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Aquí seguimos, años después y con la misma insatisfacción.

No. No se va el sentimiento de salir corriendo. Cuando llega el momento en el que socializar se hace necesario y en cierto modo obligatorio, parezco adaptarme hasta que acaba por llegar el punto en el que cogería las maletas, sacaría el poco dinero que me queda en la cuenta bancaria y saldría corriendo. ¿Me explica alguien como se hace eso de adaptarte a un sitio? ¿Me dice alguien por qué necesito tanto de la sensación de estar en un sitio en el que nadie me conoce? 

Cuando sales de casa con una mano delante y otra detrás, no te queda otra que tirar de lo que va saliendo y trabajar, y para eso hace falta relacionarse socialmente, hacer lazos, lidiar con situaciones conflictivas, justificarte, ceder, aceptar opiniones ajenas, escuchar explicaciones y un largo etcétera de cosas que lo único que me aportan es un tremendo dolor de cabeza. 

¿Cómo sería mi vida si de verdad me moviese por impulsos? Si así fuese ahora cogería una maleta, metería todo lo que me cupiese y mañana estaría en España con los míos. Luego quizás vendrían los arrepentimientos. 

Dicen que no merece la pena mirar al futuro y planear. Qué hay que vivir el día a día y tirar con lo que hay. Pero, si yo no puedo dejar de hacer... ¿será porque no estoy contenta con el presente? ¿Lo he estado alguna vez? ¿Será posible que como tantas veces me han dicho el problema esté en mi y no en lo que me rodea? 

Será. 

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Si es que esto pasa a veces y no hay forma de ponerle remedio. De repente pasa algo y llega el día en el que te das cuenta de la soledad en la que estás inmersa. Sientes miedo ante un vacío inmenso. Quieres sanarte en un abrazo y piensas en aquellos que podrían hacerte sanar. Y entre ellos está él. Aquel del que jamás te enamoraste pero que siempre estuvo ahí. Recurres a sus palabras, palabras justas y precisas pero llenas de odio y rencor aun sin quererlo. Porque el si te quiso y no supiste verlo. Porque aun así no sabrías que hacer con ese amor que no correspondes. Y entonces piensas, ¿acaso no crees que no desearía darte todo ese amor que puedo dar? ¿acaso no crees que sería para mi más fácil correr hasta a ti, sumergirme en uno de tus cálidos abrazos y dejar que la vida pase alrededor? ¿Crees que no soy yo de las personas que darían parte de su vida por ti? ¿por cuidarte? ¿por calmarte cuando estás asustado?¿por calmar la agonía que sientes en ese cuerpo de niño grande? Yo quererte te quiero, con todos mis sentidos, llevas tantos años en mi vida que es imposible no sentirte parte esencial en ella. Y decidí dejarte ir. No seré egoísta al decir que fue por ti. Te dejé ir por mí y por ti, por los dos. Porque me abriste tu corazón y me asusté y no super que decir. Mi respuesta se cerrarlo e intentar ponerle tiritas intentando asegurarme de que no sangrase. Aunque por otro lado le pegase patadas sin quererlo, como la niña torpe que soy. Y aun así, y sin darte cuenta de las patadas que acabarían por hacer que dejases de latir, sangraste.. sangrabas y por no saber de que forma ayudar a que eso parase salí corriendo. Y ahora asomo la cabeza y me dejo ver para decirte que aun te siento. Y muestras enfado, rechazo y furia. Aunque no quieras, lo puedo ver. Y de nuevo pienso que ojalá mi respuesta fuese amarte. Que sería lo más fácil. Pero tengo esta mentalidad de niña satisfecha con la insatisfacción, que aunque es feliz con lo que tiene siempre quiere ver más allá y explorar en busca de lo que hay más allá de las montañas. Y luego vuelo,y me doy cuenta de que no es tanto lo que podía encontrar, pero lo necesitaba. No es lo que llego a ver o tener sino saciar la necesidad de alzar el vuelo lo que arranca mi motor y me da la vida. ¿Qué hago contra eso? ¿Cómo lucho contra la contradicción de la que soy esclava? De querer estar cerca y lejos. De querer abrazos llenos de calor y nuevas miradas frías. De estar satisfecha y aun así querer ir más allá, pero luego sentir que quieres volver y encontrarte insatisfecha en tu insatisfacción. Sola, pequeña, diminuta, minúscula anta la fragilidad humana y tan tan tan lejos de un abrazo lleno de calor. Por el que volvería atrás alzando el vuelo. Sin la seguridad de no volver a querer volar. 

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De cuándo el amor duele... 

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Ya me enseñaron la gran lección. “Si no tienes nada que decir mejor no abras la boca, no digas nada que no creas mejor que el silencio”.  Ahora en serio, ¿a cuántas de las enseñanzas con las que te has ido chocando de frente has atendido? - Me declaro culpable señoría.  Diré pues que me pareció grato el olor a tostada quemada al despertar, también el enano con gafas de culo de vaso que me saludaba mientras esperaba la cola del kiosco. Me gustó sentirme delincuente al bloquear, no a voluntad, el cajero de mi banco habitual (una vez anestesiada mi capacidad de análisis). Me gustó tu risa. Me gustó el aire de superioridad que sentí al ver que como de costumbre, al desviarse el bus de su trayecto habitual, el desconocimiento generó desconcierto e irritación. Me gustó abrazarte. Me gustaron sus labios. También el pastel de chocolate que tomé para desayunar. Me gustó almorzar con la puesta del sol de las seis, hacer repeat en los ecos de Pink Floyd. Me gustó oír que el papa se alejaba aleteando cual mosca cojonera. Me gustó conocerte, me gustó un caniche. Me gustó el sabor de la Cruzcampo una vez más. Me gustó mi piel, me gustó la sopa, me gustó estar sola. No me gusté. 

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Aquí solo hay sitio para mí 

¿Y a quien le gusta tener que amoldar su preciosa escultura de plastilina, reflejo de su ser, a gusto del que emite insanos juicios hacia ella?

No es a gusto, es por necesidad. 

Erase una vez una bonita princesa, vivía dentro de una cúpula de cristal, en el foro central. La vida fuera de su cúpula se actualizaba de forma diaria, era dinámica, tenía ritmo, no paraba de evolucionar.

Dentro las cosas no funcionaban de forma diferente. La princesa de la cúpula de cristal llenaba sus días de nuevas experiencias, y sus noches de nuevos sueños que alcanzar. Vivía emociones fuertes, deseos incontrolables de comunicar.

Pero nuestra princesa llevaba años hechizada por su antiheroe personal, y ninguna de sus palabras eran capaces de atravesar aquella cristalina, brillante e impenetrable burbuja de cristal. 

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Every night

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Se acabó toda esta pantomima. Para marcar el ritmo solo necesito esta melodía y mi cuerpo.

Here comes the sun.

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Nótese el símil con el mito de la caverna de Platón.  Al fin y al cabo, ambas hablan de una revelación... ¿mística? ¿natural? ¡Qué más da! ¿Quién no la ha vivido alguna vez?

-¡Eh! ¡Eh! ¡He visto el camino! ¡Le veo el sentido!¡Escuchadme!¡Venid y veréis!

Y tachado de loco, torturado, maltratado, no comprendido.

Cada cual mira el mundo desde una lente distinta. Lo cual es tan frustrante como maravilloso. No hay nada en este mundo más complejo que la empatía. Supongo que compartirla explica el amor. Y la fugacidad de las revelaciones explica la fugacidad de las relaciones.

Me gusta vivir mis revelaciones, a pesar de la impotencia que sientes cuándo nadie puede comprender la totalidad, cerrar el círculo y hacerlo explotar. 

Aquí dejo un enlace al mito, para quienes no lo conozcan:

http://boj.pntic.mec.es/jgomez46/documentos/hfia/texto-caverna.pdf

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Gartensalon, en Munich.

Una de las cosas más llamativas de mi viaje a Munich fue este lugar. Lo conocimos a últimas del viaje y gracias al antojo de mi prima Ana, que llevaba toda la semana desando que llegase el momento de tomarse el que es, según ella, el mejor dulce de Gartensalon, la tarta de Mango (la cual, por cierto, he tenido el placer de probar y he de decir que es uuuna delicia).

Gartensalon es un lugar encantador, ubicado en un pequeño pasaje, en el número 90 de Türkenstrasse, Munich. Y cuenta con una amplia carta de postres, todos hechos por ellos mismos, con mucho gusto y mismo. Además, podrás encontrar una gran variedad de productos presentados de una forma bastante original, y con los que podrás hacer muy ricas combinaciones. Pudiendo degustarlos de forma individual o pagando por el servicio de buffet. 

Lo riquísimo que está todo es más que motivo suficiente para visitar este lugar. Pero lo que más llamó mi atención es, como podéis ver en las fotos, la peculiar decoración y temática del lugar. Podría definirse como increíblemente acogedor, sin lugar a dudas. El gusto que desprende es evidente, no solo en el interior, sino también en el exterior. Estando allí te sientes como en casa. Es un lugar agradable, lleno de luz, sofisticado, delicado y elegante.

Me encantó encontrarme con dos estanterías repletas de cosas hechas a mano, cosas de todo tipo y bastante originales. Una pena que hubiésemos ido al viaje con el dinero contado para sobrevivir, sino nos hubiésemos llevado más de una cosita.

Siempre he tenido en mente la idea de montar un lugar en el que ofrecer algo a los demás y poder compartir momentos y conocimientos. Este lugar es un ejemplo claro de lo que querría conseguir hacer de mi sitio. 

Un placer haber satisfecho el antojo de mi prima. Ahora conozco un rinconcito que hechiza, una maravilla más de las tantas que he conocido y vivido en Munich. Y un sitio al que seguro, seguro, seguro, volveré algún día. Más tarde o más temprano.

¡Os aconsejo a todos los que tengáis al oportunidad que vayáis y sobre todo, que lo sintáis estando allí y disfrutéis!

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Jetzt bin ich dran!

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Y nadie se imagina...

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Lo positivo es, que el vértigo ya no existe.

Me dijeron cierto día que el tiempo ponía a cada cual en su lugar. ¿Por qué debería de creerme esa también?

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