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Frágil cual clavel en su jardín se encuentra dispuesto a su anatomía, por primera vez transparente, pero no gracias al amor correpondido, muy contrario a ello, el temor como causal. Frustrado, desea romper todo aquello que pueda tocarle, quiere darle aquel espacio seguro que se merece, hace mucho esfuerzo para no cambiar la gesticulación de su rostro, pero justo ahí, en el tránsito, la incapacidad para lograrlo prolifera de su pecho. En un instante, la piel desnuda de la nariz contraria penetra su sentido, y de repente, se siente como en casa. ¡No es justo! Es el quien debe reconfortar en este momento de presión. Traga saliva para ganar impulso y finalmente deja ir al contrario, en este momento sus sentimientos son secundarios, proteger la sonrisa ajena, su prioridad.

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—Lo que ordene su majestad.— bromea acompañándo su expresión con una sonrisa coqueta, en un intento de nublar el salvaje evento sustentado y la presente aura incómoda. —Deberíamos probar con una de tus favoritas, así tus ojos brillarán una vez más.— caminó ligeramente hasta el lugar, dejando su saco en el camino y aligerando la corbata del cuello, para abandonarla a la voluntad de un sillón. —Entonces, ¿puedo? — cuestiona deliverante, jamás inportunaría en ningún lugar sin el permiso del contrario.

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No se trataba de un sujeto violento, su fama lo precedía, nadie pudiera aludir argumento tal como el alto y castaño en sabiendas de ser un hombre capaz de iniciar una problemática. No obstante, todo este comportamiento ejemplar estaba a punto de entrar en un momento crítico, pues nunca se sintió tan impotente y triste al mismo tiempo, su corazón se estremecía hasta el punto de sentir el dolor ajeno, la herida más letal de su infancia no podía comparársele, aun así sin importar cuantas veces pensara en lo acontecido, no podía idear una forma de calmar sus sentidos. En medio de la penumbra y la mente nublada por cometer una locura, sintió los pequeños dedos sosteniendo su vestimenta. Sólo en aquel momento un golpe desmoronó su corteza, para que comprendiera que el hombre a su lado era la prioridad en el momento y así mismo el shock por el que estaba pasando. Si su corazón sentía un vacío, de seguro era porque la sonrisa del otro se había apagado. Con el corazón palpitante y por primera vez en su vida atormentado por un ataque de impulso, tomó al otro hasta tenerlo en frente y justo antes de entrar a la habitación, sonrió en lo que en realidad parecía el origen de una lágrima y envolvió al otro entre sus brazos, fundiendo su frustración en seguridad para el contrario.  — Entonces vuelve a sonreír por favor, no ahora ni en un tiempo, pero cuando estés listo. Estaré ahí sólo para verlo de nuevo.— Ni si quiera la vida podría explicar el porqué un hombre como él se encontraba subyugado por un despojo de humano, asunto en que lastimosamente por respeto al contrario, no podía indagar. Necesitaba mantener el abrazo y con él su promesa de seguridad, no obstante, debía arreglar las cosas para comodidad de su huésped.  —Espero no molestarte, no necesitas más de ello por esta noche.— murmuró, al tiempo que recogió sus brazos y entró a la habitación. 

El lugar era ostentoso, tal cual lo eran los dos hombres dentro de él, pero no estaba preparado para huéspedes, así que en una hábil y galante jugada, decidió obedecer su primer impulso.  —Puedes usar la cama, yo estaré bien en ese sofá, por favor no lo rechaces, sólo por esta noche permíteme cuidarte. — 

          Un corazón angustiado le acompaña a lo largo del trayecto, el silencio sepulcral que se prolonga en respuesta a un notable tormento. Apenas puede mantenerse en pie sin sentir que se desmorona y toda su atención está concentrada en respirar, en caminar, en no soltar las vestimentas ajenas pues siente que, de hacerlo, colapsaría a mitad del pasillo. Es de esperar, entonces, que su percepción del espacio y momento se encuentre distorsionada dada la desesperación que tiene por llegar a cualquier lugar lejos de su esposo; y también es de esperar que cualquier acción distinta a mover sus pies rompa esa burbuja de ensimismamiento en la que se introdujo. El abrazo llega veloz e inesperado, sin permitirle reaccionar; su cuerpo entero se congela ante la sensación y, al mismo tiempo, lentamente comienza a derretirse, fundiéndose en esa calidez tan característica del aura de Joongi. Aun así, el shock inicial provoca que su pequeña figura tiemble ligeramente y el ardor al fondo de su garganta regrese una vez más, amenazando con exponer su debilidad. Pero se niega a darle tregua, decidiendo hacer lo más atrevido bajo sus propios estándares: corresponder ese abrazo. Brazos débiles se deslizan por la espalda contraria, sujetándola tímidamente, aunque anhelando nunca tener que abandonar la seguridad que siente ahí; su nariz enterrada sobre la clavícula ajena le permite percibir la fragancia de su perfume y la fría noche, mientras que esas palabras, siempre directas, son resguardadas en su corazón como un amable recordatorio de que las cosas serán mejores cuando amanezca. “Nunca podrías molestarme, Joongi-ssi”. Es difícil alejarse de él, dedos extendidos inconscientemente intentando alcanzarle una vez más y verse envuelto en el calor, el confort, el amor. Sin embargo, es incluso más difícil ver directo a los ojos del empresario tras esos pensamientos inapropiados. De ese modo, con la mirada baja y a pasos apresurados, se adentra en la habitación. Ojos curiosos observando con disimulo cada rincón, las ventanas amplias, alfombras sedosas y la pulcritud; las maletas ordenadas en una esquina, la puerta cerrada del baño, objetos básicos ubicados cuidadosamente sobre la mesa. La calma que siente ahí dentro le permite suspirar aliviado, aligerando el peso que cargaba en sus hombros, a pesar de que no desea quitarle a Joongi su lugar de descanso. “Pero…” Intenta objetar sin éxito, pues el mismo Jiho frunce sus labios en un pucherito que luego pasa desapercibido ante el hallazgo de una gran idea. Con prisa se aproxima hacia la cama, zapatos rodando desordenadamente tras sacárselos y los resortes del mueble rechinando un poquito al recibir su peso a mitad de la cama. “Al menos podríamos ver una película juntos, ¿qué opinas?” La diestra se extiende, palmeando insistente el costado vacío en un intento por convencerle de unirse. Sinceramente, con tantas cosas en su cabeza, todavía no está listo para dormir.  

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Los ojos del contrario generan en él una ternura inexplicable, así que no puede dejar de verlos. Incluso cuando debería poner atención en las palabras contrarias, el calor del más pequeño es capaz de empatizar con el contrario sin fuerzas,. —Entonces supongo que puedo sentarme, verdad?— añade de inmediato con una sonrisa en el rostro, a pesar de tener una voz muy grave, su personalidad era bastante apacible, eso claro, cuando el se preocupaba por quien tenía al frente. —No voy a olvidarlo, ya pensaré en como recompensarte.— propone de inmediato, mientras con sutileza decide retirar el pequeño clavel que llevaba en el bolsillo delantero de su ostentoso traje. —Claveles, mis favoritos, así tal vez me recuerdes. — agrega, antes de colocar el mismo en el bolsillo del pecho del contrario. —Normalmente te preguntaría, pero algo me dice que no lo aceptarías, así que e demasiado tarde.—

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Nunca era un buen día en el trabajo, buscaba una ducha y dormir, pero el no estaba casado con su trabajo, sus compañeros eran simplemente molestos y aunque no debía hacerlo, demostraría que se equivocaban. No le tomó mucho llegar al lugar donde había programado el acontecimiento de una cita, todo esto era bastante nuevo para él, no le convencían estas formas de comunicación, si no había funcionado antes, ¿por qué ahora sería diferente? Estaba consiente que un hombre viudo podía rehacer su vida, era sólo que no tenía tiempo suficiente.

Una vez en el restaurante, adelantó su postura, abriendo paso a su gabardina negra conjugada a la perfección con el reloj que colgaba de su muñeca. El olor del lugar era agradable, al parecer el decorador tenía un gusto exquisito. Caminó atravesando el rechinar de los cubiertos recién pulidos y las ligeras risas de los presentes, hasta por fin encontrar su mesa y a su cita esperando sin percatarse de que estaba al frente.

—Es una pena no haber podido llegar para acomodar tu silla, pero prometo recompensarte, esto es un poco nuevo para mí, pero soy tu cita esta noche.—

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          Nervioso, observa constantemente la hora marcada en la pantalla de su teléfono; manos inquietas se remueven sobre su regazo, para así evitar desordenar la cristalería y vajilla que adornan la mesa. Jiho no se considera un experto en citas, ni siquiera ha tenido demasiadas, pero cuando fueron sus hermanos quienes le crearon un perfil en cierta aplicación relacionada a la causa, tampoco pudo negarse. A decir verdad, ha olvidado la última vez que tuvo un encuentro de este tipo, que se permitió dedicarle tiempo y esmero a conocer a alguien nuevo. Y aunque la idea de que todo se convierta en un caos realmente le aterra, existe cierta curiosidad que le impulsa a permanecer dentro del restaurante, esperando con paciencia. El reloj marca las 19:17 y una voz profunda lo saca de su ensimismamiento. “No te preocupes por eso, llegué muy—”. Al levantar la mirada, sus ojos obtienen una visión inesperada. Un alto hombre está frente a su mesa, ataviado en elegantes prendas y pulcramente peinado, incluso puede percibir el aroma de su perfume. Es apuesto, quizás demasiado para su pobre corazón que acaba de dar un vuelco tras la impresión; de modales impecables y porte imponente, mientras que él… “T-Temprano. Llegué temprano”. No es más que una persona tímida quien, de seguro, estuvo observando al caballero más tiempo del adecuado.  

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Implacable, permanece en el espacio de silencio que había generado esperando la respuesta del contrario. Joongi, no era un hombre con recurrencia a las enfermedades, pues invertía mucho tiempo de su vida en su salud, pero cuando alguna le atormentaba, entonces se trataba de un bebé carente de protección. Escuchó con atención las palabras del contrario, aunque esta vez resistió mirar sus movimientos, pues estaba poniendo de su parte para no sucumbir a su resfriado. Su anatomía pesada, evocaba una necesidad de perecer al cansancio al menos por unas horas, pero claro, no podía desaprovechar la compañía del más pequeño, especialmente si por vez primera, estaba accediendo a sus peticiones.

Pasó un poco de tiempo hasta que el cuerpo contrario asumió presencia cerca de él, haciendo que de inmediato repose su cabeza en sus piernas. Joongi era un hombre que pensaba mucho antes de hacer las cosas, pero en estos momentos se encontraba demasiado vulnerable como para intentar analizar todo a su alrededor. —Mhhf...- exhala a manera de quejido, mientras se abre paso en la anatomía contraria con ayuda de su nariz, como si se tratase de un pequeño animal abandonado en búsqueda de protección. —Alguien más puede cocinar por los dos, incluso podemos comprar comida, ¿qué te parece si cambias tu plan y continuas acariciando mis cabellos? Parece que funciona.—

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Snif…

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Podría haber perpetuado su puesta en escena excusatoria acerca de su aspecto físico, cómo no hacerlo después de venir intentando permanecer reluciente frente al hombre que inspiraba sus días desde la primera vez que lo vio, no obstante el sólo hecho de tener la piel del contrario tan cerca desencadenó en la completa calma por su parte. Cual adolescente preocupado por banalidades en su primera cita, no podía dejar de pensar en lo desordenado que se veía su cabello. Si esto no fuese tan importante, por qué el contrario siempre robaba las miradas de los presentes con su sola presencia en cada evento acontecido. Cada pieza en su silueta encajaba con los cortes de sus prendas, haciendo que de manera hasta carente de realismo, pudiera jugar con el color de su piel. Aunque quiere contestar desea conservar el contacto que de manera extraordinaria, el ajeno había iniciado. Tomó la mano del otro con delicadeza, intentando maniobrarla hasta abajo, al tiempo que jugó con los dedos opuestos, con el sólo objetivo de no soltarla. Se encontraba preparado para contestar, pero las palabras del otro llegaron cual armonía apaciguadora en una noche tenue de infortunios, esa siempre fue la manera de proceder por parte del contrario, sin todavía saber la razón o siquiera imaginarla Jiho poseía las respuestas a cada uno de sus miedos, su mera existencia permitía que el otro permaneciera presente. — ¡Entonces pudiste arreglarte menos para hoy! — agrega a forma de reclamo, sin exasperar su voz por su puesto, con un tono bastante infantil. —No obstante estoy muy feliz de verte, debería cocinar algo o prepararte un té. — añade de inmediato incluso cuando lo único que necesitaba era permanecer en su cama escuchando la cálida voz del más pequeño, por alguna razón siempre le tuvo miedo a las despedidas, porque sabía fuera de su espacio, el no respondía más a su corazón, sino a quien en las tinieblas había forzado a responder por él a través de chantajes, ese hombre al que no puede siquiera tenerle un sentimiento efímero de respeto. —Tienes razón, ahora que lo pienso debería abrigarme más, ¿por qué no me ayudas con eso? — responde impertinente, pues a pesar de la consideración que tiene por el contrario, no puede controlar sus primeros instintos. —Prometo que si puedo estar a tu lado un par de horas podré mantener mi temperatura corporal y por consiguiente sentirme mejor, sí eso no te molesta por supuesto. — añade, luego de caminar hacia su sofá, dando ligeras palmaditas en el mismo, para de inmediato proceder a sentarse.

          La postura testaruda, los sutiles pucheros que se forman en los labios, las caprichosas palabras mencionadas, una combinación letal que convierte a Joongi en un bebé gigante. En esta circunstancia, cada pequeña acción realizada por el más alto es inesperada, como si no correspondiera al hombre que todos conocen, una realidad distorsionada que solo sus ojos pueden apreciar este momento. Incluso el reclamo, que resuena como un gracioso bramido, le resulta ciertamente encantador y le hace reír, sin poder contenerse por completo. El sonido de su risa hace eco entre las paredes que les rodean y lleva la mano libre hacia un costado, sujetándose el estómago y las costillas mientras se esfuerza por callar. “Eres un niño caprichoso”. Tanta es la naturalidad en esa frase, que a duras pena se percata de la misma. Sin tener una idea clara del porqué la mencionó, decide no retractarse ahora al ser demasiado tarde, aunque espera no haberle ofendido. Por otro lado, la mirada curiosa sigue los pasos del contrario, cada gesto y movimiento que se encuentra realizando; y es por eso que el entusiasmo tampoco pasa desapercibido, haciendo que ese rostro, usualmente tan serio y frío, tan distante, se pinte con tenues matices enternecedores, con la alegría de las flores en la primavera y la calidez del sol matutino. “No sé cómo sentarme a tu lado podría ayudarte con eso”. Siendo sincero, la excusa es tan absurda que termina siendo graciosa; mas Jiho no se opone a la idea. Colocando la bolsa con medicinas sobre la mesa de centro, se dirige hacia el lugar indicado, tomando asiento con la espalda erguida y ambas manos sobre las rodillas. Entonces, dirige toda su atención hacia Joongi y sus grandes ojos oscuros, hacia el contorno de su nariz y barbilla, apreciando silencioso la armonía de su rostro, así como los leves tonos rosados que tiñen la piel a causa de la fiebre, del resfriado; y es ahí cuando le sonríe, la curva de sus labios formando una sonrisa suave y delicada, cargada de una dulzura que solo sus propios iris pueden equiparar. “Supongo que no pasa nada si te acompaño unas horas. Pero tengo que preparar la cena en breve”. Murmura, una mano extendiéndose hacia el empresario y deslizando sus dedos cariñosamente entre las hebras alborotadas, provocando que la capucha que le cubre caiga hacia atrás. “Oh… Nunca imaginé que tu cabello fuese tan esponjoso”. 

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Se encontraba perfilando su corbata el momento que siente la anatomía ajena próxima a él, replicando con la genuina curvatura de sus labios que sólo el castaño podría ocasionar, desde hace ya un tiempo, le era imposible no responder las gesticulaciones ajenas, la compañía de Jaewon era siempre una razón para detonar felicidad. -Prometo que esto te gustará, tal vez no es tan usual, pero estoy seguro que va a ser de tu agrado.- después de todo, el más pequeño era un ejemplo de la opulencia y el buen sentido del gusto. -Por aquí- enfatiza, antes de lanzar su mano en señal de tránsito para que el otro pueda pasar a sentarse en el lugar donde dos tarjetas tenían sus nombres y esperaban por ellos. -Cuando esté al frente, por favor no me distraigas con esa sonrisa tuya, o olvidaré el discurso.- bromea, con la intención de mantener el suspenso.

         “¿A dónde vamos tan elegantes?” La intriga le carcome, un par de ojos rebosantes de curiosidad están delatándole. Porque aunque a Jaewon le encanten las sorpresas, no puede evitar esa necesidad de husmear entre la verdad. “Esta ocasión no dijiste demasiado, ¿debería asustarme?” Sus palabras resuenan juguetonas en las paredes del amplio pasillo alfombrado, mientras Jaewon, con una sonrisa ladina decorando sus labios, se aferra cariñosamente al brazo ajeno, intentando mirarle de reojo en busca de respuestas.  ╱  ( @cbjoonho​​ )

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El momento había llegado, las luces reflejadas en su rostro así lo denotaban. La canción que había escrito con todas el entusiasmo albergado en su alma, conducida por una pluma de acordes reflejo de sus sentimientos por el solista, iba a ser expuesta a la multitud que impaciente los clamaba. Su pecho incontrolable parecía desbordarse por la emoción, aquella que había recuperado desde que Jiho le había regalado su compañía. Una pequeña sonrisa con esfuerzo contenida se dibujó en su rostro, cuando de repente, sufrió una inyección de adrenalina al escuchar al otro entonar, de manera imprevista, sus melodías.

La voz de un ángel abrazaba aquella pieza que tanto le había costado crear, misma que de manera inexplicable sintió como si la hubiese practicado reiteradas veces en sus sueños. Estupefacto le fue imposible arrebatar la mirada del contrario, esperando dar tanta energía como la que el se encontraba regalando al público. “Si existe una próxima vez, yo quiero ser el origen de su inspiración”, pensó, antes de reproducir la nota final con sus manos, en medio de la oscuridad esparcida por el escenario.

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Nunca era un buen día en el trabajo, buscaba una ducha y dormir, pero el no estaba casado con su trabajo, sus compañeros eran simplemente molestos y aunque no debía hacerlo, demostraría que se equivocaban. No le tomó mucho llegar al lugar donde había programado el acontecimiento de una cita, todo esto era bastante nuevo para él, no le convencían estas formas de comunicación, si no había funcionado antes, ¿por qué ahora sería diferente? Estaba consiente que un hombre viudo podía rehacer su vida, era sólo que no tenía tiempo suficiente.

Una vez en el restaurante, adelantó su postura, abriendo paso a su gabardina negra conjugada a la perfección con el reloj que colgaba de su muñeca. El olor del lugar era agradable, al parecer el decorador tenía un gusto exquisito. Caminó atravesando el rechinar de los cubiertos recién pulidos y las ligeras risas de los presentes, hasta por fin encontrar su mesa y a su cita esperando sin percatarse de que estaba al frente.

—Es una pena no haber podido llegar para acomodar tu silla, pero prometo recompensarte, esto es un poco nuevo para mí, pero soy tu cita esta noche.—

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La oscuridad que había sido disipada desde el primer instante en el que el rey encontró sus ojos con los del otro, acrecentaba rezagante en su pecho, destruyendo sus sentidos, perfilando la imagen de quien inscribía un ser que había perdido su camino dentro de la vida. ¿Cuál es el resultado de un sujeto sin razón errando el mundo, después de todo?. Su cuerpo reaccionaba gracias a sus primeros instintos, pero era incapaz de formular acciones por su cuenta, era testigo de lo que pasaba, el peso en el cuerpo contrario se lo relataba, no había que hacer. Debido a él, a su existencia, su estatus social, el único ser capaz de darle sentido a su vida se encontraba en agonía. La negación se apoderó de su mente, no podía percibir a los sujetos a su alrededor, como si todo desapareciera de a poco y encerrara a los dos. “Nadie fue importante nunca, todo para lo que vivo es él”, retumbaba su razón sin cansancio. Incluso en la noche más sanguinaria o la crisis peor percibida, la única razón para caminar era JiHo, vivir sin el era simplemente un lujo que el no podía permitirse.

Llevó sus dedos hasta sus labios, silenciándolos de a poco, recostó al otro contra su brazo y ahogó sus angustias en un beso. —Estoy justo aquí, donde siempre estaré, sin importar que pase. Ahora debes descansar, por favor déjalo todo en mis manos.— Cualquier sentimiento encarnado en el alma perdida del rey, había perdido todo sentido, por lo que convencido cobijó al contrario en sus brazos, sin dejarle sólo ni un sólo segundo. —Necesito a toda la caballería real, la que defiende al pueblo, la que se encuentra en las fronteras, aquella que mueve nuestros pactos comerciales. Si mi rey muere, todos moriremos con él. Traigan a todos los curanderos del pueblo, brujas y herejes del mundo, quiero a todo aquel capaz de hacer algo por él. ¡Es una orden! Usad la fuerza si es necesario.— admite sin titubear, con todos sus sentidos en acción. El sujeto no había perdido la cordura, más bien, concentraba sus sentimientos de desesperación en una sola cosa, su amado.

—Antes de regresar aquí sin una respuesta, recuerden que: ¡ÉL ES MI MUNDO!— admite sin quebrantar la voz al despedir sus tropas, incluso cuando su alma sucumbía en pedazos.

El dolor parecía ser tan profundo y duradero que cualquier hecho fuera de su cuerpo se había convertido en un hecho aislado. Él no se movería de su lado, no lo abandonaría, lo perseguiría a donde fuera. Este mundo se encontraba repleto de criaturas mitológicas, diversos magos, e incluso entes de oscuridad, cualquier solución sería la adecuada, no importaba el sacrificio, la desesperación de los otros, sólo el bienestar de la luz de su corazón.

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El olor a sangre es palpable en el lugar, así como los retazos escarlatas que se esparcen por doquier producto de la danza de espadas, encarnada en la lucha por salvar al rey de la invasión, formando la más agobiante escena, donde los gritos de guerra se suman al inevitable hecho que a través de esta repercute. El ejercito del rey era enorme, temido por el mismo su nombre hacía eco en las paredes del pueblo, pero tal cual su fortaleza, su debilidad también era ya conocida. El campesino humilde, sin ambiciones y rey segundo constituía el único punto débil del rey premiado con los poderes del fuego. Desde el día en que lo había conocido, terminó cometiendo un error brutal, mostrar al mundo el talón de Aquiles de un poderoso. Sería cuestión de tiempo para que alguien arrebatara de el a la luz de su corazón, apagando el fuego de su fugaz alma. El rey se encontraba peleando con los poderes del fuego, así como con la espada de luz que su esposo le había entregado en cuanto se percató del altercado. Las grietas de su cuerpo volvieron imposible la alerta del instinto de supervivencia propio, lo único que sus ojos buscaban era a su amado. Implacable destrozó a todo aquel que se cruzase en su camino, sin importar las repercusiones que aquello aconteciese. —JiHo, la luz de mi alma, ¿Dónde estás?— añadió con desespero, mientras golpeó al último de los guardias enemigos frente a la puerta que finiquitaba el comedor real. Aquel estruendo en la vieja madera del objeto inanimado fue suficiente para abrir la puerta y entre crujidos tejer la escena que el alto estaba por divisar. Encontró al otro, que tanto buscaba, con una sonrisa en el rostro y la mano en uno de sus brazos, conteniendo lo que parecía una herida, pues habían conseguido lastimarle. —Pensé que lo peor había pasado, ahora estoy aquí, nada va a pasarte.— marchó hacia él con ímpetu, cuando de pronto la espada de luz se evaporó, así como la luz de os ojos contrarios. —¡NECESITO AL MÉDICO REAL, PRONTO!— anotó con desespero, antes de sostener al otro en su regazo, tomar delicadamente su mano y llevarla hasta sus labios, en búsqueda de una lamentable esperanza perdida.

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          Una amarga despedida es el único recuerdo que queda en él, ojos llenos de angustia observando como su esposo rompe el abrazo que ofreció, partiendo hacia un campo de batalla del cual, quizás, no regrese; uno al que no tiene permito acompañarle. Por mucho que rogó y suplicó, a pesar de cada lágrima que derramó, la rotunda negativa jamás cambió, y con un beso en la frente, bendiciones susurradas como una oración, Jiho lo despidió, siendo obligado a ocultarse en la penumbra. No es más que una flor, piensa, un hijo de la primavera entre el verdor del bosque, hermoso y suave, delicado e inerme frente a la vida, un rey benevolente y compasivo, a quien la guerra no había mancillado hasta ese momento; porque cuando el sonido de los cristales rotos hace que su sangre se transforme en hielo, sabe que nunca volverá a ser el mismo. Vive, es la única palabra que resuena en su inquieta mente, vive para sujetar la mano de tu amado un día más, para que su sonrisa entibie tu corazón y su cariño llegue a ti en la forma de una caricia, del beso más puro acariciando tu piel, debes vivir. Sólo así su cuerpo es capaz de reaccionar, una mano empujando la puerta y otra, aventando las finas telas de la capa que se ha quitado, reduciendo el peso sobre los hombros, antes de echar a correr escaleras abajo. Las piernas le tiemblan y su pecho se estremece al escuchar otro par de apresurados pasos persiguiéndole, la agitada respiración de quien casi inhala en su nuca; mas no se dará por vencido, luchará hasta el final en esta carrera contra reloj. Cuando alcanza el pasillo principal, las resplandecientes armaduras que lo decoran son despojadas de sus armas, manos dudosas se aferran a una antigua lanza, tratando de defenderse de la afilada cuchilla que busca perforarle; y en ese ajetreo, en medio del calor de la batalla que escucha a la distancia, finalmente comprende que el objetivo real nunca fue Joongi. Cuando su única defensa es despedazada y son sus propios gritos de dolor los que resuenan en ese solitario lugar, se percata de que siempre fue una trampa. Implacable, la deslumbrante hoja del cuchillo se desplaza con rapidez hacia él, reflejando los rayos de un atardecer carmesí y naranja, viva imagen de muerte y sufrimiento; el corte penetra su brazo derecho dejando a su paso una herida profunda y extremadamente dolorosa, punzando, escociendo, consumiéndole desde el interior con el ardor de aquel veneno que fluye sin prisas por su torrente sanguíneo, asesinándolo tortuosamente. Desde ese punto, todos son recuerdos borrosos, incapaz de recordar con claridad los victoriosos ojos del enemigo y con la mente perdida en la agónica niebla de la desesperación, su débil cuerpo le lleva, a rastras, hacia la habitación más cercana, aquel comedor donde halla un refugio temporal y, prontamente, también a su rey. Los ojos de Jiho se iluminan durante unos efímeros segundos, tan claros y despejados como el cielo nocturno de ese fatídico verano, ojos rebosantes de un brillo estelar al ver a su esposo. “Joongi…” Susurra, voz quebrándose ante la sorpresa y el alivio. Todo lo que desea es regresar a sus brazos, recibir una promesa de estarán bien, pero al extender las manos para alcanzarle, el mundo se desvanece en un parpadeo. Flaquea, cayendo de bruces hacia el suelo y el cálido abrazo que esperaba ya ni siquiera puede sentirlo, no cuando su lucidez empieza a corromperse. “Joon… gi”. Le llama una vez más, un conjunto de dedos temblorosos luchando por cerrarse en torno al agarre y fracasando en el intento; la hermosa voz que siempre ha entonado canciones para su rey solo puede emitir un gemido de dolor al sentir el efecto del veneno avanzando. “No puedo… No… Verte… ¿D-Dónde estás?” 

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El empresario, era una persona en extremo estratégica, planear cada momento de su vida tanto comercial como personal constituían el leitmotiv de su vida, era así como concebía de hecho su comunicación con el resto. A pesar de que Jiho era la notable excepción de Joongi en más de un sentido, una de sus mayores herramientas no escaparía la oportunidad de ser ejecutada con el objetivo de sorprender al más pequeño, especialmente si después de aquel acontecimiento, consiguiera una sonrisa por recompensa, esa que tanto le gustaba apreciar. Por primera vez en su vida, había conseguido organizar una fiesta al nivel de los superfluos gustos acuñados en sus camaradas de negocios; con sus escorts favoritos, alcohol ostentoso, y las substancias necesarias para asegurarse de que la fiesta constituya el impedimento suficiente como para conseguir intercambiar algunas palabras con la luz de su corazón. El dinero gastado no era importante, el sujeto de malos hábitos le había platicado del plan que tenía ya organizado con Jiho, así que debía destruirlo sin que el más pequeño se enterase. Orgulloso de la hazaña tejida y expectante a la reacción del otro, caminaba con un uniforme de repartidor, opacado por una gran caja que ocultaba su rostro, adentro de ella, la sorpresa que había decidido usar como herramienta para dibujar la sonrisa en el lienzo facial ajeno. El corazón frenético acrecenta su ritmo al tiempo que los pasos del opuesto comienzan a dudar, como si de un adolescente primerizo en el amor se tratara. Una vez que está próximo al timbre de la puerta llama al timbre indicado, después de elocuentemente pronunciar. —¿Esperabas a alguien?— la sonrisa se forma en su rostro de manera automática, denotando la emoción encarnada en su centro.

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Bajo la penumbra en la noche iluminada por el brillo de la luna, que abre camino como si deseara dividir el cuadro que forma una noche más, mediada por la tragedia, incluso más espesa que la neblina, yace él, sentado en aquel comedor blanco como la nieve, pulcro como él, Jiho, el hombre que le habían arrebatado para siempre. —¡No!, todavía está en este mundo, puedo sentirlo— deja escapar desde el susurro hasta la agresividad de su voz, al tiempo que las lágrimas se desprenden de las cuencas de sus ojos sin modificar la expresión del más alto. Ha pasado tantas veces por este suplicio, que ya no sabe cual es el verdadero camino que debe transitar para que su alma vuelva a brillar. Con absoluta resignación incorporó su cuerpo, para después colocar el único recuerdo de su amado, inclinado en la silla frente a él. —Me arrojo sobre este trono roto, esperando su regreso.— añade con determinación, al tiempo que divisa en la hoja de la espada los momentos vividos con el otro. Era costumbre cada 14 de febrero llevarlo a aquel lugar donde lo conoció en esta vida. Por encima de la montaña con los tulipanes decorando los ojos tan brillantes como la pureza de su alma y no al revés, había aparecido después de una larga búsqueda, pues había sido muy difícil hallarlo. Eso sí, al momento que lo vio por vez primera, fue capaz de encontrar cada aspecto alojado en el fondo de su corazón; la piel blanca cual nieve de invierno, los ojos claros y al tiempo brillantes aludiendo a la luz que ilumina la vida del rey, sus vestimentas haciendo apología a la simetría de sus medidas y finalmente esa sonrisa implacable en su rostro. A pesar de tener todo el dinero del reino, Jiho siempre prefirió las sutilezas de la vida, esa era la razón por la que Joongi se había enamorado de él en cada una de sus vidas, desde la pobreza hasta la riqueza, en callejones vacíos hasta la opulencia de un reinado, el lugar en realidad no conllevaba importancia alguna, más que adornar la relación que cada vida se tejía entre los dos. Aun recuerda quien fue el que confió en su persona a pesar del rechazo de todos, ese mismo sujeto que constituye la luz de su alma, el motor de su vida, su propia fuerza vital, aquel que se niega a perder y por el cual es capaz de devastar todo a su paso sólo con el objetivo de verlo sonreír una vez más. —En un mundo sin amor, no significa nada— admite, al tiempo que recuera el sentido de la existencia encarnada en la pareja destinada a morir cada vida por el bienestar de la humanidad. Jiho, ¿desearía verlo destruyendo todo a su paso sin importar las consecuencias? Los pensamientos atormentan su alma, destruyen su voluntad y finalmente terminan por condensarse en la misma hoja donde yace la razón por la que continúa vivo. De manera brusca se levantó, tomó el arma que contenía aquellos recuerdos de quien fue, es y será la persona más importante en su vida y finalmente caminó hasta el cuadro dividido con la luz de la luna, el mismo lugar que dio lugar a tan devastadora escena. —Sería capaz de cuestionar a la misma muerte si eso fuera necesario, pero ¿por qué Jiho?, ¿Por qué te niegas a responderme?— No importa cuanto le llevaría, JoonGi volvería a plantar los tulipanes con su amado, la negativa constituía en la narrativa de la incongruencia en su contexto, el hallaría la forma. 

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El olor a sangre es palpable en el lugar, así como los retazos escarlatas que se esparcen por doquier producto de la danza de espadas, encarnada en la lucha por salvar al rey de la invasión, formando la más agobiante escena, donde los gritos de guerra se suman al inevitable hecho que a través de esta repercute. El ejercito del rey era enorme, temido por el mismo su nombre hacía eco en las paredes del pueblo, pero tal cual su fortaleza, su debilidad también era ya conocida. El campesino humilde, sin ambiciones y rey segundo constituía el único punto débil del rey premiado con los poderes del fuego. Desde el día en que lo había conocido, terminó cometiendo un error brutal, mostrar al mundo el talón de Aquiles de un poderoso. Sería cuestión de tiempo para que alguien arrebatara de el a la luz de su corazón, apagando el fuego de su fugaz alma. El rey se encontraba peleando con los poderes del fuego, así como con la espada de luz que su esposo le había entregado en cuanto se percató del altercado. Las grietas de su cuerpo volvieron imposible la alerta del instinto de supervivencia propio, lo único que sus ojos buscaban era a su amado. Implacable destrozó a todo aquel que se cruzase en su camino, sin importar las repercusiones que aquello aconteciese. —JiHo, la luz de mi alma, ¿Dónde estás?— añadió con desespero, mientras golpeó al último de los guardias enemigos frente a la puerta que finiquitaba el comedor real. Aquel estruendo en la vieja madera del objeto inanimado fue suficiente para abrir la puerta y entre crujidos tejer la escena que el alto estaba por divisar. Encontró al otro, que tanto buscaba, con una sonrisa en el rostro y la mano en uno de sus brazos, conteniendo lo que parecía una herida, pues habían conseguido lastimarle. —Pensé que lo peor había pasado, ahora estoy aquí, nada va a pasarte.— marchó hacia él con ímpetu, cuando de pronto la espada de luz se evaporó, así como la luz de os ojos contrarios. —¡NECESITO AL MÉDICO REAL, PRONTO!— anotó con desespero, antes de sostener al otro en su regazo, tomar delicadamente su mano y llevarla hasta sus labios, en búsqueda de una lamentable esperanza perdida.

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Snif...

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Podría haber perpetuado su puesta en escena excusatoria acerca de su aspecto físico, cómo no hacerlo después de venir intentando permanecer reluciente frente al hombre que inspiraba sus días desde la primera vez que lo vio, no obstante el sólo hecho de tener la piel del contrario tan cerca desencadenó en la completa calma por su parte. Cual adolescente preocupado por banalidades en su primera cita, no podía dejar de pensar en lo desordenado que se veía su cabello. Si esto no fuese tan importante, por qué el contrario siempre robaba las miradas de los presentes con su sola presencia en cada evento acontecido. Cada pieza en su silueta encajaba con los cortes de sus prendas, haciendo que de manera hasta carente de realismo, pudiera jugar con el color de su piel. Aunque quiere contestar desea conservar el contacto que de manera extraordinaria, el ajeno había iniciado. Tomó la mano del otro con delicadeza, intentando maniobrarla hasta abajo, al tiempo que jugó con los dedos opuestos, con el sólo objetivo de no soltarla. Se encontraba preparado para contestar, pero las palabras del otro llegaron cual armonía apaciguadora en una noche tenue de infortunios, esa siempre fue la manera de proceder por parte del contrario, sin todavía saber la razón o siquiera imaginarla Jiho poseía las respuestas a cada uno de sus miedos, su mera existencia permitía que el otro permaneciera presente. — ¡Entonces pudiste arreglarte menos para hoy! — agrega a forma de reclamo, sin exasperar su voz por su puesto, con un tono bastante infantil. —No obstante estoy muy feliz de verte, debería cocinar algo o prepararte un té. — añade de inmediato incluso cuando lo único que necesitaba era permanecer en su cama escuchando la cálida voz del más pequeño, por alguna razón siempre le tuvo miedo a las despedidas, porque sabía fuera de su espacio, el no respondía más a su corazón, sino a quien en las tinieblas había forzado a responder por él a través de chantajes, ese hombre al que no puede siquiera tenerle un sentimiento efímero de respeto. —Tienes razón, ahora que lo pienso debería abrigarme más, ¿por qué no me ayudas con eso? — responde impertinente, pues a pesar de la consideración que tiene por el contrario, no puede controlar sus primeros instintos. —Prometo que si puedo estar a tu lado un par de horas podré mantener mi temperatura corporal y por consiguiente sentirme mejor, sí eso no te molesta por supuesto. — añade, luego de caminar hacia su sofá, dando ligeras palmaditas en el mismo, para de inmediato proceder a sentarse.

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Un hombre aletargado por la inoperancia de sus acciones que además debe continuar con la escena que ha planteado para asegurar el bienestar ajeno, es el único proceder con el que puede revestir su deplorable papel. No entiende hasta cuando ni como es que ejecutará de manera adecuada sus promesas, pero de algo está seguro, nada sale de su boca sin el compromiso que un verdadero sujeto caracteriza. Mientras siente al otro tan cercano y a la vez distante, intenta con todas sus fuerzas atesorar el momento al tiempo que su cabeza pretende figurar como apartar al más pequeño de aquel impenetrable centro de tormento que había creado, no obstante los óbices característicos de cada noche de gala en la que ferviente iba en su búsqueda habían caído. Si el autor era o no el verdadero JiHo no importaba, pues sus ojos lucían más apagados que los botones oscuros de su  implacable smoking. El dolor irrevocable infla el pulso sanguíneo, moviéndose continuamente hasta el centro del alto, produciendo una profunda llamarada en el pecho. JoonGi no es un idiota, por el contrario lo ha sabido hace un tiempo, aquel hombre de pulcro atuendo y piel blanca como el hielo de invierno tiene su corazón, ha sido así por un período largo de tiempo. Los ojos contrarios pueden sentirse desde su anatomía, pero flaquear no podría ser una salida. Se lo repite una tras otra vez, al final el resultado es casi tan ineficaz como la capacidad de aquel ebrio por mantener la cordura. Dio la vuelta en su terreno justo al momento de escuchar las primeras palabras contrarias, ahogando al otro en un abrazo que lejos de representar los deseos propios, requería el conocimiento ajeno de su presencia. El estaría ahí siempre, a menos de que su vida quedara aplacada por cualquier acto impredecible de su vida. Tomó la nuca del ajeno, apretándola con ligereza hasta su pecho, al tiempo que intentó con el brazo libre tomar al otro para con su ser.  —La única bondad que debería ser retribuida es la de un ser capaz de enfrentar a un monstruo cada día de su vida.��� Sus emociones incontrolables viajan por sus torrentes hasta que se detienen en con veracidad y pulsión en sus párpados. El hombre alto y de voz gruesa no suele quebrarse con facilidad, no después de una lucha implacable para mantenerse fuerte frente a cualquier eventualidad de la vida, su carácter ha sido forjado en el frío metal que lo compone. No obstante, ahí yacía la única debilidad que jamás pudo arrancarle.

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La mirada del otro interrumpe su momento de histeria para enseguida dosificar su cuerpo de la forma en que solo JiHo puede. Deseaba ser él quien explotara esta vez, quería sentirse importante sólo por un momento. No obstante, la revelación del otro frente a él le desmostó lo egoísta que podía llegar a ser, incluso de manera inconsciente. Después de todo, no era él quien tenía que lidiar con una persona violenta. La voz contraria irrumpe en su furia, controlando cada rezago a su paso. En seguida siente las manos del otro cerca, impulsándolo a abrazarlo para asegurarle que estaría protegido por toda su vida si así le permitiese. Aun así, era imperativo para el respetar el momento de dolor por el que pasaba el contrario, y no aprovecharse de su estado, incluso cuando lo tuviera frente a él tan frágil y carente, no sería capaz de ser impertinente, era definitivo, el egoísmo no definía a JoonGi. Sin siquiera mover sus manos para preservar el calor engendrado en la cercanía ajena, pronunció. —No importa, debemos salir de aquí entonces. No regresarás con él.— No le prestó atención, cuanto sí atenta escucha a cada una de las palabras contrarias, no obstante, su prioridad era la tranquilidad del más pequeño, en tal virtud, deseaba mantenerlo a salvo, sería capaz de hacer un pacto con el peor de sus temores, con sólo lograr mantenerlo tranquilo. El panorama no era el mejor, pues el lugar donde se habían hospedado estaba completamente lleno y no había forma de volver a la ciudad, frente a ello y sin siquiera dudarlo, anunció. —Jamás serás una molestia en mi vida, es todo lo contrario. Sígueme, todo va a estar bien.— su postura e irrelevancia frente a la adversidad eran las únicas armas que podía otorgar al otro, incluso cuando quería entregarle un abrazo que liquidara sus miedos, deseaba respetarlo hasta el final. 

— Gracias — Solo por esta noche, esa efímera promesa es lo único que necesita; aquella en la que alguien le asegura que todo estará bien. A diferencia de Joongi, él ni siquiera piensa en las posibilidades que el entorno puede ofrecer, cegado como está por la confusa tempestad que son sus sentimientos. Pero al menos, ahora es capaz de respirar con mayor calma, de controlar su pulso y latidos, de sentir el peso dentro de su pecho disminuyendo notablemente. Sus manos caen inertes a los costados, pero de inmediato les exige funcionar y los delgados dedos sujetan la manga del elegante saco que porta el empresario; como si se tratara de un infante extraviado, aferrándose al primer adulto de confianza. Es obvio que él ya no es un niño, aunque tal vez sí se siente igual de perdido, difuso e indefenso ante las vergonzosas circunstancias. Silencioso, camuflando cualquier temblor de sus labios o escozor de la nariz, Jiho emprende la marcha detrás del más alto, siguiendo por inercia cada paso que lo aleja de su supuesta habitación, que lo aproxima a un lugar donde la presencia de Ilsung no le atormente. De pronto, eleva su mirada y la clava sobre la espalda ajena; los ojos se desplazan hacia los hombros anchos y musculatura fuerte, a la nuca visible y el cabello bien peinado. En contraste, el músico se siente demasiado pequeño, endeble y de apariencia menos pulcra, un ser diminuto caminando detrás del hombre imponente y fuerte que siempre sale en su defensa, dispuesto a auxiliarle. — Qué habría sido de mí si no te encontraba en el pasillo — Pregunta sin desear una respuesta, siendo el sonido de una amarga risa aquello que reafirma lo retórico de la interrogante. Y, de manera inconsciente o no, afianza con mayor fuerza la ropa entre sus dedos, negándose a soltarla antes de llegar al destino. — Un día voy a retribuir toda tu bondad. Lo prometo…

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No se trataba de un sujeto violento, su fama lo precedía, nadie pudiera aludir argumento tal como el alto y castaño en sabiendas de ser un hombre capaz de iniciar una problemática. No obstante, todo este comportamiento ejemplar estaba a punto de entrar en un momento crítico, pues nunca se sintió tan impotente y triste al mismo tiempo, su corazón se estremecía hasta el punto de sentir el dolor ajeno, la herida más letal de su infancia no podía comparársele, aun así sin importar cuantas veces pensara en lo acontecido, no podía idear una forma de calmar sus sentidos. En medio de la penumbra y la mente nublada por cometer una locura, sintió los pequeños dedos sosteniendo su vestimenta. Sólo en aquel momento un golpe desmoronó su corteza, para que comprendiera que el hombre a su lado era la prioridad en el momento y así mismo el shock por el que estaba pasando. Si su corazón sentía un vacío, de seguro era porque la sonrisa del otro se había apagado. Con el corazón palpitante y por primera vez en su vida atormentado por un ataque de impulso, tomó al otro hasta tenerlo en frente y justo antes de entrar a la habitación, sonrió en lo que en realidad parecía el origen de una lágrima y envolvió al otro entre sus brazos, fundiendo su frustración en seguridad para el contrario.  — Entonces vuelve a sonreír por favor, no ahora ni en un tiempo, pero cuando estés listo. Estaré ahí sólo para verlo de nuevo.— Ni si quiera la vida podría explicar el porqué un hombre como él se encontraba subyugado por un despojo de humano, asunto en que lastimosamente por respeto al contrario, no podía indagar. Necesitaba mantener el abrazo y con él su promesa de seguridad, no obstante, debía arreglar las cosas para comodidad de su huésped.  —Espero no molestarte, no necesitas más de ello por esta noche.— murmuró, al tiempo que recogió sus brazos y entró a la habitación. 

El lugar era ostentoso, tal cual lo eran los dos hombres dentro de él, pero no estaba preparado para huéspedes, así que en una hábil y galante jugada, decidió obedecer su primer impulso.  —Puedes usar la cama, yo estaré bien en ese sofá, por favor no lo rechaces, sólo por esta noche permíteme cuidarte. — 

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Never one...

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Las palabras mortales, o de otras criaturas le aturden de manera genérica, pero sólo porque su par el contrario se encarga de las historias de las víctimas, no tiene que ver ni siquiera un poco con la indolencia frente a los otros, sino más bien con la admiración desenfrenada hacia las palabras de su compañero. Por supuesto, al lobo no le interesa nada más que su otra mitad, no obstante, ama descubrir el mundo a través de los ojos del contrario. Es una criatura diferente, la felicidad le provoca diferentes emociones, pero la cálida y tranquilizante voz de la oveja no le provocan desgarrar y destruir, sino que acurrucar y proteger, esa es una de las razones por las que siempre está corriendo al rededor de su compañero. Implacable mira al contrario, desea terminar lo que empezó, no puede resistirlo por un segundo más, pero jamás desobedecería las palabras ajenas. Los enunciados contrarios controlan el ímpetu de su hambre, como si de suaves roces acariciaran su cabello se tratara, haciendo que se regocije ante el otro. Buscó los ojos del contrario con el objetivo de escuchar cada palabra, nadie podía detener el elocuente discurso de su compañero cuando el lobo clamaba por una historia.   — RAWHR — exhaló con la fuerza estridente de su espíritu de furia, corrió hacia quien la oveja había condenado, pero justo antes de atinar el golpe que empezaría la desgracia del contrario, mencionó  — ¿Para así siempre tener un amigo? — Sabía la respuesta, pero sin importar cuantas veces podía escucharla, el constante recuerdo de su significante le provocaba una euforia inexplicable, capaz de darle suficiente fuerza como para acabar con un ejercito en nombre de su compañero, el sujeto que más amaba en este mundo de penumbra, la única razón de su existencia. Las pisadas dejaban marcas en la nieve, mientras que pequeñas gotas de la misma, volátiles en el aire perfilaban su figura, si la oveja deseaba que empezara partiéndolo a la mitad, así sería.  — Vamoooooos, huye, grita, coooorreee. — mencionó mientras un estridente y temible sentido salió de sus labios.

[cbjoonho]

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Las palabras mortales, o de otras criaturas le aturden de manera genérica, pero sólo porque su par el contrario se encarga de las historias de las víctimas, no tiene que ver ni siquiera un poco con la indolencia frente a los otros, sino más bien con la admiración desenfrenada hacia las palabras de su compañero. Por supuesto, al lobo no le interesa nada más que su otra mitad, no obstante, ama descubrir el mundo a través de los ojos del contrario. Es una criatura diferente, la felicidad le provoca diferentes emociones, pero la cálida y tranquilizante voz de la oveja no le provocan desgarrar y destruir, sino que acurrucar y proteger, esa es una de las razones por las que siempre está corriendo al rededor de su compañero. Implacable mira al contrario, desea terminar lo que empezó, no puede resistirlo por un segundo más, pero jamás desobedecería las palabras ajenas. Los enunciados contrarios controlan el ímpetu de su hambre, como si de suaves roces acariciaran su cabello se tratara, haciendo que se regocije ante el otro. Buscó los ojos del contrario con el objetivo de escuchar cada palabra, nadie podía detener el elocuente discurso de su compañero cuando el lobo clamaba por una historia.   — RAWHR — exhaló con la fuerza estridente de su espíritu de furia, corrió hacia quien la oveja había condenado, pero justo antes de atinar el golpe que empezaría la desgracia del contrario, mencionó  — ¿Para así siempre tener un amigo? — Sabía la respuesta, pero sin importar cuantas veces podía escucharla, el constante recuerdo de su significante le provocaba una euforia inexplicable, capaz de darle suficiente fuerza como para acabar con un ejercito en nombre de su compañero, el sujeto que más amaba en este mundo de penumbra, la única razón de su existencia. Las pisadas dejaban marcas en la nieve, mientras que pequeñas gotas de la misma, volátiles en el aire perfilaban su figura, si la oveja deseaba que empezara partiéndolo a la mitad, así sería.  — Vamoooooos, huye, grita, coooorreee. — mencionó mientras un estridente y temible sentido salió de sus labios.

[cbjoonho]

Mantiene sus pasos sostenidos de izquierda a derecha, derrapando un poco el calzado en el camino, tal vez sus habilidades no son suficientemente buenas para la evasión como es el caso del hombre a su diestra, no obstante puede mitigar el daño recibido de sus enemigos y concentrarse en atacar. Si Jiho se encontraba dándolo todo, no podía simplemente quedarse sentado como un espectador, era momento de hacer más que buscar protegerlo. Buscó al otro con la mirada, al tiempo que se preparó para buscar aquel punto débil antes planeado.  —A sus órdenes— admitió, mientras una delicada sonrisa se desprendió de su rostro. De verdad disfrutaba cuando Jiho llevaba el liderazgo en este tipo de experiencias, aunque no lo admitiera, en cierta forma hacía que su cuerpo desbordara seguridad. Las manos juguetonas del contrario, sólo hacían que el recordara los momentos de paz que solían pasar juntos, deseaba tenerlos para siempre, pero la realidad era otra, si no se atrevían a combatir, perecer era la única expectativa. Abrazó el recuerdo de las blancas y cálidas manos del contrario simplemente para utilizar la fuerza sobre a quienes debían enfrentar, porque el motor de la fuerza del guerrero no tenía nada que ver con los ideales de su tribu, sino más bien con mantener los ojos del contrario resplandeciendo a costa de lo que fuera. Es verdad que daría su vida misma para no tener que arriesgar al contrario, pero al final del día, su amado era un guerrero de primera clase al igual que él, subestimarlo sólo implicaba no amar incluso las partes más sutiles que le componían y JoonGi era capaz de apreciar incluso su rostro iluminado por el sol cada que veía al contrario levantarse —Busquemos una forma de terminar esto, entonces — añade de inmediato para correr tras el con el objetivo de practicar su estrategia. 

Pendiente a cada movimiento del contrario, cambió su arma a distancia para calcular exactamente donde disparar en el momento más oportuno, sin siquiera titubear fue en frente del enemigo, nada podía hacer que la confianza en su compañero se desvaneciera. En el momento de la coalición, vio el brillo de la técnica contraria, sabía que era el momento de un disparo contundente, así que se tumbó hacia un costado y agarró el arco de su espalda, empalo el mismo en el suelo y obedeció las órdenes contrarias, un tiro certero con aquel arma sería suficiente para acabarlos. El humo recorrió todo el terreno, llevando consigo toda fuerza maligna a su paso, el sujeto frente a ellos se desvanecía con la desaparición del camino que acuñaba la flecha, al tiempo que la oscuridad se disipaba con los brillos de la técnica aliada. Al parecer, era sólo el principio. A su derecha e izquierda, se encontraban por lo menos tres monstruos más y esta vez se encontraban muy cerca como para planear una retirada. Retomó su arma en la espalda y la cambió por un arco pequeño, intento apuntar los ojos del monstruo cercano a Jiho, no obstante el de su espalda se preparaba para arremeter un ataque contundente.  — ¡Detrás de ti! — aludió, antes de inhabilitar la criatura que amenazaba al contrario.

cbjoonho

Ni siquiera había pasado por su cabeza escapar de aquel golpe, su agilidad no era la suficiente para evadirlo, por ende, intentó mitigar sus efectos a toda costa. Por su puesto, a veces olvidaba la destreza del más pequeño, o más bien, quería necesitarlos sólo cuando fuere estrictamente necesarios, ese era el objetivo de su entrentamiento, protegerlo. Los fragmentos del escudo ajeno se dispersaban al mismo tiempo que su sonrisa cobraba forma en su rostro, levantó la mirada moviendo su cabello hacia un lado, al tiempo que deslizo rapidamente su palma sobre un lado del perfil ageno. —¿Existe forma de dañarme cuando estamos juntos?— responde jueguetón, siempre disfrutó de fectuar ese tipo de coqueteo con el otro, incluso cuando estuviesen en medio de algo importante. 

Por su puesto, el momento del romance no puede dudar mucho, al menos no de esta forma, necesitaba concentrarse en el lugar para que pudieran salir de ahí a la brevedad posible, pues sus fuentes de energía no eran ilimitadas e incluso peor, los poderes de Jiho no podían ser desperdiciados, pues requerían un costo que aunque quisiera ocultarle, él los conocía. — No uses todas tus fuerzas protegiéndome, puedo soportar más de lo que crees, aun así, me hace feliz tenerte como aliado. — menciona de inmediato antes de escuchar la alerta.

La crecinte luz permite vislumbrar la criatura que intentaba consumirlo, por lo que de inmediato cambió su arma a la de menor rango, intentando encontrar los puntos débiles de su enemigo. Era un experto en el ataque, pero debía mantener cierta distancia para ser certero. —¡Jiho!— gritó para clamar por su atención, al tiempo que señaló con la mirada un punto desde el cual podían detenerlo el tiempo prudente como para destruirlo con sus armas. Asentó esperando la aprobación del otro y se encaminó hacia lo concretado.  

Preocupado, lebusca con la mirada, aprovechando esos escasos minutos que el portador usa para reposicionarse y preparar un siguiente ataque contra ellos. Ambos ojos siempre puestos en Joongi, buscando rápidamente cualquier indicio de daño; pero él luce tan sano como hace un instante, fuerte y en perfectas condiciones para continuar con la misión. — Concéntrate — Regaña tras un suave bufido que se pierde en el ambiente, cariñoso y suave como solo Jiho sabe serlo incluso en esta peculiar situación, tomando brevemente la mano que le acaricia entre las suyas y sujetándola con fuerza, aliviado. Y aunque no quiera hacerlo, tras un segundo le deja ir, retomando su atención y cinco sentidos en terminar con esta horrible tarea; pues sabe que solo así podrán regresar juntos a casa. — Y tú deja de pedir cosas que no puedo cumplir — Palabras que zanjan una discusión ancestral entre ambos, porque nunca dejará de proteger, con toda su fuerza,aquello que más atesora. La magia empieza a canalizarse nuevamente, un suave y brillante flujo plateado que llena de calidez su ser a medida que emerge de su interior; las delicadas pero fuertes cadenas resplandecen con mayor fulgor, alimentándose de su determinación y una vez listo, salen despedidas a gran velocidad, impactando en la dirección señala por el tirador. El primer golpe no acierta, pero consigue rebelar a la criatura en todo su esplendor de caos y sombras, rugiendo amenazadora ante el peligro que presiente. El segundo golpe,por otro lado, alcanza uno de sus tobillos con la cadena derecha; siendo la izquierda destrozada de un mordisco al haberla capturado en el aire. El monstruo arremete contra Jiho, sacudiéndose de un lado a otro, tironeando con bestialidad para conseguir soltarse de la magia que lo apresa; mientras él clava los talones en el suelo, sosteniendo la atadura tanto como su cuerpo más pequeño lo permite. — ¡Dispara!      

[cbjoonho]

Ni siquiera había pasado por su cabeza escapar de aquel golpe, su agilidad no era la suficiente para evadirlo, por ende, intentó mitigar sus efectos a toda costa. Por su puesto, a veces olvidaba la destreza del más pequeño, o más bien, quería necesitarlos sólo cuando fuere estrictamente necesarios, ese era el objetivo de su entrentamiento, protegerlo. Los fragmentos del escudo ajeno se dispersaban al mismo tiempo que su sonrisa cobraba forma en su rostro, levantó la mirada moviendo su cabello hacia un lado, al tiempo que deslizo rapidamente su palma sobre un lado del perfil ageno.  —¿Existe forma de dañarme cuando estamos juntos?— responde jueguetón, siempre disfrutó de fectuar ese tipo de coqueteo con el otro, incluso cuando estuviesen en medio de algo importante. 

Por su puesto, el momento del romance no puede dudar mucho, al menos no de esta forma, necesitaba concentrarse en el lugar para que pudieran salir de ahí a la brevedad posible, pues sus fuentes de energía no eran ilimitadas e incluso peor, los poderes de Jiho no podían ser desperdiciados, pues requerían un costo que aunque quisiera ocultarle, él los conocía.  — No uses todas tus fuerzas protegiéndome, puedo soportar más de lo que crees, aun así, me hace feliz tenerte como aliado. — menciona de inmediato antes de escuchar la alerta.

La crecinte luz permite vislumbrar la criatura que intentaba consumirlo, por lo que de inmediato cambió su arma a la de menor rango, intentando encontrar los puntos débiles de su enemigo. Era un experto en el ataque, pero debía mantener cierta distancia para ser certero.  —¡Jiho! — gritó para clamar por su atención, al tiempo que señaló con la mirada un punto desde el cual podían detenerlo el tiempo prudente como para destruirlo con sus armas. Asentó esperando la aprobación del otro y se encaminó hacia lo concretado.  

cbjoonho

Vulnerable cae sobre la mirada presente del otro. Sólo le bastó la delicada sonrisa para que su cuerpo se entumeciera por una fracción de segundo, esa era la coincidencia que había posicionado a Jiho como la luz de su corazón, la inmediata respuesta de su cuerpo a cualquier reacción natural del otro. Respondió la sonrisa sutilmente, al tiempo que le regaló una efímera mirada de confianza, con el objetivo de poner en práctica el serio proceder del contrario. Movió la cabeza de un lado al otro con un espacio de tiempo cada vez. La mirada se agilizó y buscó atento la manera de posicionarse ante el primer ataque. -Los únicos que se llevarán una sorpresa son ellos. - menciona sin titubear, subiendo la barbilla en un ejercicio de seguridad. Después de todo, se habían atrevido a cuestionar a una de las parejas del orden, no había forma de que escaparan. 

Un creciente rayo de luz cayó sobre su cuerpo sin si quiera darle tiempo a reaccionar, inmediatamente usó la agilidad de su cuerpo para escapar del impacto y mitigar el daño a la menor cantidad posible, cubrió su cabeza y giró hacia un lado una vez que llegó al suelo. Sorpresivamente, aquel ataque no había si quiera rasgado sus vestimentas, mucho menos otorgado algún tipo de daño, pero había segado el campo de visión próximo, una de sus mayores debilidades. -Necesito que me guíes  a través de tu voz. Está aquí. - menciona confiado e irritable al mismo tiempo, no le agradaban los movimientos que le impiden mantener a los dos seguros en el campo de batalla. No le agradaba mostrarse vulnerable.

En esa mirada firme y segura de sí misma encuentra las respuestas que necesitaba; en la suave sonrisa llena de calidez, valor y determinación. Ya no hay marcha atrás, piensa, el mismo instante en que su gema detecta la fuente de energía anómala, en cuanto el inminente ataque cae sobre ellos. Sus sentidos están al límite, cada parte de su ser concentrada en proteger aquello que más valora. Un destello violáceo se mezcla con el carmesí que ha surgido de la nada, colisionan y hasta parecen luchar entre sí, dejando atrás un rastro casi invisible de colores entremezclados que desaparecen en el aire. Porque Jiho puede no ser tan físicamente ágil como su contraparte, pero su velocidad de respuesta es siempre eficiente cuando de utilizar sus escudos se trata. — ¿Te encuentras bien? — Pregunta de inmediato, observando como su hechizo protector se desvanece y revela la figura de Joongi, aún posicionado en el suelo. Aunque la información que acaba de obtener no le gusta para nada, intenta mantener toda su atención en el entorno, observando rápidamente para detectar el más mínimo movimiento. ¡Ahí! Puede sentir la esencia de esa peligrosa energía, misma que tantas veces ha absorbido. — ¡Joongi, a la derecha! ¡Va hacia ti! — Exclama, el mismo instante en cual su magia empieza a materializar tenues cadenas de plata, impregnadas sutilmente de color azul ultramar; unas que resplandecen esperanzadoras en medio del mar dorado y rojo que es el laberinto.