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Las drogas son, en lo público, un tema recurrente. Hace menos de una década, parecía no haber otra forma de nombrarlas más que a través de la nota roja, policiaca o del escándalo político. Desde entonces, otras formas de abordarlas comienzan a ser más conocidas, tanto en el ámbito académico como mediático. Sin embargo, poco como sociedad hemos avanzado en depurar su lenguaje y discurso general, lo que ha resultado ser una camisa de fuerza para extender una mejor comprensión de las mismas entre un público más amplio, pero también incluso entre círculos que se dicen expertos en ellas.
De este modo, aunque el círculo se amplió un poco -por ejemplo, ahora se discute el valor médico o terapéutico de algunas sustancias que antes solo eran consideradas como "recreativas"-, o aún cuando la antropología ha documentado mucho en cuanto a su valor cultural en todo el mundo, casi nada se habla o pondera por su poder no utilitario: es decir, solo se alude a conceptos como "medicinal", "recreativo" o "enteogénico". Y si bien es cierto que muchas de ellas pueden entrar en tales categorías, tal estructura evade la razón principal de su relación con nosotros como especie: la experiencia por sí misma.
El discurso público contemporáneo sobre las deogas, así, se limita a su utilidad y a su valor: en lo económico y en los mercados, en cuanto a la seguridad pública, en términos de salud o en la psiquiatría, en la política, en lo moral. Antagonistas de todos esos campos (tal vez no en lo económico) solo son valoradas como herramientas para otros propósitos y fines, nunca por su valor en la experiencia humana.
Y la experiencia de las drogas, tan diferentes entre ellas, es en el fondo la razón por la que siempre las hemos usado, las usamos, y las seguiremos usando.
Desde luego, la búsqueda de alguien por el opio o el LSD puede ser completamente distinta a la de quien busca el tabaco o el alcohol. Las drogas psicodelicas, en cambio, abren puertas y mueven resortes que a veces no sabíamos siquiera que existían en nosotros. La experiencia de cada una es distinta, así como sus propósitos y riesgos. Pero valorarlas y clasificarlas solo por estos parámetros resulta casi inútil para una comprensión más amplia, menos precisa pero más importante, de las mismas.
Las drogas nos permiten ver, y vernos, desde perspectivas invisibles para estados de abstinencia, ese valor tan preciado. Usarlas da la impresión que no estamos “produciendo“ algo, y de ahí viene el desprecio generalizado hacia ellas, y hacia sus usuarios: somos simplemente locos o desviados que quieren evadirse de la "realidad" porque quienes piensan así no quieren, o no pueden, aceptar que no hay una sola realidad, ni fuera ni dentro de cada uno de nosotros. Y les aterra la mera idea de estar equivocados. De que sus coordenadas tal vez no basten para dar estructura y guía a la vida que conocen y de la cual no desean salir.
La política hacia las drogas es, de está manera, un reflejo fiel de ese miedo: trastocan el orden y las estructuras, y hacen a los usuarios disidentes y escépticos de aquello a lo que nos quieren conducir -o más bien, de donde no quieren que salgamos.
Debemos por lo tanto ser ignorados, limitados, reprimidos, ridiculizados, silenciados, estigmatizados.
Todo, menos comprendidos. No vaya a ser que algo de razón tengamos, y que la existencia y los parámetros a a los que están acostumbrados tal vez no sean tan ciertos, tan precisos, tan predecibles como anhelan.
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El tráfico de drogas es un tema de seguridad. La adicción, de salud. El consumo, de derechos.
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Muchas risas entre la Secretaria y los diputados, pero cualquiera que no tenga fuero sería consignado por posesión, más suministro. De hecho, la Secretaria no tiene fuero. Debió ser consignada y pasar hasta 36 horas detenida, mientras el juez determina el carácter de la posesión. O bien pudo ser extorsionada para no tener que ir ante el MP, o ambas. Lo que es no tener idea de la realidad en ese circo de los legisladores.
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Drogas en el Plan Nacional de Desarrollo
Noto en las redes a mucha gente emocionada por el apartado sobre drogas que contiene el nuevo Plan Nacional de Desarrollo.
Según la interpretación de muchos, la 4T se encamina a “legalizar las drogas”. Sorprendido y emocionado, acudo a la fuente para saber qué tan cierta resulta, al menos en el texto, esa apreciación.
Encuentro que las consideraciones sobre drogas se encuentran en el Capítulo 1, Política y Gobierno, numeral 5, del apartado “Cambio de paradigma en seguridad”, bajo el título “Reformular el combate a las drogas”. A continuación el texto íntegro (las itálicas son mías)
Reformular el combate a las drogas. En materia de estupefacientes, la estrategia prohibicionista es ya insostenible, no solo por la violencia que ha generado sino por sus malos resultados en materia de salud pública: en la mayoría de los países en los que ha sido aplicada, esa estrategia no se ha traducido en una reducción del consumo. Por aún, el modelo prohibicionista criminaliza de manera inevitable a los consumidores y reduce sus posibilidades de reinserción social y rehabilitación. La “guerra contra las drogas" ha escalado el problema de salud pública que representan las sustancias actualmente prohibidas hasta convertirlo en una crisis de seguridad pública. La alternativa es que el Estado renuncie a la pretensión combatir las adicciones mediante la prohibición de las sustancias que las generan y se dedique a mantener bajo control las de quienes ya las padecen mediante un seguimiento clínico y el suministro de dosis con prescripción para, en un segundo paso, ofrecerles tratamientos de desintoxicación personalizados y bajo supervisión médica. La única posibilidad real de disminuir los niveles de consumo de drogas residen en levantar la prohibición de las que actualmente son ilícitas y reorientar los recursos actualmente destinados combatir su trasiego y aplicarlos en programas -masivos, pero personalizados- de reinserción y desintoxicación. Ello debe procurarse de manera negociada, tanto en la relación bilateral con los Estados Unidos, como en el ámbito multilateral en el seno de la ONU.
Lo primero que salta a la vista es la disposición que dentro del PND guarda este apartado. El hecho de que se le ubique en el contexto de la seguridad revela que el nuevo gobierno ve las disposiciones y política actual hacia las drogas como un factor relacionado con la violencia, la inseguridad y en último grado, con la corrupción. Hasta aquí, se podría decir que, sin decir nada nuevo, el enfoque principal es acertado: la prohibición no es una alternativa, sino un obstáculo.
En seguida, considera que tal prohibición ha demostrado con suficiencia sus limitaciones y consecuencias negativas: no ha disminuido el consumo, criminaliza “inevitablemente” a los usuarios, y reduce las posibilidades de "reinserción social y rehabilitación" de éstos.
En esta última frase empiezan los problemas.
Más allá de que el texto salta de la seguridad a la salud pública, revela de inmediato una serie de prejuicios profundamente arraigados en nuestra sociedad, ya que después de afirmar que las actuales disposiciones sobre las drogas criminalizan a los usuarios, se contradice flagrantemente al determinar que éstos necesitan de “reinserción social”. Es decir, los usuarios son delincuentes por el hecho de consumir, acto que en sí mismo -se infiere-, los convierte en ovejas extraviadas que necesitan regresar al rebaño.
Resulta preocupante, en este sentido, que nada se mencione de la reciente jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre el cannabis -pero que es válida también para otras drogas- en la cual se establece claramente que el Estado tiene límites frente a las decisiones que los adultos tomen sobre sí mismos sin afectar a terceros; al tiempo que debe garantizar los derechos a la autonomía personal y al libre desarrollo de la personalidad. Es decir, se omite hablar de los derechos de los usuarios (que nunca son mencionados como tales, sino como “consumidores”) y peor aún, se determina que todos son antisociales, por lo que la nueva obligación del Estado es ayudarlos a “reinsertarse y desintoxicarse”. Y pues ya encaminados en la lógica anterior, nada se menciona tampoco de remover aquellas disposiciones legales que criminalizan inevitablemente al usuario: básicamente, el delito de posesión simple.
Segundo prejuicio mayúsculo: para el PND, todo consumo de drogas es intrínsecamente dañino, y conduce inevitablemente a una adicción de la que es necesario “desintoxicarse”. El tema no es menor, ya que desestima el hecho de que menos del 10% de los usuarios de drogas tiene problemas con su consumo, mientras que más del 90% las usa de manera ocasional o cotidianamente, sin grandes daños a su salud o afectando a terceros. Esta omisión reduce las posibilidades de política pública a las dos tradicionales: prevención y tratamiento, obviando la imperiosa necesidad de considerar a la reducción de riesgos y daños como a el tercer componente de una política integral hacia las drogas. Es decir, deja fuera de la protección del Estado a más del 90% de los usuarios de drogas ilegales del país.
Por último (y me parece que esta es la joya del apartado): como quien no quiere la cosa, se advierte que cualquier cambio en la política de drogas deberá ser tomado en consenso ¡con los Estados Unidos y con la ONU! Es decir, no haremos nada sin la anuencia de nuestros vecinos, y volvemos al argumento de que si nada cambia en el exterior, nada se puede hacer en nuestro país.
Si yo fuera el prohibicionismo, y después de que el Presidente anunciara que piensa hacer sus aliados principales en el tema de las drogas a los evangelistas, estaría feliz con lo que la 4T anuncia como su plan para “hacerles frente".
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¿Alpinista o Sherpa?
Los últimos días me han enseñado que soy el segundo, y lo agradezco. El que llega a la cumbre se toma la foto y aparece en el libro de récords. Pero los que lo hacen posible tienen un mérito poco reconocido y nunca reclamado. Mejor. Mucho mejor. Quien subió para ser reconocido, no entendió de qué se trataba el ascenso. Yo me quedo con mi esfuerzo, y brindo por los que llegaron a la cumbre: fuimos todos.
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La jurisprudencia de la SCJN en relación al cannabis
El día de ayer, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resolvió positivamente dos amparos sobre el tema del cannabis, y con ellos se alcanzó la jurisprudencia necesaria para obligar a que las leyes sobre la planta sean modificadas por el Congreso. En México la jurisprudencia se crea cuando un mismo tribunal resuelve en el mismo sentido, sobre un mismo tema, en 5 ocasiones seguidas. Y una vez establecida ésta, cualquier otro tribunal en el país deberá resolver de la misma manera en cualquier caso similar que caiga en el ámbito de su jurisdicción.
La jurisprudencia que se logró ayer en la SCJN presenta distintos aspectos. Primero, estipula un acto jurídico concreto: ordena a una autoridad, en esta caso la Comisión Federal de Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) para que otorgue un permiso a los quejosos (que habían comenzado el proceso solicitando un permiso a esta agencia) para cultivar cannabis bajo ciertas condiciones; luego establece que algunos apartados de las leyes nacionales que tratan sobre el cannabis son inconstitucionales, y finalmente enuncia los límites de la acción legal del Estado frente a cualquier decisión privada de los adultos, mientras éstas no afecten a terceros.
La nueva jurisprudencia protege así a todos aquellos adultos que decidan consumir cannabis de forma privada, con independencia del fin con que lo hagan. Dado que los demandantes explícitamente pidieron cultivar sus propias plantas, argumentando que se negaban a obtener cannabis en el mercado ilegal, la Corte determinó que podrán cultivarlas en espacios privados, y siempre y cuando el cultivo no tenga fines de comercio, se realice entre adultos y no afecte a terceros.
Actualmente hay una discusión -y muchas dudas- de cómo estas sentencias van a cambiar la forma en que nos relacionamos como sociedad con el cannabis. Por ejemplo, he recibido varias preguntas sobre si es necesario tramitar un permiso para cultivar. No puedo afirmarlo con total seguridad, pero en mi opinión es absurdo pedir un permiso que por ley tiene que ser negado, para realizar un acto que finalmente ante un juez, no podrá ser juzgado como delito. Desde mi punto de vista, las sentencias y la jurisprudencia creada garantizan derechos y reconocen en el cultivo privado sin fines de comercio una vía para ejercerlos. Bajo esta lógica, cualquiera adulto que cultive sus propias plantas (ya sea de forma personal o asociada, dado que las sentencias no especifican que tenga que ser un modo u otro) podría hoy ser detenido por las autoridades, ya que bajo la ley actual estaría cometiendo un delito. Sin embargo, una vez ante el juez, éste tendría que fallar de forma igual a la jurisprudencia, siempre y cuando el cultivo se mantenga dentro de los límites establecidos por la Corte.
Es decir, yo me inclinaría por no pedir ningún permiso, y cultivar con responsabilidad, mientras los legisladores modifican todas las disposiciones inconstitucionales de la ley actual.
De forma muy esquemática, resumo los puntos más importantes de estas resoluciones:
1. La Corte establece con toda claridad que la prohibición absoluta del cannabis en México es inconstitucional. 2. Reconoce que el Estado mexicano garantiza -y debe proteger- el libre desarrollo de la personalidad y la autonomía personal como derechos inalienables de los adultos. Esto quiere decir que somos libres para decidir sobre nosotros mismos sobre todo aquello que consideremos necesario o deseable para lograr nuestro desarrollo personal en la vida. Los límites de ambos derechos es que al ejercerlos no se afecte a terceros. 3. A pesar de las resoluciones de la Corte, las leyes sobre cannabis en México NO han cambiado. (Mención aparte merecen todas las fuerzas políticas, que han sido omisas en legislar, ya sea por cálculo político, conservadurismo, prejuicio o falta de visión y compromiso con los derechos humanos, durante décadas). Esto significa que todo acto relacionado con la planta, en México, sigue siendo ilegal y constituye un delito, incluida la posesión simple aun cuando se trate de menos de 5 gramos. De este modo, el consumo no está prohibido, pero todo acto consustancial al mismo sí lo está y se constituye como delito. (La eterna trampa, que fomenta la extorsión de los usuarios). 4. A pesar de ello, la nueva jurispripudencia significa que si uno cultiva para sí mismo, y dentro de los límites establecidos (adultos, que no afecten a terceros y no comercien con el producto de su cosecha) pero por alguna razón es sorprendido por las autoridades, el juez tendrá que fallar en el mismo sentido que ha indicado la Corte: es decir, tendrá que fallar a favor del cultivador y dejarlo en libertad con todo y sus plantas, ya que el Estado protege los bienes jurídicos mencionados: el derecho a la autonomía personal y el libre desarrollo de la personalidad. 5. La Corte abre la puerta, de esta manera, a que como usuarios tengamos alguna alternativa al mercado negro. Esto es de suma importancia, y la ley tendrá que cambiar en este aspecto en particular: actualmente, es más grave cultivar aunque sea para uno mismo, que comprar en los circuitos ilícitos. (Es decir, la ley misma fomenta aquello que dice combatir). 6. La jurisprudencia no establece que éste cultivo tenga que ser personal. Con ello se abre la posibilidad de formar en el futuro asociaciones cultivo que eviten a sus socios tener que recurrir al mercado negro. En su momento, tendríamos que crear regulaciones al respecto, porque actualmente, cuando hay tres o más adultos asociados para cometer algo que la ley considera un delito, éste puede ser considerado como crimen organizado. 7. Por último. Lo que sigue ahora es modificar leyes para terminar con la prohibición absoluta, y para regular el cultivo privado. Pero mientras no suceda esto es importante saber que el derecho está de nuestro lado, y que si uno cultiva dentro de los límites establecidos, no podrá ser condenado por ello.
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¿Presos por posesión?
Con el pretexto de llamar la atención sobre la necesidad de tomar nuevas medidas ante muchos de los problemas del país, el próximo gobierno ha adoptado una narrativa de cambio en términos de las políticas de drogas. El problema de esto no es la intención -sin duda, un cambio profundo es necesario- sino la calidad del diagnóstico, y en consecuencia, las medidas que se piensan adoptar. Una de las narrativas más populares es, en este sentido, la imperiosa necesidad de sacar de la cárcel a cerca de 100,000 jóvenes presos por mera “posesión de mariguana”. (Olga Sánchez Cordero, futura Secretaria de Gobernación dixit). Ignoro quién esté asesorando a la próxima secretaria, pero sin duda no lo está haciendo un bien, ni a ella, ni a ningún usuario de drogas, mariguana incluida. Vale la pena decir, entonces, que la cifra arriba mencionada es falsa de cabo a rabo. No hay tal cantidad de presos por mera posesión en México. El Censo Nacional de Gobierno, Seguridad Pública y Sistema Penitenciario Estatales 2017, del INEGI (Presentado 27/10/17 y Actualizado 30/08/18), señala que: “Al cierre de 2016, 188,262 personas se encontraban recluidas en centros penitenciarios y 1,913 en centros de tratamiento y/o internamiento para adolescentes”; un total de 190,175 personas, de las cuales el 4.5% estaba presa por narcomenudeo. Es decir que, a finales del 2016, había 8,558 personas presas por delitos de narcomenudeo en el páis; delitos que también incluyen, además de la posesión, el comercio y el suministro; y entre las drogas proscritas, además de la mariguana, la cocaína, el opio, la heroína, el LSD, el MDMA y las anfetaminas (Art. 479, LGS). Es decir que lo más probable es que esas 8,588 personas presas por posesión, también lo estén por comercio, transmisión o tráfico no solo de mariguana, sino también de muchas otras sustancias ilícitas. ¿Por qué importa esto? Hay varias razones. Una de ellas es que, cuando quieran “sacar de la cárcel” a esos 100,000 jóvenes, se van a encontrar con que son muchísimos menos, y que además fueron sentenciados por otros delitos además de la posesión (de hecho, ésta última es solo un agravante más, los delitos castigados son los conexos a tal posesión). Pero otra, tal vez más importante aún, es que esa narrativa difunde la idea entre los usuarios de que si son sorprendidos en posesión, irán a la cárcel, lo que le otorga una herramienta inmejorable a las fuerzas del orden para extorsionarlos a placer (especialmente si se toma en cuenta que un juez dispone de 72 horas para determinar el carácter de la posesión). De este modo, los actores de la 4T no solo van a intentar resolver un problema prácticamente inexistente -al menos como ellos mismos lo están planteando- lo que supondría un nulo impacto en su declarada misión de terminar con la violencia y la corrupción; sino que de hecho, reforzarían la idea de que los usuarios son delincuentes, solo que ahora deberán agradecer un perdón a las autoridades que, por lo visto, siguen viéndonos sólo como un botín político.
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No es el poder, son los derechos.
Las buenas intenciones, para ser efectivas, tienen que ser acompañadas de acciones concretas, precisas, informadas y bien calculadas. De otro modo, la cura puede ser contraproducente. Es como decir "te quiero curar", y proceder a recetar cualquier cosa sin tener un buen diagnóstico y un conocimiento certero de qué necesita el paciente y cuál medicina será la mejor. Sin prejuzgar, me parece que eso puede estar pasando en el tema drogas, tal y como lo está planteando el gobierno entrante. Amén de la falta de detalles frente a la abundancia de declaraciones, de la mescolanza de temas (salud, violencia, crimen organizado, etc) de los nombramientos contradictorios, también es necesario hacer notar que algunas de las medidas propuestas (como promover una nueva interpretación de los tratados de drogas) también pueden funcionar políticamente como excusas para evadir cualquier cambio real y concreto. Durante años tuvimos que enfrentarnos al pseudo argumento, por ejemplo, de que aun cuando tuviéramos razón en promover una reforma a las políticas de drogas, nada se podía hacer si primero no cambiaba el sistema internacional de control. Algo que Canadá, Estados Unidos, Holanda, Uruguay, ya probaron como falso. Sin embargo, ahora parece ser que México podría promover esa nueva interpretación del sistema "para llevar a cabo cambios a nivel nacional". Leyendo entre líneas, pues, una declaración así abre la puerta a trasladar la responsabilidad de la reforma nacional, a un hipotético (y muy poco probable) cambio en los tratados de drogas. Lamento mi pesimismo, pero en este tema he aprendido a ser realista, y a desconfiar invariablemente de la política y los políticos que de pronto se muestran interesados por el tema. Por eso, primero, y antes que andar debatiendo si hay que confiar o no en la próxima administración, es preciso enfocarnos en las sentencias de la Suprema Corte de Justica de la Nación. Nos falta un quinto amparo para crear jurisprudencia, y de alguna forma separar realmente al usuario de las redes criminales y de ser considerado primeramente como delincuente. Y si obtenemos ese derecho para todos -algo ya reconocido por la corte- habremos ganado la batalla central: ya no tendremos que pedir a la política y al poder que hagan algo para regular; sino que será al revés: ejerceremos nuestro derecho, y serán ellos los que tendrán que decidir si vienen a regularnos, o no. Y eso cambiará todo, con independencia de quién ocupe la silla. Sea conservador, liberal, salvador o mesías. Seremos nosotros, los usuarios, los que tendremos el poder de decidir qué nos conviene y cómo nos conviene, mientras no afectemos a terceros. Lo mínimo, pues, que conlleva el ejercicio de cualquier derecho: libertad para decidir, con responsabilidades concretas para hacerlo. Nada más, pero nada menos.
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El opio en las Américas. Desde su producción en comunidades marginadas de México, Colombia y Guatemala; los pasos de su transformación en distintos tipos de heroína, hasta el consumo en los Estados Unidos. Una ruta de miseria a miseria, que enriquece a los grandes traficantes.
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Trump y AMLO. La misma historia
La pasada elección en EEUU, y la nuestra del próximo año, cada vez se parecen más. En el afán de hacer analogías (que desde luego, no pueden ser tomadas literalmente) el PRI es el partido demócrata de Hillary: acomodaticio en el poder, olvidado de sus causas originales, corrupto hasta la médula, alienado con las élites, pero cauto y gatopardista en su discurso: cuando le conviene, liberal y laico; cuando no, conservador y mocho. El PAN y el PRD actuales son el PRI también: después de pasar por el poder, olvidaron sus principios y abrazaron sin recato la rapiña como el principal privilegio de gobernar. De ser oposición, pasaron a ser competencia del PRI original, y pelean por el mismo botín.
La oposición en EEUU fue representada por Donald Trump, quien astuto y aprovechando el desprestigio de toda la clase política, propuso un "cambio real” al que llamó “Make America Great Again”. Lleno de contradicciones, e insultando a toda clase de minorías, preciándose de ser misógino y racista, logró ganar la elección. Y eso, porque esas minorías son, a su vez, también profundamente prejuiciosas. Muchos de los inmigrantes ya establecidos participaron activamente de la xenofobia hacia los nuevos migrantes y votaron por Trump. Millones de mujeres votaron por Trump porque, a pesar de reconocerlo como un macho abusador, calibraron: “así son los hombres, y un presidente no va a cambiar eso. A cambio, sin embargo, va a poner límites a los migrantes, va a bajarnos los impuestos y nos va a devolver nuestros empleos”. Los republicanos lo votaron porque participan abiertamente de todos sus prejuicios, o casi, y su agenda política es la misma que la de ellos, solo que sin el maquillaje de lo políticamente correcto… etc. Es decir, lo votaron a pesar de ser todos insultados por el candidato, porque prefirieron adherirse al resto de insultos que no iban dirigidos específicamente para ellos.
AMLO es nuestro equivalente a Trump. Propone volver a un pasado idílico que nunca existió. Se vende como la única opción de cambio verdadero (aunque si uno lee su plataforma electoral, no se ve por dónde está ese cambio) y dice representar al “pueblo” frente a la clase política depredadora con la que compite. Durante toda su trayectoria, jamás ha escondido sus prejuicios en relación a derechos y temas liberales, y se ha abstenido una y otra vez de fijar posiciones claras frente a ellos. Peor aún, ha propuesto someter derechos a consultas populares. Bueno, diría uno: es parte de una estrategia política razonable, para no ahuyentar a algunos votantes que pueden ser decisivos. Pero ahora no se trata únicamente de sus dichos: se alió formalmente con un partido político ultraconservador, que ha trabajado para acabar con el Estado laico, para impedir la regulación de la mariguana, son evangélicos y fanáticos que están en contra de los derechos de la diversidad sexual, del matrimonio igualitario y los derechos de las mujeres. Pero para el candidato, y sus seguidores incondicionales, se trata solo de temas “marginales”. ¿Qué importan los derechos de la gente, si lo esencial es devolverle al pueblo lo que es suyo?
Así que la apuesta es clara. AMLO decidió que la gente votará por él porque solo él representa el cambio. Su estrategia, como la de Trump, es la de apostar a que sus votantes imitarán la actitud de la mujer maltratada que perdona a su pareja, una y otra vez, convencida de que pronto va a cambiar… Y en efecto, he leído muchos comentarios de gente convencida que la única opción es votar por él, a pesar de todos sus prejuicios e incongruencias, mismos que justifican en nombre de un “bien mayor".
Pero así como yo hubiera votado por Bernie allá, aquí voy a votar por Marichuy. Y que gane quien tenga que ganar.
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Tal vez de lo único de lo que no se trata toda esta transformación, es del idioma. Si algo perdurará de esas ruinas, será el que todos sigamos hablando y comunicándonos en inglés, y no tengamos que reconvertirnos al chino, al alemán al francés o al ruso.
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Cannabis medicinal en Mexico
A fines de abril de 2017, México emitió su primera directriz legislativa sobre la planta de la cannabis ¿Se trata de un avance, o de una tomadura de pelo? La verdad, no lo sé a ciencia cierta. Algo de ambas, me parece, aunque más de una que de otra. A continuación me propongo explicar lo que yo entiendo.
Primero lo positivo: el mero hecho de la existencia de una ley sobre cannabis, constituye el primer reconocimiento jurídico formal de que su prohibición no puede, ni debe, ser absoluta. En efecto, se trata éste de un gran paso, porque se amplía la posibilidad de presionar más para sacar del limbo legal mejores regulaciones de la planta, especialmente a la luz de las limitaciones e insuficiencias de la recién aprobada. Especialmente importante es que, de algún modo u otro, se reconozca también la posibilidad de producirla nacionalmente, aun cuando tal producción solo pueda tener fines científicos y medicinales.
Y desde luego, también es positivo que aquellas personas que puedan beneficiarse de la apertura actual, así sea mínima, lo hagan. Enhorabuena por todos aquellos pacientes que, teniendo padecimientos y condiciones susceptibles de ser tratados con medicamentos hechos a base de cannabis, encuentren éstos de forma segura y legal, apenas entre en vigor la ley. Pero me parece que hasta aquí llegan los aspectos positivos de la ley.
En relación a la supuesta “producción nacional”, -probablemente la parte más importante y menos definida de la ley-, se menciona que podrá haber una “producción nacional”, siempre y cuando ésta sea destinada única y exclusivamente a “fines médicos y de investigación”. Sin embargo, a continuación, se establece que los criterios para participar de ésta producción -así como todas las normativas que sean necesarias- emanarán de la Secretaría de Salud y habrá que solicitarlos al “Ejecutivo federal”. No queda claro, pero al parecer será la Secretaría de Salud la que deberá hacerse cargo del asunto.. pero sin tomar en cuenta que esa misma dependencia hizo hasta lo imposible por reventar la discusión legislativa -mediante mentiras, prejuicios y una abierta falta de ética médica- hasta el punto de poner en duda, ante los legisladores, cualquier valor terapéutico o medicinal de la planta.
Así las cosas, tampoco se sabe aún quién o qué entidades podrían ser autorizadas para producir, ni cuales serán los criterios para hacerlo. En todo caso. Si lo que se pretende es permitir únicamente medicamentos de patente que cumplan con las estrictas reglas de los medicamentos tradicionales, lo seguro es que tales medicamentos sean tan pocos, tan caros y tarden tanto en ser aprobados, que prácticamente no tendrán ninguna importancia para el grueso de la población que tendría que verse beneficiada por la dichosa ley.
Pero más grave aún, tal y como quedó planteado, sólo podrán ser considerados como medicamento de cannabis aquellos preparados que no contengan más de 1% de THC, su componente más psicoactivo, -para lo cual se reclasifican planta y componentes en las listas de sustancias controladas, de forma tal que incluso el cáñamo industrial queda bajo la égida de la SSA. Una lástima, especialmente a la luz de que aun no han sido realizados los estudios que determinen si son los componentes aislados de la planta, o la interacción entre ellos, la que es mejor para cada persona, tratamiento o padecimiento, como al menos parece demostrar la evidencia práctica documentada. Con esto, lamentablemente, los pacientes que se pueden beneficiar de la ley actual no representan más del 1% de todos los que podrían hacerlo, de forma segura y efectiva, de muchas más maneras posibles.
Así las cosas, nuestra flamante nueva ley no resuelve de dónde va a salir realmente la producción de cannabis en México, ni establece las reglas para garantizar alguna. Pero eso si, estipula que será la Secretaría de Salud la encargada de emitir autorizaciones para su importación.
Por último -ya sería mucho pedir- la ley tampoco hace mención alguna a los derechos de los usuarios, ni al cultivo privado sin fines de comercio, ambos reconocidos por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En la próxima entrega, intentaré explicar la importancia de esto último, así como esbozar una proyecta más integral y razonable, para en todo caso, complementar el esperpento que nos dejó el H. Poder Legislativo de la Nación.
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A lot of passions here.

Bob Dylan playing chess in Woodstock, N.Y, 1964.
Photo: Daniel Kramer.
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Historia de una mañana violenta
Acababa de abrir. Llegué un poco antes de las 10:00, como suelo hacerlo desde que decidimos poner la tienda. Había sacado las plantas a la banqueta y me disponía a barrer un poco, adentro y afuera, pero algo me detuvo y decidí ir a la parte de atrás (nuestro local es un chorizo de 4x10, con entrada de cortina y el baño al fondo). Iba a revisar la libreta del día anterior, cuando levanté la vista. Ahí estaba ya, a unos tres metros, caminando rápidamente hacia mi. Apenas pude distinguir su figura: bajo, rechoncho, joven. Vestía una sudadera gris claro con capucha, que traía puesta. Creo que también tenía una mascada como tapabocas, pero apenas empezaba a captar eso, cuando ya estaba junto a mi y me enseñó la pistola: gruesa, corta, plateada, tipo rev��lver. - ¡Quieto hijo de tu puta madre, ya te cargó la chingada, voltéate y no me veas, rápido cabrón! - No hay bronca mano, yo tranquilo, llévate lo que quieras. - Las manos hijo de la chingada, dame las manos - dijo, mientras sacaba unas esposas de no sé dónde. Le extendí la mano derecha, mientras me empujaba hacia el baño. Me colocó el primer candado. Se le notaba la adrenalina, porque lo apretó mucho. Primero pensé que me iba a atar al tubo del lavabo, pero no. - ¡La otra mano puto! - Me puso ambos brazos por detrás, y me colocó la segunda esposa. -¡No me veas, hijo de la chingada, no me veas! Tenía en sus manos un rollo de cinta adhesiva transparente, que me empezó a poner en la boca, dando varias vueltas. Me preocupaba que no me dejara respirar, así que le ayudé un poco para facilitarle la maniobra. Con su nerviosismo, parecía capaz de asfixiarme sin quererlo. Terminó la maniobra, y me empujó al baño. -¡Hincado cabrón, viendo hacia la pared! ¡Ahí te vas a quedar, si veo que te mueves te carga la verga! Dejó la puerta semiabierta, para poder verme -¿Celular? (le señalé mi bolsillo delantero izquierdo, metió la manó y lo cogió). -¿Cartera? (Igual maniobra, le acerqué la nalga derecha para que la tomara). -¡Quieto ahí, te mueves y te carga la chingada! No habían pasado más de tres minutos según mis cálculos, y ahí estaba yo, esposado, amordazado, incómodo, hincado. Esto último fue lo más duro. Sentía que estaba a modo para él, mi nuca a su disposición. Apenas me di cuenta de ello, curiosamente, me invadió una calma profunda. Empecé a ordenar mis pensamientos: no quiere nada más que dinero y productos, no gana nada con hacerme algo, mantén la calma, mantente atento, piensa en tu mujer, en tus hijas, en todo aquello por lo que vale la pena seguir vivo. Fue un ejercicio zen, que me ayudó a estar quieto, y a escuchar como saqueaba toda la tienda. Imaginaba cómo iba escogiendo las cosas: mi computadora, las vitrinas, la forma en que acomodaba todo en su bolsa... Escuchaba su respiración agitada, sus movimientos nerviosos, y en ese momento me invadió el pensamiento que me mantuvo más angustiado en esos momentos: que no llegue nadie, que no llegue nadie, suplicaba para mi mismo. Si alguien entraba a la tienda se lo iba a encontrar de frente, con lo que las cosas se iban a poner peor: o enfrenta a ese alguien con la pistola, o se atrinchera adentro conmigo atrapado, o bien lo mete conmigo, y ahí tendría qué decidir qué hacer con ambos... las perspectivas parecían siniestras... que no llegue nadie, que no llegue nadie, no podía pensar en otra cosa. De pronto abrió la puerta de nuevo, lo cual me dio un sobresalto; pensé: ya terminó, viene a ver si sigo quieto o si estoy en el mismo lugar, sentí que iba a recibir un cachazo en la cabeza y me preparé... pero no. -¿Dónde está el dinero hijo de tu puta madre? Le señalé la caja con los ojos. Se volteó hacia ella y volvió a cerrar la puerta, aunque no por completo. Oí como la abría, como tomaba todo con prisa, oí incluso cómo se echaba las monedas a los bolsillos... cosa que incluso me empezaba a dar risa... y en ese momento, sonó la campana de la basura. Intuí que mis perspectivas mejoraban. El camión se estaciona en la esquina, apenas a unos metros del local, y todos los vecinos salen a dejar la suya. Noté que sus movimientos se hicieron más cuidadosos, que calculaba cómo salir... pero volvió de nuevo conmigo. -¡Tu quieto, hijo de la chingada, de ahí no te vas a mover en un rato!-. Asentí con la cabeza, me sentí cada vez más cerca del fin de la pesadilla. Cerró la puerta, escuché los últimos ruidos, y empecé a calcular si ya podría salir, cuánto debía de esperar. Quería salir ya, me di cuenta que la muñeca de la mano derecha me dolía mucho, pero dudaba de arriesgarme... empecé a contar segundos, 1,2,3,4, a los 60 me decidí. Obviamente ya no había nadie. Salí a la calle, esposado, amordazado, pero entero. A unos metros me encontré con la vecina, que venía con el bote de basura vacío. Le hice señas, intenté emitir un sonido, pero la cinta no me dejaba mucho. Nunca voy olvidar su cara: -Hola Jorge, buenos... ¡Ay Dios mío! Déjame ayudarte- me dijo mientras me quitaba la cinta de la boca, pálida, asustada. -Gracias Ana. Llama a la policía por favor, me acaban de asaltar y necesito quitarme estas esposas, que me duele mucho la mano. Coge el teléfono de la tienda, marca rápido, por favor... Marcó el número de emergencia. Estaba muy asustada, pero dio toda la información bien y rápido: -acaban de asaltar a mi vecino, está esposado, le quité la mordaza, mande una patrulla por favor... Pasaron unos tres minutos. Yo estaba desesperado por el dolor de la mano, así que salí a la esquina a esperar a la patrulla. La gente se me quedaba viendo como si estuviera loco, se alejaba de mi como si fuera un bicho infeccioso... A los tres minutos llegó la patrulla. Veía un solo policía en ella. Dio la vuelta y se detuvo. Me acerqué y le dije: oficial, me acaban de asaltar, no ha de tener más de cinco minutos que se fue, por favor, quíteme las esposas, que me están matando. Peló los ojos bien grandes, y no hizo nada hasta que me di la vuelta y le mostré las manos. Sacó entonces una llave, y logró liberarme la mano derecha. Tenía la muñeca morada, pero bien. El oficial comenzó a hablar por radio. Pidió apoyo, me preguntó por los generales del asaltante y los míos, y comenzó a emitir una alerta de búsqueda... hasta que llegaron tres patrullas más, con el comandante de la zona. (Hasta aquí este relato. Continuará. Ya escribiré después lo que sucedió a partir de este punto: una investigación de risa loca, que sigue en curso).
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