estaba-rota-yo-era-un-problema
estaba-rota-yo-era-un-problema
Respira. Tranquilízate. No golpees. No destruyas.
8K posts
Ella estaba tan rota, que cada vez que suspiraba le salían algunos pedazos de su corazón.
Don't wanna be here? Send us removal request.
Text
El dolor no es una lágrima derramada ni una tristeza pasajera. Es esa implosión que carcome desde adentro, cuando quienes comparten tu sangre no saben más que hundirte en la arena de sus juicios, en la crueldad de sus gestos, en la indiferencia de sus miradas.
No me digas que entiendes, cuando jamás has sentido que hasta tu propia respiración te pesa, que hasta el aire parece un castigo y que cada amanecer se convierte en un recordatorio cruel de que la herida sigue abierta. No se trata de tristeza común, sino de un vacío que se vuelve abismo, de un cansancio que ya no se cura con descanso, de un deseo de desaparecer que no nace de cobardía, sino de la imposibilidad de soportar tanto filo invisible que corta la piel del alma.
No me hables de dolor si nunca te has encontrado de rodillas frente a lo divino, implorando no por fuerza, sino por el descanso eterno. Porque hay un sufrimiento tan hondo que no se calma con abrazos ni con palabras, un sufrimiento que pide silencio, que pide fin, que pide dejar atrás esta tierra donde las voces que deberían levantar, destruyen.
0 notes
Text
No me vengas a hablar de heridas cuando jamás has suplicado en silencio que la vida se apague de una vez, cuando nunca has doblado tu voz en la penumbra para pedirle a Dios que te arranque de raíz de este mundo que se siente como un castigo. No sabes lo que es mirar al cielo con lágrimas en los ojos, no por miedo a morir, sino por el insoportable peso de seguir existiendo. No sabes lo que significa arrastrar un corazón que sangra cada vez que abre los ojos y descubre que la familia, esa que debería ser refugio, se ha convertido en la daga que perfora todos los días.
Tú no entiendes lo que es sentir que las palabras de los tuyos no acarician, sino que hieren, que no construyen, sino que derriban. No entiendes lo que es mirarte al espejo y no reconocerte, porque cada juicio, cada mirada, cada palabra lanzada como piedra, va borrando lo poco que queda de ti. Y aun así, aquí estoy, obligada a respirar entre las cenizas, fingiendo que me sostengo, cuando en realidad solo caigo en silencio.
No me hables de dolor si no sabes lo que es querer desaparecer, no por cobardía, sino porque ya no queda espacio para más golpes en un alma desgarrada. No me hables de tristeza si nunca has sentido cómo la familia, esa palabra tan sagrada, se convierte en la prisión más cruel. No me hables de esperanza si nunca has conocido la agonía de pedirle a la vida que te libere, que te deje marchar, que te arranque de esta tierra donde hasta el amor se siente como veneno.
Porque el verdadero dolor no está en perder lo externo, sino en ver cómo los que deberían amarte son los que lentamente te despojan de ti mismo. Y aún así, aquí sigo, con el corazón hecho pedazos, con la mirada perdida y con la única plegaria que se repite en la mente: que todo esto termine, que el silencio me abrace, que la existencia deje de ser un tormento.
Ese es el dolor del que hablo. El que quema, el que consume, el que no da tregua. El dolor que no todos conocen, y que pocos, muy pocos, podrían resistir.
0 notes
Text
Papi, hoy en tu cumpleaños no solo quiero desearte un día feliz, sino recordarte lo que a veces me cuesta decir con palabras: lo mucho que te amo. Eres el hombre más importante de mi vida, mi ejemplo, mi refugio y mi fuerza cuando siento que la mía ya no alcanza. Ser tu hija es un privilegio que agradezco todos los días, porque sé que Dios me regaló al mejor papá que podía tener.
Gracias por estar siempre, incluso en los momentos en los que parecía que ya no había salida para mí. Cuando la tristeza me cubría por completo y yo sentía que me perdía, tú nunca soltaste mi mano. Gracias por no soltarme cuando más lo necesitaba, incluso cuando yo ya no tenía fuerzas para sostenerme a mí misma.
Gracias por ser paciente cuando la oscuridad parecía ganarme, por no rendirte conmigo cuando yo estaba a punto de rendirme con la vida. Tú nunca me juzgaste, nunca me diste la espalda, al contrario… supiste ver lo que yo callaba, lo que escondía detrás de mis silencios. Tú siempre sabes cuándo algo no anda bien, aunque yo diga lo contrario, aunque intente ocultarlo con sonrisas.
Quiero pedirte perdón, papá… perdón por las veces que te he preocupado, por las noches en las que no pudiste dormir porque estabas preocupado por mí. Perdón por cada lágrima que te he causado, por los momentos en que sentiste tu corazón romperse al verme o por cosas que he dicho. Perdón porque sé que has cargado con mi dolor, porque has llevado sobre tus hombros lo que a mí me pesaba demasiado.
Nunca voy a olvidar cómo has estado conmigo en mis horas más difíciles. Esas noches en que las sombras me robaban el sueño, tú estabas allí, sin reproches, sin condiciones, solo con tu presencia. Y si hay algo que nunca voy a poder explicar con palabras es lo que siento en tus abrazos. Cuando me abrazas y acerco mi cabeza a tu pecho, cuando escucho los latidos de tu corazón, algo en mí se calma… es como si esos latidos fueran un escudo que ahuyenta todo lo malo que llevo dentro, como si en cada golpe de tu corazón me dijeras: “aquí estoy, no estás sola, yo te cuido”. Tus abrazos son mi refugio, papá, y con ellos logras callar los gritos de mi mente y devolverme la paz que tanto me cuesta encontrar.
Hoy, en tu cumpleaños, quiero darte las gracias por eso, por tu amor incondicional, por tu fuerza, por tu ternura, por amarme incluso cuando yo no puedo amarme a mí misma. Gracias por seguir aquí, firme, con tu corazón inmenso, enseñándome que el amor verdadero no abandona, que la fe nunca se pierde y que las batallas se pueden librar de la mano de quienes nos aman.
Te amo con todo lo que soy, papi. Amo tu forma de cuidarme, de sostenerme, de darme esperanzas cuando siento que ya no me queda ninguna. Y aunque a veces me cueste decirlo, quiero que nunca lo dudes: eres mi héroe, mi compañía, mi mayor regalo.
Feliz cumpleaños, papi de mi alma. Que la vida te devuelva en bendiciones todo lo que me has dado. Te prometo que seguiré luchando, porque sé que cada latido tuyo me recuerda que tengo motivos para seguir. Gracias por amarme tanto y tan bien.
Te amo hasta el último de mis latidos. ❤️
0 notes
Text
Si mi universo colisionara con el tuyo, ¿amarías mis planetas, o robarías cada una de mis estrellas?
Tehimely Marrufo.
3K notes · View notes
Text
La gente cree que el dolor siempre grita, pero a veces se sienta en silencio, se acomoda en los hombros y te mira con una paciencia cruel, como si supiera que tarde o temprano vas a rendirte. Y yo… yo solo quiero descansar, cerrar los ojos y dejar de cargar esta vida que nunca se sintió mía.
0 notes
Text
Ella
Hoy es su cumpleaños, y mientras me siento a escribir sobre ella, siento que ningún adjetivo, ningún intento de descripción, puede abarcar la magnitud de lo que significa en mi vida. Ella no es solo una amiga; es un refugio, un abrazo que no siempre busco pero que siempre necesito, una presencia constante incluso cuando mi mundo se siente en ruinas. Ha soportado mis días más oscuros, mis palabras afiladas, mis momentos de silencio en los que no quiero ni mi propia compañía. Y aun así, ahí está, sin reproches, sin quejas, como si entendiera que incluso mi peor versión también merece ser querida.
Tiene ese don extraño y hermoso de abrazarme cuando sabe que lo odio, porque entiende que mi rechazo es solo una coraza mal puesta, un mecanismo de defensa para protegerme de sentir demasiado. Pero ella se atreve a atravesar esa barrera, a romper el muro, y de alguna manera logra que su abrazo se quede conmigo mucho después de soltarme. Respeta mis espacios sin desaparecer, sabe cuándo estar y cuándo dejarme sola, pero también sabe que, en el fondo, siempre la necesito cerca.
Ha caminado a mi lado en medio de la tristeza más espesa, y aunque yo me empeñe en hundirme, ella siempre tiene un gesto, una palabra, una broma, algo que logra arrancarme una sonrisa. Y esa sonrisa, por pequeña que parezca, siempre termina salvándome un poco más de lo que yo misma admito.
Hoy, en su cumpleaños, no solo quiero decirle “feliz día”, quiero desearle una vida entera llena de todo aquello que ella entrega a los demás sin pedirlo de vuelta: amor sincero, abrazos que sanen, risas que duren, días que pesen más que las noches tristes. Que su camino se llene de oportunidades que la hagan crecer y brillar aún más. Que las personas que la rodeen sepan valorarla como se merece, que nunca tenga que mendigar afecto ni comprensión.
Quiero que cumpla cada una de sus metas, que vea cómo sus sueños se van construyendo con la misma paciencia y determinación con la que ha sido mi amiga. Que el universo sea generoso con ella, que las tormentas que lleguen a su vida sean pocas y que siempre traigan consigo la enseñanza necesaria para que salga más fuerte. Que sus días estén llenos de momentos simples pero hermosos, de esas cosas pequeñas que parecen insignificantes, pero que al final se quedan tatuadas en el alma.
Feliz cumpleaños a esa amiga que, sin proponérselo, ha sido mi apoyo, mi compañía y muchas veces mi razón para seguir intentando. Hoy es un buen día para recordarle que su existencia es un regalo, que su luz es más grande de lo que ella misma cree, y que su bondad no pasa desapercibida. Que sea inmensamente feliz, no solo hoy, sino siempre, porque si alguien merece que la vida sea hermosa, es ella.
2 notes · View notes
Text
Me sostuvo la mirada con una calma cruel, mientras mis lágrimas se desbordaban sin permiso. Y con una voz que ya conocía demasiado, me dijo: “Nadie más, solo yo, tengo el poder de herirte… y a la vez ser el único consuelo que puede calmar tu dolor...Solo yo puedo lastimarte y darte la cura al mismo tiempo.”
Y en ese momento, lo supe: no era amor. Era una condena envuelta en caricias tibias.
Porque sí, lo amaba. Lo amaba con esa fuerza torpe y absurda que arrastra, que doblega, que hace que una se quede… incluso cuando todo adentro suplica huir.
Era suya, no por voluntad, sino por dependencia.
Cada palabra suya era un bisturí, cada abrazo, un vendaje temporal sobre una herida que él mismo abría una y otra vez.
Me enseñó a necesitarlo como se necesita el aire, pero uno que arde al entrar en los pulmones.
Y yo… yo lo permití.
Porque me hacía sentir viva incluso cuando me estaba desangrando por dentro.
Porque su forma de pedirme perdón tenía el mismo sabor dulce que sus mentiras.
Porque después del abismo, venía su voz, y creía que eso era redención.
Pero no lo era.
Era solo otro ciclo.
Otra vuelta al infierno envuelta en promesas.
¿Y sabes qué es lo más triste?
Que aún ahora, con el alma hecha trizas y el pecho vacío…
una parte de mí sigue esperando que vuelva a curarme.
Aunque sé, muy en el fondo,
que la próxima vez dolerá aún más.
Y que esta vez, quizás, no habrá cura.
0 notes
Text
Es cruel saberse prisionera de alguien que te arranca el aire y luego te lo devuelve a gotas. Que te desangra con palabras y te cose con promesas. Que te derrumba y luego extiende la mano para ayudarte a levantar, sabiendo que en el próximo suspiro volverás a caer.
1 note · View note
Text
A veces pienso que la muerte no duele tanto como esto.
Que si pudiera cerrar los ojos y no volver a abrirlos, todo este caos dentro de mí, este vacío que grita con una voz que nadie escucha, por fin callaría.
Porque en la muerte no hay más preguntas.
No hay que fingir sonrisas cuando el alma está hecha trizas, ni seguir respirando cuando cada aliento duele como una cuchilla oxidada.
En la muerte, no hay promesas rotas.
No hay espejos que devuelvan una mirada vacía, sin brillo, sin propósito.
No hay que correr con los pies sangrando por intentar alcanzar algo que se deshizo entre las manos.
No hay que volver a ver cómo el corazón se parte, cómo late entre escombros, suplicando por algo de consuelo… y no lo hay. Nunca lo hay.
Y sí…
A veces lloro antes de dormir, y no sé por qué. O sí sé, pero no quiero nombrarlo. Porque nombrar el dolor es revivirlo.
Y me despierto igual, con el mismo nudo en la garganta, con el cuerpo cansado de cargar una tristeza que pesa más que cualquier piedra.
¿Te imaginas vivir así cada día?
Yo sí. Lo estoy haciendo.
Pero en la muerte, hay silencio.
No más pensamientos que castigan.
No más recuerdos que queman.
No más sentir cómo el alma se agrieta cuando nadie lo nota.
Solo… paz. Un suspiro sin regreso. Un descanso sin sobresaltos.
Y no, no es que quiera morir. Es que ya no sé cómo seguir viva.
Porque seguir viva en este estado es como arder eternamente sin llama visible.
Es presenciar tu propia caída en cámara lenta, con los ojos bien abiertos, sin poder hacer nada para detenerla.
Es mirar cómo el corazón se abre en canal y ni siquiera tener fuerzas para cerrarlo.
A veces, lo confieso en silencio:
la muerte suena más suave que este ruido interno.
Más amable que este mundo que exige, que golpea, que olvida.
Más justa que una vida en la que solo sobrevivo mientras mi alma se desangra gota a gota.
Y eso… eso es lo que más me duele.
Que morir, a veces, parezca un acto de misericordia.
Y vivir… una condena.
0 notes
Text
Me he odiado tanto… con un odio que no nació en mí,
pero que dejé crecer,
como si mereciera cada espina.
Porque aunque he fingido fuerza,
he caminado cargando una guerra que nunca terminé de entender,
una culpa que no pedí, pero hice mía.
Y estoy cansada.
Quiero sanar sin tener que olvidar.
Quiero mirarme al espejo y no querer desaparecer.
Quiero acariciar mis cicatrices y no esconderlas.
Porque son mías.
Porque, aunque duelen, me recuerdan que sigo aquí.
Que aún queda algo vivo en mí.
Aunque todavía me duela respirar.
0 notes
Text
Quisiera poder arrancarme este dolor sin tener que arrancarte a ti también. Quisiera encontrar un camino donde sanar no implique alejarme de lo poco que queda de ti en mí. Pero no existe. No cabes tú en la misma habitación donde intento respirar sin temblar. Cada intento por reconstruirme tropieza con tu sombra, con el eco de lo que fuiste, con tu silencio que sigue gritando en mis entrañas.
Hay días en los que amanezco con la fuerza de gritar tu nombre, de señalar con el dedo dónde te escondes dentro de mí, bajo qué rincón de mis pensamientos te atrincheraste. Pero me paraliza el temor de que, al hacerlo, alguien llegue y te arranque de raíz. Y no sé si estoy lista para vivir sin la espina que me recuerda que estuviste. No quiero que borren lo poco que queda de ti solo porque me duele. Porque este dolor, por enfermo que esté, también me hace sentir que aún estás.
Tu presencia se volvió una barrera, un peso sobre la hoja donde intento escribir una nueva historia, pero esa hoja se niega a pasar. Es como si el tiempo se quedara atrapado en la tinta seca de lo que ya no será. Y yo… yo sigo aquí, detenida. Con un corazón que quiere curarse pero que también suplica por tu nombre.
Solo puedo elegir una cosa. Pero no puedo. Porque quedarme contigo me rompe, y soltarte también.
0 notes
Text
Hay algo paralizante sobre el dolor. No hablo de la herida ni del momento exacto en que algo se rompe dentro de ti, sino del eco que deja… ese silencio que retumba más fuerte que cualquier grito. Mi mente no lo soporta. No puede. Así que apaga las luces, desconecta los cables, y se queda quieta. Vacía.
No siento. O, más bien, no me lo permito. Porque si me dejo sentir aunque sea una grieta del dolor, se desborda todo. Se rompe el dique y me ahogo. Me asfixio con los recuerdos, con las palabras que no se dijeron, con los abrazos que no llegaron. Entonces me anestesio. Me adormezco.
Camino entre la gente fingiendo que aún estoy aquí, pero solo hay una sombra. Sonrío, pero no lo siento. Hablo, pero no estoy diciendo nada. Respiro, pero no estoy viva. Y nadie lo nota. Nadie pregunta. Porque en este mundo todos aprendimos a disfrazar las ruinas con rutina.
A veces me miro en el espejo y ni siquiera sé quién me observa. Hay una mujer con los ojos vacíos, con la piel cansada, que parece cargar con siglos de dolor… y solo tiene mi rostro. A veces quiero gritar. Pero la garganta está sellada por el miedo. Miedo a que el sonido de mi verdad sea tan insoportable que no haya vuelta atrás.
Entonces me quedo en silencio. Con la mirada perdida. Con el pecho apretado. Con la esperanza rota y el alma suspendida. Y me digo a mí misma: tal vez mañana puedas sentir sin romperte. Pero la verdad es que no sé si mañana exista.
A veces, estar adormecida es la única forma de no morir. Aunque eso signifique dejar de vivir.
2 notes · View notes
Text
Me esfuerzo por mantenerme entera, por aparentar que nada de lo que dice logra romperme… pero por dentro soy solo fragmentos. Cada frase que lanza sin pensar me atraviesa la piel, no como un grito, sino como un susurro afilado que se cuela hasta lo más hondo. Estoy rota en silencio. Me desangro en lo invisible.
A veces quisiera gritar, sacudirlo, obligarlo a mirar más allá de su ego, más allá de sus razones, más allá de sí mismo. Pero no sirve. No me escucha. No quiere escuchar. Me estoy hundiendo frente a él y ni siquiera se da cuenta de que estoy desapareciendo.
Hay días en los que mi pecho pesa tanto que respirar se convierte en una hazaña. Estoy exhausta de fingir que esto es amor, de su falsa ternura, de justificar sus comportamientos irracionales mientras me pierdo tratando de comprender qué hice mal.
Cuando intento soltarlo, cuando intento pronunciar lo que me está asfixiando, mi voz suena lejana, vacía, como si ya no me perteneciera. Me cuesta decirlo. Me cuesta decirme. Porque me fui apagando poco a poco, hasta convertirme en alguien irreconocible incluso para mí.
Solo quiero que entienda que ya no puedo. Que cada día a su lado es un eco que me recuerda que aquí ya no hay lugar para mí. Que no es rabia, ni venganza, ni drama. Es simplemente dolor. Un dolor que ya no quiero seguir vistiendo como si fuera mío, porque nunca me perteneció.
Solo quiero soltar, dejar de sostener lo que me consume. Quiero que me deje ir. No como quien pierde algo, sino como quien libera lo que nunca cuidó.
0 notes
Text
Creí que podía con todo. Me repetí tantas veces que era fuerte, que llegué a convencerme… pero ahora, mientras intento contener el temblor en mi pecho, sé que me mentí. No es fortaleza esto que duele tanto. No es entereza esta forma en la que se me deshace el alma por dentro. Si lo fuera, no estaría aquí, con la garganta rota de tanto llorar en silencio, suplicando que el vacío me dé un respiro.
No sabía que algo podía doler así. No desde el cuerpo, sino desde un lugar más hondo, más oscuro. Es una herida que no sangra, pero lo consume todo. Es como precipitarse al abismo con los ojos abiertos, con el pecho ardiendo por una llama que nadie ve. Como si el mundo siguiera girando y yo me estuviera apagando sin que a nadie le importe.
No tengo palabras para describir esto que siento. No hay forma de gritar sin romperme. No sé cómo seguir fingiendo que estoy bien cuando cada parte de mí pide rendirse. No hay consuelo. No hay escape. Solo esta caída interminable, esta angustia que me arrastra y me deja sin aliento.
Creí que podía resistir… pero ya no sé si quiero seguir intentándolo.
0 notes
Text
Yo solía decir que los libros eran mi hogar, mi refugio, el único lugar donde todo tenía sentido. Y él lo sabía. Me observaba perderme entre páginas como si allí encontrara partes de mí que la vida me negaba. Por eso, cada vez que podía, me regalaba historias. Historias llenas de tinta, de magia, de oscuridad. La última vez que lo hizo, puso en mis manos una historia densa, de esas que te arrastran al abismo. Una historia llena de espectros, de sombras, de horrores que se ocultan en la penumbra. No hizo falta que me advirtiera nada… aunque debió hacerlo. Lo que no dijo fue que el verdadero terror no vivía entre esas páginas, sino en él.
Fui ingenua, sí, pero no inocente. Fui al encuentro con los ojos abiertos, con la certeza de que había riesgo, de que dolería, de que me rompería. Y aun así, me lancé de cabeza. Porque hay amores que no se piensan, solo se sienten. Porque hay manos que uno sostiene aun sabiendo que tiemblan por dentro, que esconden algo. Porque hay personas que uno elige aunque sepa que son cuchillas.
Nunca me arrepentí. Lo elegí sabiendo que sangraría. Lo abracé sabiendo que dolería. Lo quise con la misma intensidad con la que ahora intento olvidar. Pero nadie me dijo que el peor monstruo no es el que acecha bajo la cama, ni el que se esconde en el clóset. El verdadero monstruo es el que te mira a los ojos, te promete quedarse y, sin embargo, te vacía por dentro.
No me arrepiento. Pero a veces, en silencio, mientras paso mis dedos por las páginas de ese último regalo, me descubro temblando. Porque no es el libro el que me asusta. Es su recuerdo. Es saber que lo amé sabiendo que dolía. Como cuando uno toma un cristal roto y lo aprieta contra el pecho, no por ignorancia… sino por amor.
0 notes
Text
Él era la criatura más despiadada que habría de conocer. Nadie me advirtió. O tal vez sí, pero yo no quise escuchar. Porque cuando se ama desde lo roto, uno decide confiar incluso en lo que sangra.
1 note · View note
Text
El tiempo duele.
A veces me quedo mirando al vacío, sintiendo cómo algo invisible sigue escurriéndose dentro de mí, como si cada segundo que pasa arrastrara una parte de lo que soy. No sé cuánto falta, ni cuánto queda… solo puedo sentir cómo sigue cayendo, incesante, impasible. No hay forma de detenerlo.
Y eso me consume.
Cada instante que se derrama pesa más que el anterior. No hay pausa, no hay consuelo. Solo ese caer constante, silencioso, casi cruel, que me recuerda que sigo aquí, aunque no quiera. Quisiera poder mirar hacia arriba, saber si esto está cerca del final… pero todo allá es oscuro, inalcanzable, como una promesa rota que ya no tiene sentido.
Lo único visible es lo que cae, lo que se va, lo que ya no vuelve. Y mientras tanto, yo permanezco atrapada entre lo que ya se ha ido y lo que aún me obliga a resistir.
Pero estoy cansada.
No quiero seguir contando lo que se pierde, no quiero sentir más esta lenta tortura que se desliza por dentro. Lo único que deseo es que ese último grano, ese último soplo de tiempo, finalmente caiga… y con él, todo se detenga.
Solo entonces, tal vez, conoceré la paz que aquí no encuentro.
0 notes