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Lunes 28 de marzo del 2023.
Esta esperanza mía, corazón, nació yerma y sin reparos: lo tuyo, lo nuestro, no tiene sentido.
Nada siento que pueda equipararse a este embrollo nuestro, que incumbe a los ángeles mismos. Siento que un profundo aullido se aflige en mi interior e irrumpe ferozmente en los recovecos de mi alma, avivando las procelosas aguas de su abismo celeste. Es celestial, tu epifánica presentación, tu señorío y tu imbricado misterio; nada hay en ti que no resplandezca con insuficiente justicia, que no abomine los insondables ayeres desorganizados de la memoria inmediata y que no desfigure toda inocente imaginación… Siento estarme enamorando de ti con irrecusable pesimismo, con latente horror y con avidez despiadada.
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Miércoles 22 de marzo del 2023 (12:56 m.) ¿Acaso esta temible imposibilidad lo constituye todo? ―¿el imprevisible ser predestinado en una constricción pavorosa?… Sólo hay banalidad en aquellos infelices que desprecian la vida en torno al sufrimiento: en ellos no hay causa ni la habrá, sólo hay tiempo y mística sinsentido. Ellos aseguran que la infelicidad es el envanecimiento de la esperanza en torno a un objeto de deseo, consideran que ese objeto les ha sido dado lo mismo que su imposibilidad, y tal y como es inalcanzable, no es suyo por decreto divino. Su vanidad consiste en asegurarse un destino cuya patente es inaprensible aún en el presente inmediato; su lógica es reductible a un sofisma y no está fundada en una verdad cualquiera sino que estatuye una, abanderada con el amparo de la incertidumbre.
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Domingo, 19 de marzo del 2023.
Pienso y temo por mí…
En donde quiera está la muerte: está ella en las pequeñas hojas que los vendavales arrastran desinteresados, en el tenue velo del alba al repuntar, en la frágil luz de las estrellas distantes y en la insoslayable bruma que se postra debajo de ellas. La muerte está en la despedida y en el despertar, en la indecible noche tormentosa, en la primavera de los árboles y en el temible invierno; la muerte asoma detrás de ti y hiela cuando te sostengo entre mis brazos. Quizá nunca consiga separarme de ella, quizá ella me tomó y ahora estoy muriendo… Muero con la precariedad con que la pobreza se abalanza sobre la austeridad: como si siempre hubiese estado allí, sólo que ahora todo se marchita con prontitud veraz.
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March 17, 2023. ‘Today was a good day’… This seems right, maybe I’m just tired of been what I’ve been, and I see them and I can’t imagine my person like others: this kind of people lives its own life without darkness and in an absolute abstraction. Poor men that don’t see his own self, nobody can help them because nobody understand in other shoes. Live like them, is a perfect lost of time.
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Lunes 13 de marzo del 2023, 1:35 a. m.
Todavía te miro y te encuentro perfecta, o quizá imperfecta… ―¿acaso la perfección no implica su negación? ¿o sólo lo perfecto es enteramente positivo, de suerte que no lleva encima el germen de su contradicción?― Te miro y te veo gustosa, abierta al mundo y decidida; quisiera ser como tú: aunque insegura, irremisiblemente decidida. Esa ufanía tuya que tanto urges en distinguir, ¿qué se supone que inaugura?; ¿el tedio de una vida disoluta?, ¿la catástrofe del sinsentido?, ¿la oscura depresión que engendra la muerte? Toda tú eres un chiste, un solo retrato de colores pintos y todos imposibles: eres el vil hallazgo de un sofisma, el individuo que carece de todo y todo lo pretende. Allende tus ropajes y tus animosos ademanes, no eres más que cualquier cortesana abyecta de un lupanar cualquiera; sólo tú sabes lo que haces y sólo tú sabes porqué te lo permites. Ahora que no estás soy más feliz que antes, aunque todavía te extraño… como lo haría una infeliz a quien el amor imbricó en semejante garullada.*
* A Jacinta Velarde, Rosalba Orozco (14 de abril de 1923). Esta pequeña epístola la encontré en un baúl en el closet de la vieja alcoba de mi abuela; ella fue una mujer distinta a las otras ―hermosa y consciente de sí misma―. Realmente no la conocí, salvo por los innumerables recuerdos que mi madre me obsequió al hablarme de ella. Éste es un pequeño fragmento de una carta fechada el sábado catorce de abril del veintitrés, está dirigida a la difunta Jacinta Velarde, una mujer de costumbres licenciosas con la que mi abuela compartió muchas tardes (Dios sabe cuántas noches).
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Domingo 12 de marzo del 2023.
―Comienzo a creer que no volverás ―insistió él. ―Lo que yo hiciere de mi vida, son cosas que a ti no te importan; bien me fuese para no volver ¿a quién sino a mí debe importarle? ―Estarás bromeando… A mí me importa, a mí que soy tu enamorado y el único que te necesita verdaderamente. ―¿A caso no lo ves?, ¿a caso no ves que esto que te estás haciendo sólo es culpa tuya?: tu necedad te matará y yo no voy a guardarte luto. ―Puedes irte las veces que quieras, cuando yo me vaya (que lo haré) tú serás la única que padecerá y en tu melancolía comprenderás lo inocente que has sido.
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Domingo 12 de marzo del 2023. Más nada quiero saber de ti, cuando supe que ya no me querías para mí fue sencillo imaginar tu muerte y sobrevivir a tu duelo; no sin tropezones, no sin vanas caídas que ya nada significan. Supe que ya no me querías y más nunca quise volver a verte; ojalá así me mantenga.
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Sábado 11 de marzo del 2023. Ella estaba allí… del otro lado de la estancia, posándose bajo el dintel de la entrada; escuché su leve inspiración y recordé aquellos amplios suspiros que alguna vez irradiaron vigor y lozanía. De esta imaginación otras dimanaron, y en una enraizada tarde de sinsentidos, encontré súbitamente la figura abyecta del amor miserable: ella me había traicionado, ella me engañó e hizo mofa de aquello, se regocijó en el odio que sintió por mí y erigió su efigie sobre el ruinoso baldío de mis sentimientos: en un perfecto abandono me abandonó a mi suerte… desdichado y profundamente triste. Al mirarla de soslayo, reconocí sus morbosas facciones y aventajé en averiguar que estaba muriendo; me despedí de ella con condescendencia y me libré de su pérfida imagen mientras sonreía dándome la vuelta.
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Viernes 10 de marzo del 2023. Aquel martes yo la veía como de costumbre; apenas la miré y se fue de bruces contra el pavimento… Ello me alarmó, por supuesto ―creí que se había hecho daño―; mas cuando se levantó, comenzó a reír desinteresadamente. Mientras oía su desaforada risa ―sus inmensas carcajadas― pensaba que no había mujer en el mundo cuya suerte no fuese más adversa y sin embargo, que tuviese un ánimo más excelso. Imaginé mil cosas más pero no un solo absurdo: imaginé una vida llena de tropiezos y de profusas alegrías, imaginé la inocencia abrupta del ignorante y la fausta fortuna del infeliz… Imaginé mi vida a su lado y reconocí quererla… hondamente. Supe en ese instante que había perdido la cabeza, y que a partir de ahora, ella sola constituiría la única de mis memorias ―la verdadera― y que todo principio se dirigiría hacia ella como único fin.
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Marzo 2, 2023; 8:49 p. m.
La última vez que estuve delante de ella me quedé pasmado… Yo no sabía qué hacer: el tiempo transcurrido desde aquellos problemas y los ahora recuerdos que inundan mi pecho, agolpándolo, que aún más me pueden viéndola…; ¡¿qué cosa, se supone, hubiera hecho?!
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Marzo 1, 2023; 7:44 p. m.
Priscilla et Eulalio, in declinans somniō in aeternă spēs…¹
Esta tarde, como otras tantas, vi a Priscila ir de camino al trabajo;² nada me esperanza como verla ir y volver sola. Sé muy bien cuál es mi situación, cuáles son mis condiciones y el porqué debo reparar en cuidados a este respecto; no obstante uno no puede abstenerse de contemplar su belleza y de enamorarse irremediablemente («irremisiblemente» en tal caso)³ a ese paso: es como si su belleza hiciese resplandecer las calles y la mismísima naturaleza hiciese de ella su objeto de retrato. No pretendo hacer nada ―ni acercarme a ella, ni remitirle una sola palabra―, mas aún sueño con abrazarla; en fin, brindarle todas aquellas cosas de las cuales nadie ha sido conmigo garante. Priscila quizá nunca sepa lo que siento por ella, ello no me importa: me es insignificante todo desinterés al respecto pues nada puedo hacer para mejorar mi situación; son estas circunstancias lo único que no depende de mí y ello me trae paz.
¹ ‘Priscila y Eulalio, / en un sueño que acaba / en la eterna esperanza’. ² Priscila es una mujer con quien apenas compartí un puño de palabras una vez, cuando la atendí y cobré sus alimentos. Ella es abogada, según tengo entendido, y antes estuvo con un familiar de una conocida (una compañera de trabajo); a ella la abandonó él y ahora mismo se encuentra con alguien más. Me dedico a mirarla cruzar enfrente de la farmacia (cosa que no me parece vergonzosa, sino tristísima). ³ Acentuando el sentido de lo inexpiable en este caso.
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