Blog que pretende estar dedicado a los fanfics de Enzo Vogringic y el resto del cast de LSDN. Español|English. Acepto requests!
Don't wanna be here? Send us removal request.
Note
Obvio que por lo menos yo te voy a estar esperando todo el tiempo que necesites 🙏🏻💕 espero que andes bien
Muchas gracias 🥺, me hace sentir muy bien ❤💕
1 note
·
View note
Note
Tienes otra cuenta donde andas más activa?
Lamentablemente no, pero prometo volver a escribir, ténganme paciencia 🤲
1 note
·
View note
Note
Parte 2 del cumple del conejito? 😔
La verdad es que no tengo mucha inspiración para eso ahora mismo, pero en otro momento lo intentaré, lo siento chicas 😞
1 note
·
View note
Note
Sería mucho abuso pedir la deleted scene de Enzo y Santi al final de Delirio de Condenados? Donde Enzo se lo lleva al rubio al baño y le da el after care a.k.a toman una ducha juntos but make it fluff y smutty 🙏🏻 estoy enamorada de esos dos juntos basta qué me hiciste
Kinktober, Día 22: Shower Sex
Santiago parpadea una, dos, tres veces antes de finalmente comprender las palabras de Enzo y comenzar a protestar. Cruza los brazos sobre su pecho pero, considerando que ahora sólo lleva la camiseta del uruguayo y que esta es unas tallas más grandes que la suya, el gesto carece de autoridad.
-Solamente quiero asegurarme de que estés bien- insiste Enzo, tomándolo de la mano para guiarlo hacia la última puerta del corredor-. Te dije que te iba a cuidar.
-Es que...
Ya sé, quiere decir, jamás hiciste esto. Permanece callado, esperando una explicación que no llega, pero más relajado una vez que nota cómo la reticencia en la figura del otro comienza a evaporarse. Santiago le permite quitarle la ropa, tambaleándose en el proceso y sujetándose de él.
-Perdón- dice en voz baja el rubio. Después de todo lo que sucedió, ¿le avergüenza perder el equilibrio y necesitar su apoyo? Enzo no logra ocultar cuánto lo divierte la situación-. No es gracioso.
-No, tenés razón.
Santiago se queja, probablemente molesto por su tono burlón, pero aún así le permite arrastrarlo hasta que el agua caliente llueve sobre ambos. Enzo finge no mirar su cintura y la curva de su espalda baja (el camino a la perdición, seguro), sus muslos ligeramente tonificados y el tentador espacio entre ellos. Fracasa.
-Estás mirando- susurra Santiago. Evita el contacto visual nuevamente.
-¿Te molesta?
Un suspiro resuena entre los azulejos. No saben quién es el dueño.
-No. Me gusta.
Enzo lo toma por la muñeca y tira de su brazo hasta que el cuerpo de Santiago impacta contra el suyo. No pregunta antes de rozar sus labios, en lugar de besarlo utiliza su boca para explorar la mandíbula y el cuello del rubio, mientras sus manos se deslizan descaradamente por su espalda, su cadera, sus glúteos.
Los manos del menor sobre su pecho y la manera en que se entrega silenciosamente son intoxicantes, pero más lo es sentir su erección contra su cadera, su respiración en su piel, sus suspiros en su oreja.
-¿Te quedaste con ganas?- pregunta Enzo con voz ronca. Santiago asiente-. Te la querías coger, ¿no?
-Sí.
-¿Te habría gustado cogértela mientras yo te cogía a vos?
Un gemido escapa de los labios del cordobés, producto de las palabras del mayor y también del dígito que presiona en su entrada, pero no emite más sonido que ese mientras su cuerpo impacta contra los azulejos fríos de la ducha y cuando es obligado a voltear para que el otro tenga fácil acceso a su cuerpo.
-No es tu primera vez haciendo esto, ¿no?- pregunta mientras juega con su propia erección-. Contestame, Santiago.
-No.
-¿Agustín...?
El temblor que recorre el cuerpo de rubio y sus mejillas rojas confirman las sospechas de Enzo. Escupe con furia sobre sus dedos y lleva su índice hacia la pequeña entrada rosa de Santiago, que lo recibe en su interior sin mucha resistencia, sus gemidos silenciados contra su brazo.
-¿Cuándo?
-¿Qué?
-¿Cuándo fue la última vez que cogieron?- remarca cada palabra con pequeñas estocadas que permiten profundizar la penetración.
La respiración del rubio es superficial y cuando no contesta, probablemente distraído por el placer o intentando recordar, Enzo no duda en llamar su atención con una nalgada. No le importa pensar que el sonido o el grito posterior podrían delatarlos.
-Esa fue la única vez- contesta entre respiraciones profundas y gemidos temblorosos-. Después de eso nunca más lo hice. Con nadie.
Enzo lo recompensa con un segundo dedo y rodea su cintura con un brazo para brindarle estabilidad. Cualquier podría pensar que es un abrazo íntimo, romántico y protector, en lugar de ver que están profanando una ducha ajena sin importarles que su amigo (y su encantadora novia) los escuche.
-Ahí- dice Santiago, en una especie de suspiro, cuando los dígitos del mayor estimulan directamente su próstata-. No pares.
Enzo besa su hombro y se detiene. Guía su miembro hacia la entrada del menor, que se contrae ansiosamente en torno a nada, mientras continúa regando besos sobre su cuello y espalda.
-Si querés que pare me decís, ¿está?
-Sí.
Santiago observa cómo Enzo escupe sobre su palma para utilizar su saliva como lubricante y luego vuelve a esconder su rostro en su brazo. El roce en su entrada hace que se sobresalte, pero los dedos del uruguayo masajeando su cintura hacen maravillas y pronto olvida el motivo de su inquietud, sobre todo porque se distrae con los dientes que muerden su cuello.
-Pará, pará- suplica mientras el otro se desliza lentamente en su cálido interior. El dolor es tolerable, placentero, adictivo, pero ese es precisamente el problema; su miembro no deja de palpitar y la tensión en sus músculos es una tortura.
El hecho de que Enzo sea tan comprensivo y espere por él sólo empeora su estado. Puede sentir sus manos recorriendo todo su cuerpo, deteniéndose en su cadera, masajeando su piel con delicadeza. Lo adora. Le encanta. Quiere esto siempre.
-¿Querés seguir?- escucha antes de sentir otro beso sobre su hombro. Cuando susurra un sí Enzo lo sorprende con una mano en su erección-. ¿Querés que te toque? ¿Vas a terminar?
Quiere mentir, pero en su lugar dice:
-Sí, por favor.
Cada caricia es un centímetro más y cuando Santiago intenta moverse, en busca de mayor contacto, termina llorando porque el placer lo hace sentirse abrumado. Es mucho. No recordaba haber sentido esa plenitud, el calor, el ardor, tampoco recordaba oír y sentir los latidos ajenos como propios.
Enzo descansa su frente en su espalda y jadea sonoramente. Cuando Santiago contrae sus músculos, suplicando por más, le roba un gemido:
-Dios- dice el mayor contra su piel. Incrementa el ritmo con el que lo toca y finge que es (más o menos) inmune a sus sollozos-. Sos perfecto, ¿sabías?
Santiago se deja ir con un grito: mancha los azulejos, la mano de Enzo, intenta contenerse y cerrar la boca, pero continúa gimiendo desesperadamente hasta que su voz se apaga. Sus mejillas queman, ya sea por vergüenza o porque su sangre termina concentrándose allí, pero no le importa.
No repara en las marcas que sus uñas dejan en la muñeca de Enzo cuando intenta apartar su mano, sólo puede pensar en la tortura que es la sensibilidad post orgasmo, repite una y otra vez "es mucho" y "no puedo".
-Ya está, ya está- intenta consolarlo Enzo. Masajea su pecho para ayudarlo a regular su respiración mientras su otra mano permanece en su abdomen-. Así... Muy bien.
Luego de unos minutos el rubio regresa a la realidad, incapaz de recordar cuándo el agua dejó de correr, pero todavía pensando en su compañero y sus necesidades. Voltea tímidamente y encuentra la mirada intensa de Enzo.
-Más- ordena-. Por favor.
-¿Sí?- pregunta el otro con un pequeño movimiento de cadera que los hace gemir a ambos-. ¿Me vas a dejar usarte como yo quiera?
Santiago muerde su labio inferior y cierra los párpados con fuerza. Se esfuerza por ignorar los golpes en la puerta y la voz -entre irritada y bromista- de Matías. Asiente.
Enzo sonríe.
22 notes
·
View notes
Note
Puedo pedir mas de enzo con lactation kink? Fue muy cortito :( NECESITO MASSSSS soy adicta a tus textos
Kinktober, Día 13: Lactation Kink
-¿Cómo estuvo tu clase?- pregunta Enzo cuando te escucha llegar. Caminás en silencio hasta la cocina, sospechando que la bebé puede estar dormida en sus brazos, pero lo encontrás solo-. ¿Todo bien?
-¿La regalaste?- bromeás mientras observás la serenidad con la que se encarga de tu leche materna para poder refrigerarla. Él suelta una carcajada estrepitosa y sólo deja de reír cuando ve tu expresión de pánico.
-No se va a despertar- jura luego de besar tu mejilla-. Y no me dijiste cómo te fue.
-Decente- contestás con una mueca de descontento. Enzo arquea una ceja, poco convencido, pero comprende a qué te referís cuando levantás tu camiseta (que en realidad le pertenece a él, pero te resulta cómoda) para enseñarle el estado del top deportivo que llevás-. En frente de todos, boludo, me quería morir.
-Es completamente normal, amor, nadie va a...
-Ya sé que es normal- lo interrumpís-, pero me molesta. Y todavía me duelen.
Te rodea con sus brazos y besa tu cuello con la esperanza de consolarte. Llevan incontables días intentando lidiar con tu sobreproducción de leche y sin importar cuánto se alimente la bebé, cuánto saques con el extractor y cuánto termine manchando tu ropa, siempre hay más. Y el dolor es insoportable.
-Perdón- susurrás y escondés tu rostro en su pecho. Besa tu cabello, todavía sin deshacer el abrazo-. No es tu culpa, no quería...
-Un poco sí lo es- sonríe cuando te escucha reír-. Y no me pidas perdón.
Cuando intentás separarte, pensando en tomar una rápida ducha para poder compartir un momento de paz y tranquilidad solos, no lo permite. No te quejás, sobre todo porque sentís sus manos recorriendo tu espalda y tu cadera, pero también porque sentís su erección presionando contra tu estómago.
-Sos tremendo, nene- fingís indignación-. Mirá cómo te ponés.
-Vos me ponés así- desliza una mano por debajo de tus leggins y con la otra masajea tus pechos-. Más cuando me mostrás las tetas...
-Estás obsesionado con mis tetas.
-Estoy obsesionado con vos- corrige, tomando tu pezón entre sus dedos y presionando. Un gemido, tan grave que suena como un gruñido, deja sus labios cuando el líquido humedece sus dígitos-. ¿Me dejás...?
En cuanto suspirás un sí, evidentemente tentada por sus caricias, Enzo te acorrala contra el mueble a tus espaldas. Sus labios en tu cuello y la manera desesperada en que embiste contra tu estómago, junto con sus dedos todavía jugando con tu pezón, te hacen gemir y retorcerte entre sus manos.
En cuestión de segundos te desnuda, prácticamente arrancando la ropa de tu cuerpo, para luego sentarte sobre el mármol frío ignorando tus protestas por la temperatura y sin importarle la posibilidad de derramar la leche. Toma uno de tus pechos entre sus labios, mordiendo despiadadamente antes de comenzar a succionar.
Te observa desde su lugar, registrando todas tus expresiones mientras masajea su erección por sobre su ropa, sin dejar de succionar con fuerza. Sabés que no tendrías que sentirte tan excitada por sus acciones, pero es imposible, sobre todo por la forma en que sus labios parecen adherirse a tu piel y la rapidez en que la excitación ensombrece su mirada.
Cuando se separa de tu cuerpo hay un hilo de saliva conectando su boca a tu pecho y en su mentón una gota de leche. La limpiás con tu pulgar y él sujeta tu muñeca para poder tomar tu dedo entre sus labios: sus párpados caen -te fascina el largo de sus pestañas y cómo rozan su piel- y deja salir un gemido.
Su rostro es una combinación entre satisfacción y alivio. El tuyo también.
-Agarrate- ordena antes de tomarte en brazos. Rodeás su cintura con tus piernas y mientras te lleva hacia la sala, claramente en dirección al sofá individual donde tanto le gusta leer, sentís su erección golpeando contra tu centro cada vez más húmedo.
La última vez que tuvieron sexo en este sofá es la razón por la que ahora se encuentran en esta situación y mientras te posiciona sobre su regazo caés en cuenta de que están prácticamente recreando la escena. Hay una extraña mirada en sus ojos, mezcla entre complicidad y devoción, mientras manipula tu cuerpo como quiere.
Enzo sujeta tu muslo para dejarlo sobre el apoyabrazos aterciopelado, procurando no generarte ninguna molestia, antes de liberar su miembro para guiarlo hacia tu entrada. Roza tus pliegues con su punta mientras contempla tu rostro, su mirada viajando desde tus ojos hacia tu labios entreabiertos y viceversa. Sonríe.
-¿Querés que te la meta?
En lugar de contestar te dejás caer sobre su miembro. La falta de preparación es evidente pero tu humedad facilita la penetración y el deseo que nubla tu juicio convierte el ardor en algo placentero.
Enzo muerde su labio cuando el calor de tus paredes lo envuelve y segundos más tarde vuelve a tomar tu pecho izquierdo en su boca para silenciar sus suspiros y gemidos. Sostiene tu cadera para detener tus movimientos -no cree aguantar demasiado- y con su otra mano masajea tu pecho derecho.
Un hilo de líquido blanquecino corre por su mano y su brazo mientras continúa girando tu pezón entre sus dedos. Mueve sus caderas involuntariamente y muerde tu pecho sin medir su fuerza, haciéndote sollozar y reclamarle, tu mano tirando de su cabello.
-Perdón- dice entre gemidos-. Fue sin querer.
Está completamente desesperado y cuando sujeta tu cadera comprendés cómo va a terminar esto. Comienza a embestirte con fuerza, sus labios succionando aún más rápido que antes, algún que otro patético gemido llegando a tus oídos cuando tus músculos se contraen sobre su miembro.
Unos instantes más tarde se deja ir, salpica tu interior de blanco, llenándote con su semen mientras en su rostro se refleja la vergüenza que lo invade. Es un intercambio, pensás, sin importarte lo obsceno que es.
-Perdón...
-No me pidas perdón- contestás con tus labios peligrosamente cerca de los suyos. Retomás el movimiento de tus caderas y sentís sus uñas clavándose en tu piel-. Me la vas a dar toda, ¿no?
Esconde su rostro entre tus pechos. Asiente tímidamente.
- @madame-fear @chiquititamia @creative-heart @llorented @recaltiente @delusionalgirlplace ♡
93 notes
·
View notes
Note
Puedo pedir a Fer Contigiani + daddy kink? Las cosas que le permitiría a ese hombre me haga harían llorar a mis viejos 🛐
Kinktober, Día 2: Daddy Kink
Regresar tarde luego de un ensayo o la presentación de una obra es una experiencia común para Fernando: está acostumbrado a caminar de regreso bajo la luz de la luna, recorriendo las calles vacías y silenciosas, pero realizar ese trayecto acompañado y sujetando tu mano es algo nuevo.
Cuando se deslizan bajo las mantas, en la que él cree es la séptima vez desde que comenzaron la relación hace tres meses, ninguno espera que la inocencia de sus besos se convierta en desesperación. Rompe el beso para respirar, sus nudillos rozando tu pómulo y tu mejilla mientras se recupera para volver a hablar.
-¿Qué querés?
Intentás sostener su mirada, siempre dulce e intensa, pero terminás dejándote vencer por la timidez y cerrás los ojos. Fernando siempre insiste con la comunicación y el contacto visual, repitiendo que es la forma en que puede comprender mejor tus deseos y tus reacciones, pero todavía no estás segura de poder tolerar -en el mejor sentido- la manera en que sus ojos te observan con atención y adoración.
Contestás rápidamente en voz baja y él ríe.
-¿Qué? No entendí- besa tu mejilla-. No tenemos que...
-Tocame.
Otro beso, esta vez en tu mandíbula, sus labios deslizándose sobre tu piel y su mano descendiendo lentamente por tu cuerpo. Cuando vuelve a hablar su voz suena más grave, más severa y casi desprovista de su encantador carácter, provocando un súbito cosquilleo entre tus piernas.
-Preguntame bien. Y mirame cuando lo hacés.
-Por favor, Fer, ¿me tocás?
-¿Dónde querés que te toque?- pregunta con una sonrisa. Mueve sus dedos en círculos sobre tu estómago, ahora expuesto porque la camiseta holgada que llevás puesta se arrugó, como si intentara hacerte cosquillas-. ¿Acá o...?
-Ahí- decís en un suspiro cuando roza tu centro por sobre tu ropa interior.
Perder el tiempo provocándote no está en sus planes y tira de la prenda para deslizarla por tus piernas hasta que esta termina rodeando tus tobillos. No esconde el hecho de que las puntas de sus dedos están ahora húmedas con tu excitación y cuando toca el interior de tus muslos para indicarte que separes las piernas, tu esencia deja una huella brillante en tu piel.
-Estás muy mojada, princesa, ¿por qué?
Ojalá no te torturara de esta manera, pensás mientras te mordés los labios en un intento de reprimir cualquier sonido, porque sus palabras sólo empeoran el fuego en tu interior. Preguntó lo mismo la primera vez que tuvieron sexo -antes de arrojar unas gotas de lubricante sobre tus pliegues y deslizarse entre ellos- y el simple hecho de escucharlo hablando de esa manera hizo que temblaras violentamente.
Esta vez sus palabras tienen el mismo efecto y como no espera una verdadera respuesta de tu parte, opta por introducir un dedo en tu calidez. Lo recibís sin mucha resistencia, contrayéndote una vez que desliza el dígito rítmicamente para acariciar tus paredes, el movimiento provocando en pocos minutos que el sonido de tu humedad se propague por toda la habitación.
Gira su muñeca y gemís con fuerza.
-¿Acá? ¿Sí...?- vuelve a abusar de tu sensibilidad y captura tus labios para silenciar tus sollozos de placer, pero también para ahogar el grito que dejás salir cuando introduce un segundo dedo. Curva ambos dígitos para consolarte-. Ya está, ya está.
Entre gemidos, y otros sonidos que le resultan adictivos desde el primer momento en que te escuchó, murmurás una palabra que no puede descifrar. Cuando ralentiza sus movimientos guardás silencio, por lo que comprende que no se trata de una palabra de seguridad o un pedido para que se detenga, pero te ve modular sin emitir sonido alguno cuando retoma la acción.
-¿Qué querés, bebé?- muerde tu mejilla sin mucha fuerza. Negás, liberándote de sus dientes, tus párpados cerrados con fuerza-. Decime, ¿qué es lo que querés?
Otra negativa. Suspira.
Mueve sus caderas, para permitirte sentir su erección y también para obtener un mínimo alivio, robándote un gemido agudo y cargado de desesperación. Incrementa su tempo, con su pulgar moviéndose expertamente sobre tu clítoris, pero son sus dedos llegando aún más profundo los que te hacen delatarte.
-Ahí- le suplicás-. Papi...
Intenta detenerse, convencido de que su mente lo está engañando, pero repetís esa palabra como un mantra y le cuesta horrores controlar sus acciones. Quiere hablarte sobre lo que está sucediendo, preguntarte si en verdad querés llamarlo así, pero tu voz lo hace sentirse débil y no está seguro de poder pensar correctamente. Mucho menos con toda la sangre de su cuerpo concentrada en su miembro.
Esconde su rostro en tu cuello y su respiración te hace gritar.
-¿Querés que papi te coja toda? ¿Eso querés?
-Sí- contestás casi gritando-, por favor.
Sonríe contra tu piel. Retira sus dedos.
-Decilo.
- @madame-fear @chiquititamia @creative-heart @llorented @recaltiente @delusionalgirlplace ♡
43 notes
·
View notes
Text
Precioso, pero esa letra rosa horrible JAJJA







CARALHO TIME
CARALHO FILHO DA PUTA
101 notes
·
View notes
Note
hermana tus escritos son GENIALES🙏🏽🙏🏽 rogamos próximamente cumpleañitos de enzo
Muchas muchísimas gracias! Me encanta que os gusten!
Aunque pienso que a Enzo le pega más complacerte en tu cumpleaños que ser complacido 🤔
0 notes
Text
El cumpleaños de Blas, parte 1
(Resucitando lentamente de mi letargo creativo)
Hoooola mis queridas, aquí os traigo algo diferente que se me ocurrió una febril noche. Espero os guste mucho y poder continuarla cuanto antes: como siempre, se admiten ideas.
El conejito hoy se divierte 🐇
💕SoftDom!Blas Polidori x female reader
❤️🔥+18 sexo explícito, dominación, deshumanización, sumisión, juegos con comida, intercambio de roles...
El cumpleaños de Blas
El primer cumpleaños que uno pasa con su pareja siempre viene acompañado de una sensación especial en la que uno quiere demostrarle todo el amor que es capaz de dar. Quieres que todo salga perfecto e incluso, impresionar.
Le habías comprado la remera de fútbol que tantas veces le habías visto ojear en su celular, sin animarse a añadirla al carrito.
Pero la verdad es que no lo sentías como suficiente. Blas te había insistido, semanas antes, cuando tú habías tratado de sonsacarle qué es lo que quería, en que realmente no deseaba nada, que ya lo tenía todo estando a tu lado, tan lindo él.
Los días previos, después de la frustración y nervios, decidiste que ibas a desistir en conseguirle más regalos comprados y optarías por esforzarte en que su día fuera lo más grato posible.
Arrancaste el día previo yendo al mercado para conseguir los ingredientes necesarios para su plato favorito: pasta con pesto casero. También habías comprado unasfresas bastante costosas que bañarías en crema batidacomo postre.
Esa mañana despertaste antes que él, y no podías esperar a que él lo hiciera para poder felicitarle y mimarle.
Comenzaste a plantar una serie de suaves besos en su cuerpo, primero por su hombro, encontrando cada peca y lunar de su piel cálida, después por su cuello surcado por algunas venas y donde se movía, provocándote, su nuez de Adán al tragar.
Cuando empezaste a jugar con sus rizos y el pendiente de su oreja, Blas por fin comenzó a despertar y, desperezándose se giró hacia ti.
-Qué fue, mimosa?
-Feliz cumpleaños, mi amor…
A tu novio le costó un par de segundos procesar esa frase, no había recordado aún qué día era. Cuando lo hizo, te sonrió aún con los ojos cerrados.
Te abrazó y te acercó a él, como una criatura somnolienta. Siempre te sorprendió la elevada temperatura corporal que su piel emanaba, especialmente cuando dormía.
-Te doy el regalo que te compré luego, pero mientras tanto quiero que me pidas lo que quieras para que este día sea perfecto…-dijiste acariciando su mejilla.
-Café? – preguntó abriendo los ojos para después frotarlos con sus dedos.
-Ponémelo más difícil, amor…
Tu novio se rio y colocó sus manos a los lados de tu cara para besarte.
Lo que al principio era un simple beso cariñoso de “buenos días” no tardó en transformarse en una violenta y apasionada invasión de tu boca. No demoró tampoco en alcanzar uno de tus pechos para estrujar tu pezón entre sus dedos.
-Pero cielo… - suspiraste.
Él te mira pensativo, con una media sonrisa que no puede significar nada bueno.
Miedo me da, pensaste.
-Entonces… ¿puedo pedir lo que quiera?
-Sí…
-¿Lo que quiera, lo que quiera?
- Ya te dije que sí, dentro de los limites de la cordura y de la legalidad vigente sí – reíste mientras él besaba tu hombro- ¿qué es lo que quieres?
Blas guardó silencio unos segundos mientras estudiaba tus ojos, quizá intentando averiguar si lo que decías iba en serio. Al fin soltó lo que pensaba:
-Quiero tener acceso libre a tu cuerpo durante todo el día -dijo simplemente.
-Pero…si ya lo tienes siempre, no entiendo…
-No, no. Quiero poder usar tu cuerpo siempre que me venga en gana, sin restricciones, todas las veces que quiera.
Pudiste notar como el calor había subido a tus mejillas, aunque no sólo ahí. La humedad entre tus piernas comenzaba a manchar tu ropa interior; no sabías qué decir, simplemente le mirabas a los ojos, y jurabas que tu temperatura tenía que ser visible.
-Claro está, si es lo que quieres, no te estoy pidiendo abusar de ti por un día, amor -quiso aclarar tu novio- pienso que puede ser una experiencia… excitante para ambos.
-Dale…-aceptaste casi suspirando- la idea te había calentado sobremanera.
-Sí? – abrió un poco los ojos con sorpresa – bien, pues sólo queda trazar… un par de normas…-intercalaba sus palabras con besos y lamidas en tu cuello- ¿bien?
Tú le mirabas expectante, dispuesta a acatar casi cualquier orden que te quisiera imponer. Al fin y al cabo, normalmente eras tú la que dominaba las situaciones, decías cuando sí y cuando no, especialmente por el temperamento de Blas al que debías poner límites. El hecho de poder invertir roles, de alguna manera, era algo que ni siquiera se te había cruzado por la cabeza, pero que comenzaba a tomar una forma deliciosa en tu cabeza.
-Debes decírmelo si te encuentras mal o no quieres que haga algo con nuestra palabra de seguridad que es la misma de siempre.
-Okay…
-Y no puedes llevar ropa interior. De hecho, quiero que lleves ese vestido suelto que te pones por casa. Tampoco quiero que me cuestiones ni que te quejes de qué, cuándo ni cómo hago lo que quiera, salvo situaciones en las que necesites usar la palabra de seguridad, claro.
-Me parece correcto – no sabías qué te pasaba, pero te sentías increíblemente dócil.
Después de una ducha juntos en la que hubo caricias y besos, pero nada más, preparaste un desayuno sencillo, no querías que Blas perdiese el apetito antes del almuerzo. A pesar del vestido, te sentías casi completamente desnuda por no llevar ropa interior.
Él se sentó a la mesa con el torso desnudo, luciendo su piercing en el pezón. Llevaba sus habituales pantalones cortos deportivos con rayas a los lados, y, muy presumiblemente, nada más debajo.
Mientras tomaba su café, tú estabas untando una pequeña tostadita con una mermelada casera de fresa que habías elaborado hace unos días. Te sobresaltó la mano de Blas metiéndose en tu escote para abarcar completamente tu pecho izquierdo y comenzar a amasarlo y jugar con él caprichosamente. Ni siquiera te estaba mirando, simplemente ojeaba su móvil, probablemente leyendo las novedades deportivas.
Entendiste que no era un farol: iba a utilizar tu cuerpo como si de una muñeca con vida se tratase; le pintó tener tu teta en la mano y así lo hizo, simplemente.
Tú comenzaste a suspirar y dejaste el trozo de pan sobre el plato, el placer estaba nublando tus pensamientos. Sin embargo, Blas paró para volver a coger su taza y beber de ella. No retomó el contacto, y eso te decepcionó un poco, pero recordaste la directriz que te había dado: nada de quejarse ni cuestionar.
Cuando el desayuno acabó, tu novio se encargó de lavar los platos y tazas, y también algún traste de la noche anterior, mientras tú doblabas ropa que habías quitado del tendedero.
Miraste la hora en la pantalla de tu móvil: 12:30.
Más vale que me ponga cuanto antes con el almuerzo, pensaste.
Cuando llegaste a la cocina, Blas ya se había ido, probablemente estaría jugando a sus emuladores de juegos antiguos en la televisión. Había dejado todo reluciente, sin embargo, decidiste limpiar un poco más concienzudamente la mesada, ya que ahí ibas a amasar la pasta fresca.
Aunque era una receta que conocías de memoria, tu inseguridad siempre te obligaba a mirar las cantidades, sólo por si acaso.
Con las manos ya enharinadas, comenzaste a trabajar la masa, que estaba bastante húmeda por la yema de huevo y el aceite de oliva que le habías agregado.
Intentabas bajar la pantalla para comprobar por decimoquinta vez un detalle de la elaboración, pero la harina en tus dedos impedía que la pantalla de tu móvil reaccionase. Justo antes de que pudieras limpiar tus manos con un paño húmedo, Blas apareció por detrás de ti, cubriéndote con su figura, y, con un gesto sutil, pero claro en sus intenciones colocó una mano en tu abdomen y presionó, dándote a entender que quería que te inclinases ligeramente sobre la encimera, separando tu cuerpo del mueble. Sin previo aviso ni mediar palabra, se colocó detrás de ti, haciendo que tu culo quedase apoyado en sus caderas; lo que implicaba que él flexionase las rodillas para poder estar a tu altura. Era vergonzoso cómo no hizo falta ningún tipo de lubricante – ni siquiera su saliva – para que pudiese penetrarte sin preámbulos. Estabas totalmente húmeda y caliente.
No pudiste evitar soltar un gemido mientas te agarrabas a la masa de harina como si tu vida dependiera de ello, apretándola y deformándola para no gritar. Estabais junto a la ventana abierta de vuestra pequeña cocina y tus vecinos podrían escuchar todo. A Blas no pareció importarle cuando embistió con todas sus fuerzas dentro de ti, llevando un ritmo rápido e inusual. Estaba preocupándose sólo por su propio placer, dando estocadas más cortas, menos profundas a ratos, y otras más lentas, casi inmóviles, en las que movía su miembro haciéndolo palpitar, volviéndote completamente loca.
Muy pronto, sus manos afianzaron su agarre en tus caderas, casi provocándote dolor, y notaste un movimiento inconfundible en tu interior. Blas se corrió en lo más profundo de ti, muy quieto, soltando gemidos roncos. Una vez lo hizo, salió de ti lentamente y te dio un beso en la mejilla.
-Gracias, nena. – dijo simplemente, lo cual a ti te pareció casi cómico dado lo que acaba de suceder.
Tal como vino se fue, sin mediar más palabra y regresó a lo que estuviera haciendo en la sala, dejándote a ti con las piernas temblorosas, aún agarrada a la masa de harina. Pequeñas gotas gotearon desde tu centro hasta el suelo- pues todavía tenías las piernas bien abiertas- como si se te hubiera derramado parte de la nata que aún no habías batido.
Con una sensación de incredulidad, cogiste un pedazo de papel de cocina y te limpiaste entre las piernas, y después el suelo.
¿Así iba a ser todo el día?
__________________________________
Te costó concentrarte más de lo que te gustaría reconocer, pero por fin, hiciste los ravioles rellenos de setas y preparaste el pesto casero con algunas hojas de la única planta de albahaca que te había sobrevivido en tu vida.
También montaste la nata con unas varillas eléctricas y lavaste las fresas en anticipación.
Cuando comenzasteis a comer, Blas te felicitó por el excelente trabajo que habías hecho cocinando la pasta fresca en su punto justo y lo delicioso que estaba el pesto genovés.
Era extraña la sensación de orgullo y validación que te estaban provocando sus palabras. Blas te solía halagar, pero en el rol que habías adoptado hoy, sus cumplidos sabían de otra manera.
Al pasar al postre, serviste las fresas en un bowl y la nata en otro.
Blas te indicó que te sentaras en su regazo para comer.
No tuviste que recordar la directriz de no objetar, te sentaste automáticamente en su muslo. Él rodeó tu cintura con un brazo y tomó una de las fresas entre sus dedos; después mojó la punta con bastante nata, cuidando que no se derramara en el mantel. Te la ofreció colocándola delante de tus labios, pero antes de que pudieras morder dijo:
-Chupá.
Tú obedeciste; sin abrir mucho la boca, sacaste la lengua y comenzaste a lamer la nata poco a poco de la superficie de la fresa.
En un acto de rebeldía, le diste una pequeña lamida a su dedo pulgar, que sostenía la fruta.
-Querés más? -dijo con una voz algo más profunda
Tú asentiste. Cuando volvió a recoger la crema con la pequeña fruta, tú adelantaste un poco tu cabeza para evitar que ésta cayese, ya que, al estar menos fría, iba perdiendo firmeza. Succionaste con avidez la dulce nata, sin poder evitarlo, un poco de saliva humectando la comisura de tus labios y los dedos de tu novio.
Blas se removió en su asiento y alineó su erección con el centro de tu humedad, que parecía querer tentarlo. Cualquiera diría que te había cogido brutalmente hacía escasos cuarenta minutos. Querías más. Pero hoy no se trataba de ti, y tenías la sensación de que a lo largo del día ibas a tener más en tu plato de lo que podrías comer, así que decidiste no iniciar.
-Vamos a cambiar – te sacó de tus pensamientos repentinamente.
-Eh?
-Sentáte en mi silla – indicó levantándose. Después arrastró otra para sentarse él enfrentado a ti. Con esos pantalones de deporte había poco que se dejara a la imaginación. La longitud del miembro de Blas siempre te sorprendía, la vieras una o mil veces, por no hablar de su grosor.
Tú lo mirabas expectante, pero cuando acercó su silla para encajarte entre sus piernas y tomó el bol de nata, no tuviste mucha duda de lo que pretendía hacer.
-Vestido fuera – ordenó simplemente. En realidad, si el vestido iba fuera, toda tu ropa iba fuera, porque no llevabas nada más. Obedeciste.
Con la pequeña cucharita que habías traído, aún sin usar, comenzó a dejar pequeñas cantidades de la crema batida sobre tus pechos y sobre tu cuello. Tu temperatura corporal estaba causando que ésta se derritiese y formase largas y sinuosas carreras blancas a lo largo de tu piel, que él fue lamiendo.
Se concentró, obviamente, en tus pezones mientras masajeaba el resto del seno.
Fijación oral, pensaste, como tantas otras veces en las que le habías molestado con eso.
Estabas perdida en el placer que la lengua lenta y caliente de Blas te estaba proporcionando. Habías echado la cabeza hacia atrás y cerrado los ojos hace rato; tus manos, aferradas a los bordes de tu asiento para resistir.
Cuando volviste un poco en ti y miraste hacia abajo, pudiste ver como tu novio había sacado su pija de sus pantalones cortos y se masturbaba despreocupadamente; de hecho, parecería más bien que se la estaba masajeando.
Unas cuantas gotas de la crema habían ido escurriéndose hasta tu centro, pero no eran suficientes. Blas, en un estado totalmente hedonista, cogió un poco del dulce y lo pasó por el exterior de tus labios, acariciando deliciosamente tu clítoris. No esperabas que fuera a introducir sus largos dedos tan manchados, pero lo hizo, haciéndote gritar y apretarlos con tu interior. Blas comenzó a lamer el delicioso postre que tenías entre las piernas con el hambre de un condenado. Tus piernas, lo más abiertas posible.
No pudiste evitar tener uno de los orgasmos más intensos de tu vida.
Le voy a arrancar los dedos, atinaste a pensar. Las oleadas de placer en forma de contracciones no parecían terminarse, provocándote gritar desesperada y abrir los ojos con incredulidad.
Esto debió ser una visión celestial para tu chico, que con un gruñido profundo y casi animal se incorporó y, mientras seguía bombeando su miembro en su derecha, se posicionó ante ti. Con el índice y el pulgar de su otra mano presionó en tus mejillas para que abrieras la boca.
No te lo pidió, pero también sacaste la lengua.
-Más nata, gatita -jadeó desesperado por llegar – tomá, tomá….
Fue entonces cuando empezó a disparar todo su semen en tu boquita que aún sabía un poco a nata. Tragaste todo mirándole a los ojos, volviéndolo, si cabe, aún más loco.
Con un pulgar, limpió la comisura de tus labios enrojecidos la mezcla de saliva, crema y su excitación.
-Pinta otra ducha, ¿no?
______________________________________
tags: @madame-fear @deepinsideyourbeing @loveinsprings @lunitt @iamjustadoll @moviestarmartini @yanvgc @choccocake @bichotaaseason
#lsdln cast#blas polidori smut#blas polidori x reader#lsdln fics#lsdln smut#lsdln x reader#blas polidori fanfic
42 notes
·
View notes
Text
Enzo, te quiero pero se puede ser más flipao?
o cabelinho amarrado mds eu vou morrer

o bundão dele aí papai vai tomando
89 notes
·
View notes
Text
Ya que soy una tardona...preferís que os comparta lo que tengo hasta ahora del fic El cumpleaños de Blas (unas 7 páginas de word...) o que lo comparta cuando esté completo?
@madame-fear @deepinsideyourbeing @loveinsprings @lunitt
@iamjustadoll @moviestarmartini @yanvgc @choccocake @bichotaaseason @bbygabab
#chiquititaresponde#lsdln cast#la sociedad de la nieve#society of the snow#blas polidori smut#blas polidori x reader#conejito
3 notes
·
View notes
Note
Nada me daría tanta satisfacción como estar en un acto íntimo con enzo y hacer que acabe en sus pantalones por pura fricción, el pidiéndote perdón tartamudeando con mucha vergüenza (el clásico es la primera vez que me pasa) y si a eso le sumamos la hiperspermia BUEEEE
+18!
Los gemidos desesperados de tu novio provocan que un océano de excitación corra entre tus piernas mientras te movés sobre él. Esconder cuánto disfruta tenerte sobre su regazo no es una opción y mucho menos lo es fingir que no le encanta que tires con fuerza de su cabello.
Muerde tus labios sin piedad y te regala sólo unos pocos segundos cuando rompés el beso con la excusa de tomar aire -deseoso de más, más y más-; su boca recorre con besos húmedos tu cuello y tu hombro, sus dientes rozan tu piel y sus manos te sostienen por la cadera para guiar y prolongar tus movimientos.
-Mirá lo que hacés- susurra Enzo contra tu boca. Bajás la vista, curiosa, para encontrarte con una mancha de tu esencia oscureciendo su pantalón.
Dejás caer todo tu peso sobre él. Jadea.
-¿Y vos?- te frotás con más fuerza sobre su erección. El contorno de su miembro y el calor que irradia, por no mencionar el rastro de líquido preseminal allí donde su punta se ubica, son más que evidentes por el delgado material de la prenda.
Intenta responder pero sólo logra articular algo que suena como tu nombre: una súplica, una orden, no estás segura, pero continuás con tus movimientos de todas maneras. Busca refugio en tu pecho, en un gesto que pretende ser inocente, pero segundos más tarde está mordiendo tu pezón por sobre tu ropa y te hace gritar.
El vaivén de tus caderas se vuelve más frenético.
Captura su labio inferior entre sus dientes, con la fuerza suficiente para derramar sangre, regalándote una imagen increíblemente erótica. Todavía sin detenerte tomás su mejilla, resistiendo el impulso de tocar con tu pulgar esa pequeña arruga que surge entre sus cejas cada vez que frunce el ceño por el placer.
Los músculos de tu abdomen se tensan cuando escuchás su voz ronca:
-Dios...
Arroja la cabeza hacia atrás, su cabello oscuro contrastando con el color esmeralda del sofá y sus párpados cerrados con fuerza en un inútil esfuerzo de recuperar el control sobre su cuerpo. Tiembla bajo tu figura y suspirás, ignorando ese ardor provocado por sus uñas enterrándose en tu carne, perdida en su expresión.
Cuando te mira nuevamente, con los labios separados por pocos milímetros y los ojos brillantes, comprendés. Sus cejas se curvan en un ángulo de alivio, con un deje de desesperanza e inevitabilidad y también timidez, pero el palpitar de su miembro y un gemido que no logra reprimir son la confirmación de tus sospechas.
Besás su mejilla y su mandíbula.
-Amor, no, te juro que...- intenta explicarse, todavía temblando por el orgasmo-. No sé qué pasó...
Masajéas su erección, todavía latente y muy dura, sin importarte el líquido que impregna su ropa y humedece absurdamente la palma de tu mano y tus dedos. Ignorás también la sensibilidad post orgasmo que lo hace quejarse.
-No importa- jurás, fijando tu vista en sus pupilas dilatadas-. Todavía no terminamos.
72 notes
·
View notes
Note
Tengo la regla y me duelen un montón los cólicos 😖 necesito a un Enzo cuidándome xfis🥹
Fluff ♡
Enzo fue el primero en despertar con ese incesante e irritante sonido que resonaba por toda la habitación. Luego de unos segundos se estiró y, procurando no descansar su peso sobre tu cuerpo, tocó la pantalla de tu teléfono para apagar la alarma. Te observó brevemente antes de -con pesar- tocar tu brazo para despertarte.
-Son las nueve- susurró después de besar tu mejilla. Cuando te escuchó quejarte evitó reír-. Yo hago el desayuno.
Te quejaste nuevamente cuando te sentaste y él tomó tu cintura, preguntando en silencio, pero sólo negaste para luego de abandonar la cama y dirigirte hacia el baño lentamente. No pudo evitar mirarte caminar y fue así como notó la mancha en tu ropa, comprendiendo a la vez el por qué de tus quejidos.
Decidió cambiar las sábanas una vez que escuchó el correr del agua y luego se encargó del desayuno. Cuando regresó a la habitación, con una bandeja entre las manos y cargando una almohadilla térmica en su hombro, te encontró bajo las mantas con una expresión de tormento.
-Después lavo las sábanas- dijiste en voz baja, aceptando el ibuprofeno y el vaso de agua que te ofrecía.
-Dejate de joder, nena- contestó con desaprobación, deseando como tantas otras veces que fueras un poco más indulgente con vos misma. Acomodó las almohadas detrás de tu espalda y con cuidado depositó la bandeja sobre tu regazo antes de entregarte la almohadilla-. Está caliente, cuidado.
-Imagino que estas flores no las cortaste de mi...
Obvio que las robó de tus macetas en el balcón pero, en su defensa, quería tener un pequeño detalle sin tener que abandonar el edificio. Hizo una nota mental para no dejar que la semana finalizara sin sumar otra planta a tu pequeña colección.
-No, por supuesto- mintió, escapando de tu mirada acusadora pero divertida-. ¿Querés ver una película? ¿Una serie?
Escogieron juntos un documental, interesante pero lento en extremo, con una duración de hora y media. Llevan recién unos cuarenta minutos y cuando una pelea entre dos leones y un cocodrilo tiene lugar, Enzo llega a la conclusión de que no fue la mejor opción.
Retira múltiples veces la mano con la que masajea tu abdomen (en un intento de mantener el calor y la presión luego de que las semillas de la almohadilla térmica se enfriaran) para limpiar sus lágrimas y se muerde los labios para no emitir sonido alguno.
-¿Estás llorando?- preguntás. Tu intento de ocultar la risa fracasa-. No les pasa nada, ¿no ves? Se escaparon...
-Sí, pero ahora están... Dejá de reírte.
-Perdón, es que...
-Si fuera un documental sobre leones vos también estarías llorando- reclama, pellizcando sin fuerza tu mejilla-. Me voy a preparar otro café, ¿vos querés algo más?
-No, gracias.
-¿Segura?
-Segura.
Antes de cruzar el umbral voltea, con una expresión de diversión, para encontrarte mirándolo de manera suplicante. Regresa con una sonrisa, inclinándose para besar tu frente y luego tus labios, sus manos cubriendo tus mejillas por completo. Su pulgar roza tu piel con delicadeza.
-Elegí una película antes de que vuelva- dice contra tus labios-. Y te voy a preparar otro té, ¿de qué lo querés?
Su cabello cayendo sobre tu rostro te hace cosquillas, pero cuando intentás huir de la sensación Enzo toma tu mentón para besarte otra vez.
PERDÓN por publicar esto siglos después de que lo mandaras, espero que lo disfrutes 🫶🏻
taglist: @madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @delusionalgirlplace @chiquititamia ♡
65 notes
·
View notes
Note
-yo viendo el teaser del nuevo fic de Blas en mi tl- Oh my god, okay it’s happening, everybody stay calm! Stay fucking calm! 🏃
JAJAJAJAJ Siento que estoy muy oxidada, pero haré lo que pueda *reverencia japonesa* 🙇♀️
2 notes
·
View notes
Text
ENZO VOGRINCIC Yosi, the Regretful Spy 1.01 "La Misión"
2K notes
·
View notes
Text
#lsdln cast#la sociedad de la nieve#society of the snow#blas polidori smut#blas polidori x reader#blas polidori fanfic#lsdln fics#lsdln smut#lsdln x reader
1 note
·
View note
Note
qué kinks pensas que podría tener Blas/Conejito en este universo que creaste? así podemos partir de eso y pensar algunos plots para darte inspiración
Creo que a Conejito lo que más le gusta es desobedecer y obedecer, paradójicamente JAJAJA. Le gusta lo público, y creo que también tendría mucho breeding kink y bastante fijación oral con las tetas de la reader...
0 notes