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Me hubiera atrevido.

A medio día y de golpe me llegó un recuerdo, tu y yo hablando afuera de un coche. Me hubiera atrevido, dije de golpe. Ojalá hubiera puesto mis manos en tu cuerpo poco antes, ojalá hubiera llevado tu mano a mi sexo sin preguntar. Me hubiera atrevido a subir mi falda para dejarte entrar. Ahora lo pienso, habría sido discreto, tú haciendo lo propio recorriendo mi cuerpo y yo absorbiendo al tuyo. Me siento lejos, te siento lejos; me acaricio los labios pensando en que pudiste haberme humedecido, si tan solo me hubiera atrevido...

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Que ganas de decirte "te quiero", de oler tu cuerpo como cada mañana del fin de semana de ensueño y que mis labios hagan los honores. De recorrerte la vida en promesas con estas ocho letras. Tengo ganas de llegar un día y decirte, que sí, que es rápido pero que ahí está, que es cariño, que es amor, que es el camino a algo enorme; llamale intuición sí, o de una vez enamoramiento. No importa. Está aquí, entre cada beso, cada abrazo, cada buenos días repetido una y otra vez, con tal de recibir un beso renovado. Te quiero, dije, con el poco tiempo que me cargo a tu lado, con las cosas inmensas que me falta descubrirte, te quiero y de aquí ya no hay vuelta a atrás.

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Alguien con quien envejecer e irnos de aventura a los 60 años, con nuestras mochilas de viajeros y nuestros libros viejos para leer en las hamacas. Alguien con quien tomar un café y sonreír por la mañana. Alguien con quien llorar, una persona que esté ahí dispuesta a escuchar y sentir todo lo posible conmigo. Quizá no te encuentro, aunque viva varias vidas y me enamore mucha veces (porque lo haré) pero aquí te llevo en mi alma, compañero de vida imaginario, mientras hago todo esto sola y tengo la mejor época de mi vida.

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En más de una ocasión he sentido que la vida es este momento ajeno, en el que amanecí en un cuerpo que no sé manejar. De pronto llevo un rumbo que me hace sonreír o llorar, normalmente en igual medida, hasta que me aparecen en la esquina destellos de otra vida no visitada más que en sueños y la curiosidad me guía más de lo que quisiera ¿cómo te explico? Que a veces siento que sigo las migajas de una Edith futura o de otra, incluso de una Edith que aquí termina. Que la verdad, esta vida se siente como un performance, donde la gente que aprecias muere y la gente que amas se va o te miente, o donde incluso tú, cuyo cuerpo sientes ajeno, haces cosas que no quieres como trabajar un martes en el que el mundo debía detenerse a llorar.

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Hoy, después de meses, vi una foto tuya y no supe que sentí, se ve que bajaste de peso, que tu sonrisa se sigue apagando un poco de un lado y que usas la misma ropa de siempre, numerada y sin repetir. Nunca me gustaron tus manías, mucho menos tus obsesiones; verte me recuerda todo eso. Aunque de vez en cuando el cielo está muy azul, el sol muy rojo y te mando sonrisas telepáticas, por todas esas tardes que me llevaste a mí tercer piso favorito por una cerveza. Cada vez me pregunto más cómo soportamos tanto y al mismo tiempo sé que nos hicimos buena compañía, que eras mi mejor amigo y que entendías por qué tenía miedo de estar viva. Las despedidas nunca son buenas, honey, te lo dije alguna vez. Solo quisiera que supieras que te llevo en el alma, que te escribí textos que nunca leíste pero que me da gusto verte así, feliz, lejos y feliz.

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El inglés necesita de un verbo fatalista para emplear la expresión ‘enamorarse’: to fall. O sea que el enamorado no exactamente asciende a un estado superior, sino al contrario: cae.

Diablo Guardián, Xavier Velasco (via mchlmonroe)

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Minninaw

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Trilogía de la depresión (Trilogy of Depression) by Lars von Trier

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Louis Garrel en “La belle personne” de Christophe Honoré / 2008

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Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchados, de piel suave y tierno corazón guerrero.

Alejandra Pizarnik

(via

grupobookhunters

)

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¿Recuerdas? Nos veías jugar desde la ventana de la sala o de la cocina, tenías incluso una estrategia secreta para vigilarnos a través del reflejo del cristal a medio día. Cuando lo descubrimos encontramos la forma de cuidarnos de ello, de esconder algo; esa fue la primera grieta.

Me enseñaste a jugar rayuela, brinco a brinco, avanzando hasta comenzar otro juego, hasta comprar una bicicleta o un patín del diablo, o cualquier cosa que requiriera un equilibrio a solas.

A pesar de ello parece que idealizaste mi inocencia, que de pronto, hoy, aquí, mientras juego a ser adulta, algo te ofende. Satanizas el que duerma a lado de alguien, satanizas que presente a alguien a la familia, que lo o la invite a un viaje e incluso a comer. ¿Qué tan serio tendría que ser como para tomar a alguien de la mano sin problema? o ¿para dormir a su lado sin tener que cumplir con cierto estatus civil? 

Perdón por no comprender el significado de los juegos y la temporalidad de la inocencia. Perdón, sobre todo, por romper el cristal por el que me mirabas.

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Ya no te quiero.

Caíste al piso y me hiciste un berrinche. Luego me culpaste por todo. Yo me reía. Creí escucharte decir que te he engañado. Que cruel reflexión de quien no acepta la verdad. Cualquier explicación dolorosa, pero aceptable te parece mejor ante la frase que te di por realidad. Que risa, que te he engañado dices. 

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No acabo de entender esto de que todo pasa en el momento correcto, porque desde que estoy contigo todos me llegan en un mal momento ¿sabes? El buen chico, con buenas intenciones y que huele bien, o el que sonreía de verme y quería presentarme a sus padres. Me siento tan miserable por esto. Por considerarlos y no poder irme, porque por más que huya no es suficiente ¿hasta donde tengo que ir? ¿hasta donde tengo que llegar para que la gente me encuentre en un mejor momento?

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Diez minutos de descanso, como si yo tuviera el tiempo del mundo para estar ahí igual de desnuda, como si la obscuridad nos fuese eterna. La noche iba a terminar tarde o temprano, qué lamentable, si vibrábamos al mismo ritmo, si nos conjugamos al mismo tiempo. 

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Que ganas de escribirte, de verte a los ojos a través de letras. Hablas de la libertad de vernos, no lo siento así, libres quienes pueden verse y se mueven para hacerlo, tu y yo no movemos ni un dedo por el otro. ¿Qué cosas han cambiado en cuatro años? ¿El deseo de verte? ¿Mi necesidad de cariño? Me duele y dolería llamarte “amor” después de todo. Qué clase de reinicio es este... que duele más de lo que se disfruta y angustia más de lo que se goza. 

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Por favor no me hables del futuro, no quisiera saber que es lo que el destino nos depara. Es que todo ha sido tan perfecto que me da miedo perderte de nuevo, que tanta cautela y amor no nos sirvan de nada. Te quiero, como quien regresa al paraíso perdido, sí, pero también como quien nota que nunca fue como lo imaginó, es mejor porque es real. No quisiera idealizarte o esperar algo de ambos que no va a pasar, no te miento que me gustaría mucho dormir contigo, viajar contigo, besar tus brazos todas las mañanas. Oh dios, es que me tienes tan enamorada, eres un hombre bueno, lo eres. Sólo por favor no me rompas el corazón.