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Breves relatos de mujeres reales (feministas y no tanto) #3.
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Me levanto muy temprano para ir a trabajar, tengo una hora en el transporte público para llegar. Pero esta bien, hay gente que tiene dos horas de viaje así que no me quejo. Mientras tomo mi café con leche acomodo la mochila con las cosas que debo llevar, la mochila es demasiado pequeña y tengo que ser una auténtica estratega para decidir que guardar. En el bolsillo no me entran los pañuelitos descartables si guardo las toallitas femeninas, espero no tener la regla y un ataque de alergia el mismo día. Pero llevo una mochila pequeña y pegada al cuerpo, porque hace unos días a una piba de 15 años la manotearon de la mochila del colegio y la metieron a un auto. La violaron en grupo. Si, me podrían agarrar del pelo, el cuello o la campera, y sería lo mismo. Pero por las dudas...
Voy al baño y me cepillo los dientes, me lavo la cara y me acomodo el pelo. Aunque no me gusta, me maquillo, porque nos lo exigen a todas las "chicas" de atención al público. Me pongo máscara y labial, aunque no mucho, mi supervisor es un degenerado y no quiero llamar particularmente su atención. No puedo mandarlo a volar, realmente necesito este trabajo. Se me hace tarde, tengo que vestirme. Elijo con cuidado, las calzas y faldas están descartadas, si quiero evitar escuchar un millón de agravios y propuestas escalofriantes mientras llego al trabajo. Tengo ganas de ponerme tacos, creo que se me ven muy bien. Pero lo descarto, es imposible correr con eso en los pies y una nunca sabe. Una noche, un auto con dos hombres en su interior, comenzo a seguirme mientras me gritaban obscenidades y me ofrecían "dar un paseo". Me asusté y corrí las cinco cuadras faltante hasta mi casa, por suerte llevaba zapatillas. Podría ser peor y necesitar correr más rápido, más lejos... No, definitivamente elijo las zapatillas.
Me pongo en marcha y me dirijo a tomar el colectivo, hay varias cuadras desde mi casa a la parada. En invierno es una pesadilla porque aún está muy oscuro. Camino alerta, por la mano contraria para ver que vehículos se aproximan y mirando sobre mi hombre cada cincuenta metros. Las calles están vacías y mal iluminadas, si gritara acá, tal vez nadie se enteraria. Me gustaría ponerme los auriculares, escuchar las noticias de la mañana, los resultados de mi equipo de fútbol favorito o quizás un poco de música, pero no es recomendable. Con los auriculares puestos no podría escuchar si alguien se aproxima por detrás. Mejor espero a subir al colectivo. En la parada ya hay alguien esperando, evaluó con recelo. Es un chico, mejor me paro detrás de él, por las dudas, para que suba antes. Una vez mientras subía adelante de un hombre, me pellizco el culo. Como una idiota me asusté y paralice tanto que no fui capaz de gritar. Lloré todo el camino. Desde entonces siempre espero que suban (y bajen) todos los hombres primero. Creo que el nota mi mirada de recelo, y me saluda con un amable ¡buen día!, para romper la tensión. Le devuelvo el saludo con cortesía, seguramente es un buen chico, pero yo no puedo saber eso y me tengo que cuidar. Es lo que nos enseñan de pequeñas, a nosotras a cuidarnos, no a ellos a no violarnos.
El colectivo llega milagrosamente en horario y nos subimos, yo por detrás de él, por supuesto. Cuando el chofer me da el boleto me susurra un "hermosa", que arrastra lascivamente la última vocal. Hago como que no lo escuché y me siento lejos de él. Si empiezo a discutir puede que me obligue a bajarme del colectivo (ha pasado muchas veces), y entonces llegaría tarde a trabajar. Me lo descontarian del sueldo y no me lo puedo permitir en este momento. Durante todo el trayecto voy tranquila, logro viajar sentada lo que me protege de los imbéciles que me apoyan o manosean. Hay chicas a las que sus compañeros de asiento han acosado masturbandose. Por suerte nunca me pasó, pero de todos modos tomo recaudos, siempre que puedo me siento junto a otra mujer.
Cuando me bajo en el centro, el sol ya ilumina las calles y una pequeña marea de gente empieza a moverse por la ciudad, llegando a sus trabajos. Me siento algo más segura y me doy el lujo de ponerme los auriculares para recorrer las calles que faltan a mi trabajo. Las noticias son escalofriantes: Sheila apareció muerta entre dos paredes. No, me digo, no "apareció muerta". La ASESINARON, fue un femicidio. Prohibido olvidar.
En el trabajo es un día normal. Mi supervisor se acerca a acosarme, pero por suerte mi mejor amigo del trabajo está ahí. El finge tener interés romántico en mi para hacerlo desistir, porque lamentablemente los hombres respetan más a otros hombres, que nuestra simple negativa a estar con ellos. Lo habían notado, no? En el boliche siempre funciona más decir "tengo novio" que "no quiero" para sacarnos a un pesado de encima. Porque nuestra palabra no vale, nuestra negativa no cuenta. Si decimos que no en realidad queremos decir que si.
Tengo un buen equipo de trabajo, somos buenos amigos. Así que cada tanto, como hoy, organizamos un afteroffice. Me gusta salir con ellos, no es ese el problema. El problema es regresar, sola, tarde en la noche. Se que no me puedo quedar encerrada toda mi vida, viviendo como si el acoso que puedo llegar a sufrir fuera mi culpa. Salimos y la pasamos bien, la noche se alarga y tomo algunas cervezas de más.
Al momento de regresar desplegamos el protocolo de seguridad que implica para cualquier mujer tomar un taxi sola. Vamos a la parada de taxis con una amiga y un amigo varón que nos hace de guardaespaldas. Es la única forma, ya que vivimos en extremos opuestos de la ciudad y no podemos tomar el mismo taxi. Por lo tanto, una de nosotras asumiría el riesgo de quedarse sola esperando cuando la otra ya se haya marchado. Pedimos dos taxis. Mi amigo puede ahorrarse el dinero del taxi e ir caminando, para él, caminar de noche no significa ponerse un blanco en el culo que dice "violame". Cuando llega mi auto miro la patente y la anoto en un mensaje que envió a mi amiga antes de subirme. Disimuladamente saco una foto de los datos personales del chofer (que obligatoriamente deben exponer en un cartel colgado en el espaldar del asiento del conductor). Debo tener una carpeta completa con datos de chóferes desconocidos... por si a caso.
A pesar de la pesadez que siento en la cabeza debido al alcohol, noto que toma un camino diferente al habitual. Así que oportunamente recibo una llamada de un novio imaginario que me pregunta preocupado donde estoy. Le aviso que estoy llegando en diez minutos, que me espere. Pongo un énfasis tal vez demasiado nervioso en esta última parte de la oración. El chofer no dice nada, tal vez pensando en cuantas veces escucho esa treta. Quizás es un buen tipo, y piensa en su hija haciendo el mismo truco gastado para garantizarse su llegada a casa. Si a caso algo nos lo puede garantizar. Mientras, le escribo a mi amiga y activo mi ubicación en tiempo real.
Finalmente llegamos. Me cobra y desea buenas noches. A penas entró a casa le aviso a mi amiga que llegue bien y le pregunto por ella. Me dice que también, pero no tuvo tanta suerte como yo. El chofer se la paso haciendo insinuaciones sexuales y comentarios sobre cuanto tiempo hacía una chica tan linda no se subía a su "nave". Me dice que igual está bien, que no pasó nada. Le dejo el dinero sin esperar el cambio y se bajó unas cuadras antes, en un kiosco abierto las 24 horas. Le dio miedo que el tipo se bajará detrás de ella en el oscuro pórtico de su edificio. Se refugió en el kiosco un rato y luego camino tan rápido como pudo a su casa.
Por supuesto que no vivo con ese novio imaginario al que avise de mi llegada, pero si vivo con mi mamá. Antes de entrar a ducharme, repito el ritual que tantas veces hemos hecho desde que comencé a salir de noche: abro la puerta de su habitación y susurro un "ma, llegue bien" (que en realidad es llegue y punto, porque la otra opción es no llegar nunca). Me responde como siempre: "bueno hija, gracias a dios" y vuelve a dormirse.
Me acuesto muy cansada y a penas soy consiente de que parte de ese cansancio proviene de la gran carga mental que significa para una mujer "sobrevivir" en La calle. La energía psíquica y a veces física, de pasar el día, planear rutas y estrategias, elegir calles, cuidarse la espalda, mirar sobre el hombro a cada paso... todo para no ser la próxima piba que no volvió, la próxima menos.
Pero se que no es para siempre, que mis hijas no van a vivir así. Se que está mierda NO SE VA A CAER, LA VAMOS A TIRAR. Al menos confió en eso.
La travesía de regresar a casa de Mili, by Tilu 💜.
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Breves relatos de mujeres reales (feministas y no tanto) #2.
Desde que tengo memoria con mi mejor amiga nos avisabamos: "Llegue viva" o "Volví viva". Supongo que una lo sabe desde siempre, sólo que antes lo hacíamos inconcientemente.
Desde que éramos pibas y salíamos a algún lado, la que seguía en el taxi le avisaba a la otra que había llegado "viva". La que se iba con un pibe de la noche, le avisaba a la otra cuando estaba en casa que había vuelto "viva". Era una broma entre nosotras, aunque tal vez no tan en broma. El cerebro hace humor con las verdades que le duele aceptar, transforma experiencias negativas y miedos en situaciones graciosas que le facilita a la parte consciente de la mente "digerir" la situación.
Hasta hace relativamente poco tiempo nunca nos habíamos preguntado porque nos tocaba avisarnos entre nosotras e incluso a nuestras madres "cuando llegábamos bien". Que no es Bien, es "con vida". Es que llegaste y punto, porque la otra opción es no llegar nunca. Sin embargo, nunca vimos a nuestros hermanos varones hacer eso. Luego de cierta edad, nuestras madres dejaron de preguntar a donde íbamos y con quien, sólo querían saber que "habíamos llegado". Mi vieja se ponía como loca si me olvidaba de avisar, se sigue poniendo mal si me olvido. Los días que no estoy en su casa la llamo aunque sea una vez al día, para que sepa que estoy, que sigo acá.
Con mi mejor amiga, hasta el día de hoy, nos avisamos cuando llegamos a nuestras casas a pesar de vivir a una cuadra. Porque la que sigue en el taxi es la potencial víctima y si nos bajamos juntas, la que camina sola una cuadra es la presa. Y No, no exagero. Porque la noche que me metí a la ducha antes de avisarle a mi amiga que había llegado viva a casa, me clavó 30 llamadas perdidas. Cuando la llame para tranquilizarla estaba histérica, porque no recordaba el número de taxi que habíamos tomado, y si tenía que denunciar no iba a poder identificar el vehículo. No es histeria colectiva, chabón. Es el día a día de una piba cualquiera que sale a bailar un sábado, que vuelve del laburo de noche, que sale de cursar despues de que baja el sol.
Llegué viva, que locura, que mal chiste. Tener que hacer una rendición de cuentas de tu estado y agradecerle a algún Dios en el que tal vez ni crees, por haberte dejado llegar viva a tu casa. Gracias, porque a ningún imbécil se le ocurrió violarte, porque el taxista era padre de familia y te acompaño hasta que abriste la puerta porque el sabe lo que es el miedo de que a tu hija le pase algo, porque a ningún ex novio celoso le pintó cagarte a trompadas, porque el pibe que conociste en el bar era un buen muchacho y no hizo nada que vos no quisieras. Y te indigna, te da odio. Pero igual agradeces, agradeces porque no te tocó a vos, aunque en el fondo sabes que si no fuiste Vos, fue otra. Porque sabes que el hecho de que no te pase no significa que no le pase a nadie, significa que tuviste suerte. Nada más. Volver a tu casa, sobrevivir a una salida. Impensable.
Hoy más que nunca nos avisamos que estamos vivas. Vos, que lees esto: ESTAS VIVA, HERMANA!! Agradecer? Nunca más. No tenemos porque agradecerles que no nos maten, como si por naturaleza fuéramos sus presas, objetos subordinados a su deseo de violar y matar. Pero no agradecemos más su ridícula pseudo-misericordia de machos. Porque es nuestro derecho volver a casa vivas, salir al boliche en minifalda, caminar a casa sin tener que mirar por sobre el hombre cada cincuenta metros. Recordemos que estamos vivas, y estamos acá para gritar por las que no volvieron más, por las que hoy no están.
ESTAMOS VIVAS Y NO AGRADECEMOS MÁS.
Tilu 💜
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Breves relatos de mujeres reales (feministas y no tanto) #1.
-Estoy harta- me dice. -Te entiendo- le respondo un poco cortante- pero se que no compartimos la idea de lo que es una solución en este caso. La tenes que mandar a la mierda una vez en la vida, ma.  Estamos solas en la cocina, replicando modelos patriarcales de forma casi inconsciente: ella hace milanesas, yo ayudo haciendo la ensalada y poniendo la mesa; los hombres de la familia juegan en la computadora. Quizás somos conscientes, pero a ella mucho no le importa a esta altura de su vida y yo la acompaño, porque si no la ayudo yo con la cocina nadie lo hace, y no puedo abandonarla, es mi vieja. Hablamos en la cocina, como si fuera nuestro bastión, y sin darnos cuenta bajamos la voz, siempre lo hacemos cuando tenemos charlas profundas. No se porque... tal vez porque es verdad que ya no nos callamos más, pero entre eso y alzar la voz hay mucha deconstrucción de por medio. O quizás simplemente porque a ninguna nos gusta hablar de lo que sentimos, nos es un terreno incómodo y extraño. -Es que ya no puedo más, cada vez que la visito me hace muy mal y parece que no se diera cuenta. -No se da cuenta, ya te lo dije. Si no le paras la mano vos, no va a parar nunca. Aunque duela es así. Silencio incómodo. Hemos tenido esta charla un millón de veces. He respondido cada una de esas veces de la misma manera. Hablamos de mi abuela, la mujer que más amo en este mundo. Mi pilar, mi mayor apoyo, mi primera amiga y referente. Sin embargo, estas maravillosas cualidades no me ciegan. Tiene defectos, como todos, y algunos muy destructivos. -Prometeme que si me pongo así algún día no me vas a dar bola. Me río y le digo que a la primera que me venga a romper las bolas la mando a Júpiter de una puteada. Se ríe, y me dice que se alegra de saber que me voy a ir a vivir a otra ciudad, porque así vamos a romper el patrón. En parte es cierto, pero los patrones no se rompen tan fácil. Quizás rompamos el hábito, pero el patrón no se disuelve hasta que se toma conciencia y se detiene (valga la redundancia, en forma consciente) ese comportamiento. Y luego hay que sanar todo eso. No, ojalá fuera tan fácil como mudarme.  Parece una conclusión reflexiva, un final feliz. Pero la semana que viene se va a repetir la escena, y si encima andamos medias cruzadas, seguro terminamos peleando nosotras. Esta cansada, la entiendo. Pero mentirle o decirle lo que quiere escuchar tampoco es ayuda.  A mi madre siempre le tocó todo, desde muy joven. Mi abuelo viajaba continuamente por su trabajo y no estaba nunca en casa. Ella siempre afirma que fue una niña feliz hasta los 8 años de edad. Luego tuvo que ser una adulta. Tuvo que hacerse cargo del hogar mientras la crisis obligaba a mi abuela a trabajar infinitas horas fuera de casa, cuidando niños de familias ricas mientras sus propias hijas quedaban solas en casa. El trabajo de la casa, pesado como pocos, era una tarea desbordante para una niña, pero mi abuela le dijo que era su responsabilidad. Tuvo que cuidar de su hermana, un ser que hasta la actualidad sigue teniendo cierta propensión a meterse en problemas. Cada cosa que le pasaba a su hermana era un castigo para ella, pues era su responsabilidad. Tuvo que cuidar de mi abuela, una mujer de salud frágil desde su juventud, quien a veces sufría “ataques de tristeza” (de terapia ni hablemos, Mabel, que eso era cosa de locos) y se encerraba en la oscuridad durante días. Dias en los cuales, todas las tareas domésticas y de cuidado quedaban en manos de una niña de 10 u 11 años, superada por la responsabilidad y asustada por no saber que le ocurría a su madre. Era su responsabilidad. Y aquello que no hacía bien, lógicamente se transformaba en “SU” culpa.  Cuando le llegó la hora de la universidad mi abuela le dijo que era imposible, que ella tenía que trabajar para ayudar en la casa. Tampoco lo cuestionó, no había ni para comer, y ya había aprendido más que bien que la casa era su responsabilidad. Cuando mi tía llego a la edad de ir a la universidad, ella pagó gran parte de sus estudios con su trabajo. De alguna forma sintió que era su responsabilidad.  Ella afirma que en esa época jamas se hubiera planteado que algunas cosas “no eran su responsabilidad”. Me doy cuenta que siente vergüenza por no haberse dado cuenta, culpa. La culpa es aprendida y un mecanismo de control que nos han impuesto a todas, le recuerdo. Dice que ya sabe, pero igual. No hace falta decir más, es lógico, la entiendo. Esta atravesando su propio proceso, ya aceptarlo y entenderlo es un paso abismal. No la presiono, llegará a su puerto a su tiempo, la acompaño. Me mira a los ojos viendo su pasado en ellos y me jura que no quiere lo mismo para mí (también primogénita mujer), aunque a veces replica a su madre (inconscientemente) en sus actitudes y terminamos en guerra. Ahora más consciente y sabia, afirma que está cansada. Cada vez que va a visitar a su madre, vuelve a tener 9, 10, 12 años y el peso del mundo en sus hombros. Su madre la espera con reproches, los de hace 50 años atrás, que la visita poco, que como puede ser que no se preocupe por enviarle dinero a su hermana que está pasando un pésimo momento, que como no fue a visitar a su hermana de crianza con cáncer, de como puede no darse cuenta de comprar alimentos extra, sabiendo que si madre puede necesitar. Mi madre es la persona más fuerte que conozco, y sin embargo pocas cosas la debilitan como estas palabras que la hieren como casi nada en el mundo.  En el silencio que se hace entre nosotras flota una frase que ninguna va a decir “nosotras no vamos a ser así”. Es ridículo, el sólo pensarlo no funciona como prevención contra los patrones tóxicos familiares. Ella tiene que sanar su relación con su madre para continuar reparando los baches de la nuestra. Irme lejos no cambia nada, y lo sabemos. Es un trabajo de cada día, es una conversación que vamos a tener mil veces más, es una pelea que se extiende hasta el infinito en el horizonte. Pero la tenemos juntas, y quizás con eso ya sanamos la primer herida. 
De Noemí (by Tilu). 
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Breves relatos de mujeres reales (feministas y no tanto)
Las personas que me rodean siempre me han elogiado por ser una persona que “sabe escuchar”. Aclaro que no se si esto es verdad o no, sólo se que me lo dicen con frecuencia. Mis padres siempre me dijeron que es algo que heredé de mi abuela.
Sin embargo, admito que frecuentemente me pasa que personas con las que tengo escasa confianza (y más aún is amistades cercanas) me cuentan confidencias que quizás no le revelarían a otras personas. Hace algún tiempo empecé a ser consiente de esto, y junto con mi perspectiva feminista encontré en mi mente historias y recuerdos de las mujeres que forman y han formado parte de mi vida. Historias individuales que nos atraviesan a todas, vivencias que nos hacen decir “no sos la única”, “te entiendo hermana”.
Quise (consentimiento mediante), compartirlas para que no se pierdan. Estas historias nos salvan, nos construyen, nos acompañan. Nos dan fuerzas y nos ayudan a ser más sororas.
Cada nombre es ficticio y cada historia es real. 
Tilu.
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Brilla!! Brilla alto, brilla fuerte!
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Si un día no estoy...
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Si un día no estoy, si un día no vuelvo de la facu o del laburo, hermana buscame!!
Hace quilombo, marcha, buscame, hace ruido... porque no soy una víctima perfecta y ya sé lo que van a decir. Que seguro me fuí con un tipo, que me fuí porque tenía mala relación con mis viejos, que me fuí para empezar de cero en otro lado porque siempre fuí así, media revirada. Obvio, nadie se va a fijar en que no me lleve ni un peso, ni más que lo que llevaba puesto. "Pero viste como somos las pendejas de ahora..."
Van a publicar la foto más "indecente" de mi Instagram y esa va a salir en las noticias. A partir de ese momento, esas fotos es todo lo que voy a ser. A lo mejor es una foto en la que salgo en maya (colaless) tomando sol en el patio, o puede que sea una en la que salgo sonriendo en exceso, evidentemente borracha, en la fiesta de fin de año del trabajo. Esa va a ser la minita que están buscando. "No se cuidan y después hay que andar buscandolas"
Van a decir que soy puta, porque conocí a mi actual pareja en Tinder, pero antes de él... a cuantos más? Y durante semanas, mientras nadie me encuentre y mi cuerpo se pudra en una zanja, van a llenar minutos de tele y radio especulando morbosamente sobre ese número.
Van a decir que siempre fuí de meterme en relaciones peligrosas. Van a saber de mi ex que era un albañil que andaba en el narcomenudeo, que más que mi novio era mi violador. Pero no van a hablar del miedo que tenía a alejarme de él, porque si me iba me mataba, el y su banda.
Van a decir que llevaba una vida liviana, que no terminé la carrera al día y que tenía un trabajo poco estable. Pero no te van a contar que soy la mejor en lo que hago porque si a algo le dedique mi vida es a la ciencia y la investigación.
Van a decir que era abortera, porque va a ser lo primero que vean en mi Facebook (perdón, lo segundo, lo primero van a ser las fotos comprometedoras). Y una preceptora de mi secundario se los va a confirmar, la misma que me acusó de haberme hecho un aborto cuando tenía 17 años frente a todos mis compañeros. Por qué? Me negué a acostarme con un compañero de curso, y en venganza divulgó que yo estaba embarazada y desconocía al padre. Cuando los meses pasaron y mi vientre no se abultó, me acusaron de haber abortado. Nadie va a hablar de que hasta el día de hoy, el dinero de la familia de este pibe sigue pagando su impunidad de macho violento.
Van a decir que me gustaba la noche, la joda, y el alcohol. Van a debatir y especular sobre el largo de mi pollera, lo ajustado de mis jeans, el alto de los tacos. Ni hablar del piercing en el ombligo. Y cada una de esas cosas me va a ir volviendo menos digna de ser buscada, menos persona...
Y en ese exhibicionismo indecente mi familia no sólo va a tener que cargar con el dolor y el terror de la perdida, sino también con el juicio injusto de una justicia patriarcal y una sociedad despiadada. Van a tener que soportar saber que no sólo mi cuerpo fui violado y destruido, sino también mi memoria. Manoseada, rota, vejada, maltratada... "pero también como que se la buscan, no se cuidan ni un poco"
Ojo... ¡Ay de mí si se me llega a dar por aparecer viva! Porque estaba donde estaba a esa hora? Seguro no conocía a mi violador? Seguro me llevaron por la fuerza? Alguna vez participaste en una orgía? Tenías más de una pareja sexual? Seguro que no lo acompañaste voluntariamente y luego cambiaste de opinión? Seguro no te fuiste queriendo y después inventaste esto para que tu novio no te deje?
Segura que no sos la puta que queremos que seas? Porque ya vendimos esa noticia y ahora tenemos que ser coherentes. No te lo tomes personal, es el sistema. No es contra Vos, es contra todas.
Por eso hermana, sino vuelvo búscame. No te calles, no te calmes. "Exagerá", gritá pedí, marchá. Escribí mi nombre en paredes y plazas para que no se puedan olvidar aunque quieran. Hacelo, porque te prometo que yo lo voy a hacer si faltas vos. Yo y muchas más, somos muchas, somos miles. Estamos juntas. Y no nos callamos más.
Tilu.
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10 cosas que le diría a mi Yo adolescente.
1- Amate a vos mismas siempre, y por encima de todas las cosas.
2- No cambies para forzarte a encajar: ni en Jeans, ni en amistades, ni en relaciones.
3- Haz ejercicio y come sano. Pero no lo hagas para entrar en un talle de pantalón, si no porque tu cuerpo es tu templo, y la principal forma de darnos amor es el autocuidado.
4- Divertite: estas viva, Disfrútalo!! Tené sexo, come rico, baila hasta que te duelan los pies, reite fuerte, llora y grita cuando lo necesites. No te reprimas.
5- No es sano ni es normal sufrir por amor. El amor no debe hacerte llorar, no debe ser incondicional, no debe exigirte sacrificios. Si lo hace es violencia, no amor.
6- No naciste para satisfacer las expectativas de los demás. Ante todo están tus deseos y tus propios sueños.
7- La vida está llena de malos momentos, pero ese es el punto: lo malo es el momento, no vos.
8- No permitas que el miedo a la soledad te haga permanecer junto a amistades y parejas tóxicas.
9-  A veces las personas que deberían amarnos y protegernos nos hacen daño. Y No, no es tu culpa.
10- No te presiones tanto.
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Escribelo... 💜💜
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Así es como sabemos cuando una persona va de la mano con nosotros en nuestro camino... 💜
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Lo que te conecta con vos...
En terapia, al cabo de unas sesiones mi psicóloga me propuso como herramienta para controlar la ansiedad “hacer algo que me conecte conmigo misma”. Me llevó varios minutos de esa sesión encontrar cual era la actividad indicada...
Algo surgió en mi cabeza y con una vergüenza poco común en mi susurré... “escribir”. Cuando era adolescente solía escribir mucho, cuentos cortos de terror (que eran más bien refritos de ideas de Lovecraft y King) y poemas (dedicados a chicos mayores del colegio que difícilmente sabían de mi existencia). Cuando crecí fui dejando ese ejercicio de la escritura de lado (de hecho estoy terminando de cursar una ingeniería y trabajo en el ámbito de la investigación, apasionante pero poco poético), sin embargo soy una lectora voraz, y dicen que dentro de todo lector vive un escritor latente. La verdad es que dudo que este sea mi caso, pero también es cierto que siempre me costó mucho menos expresarme por escrito (rendir orales en la facultad es una pesadilla) y nunca me sentí intimidada por el titilar del cursor sobre un fondo en blanco, no se... escribir me conecta conmigo. Cuando escribo ese maremoto inquieto que es mi mente se sosiega, las ideas se acomodan y me siento en armonía.
Como soy muy chapada a la antigua me compre un diario para empezar el ejercicio. Funcionó genial hasta hace unas semanas, cuando una amiga me llamó muy consternada y me pregunto si tenía tiempo para una charla. Así que mate mediante nos reunimos y me contó una tremenda situación de abuso que había sufrido por parte de su pareja. Hablamos mucho y lloramos un poco también. Me lo contó a mi porque sabía que yo ya había estado allí, en su lugar y había sobrevivido. Había cortado el ciclo de violencia y gracias al apoyo y contención de mis seres queridos (y mi terapeuta, que es la mejor por cierto) había salido adelante.  En ese momento me di cuenta de que nuestras historias eran (muy) similares y que los procesos de sanación, a pesar de ser individuales, también tendrían puntos en común. Juntarnos a hablar fue la forma de darnos apoyo y saber que no estábamos solas... y por eso empecé un blog (y relegué mi cuaderno), para intentar imitar lo que hacemos cuando nos juntamos a charlar con esas amigas o personas queridas: contar las cosas que duelen, para que duelan un poquito menos, compartir las cosas que nos hacen felices, para multiplicar esa alegría y, por sobre todas las cosas, para compartir esos procesos y saber que NO SOS LA ÚNICA A LA QUE TE PASA, NO ESTAS SOLA, NI LOCA, ni nada por el estilo. 
Ojo, soy de hablar hasta por los codos, entre dos blogs de reflexiones personales capaz que te cuento que fui a ver una peli al cine y no me gustó y porque, nada que ver, pero es mi estilo.
En fin, solo intento compartir mi proceso de deconstrucción y sanación, mi día a día y de paso hacer un poco de terapia... ah, y si en mi proceso ayudo a alguien con el suyo propio, MUCHO MEJOR. 
Buenas Cosas!! Tilu.  
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