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APRENDIENDO A BORDAR: REFLEXIONES DESDE EL CAMPO SOBRE EL OFICIO DE BORDAR Y DE INVESTIGAR
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El bordado permite activar la memoria de los que ya no están y por otra parte que los que se quedan cuenten con un espacio de duelo: “Para los que se quedan, coser como una marca de dolor puede ser una manera íntima de manifestar su duelo o de expresar públicamente su pérdida”.
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Bordar la ausencia. Crónica de un duelo bordado 
Agnès Mérat
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Galería de dechados
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MUJERES QUE COSEN HISTORIAS
En el virreinato de la Nueva España se propició el aprendizaje y práctica de las labores de manos o labores mujeriles, realizadas a partir del empleo de hilos y agujas, tareas señaladas por algunos libros y revistas de la época como decentes, honestas o delicadas, perfectas para el ejercicio femenino. 
En el siglo XVIII, en el contexto de la Ilustración, se consideraba que estas labores mujeriles como el arreglo de prendas, confección de fajas, calzones, pañuelos, sábanas y el adorno de textiles con bordado, deshilado o encajes, eran prácticas características de las mujeres y aprendían desde la niñez.
Con ejemplo de la reina Isabel I de Castilla (Isabel La Católica 1451-1504), se argumentó que estas labores eran propias de las mujeres sin importar su procedencia u ocupación pues resultaban beneficiosos para la ejecutante por ser un buen empleo de su tiempo.
Los dechados también reflejaron los cambios globales del siglo XIX.  
En estos bordados, las flores constituían un “jardín virtuoso” donde los lirios refieren a la pureza y castidad; el clavel a la obediencia y penitencia; el amaranto a la unión y fraternidad; el jazmín a la sencillez y simplicidad; las rosas representan pureza, amor, humildad, misericordia, amor a Dios, belleza y sabiduría. Asimismo se representaron animales e insectos, destacando ovejas, perros, aves, monos, venados, ardillas, conejos, caballos y toros.
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