Las fotos no sólo están para retratar los momentos felices de la vida. La realidad no siempre encaja en una foto de perfil de Facebook.
Emociones fuertes y crudas son el tópico de la semana.
Sí, quizás a veces a uno le gusta dramatizar. Sí, quizás me llegó la regla. Sí, quizás mi condición (aún) adolescente se tienta con la inestabilidad. Sí a muchas cosas, pero en mi interior siento que cada emoción se merece su respeto.
Entonces agarro la cámara y me saco una foto. Porque como la felicidad es gustosa de retratar, también a veces lo es la tristeza. Todo tiene su belleza en esta vida, sobre todo el sentir fuerte.
A los ojitos tristes no les gusta quitarse la pena fácil.
Hoy, el Cristóbal Guerrero [pequeño para los amigos] subió a su canal una canción que hizo con un pequeño poema que escribí hace muucho tiempo, llamado Espasmos.
Me pasa que (dejando de lado lo que suele sentirse al volver a leer algo escrito hace mucho etc etc) con esta exprés canción de un minuto con 52 proveniente de un exprés poema de a penas 6 versos, pienso en la versatilidad de las artes en general, es decir, lo maravilloso de que las artes se puedan revolver, condimentar y mezclar entre sí, cual plato de tallarines.
Me hace permanecer fiel a la idea de la integridad de habilidades y oficios de los humanos para la vida, y por ende, divergir de la frase “tienes que elegir bien la carrera que quieras estudiar, porque es lo que harás para toda la vida”. (mentira.)
...
En fin, aquí esta la canción!
(vía https://www.youtube.com/watch?v=VozY1po6Y5w)
Cristóbal es http://estoytanaburridoenestamansion.tumblr.com/
Cerca de mi casa, justo en un semáforo en donde transitan muchos autos, hay una manada de perros negros amantes del ladrido a las ruedas de los autos. Esperan al primer auto que se detiene en el rojo, hasta que parte, para seguirlo mostrando colmillo a las llantas. A mi papá no le gustan porque una vez, de vuelta del trabajo en moto, llegó con un hoyo en el pantalón + una pequeña herida por culpa de esos perros. Por mi parte, una vez antes de cruzar dicho semáforo, vi cómo un auto no alcanzó a detenerse y golpeó a uno de ellos, que cojeando se fue a echar a la plaza.
Yo nunca he sido una persona de perros (de hecho suelo relacionarme mejor con los gatos <3) pero hace unos días le tomé esta foto a un miembro de la pandilla de perros negros, y ya no sé qué pensar. Comprendo a mi papá en su postura, pero al mismo tiempo, creo que si yo (y la humanidad) supiera dónde radica la gran motivación y empeño que tienen los canes de perseguir desaforadamente las ruedas de los autos, esta relación se haría más amena… o quizás no.
[Recuerdo que hace un tiempo me inventé que la explicación de este comportamiento canino era que alguna vez en la historia de la humanidad, un perro inocente murió en manos de un conductor descuidado, entonces, desde ese momento que los perros se pasaron el dato entre ellos, y agarraron broca contra los autos, sus enemigos mortales, a forma de venganza.]
Pese a todo esto, yo seguiré no siendo capaz de pegarle una patada al perro que me persigue cuando ando en bici (porque me muero de miedo), a mi papá le seguirá cayendo mal esta pandilla, los perros seguirán ladrando a las ruedas, y la humanidad seguirá sin saber el porqué de todo esto.
(Si vamos a ponernos así, en la pará dramática, que sea con cuática.)
Mi pecho hoy tiene pájaros sin ojitos
que vuelan y chocan
contra mis costillas.
Vuelan y se cansan
más del miedo
que del golpe,
más de las ganas
de seguir intentándolo
y no chocar.
Siento que regreso a una versión de lo que fue el punto de partida, y aunque todos dicen que eso es “experiencia” ganada... yo me siento bastante trasquilá.