Don't wanna be here? Send us removal request.
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Seventeen as Spongebob characters
Here’s Pentagon as Spongebob characters lmao
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Seungcheol > Mrs Puff

just trying to keep their lives together
pledis is seungcheol’s spongebob
aka he’s fuckin done w them
constantly stressed
mrs puff doesn’t know when spongebob is gonna pop up and he doesn’t know when pledis is gonna fuck things up for them either
they’ve struck before and they’ll do it again
he’s also been working out so he’s inflating like mrs puff basically lmao
Jeonghan > Squilliam

wants to succeed/win no matter what
and typically does
better than you in every single way
everybody loves them
everyone loves squilliam’s bushy fuckin eyebrow and everybody loves jeonghan’s long hair
can do anything you can do but better and richer
Joshua > Karen

done
just done
sometimes eggs on the chaos
lowkey because it’s amusing to see unfold
kinda sorta has braincells sometimes
but also sometimes gets involved in the dumb shit
Junhui > Gary

meows
adorable
everybody loves them
doesn’t ever do anything wrong
doesn’t get nearly as enough attention as they should
protecc
Soonyoung > Patrick

loud dumb energy
but a loyal friend ok
loud laughs
does some dumb shit but it’s because it makes them happy
when i say who spongebob is this might make more sense lmao
Wonwoo > Dream Gary

pretentious
scary-looking
also done lmao
literally just reads
dream gary was only in one episode so he doesn’t say much lmao
and wonwoo is a shy boi so he doesn’t say much either
look idk as soon as i thought ‘who would wonwoo be’ this was the first thing to pop into my mind
Jihoon > Squidward

must i explain
usually done w everybody
just wants to play music
they both play clarinet too
listen fuckin tell me you wouldn’t have made jihoon squidward
you can’t
Seokmin > Spongebob

loud n happy boys
plus seoksoon as spongebob and patrick makes the most sense
be loud do crimes
seokmin’s a sensitive boi and if you saw my ptg post, the next few points will be basically the same
spongebob feels emotions really strongly
when he’s happy he’s very loud and !!!!!!!
and when he’s sad you know he’s very sad
seok’s basically like that
both are too trusting too like spongebob made the strangler his bodyguard that is some seokmin shit ok
Mingyu > Larry

much like the ptg one this is just because mingyu ripped lmao
look at his arms
they both kinda himbos,,,,,,,tbh,,,,,,,,
that’s literally all i got they both just muscular lmao
that’s it
ok moving on
Minghao > Sandy

the foreigners!!!!
i know there are other foreigners in svt but this makes the most sense
sandy does karate
minghao can like swing around nunchucks n shit
i think he does other fighting kinda stuff????
super proud of where they came from
done w everybody else’s dumb antics like 80% of the time but doesn’t do anything about it
possibly the only person w braincells
Seungkwan > Pearl

LOUD
DRAMATIC
that’s basically all i got
but you can’t tell me he isn’t pearl
they both just want all the attention at all times
will cry at the smallest inconvenience and will roast u
Hansol > Mermaid Man

listen hear me out
wholesome
kinda never know what’s going on but it’s fine
just want the world to be a better place
except yknow mermaid man goes batshit crazy at the mention of evil
doesn’t really have a lot of braincells but its fine
Chan > Barnacle Boy

“it’s barnacle MAN”
sick of being babied all the time
sick of putting up w people’s shit
barnacle boy went over to the evil side once and idk if y’all have seen chan but boy is e v i l sometimes
barnacle boy would sell mermaid main for a cornchip
chan would probably sell jeonghan for a cornchip
“you old coot!” -chan @ all the other members
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Prólogo
Una vez más me encuentro observándome como si fuera una obra maestra, en un museo cualquiera, en una calle cualquiera, en un día cualquiera, con un sentimiento cualquiera. ¿Qué es lo que realmente pasa por tu cabeza a medianoche? ¿Por qué tu paisaje se ve tan apagado, careciente de colores y luces? Tus pinceladas se ven tan tristes, llenas de melancolía, angustia, desagrado. ¿Dónde ha quedado el reflejo de las aves revoloteando por el cielo? ¿Es que hoy se han convertido en cuervos que atraviesan tu barca como si se tratase de una navaja atravesando un corazón malherido? El día en el que llegue a comprender lo que realmente quiere decir esta obra, en mi mente se desarrollará un diluvio propio de la impaciencia absoluta, lleno de truenos, relámpagos y gotas amargas llorando la ausencia de calidez en sus colores, con almas negras buscando y rebuscando por las tierras mi verdadero yo perdido en el sexto nivel del infierno que Dante me enseñó, el infante que algún día debería haber sido, la sonrisa que algún día debería haber nacido y sobre todo, el verdadero cuadro que hoy en día debería estar en este museo cualquiera, en una calle cualquiera, en un día cualquiera, pero sin sentimientos cualquiera.
Si alguien puede explicarme en dónde puedo sustituirme y proclamarme arte de una vez por todas, por favor páseme el sendero amarillo que no conduzca a Boseong, Daegu, Inchon o Gwangju. Porque allí reside mi corazón expuesto y lo que menos necesito ahora es un cruce entre el corazón y la razón. Si algo pudiera proclamar de mí hoy en día, sería un desastre buscando la escoba fuera de casa. Y tengo que justificar la huida, disculpar mis desperfectos del sintacto, excusar mi adicción a los días uno: descreer ese momento en el que bailaría todas las canciones en aleatorio sobre el futuro, de espaldas al pasado y abrazando el presente conmigo, no con cualquiera. ¿Ya ven? Soy con poco arreglo. Una chica cualquiera que en algún momento quiso convertirse la diosa de cuadros ajenos. Ninfa de las ninfas. Musa de poetas. Princesa sin castillo. Y sobre todo, en algún momento quise convertirme en algo que no era yo y no sé el qué era, ni dónde era, ni cuándo era, ni porqué era.
He aprendido que por más que Busan sea bonito, sigue sin creer en mí. Porque nadie puso número a las ranas que hay que besar y yo me pillé los dedos, el sur y la razón con la penúltima puerta que se cerró y ahora sólo busco encontrarme y no perderme. Aunque este sea el último intento, o quizá no, porque tengo tinta de sobra, colores de sobra (jamás claros, pues, aún no he encontrado la tonalidad perfecta para una obra que carece de belleza, perfección, ambigüedad y racionalidad), lienzos arrugados y manos que aún no aprenden a pintar.
Hoy no llevo mechero pero, ¿tienes fuego? Disculpa las molestias, a este error no lo besa cualquiera. Nos vemos en Busan.
Con amor, Jinri.
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Perro callejero, volvamos
El clima no era afable, no lo había sido ya en varias semanas. El frío era húmedo y provocaba que las puntas de sus dedos comenzaran a sentirse adoloridas. No había remedio, pasada la media noche eran pocos los días en que se permitía permanecer en su edificio. Las rondas solían ser diarias, organizadas dentro de diferentes horarios. El pequeño grupo de Mingyu rondaba las calles de Busan en parejas o tercios que se ocupaban de realizar caminatas por los lugares menos transitados con la obligación de mantener la zona segura y evitar conflicto en cuanto fuera posible. La mayoría de las veces se lograba el objetivo, gran parte de los lugareños no causaba problemas y la finalidad era mantenerlo todo en orden para ellos.
Por esa noche Mingyu estaba solo, había preferido aquello que obligar a salir a un par de chicos enfermos para hacerle compañía o dejar una sola calle sin revisar. No se atrevería a decir que era arriesgado, los problemas habían sido casi nulos los últimos días y era inicio de semana. La mayoría de las personas solía estar hundidas en sus rutinas. Se sorbió la nariz y guardó las manos dentro de la chaqueta, solo debía terminar de dar vuelta a la manzana y su recorrido estaría completo.
Dobló en la siguiente cuadra, frente a él vio a alguien sentado en la acera, justo en la esquina al final de esa calle al pie de un señalamiento de transporte público. Mingyu conservó el paso para no hacerse notar demasiado, conforme acortaba la distancia trataba de prestar mayor atención para descifrar si se trataba de algún conocido. Ya a unos pocos metros de distancia estuvo seguro de nunca haber visto a esa persona. Se quedó de pie junto a él, mirándolo desde arriba sin decir nada todavía. La iluminación de los faros era casi nula y amarillenta, se mezclaba con la de los escasos rótulos de neón en los negocios aledaños, le facilitaron el notar las facciones delicadas e inmaduras en el rostro ajeno. Se relamió los labios un tanto inquieto.
– No hay transporte a esta hora… – Le aclaró antes que saludar porque sus modales no eran precisamente algo de admirar. – ¿Estás perdido? No eres de por aquí. – Señaló sin miedo a errar, todavía analizándolo con la mirada. Desde la apariencia hasta las ropas, la backpack que llevaba consigo y el rostro de angustia que lo obligó a relajar sus propias facciones para no asustarlo más.
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El chico sentado arrugó la nariz con fastidio, en un nulo intento por mitigar el familiar escozor tras sus ojos que indicaba el inicio del llanto. Era por demás, patético. Se sabía un imán para los problemas pero se negaba a dejar que éstos lo alcanzaran tan fácilmente, sólo necesitaba sacarles un poco de ventaja. Pero allí, bañado en oscuridad y titilantes luces neones, la realidad pareció caerle con todo su peso: Estaba en la boca del lobo. Necesitaba encontrar un refugio para pasar las horas, al menos hasta que los descoloridos rayos comenzaran a abrirse por entre las tinieblas, en señal de un falso confort. Lo necesitaba, puesto que su sitio habitual bajo las artificiales y sucias luz de la estación del metro distaba del sitio idóneo, al menos momentáneamente. La huida lo había agotado en todos los sentidos, y la oscuridad ahora dificultaba su tarea de encontrar un refugio, o más bien aventurarse a la búsqueda. Enfocó la vista hacia uno de los tantos rótulos al otro lado de la acera, esforzándose por dar con una clave de la zona en la que ahora se encontraba sólo para matar el rato, para no sentirse un completo inútil y ocupar su mente en algo más que no fuese llorar. Sorbió su nariz con poca gracia, tirando de las mangas desgastadas de su viejo hoodie para cubrir en vano sus manos del frío de la tardía noche. El amanecer le sabía lejano y la extraña tranquilidad de la calle le gritaba que no bajara la guardia, que estuviese alerta… Su instinto lo hizo saltar en su sitio, aferrándose torpemente a su backpack a modo de escudo una vez aquella voz profunda emergió desde un punto superior de las tinieblas
– Q-Quizás… sí. – El chico respondió, tembloroso y con los ojos bien abiertos se permitió tratar de visualizar mejor a su interlocutor, pese a que la escasa luz poco se encontrara en su favor. – N-no cargo con cosas de valor. – Le pareció pertinente aclarar, más por instinto de supervivencia que otra cosa. – Sólo busco un sitio tranquilo hasta el amanecer. – Resolvió en utilizar la verdad, bajando quizá de forma errónea la mirada del hombre más alto en visible gesto de derrota. Estaba cansado y perdido, sólo le quedaba rogar por que el sujeto decidiera seguir su camino. – No quiero problemas.
La mirada atenta seguía recorriéndole, Mingyu no se preocupó ni un poco en ser demasiado invasivo, mientras la intención no fuera lastimarlo no veía cuál era el problema. Quería sacar conclusiones, comenzar a tener una idea de lo que pasaba con el muchacho tumbado en la acera y tratar de hilar cada detalle para saber si había algún modo de ayudarlo. Al menos darse cuenta si realmente hacía falta hacerlo o valía la pena sentirse tan preocupado por un desconocido. Su ropa se veía sucia, pero no demasiado maltrecha como para creerlo un chico de la calle. Temblaba demasiado, ya fuera el frío o el miedo de estar solo a mitad de la noche, ahora abordado por un desconocido de apariencia poco agradable.
– Se nota que no tienes nada de valor contigo… – Le aclaró Mingyu, tratando de tranquilizarlo haciéndole saber que estaba al tanto de aquello y que no se había acercado con la esperanza de conseguir nada que no fuera un poco de información al respecto de su situación. – Y yo no robo. – Agregó de forma directa unos segundos después, sonando un tanto ofendido aunque no deseara hacerlo notar. Hubo otro silencio incomodo, estaba comenzando a ponerse tenso, el niño frente a él no se molestaba en siquiera levantar el rostro (quizás no tenía valor para hacerlo), se aferraba a sus pertenencias como si no hubiera nada más que pudiera hacer. Suspiró, aún con las manos dentro de la chaqueta se las ingenió para sentarse junto al otro sin perder el equilibrio. Lo hizo con sigilo y manteniendo una distancia pertinente para no asustarlo más de lo que ya aparentaba estar. No pudo evitar volver a sorberse la nariz antes de a abrir la boca nuevamente. – Sé que no eres de aquí, paso la mayor parte del tiempo entre estas calles y nunca te había visto. – Comentó Mingyu con naturalidad, como si comenzara a entablar una conversación común, un intento de romper un poco el hielo. Ladeó el rostro, mirándolo atento para lograr ver su cara lo mejor posible, estaba bastante seguro de no conocer esas facciones agraciadas. – Debes darte prisa y encontrar un sitio o de verdad vas a tener problemas. – Le aconsejó como si aquello no fuera ya bastante obvio, se humedeció los labios resecos de frío otra vez y trato de acortar distancia discretamente ya que el muchacho no había intentado salir huyendo.
El silencio seguía persistiendo por parte del aquel chico
– Oye solo trato de ayudar. – Dijo Mingyu cuando por fin apartó la mirada y decidió enfocarla mejor en el cielo contaminado donde no se dejaba ver ni una sola estrella y al que un poco de lluvia no le vendría nada mal. – Puedo ayudarte a buscar un sitio para que no mueras de frío esta noche.
Las posibilidades eran peores en la cabeza de Mingyu, pero prefirió no mencionarlas y solo continuar con su ofrecimiento.
–Se nota que no eres una mala persona, estás solo y a punto de llorar… No me parece lo correcto dejarte aquí por tu cuenta, pero tampoco me apetece quedarme sentado en la calle con este clima, puedes pensarlo pero te agradecería que fuera rápido. – Mingyu sonrió al final, aunque fuera casi imperceptible y un intento tonto por parecer una poco amigable. El rostro ajeno era el de un completo desconocido pero por el contrario, la situación era demasiado familiar, bastaba para no querer darse por vencido tan pronto.
El mundo real distaba de todo lo que alguna vez le hubiesen enseñado en casa. Visto bajo una nueva lupa, Hansol no hubiese dudado en creer que no eran más que habladurías. Había nacido entre escasas carencias, una familia más o menos cariñosa (al menos solía serlo hasta que abrió la boca) y una fe resoluta. No era un imbécil, sabía un par de cosas o tres, pero la realidad había resultado más dura de lo esperado. Para empezar, la idea de largarse de casa nunca se le cruzó por la cabeza, ni cuando el chico amable y mayor del coro se escabulló entre rumores acallados y la firmeza de la comunidad de hacer como si su existencia nunca hubiese sucedido. Nunca hubiese creído, que los primeros en darle la espalda serían sus conocidos.
Realmente lo último que iba a importarle en ese momento a Hansol era si había o no herido los sentimientos de un desconocido. Entre otra oleada de tiritones, logró encogerse de hombros en mudo gesto de desconocimiento, creyendo que su poca cooperación alejaría de una vez por todas al desconocido-no-ladrón. Pero Hansol definitivamente poco conocía del mundo, porque aquel sujeto ya se las había arreglado para sentarse a su lado en la acera, no lo suficiente como para amenazar su espacio personal pero sí para volver a tensarlo a la defensiva. Instintivamente giró el rostro en la dirección contraria al desconocido, aferrándose más y más en el backpack hasta que sus nudillos tomaron un blancuzco color. No necesitaba escucharlo cuando sabía de sobra que necesitaba un refugio, ladrón o no, el hecho de que alguien confirmara sus temores le erizaba los vellos de la nuca, así como el hecho de que no lograba mimetizarse en su entorno: era un forastero, era presa fácil.
El escozor tras los ojos de Hansol volvió a hacerse presente, el miedo mezclado con la impotencia hicieron de las suyas, provocándole el ya esperado llanto. Dejó caer su cabeza en su regazo, ahogando un par de sollozos vergonzosos en su backpack, que le impidieron captar el hecho de que el desconocido nuevamente había proseguido su incómodo monólogo hasta que su orgullo logró captar una palabra clave, obligándolo a limpiarse con infantil furia las lágrimas con las mangas de su hoodie y finalmente dignarse a ver al otro hombre.
– N-No vuelvas a mencionarlo, n-no estoy a punto de llorar. – A Hansol poco le importaba el hecho de no ser convincente, puesto que sus ojos húmedos y sus mejillas mal secas eran la prueba de que no sólo había llorado, sino que volvería a hacerlo pronto. Confundido, se permitió mirar a sus anchas al más alto, hilando poco a poco el ofrecimiento dado. – No entiendo… – Con cautela se permitió creerle por una milésima de segundo. Él no conocía el mundo, mucho menos ese nuevo en el que ahora estaba sumergido, la amabilidad proveniente de los extraños aún le causaba conflicto y sospecha… pero, ¿estaba mal desconfiar completamente de él? – ¿Qué ganas tú ayudando a alguien que no es de por aquí? Ya te lo he dicho, no tengo nada de valor… y-y y-yo no soy esa clase de persona que paga c-con otros favores. – Hansol balbuceó con sus mejillas encendidas, tratando de descifrar lo que escondían las facciones contrarias. No era feo, y precisamente por eso se permitió aventurarse a soltar aquello, aquel sujeto de atractivas facciones no podía ser un criminal, pero había algo (fuera de su ropaje y su extraño atisbo de sonría) que le decía que precisamente no se encontraba con un ciudadano ejemplar frente a él. Parecía que la mañana no llegaría nunca, y las vagas luces lejos de transmitir una vaga sensación de calidez sólo le incrementaban la sensación helada en los huesos. No deseaba pasar la noche a la intemperie, menos a sabiendas de lo fácilmente reconocible que resultaba. Ahora era aquel enorme sujeto, después estaba la incertidumbre de qué le traería la noche. Humedeció sus labios, en gesto nervioso, sintiéndose como un cordero que ya está un paso más dentro de las fauces del lobo. – Supón que te creo cuando dices que no robas… si realmente piensas ayudarme sin pedir nada a cambio… quizás acepte.
Mingyu sabía que existía una gran probabilidad de ser ignorado, también de que el menor comenzaría a ponerse más a la defensiva entre más tiempo decidiera pasar tratando de convencerlo de aceptar un poco de ayuda. Pero estar al tanto y listo para esperar cualquier clase de respuesta no hacia menos irritante el que no se dignara siquiera a dirigirle la mirada. Se mordió el labio para no soltarle algún comentario que manifestara lo ofendido que lo hacía sentirse que el chico aquel no lo considerara lo suficientemente importante como para al menos dignarse a verlo por más de unos cuantos segundo por una sola vez.
Mingyu bufó por lo bajo cuando el llanto ajeno se hizo presente tornando más incomoda la situación y haciéndolo sentir un idiota poco sensible que no tenía porque sentirse ofendido de que un muchacho, claramente más joven que él, perdido y asustado comenzara a romper en llanto así de la nada. Se llevó una mano al cabello, revolviéndolo en un gesto de inquietud sin atreverse a volver a hablar todavía. Para su sorpresa un comentario simple y no malintencionado era suficiente para alterar al desconocido y hacerlo reclamar, tratando de defender algo por demás obvio y obligando a Mingyu hacer lo imposible por ocultar una mueca boba que se dibujaba en su rostro precediendo a una sonrisa divertida. Su esfuerzo se fue al diablo cuando el siguiente comentario logro que riera.
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– ¿No eres muy joven para eso de todas formas? – Mingyu lo miró sin que su risa dejara de ser palpable. – No me lo tomes a mal, pero insisto en que es obvio que no tienes nada de valor que pueda intentar quitarte y lo último con lo que trataría de cobrarme un favor seria eso.
Mingyu apartó la mirada, negando con la cabeza, y bostezó sin cubrirse la boca, apretando los ojos con fuerza.
– No gano nada haciéndote un favor, solo me nace hacerlo, pero puedes tomarlo o quedarte aquí solo toda la noche. – El mayor se sorbió la nariz, tratando de buscar el modo de convencerlo sin parecer realmente interesado en lo que pudiera sucederle en caso de que decidiera quedarse en situación vulnerable. – Mira es obvio que huiste de casa, eres muy ingenuo y no tienes ni un solo billete. Sé lo que se siente y quiero ayudar…
Hansol abrió la boca dispuesto a protestar, pero tras breves segundos de mover los labios como pez fuera del agua optó por cerrar la boca y sencillamente volver a encogerse de hombros. Poco sabría él de eso, al final de cuentas. Sonaba más prudente creer que no se cobraría un favor de ese modo. Tal vez sólo estaba paranoico y proyectaba sus propios demonios internos en los extraños. Después de todo, nada garantizaba que el más alto fuese uno de esos, quizá era más bien un traficante de órganos y Hansol sólo estaba ahí temiendo por su preciada virginidad. Aunque claro, ninguna de las opciones lograba calmarlo en lo más mínimo.
Ante la respuesta silenciosa, Mingyu metió las manos a los bolsillos de su chaqueta y se puso de pie.
– Pero tampoco te voy obligar a irte conmigo. – Finalizó, pretendiendo estar a punto de retomar su camino y sin lograr fingir el completo desinterés que pretendía demostrarle. Lo cierto era que si ponía un pie en casa por su cuenta no podría dormir tranquilo en toda la noche.
Al ver al más alto incorporarse, la ansiedad se disparó en Hansol y el peso de su amenaza se sintió certero, inamovible. Con los ojos bien abiertos, no notó la poca voluntad en el otro de abandonarlo a su suerte que se escondía en el discurso contrario, enfocándose nuevamente en las sensaciones que parecían haberse intensificado de alguna forma: Estaba más oscuro, frío y solo; las fauces del lobo no se sentían como el sitio desconocido al que prometía llevarlo, sino el mismo sitio en el que ahora se encontraba. Por un momento, Hansol se sintió bajo el escrutinio de miles de ojos hambrientos, al acecho entre la penumbra, dispuestos a saltar sobre él apenas aquella figura saliese de su periferia. El pensamiento le erizó los vellos, obligándolo a estremecerse con violencia de nueva cuenta.
– E-Espera, ¡espera un poco! – Hansol no supo cómo logró incorporarse de la acera y encontrar su voz, o más bien cómo encontrarla intacta, el miedo volvía a apoderarse de él y nuevamente las ganas de llorar lo asaltaban. – Tienes toda la razón, huí de casa y no tengo absolutamente nada… – Comenzó, a la par que las lágrimas escurrían por sus mejillas; esta vez, sin amago alguno de detenerlas . Sabía que debía verse patético, llorando a mitad de la acera bajo las luces burlonas de neón que más que amigas parecían ser los señalamientos para los posibles predadores de las tinieblas de que allí encontrarían presa fácil, pero ya poco le importaba. Su mundo se había derrumbado y los sentimientos acumulados a lo largo de meses parecían haberse desbocado finalmente, luego de días pesados en la calle. – …También sé que estoy siendo ingenuo, estúpido quizás por detenerte de este modo. – Era más sencillo ignorar todo lo que su sentido común le dictaba y dejarse llevar, pese a todas las posibilidades que inclinaban la balanza en su contra.
Mingyu sonrió para sus adentros, triunfal. Había logrado lo que buscaba con aquella pequeña escena mal fingida y agradecía que hubiera sido más sencillo que todas las posibilidades que había considerado mientras estuvo sentado a su lado siendo rechazado a pesar de sus buenas intenciones. No llegó a considerar siquiera dejarlo en alguna estación de policía, la calle y una vida dura le había enseñado que más valía no fiarse de cualquiera, no entre esas pequeñas calles húmedas al menos. Por contradictorio que pareciera y a pesar de la anterior molestia que el más joven llegó a causarle con sus actitudes, tratar de mantenerse al margen había sido una de las decisiones más prudentes. Se detuvo antes de comenzar a andar siquiera, girándose apenas para poder mirarlo, prestarle atención y notar con un poco de inquietud como estaba al borde de las lágrimas otra vez. Cada segundo que pasaba de pie observándolo más frágil se volvía, consideró tratar de reconfortarlo, no con palabras al menos porque no se sentía lo suficientemente elocuente, quizás una palmada en el hombro pero tratar de tener ese tipo de contacto con el casi al momento le pareció una mala idea y decidió contenerse, lo último que quería era arruinar ese pequeño progreso
– … Pero voy contigo, acepto tu ofrecimiento. – Resuelto, Hansol se acomodó su backpack y ajustó las mangas de su hoodie, limpiando inútilmente el polvo de sus ya sucios pantalones. Incluso enjugó torpemente su rostro para mirar con fijeza al más alto, sólo que a diferencia de la última vez, sus lágrimas silenciosas no se detuvieron en el acto. Era mejor seguirlo ahora, antes de que se arrepintiera por mostrar algo de caridad por un mocoso que lloraba tras huir de su hogar
Mingyu esperó con calma a que tomara sus pertenencias, la backpack lucia bastante pesada y el chico demasiado cansado como para seguir llevándola en sus hombros pero estaba seguro de que no la cedería con la promesa de otro poco de ayuda hasta llegar al lugar de descanso así que se abstuvo de ofrecerla. Notó el esfuerzo por arreglar sus ropas y la apariencia de su rostro, aunque poco ayudo, las lágrimas habían enjuagado parte de las manchas de polvo sobre la piel clara creando un contraste demasiado notorio a pesar de la poca luz.
– Te sigo. – Murmuró Hansol con cierta incomodidad, para evitar que el silencio incómodo no se propagara aún más. Procurando verse lo más seguro que podía le ofreció su mano, con la firme creencia de que un apretón de manos servía como una promesa entre hombres de palabra. El mundo podía ser vil y la mañana no llegar para él, pero le gustaba creer que nadie quien pudiese verlo a los ojos y apretar su mano terminaría deshaciéndose de su cuerpo inerte.
– Soy Hansol.
– Soy Mingyu. – Aceptó su mano, estrechándola sin timidez alguna. Le sonrió, esforzándose por romper un poco más el hielo. – Solo no te quedes muy atrás mientras caminamos. Estamos cerca, vas a poder descansar pronto. – Le prometió Mingyu, no muy seguro todavía de que creyera en sus palabras.
Mingyu, no sonaba como el nombre de algún psicópata, le agradaba, pensó Hansol. Su mano se había sentido cálida y firme durante el apretón, lo suficiente como transmitirle la confianza necesaria para seguirlo a ciegas. Aunque ciertamente, al más bajo le resultaba difícil no sentirse en completa comodidad, logró asentir antes de que el mayor empezara a caminar. Internamente agradeció que el otro fuese lo suficientemente considerado como para mantener su zancada lo más similar a la suya; si bien Hansol no era precisamente de baja estatura daba la impresión si se contrastaba con la figura del otro hombre, un buen par de centímetros debía sacarle a su cabeza. También, el silencio se agradecía. Poco ánimo tenía para fingir que deseaba entablar una amistad y suficiente le bastaba con el peso de la backpack y su propia existencia para mantener su cerebro ocupado en algo tan nimio como seguir caminando y no ceder ante el cansancio.
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Comenzaron a andar, Mingyu tratando de mantener su ritmo y no apresurar a su acompañante. Se mantuvó en silencio caminando a su lado, todavía inquieto por no saber si de verdad podría llegar a hablar con él por más de cinco minutos pero haciendo todo lo posible para respetar su decisión de mantener los labios cerrados. Mingyu se limitó a mirarlo de soslayo por pequeños lapsos, pendiente de que se mantuviera seguro a su lado, de que no fuera a cambiar de opinión de un segundo a otro y bastante interesado en su apariencia, atento no solamente en la piel sucia de sus mejillas, en las pestañas largas o en su nariz roja y seguramente helada. Continuaba rondando por su la cabeza la incógnita de que hacia una persona como él perdida en aquel lugar. Se avergonzó a sí mismo al pensar en que no se trataba solo un niño perdido sino más bien la alegoría de un angel caído
Llegando al fin a la ultima esquina encontró la familiar luz a mitad de la calle que iluminaba la acera durante toda la noche, el molesto zumbido de la iluminación en mal estado de la fachada. Tragó en seco en ese segundo al darse cuenta de la situación, instintivamente comenzó a disminuir la velocidad de sus paso y sin previo aviso se acerco al más joven inclinándose un poco para hablarle, todo sin apartar los ojos de sus destino.
– Por cierto, hay algo de lo que quiero hablarte antes de que malinterpretes mis intenciones… – Dijo Mingyu, aunque por la reacción del menor, era obvio que era demasiado tarde.
Claramente, el aletargado cerebro de Hansol no procesó nada fuera de lo común, sencillamente imitando de forma automática al enorme guía. Cuando el andar se hizo más lento y las sombras comenzaron a disiparse alrededor de un enorme letrero neon fue que Hansol se arrepintió de no haber prestado atención durante el trayecto. Era un iluso, manso cordero que había seguido al lobo disfrazado de uno de los suyos directo a su guarida. Los ojos de Hansol se abrieron con nerviosismo, la palabra hotel en viejas letras de neon grabándose a fuego en su retina. Giró con cierta brusquedad el rostro, componiendo una mueca de asco, de tración y miedo; instintivamente alejándose un paso cuando Mingyu se inclinó para hablarle.
– ¿Qué se puede malinterpretar? Esto es un mensaje directo. Confíe en tí, por un momento te creí. Me diste la mano, creí que tenías palabra. – Hansol procuró que su voz se mantuviese firme, de ocultar el trepidante miedo que llenaba su espina dorsal de fríos espasmos. Escupió sus palabras dolido, el sabor de.la traición sin palpable y amargo. Un hotel de mala muerte, ese era el aparente fin de su trayecto, aún pese a la negativa del más alto. Hansol bufó casi con sorna, sintiéndose más que estúpido por creerle a un desconocido de que podía confiar en que no querría nada de él. – Me niego a entrar ahí contigo. – No despegó la mirada del cuerpo contrario, alejándose otro paso más, tratando de divisar por el rabillo del ojo algún callejón que sirviera de escapatoria. Era demasiado, demasiado para una simple noche.
Mingyu tragó saliva, entreabrió los labios sin atreverse a decir nada todavía porque explicarse le era realmente imposible después de notar la expresión en el rostro ajeno. Sintió esa mirada pesada y el ceño fruncido que componían el gesto acusador, era bastante obvio que el muchacho se sentía traicionado.
– No es lo que piensas. – Mingyu trató de forma inútil. Notó las lagrimas aparecer de nuevo, se sentía culpable pese a que mejor que nadie él sabía que sus intenciones no eran aquellas. No era culpable de aquello tan atroz, no había mentido antes cuando dijo que no se atrevería a cobrar o aventajarse de ese modo. Mingyu no esperaba una reacción positiva después de aquello, pero era peor de lo que imaginaba, por un momento creyó que al menos tendría un momento para explicarle la situación. Interrumpir a Hansol no era la mejor de las ideas, mucho menos el acercarse y tratar de detenerlo por mucho que sintiera que estaba a punto de salir corriendo. Por un segundo le pareció verlo temblar, lo interpretó como una mezcla de miedo y rabia que lo hacía lucir incluso más frágil que antes.
– ¿Me dejarías explicarte primero? – Mingyu se apresuró a hablar antes de que fuera tarde y acabara perdiéndolo de vista. No tenía en ese momento la capacidad de sentirse molesto u ofendido, sabía que había sido su culpa por no explicarle su situación antes. Rogó internamente porque aquello tuviera solución. – Sé que va a ser difícil que me creas. – El más alto comenzó, bastante seguro de que lo último que quería ese niño era seguir viendo su rostro, mucho menos querría escucharlo.
– ¿Qué es entonces? – Incluso Hansol mismo estaba harto de no poder detener las lágrimas, no se imaginaba cuán fastidioso debía resultarle al otro hombre verlo llorar por enésima vez. Pero no encontraba más que razones para que su agotado cuerpo y espíritu dieran rienda suelta al llanto, nublándole la vista, sacudiendo levemente su cuerpo. Realmente Hansol no lloraba mucho, no era la forma habitual con la que lidiaba sus asuntos, parte de su orgullo se sentía herido de siquiera pensar en que para el otro sujeto no fuese más que un llorón. Pero estaba al límite, y en su estado de cansancio, su cerebro parecía más cómodo en desechar toda carga extra de sentimientos por medio de gruesas lágrimas. Por eso mismo continuaba en su sitio, mayoritariamente debido a la poca cooperación de su cuerpo por huir y otra muy diminuta que aún quería darle el beneficio de la duda a Mingyu.
– Dame esta última oportunidad, soy un hombre de palabra. Estoy seguro de que no lo parezco pero no voy a hacerte daño, solo intento ayudar. – Mingyu repitió, por tercera o cuarta vez esa noche, esperando que tanta insistencia no resultara contraproducente.
Hansol negó con la cabeza, enjugando torpemente sus lágrimas, un gesto infantil que no tuvo efecto alguno porque de cualquier modo el más alto ya se estaba explicando. Por lo menos, le proporcionaba un tiempo muerto en el cual recomponerse y hasta ahora, tras su inicial rechazo, no había tratado de acercarse más a él. Mordió su labio inferior, tratando de encontrar el rostro del más alto entre las luces, un vano intento para medir la sinceridad impregnada en su rostro. No estaba del todo seguro, pero la insistencia en otorgarle otra oportunidad fue lo que lo hizo acceder.
– Está bien, te escucho. – Hansol susurró, mintiendo a medias. Claro que iba a escucharlo, pero no por eso volvería a ser tan iluso como hasta ahora lo había sido. Encontrarse frente a un hotel de mala calaña ciertamente restaba muchísimos puntos de credibilidad hacia Mingyu, pero en esencia Hansol era un alma caritativa que muy a su pesar, quería seguir creyendo en la bondad inherente de los extraños. Después de todo, era una de las pocas cosas con las que aún se encontraba cómodo respecto a lo que poco a poco comenzaba a aceptar como vida pasada, ahora él decidiría qué formaría parte de su mundo, construiría su verdad aún si eso le costase.
Mingyu se puso las manos a la cintura, dejó ir un suspiro cansado y por una vez en toda la noche se olvidó por completo del frío o de cualquier otro inconveniente que no fuera el que tenía en ese momento entre manos.
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– Yo vivo en ese sitio. La dueña del hotel es amiga mía, es una persona mayor, como una abuela… – Mingyu admitió de una buena vez, creyendo que entre menos se demorara en demostrarlo menos dudosas serian sus declaraciones. Sonrió un poco para sí mismo, no podía evitar sentir un poco de dicha cada que tenía la oportunidad de considerar a alguien como familia. Se humedeció los labios antes de continuar. – Ella me tendió la mano cuando huí de casa, tampoco tenía a donde ir, yo solo hago lo posible por protegerla… Sé que no te interesa escuchar sobre mi ahora, pero intento hacer que me des el beneficio de la duda. Si nos acercamos puedo llevarte a hablar con ella para que sepas que no es mentira lo que te he contado. – Ofreció esperando que no fuera imposible lo que le estaba pidiendo
Por el momento, la historia de Mingyu logra convencer a Hansol, al menos lo suficiente como para no precipitarse al primer callejón entre tinieblas. Lo miró arrugando el ceño en visible confusión entre restos de lágrimas traicioneras, un detalle saltando de entre toda la historia. Convenientemente había soltado que él también había huido de casa, y mentira o no, Hansol había optado por decidir brindarle la oportunidad debido a eso. Aunque claro, de una forma más inteligente que la anterior.
– Ve tú adelante… lo último que necesito es que en lugar de una anciana allí se encuentre algún cómplice. Te seguiré al menos cinco pasos atrás. – Hansol apuró con un pequeño gesto de su diestra, entre el zumbido fastidioso del señalamiento de la guarida del lobo. Era bondadoso, rayando en lo estúpido, al brindarle la oportunidad de probar que estaba equivocado a un extraño que no hacía más que verse sospechoso conforme pasaba la noche.
Mingyu comprendía que las posibilidades de que el menor creyera su historia por completo eran casi nulas. Era obvio que se sentía traicionado y era la reacción más natural. No tenía justificación alguna, por un momento se sintió vil de verdad, como si él mismo dejara de creer que sus intenciones eran del todo buenas. Y no era precisamente que tuviera otra cosa en mente que no fuera ayudar, pero la mirada herida que no dejaba de jugarlo realmente estaba comenzando a hacer mella en su espíritu. Mingyu se humedeció los labios, de nuevo algo ansioso, quiso negarse a su petición pero estaba atado de manos, ya nada que dijera o hiciera podría remediar nada. Su única oportunidad era hacer lo que el muchacho le pedía y en caso de que decidiera salir huyendo no habría nada más que hacer. Rogaría por no despertar con una pésima noticia al día siguiente. Mingyu había crecido con la idea equivocada de que era su obligación proteger a todo el mundo mientras valiera la pena hacerlo, era demasiada carga, pero era lo único en lo que se consideraba bueno, como un perro fiel.
– Haremos como tú digas. – Mingyu accedió, dándole un último vistazo y después dándole la espalda. Comenzó a avanzar de nuevo, con el mismo paso que había detenido antes para que no adoptar una repentina cautela que pudiera hacer ver todo más sospechoso de lo que ya era para el chico. Rogó por no encontrar alguna escena desagradable a los pies de las escaleras de la entrada. Se resistió a mirar sobre el hombro para saber si Hansol aún caminaba detrás de él, agradeció que sus pasos fueran lo suficientemente cansados para hacerse escuchar. Dejó las manos fuera de los bolsillos, siendo en extremo cauteloso con cualquier movimiento fuera de lugar. Mingyu solo se atrevió a volver a buscarlo con la mirada cuando por fin él estuvo bañado por la luz de la marquesina. – No hay nadie aquí. Puedes entrar conmigo o esperarme aquí, pero preferiría que no siguieras quedándote solo en la calle… – Le informó Mingyu, creyendo ilusamente que todavía podría hacerlo creer en lo que dijera. Su volumen de voz se fue reduciendo conforme la frase terminaba, arrepintiéndose por hablar de más. Sin agregar nada decidió entrar por su cuenta, dejando la puerta abierta detrás de él, invitación directa por si es que su invitado se decidía por serlo realmente y seguirlo dentro del hotel.
En lugar de un saludo, Mingyu fue recibido con una reprimenda por dejar entrar el aire frío a la recepción donde el clima era más bien bochornoso e inundaba el aroma de un aromatizante barato al que su nariz se había acostumbrado tanto como para encontrarlo desagradable todavía. Se precipitó a la recepción a hablar con la mujer detrás de él, mirando ansioso otra vez sobre su hombro y notando la pequeña figura del otro todavía de pie en la calle. Buscaría el modo de convencer a alguno de los dos, ya fuera al niño de atreverse a entrar o a la autoproclamada abuela a salir para echarle una mano. Ninguna de las dos tareas era sencilla. Mingyu agradecía por fin comenzar a tener un poco de clima cálido rodeándolo y deshaciéndose del dolor en sus dedos congelados y su nariz helada. Tragó saliva comenzando a justificar en primer lugar su llegada tan tardía a casa, en segundo, su atrevimiento a dejar la puerta abierta detrás de él, y por último, tratar de explicar la situación en la que se encontraba.
Las luces titilaron alrededor de la espalda de Mingyu cuando comenzó a alejarse. Tomando un largo aliento, Hansol comenzó a contar el número de pasos que los separaban: Uno, con el rabillo del ojo divisó al menos dos salidas viables a las tinieblas de otros callejones; dos, reacomodó el peso de su backpack ahogando un quejido de protesta de su cansada espalda, sujetando con fuerza las correas; tres, la fría brisa nocturna le erizó el vello de la nuca en sombrío recordatorio de su soledad, de su condición de presa; cuatro, cerró los ojos tratando de contener el miedo y el cansancio a raya… cinco, por fin exhaló casi de manera resignada. Mingyu no había regresado, era el momento perfecto para huir, más bien el único, si lo deseaba, aventurarse nuevamente hacia lo desconocido de la penumbra para encontrarse quizá con una suerte aún peor. Solo así Hansol logró resolver su dilema a medias, a base del trepidante miedo, cerrando la distancia para adentrarse al interior del edificio
Lo primero que notó Hansol fue la calidez, ya casi un concepto extraño para su cuerpo, y un fastidioso olor que se colaba bajo su nariz que solo identificó como humedad y vejez mal enmascarada con desodorante de dulzón aroma. Lo segundo, la tenue iluminación y los pocos muebles igual de viejos que adornaban la pequeñísma habitación que fingía como recepción, una puerta al fondo que asemejaba a un elevador y las escaleras. Lo tercero, fue la figura de Mingyu hablando de forma apresurada con una anciana tras el mostrador. Arrugó el ceño, perplejo ante la presencia de una mujer como aquella en la recepción. No encajaba dentro la imagen mental que se había creado del hotel, su apariencia común no parecía encajar con la imagen comúnmente asociada a una madama o cómplice de un círculo criminal. Pero seguía siendo muy pronto para declarar inocente a Mingyu, o por lo menos eso era lo que se forzaba a maquinar casi compensando de algún modo su ingenuidad pasada. Sin embargo poco llegaba a servir tales pensamientos cuando su cuerpo había decidido que era un sitio mucho más cómodo y seguro que las frías calles.
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