vital de plasmarlo en palabras, posiblemente para darme cuenta de que realmente he vivido todo aquello.
Rodeada de naturaleza, montañas, árboles fuertes, del verde más vivo, creciendo por segundos, dejando espacio a un aire limpio y libre de toda prisa. El viento erizando cada pelo de mi piel, la música sonando a todo volúmen, destrozando unos tímpanos sordos de silencio. Un concierto, y otro y otro más, limpiando cualquier pensamiento negativo, bonita rutina que no me importaría incluir en cualquier día a día.
Y si, hubo cosas no tan buenas, artistas que decepcionaron, técnicos de sonido con amenazas de muerte, demasiada nocilla en pan de leche, poco alcohol y un suelo tan duro como parecía, pero no cambiaría nada, porque lo hizo auténtico, bueno, quizás lo del alcohol si lo cambiaría, para que nos vamos a engañar…
Y entre galletas, tiendas de campaña, pulseras deshilachadas, autobuses y agua fría y risas entre amigos, han pasado estos cinco días que no podré olvidar nunca, por ser el primero o por simplemente ser.
Espero que el universo conspire para viajar a Kobetamendi el próximo año y soplar las velas.
Por cierto, las metáforas de hoy están AQUÍ.
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Mi noche a noche
Verano y sus consecuencias
A veces creo que la vida en sí se me hace grande, cuando disparo con un parpadeo una escena encantadora, cuando grabo en mi retina las sonrisas que me mueven. Últimamente noto que mi grado de emoción está en el punto clave entre la felicidad momentánea más absoluta o la tristeza más letal. La emoción puede tener un envoltorio completamente diferente cada vez, puede aparecer en forma de un recuerdo guardado en lo más profundo de una masa bicolor, quizás sea una canción oportuna, inmortal o temporal, una cinta rodando en multicolor, contando historias que jamás sucedieron, ideas de héroes, sentimientos en escaparates con forma cuadrada, olor a tinta y a periódico.
En días así suelo jurarme el silencio, acallar las voces de la creatividad o la desesperación, negar la expresión, encerrar al monstruo, dormir sin más y olvidar que sentí todo aquello, que fui vulnerable, que derribé el muro que guardaba todos los miedos terrenales posibles.
Pienso en mañana y en mi muerte, y admito que lo hago a menudo, lo mismo algún psicólogo obtiene un buen diagnóstico, pero creo que todo ser humano mínimamente desarrollado ha pensado en ello. Esto también me emociona y a la vez me confunde, porque si supiera que mi muerte es tan cercana cambiaría tantas cosas, diría tantas cosas, haría tantas otras.
Y hoy, en el calor de una noche de verano me pregunto si no es realmente todo aquello lo que debería hacer, todo aquello que no podría dejar de hacer antes de morir y aún así sigo, y seguimos, esperando “el momento”. El otro día leí que el ser humano se pasa de media 16 años esperando algo que nunca sucederá. Es cierto que esta medida la podía haber inventado un chimpancé tuerto pero admitamos que da que pensar.
Y entre el miedo a conocerse, las ganas de perderse y la impaciencia pasan segundos y minutos totalmente diferentes, preciosos y sin vuelta atrás. Y si, suena completamente oscuro y místico pero adoro no saber cuándo acabará todo esto, me encanta la magia que despierta la mortalidad, el ser humano, el ser vivo y vivir, sin más.
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Bucle infinito
Pensamientos, misticismos y otras formas de entretenimiento
Hacía un día de esos que querrías llenar de nubarrones, grises, compactos y enormes, anunciando una tormenta inminente. Demasiado calor, demasiado verano, demasiado todo. La habitación parecía un infierno, el ventilador intentaba hacer frente a la tarea de refrescar la sala, pero lo único que conseguía era movilizar el aire cálido y pesado, además de sus ideas y sus recuerdos. Jane estaba sentada en el escritorio, llevaba una camiseta enorme y nada más, un moño a media altura que recogía su pelo negro revoltoso, sus ojos verdes estaban inmersos en un cuaderno, sonaba alguna música poco estridente, le encantaba estar allí sentada, pensando sin más.
“¿Y si el pasado solo fuese una mentira absoluta?” El fuerte bochorno no afectaba los reflexivos pensamientos de Jane. “ Y si un día me despierto y todo ha sido un largo sueño. La vida es extraña, el tiempo y todo lo demás. Es raro estar vivo, quiero decir, para qué vivimos, para qué existimos. Bua, creo que de lo único que estoy segura es que me voy a morir, no sé cuándo, pero es la única cosa que sé con certeza. Vale, eso ha sonado muy mal, bua, que le den.”
Estas preguntas rondaban el cerebro de Jane en más de una ocasión, a veces se rendía rápidamente, ponía algo de música y olvidaba el tema, pero parecía que la crisis de existencia había venido para quedarse. “Dios, es que a ver, aunque viviera cien años, mi existencia en unas tres generaciones máximo habrá desaparecido, no habré hecho nada para los que vivan en el futuro, mi recuerdo se desvanecerá, mis moléculas se distribuirán en millones de cuerpos ajenos, lejanos e ignorantes. ¿Es triste pensar así? ¿Realista? ¿Estúpido? Si lo pensamos al revés, si pensamos en toda esa gente que ha existido antes que nosotros, no sé, me parece apasionante pensar en la cantidad de vidas que han existido, en esos cien años que ahora son un suspiro. Los que paseaban para ir a trabajar, preparaban el desayuno, en los solitarios, y en las familias numerosas, sus mascotas, sus momentos, sus risas y sus almas. Es triste pensar que ninguna de esas vidas tenga relevancia hoy, me refiero a la gente corriente. Si, porque, a ver, la gente famosa, los inventores, los grandes escritores, digamos todos los que tienen una biografía publicada pueden llegar a perdurar más tiempo pero… Bueno aún así creo que las historias contadas en sus biografías, lo que hicieron o dejaron de hacer no son ciertas. Creo que los recuerdos en general son una gran mentira, la mayor de todas diría yo. La percepción destruyendo la realidad. ¿Pero qué es la realidad? Y volvemos al principio. Bucle infinito.”
El teléfono sonó de repente, despertando a Jane de esa ensoñación absoluta. Le pasaba muy a menudo, el verano estaba aquí y todo el mundo sabe que el verano trae el tiempo, y el tiempo, la reflexión. Corrió hacia el teléfono situado en la cocina a unas siete buenas zancadas, por supuesto, descalza. La pantalla anunciaba un teléfono de venta, así que dejó que sonase y deshizo su camino hacia la habitación. Bajo la persiana, dejando entrar apenas un dedo de luz, sonrió y se tumbó en el suelo de la habitación. Quería saberlo todo, quería sentirlo todo, ser todas las personas, experimentar cada uno de las sensaciones vividas para saber, saber y saber, y después morir en cualquier momento.
“Ser inmortal debe ser mortalmente aburrido, pero la esperanza de vida de una tortuga o un elefante no sería demasiado pedir. Pedir… ¿Pero…A quién?” Hoy era uno de esos malditos días, le había dado fuerte.
“Vale, es hora de salir de casa, basta ya, necesito una cerveza bien fría.”
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Palabras sordas
Una tarde de miradas y consuelo

Las palabras son nada en el aire ahogado de una noche de lluviosa primavera, las hojas ya no caen y derraman el alma de algodones grisáceos. Turbio reflejo de una imagen deshecha, unos rizos bicolores, una discreta sonrisa, cara seria y alma inquieta.
Caminando por las calles de Madrid las palabras fueron fluyendo en el recuerdo de pasadas guerras, de derrotas, de fracasos, aparentes. El problema se torna inmenso, intratable, complejo e hiriente. Amiga, agarra mi mano, cógeme porque caigo si no salvas mis pedazos, coge el hambre que me queda, degolla la rabia, espanta al espanto. Tú, mi amiga, que escuchas cada sílaba deslizada por mi torpe músculo, que me miras y me ves, que estás, que entiendes.
Me giro y cuando marcho el problema ya no es tanto, ya no duele como hacía, brilla el sol, culmina el día. En los charcos salpico, al alba, escupo poesía.
Despido el día, hermoso y reconozco que he errado en cada uno, y que de cada batacazo obtendré las fuerzas no para alcanzar el acierto, sino para levantar más rauda, más veloz.
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Poesía incompleta I
Sin saber el estado concreto de bienestar, sin querer ser olvido de una carne y nada más. Y volver a la prisa de quererse y levantarse, recordar las pisadas que dejaste, en mi pecho tiempo atrás.
Intento encontrar las palabras que describan esta fase inacabada, este “standby” infinito de ti. No es querer lo que yo siento, ya no amo, como amaba, pero encuentro un alma rota, inacabada. Ya no hablo de ti como hablaba, ya no escribo rabia, no escribo nada.
Pero volver al verso es encontrarte aquí, en el papel que nos unió, en la distancia que venció. Son versos por ti, terrible desconocida que sembraste aquel mal y abriste herida. Herida causante de potente magia, herida cerrada, herida que atrapa cuando mente calla.
Cuatro ventrículos no son suficientes para aguantar esa llama, escribir me libera, no viajar tras hada en rama. Veo mi fin cada mañana, sueño que el sueño nunca se acaba. Vuelvo a tu encuentro, grito y se apaga.
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Viejos reflejos
Vida paralela en fase REM

08:30 am. El sonido del despertador se extingue. Abro los ojos con dificultad. Al fin lo consigo. Una luz tenue ilumina la habitación. Es domingo, no me duele la cabeza, buena o mala señal. El letargo ha sido eterno, pesan mis huesos. Levanto mi cuerpo, pensando en la aventura vivida dentro de mis áreas cerebrales, celebrando una liberación momentánea. Ciclos de veinte minutos, inhibidos, inconclusos, incoherentes, maravillosos, lejanos ahora. Recuerdos de un par de imágenes que quedaron, las manos unidas, las sonrisas al viento. Inventos de un cerebro emitiendo más que señales eléctricas, mensajes de alerta, carteles iluminados anunciando salidas de emergencia.
Una columna de papeles ocupa un escritorio demasiado grande, una lámpara vieja y resistente, bolígrafos en tazas, un corcho con recortes, una silla vieja y todo por hacer.
En días como hoy es difícil no recordar todo lo vivido, porque los domingos siempre son días de reflexión, días de limpieza, literal o metafórica, días de cambio, nuevas intenciones. Sin darme cuenta el sueño es olvidado, cojo una taza y preparo el brebaje de la felicidad, engullo los cereales, recojo. Limpio los restos del naufragio, le doy al “play”, sonrío y sigo. Como siempre, como cada domingo. Todo un día por delante.
Walking on a dream How can I explain Talking to myself Will I see again
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Sobre “El Camino del Éxito”
Un día, un ladrillo
Hace ya un año de la publicación del vídeo que da nombre a esta historia.
Uno de esos vídeo que todo el mundo debería ver, que debería ser puesto en todas las clases de todos los colegios, en todas las escuelas. Si no lo has visto, deja de leer de inmediato. Aquí te espero. Abre tus oídos.
Bien… ¿Ya estás aquí? Perfecto. Sigo.
Este vídeo me gusta en especial porque te pega tal patada, te desencaja de tal forma los esquemas, que tu cerebro empieza a echar humo pensando en la infinidad de cosas que quieres, crees que quieres, o quisiste hacer. Éxito es una palabra empleada en todos los ámbitos de nuestra vida, se dice constantemente en infinidad de medios y se ha llamado de muchas maneras, felicidad, metas, o fama.
Pero creo que en este vídeo “El éxito” se plantea no como una llegada a un fin sino por un camino que se recorre, toda aquella serie de cosas que se nos dan bien, con las cuales disfrutamos y con las que podemos crecer para seguir desarrollando ese proyecto o empezar uno nuevo y mejor.
Soñar es el verbo que te diferencia de un animal, soñar es ambición y esfuerzo, es querer para poder hacerlo. Muchas veces nos engañados pensando siempre en un mañana que puede que no llegue.
Si me tuviera que quedar con algo del vídeo, con un solo mensaje me quedaría con el siguiente: “No construyas un gran muro, coloca cada día un sólo ladrillo de la manera más perfecta posible”. Añadiría que la mayor satisfacción que puedes encontrar está en ti mismo y no en demostrar al resto que eres capaz de algo. Es obvio que sienta de maravilla mostrar a aquellas personas que nos llamaban ilusos o estúpidos lo que hemos logrado con esfuerzo y dedicación. Pero sinceramente creo que la verdadera satisfacción la encuentras cuando miras tu reflejo en el espejo y sonríes orgulloso de tí mismo.
Habrá días en los que el camino se estreche, parezca eterno, rocoso e incluso tortuoso, pero sigue, sigue esforzándote por lograr tus sueños. Acalla las voces en tu cabeza que dicen que no serás capaz e ignora a los cobardes que se ríen de ti por correr hacia las metas, en vez de dejarte llevar. Encuentra aquello que quieres hacer, por lo que estás dispuesto a trabajar cada día, encuentra las herramientas y trabaja, trabaja hasta que no te queden fuerzas. ¡Ayer era tarde!
Querida, encuentra lo que amas y deja que te mate.
Deja que consuma de ti tu todo. Deja que se adhiera a tu espalda y te agobie hasta la eventual nada. Deja que te mate, y deja que devore tus restos. Porque de todas las cosas que te matarán, lenta o rápidamente, es mucho mejor ser asesinado por un amante.
-C. Bukowski-
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Fase de ensoñación
Respirar se torna utopía al regresar los pasos sordos de una ausencia, los recuerdos guardados en cajas, precintadas con las ganas de hallar la cura, escondidas en armarios malditos. Los más sabios consejeros establecieron los pasos para un olvido eficaz, romper los pensamientos viciados con nuevas rutinas, ilusiones sencillas, accesibles y certeras.
- Cuerpo sano no olvida ni en el mil años, fue mi respuesta. -No es olvido lo que ansías, sino perdón. ¿Y cómo consigo un perdón sincero, liberador?- conciencia habló-. Cuando algo imperdonable sucede, el peso de ese recuerdo es sostenido por las almas que lo compartieron, que fueron testigos del naufragio de amistades, confianza, o amor. Perdonar significa armarse de valor, sostener todo el peso de esa carga y permitir que se sume a tu espalda, hasta que desaparezca, volando en el torbellino de nuevas experiencias.
El diálogo interior se apaga, revivo los momentos, las palabras afiladas que surgieron de bocas locas y mentes cerradas, en paisajes hostiles, en playas desiertas, en pavimentos multicolores. Fotografías reflejan la luz de antaño, dibujan y dan fe de la complejidad de los caminos inciertos en los que corrimos, huyendo de la prisa por encontrarnos. Vuelvo.
Recogí la fe, los zapatos, el amor y la ilusión del suelo ardiente, soplé el humo con el oxígeno que solo en tiempo es capaz de regalar. Calcetines estampados destacaban orgullosos en unos débiles gemelos, atrofiados por una espera larga e inútil.
Una sonrisa se dibuja al ser consciente de los pasos logrados, los trofeos invisibles que premian las lágrimas inertes. Han sonado tantas canciones que no podría enumerarlas, han caído tantos muros que retornaron las ganas por correr, hacia delante, con todos los sueños que olvidé prometerme.
Después de volverme loca encontrando las certezas, encontré la duda esperando, me miró y exclamó.
-¡ Sigue, tú sigue!
Y seguí.
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Duelo de espadas y recuerdos
"Todos perdimos alguna vez"
El duelo ha sido descrito desde los años veinte como el proceso de adaptación que sigue a una pérdida, entendiendo como pérdida, la muerte de un familiar, la pérdida de trabajo, capacidades, miembros, etc. Básicamente algo que estaba en nuestra realidad y que teniendo un fin, de pronto, se va, sin más, por un golpe del destino o una serie de consecuencias derivadas de nuestras decisiones (si es que no son la misma cosa).
Todos hemos sufrido un duelo alguna vez, aunque algunos siempre se quedan en nuestra memoria, se graban en nuestros recuerdos, condicionando decisiones futuras. En la mejor y más natural de las situaciones, son tus abuelos los que primero te abandonan, los primeros que te hacen llorar de verdad, los que desencajan todos tus esquemas y traen a tu mente una frase única y contundente.
“Se ha ido y no volveré a verlo jamás.”
Nuestro cerebro despierta del sueño de una acabada infancia y es consciente de que la muerte está ahí, que un día lejano o cercano nosotros correremos la misma suerte. Y no sólo lloramos por Julián, Margarita, Ana María o Ricardo, lloramos por nuestros padres, hermanos, amigos, por nuestras parejas presentes, futuras, esposas, maridos, hijos y por nosotros mismos.
Los libros de psicología describen seis fases en este proceso de duelo: Negación, Ira, Negociación, Depresión y Aceptación. Es necesario apuntar que se trata de un proceso complejo, no es tan sencillo como superar un nivel y pasar al siguiente hasta que se gana el juego. Las fases se mezclan de manera aleatoria, sin aparente sentido, dependiendo de factores imposibles de estudiar, demostrar o calcular.
A lo largo de una vida se pierden muchas cosas además de los calcetines, las ganas de vivir o el abono transporte, pero hoy soy capaz de ver el aspecto positivo de este proceso, no es un “reset”, ni un “borrón y cuenta nueva” es un “mis circunstancias”. Todo lo que te ha hecho ser quien eres ahora.
“No ves que si hemos perdido, hemos ganado historias que contar…”
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Reinicio no significa volver a empezar

Hace tiempo que quería volver a sentarme frente a una pantalla en blanco, con la cabeza llena de ideas, elogios, llantos y sobre todo, historias. Y lo más divertido, fingir que alguien las lee, quién sabe, quizás un día lo hagan.
A todos, sean bienvenidos a mi verborrea mental ocasional.
Confieso que mi cabeza y mis dedos están atrofiados pero confío en que vuelvan pronto a su ser. Algunos se preguntarán (aquí viene lo de verse delante de un escenario lleno de personas)por qué hoy y no ayer, o mañana. Pues bien, la respuesta es clara, porque quiero y he encontrado la herramienta que tanto buscaba “Medium”. Algo diferente, fácil de usar y sin complicaciones, ya veremos si resulta ser todo lo buena que espero.
Sobre lo que encontrarás aquí no voy a mencionar nada, porque ni yo misma lo sé. Supongo que todo lo que soy y me rodea, lo que quiero decir, lo que no quiera estar dentro o no pueda estarlo.
“Que empiece el viaje ya”
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