edlefante - Tumblr blog

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Extrañar(te)

Contra este vaivén de emociones nada he podido hacer. Quisiera pensar que con el pasar de los días todo mejorará, pero no, va empeorando. Recuerdo que la última vez que nos vimos mencionaste que pronto volveríamos a vernos, cruzaríamos miradas, incluso una que otra palabra. Créeme, no he dejado de pensar en ello.

Mis largas caminatas por la playa de nada han servido, pretendo olvidarte cuando ni siquiera recuerdo cómo hacerlo; pasé tanto tiempo a tu lado que la preocupación de que te alejaras no tenía cabida en mi interior y un día, sin previo aviso, sucedió.

Paso largas horas escuchando la playlist que armamos juntos con nuestras canciones favoritas, es la cosa más estúpida que hago, pues sé que no me dejará ganar.

No puedo, simplemente no puedo, necesito que alguien me saque de este hoyo. Corrección, necesito que me saques de este infierno. No tengo cabeza para pensar en nada más; va de mal en peor, pues con el transcurso de las semanas, mi mente se va alimentando con la ilusión de algún día verte, qué tonta ha sido, ¿No?

Quizá no fue la mente quien se equivocó, quizá fui yo quien tergiversó las cosas. Extrañarte ha sido la cosa más difícil que esta dura vida me dio, me quitó las ganas de estar con alguien más por aferrarme a tu recuerdo y me abofeteó cuando le pedí a gritos que te trajera de vuelta. Empero, extrañarte me hace daño.

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Aprendí

Con el tiempo adquirí sin querer la habilidad de la sapiencia, de dejar que el mundo me sorprenda, que la gente venga y vaya. 

Con el tiempo se me dio la oportunidad de aprender a querer, odiar y olvidar a quien lo merecía. Aprendí que no se puede obligar a las personas a quedarse en tu vida por más que uno así lo desee.

Comprendí con el pasar de los meses que llegan nuevas oportunidades sin tener que buscar, sin forzar; oportunidades para volver a comenzar en un nuevo lugar, en un nuevo tiempo y en un nuevo cuerpo.

Aprendí a confiar y asimismo aprendí a soltar cuando fuese necesario. Por empirismo, aprendí a alejarme, a no dejar que las heridas internas sofoquen mi entorno. Aprendí que curar una herida es más fácil que recuperar una cosa perdida. 

Y aprendí, y así como aprendí, también me obligué a olvidar muchas cosas que creía saber, para que el futuro ser acercara a mí soltando un grito desesperado queriendo sorprenderme con aquello que con el pasado había olvidado. 

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Roto

Dicen que las cosas pasan por algo, que si alguien se va, que si alguien se queda, etcétera.

Últimamente el sentimiento de que he perdido algo importante se hace cada vez más grande. No puedo evitar sentirme el gran culpable de todo esto, siempre ha sido así. Está en mi naturaleza el culparme de todo.

Mis amigos me han dicho que todo tiene solución, que siempre hay una luz al final del túnel, túnel que hoy atravieso con miedo; ese miedo que me da cuando sé que todo está perdido.

He consultado libros de autoayuda para ver si entre la tinta existe la solución o quizá alguna respuesta, pero no.

Estoy en busca de ayuda, pero no sé dónde encontrarla o quizá no sé cómo pedirla. En el yugo familiar nadie sabe nada de lo que está pasando. Intento encontrar alguna señal que me indique que todo está bien, pero mi mente está bloqueada y sólo se enfoca en lo malo, en que sólo hay un camino.

Sin embargo, ha sido mi capacidad de intentar seguir de pie ante estas situaciones las que hacen que me levante, pero creo que esta vez no podré y que dolerá más que en el pasado. Eso lo sé.

No logro encontrar la respuesta que tanto estoy buscando, nadie la tiene.

Sólo sé que hoy me encuentro roto, deshecho, y que esta vez creo que me tomará el doble de tiempo y esfuerzo volver a juntar las piezas que ya había unido con cinta corriente.

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Quizá

Fue su aspecto, su manera de vestir, de andar, ese lento andar que tanto me vuelve loco.

Fueron sus ojos, su sonrisa, su voz, aquella que endulza mis oídos cada que apenas sale una palabra de su boca.

Fueron sus labios, su inocencia o su intrínseca actitud, esa que habla por sí sola.

O simplemente fue que me di cuenta que se delataba cada que nuestras miradas se cruzaban. Sí, quizá.

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El duelo: Día 2.

Perdóname, aún no sé cómo superarte, sé que es ridículo, pues el tiempo no estuvo a mi favor. Siguen doliendo las heridas y tampoco sé con qué bebida puedo sanarlas.

Tal vez las secuelas vienen a mí porque me he desvivido escuchando todas esas canciones que solíamos escuchar mientras esperábamos el amanecer, sí, eso debe ser. 

Sin embargo y pese a todo pronóstico, creo que estarás aquí un buen rato, la pregunta es, ¿Hasta cuándo?; no puedo más con esto que me oprime el pecho cada que los recuerdos llegan sin avisar. Duele en demasía.

Salgo a la calle a caminar, pero siento que algo me persigue, quizá sea la sombra que dejaste al marcharte, y no sé por qué sigue aquí, tal vez sólo para atormentarme.

¿Qué tengo que hacer para ya no sentir todo esto que siento? Necesito la ayuda de alguien, necesito tu ayuda. Ayúdame a superarlo, por lo menos sintiendo por última vez el calor de tu cuerpo junto al mío o el sabor de tus labios.

Estoy cansado de tanto llorar, no sé si mis ojos lo hacen por tristeza o por lo irritados que están tras pasarles un paño durante todo el día, todos los días. Estoy harto de que mis amigos me digan que te olvide, pues sé que eso no podré hacerlo, no por el momento; estoy harto de contestar que “estoy bien” cada que me preguntan si lo estoy porque sé que sólo estoy mintiendo.

Estoy harto de estar atrapado, de estar solo, pero por el momento no puedo hacer nada más que seguir atado al pasado y a la idea de lo que pudo ser de nosotros. Pero hasta que te olvide, seguiré aquí.

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El duelo: Día 1.

Me levanté esta mañana llorando, ya no es ninguna sorpresa. Mientras las lágrimas recorrían lentamente mi cara no podía evitar pensar en todo el tiempo que he gastado sin siquiera recibir alguna recompensa. 

Hoy estoy decidido a pasar frente a los lugares que solíamos frecuentar, sé que sólo estoy haciéndome daño, que me estoy torturando, pero estoy seguro que de algo servirá, pues el dolor será cada vez menos cada que divise aquellos lares, estoy seguro. 

Tengo que ser sincero contigo, aún no sé cómo olvidarte; en mi boca aún yace el dulce y a veces insípido sabor de tus labios, quizá eso hace que se me dificulte la tarea. 

Empero, seguiré aquí, dejando que tu esencia siga poniendo mi mundo de cabeza y tocando cada fibra de mi cuerpo, esperando algún día olvidarte. Mientras tanto, sigo a merced de tu recuerdo. 

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¿Qué hay de cenar?

Llega ella tarde de trabajar preguntando «¿Qué hay de cenar?»

Camina por toda la casa buscando algún indicio de su pareja sentimental.

Busca en la cocina, en el baño y en la recámara, pero en esos lares a nadie ha de encontrar.

Deambulando hambrienta yace en el sillón con la mirada cabizbaja hasta no poder más.

Después de un largo día de trabajo, llega él preguntando, «¿Qué hay de cenar?»

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¿Qué hice mal?

A menudo me pregunto si fuiste lo que yo siempre quise, si acaso habías sido eso que siempre anduve buscando.

A menudo me pregunto cuál fue el motivo por el cual no pude pertenecerte, si es que fue el destino o nuestros caminos no estaban hechos para seguir una línea recta.

A menudo me pregunto qué habría sido de nosotros si aún estuviéramos juntos, si es que no hubiese existido un final entre nosotros.

A menudo me pregunto si en realidad el culpable fui yo porque este cargo de consciencia me hace mal de tan sólo pensar que tú creas que aquí el culpable soy yo... y si es así, dime, ¿Qué hice mal?

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Mi peor error... Tal vez.

Fue la primera, quizá; aquella carta que te entregué en un sobre amarillo con hojas dentro y, en ellas, letras. Letras recortadas de periódico que en conjunto lograban crear un escrito, uno de los escritos más patéticos que posiblemente hice. ¿Por qué creí que eso te gustaría? Cuestioné a muchas chicas antes de hacerlo, la pregunta era latente, ¿Podría gustarle? Creo que no fue así. Quizá fue la segunda tanda de cartas, esas que fueron mucho más chicas. Cinco sobres con tres cartas cada uno, recuerdo. ¿Pero en qué estaba pensando? Desde ese momento debí decir las cosas de frente. ¿O fue la última carta que se te entregó? Que, he de confesar, esa ya no la hice yo. Sólo iba un dibujo de hace años y con él, la esperanza de que por fin te armaras de valor y empezaras a indagar quién había sido el autor de tan cobarde acto. Después de ello, tal vez fue el anonimato y el sigilo con el que hice las cosas, pero no te veía muy interesada en saber quién fue el culpable. Sin embargo, con el paso del tiempo y al destape de mi identidad como autor intelectual de dicho acto, decidí entregarte una última carta; una hoja en blanco. En ella no sólo iban meses de perseguir un sueño inalcanzable, también iba mi corazón. Ese fue el error, sólo creer que en esa hoja podíamos ir escribiendo nuestra historia juntos.

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A pesar de todo.

Han pasado meses desde que te vi por última vez; pareciera como si hubiese sido ayer cuando miré hacia atrás y te quedaste parada ahí, bajo el frío de la madrugada mientras yo me alejaba. El viaje de regreso a casa fue eterno mientras observaba la ventana del auto cómo la ciudad sin alma alguna se mantenía callada. Ese silencio sólo me hacía recordar tus últimas palabras, tu última petición. Sin embargo, no sólo recordaba lo bueno; también lo malo. Recordé cuántas veces estuviste dándole vueltas al "nosotros". Cuántas veces tuve que arrastrar mi dignidad porque pronunciaras ese inexistente «sí» que en ese tiempo no sabía si llegaría o no. Repasé nuestra historia completa. Se me vinieron a la mente todas las cartas que te entregué; aquellas donde no sólo iban letras, también mi corazón. Y es que a pesar de todo, a pesar de estar años persiguiendo un sueño distorsionado, a pesar de gastar tantas energías queriendo alcanzar las mieles del éxito al que yo llamaba «relación», sigo aquí, meses después de aquel momento, con el corazón en la mano, esperando a que algún día vuelvas a repararlo, esperando a que vuelvas y que esta vez sí quieras quedarte. A pesar de todo, a pesar del tiempo, este corazón destrozado, sigue emitiendo latidos desesperados por ti porque te sigue extrañando, te sigue amando.

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Creativo no activo.

Como era de esperar, estaba solo en casa un domingo; para alguien con variadas cualidades creativas eso era como ser un niño en Disneyland. Había decidido componer algo, tal vez algo significativo; tenía la idea perfecta y por supuesto, la persona a quien iba dirigida, sería algo de tan enorme magnitud, quizá algo que quedaría en mi historia, una canción de aquellas que aparecen una vez por año. Pero toda aquella creatividad quedó opacada conforme pasaban los segundos. La canción quedó arruinada. De repente, y sin darme cuenta, ya tenía papel fabriano frente a mí, un par de pinceles y las acuarelas viejas que había comprado ya hace algún tiempo... Entonces, aquel bloqueo llegó nuevamente a mí, ¿Por qué no podía hacer nada? Pregunta repetitiva sin ninguna respuesta. Al final, ya no tenía nada que hacer, no puede escribir, ni le pude dar una pincelada salvaje a la hoja. Tal parece que tantos años haciendo lo mismo, estaban pasando factura y me estaban dejando sin ideas. A lo mejor.

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Mi último recuerdo tuyo.

Así quería quedarme; con una fotografía imaginaria, con ese último instante. Me quedo con esa última sonrisa tuya, con tus ojos reflejándome. Me quedo con lo suave de tu piel esa última noche, con tu vestido blanco y negro. Me quedo contigo, con tus últimas palabras. Me quedo con tus brazos alrededor de mi cuerpo y los míos alrededor del tuyo. Con eso me quedo.

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Libre.

Qué bien se siente despertar por las mañanas con una sonrisa, sin la sombra mañanera de algún recuerdo pasado. Qué bien se siente dormir sin el temor de soñar lo mismo otra vez. Qué bien se siente ser libre después de tanto tiempo, años, diría yo. Qué bien se siente ya no estar atado a al recuerdo de una persona. Qué bien se siente poder guardar todo como un bonito recuerdo en lugar de un trago amargo. Qué bien se siente sólo decirle "amiga" a alguien a quien quisiste decirle "amor". Qué bien se siente.

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Todo se resume a...

¿Un abrazo? Sí, había sido aquel momento perfecto el cual resumía dos años de un amor tergiversado. Enérgico, digno de todo final de novela. Honesto y con el sentimiento más puro del universo. Fue ese abrazo el que logró regresarme la vitalidad que me hacía falta; pero fue la petición la verdadera protagonista de esta historia. Esa voz tan dulce y peculiar que me gustaba escuchar de lejos ahora pidiéndome un abrazo, el último, quizá. ¿Habría sido lo mejor de la noche? No, tal vez lo mejor que me había pasado en todo el año. Había encontrado la paz en esos segundos mientras nuestros cuerpos se conectaban. Ese lugar fue y será mi favorito por siempre.

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Canciones.

Viajaba escuchando aquellas canciones que había dedicado a mis viejos amores; era una playlist dedicada a mis amoríos con todas esas historias que llegué a adoptar, haciéndolas propias. Dentro de las variadas canciones sobresalía una que, debo aceptar, fue la más fuerte de todas y la que dediqué al único amor que me ha marcado y que estoy seguro que lo seguirá haciendo por mucho tiempo por el grado de complicidad que había tenido con esa persona. Había pasado mucho tiempo sin escucharla, tal vez porque quería dejar atrás ese asunto, o simplemente porque tenía la mala fortuna de que no se reprodujera mientras tenía el modo aleatorio encendido. Mientras la canción avanzaba, la piel se me erizaba cada vez más; con el paso de las estrofas y la melodía perfecta me era inevitable soltar una lágrima. Me hacía recordar todas aquellas cosas que me parecían perfectas en ese momento. Llegué al último coro con una sonrisa, le agradecí estúpidamente a mi teléfono por haberla puesto, por haberme transportado al pasado en tan sólo tres minutos. Y de pronto terminó... Y la puse en repeat todo el día.

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Culpa mía.

Hay días en que vuelvo a mirar por la ventana mientras la lluvia cae; recordando aquel momento en que te tuve a mi lado, recordando lo feliz que eras y aquella estúpida sonrisa que lograbas pintar en mi rostro. Recordaba ese "sí", esa respuesta que me había hecho la persona más feliz del planeta tierra, jactándome de haber sido la persona más afortunada por tenerte, extasiado por haber sido, de todos tus pretendientes, el que lograse llegar a la meta. Pero así como la alegría llega; el paisaje gris también me hizo recordar que había sido yo el culpable de nuestra ruptura; parecía como si cada gota que caía tuviera un recuerdo y al chocar contra el suelo, se desvanecían, así como lo nuestro. No había querido aceptar que nuestro momento había pasado y que no era tiempo de pertenecernos. Hasta hoy me di cuenta que no puedo estar sin ti, pero regresar sólo implicaría que yo la volviera a regar. Perdón por todo, ha sido culpa mía.

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Te perdí para siempre.

Entendí que mientras estabas conmigo mirabas el cielo, anhelando volar libremente; anhelabas ser libre de nuevo. Entendí que el tiempo fue una medida estúpida para contar dramáticamente los segundos que estuvimos juntos. Me di cuenta que enamorarme de ti cada día fue el mejor acierto que había tenido en años puesto que la sonrisa que tenía mientras estaba a tu lado, no cualquiera la provocaba, pero... ¿Para ti también había sido un acierto? Hoy que di la media vuelta para no verte partir mientras yo me quedaba en silencio, queriendo poder alcanzarte y robarte aquel beso siempre anhelado, entendí que debemos estar lejos, almas como las nuestras se pertenecen, pero sólo platónicamente. Finalmente, entendí que te perdí por no haber sido todo aquello que te prometí.