Tumgik
Ahora que…
Ahora que nos percibimos así
Ahora que escuché a tu hermanito llorando
Que vi a tu mamá sentada a tu lado
Que te encontré solo en tu habitación
Que escuché los pájaros desde tu ventana
Ahora que te noto entusiasmado
Ahora que pudiste pedirme ayuda,
Que tu perro dejó de ladrar
Que la vecina ya pasó con la merienda
Que tu mamá ya volvió del hospital
Ahora que tus hermanos ya no se pelean
Ahora que tu padre terminó de limpiar el baño
Que tu abuela no se queja más del dolor
Que guardaste tu ropa de deporte
Que los amigos de tus padres ya se fueron
Ahora que la sopa ya se enfrió
Ahora que guardaste tu bicicleta en el quincho
Que te pusiste esa bufanda lana gorda
Que volvió la luz a tu barrio
Que es tu turno para comer
Ahora que los gatos no intentan taparte la pantalla
Ahora que encontraste la toalla que te pidieron
Que tu padre está atento a esta clase
Que tu tío dejó de roncar
Que tu madre dejó de llorar
Ahora que tu mamá ríe a carcajadas
Ahora que la vecina bajó la música
Que ya se despertaron todos
Que los tiros de la calle son un recuerdo reciente
Que volviste con la vianda del día
Ahora que se secaron tus zapatillas
Ahora que te prestaron una lapicera
Que ya no te llaman tus amigos por whatsap
Que usaste una computadora prestada
Ahora que ya se secó el barro de tu calle
Ahora que le diste tu campera a tu hermana menor
Que el bebé dejó de gritar
Que encontraste el cuaderno
Que la policía ya no está en la puerta.
Ahora que pasó la apatía
Ahora que te diste cuenta de lo que te gusta
Ahora que sé que temas te disgustan
Ahora que el alcohol se terminó en esa despensa
Ahora que sabés usar tu celu nuevo
Ahora que sabés que alguien no pudo estar acá
Y quiso
Ahora que sabés que alguien no pudo estar acá
Y aprendió otras cosas…o no
Ahora que vivís así y yo lo sé
Ahora que vivo así y lo sabés
Podríamos empezar a soñar
con un encuentro en el aula
Con tu “Ahora” respecto de mí,
Con nuestras historias y sin ellas, y
las de los que no pudieron estar.
Shhhh…se puede igual.
Así se puede igual.
Ahora que…sí, ahora que nos conocemos más
Y de otro modo…ahora todo debería ser más simple.
Por tantos “ahoras” de tantos alumnos, y de sus padres, pares, vecinos, gatos; de sus carencias y no, de sus soledades y no, de sus ruidos y sonidos...
Por tantos “ahoras” de tantos alumnos y de sus abuelos, tíos, primos, ensamblados o no, y de sus fríos y calores, de sus distancias y cercanías, de sus aromas y olores…
Por todos esos “ahoras”….Ahora que.
Gabriela Vilardo
1 note · View note
Entretejiendo historias
Tejidos, tejidos que conforman cuerpos y cuerpos conformados por hilos, por hilos delgados, singulares, frágiles, marchitos, hilos compuestos de historias, de relatos, de narraciones que dan cuenta de ese mundo habitado, que lo definen, que lo nombran, que lo entretejen. Pero esos hilos, esos hilos que unían, que acercaban, que rozaban con otros hilos, que los tocaban, se convirtieron en este tiempo de aislamiento en hilos delgados, tan delgados que tienen miedo de romperse, de quebrarse, de separarse, de convertirse en historias pasadas, en historias olvidadas.
Quizás la frase “quédate en casa” representa para la sociedad el cuidado a los otros cuerpos y al de uno, pero a la vez representa la separación, la distancia, el alejamiento entre esas historias, entre esos hilos que entretejían historias.
Quizás hoy tendríamos que preguntarnos e interpelarnos ¿Cómo están de tensos esos hilos en estos entornos virtuales? ¿Cuán de frágiles se encuentran? ¿Pueden todavía seguir uniendo estos hilos? ¿O es necesario pensar en otros hilos que acerquen? Quizás lo que si es necesario es reconocer que esas historias pasadas no volverán nunca a ser como eran porque ese lugar y ese tiempo donde los cuerpos las entretejían no volverá a su esencia, no será como era, pero esos hilos seguirán presentes. Por eso, quizás, lo que si es necesario es pensar en otros lugares y en otros tiempos donde los cuerpos se puedan encontrar y puedan tejer historias, donde puedan narrarlas, pero estas serán otras, porque los cuerpos que las entretejían no serán los mismos a los que fueron antes de la cuarentena. No sé si seremos mejores o peores, pero sí sé que no seremos los mismos y que tampoco entretejeremos las mismas historias.
1 note · View note
Decires y sentires de un docente, en época de emergencia educativa
Difícil y, muchas veces, cruel y doloroso, está resultando este proceso educativo, en época de pandemia y emergencia educativa.
De repente, los docentes, tuvimos que enfrentarnos, una vez más, pero ésta, en demasía, a la puesta en escena del cuerpo, en todas sus dimensiones. No sólo debimos, como todos los seres humanos, enfrentar todo lo que la pandemia, el aislamiento y, de muchas formas el encierro implicó, sino que, además, “donar” todo tipo de recursos, de los que el Estado debiera haberse encargado. Recursos varios y múltiples, conectividad, internet, teléfonos, computadoras y hasta de vida...nos vimos obligados a estudiar más, indagar, investigar (y bienvenido sea, quizá el aprendizaje fue una de las pocas cosas que rescato de esta situación)...a dedicarnos a tiempo completo a la formación, la preparación, las consultas, las notificaciones permanentes, además de todo lo que cada uno de los nosotros conocemos.
La tarea de los docentes tiene mucho de artesanal, como se plantea en “La clase en pantuflas” o los interesantes textos que nos invitan a intervenir...intentar encontrar el color del río, nos lleva a revisar la vida en sí misma, el uno de cada uno y de cada otro...la soledad epocal de nuestro trabajo (con el sólo apoyo de algunos pares que, claro está, siempre sostienen habilitando el hombro y la escucha), la presencia compulsiva en el hogar, de todos y cada uno de quienes nos vimos intervenidos por esta situación, y obligados a dejar entrar, sin siquiera, pedirnos permiso. Simplemente, invadieron, acometieron con nuestro tiempo de trabajo y libre, nuestro tiempo de sueño, de ver, de pensar, ser y estar....acometieron, abusaron inocentemente, sin intención, violaron nuestra vida privada haciéndola pública y, coincidiendo con lo que dice Skliar “...volver a la escuela va a ser complicado por cómo están los chicos y los educadores”.
Nos invitan a “poetizar” nuestra realidad y, de hecho, creo que llegó a ser casi una obra de arte, sin contar con pinceles ni pinturas, en una tela virtual que nos confundía en el espacio de encuentro, y salir desesperadamente a buscarlos (entrando en nosotros). Creo que es el mejor momento, para dejar de ser inocentes, repensar y repensarnos, para enriquecer nuestras prácticas, con uno y con otros, varios, únicos y singulares, solos e invadidos, acompañados y abandonados...volver a encontrarnos realmente, en pieles y miradas...sentirnos sostenidos y útiles, pero sobre todo serlo.
Nos obligaron a “meternos” en la vida de cada uno de los que intervienen en las situaciones educativas...nos obligaron a exigir, de algún modo, que las familias se ocupen de tareas que no les competen, a meternos en la privacidad de sus hogares...a invadir sus vidas que, ya por la pandemia misma, estaba atravesada por múltiples dolores, angustias, faltas, sufrimientos y excesos. Nos llevaron a meternos en sus momentos de encuentro, de diálogo, sin tiempos ni espacios, sin límites ni bordes, casi abusivamente. Y de algún modo, lo
aceptamos, fuimos condescendientes y cómplices de esas demandas cuasi obligadas.
¿Nos habremos confundido?, ¿nos habremos equivocado?...no lo sé...tal vez, nunca lo sabré, pero sí sé que estamos intentando lo mejor.
La conectividad no nos conecta ni, necesariamente, nos comunica y, muchas veces, la falta de ella sí. La palabra tan mediatizada no siempre posibilita el diálogo...muchas veces no dice nada...y la falta de decires lleva a falta (o exceso) de sentires y, siento, eso conlleva mucho dolor y aislamiento, soledad e incomunicación...más aún que las consecuencias de pandemia o, mejor aún, en tiempos de cuarentena.
Muchas veces los docentes, nos encontramos solos en las aulas, inventando diferentes estrategias para educar, revisando, revisitando, desde adentro y afuera, en las mejores o peores condiciones...librados al azar, la mayoría de los tiempos, sin ser vistos, si siquiera la apariencia de la intención, por parte del Estado, de mirarnos....abandonados a nuestra suerte y, con la demanda, casi a modo de mandato, por parte de las autoridades de turno, de hacernos cargo de las responsabilidades de ambos, de las que nos corresponden como formadores pero, también, de las que debieran competerle al Estado, único responsable de la inversión en educación y que, muchas veces, se esfuerza por hacer creer que se lleva a cabo...cosa nada casual ni inocente.
Tal vez más que nunca, se vio la desigualdad de oportunidades, de unos y otros y, tal vez más que nunca, se hizo “como si”, en muchas situaciones. Como si se enseñara, como si se aprendiera, como si despertásemos el deseo, como si se hiciese algo real, concreto, coherente y formativo, por gestar actos educativos....como si el otro capitalizara todo lo que se pone en cuanto a inversión educativa...como si lo pudiéramos todo, como si no pudiéramos nada...como si algo (todo o nada) se valorara....como si fuéramos mirados y vistos, al menos, para ser cuestionados (excepto en la publicación de un recibo de sueldo).
Creo en un gran abandono por parte de quienes debieran cuidarnos, lo siento y lo duelo....vivo en la piel toda, un gran agotamiento por tanta puesta al servicio, un gran desgaste teniendo que hacer una fuerza, muchas veces insalvable, en el empujón para salir a flote, cuando tocamos fondo...para seguir y seguir intentándolo. Ello, sólo teniendo presente la realidad de los estudiantes y las familias, que tanto están aportando a esta situación, muchas veces, a pesar de tanta falta.
Si la educación es un acto político, debemos hacernos escuchar sin la inocencia que, muchas veces, da el temor, la indiferencia o el desinterés...desde un trabajo profesional, comprometido, responsable...desde la defensa de nuestros derechos y el cumplimiento de nuestros deberes....único modo en que podemos sentirnos capaces de reclamar, de seguir luchando por lo que corresponde a cada uno que quiera crecer, responsable y éticamente.
A todos quienes acompañaron en este proceso, y lo siguen haciendo...esperando a quienes hubieran debido hacerlo y aún no se dispusieron. Como creo en la educación...creo en la espera, sin desesperación ni desesperanza...y en el tiempo.
Abrazo a quienes se comprometieron a enseñarme y acompañarme en este proceso...pares, alumnos, familias y compañeros de la vida, afectos del camino...que entienden que, de algún modo, la educación es, para mí (y para muchos), parte del transitar el mundo.
Es ésta mi narrativa personal...podría ampliarla pero creo no es necesario...será puesta en común-unión con la de los compañeros de vida que dan, donan, otorgan, siendo generosos con este proceso que llevamos adelante, con el fin de consensuar o disentir, único modo de continuar creciendo.
No hay mejor modo de seguir adelante, de hacer la diferencia, que resistir...pelear por una mejor educación, con las armas de la paz y de la educación y, aunque claro está, algunos no deseen dejar que las tomemos, igual lo haremos.
Yo, tú...nosotros, quizá sin otros.
e decires” “neCECIdad d
1 note · View note
HABÍA UNA VEZ…HAY ESTA VEZ
Y se detuvo el tiempo para los niños. Y nadie tuvo la culpa. Se paró el tiempo de todos los niños del mundo. Y la infancia vino a reclamar lo que le correspondía: las miradas de sorpresa, la calidez, la ingenuidad y  la conexión física aún prohibida pero  presente.  
Tumblr media
   Escribo esto y pienso que la verdad es ignoro si los niños no  tenían infancia; supongo que  la tenían  como ordenaba el mundo del progreso.  La cantidad de tiempo ocupado en aprender contenidos para ser un adulto exitoso -y yo me preguntaba  si feliz- era un imperativo.  Ahora, hace meses que nos preguntamos cuándo todo volverá a la “normalidad”, llámese normalidad a la escuela, el club, las visitas. Y no, a esa “normalidad” no se volverá porque tendremos que reconstruir la realidad. 
Ésta, la que vivimos en cuarentena, y que les ha costado más a los adultos que a los propios niños: mientras nosotros nos quejábamos porque los chicos no aprendían,( que no es cierto porque sí lo hacían con y sin docentes que, además trabajaron y trabajan mucho),  no socializaban (y eso es verdad, falta esa convivencia de club y escuela), si pasarían de grado, año, curso etc. el mundo nos seguía gritando que por ahí no iba más. Y pese a la falta de trabajo planificado para toda la vida, las “costumbres de”,  las privaciones injustas y el reenvío de culpas que nos fueron generando enojos recurrentes y aumentados,  el mundo sigue gritando que por ahí tampoco  iba más. La respuesta ahora y ya, la tienen esos “locos bajitos” rehenes de nuestras tristezas, preocupaciones,  y ansiedades obligadas por lo externo e invisible, -por momentos soberbio, muy soberbio-, sí, ellos que no comprendían qué pasaba, ellos que se pusieron tristes y alegres y que soportaron los avatares indeseables del desembarco del virus. Ellos ya saben cómo cuidarse, cómo callarse, cómo decir; aprendieron que lo que los deslumbraba aburre de tanto usar (pantallas de celulares y computadoras) , porque redescubrieron el barro y la masa que hace su abuela, la bicicleta hasta la esquina  ida y vuelta, el charco, la telaraña, la canción de los pájaros…Y gustan de eso. Los he visto con un ta-te-ti en estos días, ganando lo que les correspondía: “el tiempo con” sobre el tiempo de soledad desde un jueguito de teléfono  celular en el que  gana quien destruye y en el que, en menos de un minuto se termina la frustración, porque se puede arrancar de nuevo sin razones que fortalezcan el intelecto) Los he visto descubriendo una carretilla (velocidad, peso, placer, uso …mirá cuánto se puede contar).  A la infancia NO se la bicicletea más, guste o no guste. El títere volverá a ser vehículo de pensamientos y mediador de conflictos, el arte en todas sus formas, medio para contar el mundo, los juguetes volverán al escenario con público, los maceteros, espacios con ciencia…y hasta que todo pase, así se “pedalea”  la infancia, con bicicleta o sin ella. Gracias, Cuando miro la obra de Hernán Lira  me permito y me permite imaginar además, de lo dicho, algo más importante: manitos que se cruzan y se pelean por tomar la manija  (los he visto) con aquel juego de  contar una historia agregando dos palabras y que gire el que sigue, y el que se equivoca pierde…cada dos  palabras una manito diferente en esa manivela...algo así como: HAY ESTA---HAY ESTA VEZ UN… HAY ESTA VEZ UN NIÑO… HAY ESTA VEZ UN NIÑO QUE JUEGA, HAY ESTA VEZ UN NIÑO QUE JUEGA A LAS….HAY ESTA VEZ UN NIÑO QUE JUEGA A LAS ESCONDIDAS CON…HAY ESTA VEZ UN NIÑO QUE JUEGA A LAS ESCONDIDAS CON SU PERRO…”HAYESTAVEZUN CARACOLQUEJUGABACONELPERRO”…¡VA DE ̊NUEVO! 
HABÍA UNA VEZ UN NIÑO QUE...ÉSE NO ESTÁ MÁS…
Gabriela Vilardo.
0 notes
"Las cosas tienen movimiento",  Elena Rogers y Juan Carlos Baglietto.
youtube
0 notes
“Tiempo pequeño”.  Bebe
youtube
0 notes
¿Dónde hay silencio? Fotografías de los participantes del Taller de Teatro Inclusivo San Martín Roxana Bernaulé
youtube
0 notes
Matar a un niño. Stig Dagerman
youtube
0 notes
Poema “Muerte en el olvido” de Ángel González.
youtube
0 notes
Poema de Fabio Morábito “El buscador de sombras” (Acerca del silencio)
0 notes
El aprender surge cuando se abren caminos
Me interesa que sucedan aprendizajes genuinos, verdaderos, lo menos hipócritas posible. Los que abren caminos… Y los caminos nacen donde menos esperamos. En compañía de otros y al lado de uno mismo. En ausencia de algunos rostros y en presencia de miradas extranjeras o cercanas.
Se aprende cuando entendemos que dejar la flor en la tierra es mejor que cortarla, cuando se devuelve un gracias ante la indiferencia explícita
  Ahí es donde los caminos germinan, donde el sol calienta, donde la vida te encuentra, donde no hacen falta los muros ni las mesas, porque hasta el césped huele a aprendizaje.  Cuando rozar una mano extraña no provoca miedo y no hace falta ver para sentir. Cuando una charla interesante puede convertirse en el eje de tu día y la lectura porque sí, se transforma en el mejor y el más apasionante recreo.
Nuestra territorialidad, nuestro entorno, nuestro contexto constituye un texto en sí mismo. El medio en el cual nos manejamos emite señales que aprendemos a “leer” o decodificar a diario. Sólo así, descifrando nuestro ambiente, estaremos en situación de comprender y jugar esta especie de relación inquebrantable sujetos-espacio. Dentro de dicha relación, aparece la existencia de los sujetos entre sí, flecha que nos impulsará hacia la verdadera transformación. El otro y yo en un mismo todo. Y aquí, brota la comunicación entre los diferentes actores casi como una necesidad de transformación.
En dicha transformación, que continúa a pesar de la cuarentena, que nos atraviesa implacable, aparecen imprevistos, contratiempos, adversidades, nuevas situaciones a las cuales nunca antes nos habíamos enfrentado, conflictos desconocidos. Pero también aparece una fuente inagotable de recursos en el haber docente que vamos acumulando desde el mismo andar, desde la práctica, desde la experiencia, desde las ganas, desde el perfeccionamiento, desde la inspiración.
Ante esta realidad insólita, el contacto se convierte en uno de los pilares que alivianan, de algún modo, el peso sobre los hombros docentes. Irrumpen líneas de acción colectivas, de trabajo conjunto, planificado y pensado para saltar limitaciones y poder considerar distintas formas de llegar a nuestros niños y niñas; otras formas de abordaje de contenidos olvidados y nuevos  sentires  que muy posiblemente se prolonguen más allá del reintegro a las aulas.
Precisamos virar hacia un norte preciso: flexibilizar contenidos, orientarnos hacia lo importante, rediseñar propuestas que resignifiquen las existencias más allá del acostumbrado acercamiento mano a mano. Los recursos, condimento indispensable para esta nueva receta, podrán ir rotando desde los más tradicionales hasta los tecnológicos. Desde ese lugar, también podremos fomentar el trabajo colaborativo en pequeños grupos fortaleciendo la interacción entre pares.  Alejémonos unos metros de la tradicional y cuestionada concepción de evaluación, que ya nos estaba quedando incómoda, dando lugar a nuevas formas de evaluar y evaluarnos  juntos. Flexibilicemos, retirémonos para ver mejor y acerquémonos, tanto como podamos, para acompañar. Pero, por sobre todo, seamos pacientes con nuestros niños y niñas, y más aún, con nosotros mismos.
Marisa Zapata Ruani
0 notes
Tratando de correrme de la posición casi exclusivamente de lectora y motivada por la lectura sugerida de Carlos Skliar en Conversaciones entre cualesquiera, la de “Bartleby. El escribiente “(1856) quien como copista no resigna su posibilidad de disponer de preferencias y entonces responde que prefiere no hacer, estoy intentando acercarme a la escritura porque no resigno el intercambio del conversar aun experimentando mucho más tiempo de soledad que antes.
Algunos momentos del día durante los cuales mantengo la tarea asistencial a través de la pantalla, registro lo que podríamos denominar ansiedades propias ante situaciones nuevas, inesperadas, por el distanciamiento físico derivado del ASPO- Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio- percibo ese malestar por una cultura impuesta, sentida como ajena que genera un enorme cansancio, aunque las personas se digan a sí mismas “pero trabajo desde casa, podría ser más descansado…”
Tanto docentes como estudiantes, aun participando de clases por pantallas se sienten solos. Parece haberse instalado un tiempo y un espacio de soledad no buscado, de ahí que el mensaje disponer de este tiempo de pandemia para la reflexión resulta falaz, es algo impuesto y entonces podemos decirnos que preferiríamos no hacerlo. 
Cuando nos vemos privados de los demás, del modo que deseamos, me parece que sentimos que no somos nosotros mismos. Tenemos que esforzarnos algo más por aceptar esta realidad por ahora irremediable, de un aislamiento no elegido. Esto es parte del cansancio, que lleva a algunos pensadores a pronosticar desde un territorio inexplorado como el de la virtualidad, en el cual se corre el riesgo de desautorizar aún más a los claustros, a debilitar sus filas y convertir la educación en un sistema simplemente de entregas definido en términos completamente técnicos e instrumentales…Y algo de esto viene sucediendo especialmente en el Nivel Inicial. Cuando escucho en los relatos docentes el desborde de las directivas recibidas, las demandas a las que tienen que responder por diferentes plataformas: buscar materiales, hacer propuestas creativas, “Ojo, no enviar mensajes personales…Siempre a todo al grupo” dice la directora… Mientras tanto, no obtienen respuesta de los chicos, ni de los padres… ¿recibirán los envíos? ¿Cómo saber si es lo que les gusta, les entretiene, les interesa…? Me pregunto entonces junto con los docentes ¿cuál es el sentido que cobran esas tareas?
Y aquellos adolescentes que, con sus horarios trastocados, porque se quedan largas noches entretenidos con sus amigos y compañeros, tienen que levantarse para cumplir con el horario escolar habitual intentando mantener su atención. Aunque muchas veces no comprenden los contenidos de la clase y sienten que por lo menos le pusieron “presente”. Suena triste…
Estoy convencida que preferirían no hacerlo.
Sin embargo, hay alguito que sí podríamos hacer que suceda. Porque preferiríamos hacerlo como lo hizo el profe de lengua que invitó a sus estudiantes a escribir sobre “la soledad” en romance (tema de la clase del día) y entonces la estudiante escribió 
 Romance - Tema: la soledad
Larga noche
Despierto, veo mi cuarto
la soledad, me dice algo
no sé si puedo entenderlo
quisiera estar a tu lado.
 Me siento lleno de amigos
me veo casi inocente
y pienso, ¿yo merezco esto?
me siento tal como un huésped.
 Enciendo la luz con sueño
me siento poco calmado
son las tres de la mañana
mis pensamientos alargo.
 Mi cabeza piensa mucho
estoy en mi bello cuarto
pienso en esa mariposa
con su volar muy osado.
 En este mundo de locos,
de vivir en espiral
quiero jugar con vos, juntos
nunca vuelvas, soledad.
 Carolina Abril Pozner 27-04-2020
 ¡Qué maravilla! Este acto de excepción de hoy: escribir, me permitió sentirme acompañada. 
Cecilia Martha Kligman
0 notes
Una reflexión
Un virus osó romper nuestra cotidianeidad. Cambió el rumbo de la vida. Un virus que provocó una crisis. Un virus que apareció como novedad y nos cuestionó la normalidad... aquello que es pensado como “normal”. 
Una implosión de la normalidad como cuestionamiento interno y una explosión de la normalidad como cuestionamiento social. Un presente lleno de fisuras, una normalidad llena de fisuras, una identidad llena de fisuras. 
Un punto de detención. 
    Entonces...¿cómo habitar aquello que excede lo   programado?
El otro, profundiza la extranjerización desde mí, el otro que me define y la responsabilidad ante el otro. En un doble juego, que en este aislamiento se exacerba, de verlo con dos caras: cuento con vos, contá conmigo o como potencial riesgo de contagio, con barbijo y distancia (en épocas en las que cuantificamos infectados y muertos). La alteridad como obsesión por el otro que no es más que la perturbación hacia nuestras propias identidades, un proceso de separación y discriminación del otro. 
Bueno, así y todo ... imagínate la escuela. 
La escuela que sujeta al otro para normalizarlo, reglarlo, con una necesidad incontenible de seguir permaneciendo, de mantener esas estructuras que cayeron... 
Ay, ay, ay ... 
Digno de las etapas del duelo: 
Negamos que sucediera... esperando al otro día volver a la escuela. 
¿La ira? Sí, también, con las compus que no andaban, con la escasa conectividad, con el nuevo espacio al que no logramos acomodarnos. 
La negociación la hicimos entre nosotros/as y con la comunidad educativa, los wasaps, las tareas ilegibles por mail, los avisos “de arriba” un domingo, las consultas en cualquier tiempo y espacio (tiempos y espacios totalmente desdibujados). 
La depresión al querer explicar un tema en un medio inexplicable, al sentir alejados a algunos que ni computadora, ni conectividad, ni panza llena. 
La aceptación ... no sé ... llegamos? 
Entonces pensé en Derrida y su concepto de hospitalidad en el ámbito escolar 
Y pensé en Skliar: una escuela que no necesite completar nada, una escuela que priorice el presente y valore niñas y niños en el hoy, una escuela que no explique para que otros comprendan sino que no reprima ninguna voz para dar lugar a la multiplicidad de voces. 
Estamos hechos de diferencias ... 
Cómo acompañamos ... no cómo damos tarea o fiscalizamos como si quisiéramos perpetuar el estado de las cosas. 
Hablo de acompañar, bienvenir, cuidar... 
No perder el sentido de nuestra tarea como educadores. 
¿Cómo construir subjetividades desde la virtualidad? 
¿Cómo sostener la emocionalidad? 
¿Cómo acompañar la sensibilidad? 
Si la escuela construye tiempos y espacios para la apropiación de saberes y desarrollo de subjetividades , ¿cómo desnaturalizamos lo instaurado, repensamos nuevas prácticas y damos lugar a las constantes repreguntas? 
La posibilidad de transformación está en la acción reflexión. Lo utópico entendido como tensión entre la realidad y lo ideal. Lo inédito viable, diría Freire. 
Es tiempo de pensar juntos. ,de enseñarnos a sentir de otro modo, de rebautizarnos. De poner la palabra en movimiento, que circule, sea multidireccional. 
Es momento de reconocimiento de la igualdad como punto de partida, de elucidar la que interrumpe y hacernos cargo de que otra propuesta educativa es factible. 
De hablar con las familias para ayudar a acompañar a sus hijos e hijas. 
De hablar con los compañeros y las compañeras para contagiar (sí sí) propuestas, ideas. De explicitar que todos y cada uno de nosotros y nosotras está siendo y haciendo lo mejor posible, el máximo esfuerzo. 
Y de, básicamente, dialogar con nuestros y nuestras estudiantes. Qué piensan, qué sienten, qué hacen. Proponerles mirar el cielo nocturno, seguir una receta y cocinar, discutir en familia algún desafío ético, jugar, leer, poner en duda las noticias, armar construcciones, pensar en problemas reales, dibujar, cantar ... 
   ¿Qué tememos? 
¿Que dejen de aprender? 
¿Perder el poder de enseñar? 
Tenemos una responsabilidad en estos tiempos: la de acompañar, la de acompañarnos y así quizá y en este aislamiento, no sentirnos tan solos. Porque no lo estamos. 
Gracias a los sabios maestros que nombré y a Darío Sztajnszrajber porque mis palabras son suyas y ya fueron dichas... 
M.O
0 notes
Una reflexión
Un virus osó romper nuestra cotidianeidad. Cambió el rumbo de la vida. Un virus que provocó una crisis. Un virus que apareció como novedad y nos cuestionó la normalidad... aquello que es pensado como “normal”. 
Una implosión de la normalidad como cuestionamiento interno y una explosión de la normalidad como cuestionamiento social. Un presente lleno de fisuras, una normalidad llena de fisuras, una identidad llena de fisuras. 
Un punto de detención. 
    Entonces...¿cómo habitar aquello que excede lo   programado?
El otro, profundiza la extranjerización desde mí, el otro que me define y la responsabilidad ante el otro. En un doble juego, que en este aislamiento se exacerba, de verlo con dos caras: cuento con vos, contá conmigo o como potencial riesgo de contagio, con barbijo y distancia (en épocas en las que cuantificamos infectados y muertos). La alteridad como obsesión por el otro que no es más que la perturbación hacia nuestras propias identidades, un proceso de separación y discriminación del otro. 
Bueno, así y todo ... imagínate la escuela. 
La escuela que sujeta al otro para normalizarlo, reglarlo, con una necesidad incontenible de seguir permaneciendo, de mantener esas estructuras que cayeron... 
Ay, ay, ay ... 
Digno de las etapas del duelo: 
Negamos que sucediera... esperando al otro día volver a la escuela. 
¿La ira? Sí, también, con las compus que no andaban, con la escasa conectividad, con el nuevo espacio al que no logramos acomodarnos. 
La negociación la hicimos entre nosotros/as y con la comunidad educativa, los wasaps, las tareas ilegibles por mail, los avisos “de arriba” un domingo, las consultas en cualquier tiempo y espacio (tiempos y espacios totalmente desdibujados). 
La depresión al querer explicar un tema en un medio inexplicable, al sentir alejados a algunos que ni computadora, ni conectividad, ni panza llena. 
La aceptación ... no sé ... llegamos? 
Entonces pensé en Derrida y su concepto de hospitalidad en el ámbito escolar 
Y pensé en Skliar: una escuela que no necesite completar nada, una escuela que priorice el presente y valore niñas y niños en el hoy, una escuela que no explique para que otros comprendan sino que no reprima ninguna voz para dar lugar a la multiplicidad de voces. 
Estamos hechos de diferencias ... 
Cómo acompañamos ... no cómo damos tarea o fiscalizamos como si quisiéramos perpetuar el estado de las cosas. 
Hablo de acompañar, bienvenir, cuidar... 
No perder el sentido de nuestra tarea como educadores. 
¿Cómo construir subjetividades desde la virtualidad? 
¿Cómo sostener la emocionalidad? 
¿Cómo acompañar la sensibilidad? 
Si la escuela construye tiempos y espacios para la apropiación de saberes y desarrollo de subjetividades , ¿cómo desnaturalizamos lo instaurado, repensamos nuevas prácticas y damos lugar a las constantes repreguntas? 
La posibilidad de transformación está en la acción reflexión. Lo utópico entendido como tensión entre la realidad y lo ideal. Lo inédito viable, diría Freire. 
Es tiempo de pensar juntos. ,de enseñarnos a sentir de otro modo, de rebautizarnos. De poner la palabra en movimiento, que circule, sea multidireccional. 
Es momento de reconocimiento de la igualdad como punto de partida, de elucidar la que interrumpe y hacernos cargo de que otra propuesta educativa es factible. 
De hablar con las familias para ayudar a acompañar a sus hijos e hijas. 
De hablar con los compañeros y las compañeras para contagiar (sí sí) propuestas, ideas. De explicitar que todos y cada uno de nosotros y nosotras está siendo y haciendo lo mejor posible, el máximo esfuerzo. 
Y de, básicamente, dialogar con nuestros y nuestras estudiantes. Qué piensan, qué sienten, qué hacen. Proponerles mirar el cielo nocturno, seguir una receta y cocinar, discutir en familia algún desafío ético, jugar, leer, poner en duda las noticias, armar construcciones, pensar en problemas reales, dibujar, cantar ... 
   ¿Qué tememos? 
¿Que dejen de aprender? 
¿Perder el poder de enseñar? 
Tenemos una responsabilidad en estos tiempos: la de acompañar, la de acompañarnos y así quizá y en este aislamiento, no sentirnos tan solos. Porque no lo estamos. 
Gracias a los sabios maestros que nombré y a Darío Sztajnszrajber porque mis palabras son suyas y ya fueron dichas... 
  M.O
0 notes
Invitación
Pero bueno, a raíz de tu anécdota con la maestra a tus 7 años, me atreví a escribirte. Algo que no me hubiera animado, pero me conectó con un proyecto mínimo que vengo haciendo hace un tiempo. Un blog que retoma dos títulos de Heidelbach y se convierte en "¿Qué hacen lxs niñxs?"
La idea es poder registrar las infancias de antes y las de ahora, en pequeñas anécdotas que den cuenta de lo que es importante para un niñx.
Yo te paso el link, lo digo y me da pudor, pero si no te lo muestro me arrepiento...Y desde ya, está abierto para saber en qué pensabas, qué soñabas, que ideas tenías cuando participabas de la clase de segundo grado, de esa forma tan particular.
Te mando un abrazo enorme, y sigo escuchándote y leyéndote más que nunca.
https://tiemponoapurado.wixsite.com/mysite/blog
Selva Bianchi
0 notes
A propósito de… “O papagaio preto”
Luego de observar este bello interjuego de cuerpos, música, gestos, miradas, que dicen mucho más que las palabras, lo primero que recordé fue esta poesía de Gianni Rodari:
Un señor maduro con una oreja verde
 Un día, en el expreso de Soria a Monterde,
vi que subía un hombre con una oreja verde.
 No era ya un hombre joven sino más bien maduro,
todo menos su oreja, que era de un verde puro.
 Cambié pronto de asiento y me puse a su lado
para estudiar el caso de cerca y con cuidado.
 Le pregunté: —Esa oreja que tiene usted, señor,
¿cómo es de color verde si ya es usted mayor?
 Puede llamarme viejo —me dijo con un guiño—,
esa oreja me queda de tiempos de niño.
 Es una oreja joven que sabe interpretar voces
que los mayores no llegan a escuchar:
 Oigo la voz del árbol, de la piedra en el suelo,
del arroyo, del pájaro, de la nube en el cielo.
 Y comprendo a los niños cuando hablan de esas cosas
que en la oreja madura resultan misteriosas…
 Eso me contó el hombre con una oreja verde
un día, en el expreso de Soria a Monterde.
 Gianni Rodari (1920-1980).
 Hacen eco en mí varias palabras en la primera parte de la película, infancia, fragilidad, creatividad, construcción artesanal,  frustración o quizás cierta impotencia a partir de la cual en la segunda parte se observa una mano adulta que se ofrece a acompañar, un andamiaje que permite “hacer algo juntos respecto de…”, un acompañamiento que no tapona, que no obstruye sino que lo hace desde una alteridad amorosa quizás, que toma lo que el otro trae y ofrece un andamiaje como condición de posibilidad de despliegue del Otro, de su potencia. Quizá si uno no tuviera esa oreja verde de la que habla Gianni Rodari solo vería “basura descartable” donde los niños ven un papagaio preto.
Pienso la niñez como aquel tiempo frágil donde la vida late y el horizonte se vuelve infinito. Los niños marcan el camino, nosotros acompañamos el paso.
Mantengamos siempre esa oreja verde, que nunca madure, o como vos Carlos pudiste expresar “maduremos hacia la infancia”, para hacer del aquí y ahora algo mejor.
Acompañar con esa oreja verde el pensar, sentir y obrar de la infancia, el poder y la potencia de la ficción, tratemos de ampliarla, no aplastarla, de expandir los márgenes de la subjetividad, subjetividades muchas veces totalmente arrasadas y, sin embargo, en el reino de la niñez, de la ficción, “hasta un pájaro se convierte en pez”, una bolsa negra en un murciélago que vuela alto; miremos con ojos de niño, estemos a la altura de  “la habitualidad de la excepcionalidad”, pero para ver esto debemos cuidar de nuestra oreja verde. 
 Bettina Badaracco
Mar del Plata, Argentina
0 notes
La profecía se hace presente y nos deja desprovistos de nuestras “seguridades” y frágiles. Muchos discursos se hacen acerca de cómo será el día después, se habla de abrazos, besos, afectos y cambios en las formas en que veníamos mirando al otro. Y los que veníamos aferrados a esta sinuosa y precaria intención de ver al otro a través de la común-unión de nuestras fragilidades, asistimos a otro tiempo.  Tiempo que, sin dudas, despierta cierta esperanza, pero también desconfianza. Lejos de la frase materna del “yo te dije”, es esperanzador en la medida en que se abre una oportunidad que trasciende lo tecnocrático, lo mecanizado, para poner el acento en lo humano. Pero no es menos importante la desconfianza, que sin dudas nos invita a pensar-nos en este tiempo. Puede que esta forma (y digo forma como algo estático y varado) se utilice como una manera de autopreservación, que solo permita atravesar este tiempo, pero que no tenga nada que ver con una mirada en las fragilidades, sino en mí propia fragilidad. ¿A quién preserva un/a docente, que llena de tareas virtuales a un chico/a?
Martín, Uruguay
0 notes