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Se acerca el fin, puedo sentirlo en el aire, en la luz del sol, en el hermoso color mental de los vidriales. En mi tristeza; mi soledad desaparece, el peso de mi cuerpo, la mala relación con mis padres, el futuro, todo fluye como corriente y mi principal preocupación es pasar al otro lado. Mi voz se quiebra, la garganta tiembla y mis ojos lloran, Dios mi cuerpo pide razones, pero mi mente quiere el objetivo. ¿Es este algún sistema de emergencia? ¿Cuántas pastillas serán necesarias para apagarlo?
Pienso, pienso y los años no parecen largos, los meses son días y los días, unas cuantas horas. Quizá estoy viviendo lo que queda de mi vida en esta belleza complaciente. Debo despedirme, pero yo no sé lidiar con el amor, la compasión y mucho menos la preocupación, deseo su enojo, la ira y la decepción, eso muy bien lo conozco. Vivo con ello cada día, la furia de no poder ser yo, inevitablemente estoy violentando a mi ser, lo mayugo y lo alejo de cualquier salvación. Mi maldición, esta casa, mi fantasma, una memoria estirada y mi final, un circulo rojo en el calendario.
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